LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

viernes, 18 de febrero de 2011

Colombia: Los datos del conflicto


Escrito por: Iván Márquez, Integrante del Secretariado de las FARC/Tomado de resistencia-colombia.org

Con datos fabricados fundamentalmente a partir de la visión del Ministerio de Defensa Nacional, la Corporación Nuevo Arco Iris ha divulgado su Informe de Seguridad y Conflicto Armado 2010 bajo el título Balance de las FARC después de “Jojoy” y los Nuevos carteles del narcotráfico.

Sobre la base de un análisis precario y parcializado, no es posible una medición objetiva que permita dimensionar el grado de escalamiento del conflicto armado en Colombia. El título del informe parece salido de una fábrica de desinformación y de manipulación de la opinión. Nada tiene que ver el balance de las FARC después de la caída del comandante Jorge Briceño, con los nuevos carteles del narcotráfico. La mala intención manifiesta no hace más que meter una interferencia, un ruido perverso a un análisis que debe ser objetivo porque toca un tema incrustado desde hace años en el alma de los colombianos: el de la guerra y la paz, la búsqueda de una solución política.

El conflicto armado no se da en el aire, ni por prurito; obedece a una causa social, no mencionada -ni siquiera tangencialmente- en el informe de la Corporación. Una investigación de la Universidad Nacional establece que cerca del 70% de los colombianos viven en la pobreza y la miseria. El desempleo, sumado al sub-empleo (empleo informal o precario) alcanza el 50%. Según organismos como el DNP y el CINEP el desplazamiento forzoso se cuantifica en 4 millones 600 mil campesinos. En ninguna parte del informe se alude a las víctimas civiles de los “falsos positivos” ni a fosas comunes como la de la Macarena… Estos son, también, datos de la guerra, pero, por alguna turbia razón, se ignoran o no se asimilan en el informe como resultados del accionar del Estado. Sin duda, se trata de un informe tuerto y cómplice destinado a asperjar incienso santificador sobre la criminal política de seguridad del Estado.

“Es difícil de creer -dice la Corporación Nuevo Arco Iris: las bajas de la Fuerza Pública, entre muertos y heridos, en el año 2010, pueden llegar a 2.500”. Fallaron abrumadoramente en su prospección. El total de bajas fue de 4.371, incluidos 72 oficiales. Pero en realidad las bajas pueden ser mayores porque las FARC no contabilizan en su data los SDR (Se Desconocen Resultados) con los que cierran muchos de sus partes militares. Y no se incluyen porque no se pudo constatar qué ocurrió. Los combatientes farianos sólo pudieron observar la evacuación de los caídos en los innumerables vuelos de los helicópteros Black Hawk.

Las 4.371 bajas sufridas por la Fuerza Pública, están distribuidas de la siguiente manera: 2.078 muertos, 2.242 heridos y 21 desaparecidos, una cifra mucho mayor que las bajas causadas por la resistencia a las tropas de los Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán (2.000 muertos, según Radio Habana), lo cual da una idea más objetiva de la intensidad de la guerra que se libra en Colombia. A estos resultados, las FARC agregan 75 helicópteros averiados, uno derribado, 19 avionetas y un avión, impactados, 2 barcos y 11 lanchas artilladas batidas por el fuego rebelde.

Los datos de las FARC sobre los resultados de la confrontación armada en Colombia durante el 2010 se complementan con el parte general adjunto (de 162 folios) en el que se detallan fecha y lugar de las acciones bélicas.

Nunca un “post-conflicto” ha sido tan conflictivo. Desde luego la realidad descrita en los partes militares de las FARC, deja sin piso la fábula oficial del fin del fin de la guerrilla y justifica cualquier esfuerzo dirigido a una solución política, como ahora lo proponen los mismos gringos para Afganistán.

La Corporación Nuevo Arco Iris adolece de fallas estructurales en su análisis: mide la guerra de guerrillas con el rasero de la guerra regular; convierte en oráculo infalible la información privilegiada que obtiene de la Sala Situacional del Ejército, de la que participa periódicamente; profesa un culto exagerado al fetiche de los números, pretendiendo explicar con ellos fenómenos sociales cuyas motivaciones van más allá de la matemática.

Ariel Fernando Ávila, investigador del observatorio del conflicto armado de la Corporación Nuevo Arco Iris presenta una visión plagada de análisis y conclusiones precipitadas que sólo sirven de estímulo a un triunfalismo tonto, que en nada ayuda a buscar objetivamente una solución. La aseveración de que la muerte del comandante Jorge Briceño significa la derrota del Bloque Oriental y el fin de una era de guerra de las FARC, es algo absolutamente descabellado. Expresa una ignorancia total del funcionamiento interno de las FARC. El mencionado investigador no sabe qué es el Nuevo Modo de Operar y asombrosamente dice que es una modalidad adoptada por las FARC en 1995. En realidad el Nuevo Modo de Operar fue una directriz emanada de la VII Conferencia de las FARC, que tuvo lugar en la región de El Duda en 1982. Para rematar el investigador da rienda suelta a la fantasía y le da vida a un inexistente “Plan 2010”, cuya autoría atribuye a la comandancia guerrillera. Con descaches tan garrafales cualquier prospectiva que se intente sobre el conflicto carece de seriedad.


De manera reiterada se ha venido hablando últimamente de la superioridad aérea del Estado, pero nos preguntamos con base en qué referente, si las FARC no tienen Fuerza Aérea. Lo que sí tienen, es un derecho inalienable a la legítima defensa. Sin duda el Estado ostenta una gran superioridad de medios y recursos para la guerra, pagados con soberanía patria al gobierno de los Estados Unidos. El Plan Patriota, por ejemplo, es dirigido por oficiales del South Command desde la base de Larandia en el Caquetá. Colombia es el tercer país receptor de “ayuda” norteamericana en el mundo. 16 mil millones de dólares ha invertido Washington en el Plan Colombia…, pero no ganan la guerra. Algo está pasando: el gobierno de Colombia dispone de un pie de fuerza cercano a 500 mil hombres, tecnología militar de punta…, pero no gana la guerra. Tal vez hace falta colocar en la balanza la integridad moral del combatiente fariano, su lealtad a la causa de los pobres, a la patria, el amor del pueblo y el fuego bolivariano que tremola en su plataforma de lucha.


Las políticas y los planes de guerra que ejecuta el Estado colombiano expresan un reconocimiento tácito de la existencia de una fuerza beligerante en oposición, con incuestionable apoyo popular.

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