LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

lunes, 30 de julio de 2012

El imperialismo como capitalismo agonizante



El capitalismo monopolista y parasitario es también un capitalismo agonizante.
V. I. Lenin escribía: "Se comprende por qué el imperialismo es el capitalismo agonizante, que pasa al socialismo: el monopolio, nacido del capitalismo, es ya la extinción del capitalismo, el comienzo de su paso al socialismo." Junto a la creación de las premisas materiales para el socialismo, Lenin veía una característica del imperialismo como capitalismo agonizante en la circunstancia de que también crea las premisas políticas para el socialismo, al llevar hasta sus límites extremos todas las contradicciones del capitalismo. Con esto señalaba Lenin toda la inconsistencia de las esperanzas que los oportunistas cifran tanto en la "evolución" del capitalismo hasta el socialismo como en su "hundimiento automático". El imperialismo caerá bajo el peso de sus propios crímenes. Pondrán fin a él las masas trabajadoras al levantarse a la lucha por el triunfo de la revolución socialista. V. I. Lenin, apoyándose en datos científicos, llega a la conclusión de que el imperialismo equivale a las vísperas de la revolución socialista. Creación de las premisas materiales del socialismo.
No hay que confundir, sin embargo, las premisas materiales del socialismo con el propio socialismo. Este es posible sólo como resultado de la conquista del poder político por la clase obrera y de la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción, que son convertidos en propiedad social. La sustitución del capitalismo por el socialismo es imposible a través de un proceso puramente evolutivo. Ha de pasar por la revolución, es un salto revolucionario para el que no bastan las premisas materiales, sino que se requiere también toda una serie de condiciones objetivas y subjetivas. Agudización de las contradicciones capitalistas. El imperialismo es también el capitalismo agonizante porque agudiza hasta el máximo todas las contradicciones del capitalismo. Se agudiza ante todo la contradicción fundamental del capitalismo, la que existe entre el carácter social de la producción y la forma privada capitalista de la apropiación. La concentración de la producción y el incremento de los monopolios significan un nuevo avance en el desarrollo del carácter social que la producción presenta. La apropiación, empero, sigue siendo privada. Con los progresos del capitalismo monopolista, la contradicción fundamental del capitalismo se hace cada vez más honda. Esto lleva a que se acentúen todas las contradicciones del capitalismo, las más importantes de las cuales son: la que existe entre el capital y el trabajo; la que hay entre los pueblos oprimidos de los países dependientes y las potencias imperialistas que los explotan, y la que se produce entre las propias potencias imperialistas. La agudización de las contradicciones aproxima la revolución socialista y el fin del imperialismo. Ley del desarrollo desigual en la política y en la economía.
Bajo el capitalismo es imposible el desarrollo regular de las empresas, los sectores de la economía y los países. La propiedad privada sobre los medios de producción, la anarquía de la producción y la competencia hacen inevitable el desarrollo irregular de la economía capitalista: hay empresas, sectores y países que se quedan atrás, mientras que otros saltan adelante. En la época de la libre competencia, cuando no había monopolios, el capitalismo seguía una marcha relativamente suave. Para que un país adelantase a otro se necesitaba largo tiempo. Existían aún enormes territorios libres que podían ser convertidos en colonias. El incremento del poderío económico iba acompañado de la conquista de estas tierras no ocupadas aún por las potencias capitalistas, que en este período no llegaban hasta los grandes choques militares. La acción de la ley del desarrollo desigual, propia del capitalismo, no conducía a guerras mundiales. Era el tiempo del desarrollo relativamente pacífico del capitalismo. Hicieron falta muchos decenios para que Inglaterra conquistase la primacía industrial, desplazase a sus competidores -Holanda, y luego Francia- y se consolidase como primera potencia del globo. A mediados del siglo XIX era el "taller de todo el mundo", la que proporcionaba artículos industriales a todos los países a cambio de materias primas y comestibles. En 1850 la parte de los Estados Unidos en la producción industrial del mundo era del 15 por ciento, mientras que la de Inglaterra ascendía al 39. En cuanto a Alemania, hasta 1875, aproximadamente, no admitía siquiera el parangón con Inglaterra en este terreno. Al pasar al imperialismo, todo cambió por completo. En el último cuarto del siglo XIX el monopolio británico sufrió rudos golpes, sobre todo por el rápido progreso de países capitalistas como Estados Unidos, Alemania y, más tarde, el Japón. El desarrollo de Inglaterra y Francia se hace más lento a partir de 1870: entre este año y 1913 toda al industria mundial se hizo casi cuatro veces mayor, siendo el aumento en los Estados Unidos de nueve veces, en Alemania casi de seis, en Francia de tres y en Inglaterra sólo de 2,25 veces. En vísperas de la primera guerra mundial Alemania había aventajado por el volumen de su producción industrial a Inglaterra y Francia. La parte de Norteamérica en la producción industrial del mundo era superior a la de Inglaterra y Alemania juntas.
Tan vertiginoso desplazamiento de unos países por otros a fines del siglo XIX y comienzos del XX se hizo posible por el inusitado progreso de la técnica y por el incremento en la concentración de la producción y del capital, es decir, por la aparición de los monopolios. Los países que entran más tarde en la vía del desarrollo capitalista aprovechan los resultados ya presentes del progreso técnico y despliegan más deprisa nuevas ramas de la industria. Al mismo tiempo, en los países del capitalismo "viejo" empiezan a manifestarse antes tendencias hacia la putrefacción, que frenan el desarrollo de las fuerzas productivas. El resultado de todo esto es el avance a saltos de unos países y la detención de otros. La vieja distribución de las colonias y esferas de influencia deja de guardar correspondencia con la nueva relación de fuerzas. Los países que se colocan por delante entran en la vía de la lucha armada por una redistribución del mundo ya repartido, por la conquista de colonias. Eso acentúa extraordinariamente las contradicciones entre los países imperialistas, debilita el frente del imperialismo y conduce a la aparición en él de eslabones débiles.
Esta desigualdad en el desarrollo económico en la época del imperialismo va unida a la desigualdad de desarrollo en el plano político, es decir, a la desigual maduración en el tiempo de las premisas políticas para el triunfo de la revolución socialista. Según decía Lenin, "la revolución proletaria crece en todos los países desigualmente, puesto que los diversos países se encuentran en condiciones distintas en cuanto a la vida política, y en un país el proletariado es demasiado débil, mientras que en otro es más fuerte. Si en un país el grupo superior del proletariado es débil, en otros ocurre que, de momento, la burguesía logra escindir a los obreros, como ha ocurrido en Inglaterra y Francia. Y de ahí que la revolución proletaria se desarrolle desigualmente..."143 El análisis de las modificaciones producidas en cuanto al carácter de la acción de la ley del desarrollo desigual de los países capitalistas en la época del imperialismo llevó a Lenin a la conclusión de que es imposible el triunfo simultáneo de la revolución en todos los países y que, al contrario, es posible su triunfo, primeramente, en unos cuantos países e incluso en uno solo. Esto era una nueva teoría de la revolución socialista. El estudio del capitalismo premonopolista había llevado a Marx y Engels a la afirmación de que la revolución proletaria sólo podría triunfar cuando se produjese simultáneamente en todos o en los principales países capitalistas. La situación ha cambiado al pasar al imperialismo. El incremento de las contradicciones imperialistas y las diferencias en el tiempo en cuanto al proceso de maduración de la revolución en los diversos países hacen posible que la cadena del imperialismo sea rota en un principio por su eslabón más débil. La vida ha venido a confirmar plenamente la teoría leninista de la revolución socialista.
Comienzo de la crisis general del capitalismo
En la fase del imperialismo, el capitalismo entra inevitablemente en la época de su crisis general. ¿Qué entendemos por "crisis general del capitalismo"?
Según queda dicho en el capítulo VIII, el capitalismo atraviesa por crisis periódicas, que en él son un vicio orgánico innato. La crisis general se diferencia de estas otras en que se trata de un fenómeno que abarca a todos los aspectos del capitalismo como sistema social. Es un estado permanente que se caracteriza por la desintegración progresiva del capitalismo, por la debilitación de todas sus fuerzas internas: económicas, políticas e ideológicas. La crisis general no es un fenómeno ocasional, no es un zigzag de la historia, no es fruto de determinados errores de los líderes burgueses, sino un estado inevitable y regular del capitalismo en la época de su decadencia y descomposición. Al ser afectado por la crisis general, este sistema no puede seguir manteniendo bajo su dominación a los pueblos, que uno tras otro se emancipan del yugo del capital y pasan a la vía del socialismo. Por eso, la época de la crisis general significa el hundimiento del capitalismo y el paso al socialismo; es la época de las revoluciones socialistas y de los movimientos de liberación nacional contra el imperialismo. Los ideólogos del imperialismo piensan que si se consiguiera impedir el triunfo de las revoluciones socialistas y aplastar el movimiento comunista, el capitalismo se mantendría estable e inconmovible, como único sistema social que ellos pueden concebir. No advierten que las dificultades del capitalismo derivan principalmente de la acción de fuerzas que se hallan fuera del sistema capitalista. Incluso aquellos que admiten el hecho de la crisis general de este sistema, la atribuyen a la presencia del sistema socialista y a los manejos de los comunistas, que tratan de derribar el capitalismo. El movimiento comunista, que es producto regular y lógico del desarrollo de la lucha de clases, lo ven como algo inspirado desde fuera y organizado por lo que llaman "agentes extranjeros". Mas la crisis general del capitalismo se debe a la agudización de las contradicciones internas del propio imperialismo. Dicha crisis se ahonda y cobra virulencia, sobre todo, bajo la acción de los antagonismos que corroen a la sociedad capitalista. Las condiciones exteriores -existencia y robustecimiento del sistema socialista- contribuyen a que estos antagonismos aceleren su proceso de maduración, pero no son las causas esenciales.

viernes, 27 de julio de 2012

La historia como desarrollo y cambio de formaciones económico-sociales




El materialismo histórico no impone a la historia esquemas preconcebidos, no trata de ajustar a sus conclusiones los acontecimientos del pasado y del presente. Todo lo contrario, él mismo es una generalización científica de la historia. La conclusión de que la historia de la humanidad es una sucesión consecutiva de formaciones económico-sociales descansa en los conocimientos fidedignos que poseemos del pasado. La humanidad en su conjunto ha conocido cuatro formaciones: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo y capitalismo, y actualmente vive en una época de transición a la formación siguiente, el comunismo, la primera fase del cual es lo que se conoce como socialismo. ¿Cuáles son las características principales de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción de estas formaciones? ¿En qué dirección se desarrolló la superestructura política e ideológica que se levantaba sobre la base, sobre las relaciones de producción de cada una de ellas? A continuación trataremos de dar respuesta a estas preguntas, refiriéndonos sólo, se comprende, a los rasgos más generales de las formaciones económico-sociales y prescindiendo de los detalles y rasgos específicos secundarios que tan abundantes son en la historia de cada país y de cada época.

Régimen de la comunidad primitiva.
El régimen de la comunidad primitiva es, históricamente, la primera forma que la sociedad adopta después de que el hombre se separa del mundo animal, cuando, en un largo proceso de trabajo, adquirió las cualidades que le diferencian del resto de los seres vivos. Los instrumentos de trabajo de que la humanidad disponía en las fases iníciales del régimen de la comunidad primitiva no podían ser más rudimentarios: la porra, el hacha de piedra, el cuchillo y la punta de lanza del mismo material; más tarde son inventados el arco y la flecha. La única fuerza motora que entonces se conocía era el músculo del hombre. El nivel de las fuerzas productivas hallábase en concordancia con las relaciones de producción que existían entre los hombres. Con aquellos instrumentos de trabajo y armas el individuo aislado era incapaz de hacer frente a las fuerzas de la naturaleza y de proporcionarse sustento. Únicamente el trabajo en común (la caza, la pesca, etc.) de todos los miembros de la comunidad primitiva, su solidaridad y recíproca ayuda podían asegurarles la obtención de los recursos necesarios para su vida. El trabajo en común traía consigo la propiedad en común de los medios de producción que era la base de las relaciones de producción en aquella época. Todos cuantos integraban la comunidad hallábanse en relaciones iguales respecto de los medios de producción; nadie podía despojar de ellos al resto y atribuírselos en propiedad privada. Al no existir propiedad privada no podía haber explotación del hombre por el hombre. Los rudimentarios instrumentos de trabajo, aun utilizándose en común, daban un rendimiento tan mísero que apenas si cada individuo podía obtener lo necesario para su sustento. No había excedente alguno de que se pudiera desposeer al productor en beneficio de otros miembros de la sociedad. Y como no existía la explotación del trabajo ajeno, no se sentía la necesidad de un aparato especial de coerción. Las sencillas funciones del gobierno de la comunidad eran ejercidas colectivamente o encomendadas a los hombres más respetados y expertos.
Las características de la comunidad primitiva como formación económico-social venían determinadas, pues, por el bajo nivel de desarrollo de la producción, por la impotencia en que el hombre se veía ante una naturaleza hostil. En la conciencia de los hombres de aquella época imperan concepciones religiosas de una ingenuidad infantil; en todo se someten ciegamente al poder de la tradición y de la costumbre. El mundo se encontraba para ellos reducido al marco de la tribu; todo lo demás se hallaba fuera de la ley y las tribus mantenían entre sí cruentas guerras. El régimen de la comunidad primitiva, aunque sin las deformaciones ni los repelentes rasgos que la explotación impone a la sociedad y a los hombres, estuvo muy lejos de ser la "Edad de Oro" del género humano. Con el tiempo, el régimen de la comunidad primitiva entra en una fase de desintegración. Las causas de su decadencia y desaparición residían en el desarrollo de las fuerzas productivas. Los hombres llegan poco o poco a aprender el arte de fundir el metal. Las armas e instrumentos de piedra van siendo desplazados. Se propaga el empleo del arado con reja metálica, las hachas de metal, las puntas de flecha y lanza de bronce y de hierro, etc. El progreso de las fuerzas productivas -de los instrumentos de trabajo y de los hábitos y costumbres de los trabajadores- da lugar a importantes cambios en la estructura social. Prodúcese la división social del trabajo: la agricultura y el pastoreo, y luego las industrias artesanas, se segregan como ocupaciones especiales. Comienza a ampliarse el intercambio de productos del trabajo, primero entre las tribus y después en el seno de la propia comunidad. Gradualmente se hace innecesario el trabajo en común de la comunidad entera. La tribu y la gens se descomponen en familias, cada una de las cuales se convierte en una unidad económica autónoma. El trabajo se concentra en dichas unidades, aparece la propiedad privada y se hace posible la explotación: la producción había progresado tanto que la fuerza de trabajo humana rendía ya más de lo necesario para el simple sustento del propio trabajador. El perfeccionamiento de los instrumentos y hábitos de trabajo fue impuesto por la necesidad, por el deseo de los hombres de aliviar su trabajo y de disponer de reservas para hacer frente a las calamidades naturales. Mas con ese perfeccionamiento, los hombres -al margen de su voluntad, inconscientemente, sin adivinar siquiera las consecuencias sociales a que esto conduciría- preparaban una transformación completa de la sociedad: el paso de la formación de la comunidad primitiva a la del esclavismo. Las fuerzas productivas de la sociedad, al acrecerse, exigían nuevas relaciones de producción entre los hombres.

El régimen de la esclavitud.
La base de las relaciones de producción de este régimen es la propiedad privada del esclavista no sólo sobre los medios de producción, sino también sobre los propios trabajadores, sobre los esclavos. Esta propiedad del señor sobre los esclavos y todo cuanto éstos producen viene impuesta por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la época, suficientemente alto como para que fuese posible la explotación de los trabajadores. Al mismo tiempo, sin embargo, era aún tan bajo, que la explotación de los trabajadores, apropiándose parte del producto por ellos producido, era sólo posible reduciendo su consumo al mínimo, dejándoles lo estrictamente necesario para que no se muriesen de hambre. Esto podía hacerse únicamente privando a los explotados de toda clase de derechos, reduciéndolos a la situación de "instrumentos que hablan" y empleando con ellos las medidas de coerción más feroces. El cambio de las relaciones de producción revolucionó las esferas restantes de la vida social. Las relaciones de colaboración y solidaridad, propias de la comunidad primitiva, dejaron paso a relaciones de dominación de una parte de la sociedad sobre la otra, a relaciones de explotación, de opresión y de hostilidad irreductible. La sociedad se escindió en clases antagónicas: la de los esclavistas y la de los esclavos.
La época de la esclavitud aportó a los trabajadores terribles calamidades y sufrimientos. "Los intereses más bajos -la avidez vulgar, la grosera pasión por los placeres, la sórdida codicia, la expoliación egoísta del patrimonio común- sacan de pila a la sociedad nueva, civilizada, de clase; los medios más odiosos, el robo, la violencia, la perfidia y la traición, minan el viejo régimen gentilicio sin clases y conducen a su caída."67 Así describe Engels la época de transición del régimen de la comunidad primitiva al esclavismo. La feroz explotación de que eran objeto los esclavos provoca en ellos una desesperada resistencia. Para aplastarla no servían los viejos órganos de gobierno de la gens y la tribu; requeríase un aparato especial de violencia, y éste fue el Estado. La nueva institución había de proteger la propiedad de los esclavistas y asegurar la afluencia constante de esclavos; a esta situación eran reducidos los prisioneros de guerra y los deudores insolventes. A la vez que el Estado nació el derecho, o sistema de normas y prescripciones jurídicas en las que se recogía la voluntad de la clase dominante y cuya observancia obligatoria era impuesta por el propio Estado. Aparecieron nuevas costumbres y una ideología específica de la sociedad esclavista. Entre los opresores se va extendiendo el desprecio hacia el trabajo físico, en el que empieza a verse una ocupación indigna del hombre libre; se arraiga la idea de la desigualdad de los hombres.
Y a pesar de todo esto, el régimen esclavista significaba un gran paso adelante en la evolución de la humanidad. Prosigue la división social del trabajo, con la diferenciación entre la agricultura y las industrias urbanas y en el seno de estas últimas. La división del trabajo significaba, a su vez, la especialización de los instrumentos y un nuevo caudal de experiencia. En la agricultura, junto al cultivo de cereales aparecen ramas nuevas (horticultura, fruticultura, etc.). Se inventan aperos como el arado de ruedas, el rastrillo y la guadaña. La fuerza muscular del hombre se ve completada en gran escala por la de los animales. El trabajo de verdaderas masas de esclavos permite la construcción de presas y sistemas de riego, de caminos y de barcos, de conducciones de agua y de grandes edificios urbanos. Y cuando parte de los miembros de la sociedad quedan libres de la participación directa en la producción -gracias a la explotación de los esclavos-, crean las condiciones para el progreso de la ciencia y de las artes. Llega, sin embargo, un tiempo en que se agotan las posibilidades de progreso que el modo esclavista de producción implicaba; sus relaciones de producción se convierten en una traba que dificulta el desarrollo de las fuerzas productivas. Los señores, disponiendo como disponían de los esclavos, que exigían muy pocos dispendios, no mostraban interés por el perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo. A mayor abundamiento, no se podía confiar al esclavo instrumentos complicados y costosos, puesto que no tenía el menor interés en el resultado de su trabajo. Las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas imponían cada vez más imperiosamente la supresión de las viejas relaciones de producción. Esto únicamente podía hacerlo una revolución social, cuya fuerza motriz eran las clases y capas que más sufrían del régimen esclavista y que, por tanto, se hallaban más interesadas en su supresión. Eran los esclavos y la parte más pobre de la población libre. A medida que las contradicciones se ahondan en el viejo modo de producción, la lucha de clases adquiere mayor virulencia. Sus formas son muy variadas, desde la premeditada inutilización de los instrumentos de trabajo hasta los levantamientos en los que participan decenas de miles de hombres. En última instancia, el régimen esclavista cae bajo los golpes conjuntos de las insurrecciones de las clases trabajadoras y de las incursiones de las tribus bárbaras vecinas, a las que era ya incapaz de hacer frente aquel Estado debilitado por las contradicciones internas y las guerras. Lo sustituye una nueva formación: el feudalismo.
El régimen feudal.
La base de las relaciones de producción de este régimen es la propiedad de los señores sobre los medios de producción, y en primer lugar de la tierra (el término de "feudalismo" procede de la palabra latina "feudo"; así se llamaban las tierras que el rey distribuía entre sus allegados, a cambio de lo cual éstos habían de prestarle servicio militar). Los campesinos dependían de los señores, pero no en propiedad plena.El señor tenía derecho al trabajo del campesino, que se hallaba adscrito a la tierra y estaba obligado a cumplir en beneficio de aquél En algunos países como, por ejemplo, Rusia, la servidumbre adoptó formas particularmente brutales, que la aproximaban a la esclavitud: el señor podía vender y comprar a los campesinos sin la tierra, etc determinadas cargas. En la sociedad feudal se conocía también la propiedad personal de los campesinos y artesanos. El siervo recibía un lote de tierra, tenía su economía individual cuyos productos, una vez satisfechas las cargas debidas a su señor, quedaban a disposición del propio campesino. Esta característica de las relaciones de producción abría nuevas posibilidades para el incremento de las fuerzas productivas. El productor directo tenía ya cierto interés material en el resultado de su trabajo. Por eso no rompe ni estropea los aperos e instrumentos, sino que, al contrario, los cuida celosamente y los perfecciona. La agricultura conoce nuevos progresos: aparece la rotación de cultivos de tres hojas y se generaliza el uso de abonos. Aún son más importantes los éxitos de las industrias artesanas, que proporcionaban aperos para el campo, objetos para el uso de los señores feudales y comerciantes, utensilios, armas y pertrechos militares. El progreso de las industrias artesanas y del comercio favoreció el crecimiento de las ciudades, que con el tiempo se convierten en grandes centros económicos, políticos y culturales, en la cuna del modo capitalista de producción. La época del feudalismo conoce descubrimientos que habían de dejar honda huella en la historia: los hombres aprenden a convertir el hierro colado en dulce, a construir barcos de vela apropiados para largos viajes, a preparar sencillos instrumentos ópticos (gafas, anteojos de larga vista), inventan la brújula, la pólvora, el papel, la imprenta y el reloj de cuerda. A la energía muscular del hombre y de los animales se incorpora cada vez más la energía del viento (molino de viento, barco de vela) y del agua al caer (molino de agua, rueda hidráulica, que se empleó extraordinariamente en la Edad Media). El cambio de las relaciones de producción propias del esclavismo por las feudales trajo consigo grandes modificaciones en toda la vida de la sociedad.
Modificóse, lo primero de todo, la estructura de clase. La clase dominante pasó a ser la de los señores feudales, que eran los propietarios de la tierra. La otra clase fundamental eran los campesinos siervos. Las relaciones entre unos y otros eran de carácter antagónico, se basaban en la contradicción irreductible de sus intereses de clase. Las formas de la explotación, aunque un tanto suavizadas en comparación con la esclavitud, eran extraordinariamente duras. Como antes, la explotación de los siervos basábase en la coerción extraeconómica. Movido por estímulos puramente económicos, por su interés material, el siervo trabajaba únicamente en su lote de tierra. La mayor parte del tiempo había de hacerlo para el señor, sin que por ello percibiese remuneración alguna. Lo que principalmente le hacía trabajar en este caso era el temor al castigo, la pena que ello llevaba acarreada, y la amenaza de perder todos sus bienes personales, de que el señor podía desposeerle. La lucha de clases se eleva en la sociedad feudal a un nivel más alto de lo que se había conocido bajo el esclavismo. Los levantamientos campesinos se extienden a veces a grandes territorios. Del volumen de su resistencia a los señores son prueba las guerras campesinas, que sacudieron sucesivamente un país tras otro: la insurrección de Wat Tyler en Inglaterra (siglo XIV) y la de la Jacquerie en Francia (siglos XIV y XV), la guerra campesina de Alemania (siglo XVI), el levantamiento de los taipines en China (siglo XIX) y de los sikhos en la India (siglos XVII y XVIII), los movimientos de Bolótnikoz, Razin (siglo XVII) y Pugachev (siglo XVIII) en Rusia, etc. La superestructura política e ideológica de la sociedad feudal es un reflejo de las características que adoptan la explotación y la lucha de clases. Para explotar y mantener sujetos a los campesinos, el Estado feudal había de recurrir a la fuerza armada de que disponía no sólo el poder central, sino también cada señor. Este, dentro de sus feudos, era el dueño absoluto, señor de horca y cuchillo. El derecho reafirma la desigualdad social y económica del feudalismo; las clases y capas sociales adoptan la forma de estamentos: nobleza, clero, campesinos, comerciantes, etc. Las relaciones entre los estamentos y dentro de cada uno de ellos eran de estricta subordinación y dependencia personal. Los compartimientos estancos en que la sociedad estaba dividida eran un obstáculo para el paso de un peldaño a otro en la jerarquía feudal. En la vida espiritual, el primer puesto lo ocupaba la Iglesia.
Conforme las fuerzas productivas se desarrollan, se llega al choque entre las relaciones de producción imperantes en el feudalismo y la superestructura política e ideológica que tales relaciones predeterminaban. Junto a los pequeños talleres artesanos aparecen grandes manufacturas basadas en la técnica artesanal, pero en las cuales las distintas operaciones estaban especializadas y se empleaba a operarios no sometidos a servidumbre. Cuando la joven burguesía de Europa creaba sus manufacturas no tenía la menor noción, se comprende, de las consecuencias que esto iba a acarrear; los único que perseguía era su beneficio directo. Según indica acertadamente J. V. Stalin, la burguesía, entonces en sus comienzos, "no advertía ni comprendía que esta «pequeña» innovación había de conducir a una reagrupación de las fuerzas sociales que terminaría con la revolución contra el poder real, cuyas mercedes tanto estimaba, y contra los nobles, en el seno de los cuales soñaban a menudo con entrar sus mejores representantes..."
Tampoco pensaban en las consecuencias sociales de sus actos los emprendedores mercaderes cuando ampliaban su comercio y, con ayuda de las tropas del rey, se apoderaban de nuevos mercados más allá de los mares. El incremento del intercambio condujo, a su vez, a un rápido progreso de la producción. A esto contribuyeron también los descubrimientos científicos y técnicos realizados en los siglos XVI y XVII. Poco a poco, en el seno del régimen feudal se va estructurando el modo capitalista de producción. Para desenvolverse libremente hace falta que se ponga fin al sistema hasta entonces imperante. La burguesía -clase portadora del nuevo modo de producción- necesita un mercado de trabajo "libre", es decir, pide hombres emancipados de la servidumbre y sin propiedad personal alguna, a los cuales el hambre empuje a las fábricas. Necesita un mercado nacional, con supresión de las barreras aduaneras y de todo orden que los señores feudales habían levantado. Quiere la supresión de los impuestos destinados al sostenimiento de la Corte, con los numerosos nobles que vivían a su arrimo, y la anulación de los privilegios estamentales. A lo que aspira es a imponer libremente su voluntad en todos los órdenes de la vida social. Alrededor de la burguesía se agrupan todas las clases y capas sociales descontentas con el feudalismo: desde los siervos de la gleba y la gente baja de las ciudades, víctimas de la miseria, la humillación y toda clase de desafueros, hasta los hombres de ciencia y escritores avanzados a quienes, cualquiera que fuese su origen, asfixiaba el yugo espiritual del feudalismo y de la Iglesia. Comienza la época de las revoluciones burguesas.
El régimen capitalista.
La base de las relaciones de producción del capitalismo es la propiedad privada de la clase dominante sobre los medios de producción. Los capitalistas explotan a la clase de los obreros asalariados, emancipados de la dependencia personal, pero obligados a vender su fuerza de trabajo, puesto que carecen de medios de producción. Las relaciones de producción del capitalismo brindaban amplias posibilidades de desarrollo a las fuerzas productivas. Aparece y progresa rápidamente la gran producción maquinizada, basada en el aprovechamiento de fuerzas naturales tan poderosas como el vapor y, más tarde, la electricidad, y en la amplia aplicación de la ciencia. El capitalismo lleva a cabo la división del trabajo no sólo dentro de cada país, sino también entre los distintos países, creando así el mercado mundial y, luego, el sistema mundial de economía. Y una vez más, el cambio del modo de producción trae consigo modificaciones en toda la vida social.
Las clases fundamentales de la sociedad son ahora los capitalistas y los obreros. Las relaciones entre ellos siguen siendo antagónicas, por cuanto descansan en la explotación y opresión de los que nada tienen por los poderosos. Son las relaciones de una irreductible lucha de clases. Pero los métodos de explotación y opresión cambian sustancialmente: la forma dominante de coerción es la económica. El capitalista no suele necesitar de la fuerza para obligar que trabajen en su beneficio. El obrero, carente de medios de producción, se ve reducido a hacerlo "voluntariamente" bajo la amenaza de la muerte por hambre. Las relaciones de explotación se hallan ahora encubiertas por la "libre" contratación de los obreros por los patronos, por la "libre" compraventa de la fuerza de trabajo. Cambian los métodos de explotación y cambian también los métodos de la dominación política. Se hace posible el paso del despotismo descarado, propio de las formas anteriores, a un despotismo más refinado, revestido con el ropaje de la democracia burguesa. El poder ilimitado del monarca hereditario desaparece, siendo sustituido por la república parlamentaria; implántase el derecho electoral y se proclaman la libertad política de los ciudadanos y la igualdad de todos ante la ley. Esto es lo que mejor correspondía a los principios de la libre competencia, del libre juego de las fuerzas económicas que durante largo tiempo sirvió de base al capitalismo. Al establecimiento del régimen democrático-burgués contribuyó en gran medida la lucha de los trabajadores, y sobre todo de la clase obrera, la constante presión de las masas populares que exigían la implantación de nuevas formas democráticas y la ampliación de las ya vigentes. Ahora bien, con todas las diferencias que podemos observar entre las superestructuras políticas e ideológicas de la sociedad burguesa y la feudal, lo principal seguía en pie: una y otra correspondían a las relaciones propias de la propiedad privada y de la explotación. La parte preponderante de la nueva superestructura correspondía a las instituciones e ideas de la clase opresora, de la burguesía, y estaban destinadas a defender su dominación de clase y a mantener a las masas explotadas en la obediencia.
La formación capitalista, y así nos lo dice ahora no ya la teoría, sino también la práctica social, es temporal y perecedera. En su seno maduran y se ahondan los antagonismos irreductibles, y en primer término la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada de la apropiación. La única salida de estas contradicciones es el paso a la propiedad social sobre los medios de producción, es decir, al socialismo.
Pero, lo mismo que ocurrió en otros tiempos, el paso al nuevo modo de producción es posible únicamente mediante la revolución social. La fuerza llamada a realizar esta revolución es la clase obrera, Al análisis de los modos capitalista y socialista de producción están dedicadas dos secciones de nuestra obra: la tercera y la quinta, respectivamente.
que es engendrada por el propio capitalismo. Agrupa en torno suyo a todos los trabajadores, derroca la dominación del capital y crea el régimen nuevo, socialista, que no conoce la explotación del hombre por el hombre.
El régimen socialista.
La base del modo socialista de producción es la propiedad social de los medios de producción. De ahí que las relaciones de producción de la sociedad socialista sean de colaboración y recíproca ayuda de los trabajadores no sometidos a explotación alguna. Dichas relaciones corresponden al carácter de las fuerzas productivas: el carácter social de la producción se ve sostenido por la propiedad social sobre los medios de producción. A diferencia del régimen de la comunidad primitiva, la socialización de los medios de producción se apoya en este caso en unas fuerzas productivas, una cultura y un poder del hombre sobre la naturaleza infinitamente superiores. El nuevo régimen brinda a la humanidad posibilidades ilimitadas de progreso en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas y en todos los órdenes de la vida de la sociedad. * Tales son, en sus líneas más generales, las principales etapas que la humanidad ha recorrido. Todo cuanto conocemos del pasado es una confirmación patente y viva de la veracidad científica de la interpretación materialista de la historia, la esencia de la cual formuló Marx como sigue en su prefacio a Aportación a la crítica de la economía política: "En la producción social de su vida, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias y que no dependen de su voluntad: las relaciones de producción, que corresponden a determinado grado de desarrollo de sus fuerzas materiales de producción. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona en general los procesos social, político y espiritual de la vida. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, al contrario, su ser social determina su conciencia. Llegadas a cierto grado de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o -lo que es sólo expresión jurídica de esto- con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se desarrollaron hasta entonces. De formas que eran de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en una traba. Entonces adviene la época de la revolución social. Con el cambio de la base económica, más o menos rápidamente, se produce la transformación de toda la enorme superestructura.




miércoles, 25 de julio de 2012

La desinformación y la guerra psicológica en la estrategia de la contrarrevolución



Por: Comuna Carlos Marx de los presos políticos 
del PCE(r) y de los GRAPO 
Prisión de Soria, febrero de 1985

Con la evolución del capitalismo hacia el monopolismo y el imperialismo, la agresión ideológica de la gran burguesía contra las masas populares ha tomado unas proporciones inimaginables. La utilización que hace la reacción de su ideología y, en general, de la guerra sicológica en la lucha de clases, no es algo nuevo en la historia, pero sí cabe destacar el grado de intensidad y planificación que ha alcanzado en la actualidad.
La lucha ideológica ha existido desde la aparición de las clases y la formación del Estado, pero será con la entrada del capitalismo en su fase de máxima agudización de las contradicciones económicas y sociales, al comienzo de su crisis final, cuando esta lucha ideológica pasará a ocupar uno de los primeros planos en la contienda de clases, tanto en la esfera internacional como dentro de cada país.

El fascismo, paralelamente a la centralización del podar económico y político, ha construido un aparato para el control ideológico, que intenta ser totalizador, no sólo de la sociedad que domina, sino también sobre los productores más señalados de esa ideología, transformando al viejo intelectual-periodista, etc.- de burgués humanista y relativamente independiente en vocero, plumífero y sicofante; en el especialista actual al servicio del la ideología del poder, en el apologista del terror de los estados policíacos, en el protagonista directo de la intoxicación ideológica y la desinformación ejercida contra el pueblo.

En los países capitalistas más desarrollados, donde jóvenes movimientos revolucionarios se están abriendo camino en lucha contra la infamia socialfascista y el bombardeo psicológico, la reacción despliega inmensos esfuerzos en el terreno de la lucha ideológica en su intento por sofocar dichos movimientos y para mantener la desmovilización política de la población. La necesidad de vencer al movimiento obrero y popular revolucionario y la constatación del aislamiento político y social en que se encuentran los regímenes monopolistas, sus partidos domesticados y sus fuerzas represivas, hace que éstas intensifiquen sus esfuerzos y no reparen en ningún medio para ganar la batalla por el control de las mentes. De esta manera se ha ido abriendo paso una nueva forma de agresión especialmente dirigida contra el pueblo: la guerra psicológica. Frente a la falta del apoyo de masas y anta la imposibilidad de enmascarar la represión fascista abierta, el gigantesco y desproporcionado aparato propagandístico puesto al servicio del Estado trata de llenar con estridentes chirridos y mentiras el vacío de adhesión.

A astas alturas de su crisis, la burguesía monopolista ya no trata de ganar a las masas para su causa a través de una lucha de ideas a cara descubierta con las fuerzas revolucionarias. La burguesía imperialista ha perdido, por su propio proceso de decadencia y reaccionarización, la base social que pudo tener en su momento. Hoy, a lo sumo que aspira, y es lo que intenta desesperadamente a través de sus aparatos ideológicos, es a conseguir neutralizar a las masas trabajadoras, por medio de la desinformación y el terror psicológico, para que acepten el orden de cosas establecido.


Tras la II Guerra Mundial, en los países capitalistas se procedió a la creación de verdaderos estados-policía en los cuales las llamadas leyes de excepción tomaron un carácter permanente y constitucional para combatir al que pasaba a ser el enemigo principal de estos estados, el enemigo interior, el peligro de revolución.
La Doctrina de Seguridad Nacional formulada por los círculos militares de EE.UU a partir de 1947 sustituyó al concepto de Defensa Nacional y pasaría a ser progresivamente adoptado por todos los astados capitalistas encubierta o descaradamente fascistas. La reacción aprendió en su momento la lección del fracaso de Hitler y ha comprendido que es más rentable políticamente enmascararse ante sus enemigos de clase, explotar en nombre de una llamada economía de bienestar, reprimir en nombre de la democracia y la libertad, asesinar a los revolucionarias en nombre de la paz o perseguirles en nombre de una Constitución y un Estado democráticos.

Veamos cómo resumía en su momento esta doctrina el presidente del Brasil, mariscal Castelo Branco: El concepto tradicional de Defensa Nacional enfatiza los aspectos militares de la seguridad, por lo tanto insiste en los problemas de agresión exterior. La noción de Seguridad Nacional es más totalizante. Constituya la defensa global de las instituciones, considera los aspectos psicosociales, la preservación del desarrollo y la estabilidad política interna. Además, el concepto de Seguridad, más explícito que el de Defensa, toma en cuenta la agresión interna, materializada en la infiltración y la subversión ideológica, así como los movimientos de guerrilla, formas todas de conflicto mucho más probables que la agresión externa.

Es, pues, en este contexto de estrategia de la contrarrevolución permanente en el que obligatoriamente debemos centrar el tema que nos ocupa. De acuerdo con ella -llevada a la práctica en toda su amplitud en Vietnam, Argelia, Chile, etc.-, el estado-policía de los monopolios se ha dotado de todos los medios legales y materiales que considera necesarios para combatir al movimiento de resistencia y a sus organizaciones revolucionarias; ha creada nuevos cuerpos especiales de represión, ha construido numerosas cárceles para el exterminio de las presos políticos que se oponen al régimen, ha elaborado una nueva legislación que garantiza la impunidad a las detenciones masivas e indiscriminadas, los registros domiciliarios, la aplicación sistemática de la tortura a los detenidos por razones políticas y de opinión, etc. Pero la reacción no sólo utiliza todos las aparatos de control y represión de que dispone, desde la policía y el ejército hasta las mafias sindicales y partidos domesticados, pasando par la Iglesia y la Educación. Junto a éstos hace uso también de los medios de comunicación de masas y do los equipos de tecnócratas especialistas en las modernas técnicas de guerra psicológica y desinformación. De esta manera su terror policiaco se complementa con su terror ideológico y éste, con el económico, en una sola práctica de dominación.

Es evidente para todos, que la reacción viene utilizando su aparato propagandístico con el objetivo prioritario de desarmar ideológicamente al proletariado revolucionario e impedir, a cualquier precio, la influencia de la ideología revolucionaria entre las masas. El tremendo poder de penetración de los modernos sistemas de comunicación, en relación a los existentes, por ejemplo hace medio siglo, pretende ser una suerte de narcótico en la mente de las masas, velando así su sangrante realidad cotidiana y encubriendo la tremenda agudización de todas las contradicciones de la sociedad capitalista. Esta penetración de la ideología dominante entre las masas, de sus productos culturales de todo tipo, transmitida por medios tan poderosos como la radio o la T.V., ha permitido al fascismo, en algunos países, desmovilizarlas temporalmente y dirigir una represión selectiva contra el movimiento revolucionario, sin descuidar ni un momento el fortalecimiento progresivo de su aparato policiaco-militar. De esta suerte, el principal componente de los medios de comunicación, la noticia, el periodismo, es, más que nunca, una fuerza de choque de la reacción contra el proletariado y el movimiento revolucionario. Y lo es en dos direcciones fundamentales previstas en la estrategia de la contrarrevolución: como medio desarme ideológico de los trabajadores y como órgano de la guerra psicológica contra el movimiento de resistencia.

Robert Moss, uno de los primeros expertos que trató el fenómeno del nuevo movimiento revolucionario en Europa, dice en su libro La guerrilla urbana, escrito a comienzos de los años 70: La guerrilla urbana se distingue del terrorismo en que tiene un plan estratégico para la insurrección armada o la victoria política, por muy utópica que parezca. Ante tal amenaza, Moss aconsejaba a los gobiernos que la lucha contra la guerrilla no debe asemejarse a un partido de fútbol entre ella y el gobierno en el que la masa del país desempeñe un mero papel de espectadora: de aquí la necesidad por la batalla de las mentes o las lealtades, de la acción psicológica, en una palabra. Como vemos, para los ideólogos de la burguesía, para sus propagandistas y para la canalla vociferante de los medios de comunicación, ya no se trata de difundir ideas, sino de manipular conductas. Sus métodos persiguen siempre el mismo objetivo: crear un hombre privado de todas las capacidades que lo permiten comprender la situación de las cosas y pensar de modo crítico.

J. Martín, un investigador yanqui del tema, decía en su libro International Propaganda: A la hora de afrontar los conflictos internos y externos, la guerra psicológica, la guerra de la palabras y la batalla por la mente de los hombres constituyen los métodos del presente y del futuro. Otro yanqui, Lasswell, concretaba más este principio rector de la guerra psicológica: La propaganda política es la utilización de las comunicaciones masivas en interés del poder.

Es lo que decíamos al principio, el objetivo de la contrarrevolución ya no es ganarse a las masas, sino neutralizarlas. Su obsesión y fin supremo es mantener la dominación y la esclavitud asalariada, no otra cosa. La burguesía no tiene nada que ofrecer que no sea la aberración cultural y la miseria material y espiritual; de ahí que su lucha ideológica haya terminado por convertirse exclusivamente en una guerra psicológica donde la desinformación, el engaño, la mentira, la intoxicación y la manipulación priman sobre todo. La comunicación, en las sociedades capitalistas, tiene por objeto la reproducción de la ideología dominante, fenómeno comprensible si tenemos en cuenta el hecho de que quien controla los medios de comunicación ejerce su dominio, su dirección, sobre la sociedad entera en contra de la voluntad de la inmensa mayoría. Todo se reduce a la cuestión de propiedad. Con lo cual podemos afirmar que los medios de comunicación son medios de opresión social al servicio de la clase propietaria de los mismos; son medios, no de masas, sino contra las masas: ni más ni menos que órganos ideológicos y de control de la clase dominante.

Ahora bien, en la práctica ¿qué efecto real posee la propaganda ideológica emitida por los medios de comunicación en una sociedad capitalista? Los ideólogos y demás apologistas a sueldo de la burguesía intentan presentarnos a los medios de comunicación como algo omnipotente, el cuarto poder, cuya influencia sobre la llamada opinión pública es total y determinante. Nada más lejos de la verdad si tenemos en consideración que, en una sociedad dividida en clases, la opinión pública no la conforma una masa homogénea y amorfa de ciudadanos, sino diversas clases en lucha a muerte, con ideologías e intereses antagónicos. Las tentativas de manipular la conciencia -colectiva e individual- fracasan inexorablemente en una sociedad donde la realidad de enfrentamiento clasista permanente prevalece sobre la ficción de armonía, consenso, etc., que predican los medios de difusión de la burguesía. El estado de conciencia de las clases e individuos no sólo cambia por la influencia de los medios de comunicación sino que lo hace principalmente y en un sentido opuesto a causa de las contradicciones económicas, sociales y políticas que se dan en la sociedad, por la propia práctica y la lucha de clases en la que participan los individuos.

lunes, 23 de julio de 2012

La Revolución, única arma para destruir la estrategia de los enemigos del proletariado y de los pueblos


Por: Enver Hoxha
Todos los enemigos, los imperialistas y los revisionistas, juntos o por separado, luchan por embaucar a la humanidad progresista, por desacreditar el marxismo-leninismo y particularmente por tergiversar la teoría leninista de la revolución, por aplastar la revolución, cualquier resistencia popular y lucha de liberación nacional.
EI arsenal de los enemigos del marxismo-leninismo es grande, pero también las fuerzas de la revolución son colosales. Son precisamente estas fuerzas que están en ebullición, las que se enfrentan a los enemigos de la revolución y los combaten, las que han turbado el sueño del mundo capitalista y de la reacción mundial y les han hecho la vida imposible.
«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma».*
Esta constatación de Marx y Engels sigue siendo actual en nuestros días. El imperialismo, el y el revisionismo moderno se imaginan que el peligro del comunismo ha sido eliminado, porque, al creer que el duro golpe que ha sufrido la revolución debido a la traición revisionista es irreparable, menosprecian la fuerza del marxismo-leninismo, sobreestiman las fuerzas materiales, militares, represivas y económicas de que disponen. Por su parte, esto no es más que una ilusión.
El proletariado mundial recobra sus fuerzas. El y los pueblos amantes de la libertad de día en día se dan cuenta por su propia experiencia de la traición de los revisionistas y la burguesia . El tiempo trabaja para la revolución, para el socialismo y no para la burguesía y el imperialismo, ni para el revisionismo moderno y la reacción mundial. El fuego de la revolución arde por doquier en los corazones de los pueblos oprimidos que anhelan conquistar la libertad, la democracia, la verdadera soberanía, tomar el poder en sus manos y seguir el camino del socialismo, destruyendo al imperialismo y a sus lacayos.
Actualmente ocurre el mismo fenómeno que en la época de Lenin, cuando la ruptura con la II Internacional dio lugar a la creación de nuevos partidos marxista-leninistas. La traición revisionista ha llevado y lleva aparejada necesariamente la creación y el fortalecimiento, en todas partes, de los verdaderos partidos comunistas, que han recogido y enarbolado la bandera del marxismo-leninismo y de la revolución, desechada y pisoteada por los revisionistas. Estos partidos deben contraponer a la estrategia global del imperialismo mundial y del revisionismo, la gloriosa estrategia leninista de la revolución, la gran teoría del marxismo-leninismo. Les incumbe hacer a las masas plenamente conscientes de los objetivos y de la justeza de su lucha, de los sacrificios que se precisan; les incumbe agruparlas, organizarlas, dirigirlas y conducirlas a la victoria.
Los marxista-leninistas, que estamos al frente de la titánica lucha que se desarrolla en la actualidad entre el proletariado y los pueblos oprimidos que aspiran a la libertad, por un lado, y los feroces y voraces imperialistas, por otro lado, debemos darnos cuenta cabalmente de los objetivos, las tácticas, los métodos y las formas de lucha de los enemigos comunes y de los enemigos específicos d  cada país. No podemos considerar esto en su justo valor, si no nos apoyamos firmemente en la teoría marxista-leninista de la revolución, si no vemos que en las situaciones actuales existe y seguirá existiendo en el futuro una serie de eslabones débiles en la cadena del capitalismo mundial, en los cuales los revolucionarios y los pueblos deben desarrollar una actividad ininterrumpida, una lucha organizada, inflexible y valerosa a fin de que estos eslabones vayan desgajándose de manera sucesiva. Esto, naturalmente, exige esfuerzos, lucha, sacrificios y espíritu de abnegación. Los pueblos y los hombres valerosos, guiándose por los intereses de la revolución, pueden hacer y harán frente a las grandes fuerzas del imperialismo,  y de la reacción, que se unen entre sí, que conciertan nuevas alianzas y buscan una salida a las situaciones difíciles en las que se encuentran. Los revolucionarios, los marxista-leninistas, la lucha de los pueblos en todos los continentes, en todos los países, son los que crean estas situaciones difíciles a esas fuerzas regresivas.
Los comunistas, en todas partes del mundo, no tienen por que temer los falsos mitos que han predominado por cierto tiempo en el pensamiento revolucionario. Los comunistas deben esforzarse por ganarse a los que se equivocan, con el fin de corregirlos, haciendo todas las tentativas posibles en este sentido, naturalmente, sin caer ellos mismos en el oportunismo. En el proceso de la lucha de principios, trascenderán, en un comienzo, algunas vacilaciones, pero las vacilaciones se manifestarán en los vacilantes, mientras que en los que están resueltos y aplican acertadamente la teoría marxistaleninista, en los que consideran de manera correcta los intereses del proletariado de sus países, del proletariado mundial y de la revolución, no habrá vacilaciones, bien al contrario, cuando los vacilantes vean que sus camaradas se mantienen firmes en sus concepciones revolucionarias marxistaleninistas, se harán más fuertes en su lucha.
Si los marxista-leninistas aplican de manera justa y decidida la teoría marxista-leninista, sobre la base de las actuales condiciones internacionales y nacionales, si consolidan sin cesar la unidad internacionalista proletaria, en implacable lucha contra el imperialismo y cada corriente del revisionismo moderno, con seguridad vencerán todas las dificultades que encontrarán en su camino, aunque sean muy grandes. El marxismo-leninismo y sus principios inmortales, correctamente aplicados, conducirán de manera inevitable a la destrucción del capitalismo mundial y al triunfo de la dictadura del proletariado, mediante la cual la clase obrera construirá el socialismo.

sábado, 21 de julio de 2012

TESIS E INFORME SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO


Por: V.I.LENIN
1. El desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado en todos los países ha hecho que la burguesía y sus agentes en las organizaciones obreras forcejeen convulsivamente con el fin de hallar argumentoss ideológico-políticos para defender la dominación de los explotadores. Entre esos argumentos se esgrime particularmente la condenación de la dictadura y la defensa de la democracia. La falsedad y la hipocresía de este argumento, repetido en mil variantes por la prensa capitalista y en la Conferencia de la Internacional amarilla de Berna[ 1], celebrada en febrero de 1919, son evidentes para todos los que no quieren hacer traición a los principios elemnetales del socialismo.
2. Ante todo, ese argumento se basa en los conceptos "democraccia en general" y "dictadura en general", sin plantear la cuestión de qué clase se tiene presente. Ese plateamiento de la cuestión al margen de las clases o por encima de ellas, ese planteamiento de la cuestión desde el punto de vista -como dicen falsamente- de todo el pueblo, es una descarada mofa de la teoría principal del socialismo, a saber, de la teoría de la lucha de clases, que los socialistas que se han pasado al lado de la burguesía reconocen de palabra y olvidan en la práctica. Porque en ningún país capitalista civilizado existe la "democracia en general", pues lo que existe en ellos es únicamente la democracia burguesa, y de lo que se trata no es de la "democracia en general", sino de la dictadura de la clase es decir, del proletariado, sobre los opresores y los explotadores, es decir, sobre la burguesía, con el fin de vencer la resistencia que los explotadores oponen en la lucha por su dominación.
3. La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado ni podría llegar a dominar sin un período de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más desesperada, más rabiosa, esa resistencia que no se detiene ante ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores. La burguesía, cuya dominación defienden hoy los socialistas, que hablan contra la "dictadura en general" y se desgañitan defendiendo la "democracia en general", conquistó el poder en los paises adelantados mediante una serie de insurrecciones y guerras civiles, aplastando por la violencia a los reyes, a los señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de restauración. En sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, los socialistas de todos los países han explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de esas revoluciones burguesas, de esa dictadura burguesa. Por eso, la defensa que hoy hacen de la democracia burguesa, encubriéndose con sus discursos sobre la "democracia en general", y los alaridos y voces que hoy lanzan contra la dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la "dictadura en general", son una traición descarada al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución, a la revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués en un período histórico en el que dicho reformismo ha fracasado en todo el mundo y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.
4. Todos los socialistas, al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, de la democracia burguesa, del parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la máxima precisión científica formularon Marx y Engels al decir que la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresion de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas. No hay ni un solo revolucionario, ni un solo marxista de los que hoy vociferan contra la dictadura y en favor de la democracia que no haya jurado ante los obreros por todo lo humano y lo divino que reconoce ese axioma fundamental del socialismo; pero ahora, cuando el proletariado revolucionario empieza a agitarse y a ponerse en movimiento para destruir esa máquina de opresión y para conquistar la dictadura proletaria esos traidores al socialismo presentan las cosas como si la burguesía hubiera hecho a los trabajadores el don de la "democracia pura", como si la burguesía hubiera renunciado a la resistencia y estuviese dispuesta a someterse a la mayoría de los trabajadores, como si en la república democrática no hubiera habido y no hubiese máquina estatal alguna para la opresión del trabajo por el capital.
5. La Comuna de París, a la que de palabra honran tods los que desean hacerse pasar por socialistas, porque saben que las masas obreras simpatizan con ella ardiente y sinceramente, mostró con particular evidencia el carácter históricaménte condicionado y el limitado valor del parlamentarismo burgués y la democracia burguesa, instituciones progresivas en alto grado en comparaclon co el medievo, pero que exigen inevitablemente un cambio radical en la época de la revolución proletaria. Precisamente Marx que aquilató mejor que nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al analizarla, el caracter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de "representar y aplastar" (ver- und zertreten al pueblo en el Parlamento. Precisamente ahora, cuando el movimiento soviético, úxtendiéndose a todo el mundo, continúa a la vista de todos la causa de la Comuna, los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja cantinela burguesa de la "democracia en general". La Comuna no fue una institución parlamentaria.
6. La importancia de la Comuna consiste, además, en que hizo un intento de aniquilar, destruir hasta los cimientos el aparato del Estado burgués, burocrático, judicial, militar y policíaco, sustituyéndolo con una organizacón autónoma de las masas obreras que no conocía la división entre el poder legislativo y el ejecutivo. Todas las repúblicas democráticas burguesas contemporaneas, comprendida la alemana, a la que los traidores al socialismo, mofándose de la verdad, llaman república proletaria, conservan ese aparato estatal. Por tanto, se confirma una y otra vez con toda evidencia que los gritos en defensa de la "democracia en general" son de hecho defensa de la burguesía y de sus privilegios de explotación.
7. La "libertad de reunion puede ser tomada como modelo de las reivindicaciones de la "democracia pura." Cada obrero consciente que no haya roto con su clase comprenderá en seguida que sería una estupidez prometer la libertad de reunion a los explotadores en un período y en una situación en que los explotadores se resisten a su derrocamiento y defienden sus privilegios. La burguesía, cuando era revolucionaria, ni en la Inglaterra de 1649 ni en la Francia de 1793 dió "libertad de reunión" a los monárquicos y los nobles, que llamaban en su ayuda a tropas extranjeras y "se reunían" para organizar intentonas de restauración. Si la burguesía actual, que hace ya mucho que es reaccionaria, exige del proletariado que éste le garantice de antemano la "libertad de reunion paralos explotádores, sea cual fuere la resistencia que presten los capitalistas a su expropiación, los obreros no podrán sino reírse del fariseísmo de la burguesía.
Por otra parte, los obreros saben perfectamente que la "libertad de reunión" es, incluso en la república burguesa más democrática, una frase vacía, ya que los ricos poseen todos los mejores locales sociales y privados, así como bastante tiempo libre para sus reuniones, que son protegidas por el aparato burgués de poder. Los proletarios de la ciudad y el campo, así como los pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca de la población, no cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así, la "igualdad", es decir, la "democracia pura", seria un engaño. Para conquistar la verdadera igualdad, para dar vida a la democracia para los trabajadores, hay que quitar primero a los explotadores todos los locales sociales y sus lujosas casas privadas, hay que dar primero tiempo libre a los trabajadores, es necesario que la libertad de sus reuniones la defiendan los obreros armados, y no señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de capitalistas mandando a soldados que son instrumentos ciegos.
Sólo después de tal cambio se podrá hablar de libertad de reunión e igualdad sin mofarse de los obreros, de los trabajadores, de los pobres. Pero ese cambio sólo puede realizarlo la vanguardia de los trabajadores, el proletariado, que derroca a los explotadores, a la burguesía.
8. La "libertad de imprenta" es asimismo una de las principales consignas de la "democracia pura". Los obreros saben también, y los socialistas de todos los paises lo han reconocido millones de veces, que esa libertad será un engaño mientras las mejores imprentas y grandísimas reservas de papel se hallen en manos de los capitalistas y mientras exista el poder del capital sobre la prensa, poder que se manifiesta en todo el mundo con tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se hallan la democracia y el régimen republicano, como ocurre, por ejemplo, en Norteamérica. A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital, derrcar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los capitalistas siempre han llamado "libertad" a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública. Los defensores de la "democracia pura" también se manifiestan de hecho en este caso como defensores del más inmundo y venal sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de las masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con frases bonitas, bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea histórica concreta de liberar a la prensa de su sojuzgamiento por el capital. Libertad e igualdad verdaderas será el orden de cosas que están instaurando los comunistas, y en él será imposible enriquecerse a costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no habrá obstáculo para que cada trabajador (o grupo de trabajadores, sea cual fuere su número) posea y ejerza el derecho igual de utilizar las imprentas y el papel que pertenecerán a la sociedad.
9. La historia de los siglos XIX y XX nos ha mostrado ya antes de la guerra qué es de hecho la cacareada "democracia pura" bajo el capitalismo. Los marxistas siempre han dicho que cuanto más desarrollada y más "pura" es la democracia, tanto más franca, aguda e implacable se hace la lucha de clases, tanto más "puras" se manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de la burguesía. E1 asunto Dreyfus en la Francia republicana, las sangrientas represalias de los destacamentos mercenarios, armados por los capitalistas, contra los huelguistas en la libre y democrática República de Norteamérica, estos hechos y miles de otros análogos demuestran la verdad que la burguesía trata en vano de ocultar, o sea, que en las repúblicas más democráticas imperan de hecho el terror y la dictadura de la burguesía, ue se manifiestan abiertamente n cuanto a los explotadores les parece que el poder del capital se tambalea.
10. La guerra imperialista de 1914-1918 ha revelado definitivamente hasta a los obreros atrasados el verdadero carácter de la democracia burguesa, que es, incluso en las repúblicas más libres, una dictadura de la burguesía. En aras del enriquecimiento del gr'upo alemán o inglés de millonarios y multimillonarios perecieron decenas de millones de hombres, y en las repúblicas más libres se instauró la dictadura militar de la burguesía. Esta dictadura militar sigue en pie en los países de la Entente incluso después de la derrota de Alemania. Precisamente la guerra es lo que más ha abierto los ojos a los trabajadores; ha arrancado sus falsas flores a la democracia burguesa y ha mostrado al pueblo cuán monstruosos han sido la especulación y el lucro durante la guerra y con motivo de la guerra. En nombre de "la libertad y la igualdad" llevó esa guerra la burguesía, en nombre de "la libertad y la igualdad" se han enriquecido inauditamente los mercaderes de la guerra. Ningún esfuerzo de la Internacional amarilla de Berna podrá ocultar a las masas el carácter explotador, hoy definitivamente desenmascarado, de la libertad burguesa, de la igualdad burguesa, de la democracia burguesa.
11. En el país capitalista más desarrollado del continente europeo, en Alemania, los primeros meses de plena libertad republicana, traída por la derrota de la Alemania imperialista, han mostrado a los obreros alemanes y a todo el mundo cuál es la verdadera esencia de clase de la república democrática burguesa. El asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo no sólo es un acontecimiento de importancia histórica mundial porque hayan perecido trágicamente los jefes y bríllantísimas personalidades de la Internacional Comunista, Internacional verdaderamente proletaria, sino también porque se ha puesto de manifiesto con toda plenitud la esencia de clase de un Estado adelantado de Europa, de un Estado --puede afirmarse sin incurrir en exageración-- adelantado entre todos los Estados del mundo. El hecho de que los detenidos, es decir, gente que el poder del Estado ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados impunemente por oficiales y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas, evidencia que la república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto o bien tis pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las repúblicas mas libres y adelantadas del mundo en la república alemana, es la libertad de asesinar impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de otro modo mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en virtud de todos los resultados e influjos de la guerra y de sus consecuencias ha alcanzado el punto de ebullición.
En todo el mundo civilizado se deporta hoy a los bolcheviques, se les persigue, se les encarcela, como ha ocurrido en Suiza, una de las repúblicas burguesas más libres; en Norteamérica se organizan contra ellos pogromos, etc. Desde el punto de vista de la "democracia en general" o de la "democracia pura" es verdaderamente ridículo que países adelantados, civilizados, democráticos, armados hasta los dientes, teman la presencia en ellos de un puñado de personas de la atrasada, hambrienta y arruinada Rusia, a la que en decenas de millones de ejemplares los periódicos burgueses tildan de salvaje, criminal, etc. Está claro que la situación social que ha podido engendrar tan flagrante contradicción es, de hecho, la dictadura de la burguesía.
12. Con tal estado de cosas, la dictadura del proletariado no sólo es por completo legítima, como medio para derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia, sino también absolutamente necesaria para toda la masa trabajadora como única defensa contra la dictadura de la burguesía, que ha llevado a la guerra y está gestando nuevas matanzas.
Lo principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su miopía teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición política al proletariado-- es que en la sociedad capitalista, cuando la lucha de clases inherente a ella experimenta una agudización más o menos seria, no puede haber nada intermedio, nada que no sea la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del movimiento obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la experiencia del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política, todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida y fortalecida por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de los proletarios.
13. Otro error teórico y político de los socialistas consiste en que no comprenden que las formas de la democracia han ido cambiando inevitablemente en el transcurso de los milenios, empezando por sus embriones en la antigüedad, a medida que una clase dominante iba siendo sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en las ciudades del medievo, en los países capitalistas adelantados, la democracia tiene distintas formas y se aplica en grado distinto. Sería una solemne necedad creer que la revolución más profunda en la historia de la humanidad, el paso del poder de manos de la minoría explotadora a manos de la mayoría explotada --paso que se observa por primera vez en el mundo-- puede producirse en el viejo marco de la vieja democracia burguesa, parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin crear nuevas formas de democracia, núevas instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación, etc.
14. Lo que tiene de común la dictadura del proletariado con la dictadura de las otras clases es que está motivada, como toda otra dictadura, por la necesidad de aplastar por la fuerza la resistencia de la clase que pierde la dominac]ón política. La diferencia radical entre la dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases --la dictadura de los terratenientes en la Edad Medía, la dictadura de la burguesía en todos los países capitalistas civilizados-- consiste en que la dictadura de los terratenientes y la burguesía ha sido el aplastamiento por la violencia de la resistencia ofrecida por la inmensa mayoría de la población, concretamente por los trabajadores. La dictadura del proletariado, por el contrario, es el aplastamiento por la violencia de la resistencia que ofrecen los explotadores, es decir, la minoría ínfima de la población, los terratenientes y los capitalistas.
De aquí dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo debía traer consigo inevitablemente el cambio de las formas y las instituciones de la democracia, hablando en general, sino precisamente un cambio que diese una extensión sin precedente en el mundo al goce efectivo de la democracia por los hombres que el capitalismo oprimiera, por las clases trabajadoras.
En efecto, esa forma de la dictadura del proletariado que ha sido ya forjada de hecho --el Poder soviético en Rusia, el Räte~System en Alemania, los Shop Stewards Committees y otras instituciones soviéticas análogas en otros países-- todas ellas significan y son precisamente para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas burguesas mejores y más democráticas.
La esencia del Poder soviético consiste en que la base permanente y única de todo el poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la organización de masas precisamente de las clases que eran oprimidas por el capitalismo, es decir, de los obreros y los semiproletarios (los campesinos que no explotan trabajo ajeno y que recurren constantemente a la venta, aunque sólo sea en parte, de su fuerza de trabajo). Precisamente las masas que hasta en las repúblicas burguesas más democráticas, aunque con arreglo a la ley sean iguales en derechos, de hecho, por medio de procedimientos y artimañas, se han visto apartadas de la participación en la vida política y del goce de los derechos y libertades democráticos, tienen hoy necesariamente una participación constante y, además, decisiva en la dirección democrática del Estado.
15. La igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo, religión, raza y nacionalidad, que la democracia burguesa ha prometido siempre y en todas partes, pero que no ha dado en ningún sitio ni ha podido dar debido a la dominación del capitalismo, la realiza inmediatamente y con toda plenitud el Poder soviético, o sea, la dictadura del proletariado, pues eso únicamente puede hacerlo el poder de los obreros, que no están interesados en la propiedad privada sobre los medios de producción ni en la lucha por repartirlos una y otra vez.
16. La vieja democracia, es decir, la democracia burguesa y el parlamentarismo fueron organizados de tal modo, que precisamente las masas trabajadoras se vieran más apartadas que nadie del aparato de gobernación. El Poder soviético, es decir la dictadura del proletariado está organizado por el contrario de modo que acerca a las niasas trabajadoras al aparato de gobernación. El mismo fin persigue la unión del poder legislativo y el poder ejecutivo en la organización soviética del Estado y la sustitución de las circunscripciones electorales territoriales por entidades de producción, como son las fábricas.
17. El ejército ha sido un aparato de opresión no sólo en las monarquías. Sigue siéndolo también en todas las repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas. Sólo el Poder soviético, organización estatal permanente precisamente de las clases oprimidas antes por el capitalismo, está en condiciones de acabar con la subordinación del ejército al mando burgués y de fundir efectivamente al proletariado con el ejército, de llevar efectivamente a cabo el armamento del proletariado y el desarme de la burguesía, sin lo que es imposible la victoria del socialismo.
18. La organización soviética del Estado está adaptada al papel dirigente del proletariado, la clase más concentrada e ilustrada por el capitalismo. La experiencia de todas las revoluciones y de todos los movimientos de las clases oprimidas y la experiencia del movimiento socialista mundial nos enseñan que sólo el proletariado es capaz de reunir y llevar tras de sí a las capas dispersas y atrasadas de la población trabajadora y explotada.
19. Sólo la organización soviética del Estado puede en realidad demoler de golpe y destruir definitivamente el viejo aparato> es decir, el aparato burocrático y judicial burgués, que se ha mantenido y debía inevitablemente mantenerse bajo el capitalismo, incluso en las repúblicas más democráticas, siendo, de hecho, la mayor traba para la realización de la democracia para los obreros y los trabajadores. La Comuna de Paris dio el primer paso de importancia histórica mundial por ese camino, y el Poder soviético, el segundo.
20. La destrucción del poder del Estado es un fin que se han planteado todos los socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos, Marx. La verdadera democracia, es decir, la igualdad y la libertad, es irrealizable si no se alcanza ese fin. Pero a él sólo lleva prácticamente la democracia oviética, o proletaria, pues, al incorporar las organizaciones de masas de los trabajadores a la gobernación permanente e ineludible del Estado, empieza a preparar inmediatamente la extinción completa de todo Estado.
21. La bancarrota absoluta de los socialistas que se han reunido en Berna, su absoluta incomprensión de la nueva democracia, es decir, de la democracia proletaria, se ve particularmente en lo que sigue. El 10 de febrero de 1919, Branting cerró en Berna la Conferencia de la Internacional amarilla. El 11 de febrero del mismo año, Die Freiheit, periódico que editan en Berlín los adeptos de dicha Internacional, publicó un llamamiento del partido de los "independientes al proletariado. En este llamamiento se reconoce el carácter burgués del Gobierno Scheidemann, se reprocha a éste el deseo de abolir los Soviets, a los que se llama Täger und Schützer der Revolution --portadores y defensores de la revolución-- y se propone legalizar los Soviets, concederles derechos estatales, concederles el derecho de suspender las decisiones de la Asamblea Nacional, sometiéndolas a votación de todo el pueblo.
Esa propuesta es la plena bancarrota ideológica de los teóricos que defendían la democracia y no comprendían su carácter burgués. La ridícula tentativa de unir el sistema de los Soviets, es decir, la dictadura del proletariado, con la Asamblea Nacional, es decir, la dictadura de la burguesía, desenmascara por completo la indigencia mental de los socialistas y socialdemócratas amarillos, su carácter político reaccionario, propio de pequeños burgueses, y sus cobardes concesiones a la fuerza, en crecimiento incontenible, de la nueva democracia, de la democracia proletaria.
22. Al condenar el bolchevismo, la mayoría de la Internacional amarilla de Berna, que no se ha atrevido a votar formalmente la correspondiente resolución por miedo a las masas obreras, ha procedido acertadamente desde el punto de vista de clase. Precisamente esta mayoría se solidariza por entero con los mencheviques y los socialistas~revolucionarios rusos y con los Scheidemann en Alemania. Los mencheviques y los socialrevolucionarios rusos, al quejarse de que los bolcheviques los persiguen, intentan ocultar que eso ocurre porque participan en la guerra civil al lado de la burguesía, contra el proletariado. De la misma manera, los Scheidemann y su partido han demostrado ya en Alemania que participan de la misma manera en la guerra civil al lado de la burguesía, contra los obreros.
Es completamente natural, por ello, que la mayoría de los hombres de la Internacional amarilla de Berna se haya pronunciado por la condenación de los bolcheviques. Eso no ha sido la defensa de la "democracia pura", sino la autodefensa de gentes que saben y perciben que en la guerra civil se encuentran al lado de la burguesía, contra el proletariado.
Por eso, desde el punto de vista de clase, no puede por menos de reconocerse acertada la decisión de la mayoría de la Internacional amarilla. El proletariado debe afrontar sin temor a la verdad y sacar de ello todas las conclusiones políticas pertinentes.
Camaradas: Yo quisiera añadir alguna cosa más a los dos últimos puntos. Creo que los camaradas que deben informarnos de la Conferencia de Berna nos hablarán de ello con mayor detalle.
En toda la Conferencia de Berna no se ha dicho ni una sola palabra sobre la importancia del Poder soviético. En Rusia llevamos ya dos años discutiendo esta cuestión. En abril de 1917, en la Conferencia del partido, planteamos ya teórica y políticamente la cuestión "¿Qué es el Poder soviético, cuál es su contenido, en qué consiste su importancia histórica?" Llevamos casi dos años discutiendo esta cuestión, y en el Congreso de nuestro partido hemos adoptado una resolución al respecto[2].
El Freiheit, de Berlín, publicó el 11 de febrero un llamamiento al proletariado alemán, firmado no sólo por los líderes de los socialdemócratas idependientes de Alemania, sino también por todos los miembros de su minoría parlamentaria. En agosto de 1918, el mayor teórico de los independientes, Kautsky, declaró en su folleto La dictadura del proletariado que era partidario de la democracia y de los organismos soviéticos, pero que los Soviets debían tener únicamente un carácter de gestión económica y no debían reconocerse, de ningún modo, como organizaciones estatales. Kautsky repite lo mismo en los números de Freiheit del 11 de noviembre y del 12 de enero. El 9 de febrero apareció un artículo de Rudolf Hilferding, también considerado como una gran autoridad teórica de la II Internacional. Hilferding propone unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Nacional por vía jurídica, a través de la 1egislación del Estado. Eso ocurrió el 9 de febrero. El 11 del mismo mes, dicha propuesta fue aceptada por todo el partido de los independientes y publicada en forma de llamamiento.
A pesar que la Asamblea Nacional ya existe, incluso después de que la "democracia pura" ya es un hecho y que los mayores teóricos de los socialdemócratas independientes han declarado que las organizaciones soviéticas no deben ser organizaciones estatales, ¡a pesar de todo eso, vuelven a vacilar! Ello demuestra que, en realidad, esos señores no han comprendido nada del nuevo movimiento ni de las condiciones de su lucha. Pero, además, Demuestra otra cosa: que debe haber condiciones, causas que motiven esa vacilación. Después de todos estos acontecimientos, después de casi dos años de revolución triunfante en Rusia, cuando se nos ofrecen resoluciones como Las adoptadas en la Conferencia de Berna, en las que no de dice nada de los Soviets ni de su importancia; cuando vemos que en esa Conferencia ningún delegado ha dicho siquiera una palabra sobre el particular en sus discursos, podemos afirmar con todo derecho que como socialistas y como teóricos, todos esos senores han muerto para nosotros.
Pero practicamente desde el punto de vista de la política, eso es camaradas una demostracion de que entre las masas se está produciendo un gran viraje, pues, de otro modo, esos independientes que estaban en teoría y por Principio contra estas organizaciones estatales, no hubieran propuesto de buenas a primeras una necedad como es unir "pacíficamente" la Asamblea Nacional con el sistema de los Soviets, es decir, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado. Somos testigos de que todos ellos están en bancarrota como socialistas y como teóricos y del enorme cambio que se está produciendo en las masas. ¡Las masas atrasadas del proletariado alemán se acercan a nosotros, se han unido a nosotros! Por tanto, la importancia del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, lo mejor de la Conferencia de Berna, es, desde el punto de vista de la teoría y del socialismo, igual a cero; sin embargo, continúa teniendo cierta importancia, y consiste ésta en que esos elementos vacilantes nos sirven de indicador del estado de ánimo de los sectores atrasados del proletariado. En eso, a mi entender, reside la grandísima importancia histórica de esa Conferencia. Nosotros hemos vivido algo parecido en nuestra revolución. Nuestros mencheviques recorrieron casi exactamente el mismo camino de desarrollo que los teóricos de los independientes en Alemania. Al principio, cuando tenían la mayoría en los Soviets, se pronunciaban por éstos. Entonces no se oía más que gritar: "¡Vivan los Soviets!" "¡Por los Soviets!" "¡Los Soviets son la democracia revolucionaria!" Cuando los bolcheviques conquistamos la mayoría en los Soviets, entonaron otra canción, diciendo que los Soviets no debían existir paralelamene a la Asamblea Constituyente; y distintos teóricos mencheviques hacían propuestas casi idénticas, como la de unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Constituyente e incluirlos en la organización estatal. Esto revela, una vez más, que el curso general de la revolución proletaria es igual en todo el mundo. Primero la formación espontánea de los Soviets, luego su extensión y desarrollo, más tarde se plantea prácticamente la cuestión: Soviets o Asamblea Nacional, o Asamblea Constituyente, o parlamentarismo burgués; completo desconcierto entre los líderes y, por último, la revolución proletaria. Pero yo creo que después de casi dos años de revolución no debemos plantear la cuestión así, sino que debemos tomar acuerdos concretos, ya que la extensión del sistema de los Soviets es para nosotros, y particularmente para la mayoría de los países de Europa Occidental, la más importante de las tareas.
Quisiera citar aquí una resolución, una sola resolución de los mencheviques. Pedí al camarada Obolenski que la tradujera al alemán. Me prometi6 que lo haría, pero, desgraciadamente, no está aquí. Trataré de reproduciría de memoria, pues no tengo a mano el texto íntegro.
A un extranjero que no haya oído nada del bolchevismo le será muy difícil hacerse una idea de nuestras cuestiones litigiosas. Todo lo que afirman los bolcheviques lo discuten los mencheviques, y viceversa. Naturalmente, en tiempos de lucha no puede ser de otro modo, por ello tiene gran importancia que la última Conferencia del partido de los mencheviques, celebrada en diciembre de 1918, aprobara una extensa y detallada resolución, que fue publicada íntegra en la Gazeta Pechátnikov, periódico menchevique. En esa resolución, los propios mencheviques exponen cocisamente la historia de la lucha de clases y de la guerra civil. La resolución dice que ellos condenan a los grupos de su partido que están aliados a las clases poseedoras en los Urales, en el Sur, en Crimea y en Georgia, y se enumeran estas zonas. La resolución condena a los grupos del partido menchevique que, aliados a las clases poseedoras han luchado contra el Poder soviético; el último punto condena también a los que se han pasado a los comunistas. De aquí se desprende que los mencheviques se ven obligados a confesar que en su partido no hay unidad y que están unos al lado de la burguesía y otros al lado del proletariado. La mayor parte de los mencheviques se pasó al lado de la burguesia y durante la guerra civil combatió contra nosotros. Naturalmente nosotros perseguimos a los mencheviques e incluso los fusilamos, cuando participan en la guerra que se nos hace, combaten contra nuestro Ejército Rojo y fusilan a nuestros jefes militares rojos. A la guerra de la burguesia respondimos con la guerra del proletariado: no puede haber otra salida. Así, pues, desde el punto de vista politico todo eso no es mas que hipocresía menchevique. Históricamente no se comprende como en la Confererencia de Berna, hombres que no han sido declararados dementes oficialmente, pudieron, por encargo de los mencheviques y los socíairevolucionarios, hablar de la lucha de los bolcheviques contra ellos, pero silenciar que ellos, unidos a la burguesía, luchan contra el proletariado.
Todos ellos nos atacan encarnizadamente pues nosotros los perseguimos. Eso es cierto. ¡Pero no dicen ni una sola palabra sobre su participacion en la guerra civil! Creo que debo facilitar para el acta el texto integro de la resolución, y ruego a los camaradas extranjeros que le presten atención, pues es un documento historico que plantea acertadamente el problema y ofrece los mejores elementos de juicio para apreciar el litigio entre las tendencias "socialistas" en Rusia. Entre el proletariado y la burguesía existe gente que ora se clina a un lado, ora al otro; así ha sido siempre en todas las revoluciones y es absolutamente imposible que en la sociedad capitalista donde el proletariado y la burguesía forman dos campos hostiles, no existan entre ellos capas intermedias. La existencia de esos elementos vacilantes es históricamente inevitable, y, desgraciadamente, esos elementos, que no saben ellos mismos al lado de quién van a luchar mañana, seguirán existiendo mucho tiempo todavía.
Quiero hacer una propuesta práctica, que consiste en que aprobemos una resolución en la que deben destacarse especialmente tres puntos.
Primero: Una de las tareas más importantes para los camaradas de los países de Europa Occidental consiste en aclarar a las masas la significación, la importancia y la necesidad del sistema de los Soviets. Se observa que no existe la suficiente comprensión de este problema. Si bien es verdad que Kautsky e Hilferding 1han fracasado como teóricos, los últimos artículos publicados en Freiheit demuestran, sin embargo, que reflejan fielmente el estado de ánimo de las capas atrasadas del proletariado alemán. En Rusia pasó lo mismo: en los primeros ocho meses de la revolución rusa, el problema de la organización soviética se discuti6 muchísimo, y para los obreros no estaba claro en qué consistía el nuevo sistema ni si se podría formar el aparato del Estado a base de los Soviets. En nuestra revolución, nosotros no avanzamos por el camino de la teoría, sino por el camino de la práctica. Por ejemplo, la cuestión de la Asamblea Constituyente no la planteábamos antes teóricamente y no decíamos que no reconocíamos la Asamblea Constituyente. Sólo más tarde, cuando las organizaciones soviéticas se extendieron por todo el país y conquistaron el poder político, fue cuando nos resolvimos a disolver la Asamblea Constituyente. Ahora vemos que en Hungría y Suiza, la cuestión se plantea de modo mucho más agudo. De una parte, eso está muy bien, pues nos da la firme seguridad de que la revolución avanza más rápidamente en los países de Europa Occidental y nos traerá grandes victorias. De otra parte, ello encierra cierto peligro: concretamente el de que la lucha sea tan vertiginosa, que la conciencia de las masas obreras quede a la zaga del desarrollo. Incluso ahora, la importancia del sistema de los Soviets no está todavía clara para grandes masas de obreros alemanes instruidos políticamente, pues han sido educados en el espíritu del parlamentarismo y en los preluicios burgueses.
Segundo: Sobre la extensión del sistema de los Soviets. Las noticias de la rapidez con que se propaga la idea de los Soviets en Alemania e incluso en Inglaterra son para nosotros una importantísima demostración de que la revolución proletaria ha de vencer. Unicamente por breve tiempo puede detenerse su marcha. Otra cosa es cuando los camaradas [M.] Albert y [Federico] Platten nos declaran que entre los aboreros agrícolas y los pequeños campesinos de sus aldeas apenas si hay Soviets. He leído en Rote Fahne un artículo contras los Soviets campesinos, pero, muy acertadamente, en favor de los Soviets de jornaleros y campesinos pobres.[3] La burgesía y sus lacayos, como Scheidemann y Cía., ya han lanzado la consigna de Soviets campesinos. Pero lo que necesitamos nosotros son Soviets de jornaleros y campesinos pobres. Sin embargo por los informes de los camaradas Albert, Platten y otros colegimos que, excepto en Hungría, se hace muy poco desgraciadamente para la propagación del sistema sovietico en el campo. En ello reside, quizá, el peligro, aun real y bastante considerable, de que el proletariado alemán no pueda conquistar la vicctoria segura. La victoria podrá considerarse garantizada únicamente cuando no solo estén organizados los obreros de la ciudad, sino tambien los proletarios del campo, y, además, no organizados como antes, en sindicatos y cooperativas, sino en Soviets. A nosotros nos fue más fácil conseguir la victoria porque en octubre de 1917 marchábamos con el campesinado, con todo el campesinado. En este sentido, nuestra revolución era entonces burguesa. El primer paso de nuestro Gobierno proletario fue reconocer en la ley, promulgada por él al día siguiente de la revolución, el 26 de octubre de 1917 (segun el viejo calendario), las viejas reivindicaciones de todo el campesinado, expresadas ya bajo Kerenski por los Soviets campesinos y las asambleas rurales. En eso consistía nuestra fuerza, por eso nos fue tan facil conquistar una mayoría aplastante. Para el campo, nuestra revolución continuaba siendo una revolución burguesa. Y solo mas tarde, al cabo de seis meses, nos vimos obligados en el marco de la organización del Estado, a comenzar en las aldeas la lucha de clases, a instituir en cada aldea comites de campesinos pobres, de semiproletarios, y a luchar sistematicamente contra la burguesía rural. En Rusia eso fue inevitable, dado su atraso. En Europa Occidental las cosas se producirán de modo diferente y por eso debemos subrayar que es absolutamente necesaria la propagación del sistema de los Soviets, en formas pertinentes, quizás nuevas, también entre la población rural.
Tercero: Debemos decir que la conquista de una mayoría comunista en los Soviets constituye la tarea fundamental en todos los países en los que el Poder soviético aún no ha vencido. Nuestra comisión redactora de las resoluciones discutió ayer este problema. Quizás otros camaradas hablen todavía de ello, pero yo quisiera proponer que estos tres puntos se adopten como resolución especial. Naturalmente, no estamos en condiciones de prescribir el camino que ha de seguir el desarrollo. Es muy probable que la revolución llegue muy pronto en muchos países de Europa Occidental, pero nosotros, como parte organizada de la clase obrera, como partido, tendemos y debemos tender a lograr la mayoría en los Soviets. Entonces estará garantizada nuestra victoria, y no habrá fuerza capaz de emprender nada contra la revolución comunista. De otro modo, la victoria no se conseguirá tan fácilmente ni será duradera. Así, pues, yo quisiera proponer que se aprueben estos tres puntos como resolución especial.






NOTAS


1. Del 3 al 10 de febrero de 1919, en Berna - Suiza, se celebró la primera conferencia de partidos chovinistas y centristas con la intención de reconstituir la II Internacional luego de su bancarrota durante la I Guerra Mundial. El problema principal que se discutión en la conferencia fue el de la democracia y la dictadura. En la resolución aprobada por los delegados, se aplaude la revolución en Rusia, Alemania y Hungria, a la vez que se condena la dictadura del proletariado y se elogia la democracia burguesa.]
2. Lenin hace referencia al acuerdo del VII Congreso Extraordinario del Partido Comunista (bolcheviques) de Rusia, realizado del 6 al 8 de marzo de 1918, sobre el cambio de nombre del partido y su programa.
Ver: "Informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre del partido. 8 de marzo." en V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos del Partido (1918 - 1922)(Moscú: Editorial Progreso, 1976), págs. 38-51. Correspondiente a las págs. 102-114 del T. 27 de las Obras Completas.
3. Lenin alude al artículo de Rosa Luxemburgo, "Der Anfang" ("El comienzo"), en el núm. 3, 18 de noviembre de 1918, de Die Rote Fahne ("La Bandera Roja"), periódico central de los espartaquista y, más tarde, órgano central del Partido Comunista de Alemania.