LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Desarrollo del capitalismo en la agricultura. Renta de la tierra


Las leyes económicas del capitalismo rigen por igual en la industria y en la agricultura. Con los avances de la división social del trabajo, los productos agrícolas comienzan a ser producidos para la venta y se convierten en mercancías. La agricultura pasa a ser una rama de la economía que produce mercancías. Entonces se inicia una reñida competencia entre los distintos productores de mercancías, competencia que coloca en situación muy difícil a los pequeños agricultores, que son los que poseen menos tierra, animales de labor y aperos. Los pequeños productores se arruinan en masa y pasan a engrosar las filas de los proletarios. Una parte considerable de la producción se concentra en las capas altas, capitalistas, del campo. Fórmanse dos grupos extremos: el de los campesinos pobres y braceros y el de la burguesía rural (campesinos ricos, capitalistas y terratenientes más o menos aburguesados, que se conservan en muchos países capitalistas). Entre esos dos grupos se encuentran los campesinos medios. Si comparamos el proceso de desarrollo del capitalismo en la agricultura y la industria, advertiremos un atraso incomparablemente mayor del primero. No ocurre así sólo en los países atrasados, donde el avance del capitalismo en la agricultura se ve frenado por las supervivencias del feudalismo, sino también, en cierta medida, en los países en que el capitalismo ha alcanzado un gran desarrollo. Una de las causas más importantes de que así ocurra es que parte de la plusvalía creada en la agricultura se la apropia la clase parasitaria de los propietarios en forma de renta de la tierra. La renta de la tierra. En la agricultura capitalista, a diferencia de lo que ocurre en la industria, todo el valor creado se divide entre tres clases. Los obreros agrícolas perciben el salario, el capitalista arrendatario se queda con la ganancia media ordinaria y el propietario del suelo recibe la renta. Ahora bien, ¿de qué manera aparece en la agricultura, además de la ganancia ordinaria sobre el capital, una parte especial de plusvalía que en forma de renta es percibida por los propietarios del suelo de los capitalistas arrendatarios?
Para responder a esta pregunta, Marx se detiene en algunas características económicas de la agricultura. Las distintas tierras, cultivadas por diversos agricultores, no son iguales ni por su fertilidad ni por su situación respecto del mercado. La tierra de mejor calidad, con el mismo desembolso, dará mejores cosechas que las de calidad inferior. Lo mismo ocurrirá en cuanto a la proximidad o alejamiento del mercado. Cuanto más cerca del mercado esté la tierra, menos costoso será el transporte de los productos y más ventajosa resultará su explotación. En aras de la brevedad, podemos resumir estas diferencias (de fertilidad y de proximidad al mercado) como diferencia entre tierras mejores y peores. Ahora bien, los capitalistas han de compensar sus gastos y percibir la ganancia media no sólo en las tierras mejores y medianas, sino también en las peores. De ahí que el precio de producción de los productos agrícolas sea igual a los gastos de producción en las tierras peores más la ganancia media. Y las tierras mejores y medianas proporcionan, además de la ganancia media, cierto excedente que el arrendatario ha de entregar al dueño de la tierra. El excedente obtenido en la tierra de mejor calidad o más próxima al mercado -respecto de la tierra peor o más alejada- se denomina renta diferencial I, puesto que se obtiene por la diferencia en la calidad de las tierras. Esta diferencia de fertilidad y situación de los campos es, sin embargo, más que la condición, la base natural para la aparición de la renta diferencial . El origen de ésta es la plusvalía creada por los obreros agrícolas. El excedente puede ser obtenido por el capitalista arrendatario en campos de cualquiera calidad mediante la inversión de nuevos recursos que le permitan recoger cosechas mayores que las que rinden los peores campos, es decir, los que determinan el precio de la unidad de producción. La ganancia complementaria obtenida por la inversión de nuevos capitales en la tierra explotada, o sea por la intensificación de la agricultura, se denomina renta diferencial . Si es obtenida antes de la extinción del viejo contrato de arrendamiento, la renta diferencial va a parar al bolsillo del capitalista. Pero al estipular un nuevo contrato, el propietario del suelo acostumbra a tener en cuenta el resultado de la intensificación de la agricultura y eleva la tasa de arrendamiento para incluir en ella la renta diferencial . La economía política burguesa atribuye el origen de la renta diferencial a una supuesta "ley de la fertilidad decreciente del suelo". Marx y Lenin demostraron que esa imaginaria ley no tiene relación alguna con la teoría de la renta. Ha sido inventada por los economistas y propagandistas burgueses con objeto de quitar a los capitalistas y grandes propietarios la responsabilidad del encarecimiento de los productos agrícolas, de la miseria de las masas y de la bárbara explotación de la tierra, cargando la culpa de todo esto a la acción de esa supuesta "ley" eterna e inmutable. Uno de los fundadores de la economía política vulgar, Malthus, se apoya en tal "ley" para manifestar que el crecimiento de la población será siempre más rápido que el de la producción del campo; y por eso, dice, para mantener el "equilibrio" se necesitan las guerras, las epidemias y la restricción artificial de la natalidad entre las clases necesitadas. Los malthusianistas de nuestros días esgrimen la supuesta "ley de la fertilidad decreciente del suelo" para justificar las guerras de agresión y el exterminio en masa de la gente.

La apropiación de la renta diferencial por los propietarios del suelo, que de ordinario la destinan a fines no productivos, es un lastre que frena el desarrollo de la agricultura. Aún es mayor el significado que en este sentido tiene la renta absoluta. Las tierras peores, como antes se decía, no proporcionan renta diferencial. Pero sus dueños no las entregan a los patronos capitalistas sin compensación alguna, sino a cambio de una renta. ¿De dónde procede, pues, la renta de las tierras peores? Sabemos que sólo el capital variable produce plusvalía. Los recursos técnicos empleados en la agricultura se hallan a un nivel inferior que en la industria. Esto es así porque los capitalistas, que toman en arriendo la tierra por un plazo determinado, no invierten en la adquisición de máquinas, construcción de edificios, etc., tantos recursos como los industriales en sus empresas. Como la composición orgánica del capital es más baja, el volumen de la plusvalía, a capitales igualas, es en la agricultura mayor que en la industria. Supongamos que con unos gastos de producción de 100 unidades monetarias, en la industria corresponden 90 al capital constante y 10 al variable, y en la agricultura 80 y 20, respectivamente. En este caso, la plusvalía en la industria (con una cuota de explotación del 100 por ciento) será de 10 unidades monetarias, y en la agricultura de 20. En virtud del monopolio de la propiedad privada sobre la tierra, en la agricultura no puede tener lugar la libre fluctuación de capitales. Por consiguiente, no puede producirse una nivelación entre las cuotas de ganancia de la industria y de la agricultura. Por esto, los precios de las mercancías agrícolas no se ajustan al precio de producción, sino al valor. La diferencia entre uno y otro es lo que forma la renta absoluta. Al mismo tiempo, será la diferencia entre la más elevada plusvalía de la agricultura y la menos elevada de la industria (en nuestro ejemplo, dicha diferencia es de 10 unidades monetarias). El tributo que la sociedad viene obligada a satisfacer a los grandes propietarios en forma de renta de la tierra encarece los productos alimenticios y las primeras materias agrícolas, empeorando, por tanto, la situación de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo. Los propietarios del suelo perciben también tributo de las empresas de la industria extractiva, lo cual eleva los precios de los minerales. La renta aumenta en las ciudades el precio de los solares, con el consiguiente encarecimiento de los alquileres. El incremento de la renta empeora también la situación de los agricultores que carecen de tierra propia. El arrendamiento y la mina de los campesinos pequeños y medios. La tasa que el granjero capitalista entrega en concepto de arrendamiento al dueño de la tierra es el excedente de la plusvalía sobre la ganancia media. Propietario y capitalista se reparten el trabajo no retribuido a los obreros. Otra es la situación de los campesinos pequeños y medios, a los que el dueño de la tierra que ellos toman en arriendo les despoja no sólo de todo el producto complementario, sino también parte del producto necesario. Muy a menudo el pequeño arrendatario termina por arruinarse definitivamente. La teoría marxista de la renta de la tierra demuestra con precisión científica la oposición en que se encuentran los intereses de la gran masa de los campesinos y de los grandes terratenientes. La marcha de la historia confirma el análisis de Marx y señala que los campesinos trabajadores únicamente pueden defender sus derechos convirtiéndose en aliados del proletariado en la lucha contra el capitalismo.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Transformación revolucionaria en las concepciones sobre la sociedad


Desde tiempos muy antiguos los hombres trataron de dilucidar qué es lo que determina el régimen social y cómo se desarrolla la sociedad humana. Y esto no sólo por el simple deseo de comprender la sociedad en que viven, sino también porque ello se relaciona de manera muy estrecha con los problemas más candentes de su vida y afecta en muchos sentidos a intereses que les tocan muy de cerca. ¿Son accidentales los regímenes existentes en la sociedad o vienen condicionados por causas que no podemos ver, pero que se imponen al individuo? ¿Es posible cambiar esos regímenes o están los hombres condenados a subordinarse eternamente a ellos? ¿Qué fuerzas pueden mejorar la suerte de millones de gentes a quienes en el transcurso de miles de años oprimió, esclavizó y humilló un puñado de privilegiados? ¿Se puede alcanzar el bienestar y la libertad para todos, y no sólo para la minoría? Y en caso afirmativo, ¿cómo conseguirlo? ¿Quién conducirá la humanidad a la deseada meta? Y por último, ¿hacia dónde se dirige la humanidad, hacia la prosperidad y el progreso o hacia el estancamiento y la decadencia? Pensadores de todos los tiempos y pueblos trataron de responder a estas preguntas. Pero durante muchos siglos sus teorías y concepciones se veían invariablemente refutadas por la crítica de otros pensadores y por la crítica del tiempo, por toda la marcha que la historia seguía en su ulterior desenvolvimiento. El camino seguido en el estudio de la sociedad resultó ser extraordinariamente difícil y largo. Esto se debe a que la vida social es mucho más compleja que el desarrollo de la naturaleza. Dentro de lo que nosotros podemos observar, los fenómenos naturales se repiten con relativa regularidad y esto nos ayuda a comprender su esencia. Captar esa regularidad, esa repetición en la vida social es una empresa mucho más trabajosa. Lógicamente, esto dificulta su conocimiento y hace que no podamos advertir en ella una determinada ley.
Hay otra diferencia no menos importante. En la naturaleza tratamos con la acción de fuerzas impersonales y elementales. En la historia, el sujeto son los hombres, provistos de conciencia y voluntad y que siempre persiguen unos u otros fines. Al asomarnos a los fenómenos sociales parece que lo principal es dilucidar los motivos que impulsan a los hombres a la acción: saber qué propósitos se marcaba determinada personalidad para comprender claramente por qué obró así y no de otro modo. Pero tal explicación psicológica de la vida social, predominante en la sociología anterior a Marx y que hasta hoy día impera en las teorías burguesas, es superficial e insuficiente. Cierto que cada persona obra guiándose por determinados motivos y busca determinados fines. Mas, en primer lugar, ¿por qué el individuo se inclina por estos motivos y fines, y no por otros? Y en segundo, un estudio superficial de la historia es bastante para señalarnos que los fines e intereses de los hombres, y por consiguiente sus acciones, siempre entraron en conflicto y que el resultado final de ese conflicto o choque -el acontecimiento histórico- difería sensiblemente de lo que cada uno de sus participantes aspiraba. Así, muchos hombres de la revolución francesa de 1789-1794 estaban persuadidos de que establecían el reino de la razón y de la justicia eterna, de que creaban una sociedad basada en la igualdad natural y en los derechos inalienables del hombre. Muy pronto, sin embargo, pudo verse que lo único que habían hecho era allanar el camino para la dominación de clase de la burguesía. En vez de la desigualdad de antes -entre los señores y los siervos- dieron paso a la desigualdad entre la burguesía y los obreros.
En su deseo de hallar satisfacción a sus intereses inmediatos, los hombres no podían prever de ordinario los resultados sociales de sus propios actos, y esto convierte la historia de la sociedad en un proceso tan espontáneo como lo es la historia de la naturaleza. Mucho antes de Marx advirtióse ya esta contradicción entre la actividad consciente del individuo y el carácter elemental del desarrollo de la sociedad en su conjunto, aunque nadie acertó a dar una explicación correcta de ello. En su estudio de la marcha concreta de la historia nadie iba más allá de las conjeturas acerca de los fines y motivos que impulsaron a cada personaje, con lo que el proceso histórico se convertía en un cúmulo de fortuitas contingencias. Quienes trataban de enfocar la historia como un proceso sometido a la necesidad no tardaban en deslizarse hasta el fatalismo, al considerarla como efecto de la acción de una fuerza exterior (Dios, la "idea absoluta", la "razón mundial", etc.) determinante de los actos de los hombres. La concepción idealista de la historia, alimentada por la propia complejidad del desarrollo social, contaba con el decidido apoyo de las clases explotadoras, interesadas como estaban en ocultar las causas verdaderas de la desigualdad social y económica, de la riqueza y el poder de unos y de la miseria y la falta de derechos de los otros. Gracias a los esfuerzos de esas clases, las concepciones idealistas acerca de la sociedad siguen hoy día ejerciendo influencia sobre los hombres y gozan de gran predicamento en los países capitalistas. Para explicar las causas que dan origen a las ideas, opiniones y actos conscientes de los hombres se requería un brusco viraje revolucionario en la manera misma de enfocar los fenómenos sociales. Este viraje fue posible únicamente después de la consolidación del capitalismo, que puso al descubierto las raíces materiales -económicas- de la lucha de clases, y después de la aparición en la palestra histórica de la clase obrera, la primera clase que en la historia, como se demostrará más adelante, no teme una consciente explicación científica de la sociedad y, lo que es más, tiene un interés directo en alcanzar dicha explicación. Sólo en estas condiciones fue posible la empresa científica de Marx y Engels, quienes aplicaron el materialismo dialéctico al estudio de la sociedad y de su historia y crearon la teoría científica de las leyes generales del desarrollo social. Esta teoría es el materialismo histórico o concepción materialista de la historia. La revolución producida por Marx y Engels en la ciencia social se traduce, ante todo, en su demostración de que en la sociedad no obra ninguna fuerza misteriosa del más allá; los propios hombres son quienes crean su historia. Esto significaba un golpe de muerte para toda clase de concepciones místicas acerca de la sociedad y señalaba la vía para comprender la historia como un proceso natural que no necesita de ninguna intervención exterior. Por otra parte, el marxismo determinó que los hombres crean su historia no según su arbitrio, sino de conformidad con las condiciones objetivas materiales que heredaron de generaciones pasadas. Esto significaba un golpe de muerte para el voluntarismo y el subjetivismo y señalaba la vía para comprender la historia como un proceso sujeto a leyes.
La tesis de la cual parte el materialismo histórico quedó formulada por Marx del siguiente modo: "No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social determina su conciencia." Con otras palabras, en la sociedad, lo mismo que en la naturaleza, el ser o la vida material es lo primario, lo determinante con relación a la vida espiritual, a la conciencia. Esto se refiere, está claro, no al ser y la conciencia de unas u otras personas, sino de grandes grupos, de clases y capas sociales, de toda la sociedad, en fin; es decir, no al ser y a la conciencia individual, sino social. En la comprensión marxista de la conciencia social entra el conjunto de teorías políticas y jurídicas, de concepciones religiosas, filosóficas y morales de cada sociedad; entran también las ciencias sociales, el arte y la psicología social (sentimientos sociales, estado de los espíritus, costumbres, etc.). El ser social es la vida material de la sociedad con toda su complejidad y su carácter contradictorio. ¿Qué es lo que concretamente se entiende por vida material de la sociedad, que, según establece el materialismo histórico, determina toda la fisonomía del cuerpo social, de su régimen, sus concepciones y sus instituciones?

martes, 4 de diciembre de 2012

Reproducción del capital y crisis económicas


Para reemplazar los medios de producción y de vida (máquinas, alimentos, vestidos, etc.), sometidos a continuo desgaste y consumo, los hombres han de producir nuevos bienes materiales. Este proceso de renovación constante de la producción se denomina reproducción, la cual tiene lugar lo mismo dentro de cada empresa que en cuanto a la sociedad en su conjunto. La reproducción es simple, cuando el volumen de la producción no varía, y ampliada, cuando el proceso de producción se repite cada año en escala ascendente. Lo propio del capitalismo es la reproducción ampliada.
Marx fue el primero en ofrecer un análisis científico de la reproducción ampliada. El proceso de la reproducción simple proporciona al capitalista un producto de más valor que el capital invertido. El capitalista realiza las mercancías producidas por los obreros y de nuevo se ve en posesión de una suma que le permite explotar a los obreros asalariados. Los proletarios en cambio, al terminar el proceso de producción, siguen como estaban, y de nuevo han de vender al capitalista su fuerza de trabajo. Por lo tanto, del análisis de la reproducción simple de un capital individual se deduce que en el curso de la reproducción capitalista se renuevan sin cesar las relaciones de explotación propias de este sistema. Dicho análisis nos muestra también que, con la reproducción simple, el capitalista podría agotar muy pronto la suma invertida en un principio, pues toda la plusvalía producida por los obreros es consumida personalmente por él. Si invierte en la producción 100.000 dólares y retira cada año 10.000 para sus necesidades propias, al cabo de diez años habría consumido su capital si no obtenía ganancia alguna. Pero transcurren los diez años y el capitalista sigue obteniendo ganancias. Por consiguiente, todo su capital es, en esencia, plusvalía acumulada, que los obreros crearon con su trabajo y que el capitalista se apropia a título gratuito. El análisis que Marx hace de la reproducción simple del capital social pone de manifiesto las leyes que rigen el movimiento de toda la economía capitalista en su conjunto. Marx señala la imposibilidad de establecer la ley de la reproducción del capital social si la producción social no es dividida en dos grandes secciones: producción de medios de producción (primera sección) y producción de artículos de consumo (segunda sección). El análisis del movimiento del producto social producido en su forma natural de medios de producción y de artículos de consumo hay que combinarlo también con el análisis en su forma de valor. Para ello, del valor del producto social anual conjunto, es decir, de toda la masa de medios de producción y de artículos de consumo producidos por la sociedad en un año, hay que separar la parte destinada a compensar el capital fijo consumido en el año, la parte destinada a compensar el capital variable y la plusvalía producida durante el año. Son las tres partes integrantes en que se descompone el valor de la producción obtenida durante el año por cada una de las secciones de la producción social. Marx se fija la tarea de poner en claro las condiciones de realización del producto social dentro de la sociedad capitalista. Para que todos los capitalistas puedan vender, es decir, realizar las mercancías producidas en sus empresas, se necesita una determinada relación entre la sección primera y la segunda. Con la reproducción simple es necesario que el conjunto del capital variable y la plusvalía sea igual al capital constante de la segunda sección: I (v + p) = IIc. Con el intercambio recíproco de estas partes del producto social, los obreros y capitalistas de la primera sección reciben artículos de consumo, y los capitalistas de la segunda sección reciben capital constante para la nueva producción. Por lo tanto, la primera sección asegura a ambas secciones medios de producción y la segunda proporciona artículos de consumo a los obreros y capitalistas de ambas secciones.
En la reproducción ampliada, el conjunto del capital variable y la plusvalía de la primera sección es superior al valor del capital constante de la segunda sección I (v + p) > II c. La diferencia entre el primer valor y el segundo forma el excedente que pasa a formar la acumulación. Al incrementarse ésta, la parte del capital constante crece y disminuye la del capital variable. El más rápido incremento del capital constante con relación al variable es ley de la acumulación del capital. De esta ley se desprende que el capital constante, en cada una de las secciones, crece más deprisa que el capital variable y la plusvalía. Pero si el capital constante de la primera sección aventaja en su incremento al capital variable y a la plusvalía de su misma sección, tanto más aventajará al capital constante de la sección segunda, pues hemos visto ya que este último tiene un crecimiento más lento que el capital variable y la plusvalía de la primera sección. Por lo tanto, en la reproducción ampliada el incremento mayor corresponde a la producción de medios de producción para la producción de medios de producción y luego a la producción de medios de producción para la producción de artículos de consumo; donde el avance es menor es en la producción de artículos de consumo. El incremento preferente de la producción de medios de producción es ley económica de toda reproducción ampliada. De otro modo ésta no podría tener efecto. El resorte que mueve a la ampliación de la producción bajo el capitalismo es el deseo de obtener una plusvalía cada vez más voluminosa. A ello empuja también la competencia. En el curso de la reproducción capitalista ampliada se repiten, sobre una base más amplia, las relaciones de la explotación capitalista, crece el ejército de obreros y sigue adelante el proceso de concentración y centralización del capital. El análisis que Marx hace de la reproducción simple y ampliada del capital social nos muestra que la proporcionalidad entre las secciones primera y segunda y entre los distintos sectores dentro de cada sección puede ser establecida sólo a través de las crisis económicas y para un tiempo muy breve; la reproducción capitalista presenta contradicciones antagónicas que hacen inevitables las crisis económicas de superproducción. Crisis económicas de superproducción.
La tendencia de los capitalistas a aumentar ilimitadamente la producción, en unas circunstancias en que el consumo se ve reducido al estrecho marco de la demanda solvente de las masas, halla una salida en el incremento preferente de la producción de medios de producción. La ampliación de la producción de medios de producción bajo el capitalismo, a la vez que una expresión del progreso técnico, es como un refugio provisional para eludir las dificultades de venta originadas por la insuficiente solvencia de las masas. Ahora bien, la ampliación de la producción, cuando la producción de artículos de consumo se ve limitada por los bajos ingresos de las grandes masas, conduce periódicamente a crisis de superproducción. Como la meta final que la producción se marca es la producción de artículos de consumo, la causa última de todas las crisis económicas, según indicaba Marx, es la miseria y el limitado consumo de las masas. Aquí podemos apreciar la contradicción fundamental del capitalismo, la que se produce entre el carácter social de la producción y la apropiación capitalista privada o individual. La primera crisis general de superproducción tuvo lugar en Inglaterra, en 1825. A partir de entonces se vinieron repitiendo, primero cada diez años aproximadamente y luego en períodos menos determinados. Entre 1825 y 1938 Inglaterra conoció trece crisis económicas. En los otros países capitalistas. que entraron posteriormente en la vía de la gran industria maquinizada, las crisis tardaron algo más en manifestarse. La crisis económica es la superproducción de mercancías, la acumulación al máximo de dificultades para su venta, la caída de los precios y el rápido descenso de la producción. Durante las crisis crece bruscamente la desocupación, desciende el salario de los obreros que todavía trabajan, las relaciones crediticias se trastornan y sobreviene la ruina de muchos patronos, especialmente de los pequeños.
Durante la crisis y en el período de depresión que ordinariamente sigue a ella, los "stocks" de mercancías se van realizando poco a poco a bajo precio (pues, como ya dijimos, los precios experimentan una caída). Movidas por el deseo de aumentar la productividad del trabajo, para obtener una ganancia aun con precios bajos, los capitalistas empiezan a renovar el equipo de sus empresas. Esto origina la demanda de medios de producción. El mercado se reactiva poco a poco y luego experimenta un auge. Esta sucesión de crisis, depresión, reactivación y auge, para volver de nuevo a la crisis, demuestra que la producción capitalista se desarrolla cíclicamente, es decir, que realiza una rotación en la que se repiten unas mismas fases, lo mismo que se suceden el invierno y el verano. La reproducción ampliada capitalista no es un proceso continuo. La sucesión de ascensos y caídas y depresiones, las interrupciones constantes en el incremento de la producción son ley de la reproducción ampliada capitalista. "La producción capitalista -escribe Lenin- no puede desarrollarse más que a saltos, dando dos pasos adelante y uno (y a veces dos) atrás."
Las crisis son un producto de la contradicción fundamental del capitalismo, la que existe entre el carácter social de la producción y la apropiación privada del fruto del trabajo. El carácter social de la producción se manifiesta, primero, en el desarrollo de la especialización de la producción y de la división del trabajo, con lo que los distintos sectores son parte integrante del proceso social de producción; y segundo, en la concentración de la producción en empresas cada vez mayores. Lo uno y lo otro crean enormes posibilidades para que la producción se ensanche. En el período de reactivación, y especialmente en el de auge, el formidable incremento que experimenta, afecta sobre todo a la producción de medios de producción. Mientras se construyen nuevas fábricas, líneas férreas, centrales eléctricas, etc., crece en cierta medida la demanda de nueva mano de obra, y por consiguiente, de artículos de consumo, pero este incremento está lejos de hallarse a la altura del que experimenta la demanda de medios de producción. De ahí que tarde o temprano, en virtud de la anarquía de la producción que en sí encierra el capitalismo, las enormes posibilidades de la gran industria para su ampliación acaban por chocar con los estrechos límites del consumo, con la incapacidad de los mercados para ir a la par del incremento de la producción. La gran masa de productos lanzados al mercado no puede ser absorbida por el comprador medio, pues a ello se opone la limitación de su demanda solvente, de sus ingresos.
En su conocido artículo "Carlos Marx", V. 1. Lenin señala que la posibilidad de la rápida ampliación de la industria "en relación con el crédito y la acumulación del capital en los medios de producción, proporciona, entre otras cosas, la clave para comprender las crisis de superproducción que periódicamente advienen en los países capitalistas, primero cada diez años por término medio y luego en períodos de tiempo más prolongados y menos definidos”. La acumulación en los medios de producción explica también el carácter periódico de las crisis.
El bajo nivel de los precios y la agudización de la competencia en el período de depresión obligan a los capitalistas a reemplazar el equipo moralmente envejecido por otro nuevo, es decir, a renovar el capital fijo (utillaje, máquinas, instrumental). A fin de no quedarse atrás de sus competidores, cada patrono trata de disminuir los gastos de producción mediante perfeccionamientos técnicos. "...La crisis -escribía Marx- es siempre el punto de partida para nuevas y grandes inversiones de capital. Por consiguiente, si tomamos la sociedad en su conjunto, la crisis crea, en mayor o menor grado, una nueva base material para el siguiente ciclo de rotaciones." Las crisis son prueba de la creciente discordancia que existe entre las relaciones burguesas de producción y el carácter de las modernas fuerzas productivas. Son una muestra irrefutable de la limitación del modo capitalista de producción, de su incapacidad para abrir amplios horizontes al desarrollo de las fuerzas productivas.
Las crisis de superproducción demuestran que la sociedad moderna podría proporcionar una cantidad incomparablemente mayor de productos destinados a mejorar la vida de los trabajadores si los instrumentos y medios de producción fueran puestos en juego no para obtener una ganancia capitalista, sino para satisfacer las demandas de todos los miembros de la sociedad. Pero esto sólo es posible convirtiendo en social la propiedad privada sobre los medios de producción.