LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

viernes, 23 de diciembre de 2011

Historia de Trotsky y del trotskismo.2da Parte

«¡Ese es Trotski! Siempre fiel a sí mismo; se revuelve, estafa, posa a la izquierda y ayuda a la derecha! Lenin


Continuación de la primera entrega


La lucha consecuente de los comunistas contra los trotskistas.

En 1914 Lenin escribió en su folleto sobre el derecho a la autodeterminación que “¡Trotski es más peligroso que un enemigo!”.
Ese mismo año, el 9 de mayo escribe:”Los viejos militantes marxistas rusos conocen bien a Trotski y no hace falta hablarles de él. Pero la joven generación obrera no le conoce y es necesario hablarles de él. Porque es una figura típica de los 5 grupos extranjeros que flotan entre los liquidadores y el Partido”.

El pleno del Comité Central (C.C.) del Partido Comunista (Bolchevique) de Rusia de enero de 1925 estima que “el conjunto de las intervenciones de Trotski contra el partido puede ser definido ahora... como el deseo de transformar la ideología del PCR en una especie de “bolchevismo” sin leninismo “modernizado” por Trotski. Eso no es bolchevismo. Es una revisión del bolchevismo”. El documento repasa las cuatro discusiones que el partido ha debido mantener con Trotski:sobre la paz de Brest, sobre los sindicatos, sobre el aparato del partido, la que lleva en ese momento en la que “Trotski ha emprendido ya la cruzada abierta contra los fundamentos de la concepción bolchevique del mundo”.

El XV Congreso del Partido (1927) caracteriza al trotskismo como “instrumento de la tercera fuerza contra el régimen de la dictadura del proletariado”.

El 8 de junio de 1926 el Presidium del Comité ejecutivo de la Internacional Comunista (I.C.) aprobó un documento que denunciaba las posiciones sectarias de los trotskistas.

El pleno conjunto del CC y de la CCC del PC(b) de la URSS de agosto de 1927 recuerda que “el partido y la KOMINTERN... condenaron en 1923 a la oposición trotskista, caracterizando sus opiniones como una desviación pequeño-burguesa”. El XV congreso del PC(b) de la URSS en diciembre de 1927 considera que la oposición trotskista-menchevique calumnia a la URSS calificándola de Estado termidoriano degenerado, niega la dictadura del proletariado en la URSS y entabla una lucha contrarrevolucionaria contra ella. “La oposición trotskista ha roto por completo con el leninismo y defiende una plataforma menchevique-liquidadora, ayuda a los enemigos de la URSS con sus calumnias y realiza una labor escisionista inaudita”. En febrero de 1928 el IX Pleno del mismo órgano aprobó las resoluciones del XV Congreso soviético y declaró la pertenencia al trotskismo incompatible con la afiliación a la I.C.

El 27 de octubre de 1928 los miembros de la dirección del PC Americano (PCA) Max Schachtman y Martín Abern que declararon su total apoyo a Trotsky fueron expulsados y crearon la Liga Comunista de América (LCA). En 1934 el PCA se enfrenta a la fusión de la LCA con el Partido Obrero Americano (AWP). En 1937 denuncia a la revista Partisan Review que invita a colaborar a Trotsky y que terminaría como un órgano de propaganda de la CIA. El dirigente comunista norteamericano William Z. Foster escribió que la lucha contra el trotskismo en los años 30 “decidía no sólo el destino de la Revolución en Rusia sino también el del Movimiento Comunista mundial. La victoria de las fuerzas trotskistas significaría el éxito decisivo de la reacción mundial”.

En 1.927 el secretario del Partido Comunista Chino (PCCh) Chen Duxiu es destituido y expulsado del Partido por sus posiciones trotskistas y capitulacionistas. Intenta conspirar contra el nuevo secretario del Partido Wang Ming. Éste escribe que “en el verano de 1927 fue derrotado el oportunismo de derecha de Chen Duxiu,... en el otoño de 1929 fracasó el grupo de liquidadores trotskistas-chenduxiuistas”. Considera que los trotskistas son “cómplices activos de la reacción imperialista”.

De 1928 a 1930 el Partido Comunista Brasileño (PCB) expulsa a los troskistas que formaron la “Liga Comunista Internacionalista” que, tras criticar la insurrección popular en 1935 de la Alianza Nacional Libertadora (ANP) y a su jefe, el líder comunista Luiz Carlos Prestes, desapareció en 1936.
En 1932 y 1933 los trotskistas fueron expulsados del Partido Comunista de Cuba y constituyeron el “Partido bolchevique internacional”.

La Historia del Partido del Trabajo de Albania señala como en 1934, en los comienzos del comunismo albanés, se desató una lucha entre comunistas y trotskistas en el seno del “Grupo Comunista” de la ciudad de Korça: “Los elementos trotskistas se lanzaron con furia contra la línea seguida por Ali Kelmendi y contra la parte más sana del Grupo, esforzándose en obstruir por todos los medios la ampliación de la labor y la influencia de los comunistas entre las masas. Su representante principal, Niko Xoxi, ambicionaba tomar la dirección del Grupo para luego obligarlo a que aceptase los puntos de vista trotskistas”. La lucha se saldó con el desenmascaramiento y la expulsión de N. Xoxi del comité directivo del grupo .

En 1935 el fundador del Partido Comunista de Bélgica (PCB) Joseph Jacquemotte derrota a los trotskistas en la Conferencia del Partido de Charleroi .

En una fecha sin determinar el “Amauta” José Carlos Mariátegui, fundador del PC peruano y gran pensador marxista escribe:”El trotskismo sabe de un radicalismo teórico que no logra condensarse en fórmulas concretas y precisas”.

En 1936 el gran comunista catalán Joan Comorera redacta la declaración de principios para la unificación de 4 partidos revolucionarios que dará lugar al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) excluyendo explícitamente a los trotskistas.

En marzo de 1937 Stalin acusa al trotskismo de pasar de corriente política de la clase obrera a
“banda cínica y sin principios de saboteadores, agentes de diversión, espías y asesinos”.

En 1937 Ho Chi Min indica al PC de Indochina que no hay que aceptar absolutamente ningún compromiso con los trotskistas. Según Santucho, los trotskistas vietnamitas se enfrentaron abiertamente al PC justamente cuando éste comienza a desarrollar la guerrilla. El Pleno de su C.C. de marzo de 1938 señala que se ha subestimado el peligro trotskista y la colaboración sin principios con los trotskistas. En marzo de 1939 este PC llama en un manifiesto a barrer a los trotskistas. En los años 40 las publicaciones ilegales del Partido y del Frente Viet Minh luchan contra “los trotskistas provocadores y saboteadores”.

En Octubre de 1938 Mao Tsetung afirma ante el C. C. del PCCh que “los servicios secretos del imperialismo japonés tratan constantemente de minar nuestro Partido y de hacer que, disfrazados de activistas, se infiltren en él colaboracionistas, trotskistas, elementos pro japoneses, degenerados y arribistas”.

A finales de los años 30 el Partido Comunista de Chile expulsa de sus filas a los trotskistas, que crean el “Partido Comunista de Izquierdas” y comienzan a luchar contra el Frente Popular que termina por fracasar en 1940-41.

El Ché Guevara escribió que “Consideramos que el partido trotskista actúa contra la Revolución” . La oposición sistemática del trotskista “Partido Obrero Revolucionario” (POR) a la Revolución Cubana fue perseguida: en 1961 fue destruida una edición en español de La Revolución permanente de Trotsky, en 1962 un trotskista fue detenido mientras difundía un panfleto, un mitin en honor a Trotsky fue prohibido en Guantánamo y su secretario general Idalberto Ferrera Acosta fue detenido durante 48 horas. En 1965 un grupo de trotskistas fue procesado. La represión cesó y los detenidos fueron liberados cuando los trotskistas se comprometieron a cesar en su actividad contrarrevolucionaria. En 1966 Fidel Castro acusó al trotskismo de ser “instrumento vulgar del imperialismo y de la reacción”.

Las fuerzas revolucionarias mexicanas tomaron medidas para combatir la influencia contrarrevolucionaria del trotskismo. La Liga Comunista 23 de septiembre (LC23S) ejecutó al dirigente del PRT Alfonso Peralta Reyes en 1976 e informó que no toleraría la propaganda trotskista.

Respondiendo a calumnias de un troskista irlandés, el presidente nacional del Partido Comunista de Irlanda (PCI) Michael O'Riordan escribe que “Los hechos son testarudos y testimonian que el trotskismo, teórica y prácticamente, ha sido un fracaso en la historia y en ninguna parte ha podido instaurar el poder de la clase obrera” .

El traidor Gorbachov rehabilitó a Trotsky poco antes de la liquidación de la URSS.

En septiembre de 1993 el Partido de la Liberación (P.L.) de Argentina sale al paso de la política reformista y anticomunistas de los trotskistas argentinos con el importante documento “Nuestra confrontación con el trotskismo”.

La lucha de los comunistas contra el trotskismo sigue en el siglo XXI. El líder de la Coordinación Comunista que lucha contra la degeneración del PC de Francia Jean-Luc Sallé estima que “la destrucción programada del PCF crea las condiciones para un reforzamiento de las corrientes trotskistas. Aprovechan su gran ocasión: la de impedir la emergencia de un partido comunista auténtico y crear un partido trotskista que conduciría a la clase obrera al impasse... y reforzaría el dispositivo socialdemócrata, apoyo social del capitalismo. Las tácticas varían. LO y LCR quieren a partir de sus éxitos electorales, crear una formación a “la izquierda” del PCF mutado. El Partido de los Trabajadores (PT) practica el entrismo en el PCF... Para la coordinación comunista los dos adversarios de la reconstrucción del partido son los liquidadores reformistas y los troskistas”.

En el seno del Partido Comunista de Filipinas (CPP) se produce una crisis política en 1991. Una parte de sus miembros, considerados traidores por el Partido, abrazan el troskismo y crean en 1998 el “Partido revolucionario de los trabajadores de Filipinas”. Uno de sus cuadros será ejecutado en el 2001 por el Partido.

En el 2002 el líder de la Coordination Communiste pour la reconstruction du parti communiste revolutionnaire, que en 1999 había abandonado ya el PCF, Maurice Cukierman declara: “Hace falta recordar que a menudo el trotskismo es la escuela de formación política de los dirigentes socialdemócratas. El anticomunismo y antisovietismo que destilan dan prueba del callejón sin salida en el que intentan encerrar a la clase obrera”. También en el 2002 Raymond Casas, antiguo cuadro del PCF, uno de los fundadores del PC Marxista-Leninista de Francia, escribe que “el trotskismo es un peligro serio para un partido revolucionario aunque puede convertirse en una comedia ridícula. Los comunistas sinceros y lúcidos tienen que estar seguros que la reconstrucción de un verdadero partido revolucionario exige la vigilancia más grande en relación al trotskismo, cáncer mundial de todo Partido Comunista serio. La experiencia debe convertirnos en implacables en este punto, bajo pena de no conocer nunca un partido sólido, anhelado y esperado por las masas laboriosas”.

En el 2003 el comunista belga Johnny Coopmans imparte un curso titulado “El trotskismo, una doctrina antimarxista?” en la universidad marxista de verano del PTB. Afirma que “analizar el trotskismo es aprender a construir hoy un movimiento comunista”.

El presidente del PC de la Federación Rusa (PCFR) Guennadi Ziuganov escribe en el 2004 que
“Haremos lo posible para no permitir en nuestras filas el espíritu del trotskismo, o lo que es lo
mismo, los intentos de determinados activistas engreídos, que se sienten superiores, “superhombres, por encima del CC, de sus leyes, de sus decisiones, dando de este modo la excusa a determinada parte del partido a hacer un trabajo de desgaste que haga perder la confianza de ese mismo CC”.

En el seminario de Bruselas del PTB de mayo del 2005 “Comunistas en Lucha” de Francia afirman que “en realidad los socialdemócratas y los troskistas prosiguen su tradicional actividad de zapa al servicio de la burguesía y del sistema de explotación capitalista. Los socialdemócratas y los contrarrevolucionarios trostskistas extienden las ilusiones reformistas para desviar a los trabajadores de la actividad revolucionaria”.

Los progresistas contra el trotskismo.

El profesor universitario y líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) Vicente
Lombardo Toledano en los años 30 consideraba el programa de Trotsky contrarrevolucionario.

En 1938 el periodista progresista norteamericano Malcolm Cowley, miembro del comité de redacción del The New Republic, denunció a la revista Partisan Review de lanzar una “campaña antisoviética bajo la bandera de la cuarta internacional”.

Según Chomsky (La Jornada, México, 3 septiembre 2000) el gobierno trotskista-laborista de la
Bolivia de los años 50 fue eliminado por los USA mediante la cooptación:

“Lentamente los integraron al sistema estadounidense y terminaron subordinados al poder estadounidense”.

El MAS argentino en 1999 pide la intervención de tropas extranjeras en los Balcanes. La presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo Hebe de Bonafini les considera cobardes.

El sociólogo James Petras escribe que “algunas sectas trotskistas llegaron a proponer que se compraran armas para los tratantes de blancas, traficantes de drogas y autores de limpiezas étnicas del ELK. Un caso de reacción política combinado con una psicosis” .

El escritor de origen soviético residente en Israel Israel Shamir escribe en el 2004: “'stalinista' es jerga trotskista para decir comunista, la palabra que utilizan para tratar de congraciarse con los anticomunistas... Los trotskistas en Rusia constituyen una fuerza pro-occidental y pro- estadounidense y son incluso más anti-rusos de lo que era León Trotsky. Lo mismo vale para muchos (aunque no todos) grupos trotskos en Europa”.

En el 2005 en una página progresista de la ciudad francesa de Lille un militante escribe que
“combatir a los troskistas es enfrentarse a la socialdemocracia en su conjunto” .



Significados trotskistas pasados al campo de la burguesía contrarrevolucionaria y del imperialismo.

Burnham ( James), agente de la CIA, profesor de Columbia.
Hook (Sidney), cofundador con el anterior del Partido Socialista Obrero norteamericano, creador de una “comisión de investigación sobre los procesos de Moscú” en USA presidida por John Dewey, cofundador del congreso por la libertad de la cultura, agente de la CIA.
Bell, (Daniel) agente de la CIA, profesor de Harvard.
Kristol (Irving) director ejecutivo del comité americano por la libertad cultural en los 50 con
financiación de la CIA, ferviente partidario de Reagan. Según Chomsky sus métodos preferidos para resolver los conflictos sociales son “cañoneras y coches de policía”.
Glotzer (Albert), ex dirigente del SWP colaborador de Shachtman, agente de la CIA.
Fiedler (Leslie), ex miembro del SWP USA, justifica y apoya la ejecución de los esposos Rosenberg. Aaranovich (David), ex troskista y actual pro imperialista que escribe en el periódico británico The Guardian.
Kendall Willmore, ideólogo de derecha US asociado a la revista National Review. Cohen (Elliot), troskista judío fundador de la revista sionista Commentary.
Chen Dixiu, uno de los primeros divulgadores del marxismo en China, primer secretario del PC de China nombrado en 1920 y reelegido en el primer congreso en 1921. Expulsado del partido por realizar trabajo fraccional en 1929. En 1937 el PC de China le acusó de colaborar con el Mikado japonés. En la 2ª guerra mundial pasó a apoyar a los imperialistas occidentales.
Gilly (Adolfo), político burgués del PRD mexicano proveniente del PRT Martínez Gorriarán (Carlos), ex militante de las juventudes de LKI-LC convertido en ideólogo extremista de derechas del Foro de Ermua y del PP.
Schachtman (Max), ex dirigente trotskista norteamericano, partidario del imperialismo. Levitas (Sol)., agente de la CIA, director de la revista New Leader.
Mendiluce (José María), ex dirigente de LKI, fervoroso defensor de la guerra contra Yugoslavia, eurodiputado PSOE. Su oportunismo le lleva al fantasmal partido “verde”.
Nieto (Joaquín), dirigente de la LCR española, dirigente de Comisiones Obreras responsable de la
“caza de brujas” contra miembros del PCE.
Unzueta (Patxo), ex dirigente de ETA, trotskista, ideólogo españolista y derechista del diario El Pais. Vandenbroucke (Frank), ex dirigente de los grupos trotskistas belgas “Liga revolucionaria de los trabajadores” (LRT) y POS, convertido en ministro del Interior del régimen burgués.
Paz (Octavio), poeta anticomunista mexicano.
López (Alberto), arquitecto vizcaíno miembro del PSOE encarcelado durante 5 meses por el fraude de Azpiegitura.
Rincón (Luciano), trotskista vizcaíno convertido en propagandista de la derecha bilbaína y de su diario “El Correo”.
Uhl (Petr), dirigente de la contrarrevolución checoslovaca que derribó al Partido Comunista e instauró el poder de la burguesía y de la OTAN, además de dividir al país. Formado como troskista por la “LCR” francesa en 1968.
Zallo (Ramón), ex miembro de ETA VI, portavoz de LKI, integrante en algún momento de Zutik, catedrático de universidad, colaborador de Elkarri, vinculado a la fundación Robles Aranguiz de ELA, nombrado viceconsejero del gobierno de Gasteiz como asesor de la consejera Miren Azcarate, ideólogo del lehendakari Ibarretxe.
Castoriadis, (Cornelius) (Constantinopla 1922, París 1997), miembro de la fracción trotskista del Partido Comunista de Grecia en 1942. En diciembre de 1945 abandona Grecia y emigra a Francia cuya nacionalidad adoptará. En 1946 funda otra tendencia en las filas del trotskista Partido Comunista Internacionalista junto a Claude Lefort constituyendo un grupo entorno a la revista
Socialisme ou barbarie a partir de 1949. Dedica su tarea filosófica a luchar contra el marxismo lo que la burguesía francesa la recompensa haciéndole miembro de la École des Hautes Études en Sciences Sociales.Apoya en su libro “Devant la guerre au cours des années 1980” el esfuerzo de guerra de Reagan contra la URSS.
Jospin (Lionel): primer ministro socialdemócrata de Francia que bombardea Yugoslavia en 1999. Weber (Henri): pasa de la LCR al ala derecha del PS francés.
Lefort (Claude): ex troskista francés camarada de Castoriadis convertido en activo anticomunista de derechas. Expulsado por su posición reaccionaria de la revista Les Temps Modernes de Jean Paul Sartre.
Crozier (Michel): ex trotskista francés convertido en sociólogo pro americano y vinculado a la CIA. Plevel (Edwy), ex redactor jefe de Rouge, órgano de la LCR convertido en jefe de redacción del diario de la gran burguesía francesa Le Monde.
Desportes (Gérard), redactor jefe del diario anticomunista francés Libération.
Julien Dray (Julien), ex LCR, ingresa en el PS en 1981, creador de “SOS racisme”, movimiento social liderado por la socialdemocracia francesa.
Strauss-Khan (Dominique), ministro de finanzas de Jospin, procesado por saquear el dinero del
MNEF, líder del ala derecha del PS, afirma que todo judío debe defender Israel.
Franceschi (Alberto), uno de los máximos dirigentes de la LIT se transforma en uno de los mas importantes dirigentes de la burguesía golpista venezolana.
...



Continuara..........

jueves, 22 de diciembre de 2011

Historia de Trotsky y del trotskismo. 1era Parte



¿Quien fue Trotsky?



Trotsky fue de 1904 a 1914 un declarado enemigo de Lenin. En 1904 le acusó de ser un dictador, autócrata asiático, revolucionario burgués y escisionista fanático en su folleto “Nuestras tareas políticas”. Se opuso a la teoría leninista del partido. Trotsky fue un dirigente menchevique opuesto a los bolcheviques. Se opuso a la tesis de Lenin sobre la transformación de la revolución democrático- burguesa en socialista oponiéndole su teoría sobre la “revolución permanente”. Eso le llevaría a negar la construcción del socialismo en la URSS si no triunfaba una revolución socialista en Occidente. La Revolución de la clase obrera europea occidental en los años 20 y 30 fue aplastada en sangre (Finlandia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Baviera, Berlín, Milán, España) y el tiempo quitó completamente la razón a Trotsky.

Otra discrepancia grave de Trotsky con el leninismo es negar el papel revolucionario del campesinado y en 1905 lanzó la consigna “¡No al Zar, gobierno obrero!” que olvidaba por completo a este importante sector social.

En 1913 escribió al menchevique Chjeidze que “el leninismo descansa por completo en estos momentos en la mentira y la falsificación y lleva en su seno el elemento emponzoñado de su propia desintegración” .

En la conferencia de Zimmerwald de 1915 se sigue oponiendo a Lenin.

Hasta 1917 mantiene una posición ante la cuestión nacional opuesta a la de Lenin y similar a la de
Rosa Luxemburgo, negando el derecho de autodeterminación.

En julio de 1917 el Partido Comunista de Rusia (es decir, tres meses antes de la revolución) acepta el ingreso del grupo heterogéneo que lidera Trotsky llamado Meyrayontsi formado por 4 mil militantes. Trotsky no se opuso al plan de Lenin de desencadenar la insurrección pero propuso aplazarla hasta el II Congreso de los Soviets. Se vuelve a oponer en la cuestión de la paz de Brest-Litovsk de
diciembre de 1917, lo que le lleva a dimitir de su puesto de Comisario del Pueblo para las relaciones internacionales.

En 1919 tiene el principal momento de gloria de su vida al dirigir y organizar el Ejército Rojo aunque una llamada “oposición militar” comunista le critica por dar empleo y mando en el mismo a 50 mil ex oficiales zaristas.

El 5 de marzo de 1920 Trotsky ordena el exterminio de los marinos revolucionarios de Kronstadt levantados contra el gobierno bolchevique.

En el X Congreso del partido vota por la prohibición de las corrientes internas aunque después de muerto Lenin, proclama la libertad de fracciones para “intentar socavar la unidad del Partido” .

Se opone a la “Nueva política económica” (NEP) lanzada por Lenin y escribe su folleto Nuevo
Curso.

En 1921 defiende al partido menchevique de Georgia pasado a la contrarrevolución. En 1924 el Partido Bolchevique lanza una primera campaña contra el trotskismo.
En 1936 escribe su libro La Revolución traicionada afirmando que “no existe el menor socialismo en la URSS”, convocando el derrocamiento violento del poder soviético y vaticinando la derrota soviética en la inminente guerra contra la Alemania nazi. Obviamente el libro es acogido por todas las fuerzas reaccionarias dispuestas a destruir la Unión Soviética.

Como dice un francés, “la última cosa que le pasó por la cabeza fue un piolet enviado por correo certificado por Stalin” aunque no hay unanimidad sobre la autoría en el asesinato de Trotsky. El antiguo resistente comunista francés Raymond Casas sostiene que su asesino era su más cercano secretario particular, Ramón Mercader, “Monard”, que tras una fuerte discusión con él le hundió su piolet en el cráneo gritando “No eres más que un carbón! Esto es lo que mereces” . Harpal Brar mantiene también que Trotsky fue eliminado por un trotskista.



Formación de la corriente trotskista.

Un diccionario soviético asegura que “el trotskismo es una corriente política-ideológica oportunista pequeño-burguesa hostil al Marxismo Leninismo. Surgió en 1903 como reacción a la etapa leninista de desarrollo del marxismo, al nacimiento en Rusia del partido revolucionario de tipo nuevo, y reflejaba el talante de cierta parte de la intelectualidad urbana pequeño-burguesa proclive al revolucionarismo retórico” . En 1929 Trotsky niega que vaya a crear una IV Internacional diciendo “que no hay en el mundo ningún sitio para ella”. Trotsky fue el primero en lanzar el slogan comunismo = fascismo. La corriente trotskista se opone a la construcción del socialismo en la URSS en los años 30.

En los años 30 pequeños grupos se unen a Trotsky. El 6 de abril de 1930 se crea en Paris un secretariado formado por Andreu Nin, el francés Alfred Rosmer, el hijo de Trotsky Leon Sedov y algún otro. El 3 de septiembre de 1938 proclama la creación de la IV Internacional trotskista en una conferencia en Montreuil, en las afueras de París.

En 1938 los tribunales soviéticos juzgaron a los trotskistas soviéticos. Según Raymond Casas el “famoso proceso de Moscú del 2 al 13 de marzo de 1938, seguido por observadores y periodistas de los países capitalistas, ha revelado la actividad de los agentes de Trotsky con las redes nazis y reaccionarias preparando la invasión de la URSS y el derrocamiento del poder estalinista, lo que no pudo nunca hacerse por la fuerza sino sólo por el entrismo y la descomposición interna del estalinismo, después del Marxismo-Leninismo, lo que ha tenido como resultado entregar la URSS a la mafia actual salida del “gulag””.

Retomando las definiciones soviéticas, “en el sentido metodológico y gnoseológico es característico del trotskismo un extremado subjetivismo y voluntarismo, un tosco esquematismo y el empleo de la sofística. La base ideológica del trotskismo fue la “teoría de la revolución permanente” que, nutrida parasitariamente de la idea de la revolución permanente expresada por Marx y Engels, apuntaba contra la doctrina leninista de la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista”.

En mayo de 1940, en vísperas de la invasión nazi de la URSS, la IV afirma en un manifiesto ser
partidaria a la vez de la defensa de la URSS y el combate contra la “oligarquía de Moscú” (es decir el Partido bolchevique).

El grupo más numeroso estaba en los USA, el Socialist Workers Party (SWP), creado en 1938. Sus dirigentes Max Shachtman (que visitó a Trotsky en su exilio de Turquía y en abril de 1930 había formado parte del primer buró internacional trotskista en compañía de Andreu Nin, el hijo de Trotsky y otros) Albert Glotzer y Martin Abern salen del mismo en 1940 para fundar el Workers Party (WP) que tiene 323 miembros. Abern muere en 1947. Evolucionando siempre a la derecha en 1949 el grupo se declara abiertamente socialdemócrata y pasa a llamarse Independent Socialist League (ISL) y en los 50 se disuelve. Shachtman defiende la tesis del “colectivismo burocrático” relativo a la URSS. Él y sus colaboradores ingresan en el ala más anticomunista del partido demócrata. Defienden a la burocracia sindical anticomunista de George Meny en la AFL-CIO. Apoya la invasión norteamericana de Cuba en Bahía de Cochinos y la agresión USA contra el Pueblo de Vietnam. Fue asesor del sindicato de maestros de la “AFL-CIA” que funciona como brazo del departamento de estado USA apoyando y financiando a gansters anticomunistas en Europa Occidental y grupos fascistoides en el campo socialista. Muere en 1972.

Otro compañero de Shachtman y Abern en el comité de dirección del SWP en los años 30, James Burnham, afirma que la URSS es una sociedad de clases, manifiesta públicamente su desprecio por el marxismo y se convierte en el principal ideólogo de la CIA en la guerra fría. Burnham y Sidney Hook crearon el Partido Socialista Obrero que más tarde daría lugar al SWP. En 1944 escribió un informe que llamó la atención de la recién creada CIA que le invitó a dirigir la división de guerra política y sicológica de su oficina de coordinación política. Una brillante intervención suya fue la creación del Congreso para la Libertad de la Cultura, plataforma de propaganda anticomunista y de creación cultural reaccionaria y pro imperialista. En dicho congreso ocupó puestos el trotskista Max Sachtman. En una reunión de dicho “congreso” financiado por la CIA en Berlín en 1950, defiende la posibilidad de un ataque nuclear contra la URSS. En 1953 insiste en la necesidad de atacar militarmente la URSS en su libro Contención o Liberación. Escribe la Revolución gerencial en 1941 y en su libro Los Maquiavelistas ataca las teorías a favor de la igualdad social. Interviene de manera crucial en 1953 en la operación de la CIA para derrocar y asesinar al presidente iraní Mossadeg. En los años 70 es reconocido como una autoridad entre los círculos intelectuales más reaccionarios y belicistas. En 1983 el presidente Reagan le dio la medalla presidencial de la Libertad en premio a su larga carrera trotskista, fascista e imperialista. Murió en 1987. A pesar de esta trayectoria los trotskistas del Marxist Internet Archive aseguran que Burnham es “marxista”.

Una fracción del WP reingresa en el SWP. La formaban Johnson y Forest que decían que la URSS era “capitalismo de estado”. Johnson era el seudónimo del especialista en cricket C.L.R.James y Forest era la ex secretaria de Trotsky Raya Dybayevskaya que fundó una secta matriarcal en Detroit.

El antiguo colaborador ruso de Trotsky, Sol Levitas, tras exiliarse en USA se convirtió en agente de la CIA, colaborador del Congreso por la Libertad cultural y director de una de sus revistas paraoficiales, New Leader.

Los trotskistas Philip Rahv (huido con su familia de Ucrania al triunfar la Revolución de Octubre) y William Phillips se apoderan de la revista Partisan Review de Nueva York, en su origen en 1934 vinculada a Partido Comunista de los USA y una de cuyas principales tareas era la defensa de la Unión Soviética, y la convierten en un órgano trotskista y antiestalinista. Se convirtió en un importante órgano de propaganda anticomunista internacional financiado por la CIA. James Burnham envió informes confidenciales a Trotski sobre la evolución de la revista y uno de sus redactores le invitó en 1937 a colaborar con la misma .
El trotskista que había militado en la misma célula que Burnham, Daniel Bell, antiguo estudiante del City College de Nueva York, se convirtió en el ideólogo conservador de la sociedad de consumo yanki. Miembro del Comité Americano por la Libertad Cultural financiado por la CIA, se negó a condenar el macartismo.

El POUM español de influencia trotskista tiene una triste historia. De un lado en Aragón expropia en 1936-37 a modestísimos semi-proletarios y pequeños campesinos, implantando sobre ellos una auténtica dictadura fascista en nombre de “la revolución socialista”; por el otro, cuando van a Madrid en noviembre de 1936 a luchar contra el fascismo manifiestan mucha cobardía y debilidad huyendo del frente de la Ciudad Universitaria. Impulsó patrullas incontrolados que asesinaron a los
comunistas, socialistas y republicanos que se les opusieron, según Arthur London . El 7 de diciembre de 1936 pide a la Generalitat que conceda el derecho de asilo a Trotsky. Este grupo con la CNT da un golpe de estado en Barcelona en mayo de 1937 contra la República que se salda con la muerte de 500 personas y que favorece objetivamente al fascismo. Diversas pruebas documentales implican a dirigentes del POUM con los franquistas. Su dirigente Andreu Nin es detenido, interrogado y ejecutado por los servicios de seguridad de la República. Su dirigente Maurín, al ser detenido por los franquistas, en lugar de ser fusilado, como hacían con los simples oficiales del Ejército Popular y con los mas modestos líderes sindicales de cualquier aldea remota, es liberado a los pocos años y aparece en el exilio en una bien saneada situación económica. Su otro dirigente Julián Gorkín (de verdadero nombre Julián Gómez García-Ribera), expulsado del PCE en 1929 por publicar una obra de Trotsky en Madrid, se convirtió en un relevante agente de la CIA en América Latina hasta el punto de ser nombrado delegado latinoamericano del congreso por la libertad cultural. Otro de sus dirigentes, Pere Pagès (alias Victor Alba), colaboró también con el congreso por la libertad cultural, plataforma anticomunista de la CIA.

El veterano inglés de las Brigadas Internacionales (que fueron calumniadas por los troskistas, que acusaban a su jefe francés André Marty de ser el “carnicero de Albacete” y de estar al servicio de Stalin) Frank Grahan denuncia a los trotskistas por hacer circular el bulo que Stalin iba a dejar de enviar armas a la República española después de que Mussolini empezó a hundir barcos soviéticos.

El antiguo voluntario internacional del POUM y participante en los combates contra la República en Barcelona en 1937, el trotskista inglés George Orwell fue un activo colaborador del imperialismo. Produjo obras usadas por la CIA para la propaganda anticomunistas (Rebelión en la granja y 1984), entregó al servicio secreto británico listas de comunistas y cobró dinero por escribir artículos anticomunistas. Escribió sobre la obra de Burnham The Managerial Revolution, tres artículos laudatorios.

En la 2ª guerra mundial algunos trotskistas aplican mecánica y dogmáticamente los mismos análisis que hacían los marxistas en la 1ª guerra mundial. El resultado es que algunos de ellos “fraternizan con los soldados del ejército de ocupación” hitleriano, que, según ellos, son “trabajadores de uniforme” y condenan como “terrorismo” la resistencia armada de los partisanos. Mientras fraternizaban con las tropas invasoras, los trotskistas luchaban en Francia “contra los estalinistas y los gaulistas”. Profundizando su traición se opusieron a la “insurrección nacional” antinazi y al Frente Popular . En Francia y Grecia la resistencia fusila a varios trotskistas acusados de colaborar con el ejército hitleriano. En Francia el grupo Barta, entre los que está David Korner, ideólogo de Lutte Ouvrière, se negó a ninguna actividad resistente argumentando que la invasión alemana correspondía a una guerra entre “dos imperialismos”. En Italia el primer grupo trotskista fue creado por soldados británicos y norteamericanos en la citada guerra.

En 1944 los grupos trotskistas ingleses Liga Marxista, Grupo Marxista y Liga Obrera Internacional se unificaron dando lugar al PC revolucionario que contaba con 500 miembros. En 1949 se dividió en varios grupitos.

En 1952 el secretariado internacional de la IV Internacional dirigido por su secretario general Michel Raptis “Pablo” expulsó al grupo francés de Lambert-Bleitbreux-Lequenne que creó el Partido Comunista Internacionalista (PCI) y el Comité Internacional de la IV Internacional.

En abril de 1952 las milicias armadas de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia derrotan al ejército burgués, pero se niegan a tomar el poder perdiendo una ocasión extraordinaria de hacer la Revolución socialista y liberar al oprimido pueblo indígena obrero y campesino. Uno de los principales responsables es el POR trotskista, entonces con cierta influencia en los sindicatos, que decidió dar “apoyo crítico” al gobierno burgués de Paz Estenssoro que, lógicamente, reconstruyó el ejército hasta que éste pudo dar un golpe de estado en 1964 y aplastar a la Central Obrera Boliviana (COB).

Tras el XX Congreso del PCUS en el que toma el poder un ala revisionista que condena los supuestos “crímenes” de Stalin, el trotskismo experimenta un cierto renacimiento.

En 1962 los trotskistas latinoamericanos liderados por Posadas crearon su propio buró latinoamericano negándose a seguir las órdenes del secretariado internacional.

En los años 60 el SWP norteamericano tiene, según el revolucionario argentino Santucho, “algunos miles de militantes de origen pequeño burgués, intelectuales, profesionales y estudiantes...constituyen el ala derecha de la IV Internacional”.

En 1973 el PRT argentino, que fue exterminado por la dictadura argentina de 1976 a 1983, abandona la IV Internacional denunciando que esta corriente tiene “enormes limitaciones y una tradición escasamente reivindicable” y que incluye en su seno a “aventureros contrarrevolucionarios”.

El trotskismo presta buenos servicios al imperialismo patrocinando grupos anticomunistas que lucharon contra el régimen socialista del Este europeo, apoyando la contrarrevolución lanzada desde el poder gorbachoviano de 1989 a 1991 y apoyando a todas las fuerzas pro imperialistas y anticomunistas responsables de la liquidación de la Federación Socialista Yugoslava, de las terribles guerras civiles que allí se produjeron y de la intervención militar y política del imperialismo euro- norteamericano. Como dicen los comunistas argentinos del Partido de la Liberación (P.L.), los trotskistas son “camaradas de ruta” del proceso contrarrevolucionario inspirado por Margaret Thatcher, Ronald Reagan, George Bush, Helmut Kohl y Juan Pablo II”.






lunes, 19 de diciembre de 2011

Stalin, un mundo nuevo visto a través de un hombre


"... En los llamados errores de Stalin está la diferencia entre una actitud revolucionaria y una actitud revisionista. Se debe ver a Stalin en el contexto histórico en el que se desarrolló, no debe vérselo como una especie de bruto, sino que se lo debe apreciar en ese contexto histórico particular... Yo he llegado al comunismo por papá Stalin y nadie puede decirme que no lea su obra. Lo he leído aun cuando era considerado muy malo leerlo, pero ese era otro tiempo. Y como no soy una persona no demasiado brillante y además testaruda continuare leyéndolo...."

Ernesto "Che" Guevara


por Henri Barbusse

Volvamos aún a la figura de este hombre que se halla siempre entre lo que está hecho y lo que está por hacer (hasta el punto de que su expresión más habitual cuando se le habla sobre el trabajo es la siguiente: «Lo que es no es nada al lado de lo que debe ser»).

Nuestros enemigos le toman como blanco y tienen razón, dice Knorin. Él es el nombre de nuestro Partido, dice Bubnov. Es el mejor de la vieja cohorte de hierro, dice Manuilski. A los viejos bolcheviques se los respeta - dice Mikoyan-, no porque sean viejos, sino porque no envejecen.

Su historia es una serie de victorias sobre una serie de dificultades gigantescas. No hay un solo año de su carrera desde 1917 que no hubiera bastado para hacer ilustre a cualquier otro con lo que él ha hecho. Es un hombre de hierro. Su nombre lo retrata: Stalin (acero). Es inflexible y
flexible como el acero. Su poder estriba en su formidable buen sentido, en la extensión de sus conocimientos, en su asombrosa catalogación interior, en su pasión por la claridad, en su inexorable espíritu de secuencia, en la rapidez, seguridad e intensidad de su decisión, en su perpetua obsesión por elegir a los hombres necesarios.

Los muertos sólo sobreviven en la Tierra, Lenin se encuentra dondequiera haya revolucionarios. Pero puede decirse que el pensamiento y la palabra de Lenin se encuentran en Stalin más que en ningún otro sitio. Stalin es el Lenin de hoy.

Tiene, como hemos visto, muchos puntos de semejanza con el extraordinario Vladimiro Ilitch: el mismo conocimiento de la teoría, idéntico sentido de la práctica, análoga firmeza. ¿En qué se diferencian? He aquí la opinión de dos obreros soviéticos: «Lenin, el Director; Stalin, el maestro». Y «Lenin es más gran hombre; Stalin, más fuerte...» No prosigamos demasiado, sin embargo, este paralelismo, que a través de sus vagas
indicaciones podría conducirnos a lo ficticio respecto a estas personalidades de dimensiones excepcionales, una de las cuales ha formado a la otra.

Digamos si se quiere que, a causa sobre todo de las circunstancias, Lenin fue más agitador. En el vasto sistema director, más adelantado, más desarrollado, Stalin debe obrar en mayor medida por conducto del Partido, por conducto de la organización, cabría decir. Stalin no es hoy día el hombre de los grandes mítines tempestuosos. Por otra parte, nunca ha empleado esta fuerza tumultosa de la elocuencía que constituye todo el mérito de los déspotas advenedizos y el único también muy a menudo de los apóstoles con éxito. Y éste es un dato que debe ser tenido en cuenta por los historiadores que hayan de estudiarle. Son otros los caminos que ha seguido para ponerse en contacto con el pueblo obrero, campesino e intelectual de la U.R.S.S. y con los revolucionarios del mundo entero que llevan a su patria dentro del corazón, o sea mucho más de doscientos millones de seres.

Ya hemos entrevisto algunos de los secretos de su grandeza. Entre los recursos de su genio, ¿cuál es el principal? Bela Kun dice, en una bella fórmula: «Sabe no ir demasiado de prisa. Sabe pesar el momento». Y
Bela Kun cree que ésta es la cualidad específica de Stalin, la que le pertenece en propiedad además de las otras: esperar, dar tiempo al tiempo, resistir a las tentaciones vertiginosas, tener una paciencia terrible. ¿No es esta facultad la que hace que sea Stalin entre todos los revolucionarios de la historia el que ha enriquecido la Revolución de manera más práctica, el que ha cometido menos errores?

Stalin titubea y reflexiona mucho antes de proponer ciertas medidas (mucho no quiere decir largo tiempo). Es en
extremo circunspecto y no otorga fácilmente su confianza. A uno de sus más íntimos colaboradores, que desconfiaba de un tercero, decíale: «La desconfianza sana es una buena base de trabajo colectivo». Es prudente como un león.

Este hombre claro y luminoso, es, como hemos visto, un hombre sencillo. No es difícil abordarle sino porque siempre está trabajando. Cuando se va a verle a una de las salas del Kremlín no se tropieza uno con más de tres o cuatro personas al pie de una escalera y en los vestíbulos. Esta sencillez orgánica no tiene nada de común con la sencillez aparatosa de algún monarca escandinavo que se digna salir a pie por las calles, o de un Hitler que hace pregonar a sus propagandistas que no fuma ni bebe vino. Stalin se acuesta por lo regular a las cuatro de la mañana. No tiene treinta y dos secretarios, como Lloyd George: sólo tiene uno, el camarada Proskrobitchev. No firma lo que escriben otros. Se le facilita el material y él lo hace todo. Todo pasa por sus manos. Y esto no
impide que conteste o haga contestar todas las cartas que recibe. Cuando se le encuentra se muestra cordial, familiar. Su «franca cordialidad», dice Serafima Gopner; «su bondad», «su delicadeza», dice Bárbara Djaparidzé, que ha luchado a su lado en Georgia; «su jovialidad», dice Orajelachvilí. Se ríe como un niño.

En la ceremonia con que terminó el jubileo de Gorki, en la Gran Ópera de Moscú, algunos de los personajes se reunieron en los entreactos en los salones situados detrás de un palco perteneciente antaño al emperador o
algún gran duque. Y allí armaban un alboroto infernal. Todos se reían a mandíbula batiente. Estaban allí Stalin, Ordyonikidzé, Rykov, Bubnov, Molotov, Vorochilov, Kaganovitch y Piatniski. Referían anécdotas de la guerra civil, evocaban sucedidos pintorescos: «¿Te acuerdas de cuando te caíste del caballo?...» «¡Ya lo creo! ¡No sé
lo que le pasaría a aquel maldito animal!...» Y brotaba una carcajada homérica, una jovialidad enérgica, un trueno juvenil que hacía vibrar los artesonados zaristas de los saloncillos, breve y fresco desahogo de los grandes haladores de la reconstrucción.

También Lenin se reía con todas sus fuerzas.

«No he conocido a un hombre -dice Gorki- cuya risa fuera tan contagiosa como la de Vladimiro Ilitch. Hasta resultaba extraño que un realista tan austero, un hombre que con tal claridad veía y tan profundamente sentía la inminencia de las grandes tragedias socíales, un hombre inquebrantable en su odio por el mundo
capitalista, pudiera reir así, hasta verter lágrimas, hasta perder la respiración». Y Gorki concluye: «Hace falta una enorme, una sólida salud moral, para poder reir de este modo».

El que ríe como un niño ama a los niños. Stalin tiene tres: el mayor, Jascheka, y dos más pequeños, Vassili, de catorce años, y Svietlana, de ocho. Su mujer, Nadejda Aldiluieva, ha muerto el año pasado: su forma terrestre ya no es más que una bella efigie noblemente plebeya y un hermoso brazo de mármol blanco destacándose de una gran estela en el cementerio de Novo Devitchi. Stalin ha adoptado casi a Artiom Serguiev, cuyo padre pereció en un accidente en 1921. Ha mostrado una solicitud paternal por las dos hijas de Dyaparidzé, fusilado
por los ingleses en Bakú. ¡Y por cuántos otros! Aún creo presenciar la satisfacción de Arnold Kaplan y de Boris Goldstein, dos pequeños prodigios del piano y del violín, cuando me contaban cómo les había recibido Stalin después de su triunfo en el Conservatorio, e incluso les había dado tres mil rublos a cada uno, diciéndoles:
«Ahora que sois capitalistas, ¿me saludaréis en la calle?»

En torno a la risa de Lenin y Stalin, y por así decir en la misma categoría de fenómenos, hay que situar su ironía. De ella hacen un abundante uso a la menor ocasión. Stalin da con gusto a la expresión de su pensamiento una forma divertida o satírica.

Damian Biedny nos cuenta una preciosa historia: «En vísperas de las jornadas de julio de 1917 nos encontrábamos los dos, Stalin y yo, en la redacción de la Pravda. Teléfono. Los marinos de Cronstadt le preguntan a Stalin: ‘¿Hay que ir a la manifestación con fusil o sin él?’ ¿Qué les contestará por teléfono?, me dije yo muy atento. ‘Eso de los fusiles es cosa vuestra, camaradas. Nosotros, los escritores, llevamos siempre el lápiz encima’. Naturalmente -concluye Biedny- todos los marinos acudieron a la manifestación con sus
‘lápices’».

Por lo demás, también sabe ser discreto. Cuando Emil Ludwig exclama, a propósito de una respuesta suya:
«¡No se imagina usted cuánta razón tiene!», responde gentilmente: «¡Quién sabe! ¡Puede que me lo imagine un poco!» En cambio, cuando el mismo escritor le pregunta: «¿Cree usted que puede comparársele con Pedro el Grande?», contesta sin ironía: «Las comparaciones históricas son siempre arriesgadas. Esta es absurda». No aprovecha todas las ocasiones que se le ofrecen de soltar la carcajada.

Lo que resalta siempre en él es este propósito: no intentar brillar, no hacerse valer.

Stalin ha escrito libros importantes y en gran número. Algunos de ellos tienen un valor clásico en la literatura marxista. Pero si se le pregunta lo que es, responde: «Yo no soy más que un discípulo de Lenin, y toda mi ambición es ser un discípulo fiel». Resulta curioso observar cómo al exponer el trabajo realizado bajo su dirección, Stalin atribuye sistemáticamente a Lenin el mérito de todos los progresos conseguidos, siendo así que él mismo tiene en ellos una gran participación y que por lo demás no se puede realizar el leninismo sin ser uno mismo un creador. En este caso la palabra «discípulo» enaltece, pero estos hombres no la emplean sino para reducir su papel individual y fundirse en el conjunto. Esto no supone sujeción, sino fraternidad. Se piensa en la hermosa y lapidaria frase de Séneca el Filósofo: Deo non pareo sed assentior («No obedezco a Dios, pienso igual que él»).

Si se tarda en comprender a estas gentes no será por lo que tengan de complejas, sino más bien por su misma sencillez. Se ve muy claramente que no es la vanidad personal ni el contenido que pueda darse a su nombre lo que impulsa a ese hombre hacia adelante y le sostiene de pie en la brecha. Es la fe. En este gran país en el que los sabios se dedican a resucitar de verdad a los muertos y salvan a los vivos con la sangre de los cadáveres, en el que se cura a los criminales, en el que las religiones brumosas y tópicas son disipadas en el espacio por la brisa saludable, la fe brota de la misma tierra como los bosques y las cosechas. Es la fe en la justicia inmanente de la lógica. Es la fe en el saber, expresada tan profundamente por Lenin al contestar a quien le hablaba del cobarde atentado de que acababa de ser víctima y que abrevió sus días: «¿Qué quiere usted? ¡Cada cual se conduce como sabe!» Es la fe en el orden socialista y en la muchedumbre que le encarna, en el trabajo, en lo que Stetski llama el crecimiento tempestuoso de las fuerzas productoras: «El trabajo -dice Stalin- es una cuestión de dignidad, de heroísmo y de gloria». Es la fe en el Código del trabajo, en la ley comunista y en su paroxismo de honradez. «Nosotros creemos en nuestro Partido -decía Lenin-. Vemos en él el espíritu, el honor y la confianza de nuestra época». «No pertenece a este Partido el que quiere -dice Stalin-. No todos pueden afrontar sus esfuerzos y sus penalidades».

Si Stalin tiene fe en las masas, lo mismo puede afirmarse en sentido inverso. La Rusia Nueva siente un verdadero culto por Stalin; pero un culto hecho de confianza y nacido por entero desde abajo. El hombre cuya silueta se destaca en los carteles rojos entre las de Lenin y Carlos Marx es el que se interesa por todo y por todos, el que
ha hecho lo que es y hará lo que será. Ha salvado. Y salvará.

No ignoramos que, según ha dicho el propio Stalin, «han pasado los tiempos en que los grandes hombres eran los principales creadores de la historia»; pero si bien hay que negar el papel exclusivo ejercido sobre los acontecimientos por el «héroe», tal como lo presenta Carlyle, no se puede discutir su papel relativo. También en este caso cabe pensar que lo que es idéntico se obedece. El gran hombre es aquel que, previendo el curso de las cosas, se le adelanta en vez de seguirlo y actúa preventivamente contra algo o en favor de algo. El héroe no inventa la tierra desconocida, pero la descubre. Sabe suscitar los vastos movimientos de masas -que son, sin embargo, espontáneos-: hasta tal punto conoce sus causas. La dialéctica, bien aplicada, extrae del hombre lo que contiene e igualmente de un acontecimiento. En todas las grandes circunstancias hace falta un gran hombre que sirva de máquina centralizadora. Lenin y Stalin no han creado la historia, pero la han racionalizado. Han acercado el porvenir.

Estamos hechos para hacer producir en la tierra al espíritu humano el mayor progreso posible, porque en definitiva de eso somos depositarios por encima de todo, del espíritu. La lealtad de nuestro paso por la Tierra consiste en evitar la tentativa imposible, pero llegar tan lejos como alcancen las fuerzas en la realización práctica. No hay que hacer creer a los hombres que se va a impedir la muerte. Hay que querer que vivan plena y dignamente. No hay que lanzarse en cuerpo y alma sobre los males incurables, inherentes a la naturaleza humana, sino sobre los males curables, que son de orden social. No es posible elevarse por encima de la Tierra
sino sirviéndose de medios terrestres.

Cuando se pasa de noche por la plaza Roja, entre esta vasta decoración que parece desdoblarse -lo que es de ahora, es decir, de la nación de numerosas criaturas del Globo, y lo que es de antes de 1917 (lo que es antediluviano)- parece que el que yace en la tumba central de la plaza nocturna y desierta es el único que no duerme en el mundo y que vela por lo que irradia todo en torno suyo, ciudades y campos. Él es el verdadero guía, el que hacía reír a los obreros al demostrarles hasta qué punto era a la vez maestro y camarada. Es el hermano paternal que ha cuidado realmente de todos. Aunque no le hayáis conocido él os conocía de antemano y se ocupaba de vosotros. Quienquiera que seáis, tenéis necesidad de este bienhechor.

Quienquiera que seáis, sabed que la mejor parte de vuestro destino está en manos de este otro hombre que vela también por todos y que trabaja; del hombre de cabeza de sabio, rostro de obrero y traje de soldado.

Comunicado de la RPDC sobre la muerte de Kim Jong Il


El Comité Central y la Comisión Militar Central del Partido del Trabajo de Corea, el Comité de Defensa Nacional, el Presidium de la Asamblea Popular Suprema y el Consejo de Ministros de la República Popular Democrática de Corea publicaron el día 17 el siguiente comunicado a todos los militantes del partido, oficiales y soldados del Ejército Popular de Corea y habitantes:

A todos los militantes del partido, oficiales y soldados del Ejército Popular de Corea y habitantes:

El Comité Central y la Comisión Militar Central del Partido del Trabajo de Corea, el Comité de Defensa Nacional, el Presidium de la Asamblea Popular Suprema y el Consejo de Ministros de la República Popular Democrática de Corea les comunican con mucho pesar que el Dirigente Kim Jong Il, Secretario General del PTC, Presidente del CDN de la RPDC y Comandante Supremo del EPC, falleció a las 8 y media del 17 de diciembre del 100 (2011) de la Era Juche a causa de una enfermedad aguda en el curso de su visita de orientación en el terreno.

Nos resultó demasiado repentino y doloroso el fallecimiento de nuestro gran camarada Kim Jong Il quien dedicó toda su vida a la continuación y al cumplimiento de la causa revolucionaria del Juche y realizó incansables trabajos de día y noche por la prosperidad de la patria socialista, la felicidad del pueblo, la reunificación del país y la verificación de la independencia en el mundo entero.

El fallecimiento inesperado del camarada Kim Jong Il, gran Dirigente de nuestro partido y pueblo, en estos tiempos históricos en que se abre la coyuntura trascendental en el cumplimiento de la causa de construcción del Estado próspero socialista y la revolución coreana avanza victoriosamente superando múltiples dificultades y pruebas, es la máxima pérdida para nuestro partido y revolución y mayor tristeza para nuestro pueblo y toda la nación coreana.

Conduciendo sabiamente a nuestro partido, ejército y pueblo durante largo tiempo, el camarada Kim Jong Il, nacido como hijo de la guerrilla en el monte Paektu, el sagrado de la revolución, y crecido como gran revolucionario, realizó inmortales proezas revolucionarias ante la patria, el pueblo, la época y la historia.

El gran Dirigente Kim Jong Il fue extraordinario ideólogo y teórico que condujo siempre a la victoria la revolución y la construcción con sus profundos pensamientos y teorías y extraordinaria dirección poseyendo en el máximo nivel y a la perfección los rasgos y cualidad de gran hombre, político veterano y general insigne del Songun sin par, patriota sin igual y padre afectuoso del pueblo quien coronó todo el trayecto de su lucha revolucionaria con el cálido amor por la patria y el pueblo y con su sagrada abnegación.

El camarada Kim Jong Il, quien tomó como misión de toda su vida llevar adelante de generación en generación la causa revolucionaria del Juche, iniciada por el gran Líder, camarada Kim Il Sung, vino impulsando con dinamismo la revolución y la construcción según la idea y el propósito del Presidente siendo el camarada más íntimo y compañero de armas más fiel a éste.

Con su larga previsión y enérgicas actividades ideo-teóricas, el Dirigente Kim Jong Il profundizó y desarrolló en todos los sentidos la inmortal idea Juche, la del Songun, creada por el Presidente, la convirtió en la idea directriz de la época de independencia y dio firme continuidad a la revolución coreana defendiendo y desarrollando las tradiciones revolucionarias del monte Paektu.

El camarada Kim Jong Il, genio de la revolución y la construcción, fortaleció y desarrolló, bajo la bandera de transformación de toda la sociedad según la idea Juche, a nuestro partido, ejército y Estado como los del camarada Kim Il Sung y puso en el plano supremo la dignidad nacional y el poderío del país, así como abrió la era de gran prosperidad sin precedentes en la historia nacional de cinco milenios.

El camarada Kim Jong Il, máximo representante de la obligación moral revolucionaria, creó el gran ejemplo no visto en la historia política de la humanidad en cumplir la causa de eternidad del líder, para que se transmitan para siempre el sagrado nombre, inmortal vida revolucionaria y proezas del Presidente junto con la historia eterna de la Corea del Juche.

El camarada Kim Jong Il, gran político y general ilustre, defendió con dignidad las conquistas del socialismo, noble patrimonio legado por el Presidente, y convirtió nuestra patria como invencible potencia ideo-política unida monolíticamente, como país poseedor de armas nucleares al que ningún enemigo se atreve a tocar, y como potencia militar sin rivales, practicando la política de Songun en medio de todas las dificultades creadas por el derrumbe del campo socialista mundial, el máximo duelo nacional, la brutal ofensiva de las fuerzas aliadas del imperialismo para atropellar a la RPDC y tremendos desastres naturales.

El Dirigente Kim Jong Il presentó la ambiciosa meta de construir una gran potencia próspera, en pleno acato al legado del Presidente Kim Il Sung, y condujo al frente la marcha general de todo el pueblo para alcanzarla haciendo avivar en todo el país las llamas de gran auge revolucionario y registrarse grandes innovaciones y saltos en todos los sectores de la construcción socialista.

Con la férrea voluntad de cumplir el legado del Presidente en materia de la reunificación de la patria, el camarada Kim Jong Il, padre de la nación y lucero de la reunificación, dirigió a toda la nación a la única senda de independencia y gran unidad nacional y dio inicio a la era de reunificación del 15 de Junio en que se realiza el noble ideal "Entre nosotros, los connacionales".

Bajo la bandera de independencia antiimperialista, el camarada Kim Jong Il, gran defensor del socialismo y justicia, realizó enérgicas actividades exteriores por el triunfo de la causa socialista, la paz y estabilidad del mundo y la amistad y solidaridad entre los pueblos. En ese curso, elevó extraordinariamente la posición y el prestigio de nuestro país en la arena internacional e hizo aporte inmortal al cumplimiento de la causa de independencia de la humanidad.

Durante todo el curso de su dirección sobre la revolución, compartió siempre las buenas y las malas con el pueblo amándolo más que nadie.

Falleció en el tren por su fatiga mental y física acumulada en su incansable dirección en el terreno a modo de marcha forzada, la cual realizaba con inmensos esfuerzos espirituales y físicos por construir un Estado próspero y mejorar las condiciones de vida del pueblo.

Toda la vida del Dirigente Kim Jong Il fue la más brillante de gran revolucionario y patriota sin igual quien abrió el camino inexplorado con la férrea voluntad y entusiasmo sobrehumano levantando en alto la bandera roja de la revolución y dedicó todo lo suyo por la patria y el pueblo.

Él falleció tristemente sin poder ver el triunfo de la causa de construcción del Estado próspero ni el día de reunificación de la patria ni el cumplimiento de la causa revolucionaria del Juche que deseaba tanto. Pero, él sentó la poderosa base político-militar del avance incesante de la revolución coreana y preparó el firme fundamento para la eterna prosperidad de la patria y la nación.

Hoy día, al frente de la revolución coreana está Kim Jong Un, gran sucesor de la causa revolucionaria del Juche y destacado dirigente de nuestro partido, ejército y pueblo.

La dirección de Kim Jong Un es la garantía decisiva para llevar a feliz término la causa revolucionaria del Juche, iniciada por el Presidente Kim Il Sung y conducida victoriosamente por el Dirigente Kim Jong Il.

Contamos también con el invencible ejército revolucionario del monte Paektu que apoya en la delantera la causa del Partido, la gran unidad entre los militares y civiles unidos compactamente en torno al partido, el más ventajoso régimen socialista centrado en las masas populares y con la firme base de la economía nacional independiente.

Debemos luchar con mayor firmeza por la gran y nueva victoria de la revolución del Juche superando las dificultades de hoy y convirtiendo la tristeza en las fuerzas y coraje bajo la dirección del camarada Kim Jong Un.

Nuestro ejército y pueblo enaltecerán eternamente al Dirigente Kim Jong Il con invariable fe y noble obligación moral, no cederán ni un paso en el camino de la revolución del Juche y la del Songun acatando el legado de él y mantendrán firmemente y harán brillar eternamente sus inmortales hazañas revolucionarias.

Todos los militantes del partido, oficiales y soldados del EPC y habitantes deben apoyar con fidelidad la dirección del respetado camarada Kim Jong Un y defender firmemente la unidad monolítica del partido, el ejército y el pueblo haciéndola más sólida.

Levantando más alto la bandera del Songun, debemos defender firmemente nuestro régimen socialista y las conquistas de la revolución fortaleciendo por todos los medios el poderío militar del país y registrar el cambio decisivo en la construcción de potencia económica y el mejoramiento de la vida del pueblo avivando en todo el país las llamas de Hamnam y las de la revolución industrial del nuevo siglo.

Lograremos sin falta la reunificación independiente de la patria con las fuerzas unidas de toda la nación coreana implementando cabalmente las 3 Cartas para la Reunificación de la Patria y la Declaración Conjunta Norte-Sur.

Nuestro partido y pueblo fortalecerán la amistad y la unidad con los pueblos de varios países del mundo según el ideal de independencia, paz y amistad y lucharán activamente por construir un nuevo mundo independiente y pacífico donde no haya la dominación y subyugación ni la agresión y guerra.

Aunque es arduo el camino de la revolución coreana y severa la situación creada, no hay en este planeta las fuerzas que puedan frenar la marcha revolucionaria de nuestro partido, ejército y pueblo que avanzan bajo la sabia guía del camarada Kim Jong Un.Aunque dejó de latir el corazón del Dirigente

Kim Jong Il, su gran nombre y su afectuosa imagen quedarán eternamente en el alma de nuestro ejército y pueblo y su sagrada crónica revolucionaria e inmortales hazañas revolucionarias serán grabadas para siempre en los anales de la patria.

jueves, 15 de diciembre de 2011

El origen de la quinta columna. segunda Parte


Cómo lograr que los esclavos pensemos igual que nuestros amos

«Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o dicho de otro modo, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material, dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de la relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas» (Marx y Engels, La ideología alemana)



La internacional anticomunista

Durante la II Guerra Mundial se disuelve la Internacional Comunista e inmediatamente después, a imitación suya, durante la guerra fría, se crea una internacional anticomunista. Se devuelve el golpe, se imita un modelo. En esta nueva internacional, Estados Unidos, además de exportar capitales y armas nucleares, exporta ideología: libros, revistas, películas, música, pintura, etc. Esta exportación cultural recupera muchas de las iniciativas (y de las personas) que el Pacto Anti-komintern ya había experimentado; los nazis, los fascistas y los vichystas son reciclados para la defensa del mundo libre. Junto a ellos están los trotskistas, que son los que iniciaron la soez campaña ideológica contra la URSS y la II República española, verdaderos nudos centrales de esta ofensiva cultural.

Para contrarrestar la influencia soviética en Europa, Estados Unidos impulsó a finales de la II Guerra Mundial una vasta red de intoxicación propagandística especialmente dirigida contra la URSS, pero también contra la II República española. La CIA creó el Congreso para la Libertad de la Cultura, en el que participaron numerosos intelectuales europeos, entre los que destacaron Salvador de Madariaga, Julián Gorkin, Víctor Alba y George Orwell. Durante la guerra fría los imperialistas encargaron a estos -y otros- escritores a sueldo elaborar una ideología aceptable en Europa, tanto para la reacción pura y simple como para la izquierda anticomunista.

La idea esencial de esa propaganda era definida por la CIA como aquella en la que el sujeto se mueve en la dirección que uno desea por razones que cree son propias. Hay que lograr que el lector piense que lo que lee no se lo dicta otro sino que se le ha ocurrido a él mismo y que, además, es capaz de argumentarlo y razonarlo.

Los dos campos a intoxicar más importantes eran la Unión Soviética y la guerra civil española, los dos acontecimientos que en la primera mitad del siglo XX levantaron más entusiasmo en todo el mundo. Creo que todos se habrán dado ya cuenta: la URSS (=Stalin=gulag) y la II República española son ya un género literario en sí mismos cuyo parecido más próximo es la novela negra. Hay bibliotecas enteras sobre ambas cuestiones; son el género preferido de ese tipo de historiadores que no hacen ciencia sino éxitos de ventas. ¿A alguien se le ha ocurrido pensar por qué un libro sobre la desamortización no se vende y otro sobre las checas se agota en las librerías?

Europa era el centro entonces de la guerra fría y no son otros sino los imperialistas norteamericanos
los que crean el europeísmo, el primer esbozo de la Unión Europea que entonces se llamaba Europa occidental o, en palabras de la diplomacia estadounidense, los países Marshall.

Arruinada por la II Guerra Mundial, Europa sólo se sostenía en 1945 gracias a Estados Unidos. Para frenar el avance de los partidos comunistas los gobiernos estadounidenses aplican una política intervencionista apoyada en la CIA. Su campo de acción no es sólo el espionaje político, ni la OTAN, ni el Plan Marshall sino también la cultura. En la posguerra es la CIA quien reescribe la historia, la filosofía y casi podría decirse que hasta las partituras de música llegan de los despachos de Langley. Washington necesitaba apoyarse en los mejores expertos anticomunistas de las décadas anteriores. Recluta intelectuales, escritores, periodistas, artistas para elaborar un programa científico cuyo objetivo es la derrota ideológica del marxismo. Los supuestamente prestigiosos periódicos anticomunistas hubieran desaparecido rápidamente si no llega a ser por los subsidios de la CIA, que compraba miles de ejemplares para luego distribuirlos gratuitamente. Gracias al largo brazo del espionaje estadounidense, los intelectuales reaccionarios, los arrepentidos de izquierda, los renegados, los trotskistas y los anticomunistas en general obtuvieron a partir de 1945 los mayores éxitos editoriales: revistas, seminarios, programas de investigación, becas universitarias e intercambios académicos. Todo ello permitió que el espionaje estadounidense ejerciera un impacto de choque en los medios universitarios, culturales, periodísticos y artísticos. Muchos prestigiosos escritores, poetas, artistas y músicos proclamaban su independencia de la política, la neutralidad de la ciencia y defendían el arte por el arte (en realidad querían decir el arte por el dinero). A difrencia de la URSS, donde los intelectuales estaban sometidos al Partido Comunista, en el mundo libre los artistas y escritores debían permanecer al margen del compromiso -de cualquier compromiso- político.

En lugar de hablar de guerra sicológica, como Arthur Koestler, otro de los escribanos de la CIA en aquellos felices años, había gente más fina que prefería hablar de burbuja literaria para aludir a toda aquella sobredosis cultural. Jamás nunca nadie en la historia se había preocupado tanto por la cultura, por lograr que la gente leyera. Nunca se expusieron más revistas en los kioskos que entonces; se perseguía la captación de suscriptores y se vendían libros casa por casa: Enciclopedias, Selecciones del Reader's Digest, Círculo de Lectores... Fue realmente asombroso, la revolución cultural del imperialismo. La CIA promocionaba orquestas sinfónicas, exposiciones de arte, ballet, grupos de teatro y conocidos intérpretes de jazz y ópera para neutralizar el sentimiento antimperialista en Europa y generar aprecio por la cultura y por Estados Unidos. A la CIA le gustaba especialmente enviar artistas negros a Europa, sobre todo cantantes, escritores y músicos
-como Louis Armstrong- para diluir la hostilidad europea hacia las políticas racistas de Washington.

Había que reescribir la historia para vaciar la memoria revolucionaria del proletariado. Esto se llevó a cabo de muy diversas formas pero aquí nos interesa una de ellas: la intoxicación desde posiciones supuestamente revolucionarias. La peor cuña es la de la propia madera, dice el refrán. ¿Quién mejor para combatir a los comunistas que los antiguos comunistas? La vieja derecha reaccionaria estaba comprometida (y desacreditada) por sus relaciones con los fascistas. En Washington comprendieron que, para demoler a los sindicatos, los partidos comunistas y a los intelectuales opuestos a la OTAN, debían encontrar (o inventar) una izquierda democrática. Era indispensable utilizar el socialismo democrático como antídoto ante la radicalización de los pueblos surgida de la guerra y la crisis subsiguiente. En Europa había que impulsar una Non Communist Left Policy (política de izquierdas no comunista) y por eso recurrieron a los tránsfugas del comunismo.

Esto produjo una asombrosa paradoja: no se trataba de un rechazo de la revolución, de una crítica contrarrevolucionaria, sino todo lo contrario. Resultaba que en realidad los comunistas no somos revolucionarios sino contrarrevolucionarios. Los verdaderos revolucionarios son otros: los anarquistas, los trotskistas y todos los que se oponen al comunismo. La táctica de la CIA consistió en reclutar a los tránsfugas invirtiendo una parte de los fondos secretos en salvar revistas trotskistas, como Partisan Review y New Leader, de la quiebra. Esta fue una de la líneas de ataque del imperialismo en su estrategia de guerra sicológica a partir de 1945, fecha a partir de la cual dirigió y financió todo un movimiento intelectual de apariencia izquierdista para demostrar que en la Unión Soviética y en España la revolución había sido traicionada por los comunistas (precisamente).

Por ejemplo, el 20 de junio de 2003 el suplemento de libros de El País, Babelia, reseñaba la obra del chivato Orwell Homenaje a Cataluña diciendo que se trata de una obra sobre la traición, o lo que es lo mismo, sobre cómo los comunistas traicionamos a la revolución. Por supuesto, ellos, o sea, Orwell y El País, defienden la revolución...

Los trotskistas se lamentan de que nosotros les equiparamos a los fascistas, pero los hechos prueban que tanto en la URSS como durante la guerra civil española y posteriormente, esa luna de miel fue total: fascistas y trotskistas han ido siempre de la mano.

No obstante, los historiadores de la guerra fría olvidaron que, cuando transcurre el tiempo, ellos mismos se convierten en historia; ahora ellos son las cobayas y toca estudiar quién y cómo falsificó la historia. Aunque muy resumida, ésta es la historia de la falsificación de la historia.


James Burnham: el experto trotskista de la guerra fría

Después de estudiar en Princeton y Oxford, James Burnham (1905-1887) enseñó filosofía en la Universidad de Nueva York hasta 1953 junto con su colega Sidney Hook (1902-1989). Vivió en Francia en 1930, donde conoció la existencia de Marx. A su regreso creó la revista Symposium donde Sidney Hook publicó el ensayo Toward the Understanding of Karl Marx (Para comprender a Carlos Marx). En castellano también es asequible el libro de Hook La génesis del pensamiento filosófico de Marx. De Hegel a Feuerbach (publicado por Barral en Barcelona en 1974). Fue uno de los los primeros filósofos de la CIA especialistas en el pensamiento de Marx, es decir, en la tergiversación del pensamiento de Marx.

Burnham cambió el cristianismo por el trotskismo y tradujo al inglés la Historia de la revolución rusa de Trotski. En 1933, junto con su inseparable Sidney Hook, creó el Partido Socialista Obrero. Al año siguiente, su Partido se fusionó con otra organización trotskista, la Liga Comunista de América, para formar el Partido Socialista de los Trabajadores.

Burnham mantuvo una correspondencia regular con Trotski de quien llegó a ser portavoz en los círculos intelectuales estadounidenses. Participó en la IV Internacional y colaboró en publicaciones trotskistas como El Nuevo Militante, la Llamada Socialista, Marxist Quarterly y La Nueva Internacional. En 1938 empezó una dilatada colaboración con Partisan Review, otra revista seudoizquierdista.

Su camarada Sidney Hook fue quien organizó en Estados Unidos una parodia de tribunal, presidido por el filósofo anticomunista John Dewey, maestro de Hook, para exculpar a Trotski de todos los graves crímenes que le imputaba Stalin. Para ser más exactos, el tribunal se llamaba en realidad Comisión de investigación sobre la verdad de los procesos de Moscú. El veredicto fue contundente: el malo era Stalin y el bueno era Trotski. Desde entonces es lo que oimos por todas partes a todas horas. Desde entonces también Hook le cogió gusto a los tribunales y se especializó en manipulaciones diversas.

Por su parte, Burnham alcanzó la celebridad académica en 1941 cuando publicó The Managerial Revolution, que se convirtió en un éxito de ventas, cosa muy extraña en un libro supuestamente científico. En castellano se tituló La revolución de los directores y fue publicada por la Editorial Huemul en Buenos Aires en 1962.

El libro es un desarrollo de las tesis trotskistas acerca del proceso de degeneración burocrática supuestamente padecido por la URSS y demostraba algo que ahora todos sabemos por fin: que el stalinismo, el fascismo y el nazismo, son lo mismo, a saber, regímenes totalitarios. Ademásintroducía ya esos conceptos que nos resultan ahora tan familiares y que repetimos tantas veces al cabo del día: democracia, autoritarismo, totalitarismo. El problema es que Burnham se pasó de rosca e incluyó dentro del totalitarismo al New Deal de Roosvelt. Esto sólo afeaba un poco la idea porque en la posguerra era imprescindible que el Estado capitalista interviniera en la economía para evitar su total hundimiento, como se hizo en Bretton Woods. Por resumir: Burnham era un trotskista neoliberal (y a la inversa).

The Managerial Revolution fue la obra que inspiró a Orwell, que escribió sobre Burnham por lo menos tres artículos laudatorios (se pueden leer en inglés en el sitio web didicado a este confidente).

En 1943 Burnham continuó publicando otro libro, Los Maquiavélicos donde, también al estilo trotskista, considera que la historia la hacen pequeñas oligarquías, élites o conspiradores, no las masas. Es una secuela de los escritos de Nicolás Maquiavelo, Gaetano Mosca, Georges Sorel, Roberto Michels y Vilfredo Pareto sobre los expertos y la tecnocracia. En castellano fue traducido como Los Maquiavelistas: defensores de la libertad y fue publicado en Buenos Aires en 1953 por la editorial Emecé.

Al estallar la guerra mundial Burnham se opuso a la intervención en ella de Estados Unidos, hasta el ataque a Pearl Harbour. Entonces comenzó a colaborar con el espionaje en asuntos de intoxicación y guerra psicológica. En 1944 redactó un pronóstico sobre los objetivos soviéticos para la posguerra para la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), el antecedente inmediato de la CIA. El análisis lo preparó para el séquito que acompañó a Roosvelt a la Conferencia de Yalta. Este estudio se incorporó luego a su primer libro sobre la guerra fría, The Struggle for the World, escrito en 1947. En él se fijan ya las claves imperialistas de la guerra fría: la oposición entre Occidente, cuyo legado hay que defender, y el comunismo, que es una tiranía asesina que debe ser aplastada. En castellano se tradujo con un título sugestivo: La lucha por el Imperio Mundial. En que se describe la táctica seguida y los resultados obtenidos por la infiltración comunista, y se discuten los métodos apropiados para contenerla. Fue publicada en Madrid en 1951 por la editorial Pegaso.

La publicación de este libro coincidió con el anuncio de la Doctrina Truman, esto es, el derecho de los imperialistas a intervenir incluso militarmente en todas las partes del mundo donde el capitalismo peligre ante los avances de la lucha popular.

El libro despertó el interés de la CIA recién creada. Recomendado por George Kennan, Burnham fue invitado a encabezar la división de Guerra Política y Psicológica de la Oficina de Coordinación de la Política (OPC), una de las ramas de la agencia de espionaje.

No obstante, Burnham criticó la doctrina de la contención de Kennan y se mostró partidario de una estrategia más agresiva contra la Unión Soviética. Para combatir a Kennan, en 1953 publicó Contención o Liberación proponiendo atacar militarmente la URSS con penetraciones aéreas en profundidad, 2.000 millas más allá de las fronteras para crear una zona liberada en Siberia. Otra de sus ideas era desatar una rebelión en el Cáucaso apoyándose en la población musulmana de la región. Para ganar la guerra de Vietnam propuso utilizar armas biológicas y químicas, y para impermeabilizar a Vietnam del sur de Vietnam del norte, crear una barrera radiactiva con polvo de cobalto en la frontera.

Aquí Burnham ya no era nada neoliberal sino abiertamente intervencionista y hay que explicar las razones de esta contradicción. Resulta que en los años 40 Burnham era socio Alfred Kohlberg, importador de textiles chinos y principal operador del lobby chino en Washington (Ross Y. Koen: El lobby chino en la política americana, Nueva York, Harper and Row, 1974). La revolución china les fastidió el negocio a ambos en 1949. No nos extraña que rabiaran...

En marzo de 1949, en Nueva York, una serie de personalidades políticas e intelectuales trataron de organizar una conferencia por la paz mundial en el hotel Waldorf Astoria. Pero el hotel estaba bajo el control de la CIA que instaló su cuartel general secreto en el décimo piso. Allí Sidney Hook recibió en secreto a algunos periodistas a quienes les explicó su estrategia para reventar el acto por la paz: interceptar el correo del Waldorf y difundir falsos comunicados. Hook dirigió a su equipo de provocadores, confidentes y manipuladores, que redactaron panfletos y sembraron el caos en las mesas redondas de debate al más puro estilo trotskista. Simultáneamente, fuera del hotel, decenas de militantes trotskistas y de extrema derecha desfilaban con pancartas metiendo ruido. El sabotaje fue un éxito total; la conferencia fracasó (y la paz también).

Otra de las aportaciones de Burnham a la CIA fue la creación del Congreso para la Libertad de la Cultura, en compañía de su inseparable camarada Sidney Hook. En este Congreso ocupó cargos importantes hasta fines de los años 60 junto con otros trotskistas como Max Eastman, aquel que empezó haciendo negocios en 1924 vendiendo el supuesto testamento de Lenin al New York Times.

A finales de los 50 Burnham fue uno de los expertos consultados por la CIA para derribar a Mosaddeq en Irán (no era comunista pero tuvo la mala idea de nacionalizar el petróleo, o sea que para la CIA es como si lo fuera).

Un detalle habla elocuentemente de Burnham: era tan reaccionario que fue uno de los pocos intelectuales que no criticó al senador McCarthy por la caza de brujas, e incluso dimitió de la redacción de Partisan Review a causa de ello. Sus amigos liberales de la guerra fría lo abandonaron. En este ambiente de delación, incluso Hook fue más sutil apoyando disimuladamente a McCarthy pero estimulando, a la vez, el espionaje y la delación de funcionarios, intelectuales y políticos cercanos a los comunistas. Por ejemplo, decía Hook, no se puede ser profesor y comunista a la vez, por lo que todos los maestros comunistas debían ser expulsados de las escuelas (no vaya a ser que alguien aprenda algo diferente a lo que ellos se esfuerzan en enseñarnos).

Burnham fue de los primeros europeístas y promovió la creación de una Federación europea, eso sí, siempre bajo el auspicio de Estados Unidos, porque si hay algo claro en sus escritos es que nadie como él apeló siempre a la hegemonía norteamericana y su control omnímodo sobre todo el mundo. En política interior favoreció siempre las posiciones republicanas de Nelson Rockefeller y apoyó a Henri Kissinger y Robert McNamara, aunque hubiera que dar un golpe de Estado en Chile o bombardear Vietnam con napalm.

Fue siempre un estrecho colaborador de los directores de la CIA William Casey y George Bush padre en todos los montajes imperialistas contra la Unión Soviética. Tuvo un destacado papel en el reciclaje de los nazis para Estados Unidos y por ello fue condecorado por Ronald Reagan, lo mismo que Hook. Justificó la utilización de criminales de guerra nazis ya que -según Burnham- se trataba de auténticos combatientes por la libertad.

Algunas otras obras de Burnham traducidas al castellano, que todos conocemos de memoria
(aunque nunca hayamos oido hablar de ellas):

— La inevitable derrota del comunismo, Emecé, Buenos Aires, 1950
— Táctica de la subversión, Editorial Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1955
— La encrucijada de la política occidental, un libro colectivo con una nota preliminar de Fraga Iribarne y artículos de Barry Goldwater, Gerhart Niemeyer y Frank S.Meyer, publicada por el Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1967

A pesar de todo, los trotskistas de Marxist Internet Archive aseguran que Burnham es marxista y lo incluyen en su nómina (y es que para algunos, como en las películas de Hollywood, todo el mundo es maravilloso):
[http://www.marxists.org/history/etol/writers/burnham/]

La fábrica de mentiras: el Congreso para la Libertad de la
Cultura

La criatura de Burnham, el Congreso para la Libertad de la Cultura, constituyó la punta de lanza de la diplomacia cultural imperialista de la posguerra. Surgido en junio de 1950 en Berlín en la zona de ocupación estadounidense, su conferencia inaugural incluyó a Bertrand Russell, John Dewey, Benedetto Croce, Karl Jaspers, Jacques Maritain, Herbert Read, A. J. Ayer, Ignazio Silone, y Arthur M. Schlesinger. Su secretario general fue Melvin Lasky (1920-2004), un joven y ambicioso periodista neoyorquino que residía en Alemania desde finales de la guerra. Lasky pasó luego a ser redactor jefe de Der Monat (El mes), una revista creada en 1947 con el apoyo de la Oficina del Gobierno Militar de Estados Unidos y particularmente del general Lucius Clay, procónsul de la zona de ocupación estadounidense en Alemania y, a la vez, administrador del dinero del Plan Marshall.

El Congreso fue totalmente financiado por la CIA, casi siempre a través de fundaciones con objetivos no lucrativos y culturales (Farfield, Ford, Rockefeller, Kaplan y otras). Oficialmente operaba bajo las órdenes de Michael Josselson, antiguo miembro de la OSS transferido a la CIA en
1948. Josselson (que seguía siendo un agente secreto) presidió el comité estadounidense del
Congreso desde su misma fundación.

Incorporado a la CIA en 1950, Thomas Braden, encargado de organizar la División Internacional de Oposición al Comunismo, confirmó la financiación oculta del Congreso para la Libertad de la Cultura en un artículo publicado en la revista Ramparts el 20 de mayo de 1967 con título esclarecedor: Estoy orgulloso de que la CIA sea amoral. Braden había sido el subordinado del jefe de la OSS en Europa, y más tarde responsable de la CIA (antes de convertirse en jefe supremo de ésta, durante el gobierno de Eisenhower), Allen Dulles, hermano y socio de John Foster, de la Dulles, Sullivan and Cromwell, el más importante gabinete estadounidense de negocios internacionales, ligado a las finanzas nazis (como ya hemos expuesto).

Después de haber dirigido, bajo el control directo de Dulles, el Congreso para la Libertad de la Cultura, Braden reivindicaba en el Saturday Evening Post varias amoralidades de la CIA, en particular, sus iniciativas culturales (Encounter, New Leader, Partisan Review) y la escisión de Force Ouvrière de la CGT francesa. En 1952 el jefe del imperio Time-Life, Henry Luce, a través de Daniel Bell, transfirió 10.000 dólares para que Partisan Review no desapareciera y New Leader, dirigida por Sol Levitas, también fue salvada del cierre tras la intervención financiera de Braden, que no se andaba con rodeos: en la entrevista reconocía que un agente nuestro se había convertido en director de la revista Encounter y que en 1953 estábamos operando o influenciando en organizaciones internacionales en todos los terrenos.

Apoyado por un grupo de trabajo, Melvin Lasky agrupó a intelectuales y periodistas en una única internacional anticomunista. El grupo de trabajo incluía a personalidades francesas como el socialfascista francés Léon Blum, escritores como André Gide y François Mauriac y profesores universitarios como Raymond Aron. Pero siempre estuvo estrechamente controlado por intelectuales estadounidenses, en su mayoría trotskistas neoyorquinos como el mencionado Sol Levitas y Elliot Cohen, fundador de Commentary, así como por partidarios de la Europa Federal (Altiero Spinelli, Denis de Rougemont).

Si del otro lado del Atlántico el Plan Marshall traía el dinero y la OTAN los misiles, también era necesario acarrear desde allá las ideas de los imperialistas estadounidenses. La vieja Europa había gastado todos sus argumentos culturales e ideológicos y había que traducir del inglés los libros, doblar las películas y organizar las exposiciones. Otro intelectual neoyorquino, Daniel Bell, es quien otorga los créditos de investigación y becas de estudio en Estados Unidos a jóvenes estudiantes europeos a cambio de su colaboración en la lucha anticomunista. Autor de The end ofideology (El fin de la ideología), obra publicada en 1960, Bell apenas puede disimular que sigue la onda corta de Burnham hasta en los pequeños detalles. En Francia Georges Friedmann regurgita las tesis de Bell. Para no cansar: en España el ministro franquista de Obras Públicas Gonzalo Fernández de la Mora (luego fundador del PP) reescribe poco después algo nada original: El crepúsculo de las ideologías.

Parece claro: el crepúsculo de las ideologías es otra ideología. En todos los países capitalistas las mismas ideas se repiten una y otra vez al estilo de Goebbels como fotocopias y, al final, casi ni nos damos cuenta de dónde estuvo el primer manantial.

Si Laski tenía Der Monat en Berlín, los intelectuales franceses tenían Preuves (Pruebas) en París, fundada en marzo de 1951, otro ejemplo de revista anticomunista bajo la batuta del Congreso para la Libertad de la Cultura. En París se crea el Centro de Estudios Sociológicos, una de las oficinas de reclutamiento del Congreso. En la capital francesa el Congreso editaba también unos Cuadernos en los que pueden verse reunidos a sus colaboradores. Por ejemplo, en el número 50 de julio de 1961, titulado El sentido de la historia, colaboran el filósofo alemán Karl Jaspers y el trotskista español Pere Pagès (alias Víctor Alba), militante del POUM y experto en intoxicación sobre la guerra civil española. El suplemento del número 45 (noviembre-diciembre de 1960) se titula Democracia, nacionalismo y militarismo y entre los articulistas aparecen George Kennan, Salvador de Madariga y Denis de Rougemont.

En 1965 la Editorial Sur publica en Buenos Aires una selección de los artículos aparecidos en los doce años de existencia de la revista con el título Expresión del pensamiento contemporáneo, y la participación de los mismos mercenarios de siempre: Víctor Alba, Raymond Aron, Francisco Ayala,... Es la misma sopa: trotskistas y neoliberales (y a la inversa).


La guerra sicológica en España

Resulta imposible entrar en detalle con todos y cada uno de los protagonistas hispanos de las mentiras científicas del imperialismo. Nos ceñiremos aquí a un personaje siniestro que puso su militancia trotskista al servicio del imperialismo: Julián Gómez García-Ribera, alias Julián Gorkin (1901-1987), uno de esos típicos intelectuales renegados con una infinita capacidad para rellenar folios en blanco, y más aún aún para publicarlos.

Expulsado del PCE en 1929, se trasladó a vivir a París en compañía de Jacques Doriot (1898-1945), otro renegado del PCF que se había puesto al servicio de la patronal francesa ya antes de su expulsión, como se puso luego al servicio de los vichystas, para acabar muriendo en Alemania luchando contra el Ejército soviético vestido con el uniforme de las SS.

Narrando sus andanzas en París, Gorkin escribió una novela significativamente titulada Días de bohemia. Para él no existió el duro exilio del proletario sino la juerga nocturna parisina... ¿Con qué dinero?

Regresa a España, se integra en el POUM y forma parte de la quinta columna trotskista durante la guerra civil; sale otra vez de España y comienza a trabajar para la CIA infiltrándose entre los exiliados. En México fundó Ediciones Libres con su camarada Bartomeu Costa-Amic y varios mexicanos, donde publicó Retrato de Stalin de Víctor Serge. Más adelante, impulsó Publicaciones Panamericanas con el dinero de los hermanos Kluger, judíos de origen polaco. A mediados de 1941, crea Ediciones Quetzal, una editorial bilingüe hispano-francesa financiada por un grupo de capitalistas franceses establecidos en México y otros mexicanos que vivían en Francia.

Bajo su disfraz izquierdista actuaba encubiertamente para el imperialismo, que le financió conferencias por todo América Latina, así como la publicación de artículos periodísticos y libros, editados legalmente por la España franquista. Los aparatos de propaganda del régimen se lanzaron adifundir los libros de Gorkin y otros auténticos revolucionarios en donde el PCE aparecía –igual que Stalin- como un monstruo sediento de sangre. Veamos parte de esa bibliografía, y llamamos la atención no solamente sobre los truculentos títulos sino también sobre las fechas de edición:

— Caníbales políticos. Hitler y Stalin en España, 1941
— con el general L.A.Sanchez Salazar: Así asesinaron a Trotski, Pacífico, Santiago de Chile, 1950
— De Lenin a Malenkov. ¿Coexistencia o guerra permanente?. El destino del siglo XX, Pacífico, Santiago de Chile, 1954
— Cómo asesinó Stalin a Trotsky, Editorial Plaza y Janés, Barcelona,1961
— El asesinato de Trotsky, Editorial Aymá, Barcelona,1971
— El asesinato de Trotsky, Círculo de Lectores, Barcelona,1972
— El Imperio soviético. Sus orígenes y desarrollo. (Rusia y España: ayer y hoy. El oro español), Editorial Claridad, Buenos Aires, 1969
— El Proceso de Moscú en Barcelona: El sacrificio de Andrés Nin, Editorial Aymá, Barcelona,1974
— El Revolucionario Profesional. Testimonio de un hombre acción, Editorial Aymá, Barcelona,1975

Por tanto, en pleno franquismo, con una estricta censura previa, cuando a los antifascistas los metían durante años en la cárcel acusados de propaganda ilegal, a Gorkin le publicaban sus obras en el interior de España y no pequeñas editoriales, sino las más grandes, como Plaza y Janés (que en
1967 también publicó la biografía de Stalin escrita por Trotski). Hasta la actualidad la Editorial Janés, donde trabajó Maurín a su salida de la cárcel en 1946, siempre se ha distinguido por ser la fachada intelectual del espionaje franquista. En una fecha tan avanzada como 1979 publicaba la obra del espía nazi Ángel Alcázar de Velasco Memorias de un agente secreto. Al mismo tiempo, también difundía publicaciones trotskistas de ínfima calidad.

En Santiago de Chile, Pacífico era la editorial que durante la guerra fría publicaba los libros especializados en guerra sicológica. Por ejemplo, en 1957 reeditó para Chile el libro del renegado Eudocio Ravines, antiguo Secretario General del Partido Comunista de Perú, La Gran Estafa. La penetración del Kremlin en Iberoamérica, el texto favorito de la gusanera cubana que había aparecido cinco años antes en México auspiciado por el Departamento de Estado. El libro iba a ser utilizado por la democracia cristiana y su candidato Eduardo Frei (padre) en las inminentes elecciones presidenciales. Además, Pacífico era una librería sita en la calle Ahumada, donde se celebraban tertulias entre intelectuales demócrata cristianos.

Los libros de Gorkin sobre España y la URSS eran encargos bien pagados en dólares; junto con los de Burnett Bolloten y Víctor Alba forman parte integrante de la guera sicológica que la CIA le encargó desplegar para destruir el prestigio que tenía la causa de la República entre sectores progresistas de todo el mundo y crear una imagen sinestra de checas, persecuciones y asesinatos.

Uno de los métodos consistió crear puntos oscuros en la política del PCE durante la guerra y concentrar sobre ellos toda la atención, como la ejecución del dirigente del POUM Andrés Nin. De esta forma se inflaba artificialmente la importancia del POUM y, de rebote, del propio Gorkin.

No fue un personaje secundario. La CIA le nombró delegado latinoamericano del Congreso para la
Libertad de la Cultura y ocupó la dirección de su revista, Cuadernos, fundada en 1953.

Además Gorkin tuvo un papel decisivo en la manipulación de los renegados que traicionaron al comunismo. De su propia mano redactó los dos libros de memorias de Valentín González, El Campesino, también publicados legalmente por la España franquista: Vida y muerte en la URSS y Comunista en España y anticomunista en la URSS.

También promovió la publicación de las memorias de otro desertor del comunismo, Jesús
Hernández, ministro de Educación de la República, que fueron reelaboradas por orden de Gorkin. El título de libro (por supuesto legalmente difundido en la España de Franco), era sugestivo: Yo fui ministro de Stalin (G. Del Toro Editor, Madrid, 1974) que no figuraba en el original de Jesús Hernández, pero que tuvo que consentir. La CIA otorgaba una gran importancia a que el nombre de Stalin reluciera por todas partes, de manera que en todos estos relatos de ciencia-ficción (más ficción que ciencia) pareciera como si el malvado georgiano estuviera detrás de cada uno de los acontecimientos de la guerra civil española y todos los demás fueran vulgares marionetas. La moraleja era bien simple: menos mal que Franco se sublevó librándonos de la pesadilla de Moscú y sus gulags, su burocracia y sus planes quinquenales.

Las memorias de Hernández se publicaron en México en 1953 y fueron traducidas al francés ese mismo año con el título de La grande trahison.

Más detalles importantes: el libro de Hernández no fue financiado por la CIA sino por los revisionistas yugoeslavos, a cuyo favor se posicionó Hernández, quien trabajaba como asesor de su embajada en México. Tito daba el primer paso, Jruschov daría el segundo: los revisionistas empezaban a sumarse a la guerra sicológica contra el comunismo en posiciones idénticas a los trotskistas.

Para terminar hablemos de un tercer renegado metido a historiador. Se trata de Enrique Castro
Delgado, autor de La vida interna de la Komintern: Cómo perdí la fe en Moscú (Epesa, Madrid,
1950) y Hombres made in Moscú (Editorial Caralt, Barcelona, 1963), ambos libros publicados también por el franquismo. Castro confesó en México que se entrevistaba con el embajador norteamericano, quien le compró en un mes 2.500 ejemplares de Cómo perdí la fe en Moscú para distribuirlos por América Latina. Además, la embajada le pagó una serie de artículos para apoyar el tratado hispano-norteamericano de 1951.

Otro detalle interesante: el libro lo publicó en Francia la editorial fascista Croix du Feu (Cruz de Fuego), que cedió los derechos de publicación a la editorial franquista Epesa para que lo publicara en castellano, y esos derechos de autor fueron los que le permitieron comprar una imprenta (en aquella época, mientras los verdaderos exiliados pasaban toda clase de privaciones y calamidades). Con un sueldo tan jugoso en dólares, Castro se permitía muchos lujos: A mí también me habló Gorkin -confiesa- y me propuso que me fuera a Francia con él, que me darían buen sueldo y a mi mujer le darían medio millón de francos para que viviese bien mientras yo estuviese en Francia; pero yo vi pronto por dónde venía el asunto y no acepté. Él tenía hilo directo con la CIA y no necesitaba a Gorkin -a quien Castro llama traidor- de intermediario.

Hemos aludido a la Editorial Epesa, pero no hemos descubierto sus raíces fascistas: Epesa era una editorial dirigida por Alfredo Sánchez Bella, entonces miembro del Instituto de Cultura Hispánica. En 1969 Franco le designó Ministro de Información y Turismo en sustitución de Fraga. Por tanto, Epesa y Sánchez Bella eran expertos en intoxicación y guerra sicológica.

Estos libros -y otros- auspiciados por Gorkin, fueron ampliamente publicitados por el imperialismo, integrándose en la intoxicación característica de la guerra fría y convirtiéndose en fuente histórica documental que todos los libros posteriores citaban como referencia científica indiscutible.


Orwell: Homenaje al delator

George Orwell también aúna en su persona la condición de soplón del espionaje británico (IRD) con la de trotskista que estuvo en la guerra civil española, naturalmente en las filas del POUM de Gorkin-Víctor Alba-Maurín-Nin. Es una criatura encumbrada por la guerra fría, un vulgar alcahuete de la policía británica, un vil delator de los intelectuales progesistas.

Su importancia deriva del detalle siguiente: no sólo desfigura la historia sino que trata de silenciar y encarcelar a quienes luchan por un mundo mejor, por la revolución. Para que él pueda mentir los demás deben ser acallados. Una cosa conduce a la otra.

La apertura de los archivos del Foreign Office puso al descubierto su personalidad fraudulenta. La ausencia de escrúpulos del escritor británico sólo fue equiparable con la de los más despreciables protagonistas de sus propias novelas. La recuperación del material secreto de la época demuestra que Orwell denunció hasta 125 escritores y artistas como compañeros de viaje, testaferros del comunismo o simpatizantes. Haciendo uso de las lecciones aprendidas en la policía colonial del Imperio Británico, Orwell se dedicó a anotar escrupulosamente sus impresiones acerca de los intelectuales con los que mantenía relación en una libreta de tapas azules. La mayoría de ellos ni siquiera eran comunistas, sino intelectuales progresistas o, simplemente, liberales. Del poeta inglés Tom Driberg, por ejemplo, decía: Se cree que es miembro clandestino del PC, judío inglés, homosexual. Del músico de color Paul Robeson: muy antiblanco. Definió a Kingsley Martin, director del semanario laborista de izquierdas, New Statesman, como un liberal degenerado, muy deshonesto. Calificaba a Malcolm Nurse, uno de los padres de la liberación africana, de negro, antiblanco. Insertó a John Steinbeck en su cuaderno delator por ser, según su opinión, un escritor espurio y pseudoingenuo. Ni Charles Chaplin ni Bernard Shaw ni Orson Welles ni E. H. Carr, se libraron del lápiz acusador de George Orwell.

Sobre las milicianas del PCE que combatían al fascismo en el frente en primera línea, Orwell escribió: Las pocas mujeres que están en el frente, son simplemente una fuente de celos. Pese a ello, una editorial que alardea de libertaria como Virus reeditó en 2000 -por enésima vez- la obra (Homenaje a Cataluña) de un trotskista como Orwell que parece alejado de su línea, no por trotskista sino por imperialista, racista, misógino, homófobo y reaccionario. Eso sólo se explica por el pragmatismo sin principios que caracteriza a determinados libertarios de hoy día que, como los de Virus, dan por bueno todo aquello que sea la difamación más grosera del comunismo, sin siquiera alertar a sus lectores de la conexiones del libro que publican con el imperialismo. Algunos anarquistas alardean de su lucha contra el Estado, contra todo Estado, para convertirse en altavoces de sus más inmundas cloacas, editando los libros que El País luego reseña. ¿Tienen repartidas las tareas entre ellos?

Orwell escribió en 1945 Rebelión en la granja a la estela ideológica de Burnham, a quien veneraba. La narración tuvo una pobre acogida en Inglaterra donde Orwell sólo logró vender 23.000 ejemplares. Sin embargo, al año siguiente la novela cruzó el Atlántico y en Estados Unidos los servicios de inteligencia se encargaron de convertirla en un éxito de ventas. La obra se vendió por centenares de miles, aunque su calidad literaria fuera algo más que dudosa. No en vano, la CIA disponía de la influencia necesaria en los medios de comunicación para convertir lo mediocre en excelente. Los elogios fueron casi unánimes en la prensa norteamericana. El periódico New Yorker, por ejemplo, calificaba a Rebelión en la granja como un libro absolutamente magistral y sostenía que había que empezar a considerar a Orwell como un escritor de primera línea, comparable con Voltaire. Como no podía ser menos, la infraestructura de la CIA en Hollywood se hizo cargo también de financiar la versión cinematográfica de Rebelión en la granja. No se escatimaron dólares a la hora de invertir. Un ejército de ochenta dibujantes asumió la tarea de construir las 750 escenas con los 300.000 dibujos a color que requería la producción de la película en dibujos animados. El guión fue asesorado por el Consejo de Estrategia Psicológica, que procuró que el mensaje fuera nítido y favorable a los planes de la CIA. La película contó con una enorme cobertura publicitaria y pudo verse hasta en el último confín del mundo capitalista.

En 1949, unos meses antes de su muerte, Orwell publicó la novela 1984. Animado por el inesperado éxito de su granja, el escritor británico rescató el anticomunismo como tema central del nuevo libro. No fue tampoco original. Su novela es un plagio de la obra Nosotros, escrita por Evgeni Zamiatin, un narrador ruso de principios del siglo XX.

Esta novela también encajaba en la ofensiva ideológica de la CIA. Isaac Deutscher describía así elimpacto que el libro había provocado en la opinión pública norteamericana: ¿Ha leído usted ese libro? Tiene que leerlo, señor. ¡Entonces sabrá usted por qué tenemos que lanzar la bomba atómica sobre los bolcheviques! Con esas palabras -decía Deutscher- un ciego, vendedor de periódicos, le recomendó en Nueva York 1984, pocas semanas antes de la muerte de su autor.

La transmisión de un mensaje construido por los diseñadores de la guerra fría le permitió a Orwell el éxito fácil y la notoriedad rápida. Era un farsante. Su vida acabó donde había empezado: al servicio de la policía imperial británica. No criticaba una sociedad burocratizada de vigilancia total sino que estaba contribuyendo a crearla y fomentarla.


El renegado Boris Suvarin

Boris Suvarin (1893-1984) no es muy conocido en España, y tampoco es muy conocido -ni en España ni fuera de ella- que Suvarin era el cuñado de Joaquín Maurín, el máximo dirigente del POUM. Así que vamos a hacer las presentaciones: su verdadero nombre era Boris Lifchitz, nació en Rusia, aunque se afincó en Francia desde muy joven. Fundador del PCF, del que fue expulsado en
1925, es un caso típico de renegado trotskista que los grandes financieros franceses reciclaron a base de dinero. Su trayectoria antecedió a la de Jacques Doriot, el amigo de Julián Gorkin en París.

En Francia los hilos de la guerra sicológica conducen, desde los años veinte del pasado siglo, a la banca Worms. En 1935 Suvarin creó en París el Instituto de Historia Social financiado por la banca Worms, de la que cobraban él y otros renegados del PCF. Pero no exclusivamente renegados comunistas: la banca Worms también contrató por aquellos años los servicios de Marcel Déat, que había abandonado la SFIO (partido socialista) durante la escisión de 1933.

Aunque con diferente origen, todos estos mercenarios confluyeron bajo el fascismo, donde perfeccionaron su aprendizaje en la intoxicación. Tras la guerra, Hippolyte Worms fue recluido en la cárcel de Fresnes (París) por colaboracionismo con los ocupantes nazis. Por su parte, Marcel Déat fue el fundador del partido vichysta Rassemblement National Popular (Agrupación Nacional Popular).

Desde su mismo origen, la propaganda, los libros, las revistas, la prensa, fueron uno de los medios fundamentales en la acción anticomunista del Instituto. Pero bajo un nombre tan aséptico y con pretensiones académicas, se ocultaba la tramoya de algunos financieros franceses que luchaban contra la influencia comunista dentro del movimiento obrero y sindical. Además de la banca Worms, el Instituto contaba también con el apoyo del presidente del Consejo Nacional de la Patronal Francesa. Una ecuación que vinculara al Instituto con la banca Worms, los renegados del PCF y los imperialistas, proporcionaría la mayor parte de las claves de la guerra sicológica en Francia.

Tras su expulsión de las filas comunistas, en 1937 Suvarin pasó a escribir en Les Nouveaux Cahiers, un publicación bimensual controlada por Jacques Barnaud, el director general de la banca Worms. El nombre de la revista merece una explicación: la revista teórica del PCF se llamaba Cahiers du Communisme y, como buenos trotskistas, la nueva pretendía hacerse pasar como una continuación auténtica del comunismo, depurada de las malas hierbas stalinistas.

La fecha de aparición también merece otra explicación: fue creada en 1937 por los financieros con un triple objetivo:

— romper de la unidad sindical lograda por la CGT en el Congreso de Toulouse el año anterior
— romper el Frente Popular (que había ganado las elecciones) y aislar a los comunistas vinculándolos a una imagen siniestra de la URSS (=Stalin=gulag)
— desacreditar a la República española, presentada como una marioneta de los comunistas (y del todopoderoso Stalin).
Suvarin es el experto en estos temas; él es quien verdaderamente sabe y quien puede escribir. Aquel año publica su obra cumbre: Staline, aperçu historique du bolchevisme (Stalin, perspectiva histórica del bolchevismo), una de las primeras biografías del malvado georgiano, un clásico de la intoxicación anticomunista reeditado en 1977 y 1985.

Tras la II Guerra Mundial, como en Alemania o en Italia, los fascistas, esta vez marca Vichy, se pusieron al servicio de los imperialistas estadounidenses. En 1954 reformaron definitivamente el Instituto de Historia Social como Instituto de Historia Social y Sovietología que dada su coincidencia con los planes de la OTAN, fue rápidamente integrado en el andamiaje de la CIA y desempeñó un papel activo en la división del movimiento sindical francés (creación de Force Ouvrière separada de CGT).

El Instituto fue dirigido desde su origen por antiguos comunistas corruptos; tras la ocupación lo fue por esas mismas personas, después de un periodo previo de colaboración con el gobierno de Vichy y el ocupante nazi. En febrero de 1948, tras su salida de la cárcel de Fresnes, Worms contrató también a Georges Albertini, otro renegado socialista, lugarteniente de Déat en el partido vichysta Rassemblement National Popular y director de gabinete en la Secretaría de Trabajo del gobierno fascista de Petain. En aquel gobierno Albertini se encargaba de la difusión de publicaciones, cuyo número se multiplicó durante los años cuarenta, y de otros medios de propaganda. Worms, recicló a Albertini para asignarle la misma misión anticomunista y antisoviética que había cumplido antes de la guerra y la ocupación nazi bajo el rótulo de un Instituto de Historia Social.

Hippolyte Worms y Georges Albertini habían coincidido en la prisión de Fresnes durante el otoño de 1944, recluidos ambos por colaboracionismo.

Pero hay una diferencia -no fundamental- entre Suvarin y los demás sicarios de la banca Worms: no siguió a sus mentores bajo el régimen de Vichy. Dejó Francia en 1940 y se pasó la guerra en Nueva York, donde se puso a disposición del espionaje estadounidense, oficialmente consagrado entonces a la guerra contra el Eje. Como sus colegas americanos, Suvarin, era, pues, otro de aquellos trotskistas en la nómina de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) y su tarea específica se concentraba en el movimiento obrero y sindical.

Tras la guerra, Suvarin regresó a Francia en 1947 y con la ayuda del vichysta Albertini volvió a poner en funcionamiento el Instituto de Historia Social con una triple financiación: la CIA, los sindicatos estadounidenses y la banca Worms.

Las conexiones de posguerra de Suvarin con el Congreso para la Libertad de la Cultura son evidentes. Por ejemplo, era uno de los que escribía habitualmente en la revista Preuves. Como no encontraba un editor independiente, sólo consiguió publicar gracias a los inagotables recursos económicos del Congreso para la Libertad de la Cultura.

Al año siguiente de estallar el escándalo de la dependencia del Congreso para la Libertad de la Cultura respecto de la CIA, Suvarin da un giro y se vuelve contra sus amos limitando la excesiva influencia que tomarían, en el seno de la asociación, los sovietólogos estadounidenses. Su objetivo era reducir la cantidad visible de sovietólogos estadounidenses en el seno del Instituto de Historia Social.


Raymond Aron: el transatlántico de la ideología

Raymond Aron (1905-1983) nace en una familia alsaciana burguesa y judía, estudia en la Escuela Normal Superior en 1924 y en 1928 es profesor agregado. En vísperas de la II Guerra Mundial estudia filosofía. No logra entrar a la universidad de la Sorbona y se ve obligado a aceptar cargos poco prestigiosos en escuelas gubernamentales.

Entonces era un intelectual socialista que no logró trepar en la política, así que se convirtió en unreaccionario. En 1933 entró en el Centro de Documentación Social donde sucedió a Marcel Déat, a quien ya hemos presentado. El Centro lo financiaba la Fundación Rockefeller y bajo su techo Aron se relaciona con Robert Marjolin, un economista formado en Estados Unidos gracias a una beca de la Fundación Rockefeller.

El ascenso llega. En 1945 es director de gabinete del ministro de Información, André Malraux, en el gobierno de De Gaulle y, a partir de ahí, asume posiciones importantes en el periodismo: editorialista de Le Figaro de 1947 a 1977 y columnista en L'Express hasta su muerte.

Le Figaro lo dirige Pierre Brisson, antiguo colaborador de Lucien Romier, muerto este último durante la ocupación después de haber sido ministro vichysta en 1943. Su línea política es abiertamente proestadounidense, anticomunista y partidaria de la OTAN. Las columnas periodísticas de Aron durante Mayo de 1968 (el terrorismo del poder estudiantil) no tienen desperdicio. Todo buen anticomunista debe leerlas y tomar notas.

Es amigo y colaborador del espía Michael Josselsson, el intermediario entre la CIA y los intelectuales, que le nombra dirigente del Congreso para la Libertad de la Cultura, donde se convierte rápidamente en una de las personalidades más influyentes desde su creación en Berlín en
1950 hasta el escándalo de 1967. Es uno de los importadores de las tesis de los intelectuales trotskistas de Nueva York. En 1947 encarga la traducción de The Managerial Revolution (L'ère des organisateurs) de su amigo Burnham, del que el socialfascista Léon Blum redacta el prólogo de la primera edición. Los libros de Aron El hombre contra los tiranos (1946) y El gran cisma (1948), se convierten en verdaderos manifiestos de los reaccionarios franceses y de la internacional anticomunista.

En 1955, en la conferencia internacional de Milán del Congreso para la Libertad de la Cultura, es uno de los cinco oradores que intervienen en la sesión de apertura conjuntamente con Hugh Gaitskell, Michael Polanyi, Sidney Hook y Friedrich von Hayek. Otra vez los trotskistas (Sidney Hook) de la mano de los neoliberales (Von Hayek)...

Ese mismo año publica El opio de los intelectuales, texto inspirado en Burnham, donde denuncia la neutralidad de los intelectuales de la izquierda no comunista. En 1957, redacta el prefacio de La revolución húngara. Historia de la sublevación, de Melvin Lasky y François Bondy.

A pesar de ser judío, nunca condenó al gobierno colaboracionista de Vichy, sino todo lo contrario: se erigió varias veces en defensor de los partidarios de Petain. El 17 de octubre de 1983 acudió a declarar como testigo a favor de su amigo, el filósofo Bertrand de Jouvenel, acusado de nazismo durante la ocupación de Francia. Durante los años 30 Jouvenel se enroló en el Partido Popular Francés de Doriot, el trotskista renegado. Reclutado por los servicios de inteligencia, el filósofo Jouvenel se convirtió en espía de su viejo amigo Otto Abetz. En la época de la Liberación, fundó con Rueff y Hayek la ultraliberal Sociedad Mont Pelerin y participó intensamente en las actividades del Congreso por la Libertad de la Cultura. A pesar de lo que decía en sus escritos, Aron no era un teórico sino un militante comprometido con el imperialismo: murió cuando salía del tribunal de defender a su camarada nazi Jouvenel.

Amigo y consejero de Kissinger, quien lo consideraba su guía, y de George Kennan, el padrino de la contención, Aron representó el mejor apoyo de los servicios culturales estadounidenses en Francia. Supuesto experto en sociología política, fue uno de los que desde el otro lado del atlántico importó a Europa las tesis imperialistas acerca de las diferencias los regímenes democráticos, autoritarios y totalitarios, tres palabras mágicas que desde la guerra fría están en la boca de todos los políticos y periodistas como conceptos firmes y establecidos de una vez y para siempre. Por ejemplo, esto puede leerse en su libro Democracia y totalitarismo (Seix Barral, Barcelona, 1968), un verdadero engendro lleno de todos esos tópicos.

Otra idea feliz de Aron: el marxismo no es política sino religión, algo que después hemos oido millones de veces. Stalin era seminarista y los comunistas somos como los curas, con nuestros dogmas, nuestra liturgia, nuestros pontífices, nuestros santos... y nuestras procesiones.

Una de las tareas primordiales de estos escritores es imponernos su lenguaje, sus expresiones. Por ejemplo, siguiendo a su amigo Burnham, Aron es quien empieza la cantinela de la sociedad industrial. Ya no hay capitalismo ni imperialismo, palabras que suenan muy mal y deben ser sustituidas por otras más neutras.

Pero que no se trataba más que de un experto en manipulación ideológica lo demuestran algunos de sus otros títulos, cuya simple mención lo dice todo: Los marxismos imaginarios. De Sartre a Althusser (Monte Avila Editores, Caracas, 1969), ¿Marx superado? (con otros autores, entre ellos Theodor W.Adorno, Buenos Aires, 1974). Lo escribió él mismo en sus Memorias: el Congreso para la Libertad de la Cultura cumplió su misión únicamente gracias al enmascaramiento o incluso, si se quiere, a la mentira y la omisión. Está claro (siempre lo estuvo, pero en fin).

Aron es un autor introducido en España a través del grupo Prisa-Polanco-El País y sus antecedentes, es decir, la Revista de Occidente que dirigía José Ortega Spottorno, quien en mayo de 1964 le publica el artículo Reflexiones sobre la idea socialista. Otra de sus primeras obras traducidas y distribuidas en España es La lucha de clases (Editorial Seix Barral, Barcelona, 1966, publicada antes en catalán).

Uno de sus libros más divulgados lo fue a través de Alianza Editorial, también del grupo Prisa- Polanco-El País: el Ensayo sobre las libertades (Madrid, 1969). Nosotros cuando leemos este maravilloso libro sobre la libertad, nos volvemos a acordar -entre otras cosas- de la CIA, del golpe de Estado de Pinochet y de los bombardeos sobre Vietnam con napalm. No lo podemos evitar.

El 27 de enero de 2004 la fundación FAES (la de Aznar) rinde homenaje a Raymond Aron en el Hotel Miguel Ángel de Madrid. Habla Jean-François Revel sobre Raymond Aron y el vínculo transatlántico (Revel fue uno de los directores del Instituto de Historia Social).


¡ Casi se nos olvida hablar de El libro negro del comunismo !

Es el último éxito de ventas de la saga del gulag, traducido al castellano por el famoso César Vidal. En Italia el partido neofascista de Berlusconi Forza Italia repartía gratuitamente 5.000 ejemplares del libro entre los delegados a un congreso de 1998. Todos lo hemos leído ya mil veces aunque no hayamos abierto sus páginas; nos lo sabemos de memoria: los comunistas hemos asesinado a 100 millones de personas y aún no hemos tenido nuestro Nuremberg (salvo en España donde tenemos a la Audiencia Nacional para estas cosas).

Como todos os lo sabéis, no vamos a hablar del libro sino de su autor: Stéphan Courtois, también renegado, esta vez de Vive la Révolution, al que perteneció entre 1969 y 1971, un grupúsculo maoísta francés de carácter espontaneísta al que la gente llamaba despectivamente mao-spontex.

Fundó en 1982 la revista Communisme junto con Annie Kriegel, otra tránsfuga, estrecha colaboradora de Raymond Aron y autora de Los procesos en los países comunistas, publicado en España por Alianza Editorial-Prisa-El País.

No sabemos si os pasará como a nosotros, pero nos da la impresión de que todos estos renegados en realidad no abandonan el comunismo sino que se nos quedan pegados a la chepa como una costra que no hay quien se la quite de encima. Si odian tanto al comunismo, ¿por qué simplemente no se olvidan de él para siempre?

Por cierto, ¿sabéis qué cargo ocupa Stéphan Courtois? No nos referimos a los que vienen en el libro
(miembro del Centro Nacional de Investigaciones Científicas y esas cosas). ¡ Bingo ! ¡ Es