LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

lunes, 15 de julio de 2013

EL CARÁCTER DE CLASE DEL FASCISMO

Escrito por: Jorge Dimitrov (Informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista, 2 de Agosto de 1935)

El fascismo en el poder, camaradas, es la dictadura terrorista descarada de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.

La variedad más reaccionaria del fascismo es el fascismo de tipo alemán. Tiene l
a osadía de llamarse nacionalsocialismo, a pesar de no tener nada de común con el socialismo. El fascismo alemán no es solamente un nacionalismo burgués, es un chovinismo bestial. Es el sistema de gobierno del bandidaje político, un sistema de provocaciones y torturas contra la clase obrera y los elementos revolucionarios del campesinado, de la pequeña burguesía y de los intelectuales. Es la crueldad y la barbarie medievales, la agresividad desenfrenada contra los demás pueblos y países. El fascismo alemán actúa como pelotón de choque de la contrarrevolución internacional, como incendiario principal de la guerra imperialista, como iniciador de la cruzada contra la Unión Soviética, la gran patria de los trabajadores de todo el mundo.

El fascismo no es una forma de Poder estatal que esté, como se pretende, "por encima de ambas clases, del proletariado y de la burguesía", como ha afirmado por ejemplo,Otto Bauer. V No es "la pequeña burguesía insurreccionada que se ha apoderado del aparato del Estado", como declara el socialista inglés Brailsford. No. El fascismo no es un poder situado por encima de las clases, ni el poder de la pequeña burguesía o del lumpen proletariado sobre el capital financiero. El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y la parte revolucionaria de los campesinos y de los intelectuales. El fascismo en política exterior es el chovinismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos.

Hay que recalacar de un modo especial este carácter verdadero del fascismo porque el disfraz de la demagogia social ha dado al fascismo en una serie de países la posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis e incluso a algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero carácter de clase, su verdadera naturaleza.

El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. En unos países, principalmente allí donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas, y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta legalidad. En otros países donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece su monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los.partidos y agrupaciones rivales, lo cual no excluye que el fascismo, en el momento en que se agudezca de un modo especial su situación, intente extender su base para combinar — sin alterar su carácter de clase — la dictadura terrorista abierta con una burda falsificación del parlamentarismo.

La subida del fascismo al poder no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de la burguesía — la democracia burguesa — por otra, por la dictadura terrorista abierta. Pasar por alto esta diferencia sería un error grave, que impediría al proletariado revolucionario movilizar a las amplías capas de los trabajadores de la ciudad y del campo para luchar contra la amenaza de la toma del poder por los fascistas, así como aprovechar las contradicciones existentes en el campo de la propia burguesía. Sin embargo, no menos grave y peligroso es el error de no apreciar suficientemente el significado que tienen para la instauración de la dictadura fascista las medidas reaccionarias de la burguesía que se intensifican actualmente en los países de la democracia burguesa, medidas que reprimen las libertades democráticas de los trabajadores, restringen y falsean los derechos del parlamento y agravan las medidas de represión contra el movimiento revolucionario.

Camaradas, no hay que representarse la subida del fascismo al poder de una forma tan simplista y llana como si un comité cualquiera del capital financiero tomase el acuerdo de implantar en tal o cual día la dictadura fascista. En realidad, el fascismo llega generalmente al poder en lucha recíproca, a veces enconada, con los viejos partidos burgueses o con determinada parte de éstos, en lucha incluso en el seno del propio campo fascista, que muchas veces conduce a choques armados, como hemos visto en Alemania, Austria y otros países. Todo esto, sin embargo, no disminuye la significación del hecho de que antes de la instauración de la dictadura fascista los gobiernos burgueses atraviesan habitualmente por una serie de etapas preparatorias y realizan una serie de medidas reaccionarias, que facilitan directamente el acceso del fascismo al poder. Todo el que no luche en estas etapas preparatorias contra las medidas reaccionarias de la burguesía y contra el creciente fas- cismo, no está en condiciones de impedir la victoria del fascismo, sino que por el contrario la facilitará.

Los jefes de la socialdemocracia encubrieron y ocultaron ante las masas el verdadero carácter de clase del fascismo y no llamaron a la lucha contra las medidas reaccionarias cada vez más graves de la burguesía. Sobre ellos pesa una gran responsabilidad histórica, por el hecho de que en los momentos decisivos de la ofensiva fascista una parte considerable de las masas trabajadoras de Alemania y de otra serie de países fascistas no reconociesen en el fascismo a la fiera sedienta de sangre del capital financiero, a su peor enemigo y que estas masas no estuvieran preparadas para hacerle frente.

¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas? El fascismo logra atraerse las masas, porque apela en forma demagógica a sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de la justicia, y. a veces incluso con sus tradiciones revolucionarias. ¿ Por qué los fascistas alemanes, esos lacayos de la gran burguesía y enemigos mortales del socialismo se hacen pasar ante las masas por "socialistas", y presentan su subida al poder como una "revolución"? Porque se esfuerzan en explotar la fe en la revolución, la atracción del socialismo que vive en el corazón de las amplias masas trabajadoras de Alemania.

El fascismo labora al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido, como hizo, por ejemplo, el fascismo alemán que arrastró consigo las masas pequeño-burguesas con la consigna de "¡Contra Versalles!".

El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil, explotando el odio profundo de los trabajadores contra la burguesía rapaz, contra los bancos, los trusts y los magnates financieros, y lanzando las consignas más seductoras para el momento dado, para las masas que no han alcanzado una madurez política: en Alemania: "el bien común está por encima del bien particular"; en Italia: "nuestro Estado no es un Estado capitalista sino un Estado corporativo"; en el Japón: "por un Japón sin explotadores"; en los Estados Unidos: "por el reparto de las riquezas".

El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un "gobierno honrado e insobornable". Especulando con la profunda desilusión de las masas sobre los gobiernos de la democracia burguesa, el fascismo se indigna hipócritamente ante la corrupción (véase, por ejemplo, el caso Barmat y Scularek en Alemania, el caso Staviski en Francia y otros).

El fascismo capta, en interés de los sectores más reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los viejos partidos burgueses. Pero impresiona a estas masas por la violencia de sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable frente a los viejos partidos de la burguesía.

Dejando atrás a todas las demás variedades de reacción burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país.

Y las masas de la pequeña burguesía, incluso una parte de los obreros, llevados a la desesperación por la miseria, el paro forzoso y la inseguridad de su existencia, se convierten en víctimas de la demagogia social y chovinista del fascismo.

El fascismo llega al poder como el partido del asalto contra el movimiento revolucionario del proletariado, contra las masas populares en efervescencia, pero presenta su subida al poder como un movimiento "revolucionario" dirigido contra la burguesía en nombre de "toda la nación" y para "salvar a la nación". (Recordemos la "marcha" de Mussolini sobre Roma, la "marcha" de Pilsudski sobre Varsovia, la "revolución" nacionalsocialista de Hitler en Alemania, etc.)

Pero cualquiera que sea la careta con que se disfrace el fascismo, cualquiera que sea la forma en que se presente, cualquiera que sea el camino por el que suba al Poder, el fascismo es la más feroz ofensiva del capital contra las masas trabajadoras; el fascismo es el chovinismo más desenfrenado y la guerra de rapiña; el fascismo es la reacción feroz y la contrarrevolución; el fascismo es el peor enemigo de la clase obrera y de todos los trabajadores

lunes, 8 de julio de 2013

El modo de producción como base material de la vida de la sociedad

A la vida material de la sociedad se refiere, ante todo, el trabajo de los hombres, por el que éstos producen los objetos y bienes necesarios para su subsistencia: alimentos, vestidos, viviendas, etc. El trabajo es una necesidad natural eterna, condición indispensable para que la sociedad pueda existir. Como decía Engels, antes de dedicarse a la política, la ciencia, el arte o la religión, los hombres necesitan comer, beber, tener una vivienda y vestirse. Las premisas materiales naturales del proceso de producción son el medio geográfico y la población. Sin embargo, aunque estas condiciones ejercen sensible influencia sobre la marcha del desarrollo social, lo aceleran o frenan, no son lo que constituye la base del proceso histórico. En un mismo medio natural pueden existir regímenes sociales diferentes, y la densidad de población influye de manera diversa en distintas condiciones históricas. A diferencia de los animales, que se adaptan pasivamente al medio, el hombre obra sobre él activamente, obteniendo los bienes materiales necesarios para su existencia con ayuda del trabajo, el cual presupone el empleo y fabricación de instrumentos especiales.
La sociedad no puede elegir esos instrumentos a su arbitrio. Cada nueva generación, cuando llega a la vida, se encuentra con los instrumentos de producción que crearon generaciones anteriores, y de ellos se vale, perfeccionándolos y modificándolos gradualmente. La sociedad no puede renunciar a ellos y volver a instrumentos de épocas pasadas -del tractor al arado romano, de la industria maquinizada al rudimentario taller del artesano medieval-, pues esto significaría la muerte, si no de la sociedad entera, sí de la mayoría de sus miembros, al escasear los bienes materiales necesarios para la vida de una población muy acrecida. Al mismo tiempo, el progreso de esos instrumentos se halla subordinado a un cierto orden de sucesión. La humanidad no pudo, por ejemplo, pasar directamente del hacha de piedra a la central electroatómica. Cada perfeccionamiento o invento tiene que ser consecuencia de los anteriores, ha de apoyarse en la gradual acumulación de experiencia productiva, de hábitos de trabajo y de conocimientos dentro del propio país o dentro de otro país más avanzado. Pero los instrumentos de trabajo no funcionan por sí mismos. El papel central en el proceso de producción corresponde a los hombres, a los trabajadores que crean y ponen en acción esos instrumentos gracias a sus hábitos y a la experiencia que poseen. Los instrumentos de producción, los medios de trabajo con ayuda de los cuales son creados los bienes materiales, y los hombres que llevan a cabo el proceso de producción apoyándose en la experiencia que a este respecto poseen, forman las fuerzas productivas de la sociedad. La producción no es obra del hombre aislado, a semejanza de Robinson en su isla deshabitada. Tiene siempre un carácter social. En el proceso de producción de bienes materiales, los hombres, quiéranlo o no, se relacionan de un modo o de otro, y el trabajo de cada productor se convierte en una partícula del trabajo social. Incluso en las primeras fases de la historia, los hombres hubieron de unirse para subsistir, para, con ayuda de los instrumentos más toscos, lograr lo medios de existencia en lucha con las fieras, los elementos, etc. A medida que la división social del trabajo se desarrolla, esta dependencia recíproca de los hombres no hace sino crecer. Así, al aparecer las industrias, el campesino depende del artesano, los artesanos dependen unos de otros y de los campesinos, etc. Los productores se hallan relacionados, pues, entre sí por numerosos vínculos.
Tales vínculos no se refieren únicamente a la relación entre productores de diferentes ramas de producción. En un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas, según veremos más abajo, la propiedad sobre todos los medios de producción, o sobre los fundamentales, se ve separada de los productores directos y se concentra en manos de un reducido número de miembros de la sociedad. Entonces los productores y los instrumentos de trabajo no pueden unirse y el proceso de producción no tiene lugar si los dueños de los medios de producción y los productores no establecen entre sí determinadas relaciones. Esas relaciones que los hombres establecen en el curso de la producción son relaciones de clases, o lo que es lo mismo, de grandes grupos humanos de los cuales unos poseen los medios de producción y se apropian del producto del trabajo de los otros, que carecen total o parcialmente de medios de producción y se ven obligados a trabajar para los primeros. Por ejemplo, en la sociedad burguesa la clase capitalista no trabaja, pero, como es propietaria de fábricas y ferrocarriles, etc., puede apropiarse de los frutos del trabajo de los obreros. Y éstos, quiéranlo o no, sólo pueden ganar el sustento vendiendo su trabajo a los capitalistas, puesto que carecen de medios de producción. Las relaciones que los hombres establecen en el curso de la producción de bienes materiales fueron denominadas por Marx y Engels relaciones de producción. Se les da también el nombre de relaciones económicas o de propiedad, puesto que su carácter depende de quién es el propietario de los medios de producción. Las relaciones de producción tienen lugar fuera de la conciencia de los hombres, y en este sentido son de índole material. El carácter de ellas viene determinado por el nivel de desarrollo y el carácter de las fuerzas productivas. Las relaciones económicas propias de la esclavitud, por ejemplo, habrían sido imposibles en la sociedad primitiva. Primero, porque los instrumentos de trabajo eran tan rudimentarios (mazas, hachas de piedra) que cualquiera podía hacerlos, por lo que la propiedad privada sobre ellos era imposible. Y segundo, porque nadie habría podido explotar a otros trabajadores, puesto que la productividad era tal que apenas si bastaba para satisfacer sus propias necesidades y el sostenimiento de clases parasitarias era materialmente imposible. Este ejemplo nos dice ya que las relaciones que los hombres establecen en el proceso de producción y las fuerzas productivas no se muestran aisladas unas de otras, sino que se mantienen en determinada unidad. El materialismo histórico expresa esa unidad de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción mediante el concepto de modo de producción. Cómo se desarrolla la producción. Por cuanto el modo de producción es la base material de la vida de la sociedad, la historia de esta última es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se van sucediendo conforme las fuerzas productivas se incrementan.
¿Cómo se produce este desarrollo? ¿Qué es lo que lo impulsa?
Los hechos señalan que las fuentes del desarrollo de la producción hay que buscarlas dentro de ella misma, y no fuera. Así lo subraya Marx cuando define la historia como un "estado social" de los hombres "en proceso de autodesarrollo". En el proceso del trabajo los hombres obran sobre la naturaleza y la modifican. Pero al propio tiempo cambian ellos mismos: acumulan experiencia de producción, hábitos de trabajo y conocimientos acerca del mundo que les rodea. Todo esto les permite modernizar los instrumentos de trabajo y modos de empleo de los mismos, inventar otros nuevos y perfeccionar de una manera u otra el proceso de producción. Y cada uno de esos perfeccionamientos o inventos trae consigo nuevos avances, y en ocasiones dan lugar a una verdadera revolución en la técnica y en la productividad del trabajo. Ahora bien, según se indicaba antes, la producción presupone obligatoriamente unas u otras relaciones entre el hombre y la naturaleza y también entre aquellos que participan en el proceso productivo. Estas relaciones, a su vez, influyen sobre el desarrollo de las fuerzas productivas, son un estímulo en la actividad de los productores directos y de las clases poseedoras de los instrumentos de trabajo. De las relaciones de producción dependen las leyes económicas de cada modo de producción, las condiciones de vida y de trabajo de quienes están ocupados en este proceso y otros factores que influyen sobre el desarrollo de las fuerzas productivas. Interacción de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. La unidad de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, expresada en el modo de producción, no excluye en modo alguno las contradicciones entre ellas. Estas contradicciones obedecen al desigual desarrollo que siguen ambos elementos del modo de producción: las relaciones económicas y las fuerzas productivas. La técnica, los hábitos de producción y la experiencia de trabajo, en su conjunto -lo mismo si se trata de toda su historia que de un modo concreto de producción- siguen más o menos un creo cimiento constante. Son el elemento más revolucionario y mutable de la producción.
En cuanto a las relaciones de producción, si bien sufren algunos cambios durante el período de existencia de un modo de producción concreto, no se ven afectadas en su esencia. El capitalismo monopolista de Estado, por ejemplo, tal como existe en nuestros días, presenta sensibles diferencias si lo comparamos con el capitalismo del siglo XIX. No obstante, la base de las relaciones capitalistas de producción -la propiedad privada sobre los instrumentos y medios de producción- sigue siendo la misma, o sea que las leyes fundamentales del capitalismo se mantienen en vigor. Los cambios radicales de las relaciones económicas presentan obligatoriamente el carácter de salto, de solución de la continuidad, que significa la supresión de las relaciones de producción viejas y su sustitución por otras nuevas, es decir, la aparición de un nuevo modo de producción. De aquí se deduce claramente por qué la concordancia entre las relaciones económicas y el carácter de las fuerzas productivas sólo puede ser transitoria y provisional en la historia de cada modo de producción hasta que se llega a la época socialista. De ordinario, esa concordancia existe en la fase inicial de desarrollo del modo de producción, cuando se afirman las nuevas relaciones de producción que corresponden a la fase alcanzada en el desarrollo de las fuerzas productivas. Mas después de esto, de ordinario se acelera el progreso de la técnica, la acumulación de experiencia de trabajo y conocimientos. Y esa aceleración confirma la beneficiosa influencia de las relaciones de producción sobre el avance de las fuerzas productivas. Cuando las relaciones económicas guardan concordancia con estas últimas, el desarrollo marcha por un camino relativamente liso y llano. Pero las relaciones económicas no pueden seguir al paso de las fuerzas de producción. En la sociedad de clases, una vez surgidas, dichas relaciones toman cuerpo jurídica y políticamente en las formas de propiedad, en las leyes, en la política de las clases, en el Estado, etc. A medida que las fuerzas productivas crecen, entre ellas y las relaciones de producción se ahonda inevitablemente la discrepancia hasta transformarse por último en conflicto, pues las relaciones de producción, ya caducas, se convierten en un estorbo para que las fuerzas productivas sigan adelante.
Así vemos lo que ocurre con las relaciones económicas de la sociedad feudal; basadas en la propiedad del señor sobre la tierra con los campesinos a ella adscritos, hubo un tiempo que correspondían a las fuerzas productivas con que contaba la sociedad, y por eso ayudaban a su desarrollo. Pero la situación cambia cuando la industria (manufacturera, y luego con empleo de máquinas) comienza su rápido avance: la servidumbre se convierte en un freno que dificultaba el progreso de la industria; ésta necesitaba de trabajadores personalmente libres y desprovistos de medios de producción propios, a los que el hambre empujase a las fábricas para colocarse bajo el yugo del capitalista. Un claro ejemplo de discordancia entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas nos lo ofrece el capitalismo moderno. No otra cosa significan las catastróficas crisis, las guerras, la disminución del ritmo de desarrollo económico, etc. El conflicto entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas agudiza las contradicciones en las distintas esferas de la vida social, y ante todo entre las clases, de las que unas se mantienen vinculadas por sus intereses a lo viejo y otras ven su porvenir en las nuevas relaciones económicas que comienzan a madurar. La sociedad no puede volver atrás, no puede regresar a fuerzas productivas que correspondiesen a unas relaciones de producción ya caducas; y no puede aunque las clases que se encuentran en el poder comprendiesen que solamente ahí estaba su salvación. Tarde o temprano, el conflicto es resuelto por otro camino, el único posible: la supresión revolucionaria de las viejas relaciones de producción, que son sustituidas por otras en consonancia con el carácter de las fuerzas productivas y con las necesidades de su ulterior desarrollo. Da comienzo un nuevo ciclo que atraviesa las mismas etapas y, si se trata de una sociedad de clases antagónicas, de nuevo culmina con la desaparición del viejo modo de producción y con la aparición de otro nuevo,el Socialismo.