LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

sábado, 29 de octubre de 2011

Entrevista de H.G Wells a Stalin


Wells: Le estoy muy agradecido, Sr. Stalin, por darme la oportunidad de conversar con Ud. Hace poco estuve en los Estados Unidos. Tuve una larga entrevista con el presidente Roosevelt, y en ella traté de averiguar, por cuáles ideas se deja guiar él. Ahora vengo con Ud. para preguntarle, qué hace para cambiar el mundo.
Stalin: No tanto.
Wells: Viajo por el mundo como hombre sencillo, y como hombre sencillo observo lo que sucede a mi alrededor.
Stalin: Hombres de la vida pública de su importancia, no son "gente sencilla".
Naturalmente, sólo la historia pronuncia el juicio definitivo acerca de la importancia que tal o cual hombre haya tenido efectivamente; pero en todo caso, Ud. no contempla el mundo con los ojos del "hombre sencillo".
Wells: No finjo modestia. Lo que quiero decir es, que trato de ver el mundo con los ojos del hombre sencillo, y no con los de un político de partido o de un alto funcionario de administración. Mi visita a los Estado Unidos me ha dado más de un estímulo para nuevas reflexiones. El viejo mundo financiero allí se está derrumbando; la vida económica del país va siendo reorganizada según nuevos principios. Lenin dijo: "Debemos aprender a manejar nuestros asuntos, debemos aprender de los capitalistas". Hoy, los capitalistas deben aprender de ustedes, y asimilar el espíritu del socialismo. Me parece, que los Estados Unidos se encuentran en un profundo proceso de reorganización, está naciendo una economía planificada, una economía socialista. Ud. y Roosevelt parten de posiciones diferentes. ¿Pero acaso no existen, a pesar de eso, puntos de contacto entre lo que se piensa en Washington y lo que se piensa en Moscú? ¿No existe un cierto parentesco entre las respectivas ideas y necesidades? Las mismas cosas me llamaron la atención en Washington como ahora aquí: se constituyen oficinas, se crea una serie de nuevos órganos reguladores del Estado, se organiza el servicio estatal que hace tiempo hacía falta. Lo que se necesita allí como aquí es la posibilidad de intervenir con medidas directivas.
Stalin: Los Estados Unidos persiguen un fin diferente al nuestro en la URSS. El fin que persiguen los Estados Unidos se ha dado como resultado de los problemas económicos, de la crisis económica. Los americanos quieren encontrar una salida a la crisis, con medidas del capitalismo privado, sin cambiar la base económica. Intentan limitar a un mínimo el daño, las pérdidas que resultan del sistema económico actual. Con nosotros, en cambio, la vieja base económica ha sido, como Ud. sabe, destruida, y en su lugar fue creada una base económica nueva, completamente diferente. Aunque los americanos, a los que alude, alcanzaran su meta en parte, es decir, si lograsen limitar las pérdidas a un mínimo, no eliminarían las raíces de la anarquía inherente al sistema capitalista. Protegen el sistema económico que origina, forzosa e inevitablemente, anarquía de la producción. Para ellos no se trata, por lo tanto, de una reorganización de la sociedad, de abolir el viejo sistema social, del cual nacen la anarquía y las crisis, sino, a lo sumo, de restringir determinadas desventajas, de restringir determinados abusos. Subjetivamente, los americanos tal vez tengan la opinión de estar reorganizando la sociedad; pero objetivamente protegen la base actual de la sociedad. Por eso, objetivamente no habrá ninguna reorganización de la sociedad. Y tampoco una economía planificada. ¿Qué es la economía planificada? ¡Veamos algunas de sus cualidades! La economía planificada tiene como meta abolir la desocupación. Supongamos, que manteniendo el sistema capitalista, fuese posible limitar la desocupación a un cierto mínimo. Con seguridad, ningún capitalista aprobaría la eliminación total de la desocupación, la abolición del ejército de reserva de desocupados que está destinado a ejercer presión sobre el mercado de trabajo, y constituye una garantía de mano de obra barata. Ahí tiene Ud. una de las contradicciones de la "economía planificada" de la sociedad burguesa. ¡Sigamos! Economía planificada significa, impulsar la producción en aquellas ramas industriales, cuyos bienes son de especial importancia para la masa del pueblo. Pero Ud. sabe que, en el capitalismo, la ampliación de la producción se lleva a cabo de acuerdo a reglas totalmente diferentes, que el capital afluye a aquellos sectores económicos, en los que el pago de utilidades sea mayor. Nunca podrá Ud. inducir a un capitalista a que se inflinja pérdidas a sí mismo, y a que se contente con un pago de utilidades más bajo, para satisfacer las necesidades del pueblo. Sin que desaparezcan los capitalistas, sin que sea abolido el principio de la propiedad privada de los medios de producción, es imposible edificar una economía planificada.
Wells: Estoy de acuerdo con Ud. en muchos sentidos. Pero quisiera realzar, que, al decidirse un país entero por el principio de la economía planificada, al comenzar el gobierno lentamente, paso a paso, a imponer ese principio consecuentemente, al final habrá desaparecido la oligarquía financiera, y se habrá alcanzado el socialismo, en el sentido anglosajón de la palabra. El efecto que parte de las ideas "New-Deal" de Roosevelt es extraordinariamente fuerte para mí, esas ideas son socialistas. Me parece que en vez de acentuar el contraste entre ambos mundos, deberíamos aspirar a encontrar un lenguaje común para todas las fuerzas constructivas.
Stalin: Al hablar de la imposibilidad de realizar los principios de la economía planificada, manteniendo al mismo tiempo la base económica del capitalismo, no quiero, en lo más mínimo, rebajas las excepcionales facultades personales de Roosevelt, su iniciativa, su valor y su fuerza de decisión. Indudablemente, Roosevelt es, entre todos los líderes del mundo capitalista de hoy, uno de los personajes más vigorosos y sobresalientes. Por eso quisiera volver a acentuar una vez más, que mi convicción acerca de la imposibilidad de la economía planificada bajo condiciones capitalistas no significa que ponga en duda las facultades personales, el talento y el valor del presidente Roosevelt. Pero si las circunstancias no lo permiten, el líder más dotado de clarividencia no puede alcanzar el objetivo del cual Ud. habla. En un sentido puramente teórico, por supuesto no queda excluida la posibilidad de acercarse, bajo las condiciones del capitalismo, paulatina y gradualmente a la meta que Ud. llama "socialismo en el sentido anglosajón de la palabra". Pero ¿qué clase de socialismo será ese? A lo sumo refrenaría a los representantes individuales más desvergonzados del capital y aplicaría el principio de la intervención en la economía nacional en un campo algo más amplio. Todo muy bien. Pero tan pronto Roosevelt o cualquier otro líder del mundo burgués de hoy, quiera is más allá, y quiera seriamente atacar las bases del capitalismo, irremediablemente sufrirá un fracaso rotundo. Los bancos, la industria, las grandes empresas, las grandes grajas agrícolas no le pertenecen a Roosevelt. Sin excepción son propiedad privada. El ferrocarril, la flota mercante, todo esto está en manos de propietarios privados. Y, finalmente, aún el ejército de obreros calificados, de ingenieros, de técnicos no está bajo el mando de Roosevelt, sino bajo el mando de propietarios privados: toda esta gente, sin excepción, trabaja para propietarios privados. Tampoco nos debemos olvidar de la función del Estado en el mundo burgués. El Estado es una institución que organiza la defensa del país y mantiene el "orden"; es una máquina para la recaudación de impuestos. El Estado capitalista no tiene mucho que ver con la economía en el sentido propio de la palabra; ésta no se encuentra en manos del Estado. Al contrario, el Estado está en manos de la economía capitalista. Justamente por eso, Roosevelt, a pesar de toda su energía, me temo que no logrará el fin señalado por Ud., siempre suponiendo que esté, efectivamente, persiguiendo tal fin. Tal vez sea posible, dentro de algunas generaciones, aproximarse un poco más a esa meta; personalmente, sin embargo, creo que ni siquiera eso es muy probable. Wells: Quizá esté yo más convencido de una interpretación económica de la política que Ud. Los inventos y la ciencia moderna han producido poderosas fuerzas que impulsan hacia una mejor organización, un mejor funcionamiento de la sociedad, es decir, al socialismo. Organización y regulación de la actividad individual se han convertido, por encima de toda teoría social, en necesidades mecánicas. Si empezamos por el control estatal de los bancos, y, en un segundo paso, ampliamos el control hasta incluir la industria pesada, luego la industria entera, el comercio, etc., entonces este control, que lo abarca todo, equivaldrá a la propiedad estatal de todas las ramas de la economía nacional. Este será el proceso de socialización. Socialismo e individualismo no son contrarios como blanco y negro. Hay muchas gradaciones. Existe un individualismo que raya en el bandolerismo, y existen una disciplina y una organización, que son equivalentes al socialismo. La introducción de la economía planificada depende, en gran parte, de los organizadores de la economía, de la inteligencia técnica bien formada, que poco a poco puede ser ganada para los principios de organización socialista. Esto es lo que importa. Pues organización viene antes que socialismo. Es el factor más importantes. Sin organización, la idea del socialismo queda siendo una simple idea.
Stalin: Entre el individuo y el colectivo, entre los intereses del individuo y los de la comunidad, no existen antagonismos incompatibles, o por lo menos no deberían de existir. No deberían de existir, ya que el colectivismo, el socialismo, no niega los intereses individuales, sino que, al contrario, los une con los intereses del colectivo. El socialismo no puede separarse de los intereses individuales. Sólo la sociedad socialista puede satisfacer al máximo estos intereses personales. Más aún: Sólo la sociedad socialista puede intervenir con decisión a favor de los intereses del individuo. En este sentido, no existen antagonismos incompatibles entre "individualismo" y socialismo.  Pero ¿podemos negar los antagonismos entre las clases, entre la clase poseedora, la clase de los capitalistas; y la clase trabajadora, el proletariado? De un lado tenemos la clase poseedora, a la cual le pertenecen los bancos, las fábricas, las minas, los medios de transporte, las plantaciones en las colonias. Esa gente no ve más que su propio interés: quiere lucros. No se somete a la voluntad del colectivo; intenta subordinar todo lo colectivo a su voluntad. Por otro lado, tenemos a la clase de los pobres, la clase explotada, a la cual no le pertenecen ni fábricas, ni empresas, ni bancos, que, para poder vivir, está forzada a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, y que carece de la posibilidad de satisfacer sus necesidades más elementales. ¿Cómo armonizar intereses y aspiraciones tan contrarios? A mi parecer Roosevelt no logró encontrar el camino hacia la reconciliación de estos intereses. Eso es también imposible, como lo demuestra la experiencia. Por supuesto Ud. conoce la situación en los Estados Unidos mejor que yo, pues nunca he estado allí y me informo acerca de las condiciones americanas, principalmente por medio de la literatura. Pero tengo alguna experiencia en la lucha por el socialismo, y esta experiencia me dice, que Roosevelt, si realmente tratara de servir a los intereses de la clase obrera a costa de la clase capitalista, será substituido, de parte de esa clase capitalista, por otro presidente. Los capitalistas dirán: los presidentes van y vienen, mas nosotros no nos vamos, si tal o cual presidente no representa nuestros intereses, nos buscaremos otros. ¿Qué puede, a fin de cuentas, oponer el presidente a la voluntad de la clase capitalista?
Wells: Me opongo a esa simplificada subdivisión de la humanidad en pobres y ricos. Desde luego que existe una categoría de gente, que sólo persigue afanosamente el lucro propio. Pero ¿acaso no se le ve a esta gente como a una plaga, en el oeste tanto como aquí? ¿No existe mucha gente en el oeste, para la cual el beneficio no es ninguna meta en sí, que dispone de ciertos medios financieros, que quiere invertir y costear el sustento de estas inversiones, sin que vean en esto su meta principal? Ven en las inversiones una necesidad desagradable. ¿Acaso no existen muchos ingenieros capaces, que cumplen con su deber, organizadores de la economía, que encuentran el acicate para su actividad en otra cosa que no sea el lucro? A mi parecer existe una clase numéricamente fuerte de gente capacitada, que admite que el sistema actual es insatisfactorio, y que jugará un papel importante aún en la sociedad capitalista del futuro. Durante los últimos años he pugnado mucho, he pensado mucho acerca de la necesidad de hacer propaganda por el socialismo y el cosmopolitismo en amplios círculos de los ingenieros, los pilotos, los empleados técnico-militares. Carece de sentido querer acercarse a esos círculos con una propaganda de una simple lucha de clases. Esa gente comprende, en qué estado se encuentra el mundo. Comprende que es un maldito caos, pero el simple antagonismo de la lucha de clases de Ud., lo toma como algo disparatado.
Stalin: Ud. se contrapone a la subdivisión simplificada de la humanidad en pobres y ricos. Naturalmente, existe una capa media; existe la inteligencia técnica a la que se refirió, y existen personas muy buenas y muy honestas en ella. También existen, en ella, personas deshonestas y malas. Generalmente Ud. encuentra aquí todo tipo de gente. Pero antes que nada la humanidad se divide en pobres y ricos, en poseedores y explotados, y apartar la vista de esta división fundamental, significa apartar la vista del hecho fundamental. Yo no niego la existencia de capas medias, intermedias, que se puedan poner del lado de una, o de otra de las dos clases combatientes, o que se mantengan en una posición neutral en esta lucha. Pero repito, apartar la vista de esta división fundamental de la sociedad, o de la lucha fundamental entre las dos clases principales significa cerrar los ojos ante los hechos. Esta lucha se está librando y se seguirá librando. Cómo termine la lucha, depende del proletariado, de la clase obrera.
Wells: Pero ¿no existe mucha gente, que no es pobre, y sin embargo trabaja, trabaja productivamente?
Stalin: Naturalmente que hay pequeños propietarios de tierra, artesanos, pequeños comerciantes; pero el destino de un país no depende de esa gente, sino de las masas trabajadoras que producen todo aquello que la sociedad necesita.
Wells: Pero tendrá que reconocer que existen géneros de capitalistas que difieren mucho entre sí. Hay capitalistas que sólo piensan en el lucro, sólo piensan en hacerse ricos; pero también hay quienes están dispuestos a hacer sacrificios. Tome por ejemplo al viejo Morgan. Sólo pensaba en el lucro; era sencillamente un parásito de la sociedad; sólo acumulaba posesiones. Pero tome a Rockefeller. Era un organizador brillante; ha demostrado de manera ejemplar cómo se debe organizar la explotación del petróleo. O tome a Ford. Desde luego que Ford busca el beneficio propio. ¿Pero no es también un organizador apasionado de la racionalización en la producción, del cual Ud. aprende? Quiero señalar que en los últimos tiempos se ha producido un cambio importante en la actitud de los países de habla inglesa con respecto a la URSS. La causa de esto hay que buscarla en la posición de Japón y en los acontecimientos en Alemania. Pero al lado de eso existen otras razones que no tiene su origen en la política internacional. Existe una causa más profunda, y está, justamente, en que mucha gente se va dando cuenta de que el sistema basado en el lucro privado se está derrumbando. Bajo estas circunstancias me parece que no debemos poner el antagonismo entre ambos mundos en primer plano, sino que nos deberíamos esforzar por unificar todas las corrientes constructivas, todas las fuerzas constructivas, en la medida de lo posible, en una línea. Tengo la impresión, de que mi posición es más izquierdista que la suya, Sr. Stalin, creo que el viejo sistema está más cercano a su fin de lo que Ud. cree.
Stalin: Al hablar de capitalistas, que sólo buscan el lucro, sólo buscan la riqueza, no estoy queriendo decir que esa gente no tenga ningún valor y que no sirva para nada más. Muchos de ellos disponen, sin duda, de grandes capacidades organizativas, que no pretendería negar ni soñando. No es poco lo que los hombres de la Unión Soviética aprendemos de los capitalistas. Y Morgan, al cual caracteriza de modo tan desventajoso, fue indudablemente, un organizador bueno ya capaz. Pero si habla de gente resuelta a crear un mundo nuevo, por cierto que no la encontrará en las filas de aquellos que sirven fielmente a la causa del lucro. Nosotros y ellos estamos en dos polos opuestos.  Ud. ha mencionado a Ford. Desde luego que es un organizador capaz de la producción. ¿Pero no conoce su actitud para con la clase obrera? ¿No sabe a cuántos obreros lanza a la calle? El capitalista está encadenado al lucro, y ningún poder del mundo lo puede arrancar de allí. El capitalismo no es eliminado por los organizadores de la producción, por la inteligencia técnica, sino por la clase obrera, porque las capas que mencionamos no tienen un papel autónomo. El ingeniero, el organizador de la producción, no trabaja como él quiere, sino como debe, trabaja de una manera que sirve a los intereses de su patrón. Desde luego que hay excepciones; hay hombres en esa capa que han despertado del delirio capitalista. En determinadas condiciones, la inteligencia técnica puede lograr milagros y prestar grandes servicios a la humanidad. Pero también puede causar grandes daños. No es poca la experiencia que tenemos los hombres de la Unión Soviética con la inteligencia técnica. Después de la Revolución de Octubre, una determinada parte de la inteligencia técnica se negó a colaborar en la construcción de la nueva sociedad; se resistía a este trabajo de construcción y lo saboteaba. Hicimos todo lo que pudimos para integrar a la intelectualidad técnica a este trabajo constructivo; lo intentamos de una manera y de otra. Pasó mucho tiempo antes de que nuestros intelectuales preparados se encontraran dispuestos a apoyar el nuevo sistema activamente. Hoy, lo mejor de esta intelectualidad técnica está en la línea más avanzada de aquellos que construyen la sociedad socialista. Partiendo de estas experiencias, estamos muy lejos de subestimar tanto los buenos como los malos lados de esta intelectualidad; sabemos que, de un lado, puede causa daño, del otro, puede lograr "milagros". Naturalmente , las cosas serían diferentes, si fuese posible arrancar a la intelectualidad, de un solo golpe, del mundo capitalista. Pero eso es utópico. ¿Hay entre la intelectualidad técnica, muchos que osarían romper con el mundo burgués e intervenir a favor de la edificación de una nueva sociedad? ¿Cree Ud. que haya mucha gente de ese tipo, digamos, en Inglaterra o en Francia? No, son sólo pocos, los que estarían dispuestos a separarse de sus patronos y empezar con la construcción de un nuevo mundo. Además, ¿podemos ignorar el hecho que, para cambiar el mundo, se tiene que estar en posesión del poder político? Me parece, Sr. Wells, que subestima mucho la cuestión del poder político, que esta pregunta, en su concepción, no está considerada en absoluto. ¿Qué puede hacer esa gente, aún con las mejores intenciones del mundo, si no está en condiciones de plantearse la pregunta del poder, y no está, ella misma, en posesión del poder? En el mejor de los casos, puede apoyar a la clase que tome el poder, pero no puede cambiar el mundo por su propia fuerza. Eso sólo lo puede hacer una clase mayoritaria, que se pone en el lugar de la clase capitalista, y se convierte, en vez de ésta, en dirigente. Esta clase, es la clase obrera. Desde luego que hay que aceptar la ayuda de la intelectualidad técnica; y, en sentido inverso, hay que ayudarle a ella. Pero no se debe creer, que la intelectualidad técnica fuese capaz de jugar un papel histórico autónomo. La transformación del mundo es un proceso grande, complicado y penoso. Esta gran tarea exige una gran clase. Sólo grandes barcos emprenden largos viajes.
Wells: Sí, pero para emprender un viaje largo, se necesita un capitán y un timonel.
Stalin: Eso es correcto, pero lo primero que se necesita para un viaje largo, es un barco grande. ¿Qué es un timonel sin barco? Nada.
Wells: El barco grande es la humanidad, no una clase.
Stalin: Ud., Sr. Wells, por lo visto parte de la suposición, de que todos los hombres son buenos. Yo, mientras tanto, no olvido que también existen muchos hombres malos. No creo en la virtud de la burguesía.
Wells: Recuerdo la situación de la intelectualidad hace algunas décadas. En aquel entonces, la intelectualidad técnica era numéricamente pequeña, pero había mucho que hacer, y cada ingeniero tenía, técnica e intelectualmente, su oportunidad. Por eso, la intelectualidad técnica era la clase menos revolucionaria. Hoy, mientras tanto, hay intelectuales técnicos de sobra, y su mentalidad ha cambiado muy marcadamente. El hombre con formación profesional, que antes jamás habría prestado atención a discursos revolucionarios, ahora se interesa mucho por ellos. Recientemente estuve en una cena de la Royal Society, nuestra gran sociedad científica inglesa. El discurso del presidente fue una intervenciOn en defensa de la planificación social y del control científico. Hoy, el hombre que está al frente de la Royal Society, sostiene ideas revolucionarias e insiste en una reorganización científica de la sociedad humana. Su propaganda de guerra de clases no ha podido adaptarse al paso de este desarrollo. El pensar humano cambia.
Stalin: Ya lo sé, sí, y la explicación de esto hay que buscarla en el hecho de encontrarse la sociedad capitalista en una callejón sin salida. Los capitalistas buscan un camino que los conduzca fuera de este callejón sin salida, que sea compatible con el prestigio de esta clase, con los intereses de esta clase, pero no lo encuentran. Podrán salirse un corto trecho fuera de la crisis, gateando con pies y manos en el suelo, pero no pueden encontrar un camino que les posibilite salir con la cabeza erguida, un camino que no atentara fundamentalmente contra los intereses del capitalismo. Esto se comprende, naturalmente, en amplios círculos de la intelectualidad técnica. Una gran parte de esos hombres empieza a comprender la comunidad de intereses con la clase que es capaz de mostrar una escapatoria al callejón sin salida.
Wells: Si hay alguien que entienda algo de la revolución, del lado práctico de la revolución, es Ud., Sr. Stalin. ¿Acaso se han sublevado alguna vez las masas? ¿No es una verdad innegable, que todas las revoluciones son hechas por una minoría?
Stalin: Para hacer una revolución, es menester una minoría revolucionaria dirigente; pero la minoría más capacitada, más abnegada, y más enérgica, quedaría desvalida, si no pudiese basarse en el apoyo, por lo menos pasivo, de millones.
Wells: ¿Por lo menos pasivo? ¿Tal vez subconsciente?
Stalin: En parte también el apoyo semiinstintivo, y semiconsciente, pero sin el apoyo de millones aún la mejor minoría sería impotente.
Wells: Al observar la propaganda comunista en el oeste, tengo la impresión, que esa propaganda, en vista de la situación actual, suena muy atrasada, pues es propaganda para la insurrección. Propaganda a favor del derrocamiento del sistema social por la violencia, fue buena y justa, cuando iba dirigida contra una tiranía. Pero en las condiciones actuales, derrumbándose solo el sistema de todos modos, se debería de atribuir importancia al rendimiento, a la eficacia, a la productividad, y no a la sublevación. Yo encuentro, que el tono de sublevación es un tono falso. La propaganda comunista en el oeste es una contrariedad para los hombres de mentalidad constructiva.
Stalin: Naturalmente, el viejo sistema se derrumba y se pudre. Correcto. Pero también es correcto, que se están haciendo nuevos esfuerzos, para, con otros métodos, con todos los medios, proteger este sistema moribundo, y salvarlo. Ud. saca una conclusión errónea de una premisa correcta. Con razón afirma, que el viejo mundo se derrumba. Pero se equivoca, si cree, que se derrumba por sí solo. No, la sustitución de un sistema social por otro es un proceso revolucionario, largo y penoso. No es un proceso espontáneo simplemente, sino una lucha: es un proceso que se lleva a cabo en el choque de las clases. El capitalismo se pudre, pero no se le puede comparar sencillamente con un árbol, que esté tan corrompido, que tiene que caer a tierra por sí solo. No, la revolución, el relevo de un sistema por otro, ha sido siempre una lucha, una lucha penosa y cruel, una lucha de vida o muerte. Y cada vez que los hombres del mundo nuevo llegaron al poder, tuvieron que defenderse de los intentos del mundo viejo de restaurar el viejo orden por la violencia; estos hombres del mundo nuevo siempre han tenido que estar en guardia, siempre dispuestos a rechazar los ataques del mundo viejo al nuevo sistema. Sí, tiene razón al decir que se derrumba el viejo sistema social; pero no se derrumba por sí mismo. Tome por ejemplo el fascismo. El fascismo es una fuerza reaccionaria que, utilizando la violencia, intenta conservar el viejo mundo. ¿Qué quiere hacer con los fascistas? ¿Discutir con ellos? ¿Tratar de convencerlos? Pero así, con ellos, no se logra ni lo más mínimo. Los comunistas no glorifican, de ninguna manera, la aplicación de la violencia. Pero ellos, los comunistas, no tienen la intención de dejarse sorprender, no se pueden fiar de que el viejo mundo se saldrá del escenario voluntariamente, ven, que el viejo sistema se defiende por la violencia y, por eso mismo, los comunistas le dicen a la clase obrera: ¡Contestad a la violencia con la violencia, haced todo lo que esté en vuestras fuerzas para impedir que os aplaste el viejo orden moribundo, no dejéis que os aten las manos, aquellas manos, con las que derribaréis el viejo sistema! Ud. ve, por lo tanto, que los comunistas no consideran la sustitución de un sistema social por otro simplemente como un proceso espontáneo y pacífico, sino como un proceso complicado, largo y violento. Los comunistas no pueden cerrar los ojos ante los hechos.
Wells: Pero mire lo que está sucediendo en el mundo capitalista. Esto no es, simplemente, un colapso, es un estallido de violencia reaccionaria, que termina en el bandolerismo. Y a mi parecer, los socialistas pueden, cuando se da un conflicto con la violencia reaccionaria e inepta, acudir a la ley, y en vez de considerar a la policía como su enemigo, deberían apoyarla en su lucha contra los reaccionarios. Creo que carece de sentido operar con los métodos del viejo y rígido socialismo de insurrecciones.
Stalin: Los comunistas se basan en ricas experiencias históricas; esas experiencias enseñan, que una clase agotada no abandona el escenario voluntariamente. Piense en la historia de Inglaterra en el siglo XVII. ¿No decían en aquel entonces muchos que el viejo sistema social estaba podrido? Pero, a pesar de ello, ¿no fue necesario un Cromwell para anonadarlo por la fuerza?
Wells: Cromwell operaba sobre la base de la constitución, y en nombre del orden constitucional.
Stalin: ¡En nombre de la constitución ejerció violencia, hizo ejecutar al rey, disolvió y esparció el parlamento, hizo encarcelar o decapitar gente! O tome un ejemplo de la historia de mi país. ¿No estaba claro hace mucho, que se pudría, se desplomaba el sistema zarista? Pero ¿cuánta sangre tuvo que ser derramada aún, para abatirlo? ¿Y la Revolución de Octubre? ¿No hubo muchos que veían con toda claridad, que solamente nosotros, los bolcheviques, señalábamos una salida? ¿No estaba claro que el capitalismo ruso estaba podrido? Pero Ud. sabe cuán fuerte fue la resistencia, cuánta sangre tuvo que ser derramada para defender la Revolución de Octubre contra todos sus enemigos, en el interior y en el extranjero. O tome a Francia a finales del siglo XVIII. Mucho tiempo antes de 1789 ya estaba claro, cuán podrido estaba el poder del rey, cuán podrido estaba el sistema feudal. Sin embargo, aquello no pudo llevarse a cabo sin un levantamiento popular, un choque de las clases. ¿Por qué? Porque aquellas clases que tienen que abandonar el escenario de la historia, son las últimas en creer que su juego se ha acabado. Es imposible convencerlas de ello. Creen, que las grietas en la putrefacta estructura del viejo orden podrían ser remendadas, que la estructura tambaleante del viejo orden podría ser arreglada y salvada. Por eso mismo, las clases que están hundiéndose, acuden a las armas y se valen de cualquier medio, para mantenerse como clase dominante.
Wells: ¿Pero acaso la Gran Revolución francesa no fue encabezada por algunos abogados?
Stalin: Estoy lejos de querer menoscabar el papel de la inteligencia en movimientos revolucionarios: Pero ¿fue la Gran Revolución francesa una revolución de abogados, o una revolución del pueblo, que logró la victoria movilizando a amplias masas populares para la lucha contra el feudalismo, y defendiendo los intereses del Tercer Estado? ¿Y actuaron los abogados entre los dirigentes de la Gran Revolución francesa de acuerdo a las leyes del viejo orden? ¿No introdujeron un derecho nuevo, burgués-revolucionario? Ricas experiencias históricas enseñan que hasta hoy ninguna clase se ha retirado para hacerle lugar a otra voluntariamente. Esto, en la historia no tiene precedente. Los comunistas han aprendido esta lección histórica. Los comunistas celebrarían que la burguesía se retirase voluntariamente. Pero tal giro de las cosas es, como sabemos por experiencia, improbable. Por eso, los comunistas están prevenidos para lo peor, y se dirigen a la clase obrera con el llamamiento de estar alerta y preparada para la lucha. ¿De qué vale un dirigente que adormece la vigilancia de su ejército, un dirigente que no comprende que el enemigo no va a capitular, que tiene, que tiene que ser destruido? Quien, como dirigente, actúa de tal manera, engaña, traiciona a la clase obrera. Esta es la razón por la cual opino, que aquello que a Ud. la parece atrasado, para la clase obrera es, en realidad, una norma para la actividad revolucionaria.
Wells: No niego que sea necesario hacer uso de la violencia, pero sí es mi opinión, que las formas de lucha deberían ser concertadas como mejor se pueda, con las posibilidades que ofrecen las leyes existentes dignas de ser defendidas contra ataques reaccionarios. No hay ninguna necesidad de desorganizar el sistema viejo, ya que éste, tal como están las cosas, se va desorganizando por sí solo. Por eso, la sublevación contra el orden viejo, contra la ley, me parece anticuada y superada por el desarrollo. Estoy, dicho sea de paso, exagerando conscientemente, para que la verdad se haga visible de modo más claro. Puedo formular mi punto de vista de la siguiente manera: primero, estoy a favor del orden; segundo, ataco al sistema existente en tanto que no puede garantizar el orden; tercero, temo que la propaganda a favor de la guerra de clases vaya a alejar del socialismo justamente a aquellas personas cultas, que el socialismo necesita.
Stalin: Si se quiere lograr un gran objetivo, un objetivo social importante, se precisa una fuerza central, un baluarte, una clase revolucionaria. Como próximo paso, es necesario organizar el apoyo de esta fuerza central por parte de fuerzas auxiliares; en este caso, dicha fuerza auxiliar es el Partido, al cual están afiliadas también las mejores fuerzas de la inteligencia. Ud. acaba de hablar de "personas cultas". Pero ¿en qué personas cultas pensaba? En Inglaterra durante el siglo XVII, en Francia a fines del siglo XVIII, y en Rusia durante la época de la Revolución de Octubre, ¿no estaban muchas personas del lado del viejo orden? El viejo orden tenía a su servicio a muchas personas sumamente cultas, que defendían el viejo orden, que combatían el nuevo orden. La cultura es un arma, cuyo efecto depende de qué mano la haya forjado, qué mano la dirija. Por supuesto, el proletariado necesita personas sumamente cultas. Ciertamente; los ingenuos no pueden ser de ninguna ayuda para el proletariado en su lucha por el socialismo, en la edificación de una nueva sociedad. No subestimo el rol de la inteligencia; al contrario, lo subrayo. Pero la pregunta es la siguiente: ¿de qué inteligencia estamos hablando? Porque hay diferentes tipos de inteligencia.
Wells: No puede haber revolución sin cambios radicales en la instrucción pública. Basta citar dos ejemplos: el ejemplo de la República alemana, que no tocó el viejo sistema educacional, y que por eso nunca se convirtió en República; y el ejemplo del Labour Party inglés, que no tiene la intención de insistir en una transformación radical de la instrucción pública.
Stalin: Muy acertado. Permítame ahora responder a sus tres puntos. Primero: Lo más importante para la revolución es la existencia de un baluarte social. Tal baluarte social es la clase obrera. Segundo: se precisa de una fuerza auxiliar, aquello, que los comunistas llaman Partido. Al Partido está afiliada la inteligencia obrera, y aquellos elementos de la inteligencia técnica que están estrechamente ligados a la clase obrera. La inteligencia se fuerte solamente, si se une con la clase obrera. Si se contrapone a la clase obrera, se convierte en una simple cifra. El nuevo poder político crea las nuevas leyes, el nuevo orden, el cual es un orden revolucionario. Yo no estoy a favor del orden sin más ni más. Yo estoy a favor de un orden que corresponda a los intereses de la clase obrera. Por supuesto, si algunas leyes del viejo orden pueden ser utilizadas en interés de la lucha por un orden nuevo, esto debería de hacerse. No tengo objeciones contra su postulación de que el sistema actual debería ser atacado, en tanto que no puede garantizar el orden necesario para el pueblo. Y, finalmente, está equivocado si cree que los comunistas están enamorados de la violencia. Con todo gusto renunciarían a la aplicación de violencia, si la clase dominante estuviera dispuesta a cederle su lugar a la clase obrera. Pero la experiencia histórica indica lo contrario de tal suposición.
Wells: Aunque también es cierto, que la historia de Inglaterra conoce un caso, en que una clase le dejara el poder a otra clase voluntariamente. En el periodo entre 1830 y 1870, la aristocracia, que en las postrimerías del siglo XVIII tuvo aún una influencia considerable, voluntariamente, sin lucha seria, le cedió el poder a la burguesía, lo cual fue una de las causas para el sentimental mantenimiento de la monarquía. En lo sucesivo, esta transferencia del poder condujo a que erigiera su dominio la oligarquía financiera.
Stalin: Pero Ud. se ha pasado imperceptiblemente de cuestiones de la revolución a cuestiones de la reforma. Eso no es lo mismo. ¿No opina que el movimiento cartista tuvo gran significado para las reformas en la Inglaterra del siglo XIX?
Wells: Los cartistas poco hicieron, y desaparecieron sin dejar huellas.
Stalin: No comparto su opinión. Los cartistas, y el movimiento huelguístico organizado por ellos, tuvieron un papel importante; obligaron a las clases dominantes a una serie de concesiones con respecto al derecho de sufragio, con respecto a la abolición de los llamados "distritos electorales corrompidos", con respecto a algunos puntos de la "Carta". El cartismo jugó un rol histórico de no poca importancia y obligó a una parte de las clases dominantes, a menos que hubiese querido tolerar continuas conmociones, a hacer ciertas concesiones, ciertas reformas. En general cabe decir que las clases dominantes de Inglaterra, la aristocracia tanto como la burguesía, se han mostrado desde el punto de vista de sus intereses de clase, del punto de vista del afianzamiento de su poder, ser las más hábiles, las más flexibles en comparación con todas las otras clases dominantes. Tome, digamos, un ejemplo de la historia de nuestros días -la huelga general en Inglaterra, en el año 1926. En caso de semejante acontecimiento, a saber, que el Consejo general de los sindicatos dé la orden de huelga, cualquier otra burguesía hubiese, en primer lugar, hecho detener a los dirigentes sindicales. No así la burguesía británica, que con ello actuó de manera absolutamente inteligente, desde el punto de vista de sus propios intereses. No me imagino que la burguesía de los Estados Unidos, de Alemania o de Francia hubiese aplicado una estrategia tan flexible. Para mantener su dominio, las clases dominantes de Gran Bretaña no han rehusado nunca hacer pequeñas concesiones, o reformas. Pero sería un error tomar estas reformas por revolucionarias.
Wells: Ud. Tiene una opinión más favorable de las clases dominantes de mi país que yo. Pero ¿existe gran diferencia entre una pequeña revolución y una gran reforma? ¿Acaso una reforma no es una pequeña revolución?
Stalin: A consecuencia de la presión desde abajo, de la presión de las masas, la burguesía puede, manteniendo el sistema socio-económico reinante, ocasionalmente conceder determinadas reformas parciales. Al actuar así, calcula que esas concesiones son necesarias para mantener su dominio de clase. Es pues, por este motivo, imposible caracterizar una reforma como revolución. Por ello, no hemos de esperar ningún cambio del sistema social que se realice como imperceptible transición de un sistema a otro, por vía de reformas, a través de concesiones de la clase dominante.
Wells: Le agradezco mucho por esta conversación, que para mí ha tenido una gran importancia. Cuando me estuvo explicando diversos puntos, posiblemente haya recordado el pasado, cuando en los círculos ilegales antes de la revolución, solía explicar los fundamentos del socialismo. Hay actualmente sólo dos personas sobre la tierra, cuya opinión, cuya más mínima declaración es escuchada todavía por millones -de Ud. y Roosevelt. Otros, que prediquen cuanto quieran; lo que digan no será impreso ni tenido en cuenta. Aún no puedo apreciar, cuánto ha sido logrado en su país. Pero he visto ya las caras contentar de hombres y mujeres sanos, y sé, que algo muy significativo se está realizando aquí. La diferencia, en comparación con 1920, es asombrosa.
Stalin: Mucho más se hubiera podido conseguir, si los bolcheviques hubiésemos sido más inteligentes.
Wells: No, si los seres humanos fuésemos más inteligentes. Sería una buena cosa inventar un plan quinquenal para la reconstrucción del cerebro humano, pues obviamente le faltan muchas cosas imprescindibles para un orden social perfecto.
Stalin: ¿Piensa quedarse aquí para el Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos?
Wells: Desafortunadamente tengo varios compromisos, y me puedo quedar sólo por una semana en la URSS. Vine con el deseo de hablar con Ud. y estoy muy contento con nuestra charla. Pero, con los escritores, con los que pueda encontrarme, pienso hablar de la posibilidad de sus afiliación al PEN-Club. Es ésta una organización internacional de escritores, que fue fundada por Galsworthy; después de morir él, yo me convertí en su presidente. La organización es aún débil, pero tiene grupos de afiliados en muchos países, y, lo cual es aún más importante, la prensa informa muy detalladamente acerca de los discursos de sus miembros. Su principio es la libre manifestación de opiniones -también de opiniones contrarias. Espero poder discutir este punto con Gorki. No sé, si aquí ya se está preparado para tanta libertad...
Stalin: Los bolcheviques llamamos a eso "autocrítica". Se acostumbra en toda la URSS. Si Ud. deseara alguna cosa, yo le podría ayudar con voluntarios.
Wells: Le estoy muy agradecido.
Stalin: Yo le agradezco por la entrevista.
Bolchevik, número 17, 1934

jueves, 27 de octubre de 2011

Los falsificadores de la historia Nota soviética (febrero de 1948)



Nada más acabar la terrorífica II Guerra Mundial, los imperialistas siguieron acosando a la URSS y para ello desplegaron toda una batería de calumnias y manipulaciones equiparándola al III Reich. A fin de desenmascarar las mentiras, la diplomacia soviética emitió en 1948 esta Nota que publicamos por primera vez traducida al castellano.

A finales de febrero de 1948, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en colaboración con los Ministerios de Asuntos Exteriores de Inglaterra y Francia, publicó una recopilación de informes y de diferentes extractos de las notas de los funcionarios hitlerianos y dio a esta recopilación el titulo de Relaciones soviético-nazis durante los años 1939-1941.

Tal y como se destaca en el Prefacio de esta recopilación, en el verano de 1946, los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia se pusieron de acuerdo para publicar los documentos de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania, correspondientes a los años comprendidos entre 1918 y 1945, incautados en Alemania por las autoridades americanas e inglesas. Debemos mencionar que en la recopilación publicada sólo se han incorporado los materiales de los años 1939 a 1941, mientras que el Departamento de Estado no ha incluido en dicha recopilación los materiales de los años precedentes y, en particular, los correspondientes al periodo de Munich, con lo que permanecen ocultos a la opinión pública mundial. Este hecho, sin duda alguna, no es casual, responde a objetivos que no tienen nada en común con una concepción objetiva y concienzuda de la verdad histórica.

Para justificar ante los ojos de la opinión pública la publicación unilateral de esta recopilación de notas de funcionarios hitlerianos no verificadas o falsificadas a placer, la prensa anglo-americana dio una explicación inventada totalmente; según ésta los rusos habrían rechazado la proposición de Occidente de publicar conjuntamente un informe completo sobre la diplomacia nazi. Esta declaración de círculos anglo-americanos NO SE CORRESPONDE CON LA REALIDAD.

El gesto unilateral de los anglosajones

De hecho, las cosas sucedieron de la siguiente manera: dadas las noticias aparecidas en la prensa extranjera en el verano de 1945 sobre la prelación en Inglaterra de la publicación de documentos incautados en Alemania, el Gobierno soviético se dirigió al gobierno de Gran Bretaña insistiendo para que los expertos soviéticos tomaran parte en el examen conjunto de los materiales alemanes incautados por las tropas anglo-americanas. El Gobierno soviético consideraba inadmisible que se publicaran tales documentos sin un acuerdo previo y, al mismo tiempo, no podía asumir la responsabilidad de la publicación de estos documentos sin una objetiva y minuciosa verificación ya que, sin esas elementales condiciones, la publicación de los materiales en cuestión sólo podía generar una agravación de las relaciones entre los Estados miembros de la coalición anti-hitleriana.

Ahora bien, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Inglaterra DECLINÓ LA PROPOSICIÓN SOVIÉTICA, alegando que era prematura la cuestión planteada por el Gobierno soviético en relación con un intercambio de las copias incautadas de documentos hitlerianos.

Se sabe también que, el 6 de septiembre de 1945, la delegación americana junto a la Dirección Política del Consejo de Control en Alemania presentó su proyecto de instrucciones sobre la forma de proceder con los archivos y documentos alemanes. Este proyecto preveía el establecimiento de un único procedimiento para toda Alemania para la conservación y colección de los archivos, así como para el derecho a acceder a ellas por parte de los representantes de los Estados miembros de la Organización de Naciones Unidas. Estaba igualmente prevista la posibilidad de hacer copias de los documentos y publicarlos. La Dirección Política examinó esta propuesta durante cuatro sesiones.

Pero, a petición de los ingleses y americanos, la decisión se aplazó con el pretexto de que no tenían instrucciones; después, tras la declaración del representante americano que decía que el Gobierno de los Estados Unidos preparaba una nueva propuesta y rogaba que se declarara nulo el proyecto presentado, esta cuestión se retiró del orden del día de la Dirección Política.

Así, la declaración según la cual el Gobierno soviético se habría negado a tomar parte en la preparación de la publicación de los materiales de los archivos alemanes es FALSA.

No exposición objetiva, sino sarta de calumnias

Simultáneamente a la publicación en los Estados Unidos y en los países que dependen de él, de la susodicha recopilación (citada más arriba), se levantó, como por arte de magia, una nueva oleada de ataques y calumnias desenfrenadas sobre el pacto de no-agresión concluido en 1939 entre la URSS y Alemania, y que estaría dirigido supuestamente contra las potencias occidentales.

Así, el verdadero objetivo de la publicación en los Estados Unidos de la recopilación sobre las relaciones entre la URSS y Alemania de 1939 a 1941 no plantea duda alguna. Su objetivo no es presentar una exposición objetiva de los acontecimientos históricos, sino desfigurar su marco real, mentir sobre la Unión Soviética, debilitar la influencia internacional de la Unión Soviética como adalid realmente democrático y firme frente a las fuerzas agresivas y antidemocráticas.

Esta pérfida posición se corresponde con la concepción de las relaciones inter-aliadas, típica de los círculos dirigentes de los países anglo-americanos que, en vez de mantener relaciones honestas y sinceras entre los Aliados, en vez del apoyo y la confianza mutuas, se basa en llevar a cabo una política que utiliza todas las posibilidades, incluida la calumnia, para debilitar a sus aliados, impulsar sus intereses egoístas y reforzar su posición a expensas de estos.

Asimismo, no podemos perder de vista el deseo de los círculos dirigentes de Estados Unidos de minar, con su campaña de calumnias contra la URSS, la influencia de los elementos progresistas de su país, que preconizan la mejora de las relaciones con la URSS. El golpe que se da a los elementos progresistas de Estados Unidos tiene como objetivo, sin lugar a dudas, debilitar su influencia cara a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, que tendrán lugar en el otoño de 1948.

La recopilación contiene un gran número de documentos fabricados por los funcionarios diplomáticos hitlerianos en el laberinto de las cancillerías diplomáticas alemanas. Este hecho por si sólo debería poner en guardia contra la utilización unilateral y contra la publicación de documentos que se caracterizan por su carácter unilateral y tendencioso, que expone los acontecimientos bajo un aspecto favorable para los nazis. Justamente por esta razón, en su día, el Gobierno soviético estuvo en contra de la publicación unilateral de documentos incautados al enemigo sin verificarlos antes conjuntamente y de forma minuciosa. Incluso la agencia gubernamental francesa France Presse se vio obligada a reconocer que el procedimiento seguido por los tres gobiernos en la publicación de los materiales, a espaldas de la Unión Soviética, no se ajusta exactamente al procedimiento diplomático normal. Sin embargo, el gobierno inglés no tenía esta opinión. Los gobiernos americano, inglés y francés, decidieron publicar unilateralmente documentos alemanes sin siquiera dar marcha atrás ante una falsificación de la historia y lanzando calumnias contra la Unión Soviética, que fue quien soportó el peso principal de la lucha contra la agresión hitleriana. Por lo mismo, estos gobiernos asumieron toda la responsabilidad de las consecuencias de este acto unilateral.

La URSS publica documentos acusadores

Teniendo en cuenta este hecho, el Gobierno soviético considera que también tiene derecho a publicar los documentos secretos relativos a las relaciones entre la Alemania hitleriana y los gobiernos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, documentos que cayeron en manos del Gobierno soviético y que esos gobiernos OCULTARON a la opinión pública. Ocultaron estos documentos y no quieren publicarlos. Pero nosotros consideramos que, después de todo lo que ha pasado, deben publicarse para poder restablecer la verdad histórica.

El Gobierno soviético dispone de una importante documentación incautada por las tropas soviéticas en el momento de la derrota hitleriana, y la publicación de esos documentos permitirá presentar, tal cual fue, el curso real de la preparación y desarrollo de la agresión hitleriana y de la II Guerra Mundial. Este es también el objetivo que persigue la nota histórica Falsificadores de la Historia, publicada actualmente por la oficina de Información Soviética aneja al Consejo de Ministros de la URRS. Los documentos secretos sobre este tema se publicarán próximamente.

I Cómo comenzó la preparación de la agresión alemana

Los falsificadores americanos y sus cómplices anglo-franceses intentan dar la impresión de que los preparativos de la agresión alemana, que desembocó en la II Guerra Mundial, comenzaron en otoño de 1939. Pero ¿quién puede creérselo hoy día excepto aquellas personas predispuestas a creerse toda noticia sensacionalista no fundada? ¿Quién ignora a estas alturas que Alemania comenzó la preparación de la guerra desde el mismo momento de la ascensión de Hitler al poder? E igualmente, ¿quién ignora ya que el régimen hitleriano fue creado por los medios monopolistas alemanes con la entera y plena aprobación de los dirigentes de Inglaterra, Francia y Estados Unidos?

La ayuda de los capitalistas anglosajones a Hitler

A fin de prepararse para la guerra y de asegurarse un armamento moderno, Alemania debía restablecer y desarrollar su industria pesada y, en primer lugar, y la metalurgia y la industria deguerra del Ruhr. Tras su derrota durante la I Guerra imperialista, Alemania, que se encontraba bajo el yugo del Tratado de Versalles, no podía hacerlo por sus propios medios, en un periodo de tiempo corto. El imperialismo alemán se benefició, en este punto, del potente apoyo de los Estados Unidos de América.

¿Quién ignora que los bancos y los trusts americanos, con el total apoyo de su Gobierno, invirtieron durante el período posterior a Versalles en la economía alemana y concedieron a Alemania créditos que se elevaron a miles de millones de dólares, y que se utilizaron para el restablecimiento y desarrollo del potencial de la industria de la guerra alemana?

Se sabe que el periodo posterior a Versalles estuvo marcado, en lo que respecta a Alemania, por todo un sistema de medidas cuyo objetivo era restablecer la industria pesada y, en particular, el potencial de la industria de guerra alemana. El plan de reparaciones para Alemania, llamado plan Dawes, jugó un gran papel en esta cuestión. Con la ayuda de este plan, Estados Unidos e Inglaterra contaban con poner la industria alemana bajo dependencia de los monopolios americanos y británicos. El plan Dawes ha abierto el camino a una intensa afluencia y a la penetración en la industria alemana de capitales extranjeros, sobre todo americanos. En consecuencia, desde 1925, comenzaba la recuperación de la economía alemana, debido a un intensivo proceso de reequipamiento del aparato de producción. Al mismo tiempo, la exportación alemana aumentaba bruscamente alcanzando en 1927 el nivel de 1913; los productos manufacturados incluso han sobrepasado el nivel del 12 por ciento con relación a los precios de 1913. En seis años, de 1924 a 1929, la afluencia de capitales extranjeros a Alemania fue 10-15 mil millones de marcos en inversión a largo plazo y de más de 6 mil millones a corto plazo. Según algunas fuentes, el volumen de inversiones de capitales fue aún más considerable. Eso reforzó enormemente el potencial económico y, en particular, el potencial de guerra alemán. En este aspecto, el papel preponderante corresponde a las inversiones americanas, que, como mínimo, representaban el 70 por ciento del total de los préstamos a largo plazo.


Colusión de los trusts de Alemania y del otro lado del Atlántico

Se sabe bien cuál fue el papel jugado por los monopolios americanos -con las familias Dupont, Morgan, Rockefeller, Lamont y otros magnates industriales de Estados Unidos a la cabeza- en la financiación de la industria pesada alemana, en el restablecimiento y desarrollo de los lazos más estrechos entre la industria americana y la industria alemana. Los más importantes monopolios americanos estaban estrechamente ligados a la industria pesada, a los consorcios de guerra y a los bancos de Alemania. El gran consorcio americano Dupont de Nemours y el trust químico británico Imperial Chemical Industries, que era uno de los mayores accionistas del trust del automóvil General Motors, mantenian estrechas relaciones industriales con el consorcio químico alemán I. G. Farbenindustrie, con la que habían concluido un acuerdo de cártel en 1926 sobre el reparto de los mercados mundiales para la venta de pólvora. El presidente del Consejo de Administración de la firma Rohm y Hass de Filadelfia (USA) era, antes de la guerra, socio del dueño de esta misma empresa en Darmstadt (Alemania). Señalemos a este respecto que el antiguo director de este consorcio, Rudolph Muller, desarrolla actualmente su actividad en la zona de ocupación conjunta y juega un importante papel en los círculos dirigentes de la Unión Cristiana Demócrata (UCD). Entre 1931 y 1939, el capitalista alemán Schmitz, presidente del consorcio I. G.Farberindustrie, y miembro del Consejo del Deutsche Bank, controlaba la sociedad americana General Dyestuff Corporación. Tras la conferencia de Munich (1938), el trust americano Standard Oil concluyó un acuerdo con la I. G. Farberindustrie, por el que esta última obtenía una parte de los beneficios sobre la gasolina de aviación producida en Estados Unidos renunciando en contrapartida, y sin poner pegas, a exportar de Alemania gasolina sintética de la que, por entonces, ésta acumulaba en stocks para sus fines bélicos.

Tales relaciones son características no sólo en el caso de los monopolios capitalistas americanos. La víspera misma de la guerra existían, por ejemplo, muy estrechas relaciones económicas, de importancia no sólo comercial sino también militar, entre la Federación de la Industria Británica y el grupo industrial del Reich. Los representantes de estos dos grupos monopolistas publicaron en Dusseldorf, en 1939, una declaración conjunta en la que se decía, entre otras cosas, que este acuerdo tiene como objetivo asegurar la colaboración más completa entre los sistemas industriales de sus países. ¡Esto pasaba en los días en que la Alemania hitleriana había engullido a Checoslovaquia! Nada sorprendente, pues, que la revista londinense Economist escribiera a este respecto: ¿No hay en la atmósfera de Dusserldorf algo que pueda hacer perder la razón a los hombres sensatos?. La Banca Schröder, bién conocida, en la que predominaba el trust alemán del acero Vereinigte tahlwerke, fundada por Stinnes Thyssen y otros magnates industriales del Ruhr, con sedes en Nueva York y Londres, es un ejemplo característico de la interpenetración del capital americano, alemán e inglés. Allan Dulles, director de las sedes de Londres, Colonia y Hamburgo en la I. G. Schröder Banking Corporation en Nueva York, jugó un gran papel de gran importancia aquí. La famosa empresa de contencioso Sullivan y Cromwell jugó un eminente papel en la sede de Nueva Cork de la banca Schröder. La empresa Sullivan y Cromwell la dirigía John Foster Dulles, que es actualmente el principal consejero de M. Marshall. Su empresa está estrechamente ligada con el trust mundial del petróleo, la Standard Oil de los Rockefeller, y también con la Chase National Bank, la banca más potente de los Estados Unidos, que ha invertido inmensos capitales en la industria alemana.

Prestamos extranjeros y rearme alemán

En 1947 aparecía en Nueva Cork un libro de R. Sasuly que señalaba que, después de Versalles, tan pronto como se controló la inflación en Alemania y se consolidó el marco, se la invadió literalmente con prestamos extranjeros. Así, entre 1924 y 1930, la deuda externa aumentó en 30 mil millones de marcos.

Con la ayuda del capital extranjero, sobre todo americano, se reconstruyó y modernizó ampliamente la industria alemana y, muy particularmente, los Verdreinigte Sthalwerke (firma alemana). Algunos préstamos se acordaron directamente con las firmas que jugaron el principal papel en el rearme. Uno de los mayores bancos neoyorkinos, la banca Dillon, Read and Company del que fue director unos cuantos años el actual Ministro de la Guerra (3), jugó un importante papel en esa época en la financiación del trust alemán del acero Vereinigle Stahlwerke, al igual que la banca anglo-germanaamericana Schröder.

Esta lluvia de oro, de dólares americanos, fue la que fecundó la industria pesada alemana de la Alemania hitleriana y, en particular, la industria de guerra. Fueron estos miles de millones de dólares americanos, invertidos en la industria de guerra de la Alemania hitleriana por los monopolios del otro lado del Atlántico, los que restablecieron el potencial de guerra alemán y los que pusieron entre las manos del régimen hitleriano el arma necesaria para la agresión.

En poco tiempo, aprovechándose del apoyo financiero, principalmente de los monopolios americanos, Alemania restableció una potente industria de guerra, capaz de producir armamento de primer orden en enormes cantidades, numerosos miles de carros de asalto, aviones, cañones, modernos navíos de guerra y otro tipo de armamento.

Es lo que quisieran olvidar los falsificadores de la historia, que se esfuerza por sustraerse a la responsabilidad que les incumbe a causa de su política, cuyo efecto fue armar la agresión hitleriana y desencadenar la II Guerra Mundial cuyo resultado fue una catástrofe sin precedentes en la historia y que costó millones de victimas a la humanidad.

Por ello, no se puede olvidar que la primera y más importante premisa de la agresión hitleriana fue restablecer y renovar la industria pesada y la industria de guerra alemanas, lo que sólo fue posible tras una ayuda financiera directa y amplia por parte de los círculos dirigentes de los Estados Unidos
de América. Pero esto no es todo.

La política de apaciguamiento: estímulo directo para la agresión

Otro factor decisivo que contribuyó al desencadenamiento de la agresión hitleriana fue la política de los círculos dirigentes de Inglaterra y Francia, política de apaciguamiento de la Alemania hitleriana, política que renunciaba a la seguridad colectiva, de no-resistencia a la agresión alemana y de estímulo a las pretensiones agresivas de la Alemania hitleriana, fue la que condujo a la II Guerra Mundial. Pasemos a los hechos:

Poco tiempo después de la subida de Hitler al poder, en 1933, se firmó en Roma, como consecuencia de los esfuerzos de los gobiernos inglés y francés, un Pacto de Entente y de cooperación de las cuatro potencias: Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia. Este pacto significaba una entente entre los gobiernos inglés y francés, por una parte, y el fascismo alemán e italiano que ya no disimulaba sus intenciones agresivas. Igualmente, ese pacto firmado con los estados fascistas significaba la renuncia a la política de reforzamiento del frente único de las potencias pacíficas contra los estados agresivos. Al tratar con Alemania e Italia y dar de lado a las demás potencias, miembros de la Conferencia de Desarme que se estaba reuniendo en ese momento y que examinaba la propuesta soviética de concluir un pacto de no-agresión y un pacto para determinar quién era el agresor, Gran Bretaña y Francia asestaron un golpe al trabajo emprendido para asegurar la paz y la seguridad de los pueblos.

Tras esto, en 1934, Inglaterra y Francia ayudaron a Hitler, a espaldas de la URSS, para que se beneficiara de la actitud hostil de la Polonia señorial, su aliado, cuyo resultado fue la conclusión del pacto germano-polaco de no-agresión, que fue una de las etapas importantes en los preparativos de la agresión alemana. Hitler necesitaba este pacto para desorganizar las filas de los partidarios de la seguridad colectiva y para demostrar, con este ejemplo, que Europa necesitaba no una seguridad colectiva, sino acuerdos bilaterales. Esto permitía a los agresores alemanes decidir cuándo y con quién debían concluirse acuerdos, y cuándo y quién debía ser atacado. No hay duda alguna que el pacto germano-polaco constituía la primera brecha importante en la estructura de la seguridad colectiva.

Hitler se envalentonó y puso en marcha numerosas medidas destinadas a reconstruir abiertamente las fuerzas armadas de Alemania, lo que no generó ningún tipo de resistencia entre los dirigentes ingleses y franceses. Al contrario, poco tiempo después, en 1935, se concluyó en Londres -a donde había llegado Ribbentrop para llevar a cabo este objetivo- un acuerdo naval anglo-alemán, según cuyos términos Gran Bretaña aceptaba el restablecimiento de las fuerzas navales alemanas, que llegaban a ser tan importantes como la flota de guerra francesa. Hitler, obtenía así el derecho a construir submarinos de un tonelaje global equivalente al 45 por ciento de la flota submarina británica. Fue igualmente en este periodo cuando se produjeron los actos unilaterales de la Alemania hitleriana, cuyo objetivo era suprimir todos las demás restricciones relativas al aumento de las fuerzas armadas de Alemania, restricciones establecidas por el Tratado de Versalles; estos actos tampoco provocaron ningún tipo de resistencia por parte de Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

Las ambiciones de los agresores fascistas aumentaban de día en día, mientras que Estados Unidos Gran Bretaña y Francia daban muestras de una evidente tolerancia. Verdaderamente, hay que decir que no fue casual que las intervenciones militares llevadas a cabo en esta época por Alemania e Italia en Etiopía y España no les plantearon problema alguno.


La Unión Soviética. Iniciadora y adalid de la seguridad colectiva

La Unión Soviética era la única que perseguía de manera firme y consecuente su política de paz, defendiendo los principios de igualdad en derechos y de independencia con relación a Etiopía, que era, por otra parte, uno de los miembros de la Sociedad de Naciones, así como el derecho del legítimo gobierno republicano de España a recibir apoyo de los países democráticos en su lucha contra la intervención germano-italiana.

La Unión Soviética -decía V. Molotov, al hablar de la agresión italiana a Etiopía- en la sesión de Comité Central Ejecutivo de la URSS- ha demostrado en la Sociedad de Naciones, basándose en el ejemplo de un pequeño país, Etiopía, que era fiel a este principio: el de la independencia de todos los Estados y el de su igualdad en tanto que Naciones.

La Unión Soviética también ha aprovechado su participación en la Sociedad de Naciones para poner en práctica su línea de conducta en relación con el agresor imperialista. V. Molotov dijo entonces: La guerra italo-etíope muestra que aumenta la amenaza de una guerra mundial y que se aproxima cada vez más a Europa.

¿Qué hacían durante este período los Gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia cuando, ante sus ojos y de una manera cada vez más desvergonzada, reprimían bestialmente a sus víctimas? No se movieron lo más mínimo para frenar a los agresores alemanes e italianos, para defender los derechos de los pueblos pisoteados, para mantener la paz y frenar la eminente amenaza de una II Guerra Mundial.

Sólo la Unión Soviética hizo todo lo posible para cortar el paso a los agresores fascistas. La Unión Soviética se convirtió en la iniciadora y adalid de la seguridad colectiva. Desde el 6 de febrero de 1933, M. Litvinov, representante de la Unión Soviética en la Comisión General de Desarme, había propuesto que se hiciera una declaración en la que se definieran los términos de agresión y agresor.

Al proponer que se definiera el término de agresor, la Unión Soviética partía de la necesidad de que se precisara, en lo que fuera posible, el término de AGRESIÓN, en interés de la seguridad general y con el objetivo de facilitar un acuerdo sobre una reducción máxima del armamento; y esto, a fin de descartar todo pretexto que pudiera tender a justificarla. Sin embargo, la Conferencia, bajo la dirección de Inglaterra y Francia, que favorecían la agresión alemana, no aceptó esta propuesta.

Todo el mundo conoce la persistente y prolongada lucha de la Unión Soviética y de su delegación, presidida por M. Litvinov, en la Sociedad de Naciones a favor del mantenimiento y reforzamiento de la seguridad colectiva, alzando su voz a favor de este principio en casi todas las sesiones y en casi todas las comisiones. Pero, como se sabe, la voz de la Unión Soviética era como una voz en el desierto. Todo el mundo conocía las propuestas de la delegación soviética sobre las medidas a tomar para reforzar la seguridad colectiva, propuestas dirigidas a M. Avenlo, Secretario General de la Sociedad de Naciones, siguiendo la órdenes del Gobierno soviético, con fecha del 30 de agosto de 1936; se pedía que la Sociedad de Naciones las examinara. Pero, como también se sabe, estas propuestas se enterraron en los archivos de la Sociedad de Naciones y no se les dio curso.




Capitulación anglo-francesa en la Sociedad de Naciones

Era evidente que Inglaterra y Francia, que en ese momento desempeñaban el papel más importante en la Sociedad de Naciones, renunciaban a resistir colectivamente a la agresión alemana. Renunciaban a la seguridad colectiva porque ésta les impedía proseguir su nueva política de apaciguamiento de la agresión alemana, en realidad, una política de concesiones a la agresión hitleriana. Ciertamente, una política así no podía sino reforzar la agresión alemana. Pero los círculos dirigentes anglo-franceses consideraban que esto no era peligroso, puesto que, al dar satisfacción a los agresores alemanes en el Oeste, se les podría dirigir más tarde hacia el Este y convertirlos en un arma contra la URSS.

En el Informe presentado al XVII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en marzo de 1939, al exponer las razones del reforzamiento de la agresión hitleriana, J. Stalin decía: La razón principal consiste en que la mayoría de los países no agresivos y, ante todo, Inglaterra y Francia, renuncian a la política de la seguridad colectiva, a la política de resistencia activa a los agresores, y en que adoptan una actitud de no intervención, una actitud de neutralidad.

Para desorientar al lector y, al tiempo, calumniar al Gobierno soviético, el corresponsal americano Nil Stanford afirma que el Gobierno soviético se oponía a la seguridad colectiva, que M. Litvinov fue apartado de su puesto de Comisario de Asuntos Exteriores y sustituido por V. Molotov porque mantenía una política cuyo objetivo era reforzar la seguridad colectiva. Es difícil imaginar algo más estúpido que esta fantástica afirmación. Es evidente que M. Litvinov no llevaba a cabo una política personal, sino la del Gobierno soviético. Por otra parte, en todo el mundo se conoce la lucha que este gobierno y todos sus representantes, M. Litvinov incluido, han mantenido a favor de la seguridad colectiva durante todo el período anterior a la guerra.

En cuanto a la designación de V. Molotov para el puesto de Comisario del pueblo de Asuntos Exteriores, es evidente que en una situación complicada, cuando los fascistas preparaban la II Guerra Mundial y cuando Gran Bretaña y Francia, tras ellas, los Estados Unidos, les dejaban hacer a sus anchas y les animaban en sus planes de guerra contra la URSS, era necesario poner en un puesto de tanta responsabilidad como el de Comisario de Asuntos Exteriores a un hombre de Estado más experimentado y que gozaba de una confianza mayor que M. Litvinov en el país.

Los verdaderos responsables de la agresión hitleriana

No es casual que las potencias occidentales hayan renunciado al pacto de la seguridad colectiva. Durante este período, se entabló una lucha entre las líneas de conducta en la política internacional. Una consistía en luchar por la paz, por la organización de la seguridad colectiva; su objetivo era resistir a la agresión con el esfuerzo conjunto de los pueblos pacíficos. Esta línea de conducta era la de la Unión Soviética, que defendía de una manera firme y consecuente los intereses de todos los pueblos pacíficos, grandes y pequeños. La otra línea de conducta era la de la renuncia a la organización de la seguridad colectiva y a la resistencia a la agresión, lo que, necesariamente, alentaba a los países fascistas a reforzar su acción agresiva; por ello, esta posición contribuía al desencadenamiento de una nueva guerra.

Todo esto demuestra que la única verdad histórica es que la agresión hitleriana fue posible, en primer lugar, porque los Estados Unidos ayudaron a los alemanes a crear en poco la base económica y militar de la agresión alemana y porque les suministraron las armas para esta agresión y, en segundo lugar, porque la renuncia a la seguridad colectiva de los círculos anglo-franceses desorganizó las filas de los países pacíficos, desunió el frente único de estos países frente a la agresión, abrió el camino a la agresión alemana y ayudo a Hitler a desencadenar la II Guerra Mundial.
¿Qué hubiera pasado si los Estados Unidos no hubiera financiado la industria pesada de la Alemania hitleriana y si Inglaterra y Francia no hubieran renunciado a la seguridad colectiva sino que, por el contrario, hubieran organizado con la Unión Soviética la respuesta colectiva a la agresión alemana? La agresión hitleriana se habría visto privada de bastante armamento. La política hitleriana de conquista se hubiera encontrado pillada entre las tenazas de régimen de la seguridad colectiva. Las oportunidades de los hitlerianos de poder desencadenar con éxito una II Guerra Mundial, habrían sido derrotadas durante el primer año de la guerra.
Desgraciadamente, no fue el caso, y ello a causa de la funesta política de los Estados Unidos,Inglaterra y Francia durante todo el período anterior a la guerra.
He aquí a los culpables de que los hitlerianos hayan podido, no sin éxito, desencadenar una II Guerra Mundial, que duro casi 6 años y que produjo millones de victimas.

II No lucha contra la agresión alemana, sino política de aislamiento de la URSS

El desarrollo posterior de los acontecimientos muestra aún más claramente que los círculos gobernantes de Inglaterra y Francia se dedicaban a alentar a Alemania y a empujarla hacia el camino de las conquistas al otorgar concesiones y favores a los estados fascistas que, en 1936, se habían agrupado en un bloque militar y político conocido con el nombre de eje Berlín-Roma.
Al rechazar la política de la seguridad colectiva, Inglaterra y Francia adoptaron la actitud de una pretendida no-intervención, con respecto a la que Stalin decía: ...la política de no-intervención se puede caracterizar como que cada país se defienda de los agresores como quiera y como pueda, esto no nos afecta, vamos a comerciar tanto con los agresores como con las víctimas. Pero, en realidad, la política de nointervención equivale a dejar hacer al agresor, a desencadenar la guerra y, por lo tanto, a transformarla en una guerra mundial (7).
El amplio y peligroso juego político iniciado por los defensores de la política de nointervención puede acabar en un gran fiasco (8).
Desde 1937, estaba perfectamente claro que se iba hacia una gran guerra maquinada por Hitler, quién se beneficiaba del hecho de que Gran Bretaña y Francia le dejaban hacer.

La verdadera naturaleza de la política exterior anglo-francesa
Los documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán incautadas por las tropas soviéticas desvelan la verdadera naturaleza de la política exterior de Gran Bretaña y Francia durante este periodo. Tal y como demuestran estos documentos, el fondo de la política anglo-francesa no consistía en agrupar a las fuerzas de los estados pacíficos para una lucha común contra la agresión, sino en aislar a la URSS y en dirigir la agresión hitleriana hacia el Este, contra la Unión Soviética, utilizando a Hitler como el instrumento de sus objetivos.

Al hacer esto, los gobiernos de Inglaterra y Francia conocían a la perfección la orientación fundamental de la política exterior hitleriana, y que el propio Hitler había definido de la siguiente forma: Nosotros, nacional-socialistas, ponemos punto final, a sabiendas de lo que hacemos, a la orientación de nuestra política exterior anterior a la guerra. Comenzamos en el mismo sitio en que nos paramos hace seis siglos. Abandonamos el perpetuo deseo de expansión hacia el Sur y el Oeste de Europa, y volvemos nuestra mirada hacia las tierras del Este.
Rompemos, en fin, con la política colonial y comercial de antes de la guerra y pasamos a la política territorial del futuro. Pero hoy, cuando hablamos en Europa de nuevas tierras, no podemos sino soñar en primer lugar en Rusia y en los estados limítrofes subordinados a ella. Parece como si el mismo destino nos mostrara el camino (9).
Hasta ahora, generalmente se había pensado que toda la responsabilidad de la política de traición de Munich incumbía a los círculos gobernantes de Inglaterra y Francia, a los gobiernos de Chamberlain y Dadalier. El hecho de que el gobierno norteamericano se haya encargado de publicar los documentos de los archivos alemanes, excluyendo de la recopilación los relativos al acuerdo de Munich, demuestra que este Gobierno está interesado en disculpar a los héroes de la traición de Munich y en intentar achacar la culpa a la URSS.

Impúdico tráfico de territorios ajenos

También antaño estaba suficientemente claro el fondo de la política muniquesa de Inglaterra y Francia. Sin embargo, los documentos de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán que están en poder del Gobierno Soviético, aportan numerosos datos complementarios que desvelan el verdadero sentido de la diplomacia de las potencias occidentales durante el periodo anterior a la guerra: muestran cómo se ha jugado con los destinos de los pueblos, con qué impudicia se traficaba con territorios ajenos, cómo se recortaba el mapa mundial en secreto, cómo se alentaba la agresión hitleriana y que esfuerzos hacian para orientar esta agresión hacia el Este, contra la Unión Soviética.
Esto está elocuentemente acreditado, por ejemplo, en el documento alemán que contiene el texto de una entrevista, celebrada el 19 de noviembre de 1937 en Oberssallzberg, entre Hitler y el ministro alemán de Asuntos Exteriores, von Neurath.
Halifax declaró que: Él [lord Halifax] y los demás miembros del gobierno inglés estaban convencidos de que Hitler había obtenido grandes resultados no sólo en Alemania, sino que, además, al destruir el comunismo en su país, le había cortado el camino hacia Europa Occidental y que, por esta razón, se podía considerar a Alemania, con toda razón, como el bastión de Occidente contra el bolchevismo (10).
Halifax declaraba, en nombre del primer ministro británico que, con tal de que Alemania e Inglaterra se entendieran también con Francia e Italia, había plenas posibilidades de resolver incluso los problemas más difíciles.

Extensión del eje Berlín-Roma a Londres y París

Halifax decía: No hay que tener la impresión de que el eje Berlín-Roma o las buenas relaciones entre Londres y Paris tuvieran que desembarcar en un acercamiento germano-británico. Una vez preparado el terreno, gracias al acercamiento germano-británico, las cuatro grandes potencias de Europa Occidental, (11) deberán preparar conjuntamente la base sobre la que se pueda establecer en Europa una paz duradera. En ningún caso, ninguna de las cuatro potencias deber quedar al margen de esta colaboración; sino, no se podrá poner fin a la inestabilidad actual (12).
Así, desde 1937, en nombre del Gobierno inglés, Halifax proponía a Hitler la adhesión de Inglaterra y, al mismo tiempo, de Francia, al eje Berlín-Roma.
Sin embargo, Hitler respondió a esta propuesta declarando que un acuerdo como éste, entre las cuatro potencias, le parecía muy fácil de realizar siempre y cuando se actuase de una buena voluntad y respeto mutuo, pero que las cosas se complicarían si no se consideraba a Alemania como un Estado que ya no llevaba el estigma moral o material del Tratado de Versalles.
El realismo de Halifax y Chamberlain
Según el texto de la entrevista, Halifax respondió: Los ingleses somos realistas y, quizás más que cualquier otro, estamos convencidos de que los errores de la imposición de Versalles se deben corregir. También en otro tiempo, Inglaterra ejerció siempre su influencia en este sentido realista. Halifax destacó el papel jugado por Inglaterra cuando la evacuación prematura de Renania, el arreglo de la cuestión de las reparaciones y la recuperación de Renania (13).
La continuación del texto de la entrevista de Hitler-Halifax demuestra que el Gobierno inglés había adoptado una actitud favorable a los planes hitlerianos de la adquisición de Dantzing, Austria y Checoslovaquia. Tras haber examinado con Hitler las cuestiones del desarme y la SDN [Sociedad de Naciones], y haber observado que estos problemas necesitaban discutirse aún, Halifax declaró: De todas las demás cuestiones, se puede decir que conciernen a cambios del orden europeo, los que se llevarán a cabo, con toda probabilidad, tarde o temprano. En relación con estas cuestiones figuran Dantzing, Austria y Checoslovaquia. Inglaterra sólo está interesada en una cosa: que estos cambios se lleven a cambio por medio de una evolución pacífica y que se puedan evitar los métodos susceptibles de ocasionar nuevos desórdenes que no desearían ni el Führer ni los otros países (14).
Se ve que esta entrevista no era un simple sondeo, una forma de tratar al interlocutor -lo que a veces es una necesidad política-, sino una conclusión, un acuerdo secreto entre el Gobierno inglés y Hitler, para satisfacer el apetito de conquista de éste a expensas de terceros países.
Conviene señalar a este respecto la declaración del ministro inglés Simon en el Parlamento, el 21 de febrero de 1938, donde dijo que Gran Bretaña jamás había dado garantía especial alguna sobre la independencia de Austria. Se trataba de una mentira manifiesta, puesto que dichas garantías estaban en los Tratados de Versalles y de Saint-Germain.
En la misma época, el primer ministro Chamberlain, declaró que Austria no podía contar con ningún tipo de defensa por parte de la Sociedad de Naciones.
No debemos intentar, dijo Chamberlain, caer nosotros mismos en el error y, menos aún, engañar a las naciones pequeñas y débiles, haciéndoles creer que la SDN va a defenderlas contra la agresión y que se podrá actuar en consecuencia, pues todos nosotros sabemos que nada de esto se puede llevar a cabo (15).
Así alentaban a Hitler los dirigentes de la política británica para que emprendiera las conquistas.
Henderson pone las bases de una verdadera y cordial amistad con Alemania Los archivos alemanes incautados por las tropas soviéticas en Berlín contienen también el texto de una entrevista entre Hitler y el embajador británico en Alemania, Henderson, que se celebró en presencia de Ribbentrop, el 3 de marzo de 1938 (16). Desde el principio de esta entrevista, Henderson subrayó su carácter confidencial, estipulando que ni siquiera comunicarían su celebración a los franceses, ni a los belgas, ni a los portugueses, ni a los italianos; simplemente se limitarían a decirles que esta entrevista era continuación de las conversaciones Halifax-Hitler y que se habían dedicado a tratar cuestiones relativas a Alemania e Inglaterra.
Durante esta entrevista, y hablando en nombre del Gobierno inglés, Henderson señaló que: No se trata de una transacción comercial, sino de un intento de establecer las bases de una verdadera y cordial amistad con Alemania, comenzando por mejorar la situación y acabando por crear un nuevo espíritu de comprensión amigable (17).
Al no poner objeciones a las exigencias de Hitler de agrupar a Europa sin Rusia, Henderson recordó que Halifax, que era ya en esa época ministro de Asuntos Exteriores, había aceptado ya los cambios territoriales que Alemania se disponía a hacer en Europa, y que: Dio pruebas de un gran coraje cuando, a pesar de todo, arrancó la máscara a frases internacionales como la seguridad colectiva, etc.
Por ello, añadía Henderson, Inglaterra se declaraba dispuesta a descartar todas las dificultades y pregunta a Alemania si, a su vez, está dispuesta a hacer otro tanto (18).
Cuando Ribbentrop intervino en la conversación para señalar a Henderson que el ministro de Inglaterra en Viena había efectuado a von Papen una declaración de tintes dramáticos sobre los acontecimientos de Austria, Henderson se apresuró a desolidarizarse de la declaración de su colega diciendo que él mismo, Neville Henderson, se había pronunciado con frecuencia sobre el Anschluss.
Tal era el lenguaje de la diplomacia inglesa en el período anterior a la guerra.

Crisis de alarma de la URSS tras el Anschluss
Tras esta entente, desde el 12 de marzo de 1938, Hitler se apoderó de Austria sin enfrentarse a ninguna resistencia por parte de Inglaterra y Francia. En ese momento, la Unión Soviética fue la única en lanzar un grito de alarma y un nuevo llamamiento a la organización de la defensa colectiva de la independencia de los países amenazados de agresión. Ya el 17 de marzo de 1938 el Gobierno soviético había dirigido una nota a las potencias imperialistas, en la que se declaraba dispuesta a emprender en la SDN junto a las demás potencias, o al margen de ella, el examen de medidas prácticas destinadas a frenar el desarrollo de la agresión y a suprimir el peligro más acuciante, el de una nueva carnicería mundial (19).
La respuesta del gobierno inglés a la nota soviética ponía al descubierto que dicho gobierno no
quería oponerse a estos planes de agresión hitleriana.

Allí se dijo que, en opinión del Gobierno de su Majestad, realizar una conferencia para adoptar acciones conjuntas contra la agresión no ejercería, necesariamente, una influencia favorable para las perspectivas de la paz europea (20).
La ocupación de Checoslovaquia por parte de Alemania fue el eslabón siguiente en la cadena de la
agresión alemana y de la preparación de la guerra en Europa. Y este importante paso hacia el desencadenamiento de la guerra en Europa, Hitler únicamente lo pudo hacer con el apoyo directo de Inglaterra y Francia.
El 10 de julio de 1938, el embajador de Alemania en Londres comunicaba a Berlín que el gobierno
inglés: Había considerado la búsqueda de un compromiso con Alemania uno de los puntos esenciales de su programa y que dicho gobierno manifiesta hacia Alemania la máxima comprensión, exactamente la misma que podía manifestar cualquiera de los posibles equipos de hombres políticos ingleses (21).
Dircksen escribía que el gobierno inglés: Se había aproximado bastante a la comprensión de los puntos más esenciales de las reivindicaciones fundamentales de Alemania: la eliminación de la
Unión Soviética del acuerdo sobre el destino de Europa y, en ese mismo espíritu, el aislamiento de la SDN y la oportunidad de negociaciones y tratados bilaterales.
Dircksen mandaba decir igualmente a Berlín que el gobierno inglés estaba dispuesto a hacer
grandes sacrificios para satisfacer las demás reivindicaciones, totalmente justas, de Alemania.
Por ello, realmente se había producido una entente entre el gobierno inglés y Hitler, que iba aún más lejos, y que atañía a los planes de política exterior, lo que Dircksen señalaba en su informe dirigido a Berlín con tanta fuerza de expresión.
Checoslovaquia traicionada en Munich por sus aliados anglo-franceses Apenas hay necesidad de recordar los incuestionables hechos que se refieren directamente a la traición de Munich. Sin embargo, no hay que olvidar que el 19 de septiembre de 1938, es decir, cuatro días después de la entrevista Hitler-Chamberlain (este último había ido en avión a la residencia hitleriana de Berchlesgaden), los representantes de los gobiernos británico y francés exigían al gobierno checoslovaco el traspaso a Alemania de las regiones de Checoslovaquia pobladas principalmente por alemanes de los Sudetes. Para justificar esta exigencia, declaraban que, sin eso, sería imposible mantener la paz y asegurar los intereses vitales de Checoslovaquia. Los protectores anglo-franceses de la agresión hitleriana intentaban cubrir su traición con la promesa de una garantía internacional de las nuevas fronteras del Estado checoslovaco como contribución a la obra del apaciguamiento de Europa (22).
El 20 de septiembre, el Gobierno checoslovaco respondía a las respuestas anglo-francesas.
Declaraba que la adopción de dichas propuestas equivaldría a una completa y voluntaria mutilación del Estado desde todos los puntos de vista.
El Gobierno checoslovaco llamaba la atención de los gobiernos inglés y francés sobre el hecho de que la parálisis de Checoslovaquia traería como consecuencia profundos cambios políticos en toda Europa Central y en el Sudeste.
El equilibrio de fuerzas en Europa Central, y en Europa en general -declaraba el Gobierno checoslovaco en su respuesta- se destruiría, lo que acarrearía graves consecuencias para todos los demás Estados, muy particularmente para Francia.
El gobierno checoslovaco hacia un último llamamiento a los Gobiernos de Inglaterra y Francia; les pedía que reconsideraran su punto de vista, señalando, además, que esto no sólo iba en interés de Checoslovaquia, sino también en el de sus amigos, en interés de la causa de la paz y de un normal desarrollo en Europa.
Los gobernantes anglo-franceses permanecieron impasibles. Al día siguiente, el Gobierno inglés enviaba su respuesta al Gobierno checoslovaco. En su nota, le proponía que retirara su respuesta a las propuestas iniciales anglo-francesas y que sopesara con urgencia y seriamente los pros y los contras antes de crear una situación cuya responsabilidad no podría asumir el gobierno inglés. En conclusión, el Gobierno inglés señalaba no creía que el proyecto de arbitraje checoslovaco fuera aceptable en ese preciso momento. La nota señalaba que el gobierno inglés no pensaba que el gobierno alemán considere la situación como susceptible de poderse resolver por la vía del arbitraje, tal y como propone el Gobierno checoslovaco.
En conclusión, la nota inglesa lanzaba una advertencia al Gobierno checoslovaco y declaraba en tono amenazante que, si el Gobierno checoslovaco rechazaba el consejo de Inglaterra, le sería lícito recurrir a todo tipo de acciones, que considerara adecuadas a la situación que pudiera presentarse más adelante.
La Conferencia de Munich, acto dirigido contra la URSS y la paz
La conferencia de Munich, celebrada los días 29 y 30 de septiembre de 1938 entre Hitler, Chamberlain, Mussolini y Dadalier, fue el colofón de la vergonzosa transacción, enteramente concertada de antemano entre los principales participantes del complot contra la paz. La suerte de Checoslovaquia se decidió sin que ella participara en lo más mínimo en las decisiones tomadas. Los representantes de Checoslovaquia únicamente fueron invitados a Munich para esperar sumisamente las decisiones de la entente entre los imperialistas.
La actitud de Inglaterra y Francia no dejaba duda alguna, por otra parte, sobre este punto: el acto inaudito de la traición de los gobiernos inglés y francés, a espaldas del pueblo checoslovaco y su República, no era en modo alguno un episodio fortuito en la política de estos Estados, sino un
importante elemento de la misma cuyo objetivo era orientar la agresión hitleriana contra la Unión Soviética.
En esta época, Stalin denunció el verdadero sentido de la Entente de Munich al decir que se les ha dado a Alemania regiones de Checoslovaquia en pago a su compromiso de desencadenar la guerra contra la Unión Soviética (23).
La esencia de la política de los círculos gobernantes anglo-franceses durante este periodo se puso de manifiesto en las siguientes palabras de Stalin pronunciadas en el XVIII Congreso del Partido
Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, celebrado en marzo de 1939: La política de no-intervención -decía Stalin- equivale a tolerar la agresión, a desencadenar la guerra y, en consecuencia, a transformarla en Guerra Mundial. En la política de no-intervención subyace la aspiración, el deseo de no impedir que los agresores lleven a cabo su tenebrosa obra; de no impedir, por ejemplo, que Japón se enmarañe en la guerra con China y, mejor aún, con la Unión Soviética; de no impedir, sobre todo, que Alemania se empantane en los asuntos europeos, se enzarce en la guerra contra la Unión Soviética; permitir a todas las partes beligerantes hundirse hasta el cuello en el fango de la guerra, alentarles a ello hipócritamente, dejarles que se debiliten y se agoten mutuamente y, luego, cuando ya este suficientemente debilitados, aparecer
en escena con fuerzas frescas e intervenir, naturalmente, ‘en interés de la paz’ e ‘imponer sus condiciones a los beligerantes debilitados’ (24).

El acuerdo de Munich fue acogido con indignación y con un contundente voto de censura en los círculos democráticos de diversos países, incluidos los Estados Unidos de América, Gran Bretaña y Francia. Se puede juzgar la actitud de estos círculos frente a la traición muniquesa de los gobernantes anglo-franceses tan sólo por comentarios como los que se encuentran, por ejemplo, en el libro publicado por M. Sayers y A. E. Kahn en Estados Unidos, bajo el titulo La guerra secreta contra la Unión Soviética. He aquí lo que escribían los autores de este libro sobre Munich: Los gobiernos de la Alemania nazi, de la Italia fascista, de la Gran Bretaña y de Francia firmaron el Pacto de Munich, la santa alianza antisoviética con la que soñaba la reacción
mundial desde 1918. El pacto privaba a la URSS de todo aliado. El pacto francosoviético, piedra angular de la seguridad colectiva europea, estaba muerto. El país de los Sudetes checo quedaba anexionado a la Alemania nazi. El camino del Este quedaba abierto para la Wehrmacht (25).
La Unión Soviética fiel a sus compromisos
De todas las grandes potencias, la Unión Soviética ha sido la única que ha tomado parte activa en todas las etapas de la tragedia checoslovaca, en la defensa de la independencia y de los derechos nacionales de Checoslovaquia. En sus intentos por justificarse ante los ojos de la opinión pública, los gobiernos de Inglaterra y Francia han pretendido hacernos creer, de manera hipócrita, que no sabían si la Unión Soviética cumpliría los compromisos con Checoslovaquia que se desprendían del tratado de asistencia mutua. Pero también afirmaban algo que sabían que era falso, pues el Gobierno Soviético había declarado públicamente que estaba dispuesto a intervenir al lado de Checoslovaquia contra Alemania, de acuerdo con las cláusulas de este Tratado que estipulaba la intervención simultánea de Francia en defensa de Checoslovaquia. Pero Francia se negó a cumplir con su deber.
No obstante, la víspera de la transacción de Munich, el Gobierno soviético declaró nuevamente que abogaba por la convocatoria de una Conferencia internacional para aportar una ayuda práctica a Checoslovaquia y tomar medidas prácticas para mantener la paz.
Cuando la ocupación de Checoslovaquia fue ya un hecho consumado, y los gobiernos de los países imperialistas declaraban uno tras otro que reconocían el hecho consumado, el Gobierno soviético, en su nota del 18 de marzo, condenó la ocupación de Checoslovaquia como un acto arbitrario de violencia y agresión. En esta misma nota, el Gobierno soviético señalaba que los actos de Alemania habían creado y reforzado la amenaza para la paz mundial, que había turbado la estabilidad política en Europa Central, multiplicando los elementos del estado de alarma existente ya en Europa y dado un nuevo golpe al sentimiento de seguridad de los pueblos (26).
Pero no se limitaron sólo a entregar Checoslovaquia a Hitler. Los gobiernos de Inglaterra y Francia se apresuraron, a cuál más, a firmar ampliar acuerdos políticos con la Alemania hitleriana. El 30 de septiembre de 1938, Chamberlain y Hitler firmaron una declaración anglo-alemana en la que se decía:
Hemos proseguido hoy nuestra entrevista y hemos llegado unánimemente a la convicción de que la cuestión de las relaciones germano-inglesas tiene una importancia de primer orden para ambos países y para Europa. Consideramos el acuerdo firmado ayer por la tarde, al igual que el acuerdo naval germano-inglés, como el símbolo del deseo de nuestros pueblos de no declararse nunca más la guerra. Igualmente, estamos firmemente resueltos a examinar las demás cuestiones importantes para nuestros dos países, vía consultas, y a esforzarnos por descartar cualquier diferencia en el futuro, a fin de contribuir también a asegurar la paz en Europa (27).
Se trataba, por parte de Inglaterra y Alemania, de una declaración de no-agresión entre estos dos países.
El acuerdo Bonnet-Ribbentrop
El 5 de diciembre de 1938 se firmó una declaración franco-alemana entre Bonnet y Ribbentrop, análoga a la declaración anglo-alemana.
En ella se decía que loa gobiernos alemán y francés habían llegado a la convicción de que las relaciones pacíficas y de buena vecindad entre Alemania y Francia constituían una de las premisas esenciales de la consolidación de las relaciones europeas y de la salvaguarda de la paz mundial, y que ambos gobiernos se esforzarían todo lo posible para asegurar el mantenimiento de relaciones de esta naturaleza entre sus países. La declaración constataba que entre Francia y Alemania ya no existía ninguna cuestión en litigio de orden territorial y que la frontera entre sus países era definitiva. En conclusión, la declaración decía que los dos gobiernos habían adoptado la firme resolución, sin perjuicio de sus relaciones particulares con terceras potencias, de mantener un contacto mutuo sobre todas aquellas cuestiones relativas a sus dos países y para consultarse mutuamente en los casos en que esas cuestiones pudieran conducir a complicaciones internacionales en su evolución posterior.
En el fondo, la conclusión de estos acuerdos significaba que Inglaterra y Francia habían firmado pactos de no-agresión con Hitler.
Podemos ver con toda claridad cómo se perfila en estos acuerdos con la Alemania hitleriana, el deseo de los gobiernos inglés y francés de descartar la amenaza de la agresión hitleriana contra
ellos, en la idea de que el acuerdo de Munich y otras conversaciones análogas ya habían abierto las puertas a la agresión hitleriana hacia el Este, hacia la zona de la Unión Soviética.
De esta forma se crearon las condiciones políticas necesarias para la Unión de Europa sin Rusia.
Se iba hacia el total aislamiento de la Unión Soviética.
III El aislamiento de la Unión Soviética, el Pacto germanosoviético de no-agresión Tras la ocupación de Checoslovaquia, la Alemania fascista comenzó a preparar la guerra abiertamente, bajo la mirada del mundo entero. Hitler, alentado por Inglaterra y Francia, ya ni disimuló y dejo de presentarse como un partidario de un arreglo pacífico de los problemas europeos.
Comenzaban los meses más dramáticos del período anterior a la guerra. Ya en ese momento era evidente que cada día que pasaba acercaba a la humanidad a una catástrofe militar sin precedentes.
¿Cuál era entonces la política de la Unión Soviética, por un lado, y de Gran Bretaña y Francia por otro?
El intento de eludir la respuesta a esta pregunta, intento llevado a cabo por los falsificadores de la
historia en Estados Unidos, sólo demuestra que no tienen la conciencia tranquila.

Doble juego de los gobiernos inglés y francés
La verdad es que Inglaterra y Francia, apoyados por los círculos dirigentes de Estados Unidos, continuaron manteniendo la antigua línea de su política, incluso en este fatal período de la
primavera y verano de 1939, cuando la guerra golpeaba a la puerta. Era una política de provocación que empujaba a la Alemania hitleriana contra la Unión Soviética. Para dar el pego, se velaba esta
política, no sólo con frases hipócritas en las que se declaraban estar dispuestos a cooperar con la URSS, sino también con ciertas maniobras diplomáticas bastante elementales cuyo objetivo era esconder a sus pueblos el verdadero carácter de la línea política seguida.
Estas maniobras consistieron, ante todo, en las conversaciones de 1939 que Inglaterra y Francia habían decidido emprender con la Unión Soviética. Para engañar a la opinión pública, los círculos dirigentes anglo-franceses intentaron presentas dichas conversaciones como un intento serio de impedir los progresos de la agresión hitleriana. Pero, visto el curso posterior de los acontecimientos, quedó claramente de manifiesto que, ya desde el principio, estas conversaciones no eran más que una nueva fase en el doble juego de los anglo-franceses.
Esto estaba igualmente claro para los dirigentes de la Alemania hitleriana para quienes no era ningún secreto, naturalmente, el sentido de las conversaciones iniciadas por los gobiernos de Inglaterra y Francia con la Unión Soviética. Veamos, por ejemplo, lo que escribía a este respecto Dircksen, embajador de Alemania en Londres, en su informe del 3 de agosto de 1939, dirigido al Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, según los documentos incautados por el Ejército Soviético durante la derrota de la Alemania hitleriana: Aquí predominaba la impresión de que los lazos establecidos en los últimos meses con los otros Estados sólo son medidas auxiliares de cara a una verdadera reconciliación con Alemania y que estos lazos desaparecerán tan pronto como se haya alcanzado el único objetivo importante y digno de esfuerzo: el acuerdo con Alemania.
Todos los diplomáticos alemanes que observaron la situación en Londres compartían enteramente esta opinión.
En otro informe enviado a Berlín, Dircksen escribía: Por su armamento y consiguiendo aliados, Inglaterra quiere aumentar su potencia y ponerse al nivel del Eje. Pero, al mismo tiempo, quiere conseguir un acuerdo de amistad con Alemania por la vía de la negociación (28).

Fuentes consultadas:
(1) Corvin Edwards: Los cártels internacionales en la economía y en la política, 1947
(2) Richard Sasuly: I.G. Farben. Bont y Eger, Nueva York, 1917, pág. 80
(3) Stock Exchange Year Book, Londres 1925. Who in America, Who's Who in America Finance
Moody's Manual of Corporation, Foor's Manual, 1924-1930.
(4) V. Molotov: Artículos y discursos, 1935-36, pág.176
(5) V. Molotov: Ibidem, pág. 177
(6) J. Stalin: Informe presentado al XVIII Congreso del Partido sobre la actividad del Comité
Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Cuestiones del leninismo, pág.570
(7) Informe estenografiado del XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS;
O. G. I.Z.
(8) Ibidem
(9) A. Hitler: Mein Kampf, Munich 1936, pág.742
(10) Texto de una entrevista entre el Führer, canciller de Reich y lord Halifax, en presencia de M.

von Neurath, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, en Obbersalzberg, 19-11-1937 (archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores alemán).
(11) Se trata de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia
(12) Ver: Texto de una entrevista entre el Führer, canciller del Reich y lord Halifax (ya citada en la
nota 10)
(13) Texto de una entrevista entre el Führer, canciller del Reich, y lord Halifax, en presencia de M.,
ministro de Asuntos Exteriores del Reich, en Obberssalzberg, 19-11-1937 (archivos del Ministerio
de Asuntos Exteriores alemán)
(14) Ibídem
(15) Times del 23 de febrero de 1938, pág. 8
(16) Texto de la entrevista entre el Fúhrer y el embajador real británico, que se celebró en presencia
de M. von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, el 3 de marzo de 1938 en Berlín
(archivos del ministerio de Asuntos Exteriores alemán)
(17) Texto de la entrevista entre el Führer (canciller del Reich) y el embajador real británico que se
celebró en presencia de M. von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, el 3 de marzo
de 1938 en Berlín (archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán)
(18) Ibidem
(19) Izvestia del 16 de marzo de 1938
(20) Nota del Ministerio de Asuntos Exteriores británico del 21 de marzo de 1938
(21) Informe Político de 10 de julio de 1938, continuación del informe A número 2589 del 10 de
junio del año en año curso, sacado de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán
(22) Correspondance respectiva Czecheslovakia, septiembre, 1983, Londres 1938, cid5847, pág.89
(23) XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS. Informe estenografiado
O.G.I.Z. 1939, pág. 14
(24) XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS. Informe estenografiado
O.G.I.Z. 1939, pág.14
(25) Sayers y Kahn: The Great Conspiracy, Boston, 1946, pp.321-325
(26) Izvestia, 20 de marzo de 1939
(27) Archiv für Aussenpolitik und Landerkunde septiembre 1938, pág.483
(28) Informe de Dircksen Sobre el desarrollo de las relaciones políticas entre Alemania e
Inglaterra durante mi misión en Londres, redactado en septiembre de 1939.