Cortesia: ANNCOL
Las mil y una muerte del legendario Comandante en Jefe, Manuel Marulanda se inscribieron en la memoria colectiva de la lucha del pueblo colombiano. Cada presidente, cada nuevo Ministro de la Defensa se posesionaba prometiendo la muerte del guerrillero heroico. Todos sin excepción anunciaron la nueva muerte en un parte glorioso de victoria, creyendo que con su muerte se moría también la guerrilla marquetaliana. Empero todos fracasaron y en cada muerte anunciada y pocas horas después desmentida, se esfumaba la victoria efímera del régimen que soñaba con acabar la resistencia del pueblo en armas.
Chucky Santos anuncia con el rostro iluminado con la lujuria de la muerte, que están cercan al comandante Cano, Santos siendo fiel a su estirpe y dándole una línea de continuidad histórica al sueño oligárquico, cree que matando comandantes insurgentes se acaba la insurgencia. La oligarquía cree que matando comunistas acaban con las ideas comunistas, o que matando pobres acaban con la pobreza.
La oligarquía no aprende, las FARC-EP no son un contrincante coyuntural que aparece o desaparece ante el primer revés militar, o un contrincante efímero, según el deseo eterno del marketing político, no, las FARC-EP son un sujeto político incrustado en la historia reciente y presente del pueblo colombiano. A pesar de los cantos de sirena de la oligarquía, cada vez que ésta se mire en el espejo de su propia barbarie, encontrara un insurgente fariano que les recordará, como en un eterno retorno, que el pueblo colombiano pide justicia social, democracia, reforma agraria.
El sueño oligárquico está en contradicción con las aspiraciones del pueblo colombiano, Chucky Santos habla como si fuese portor de la inmortalidad, Chucky se olvida que las oligarquías también se mueren, los regímenes excluyentes y despóticos se caen, el día que al pueblo le dé la gana.
Las FARC-EP han demostrado que su brújula es la dialéctica, y que comprenden que la historia la hacen los hombres bajo condiciones que ellos no controlan, la insurgencia colombiana sabe que confronta a una oligarquía mafiosa y criminal, arrogante frente al pueblo y sumisa-lacaya frente a sus amos del Norte. Las FARC-EP como la materia no se destruyen, se transforman, se adaptan, aprenden y vuelven a aprender para que el sueño oligárquico siga sin ser realidad.
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