LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

jueves, 29 de agosto de 2013

Sobre el leninismo

J.V. Stalin
¿Qué es, pues, el leninismo?

Unos dicen que el leninismo es la aplicación del marxismo a las condiciones peculiares de la situación rusa. Esta definición contiene una parte de verdad, pero dista mucho de encerrarla toda. En efecto, Lenin aplicó el marxismo a la realidad de Rusia, y lo aplicó magistralmente. Pero si el leninismo no fuese más que la aplicación del marxismo a la situación peculiar de Rusia, el leninismo sería un fenómeno pura y exclusivamente nacional, pura y exclusivamente ruso. Sin embargo, sabemos que el leninismo es un fenómeno internacional, que tiene raíces en todo el desarrollo internacional, y no un fenómeno exclusivamente ruso. Por eso, yo entiendo que esa definición peca de unilateral.

Otros dicen que el leninismo es la resurrección de los elementos revolucionarios del marxismo de la década del 40 del siglo pasado, a diferencia del marxismo de años posteriores, que, según ellos, se hizo moderado y dejó de ser revolucionario. Si pasamos por alto esa división necia y vulgar de la doctrina de Marx en dos partes, una revolucionaria y otra mode rada, hay que reconocer que incluso esa definición, íntegramente defectuosa e insatisfactoria, tiene un algo de verdad. Ese algo de verdad consiste en que Lenin resucitó, efectivamente, el contenido revolucionario del marxismo, enterrado por los oportunistas de la II Internacional. Pero esto no es más que un algo de verdad. La verdad entera del leninismo es que no sólo hizo renacer el marxismo, sino que dio un paso adelante, prosiguiendo el desarrollo del marxismo bajo las nuevas condiciones del capitalismo y de la lucha de clase del proletariado.

¿Qué es, pues, en fin de cuentas, el leninismo?

El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria. O más exactamente: el leninismo es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular. Marx y Engels actuaron en el período prerrevolucionario (nos referimos a la revolución proletaria) cuando aún no había un imperialismo desarrollado, en un período de preparación de los proletarios para la revolución, en el período en que la revolución proletaria no era aún directa y prácticamente inevitable. En cambio, Lenin, discípulo de Marx y de Engels, actuó en el período del imperialismo desarrollado, en el período en que se despliega la revolución proletaria, cuando la revolución proletaria ha triunfado ya en un país, ha destruido la democracia burguesa y ha inaugurado la era de la democracia proletaria, la era de los Soviets.

Por eso el leninismo es el desarrollo ulterior del marxismo.

Suele destacarse el carácter extraordinariamente combativo y extraordinariamente revolucionario del leninismo. Esto es muy cierto. Pero esta particularidad del leninismo se debe a dos causas: en primer lugar, a que el leninismo brotó de la entraña de la revolución proletaria, cuyo sello no puede por menos de ostentar; en segundo lugar, a que se desarrolló y se fortaleció en las batallas contra el oportunismo de la II Internacional, combatir al cual ha sido y sigue siendo una premisa necesaria para luchar con éxito contra el capitalismo. No hay que olvidar que entre Marx y Engels, de una parte, y Lenin, de otra, media todo un período de dominio indiviso del oportunismo de la II Internacional, la lucha implacable contra el cual no podía menos de ser una de las tareas más importantes del leninismo.

sábado, 17 de agosto de 2013

Ligar los intereses cotidianos del proletariado con los intereses básicos de la Revolución Proletaria


Por: ODC*
[Actualmente algunos teorizan sobre la crisis del llamado por ellos "ciclo de octubre" y según ellos es imprescindible "reconstruir" la teoría revolucionaria del comunismo. Ponen el acento en el trabajo teórico y la lucha ideológica de dos líneas sin ligar ambas a la práctica revolucionaria. Disocian teoría y practica cayendo en el intelectualismo burgués desligado de los intereses y necesidades del pueblo. La teoría revolucionaria debe estar fundida con la práctica revolucionaria y ligada estrechamente a la lucha cotidiana por las necesidades concretas de la clase obrera sino será teoría de intelectuales ajenos a los intereses concretos de la clase obrera y el pueblo. Teoría y práctica deben ir estrechamente unidas. De la práctica la teoría extrae conclusiones y se desarrolla; y la teoría revolucionaria es imprescindible para guiar la práctica revolucionaria. Solo así se pueden sacar conclusiones de los errores teóricos y corregirlos
]
*http://odiodeclase.blogspot.com.es


J.V. Stalin
” Desenmascarar a la socialdemocracia y dejarla reducida a una minoría insignificante en la clase obrera sólo es posible en el curso de la lucha cotidiana por las necesidades concretas de la clase obrera”

” Es necesario que el Partido, y de manera especial sus cuadros dirigentes, dominen a fondo la teoría revolucionaria del marxismo, ligada con lazos indestructibles a la labor práctica revolucionaria”

(…) Para que los obreros puedan vencer, les debe alentar una misma voluntad, les debe guiar un solo partido, que goce de confianza indudable entre la mayoría de la clase obrera. Si dentro de la clase obrera hay dos partidos de igual fuerza que rivalizan entre sí, es imposible una victoria duradera, aunque se den condiciones exteriores favorables. Lenin fue el primero que lo subrayó con insistencia, en el periodo anterior a la Revolución de Octubre, como condición especialísima para la victoria del proletariado.

(…) Algunos camaradas suponen que fortalecer el Partido y bolchevizarlo significa expulsar de él a todos los disidentes. Eso, claro está, no es cierto. Desenmascarar a la socialdemocracia y dejarla reducida a una minoría insignificante en la clase obrera sólo es posible en el curso de la lucha cotidiana por las necesidades concretas de la clase obrera. No hay que poner en la picota a la socialdemocracia sobre la base de los problemas del cosmos, sino sobre la base de la lucha cotidiana de la clase obrera por mejorar su situación material y política; por cierto, las cuestiones del salario, de la jornada de trabajo, de las condiciones de vivienda, de los seguros, de los impuestos, del paro obrero, de la carestía de la vida, etc. deben desempeñar un papel muy importante, si no decisivo. Golpear a los socialdemócratas cada día sobre la base de estas cuestiones, poniendo al desnudo su traición: tal es la tarea.

Pero esta tarea no se cumplirá por entero si las cuestiones de la actividad práctica diaria no se ligan a los problemas cardinales de la situación internacional e interior de Alemania, y si en todo su trabajo el Partido deja de enfocar las cuestiones de cada día desde el punto de vista de la revolución y de la conquista del Poder por el proletariado.

Pero esa política únicamente podrá aplicarla un partido que tenga a la cabeza cuadros dirigentes lo bastante expertos para saber aprovechar, con el fin de fortalecer el partido, cada falla de los socialdemócratas y lo bastante preparados teóricamente para que los éxitos parciales no les hagan perder las perspectivas del desarrollo revolucionario.

A ello, principalmente, se debe que el problema de los cuadros dirigentes de los Partidos Comunistas en general, comprendido el Partido Comunista de Alemania, sea uno de los más importantes en la labor de bolchevización.

Para la bolchevización se necesita crear, por lo menos, algunas condiciones fundamentales, sin las que la bolchevización de los Partidos Comunistas es del todo punto imposible.

1) Es necesario que el Partido no se considere un apéndice del mecanismo electoral parlamentario, como en realidad se considera la socialdemocracia, ni un suplemento de los sindicatos, como afirman a veces ciertos elementos anarco-sindicalistas, sino la forma superior de unión de clase del proletariado, llamada a dirigir todas las demás formas de organizaciones proletarias, desde los sindicatos hasta la minoría parlamentaria.

2) Es necesario que el Partido, y de manera especial sus cuadros dirigentes, dominen a fondo la teoría revolucionaria del marxismo, ligada con lazos indestructibles a la labor práctica revolucionaria.

3) Es necesario que el Partido no adopte las consignas y las directivas sobre la base de fórmulas aprendidas de memoria y de paralelos históricos, sino como resultado de un análisis minucioso de las condiciones concretas, interiores e internacionales, del movimiento revolucionario, teniendo siempre en cuenta la experiencia de las revoluciones de todos los países.

4) Es necesario que el Partido contraste la justeza de estas consignas y directivas en el fuego de la lucha revolucionaria de las masas.

5) Es necesario que toda la labor del Partido, particularmente si no se ha desembarazado aún de las tradiciones socialdemócratas, se reconstruya sobre una base nueva, revolucionaria, de modo que cada paso del Partido y cada uno de sus actos contribuyan de modo natural a revolucionarizar a las masas, a preparar y educar a las amplias masas de la clase obrera en el espíritu de la revolución.

6) Es necesario que el Partido sepa conjugar en su labor la máxima fidelidad a los principios (¡no confundir eso con el sectarismo!) con la máxima ligazón y el máximo contacto con las masas (¡no confundir eso con el seguidismo!), sin lo cual al Partido le será imposible, no sólo instruir a las masas, sino también aprender de ellas, no sólo guiar a las masas y elevarlas hasta el nivel del Partido, sino también prestar oído a la voz de las masas y adivinar sus necesidades apremiantes.

7) Es necesario que el Partido sepa conjugar en su labor un espíritu revolucionario intransigente (¡no confundir eso con el aventurerismo revolucionario!) con la máxima flexibilidad y la máxima capacidad de maniobra (¡no confundir eso con el espíritu de adaptación!) sin lo cual al Partido le será imposible dominar todas las formas de lucha y de organización, ligar los intereses cotidianos del proletariado con los intereses básicos de la revolución proletaria y conjugar en su trabajo la lucha legal con la lucha clandestina.

8) Es necesario que el Partido no oculte sus errores, que no tema a la crítica, que sepa capacitar y educar a sus cuadros analizando sus propios errores.

9) Es necesario que el partido sepa seleccionar para el grupo dirigente fundamental a los mejores combatientes de vanguardia, a hombres lo bastante fieles para ser intérpretes genuinos de las aspiraciones del proletariado revolucionario y lo bastante expertos para ser los verdaderos jefes de la revolución proletaria, capaces de aplicar la táctica y la estrategia del leninismo.
(…)

Nota – Extraído de Sobre las perspectivas del P.C. de Alemania y sobre la Bolchevización. Entrevista con Herzog, miembro del P.C. de Alemania. J. Stalin. Obras. Tomo VII

miércoles, 14 de agosto de 2013

Sobre el espionaje burgués

J.V. Stalin
“Hablamos en casa del cerco capitalista, pero no nos hacemos la pregunta de lo que esto es en realidad. Esto no es una frase vacía, es una realidad bastante desagradable. El cerco capitalista es: que hay un país, la Unión Soviética, que ha establecido relaciones socialistas, y hay varios países burgueses, cuyo modo de vida sigue siendo capitalista, que cercan a la Unión Soviética esperando el momento para atacarla, para destruirla y, en todos los casos, quebrantar su potencia.

Nuestros camaradas han olvidado este hecho. Cuando es exactamente este hecho el que determina el fundamento de las relaciones entre el cerco capitalista y la Unión Soviética. Tomemos el ejemplo de los países burgueses. Hay personas necias que pueden pensar que entre estos países existen relaciones excepcionalmente buenas, como entre países del mismo tipo. Pero, realmente, estas relaciones están lejos de ser relaciones de buena vecindad. Se envían los unos a los otros espías, saboteadores, e incluso asesinos, quienes tienen por tarea introducirse en las oficinas y en las empresas, crear una red “por si acaso”, para debilitar y quebrantar su potencia. Como en el pasado, así pues hoy, las cosas van de ese modo. Tomemos los países europeos en la época de Napoleón I. Francia estaba llena de espías y de agentes de diversión del campo de los rusos, de los alemanes, de los austriacos, de los ingleses. Y a la inversa, en el interior de Austria o de Rusia, había espías del campo de los franceses. Los agentes ingleses atentaron dos veces contra la vida de Napoleón, y varias veces han ayudado e incitando a los “vendéens” en Francia a la revuelta contra el gobierno de Napoleón. ¿Y qué era el gobierno de Napoleón? Un gobierno burgués que ahogó a la Revolución Francesa, conservando sus conquistas, favorables a la gran burguesía. Por otro lado, el gobierno de Napoleón no se quedó a la zaga y emprendió operaciones de diversión en Inglaterra. Esto era hace 130 años. Hoy es igual. Así, hoy mismo, en Inglaterra y Francia, pululan espías alemanes, y a la inversa, en Alemania se resguardan espías anglo-franceses. Y en Japón abundan espías americanos. Es la ley de las relaciones entre países burgueses.

Se pregunta uno entonces ¿por qué los países burgueses deberían comportarse de forma más amigable con el Estado socialista soviético y respetar la buena vecindad con él, más que entre ellos? ¿Enviarían menos espías, saboteadores o asesinos a la Unión Soviética que a países de su especie? ¿Dónde han encontrado ustedes esta idea? ¿No es más justo, desde el punto de vista del marxismo, suponer que a la Unión Soviética enviarían dos o tres veces más espías, saboteadores y asesinos que a cualquier otro país burgués?

¿No está claro que mientras exista el cerco capitalista, existirán en nuestro país destructores, espías, asesinos y agentes de otros países?

Todo esto había sido olvidado por nuestros camaradas en el Partido, y olvidándolo se encontraron en un callejón sin salida. Stalin, a 3 de marzo de 1937”.151

Stalin escribió también que era “inadmisible subestimar la fuerza y la importancia del mecanismo que utilizan los países burgueses que nos rodean, de sus órganos de información, quienes utilizan las debilidades humanas, su vanidad, su falta de principios, para arrastrarlos a las redes del espionaje”

151* M. Lobanov, “Stalin en la memoria de sus contemporáneos y en los documentos de la época”, págs. 350-35 1. Moscú, 1995.


“Jruschov y la disgregación de la URSS”

domingo, 4 de agosto de 2013

La amistad de los pueblos en la sociedad Socialista

En muchos países el capitalismo deja en herencia a la nueva formación el atraso cultural y económico de algunos pueblos y una vieja enemistad nacional. Por eso, la tarea primordial de la clase obrera triunfante, en cuanto se refiere a las nacionalidades, es la de acabar con toda opresión o desigualdad nacional, la liberación completa y definitiva de todas las naciones y grupos étnicos. V. I. Lenin subrayaba que "de la misma manera que la humanidad sólo puede acabar con las clases a través del período de transición de dictadura de la clase oprimida, a la inevitable fusión de las naciones únicamente puede llegar a través de un período de transición, de emancipación completa de todas las naciones oprimidas, es decir, de su libertad de separarse de las otras".La emancipación de las naciones oprimidas y su equiparación en derechos con las restantes comienza inmediatamente después de la revolución socialista. La tesis principal que en cuanto al problema de las nacionalidades figura en los programas de los Partidos Comunistas es la concesión a todas las naciones del derecho a la autodeterminación, hasta llegar a la separación y a la formación de un Estado independiente. El reconocimiento de este derecho no significa, sin embargo, que se invite, y mucho menos que se empuje, a cada nación a separarse y romper los lazos políticos con la nación unida a la cual formaba antes un Estado único. Semejante interpretación del derecho a la autodeterminación haría sólo el juego al capital internacional, interesado como está en hundir su cuña entre las naciones de los países socialistas para luego entendérselas con cada una por separado. Mas no se trata solamente de esto. Los propios intereses del desarrollo de las fuerzas productivas imponen la necesidad de que las naciones socialistas estrechen sus lazos. Por eso, las tendencias separatistas pueden perjudicar sensiblemente a la causa del socialismo. Los Partidos Comunistas tienen siempre presente el peligro de dichas tendencias cuando determinan su posición ante el problema de si una nación, en el momento dado, ha de ejercer o no su derecho a la separación. Son, sin embargo, las propias naciones antes oprimidas las que han de decidir por sí mismas acerca de la conveniencia de la separación. Únicamente la emancipación completa y hasta el fin puede hacerles olvidar los viejos agravios y humillaciones y marcar un viraje absoluto en sus relaciones con la otra nación. De ahí que los comunistas den tanta importancia al principio de la libre determinación. A la vez que acaba con todos los tipos y formas de la opresión nacional, que reconoce a cada pueblo el derecho a tener su Estado, a emplear su lengua nacional y a cultivar su cultura y sus tradiciones nacionales, el régimen socialista afirma el verdadero internacionalismo, que niega y rechaza cualquiera manifestación de superioridad de una nación sobre otra.
La liberación de las naciones no significa sólo acabar simplemente con la opresión y con la desigualdad jurídica en que se encontraban. El imperialismo deja al nuevo régimen social el grave problema del atraso económico y cultural de los pueblos oprimidos. "Por eso -indicaba Lenin-, el internacionalismo de la nación opresora o «grande»... no ha de consistir solamente en observar la igualdad formal de las naciones, sino en una desigualdad por la que la nación opresora o grande compense la desigualdad a que prácticamente se ha llegado en la vida. Quien no comprende esto, no ha comprendido la posición realmente proletaria hacia el problema nacional; mantiene en esencia el punto de vista pequeñoburgués, hacia el que no puede por menos de deslizarse a cada instante."Por esta razón, los marxistas-leninistas piensan que el régimen socialista está obligado no ya a conceder a los pueblos antes oprimidos el derecho al libre desarrollo, sino también a crear las condiciones reales para que así suceda, ayudándoles a superar el atraso en que se encuentran. La economía de las repúblicas nacionales de la Unión Soviética, antes muy débil, gracias a la ayuda de las naciones socialistas avanzadas, y en primer término del pueblo ruso, crece con una media más elevada que la de la Unión en su conjunto. Así, mientras que la producción global de la industria de la U.R.S.S. en 1958 era 36 veces mayor que en 1913, en la R.S.S. de Kazajia ha crecido 44 veces, en Kirguisia 50 y en Armenia 55 veces. La política de industrialización acelerada se lleva a cabo también en las democracias populares, y ejemplo de ello es la industrialización de Eslovaquia. La distribución más regular de las fuerzas productivas, sin perder de vista las condiciones de lugar, y la intensa capacitación de especialistas contribuyen al rápido incremento de los cuadros nacionales y ayudan a superar el atraso cultural. Cualquier república soviética puede servirnos de ejemplo. Así, antes de la Revolución, en Turkmenia había solamente 58 escuelas, con una matrícula de 6.780 niños, todos ellos hijos de padres ricos, sacerdotes y funcionarios. La república dispone ahora de 1.200 escuelas en las que estudian 225.000 niños, de Universidad, de un Instituto de Medicina y otro de Agricultura y de tres Institutos de Pedagogía, así como de 32 establecimientos de enseñanza especial media. Se publican 65 periódicos y 13 revistas, la mayoría en turkmeno. Lo mismo podríamos decir de las demás naciones antes atrasadas de la U.R.S.S. y de las democracias populares.
La supresión de la opresión nacional y los éxitos económicos y culturales hacen que se conviertan en naciones muchos grupos étnicos que antes no podían alcanzar este nivel por su atraso económico, la división administrativa y otras causas. Por otra parte,ha cambiado por completo la fisonomía de las naciones formadas ya en la época burguesa. La nación burguesa, en la que la base económica es la propiedad privada capitalista y donde la burguesía tiene la preponderancia, se caracteriza por el antagonismo interno de clases. En su cultura nacional hay de hecho dos culturas en pugna: la democrática, de las masas populares, y la reaccionaria, que pertenece a los estratos explotadores de la sociedad. Una concepción típica de la nación burguesa, impuesta por las altas esferas de los explotadores, es el nacionalismo, que encuentra su base en la contradicción de intereses de la nación propia y de los pueblos restantes. El nacionalismo burgués adopta a menudo formas fanáticas de enemistad nacional y racial, que los explotadores cultivan con gran empeño. Así ocurría en la Rusia zarista. Las manifestaciones más infames del racismo eran en Alemania parte consustancial de la ideología y la política de los hitlerianos, autores de feroces persecuciones contra los judíos, los eslavos y todos los "no arios". En los Estados Unidos se halla muy extendida la discriminación racial de los negros. Fenómenos tan vergonzosos son profundamente extraños a las naciones socialistas, en las que la base de la vida económica es la propiedad social y los obreros son la clase dirigente. La nación socialista no conoce los antagonismos de clase, por lo cual es extraordinariamente homogénea. Aparece por primera vez una cultura nacional única, que expresa con la mayor plenitud el pensar y el sentir de las masas trabajadoras y las peculiaridades de su desarrollo histórico. Y como el régimen socialista determina toda la vida del pueblo, es lógico que la cultura nacional presente un contenido socialista. La cultura de todas las naciones socialistas, revestida como está de las mejores y más variadas formas nacionales, es al propio tiempo internacional, una y única por las ideas que la inspiran. Esto vigoriza las relaciones de estrecha amistad y de ayuda mutua entre los pueblos, a las que se llega en el proceso del trabajo común para edificar la sociedad nueva. La concepción típica de las naciones socialistas es el internacionalismo socialista. Ha de comprenderse que esta concepción y estas nuevas relaciones internacionalistas no se afirman por sí mismas, sino que son consecuencia de un paciente trabajo que permite superar las supervivencias del nacionalismo. Tales supervivencias son muy pertinaces, y si se interrumpe el trabajo político contra ellas, no tardan en brotar de nuevo. Por eso, los partidos marxistas-leninistas ponen tanto empeño en combatir cualquier deformación en las relaciones nacionales. La expansión de las naciones socialistas no se contradice en absoluto con la tarea de su ulterior aproximación; antes bien, la facilita.
Con el socialismo no desaparece, sino que cobra más vigor la tendencia, que apunta ya bajo el capitalismo, a romper los tabiques nacionales, a consolidar las relaciones entre una nación y otra, a aproximar las naciones en el sentido económico, político y cultural. Pero en las nuevas condiciones, ello no se realiza mediante la esclavización de unos pueblos por otros, sino por la aproximación voluntaria de naciones iguales en derechos. Esto no se refiere únicamente al desarrollo económico. Simultáneamente se opera un proceso de enriquecimiento mutuo de las culturas nacionales por el que se reducen las distancias que antes las separaban. El socialismo proporciona a los caracteres de la nación un nuevo contenido y nuevos rasgos, con lo que se hace más íntima su comunidad en la vida económica, política, ideológica y cultural.