LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

miércoles, 22 de agosto de 2012

Formas fundamentales de la lucha de clase del proletariado.


La lucha de clase del proletariado adquiere formas distintas, según se desarrolle en el terreno económico, en el político o en el ideológico. Lucha económica. Se llama lucha económica la que los obreros mantienen para mejorar las condiciones de su vida y trabajo: por un mayor salario, por reducir la jornada, etc. El método más generalizado de lucha económica es la presentación de sus reivindicaciones por los obreros, que se declaran en huelga en el caso de no verlas satisfechas. Los sindicatos, las cajas de ayuda mutua y otras organizaciones son instrumentos de que la clase obrera se vale para proteger sus intereses económicos. Cualquier obrero, por escasa que sea su conciencia de clase, comprende la necesidad de defender sus intereses económicos inmediatos. Por eso es la lucha económica el primer escalón del movimiento obrero, sin que ello signifique que tal lucha pertenezca al pasado de la lucha de clase del proletariado. La defensa de las reivindicaciones económicas conserva todo su valor en nuestros días, incluso en aquellos países donde existe un movimiento obrero fuerte y organizado. Primeramente, la lucha económica permite mejorar un tanto la situación de la clase obrera aun dentro del capitalismo. Así lo demuestra la experiencia de muchos países, en que los obreros obligaron a la burguesía a hacerles importantes concesiones. Por esta razón, los comunistas -que son los luchadores más consecuentes cuando se trata de defender los intereses de la clase obrera y de todos los trabajadores- no pierden en ningún momento de vista la organización de la lucha económica del proletariado. En segundo lugar, la lucha por las reivindicaciones económicas, siendo como es la que antes y mejor comprenden las masas, incorpora al movimiento las más amplias capas de obreros, a los que sirve de necesaria escuela para la lucha contra el capitalismo y para la educación de su conciencia de clase. Quiere decirse que de ella depende en gran parte el éxito de las formas más elevadas del movimiento obrero.
Ahora bien, la lucha económica presenta una limitación: no afecta a las bases del régimen capitalista, por lo que no puede dar satisfacción al interés económico fundamental de los obreros, que es el verse libres de la explotación. Además, los éxitos de la lucha económica son muy frágiles si no vienen respaldados por las conquistas políticas. La burguesía aprovecha la menor oportunidad para retirar sus concesiones y pasar a la ofensiva contra los intereses económicos de la clase obrera. Por eso el marxismo-leninismo considera que el movimiento obrero no puede alcanzar victorias importantes si la lucha se circunscribe a la defensa de los intereses económicos inmediatos.
La verdadera lucha de clase del proletariado empieza en el momento en que rebasa el estrecho marco de la defensa de los intereses inmediatos de los obreros y se convierte en lucha política. Para esto es necesario, lo primero de todo, que los mejores hombres de la clase obrera de todo el país comiencen la lucha "contra toda la clase capitalista y contra el gobierno que defiende esa clase" (Lenin). Lucha ideológica. La lucha de la clase obrera, como la de cualquiera otra, viene impuesta por su propio interés. Este interés es producto de las relaciones económicas de la sociedad capitalista, que condenan a la clase obrera a la explotación, la opresión y las malas condiciones de vida. El interés de clase no es algo que haya inventado un teórico o partido, sino que existe objetivamente.
Pero esto no significa que la clase obrera adquiera automáticamente, de la noche a la mañana, conciencia de sus intereses. Cierto que las condiciones de vida del proletariado empujan a cada obrero hacia determinada manera de pensar, al tropezar continuamente con injusticias y con muestras de la desigualdad económica y social en que se encuentra. Esto origina entre los obreros un sentimiento de descontento, de irritación y de protesta. Mas no hay que identificar ese sentimiento con la conciencia del interés de clase. Según la define Lenin, la conciencia de clase "es la comprensión por los obreros de que el único medio que tienen para mejorar su situación y emanciparse es la lucha con la clase de los capitalistas y fabricantes... La conciencia de los obreros significa también la comprensión de que los intereses de todos los obreros de un país son iguales y solidarios, que ellos forman una clase distinta de todas las demás clases de la sociedad. Finalmente, la conciencia de clase de los obreros significa la comprensión por éstos de que para conseguir sus fines han de lograr una influencia sobre los asuntos públicos..." Esta conciencia no surge por generación espontánea en la cabeza de cada obrero.
Lo primero de todo, no es tan sencillo que el obrero se considere como elemento integrante de una clase especial. El albañil y el maquinista de locomotora, el tornero de primera y el peón, el minero y el cavador: todos se diferencian entre sí por el género de trabajo y, a menudo, por el nivel de vida. No puede asombrarnos que el movimiento obrero de muchos países haya pasado por la fase de la organización gremial, cuando el principio por el que se unían era el del oficio o especialización; por ejemplo, en un mismo ferrocarril podía haber sindicatos independientes de maquinistas, de fogoneros y de personal de obras. Y se daba el caso de que estos sindicatos tratasen de conseguir ventajas para "sus" afiliados a expensas de los otros obreros. Pero eso no es todo. No siempre cada obrero advierte de manera correcta el estado de opresión en que se encuentra en la sociedad capitalista. Puede, por ejemplo, atribuirlo a reveses personales. Entonces el descontento del obrero puede traducirse en el propósito de "llegar a ser algo", aunque sea a costa de sus compañeros. En casos muy contados lo consiguen, pero millones de trabajadores permanecen como estaban. La protesta elemental de los obreros puede también recaer sobre quienes en realidad no son sus enemigos. Por ejemplo, en la época de la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX, entre el proletariado cundió el movimiento de los "rompedores de máquinas" (ludditas). Los obreros veían que el empleo de máquinas en la producción los condenaba al hombre, pero no podían comprender que el mal suyo no estaba en las máquinas, sino en el hecho de que estas máquinas pertenecieran a los capitalistas, quienes las aprovechaban para incrementar la explotación y llevar a la ruina a los trabajadores. Otro factor que se opone a que los obreros adquieran conciencia de sus intereses de clase es la nociva influencia de la ideología burguesa, de la propaganda que la burguesía lleva a cabo para confundir a los trabajadores. La formación de la conciencia de clase entre los obreros puede verse dificultada, por ejemplo, por la propagación en su seno de la idea de que la explotación es eterna y de que nada podrá cambiarla, de que se pueden conseguir mejorías mediante convenios y compromisos con la burguesía, o por las discordias nacionales que se siembran para escindir a los trabajadores, etc. Antes de que el proletariado adquiera conciencia de clase ha de recorrer, pues, un complejo proceso, el cual, según sean las condiciones concretas de cada país, puede transcurrir con rapidez mayor o menor, con mayores o menores dificultades. En ciertos países, el proceso se ha dilatado, y el proletariado, según la expresión de Marx, sigue siendo hoy día una "clase en sí" y no una "clase para sí", con conciencia como tal clase y de cuáles son sus verdaderos intereses. La mejor escuela de conciencia de clase para los obreros es la lucha diaria, sin exceptuar la defensa de sus intereses inmediatos. Mas esto es poco. Para que los obreros se eleven hasta un alto grado de conciencia de clase hace falta aún otra forma específica de lucha, que es la ideológica. La lucha ideológica del proletariado presupone, lo primero de todo, la adopción de una concepción del mundo, de una teoría científica que alumbre a la clase obrera el camino de su emancipación. La lucha de los obreros por sus intereses inmediatos, como es la lucha sindical, no es bastante para la aparición de ideas socialistas. La doctrina del socialismo podía ser únicamente fruto de las más avanzadas teorías filosóficas, económicas y políticas. Esta es la tarea que cumplieron unos gigantes del pensamiento como Marx y Engels, que consagraron toda su vida y su obra a la causa de la emancipación de la clase obrera. A ellos se debe la doctrina que con autenticidad científica revela cuál es el interés fundamental de los obreros -la necesidad de emanciparse de la explotación-, las vías para alcanzarlo -la destrucción por medios revolucionarios del capitalismo y la edificación del socialismo- y las bases de la táctica del movimiento obrero. . Pero la concepción científica del mundo propia de la clase obrera, obra de Marx y Engels, no es un compendio de respuestas a cuantos problemas puedan plantearse a los trabajadores en las etapas subsiguientes de la historia, en condiciones nuevas y en una nueva situación. Para que esta concepción del mundo sea siempre un arma afilada en la lucha de la clase obrera por la construcción de la sociedad socialista, hay que darle siempre forma concreta, desarrollarla y enriquecerla con los datos nuevos de la ciencia y con la nueva experiencia de la lucha de clase de millones y millones de trabajadores. Esta labor de creación teórica ha sido, es y será una importante tarea de los partidos marxistas-leninistas de la clase obrera. Para que la concepción científica del mundo propia de la clase obrera cumpla su papel en la lucha de liberación, ha de prender en las masas. De ahí se desprende la necesidad de que sea llevada al movimiento obrero desde fuera de la lucha económica y del marco de las relaciones de los obreros y patronos. Esta es la función que cumple el partido marxista-leninista, el cual, tal como Lenin lo define, une las ideas del socialismo con el movimiento de masas de los obreros.
Otra tarea de capital importancia de la lucha ideológica es la de conservar en cualquier circunstancia la pureza de la concepción socialista de la clase obrera, sin permitir que los enemigos la deformen y priven así al proletariado de tan aguzada arma. Todos sabemos que en cuanto el marxismo-leninismo se convirtió en una potente fuerza ideológica, los enemigos de la clase obrera centraron sobre él sus fuegos; y no sólo de frente, sino también por la retaguardia, para lo cual echaron mano de sus agentes en el movimiento obrero. Con el pretexto de "perfeccionar" el marxismo, lo que hacen es deformarlo y convertirlo en algo inofensivo para la burguesía e inútil para los obreros. Tal es el sentido de la labor "teórica" de los oportunistas de toda laya, de los reformistas y revisionistas, contra la cual han de combatir todos los obreros conscientes y, en primer término, los partidos marxistas-leninistas. La lucha ideológica del proletariado no se reduce a la formación de la conciencia de clase entre los obreros y a la propaganda del marxismo-leninismo. La clase obrera no mantiene su lucha de liberación sola, sino en alianza con todos los trabajadores, de los cuales es la vanguardia. De ahí que otra importante faceta de la lucha ideológica de los obreros es la tarea de apartar a las masas no proletarias -campesinos, pequeña burguesía, intelectuales- de la influencia de las ideas burguesas y ganarlas para el socialismo. Lucha política. La forma superior de la lucha de clase de los obreros es la lucha política. El proletariado advierte ya la necesidad de mantenerla cuando trata de defender simplemente sus reivindicaciones económicas. Los capitalistas tienen de su parte al Estado burgués, que les ayuda a hacer fracasar y aplastar las huelgas, que pone trabas a la labor de los sindicatos y demás organizaciones obreras, etc. La propia vida empuja, pues, a la clase obrera a luchar no sólo contra "su" capitalista, sino también contra el Estado burgués, que defiende los intereses de la clase capitalista en su conjunto. De otra parte, una lucha política amplia es posible únicamente cuando la clase obrera, o al menos su parte avanzada, ha adquirido conciencia de clase y tiene noción clara de sus intereses.
La lucha política de la clase obrera abarca por completo la esfera de la vida social relacionada con su posición frente a las otras clases y capas de la sociedad burguesa, al Estado burgués y a la actividad de éste. "La conciencia de la clase obrera -escribe V. I. Lenin- no puede ser verdaderamente política si los obreros no aprenden a hacerse eco a todos y cada uno de los casos de arbitrariedad y opresión, de violencia y abuso, cualquiera que sea la clase a que estos casos se refieran." Ello presupone la existencia de estrechos vínculos entre la defensa de los intereses de la clase obrera y la lucha por las libertades y derechos democráticos en un amplio sentido, contra la antipopular política exterior de la burguesía y, en muchos países, por la independencia nacional, etc.
Todas estas facetas de la actuación política de la clase obrera son de por sí muy importantes, sobre todo en las condiciones actuales. Pero no sería correcto reducir a ellas las tareas de la lucha política. "No es bastante -escribe Lenin- que la lucha de clases llegue a ser auténtica, consecuente y desarrollada sólo cuando abarca la esfera de la política... El marxismo admite que la lucha de clases se ha desarrollado por completo y es «nacional» sólo cuando además de abarcar la política toma en ésta lo que es más esencial: la organización del poder." Eso es lo que diferencia al marxista del liberal adocenado, que está dispuesto a admitir la lucha de clases incluso en la esfera política, pero siempre y cuando se prescinda de la lucha de los obreros por derribar el capitalismo y conquistar el poder. De todo lo dicho se desprende claramente la causa de que la teoría marxista-leninista, que ve el origen de toda lucha de clases en sus intereses materiales, económicos, subraya a la vez la primacía de la política frente a la economía, coloque la forma política de la lucha de clases por encima de cualquiera otra y considere como política toda lucha de clases. La lucha económica y la ideológica no constituyen un fin de por sí; tanto la una como la otra, con todo el valor que indudablemente tienen, se hallan subordinadas a los fines políticos de los obreros, que son superiores, y a las tareas de su lucha política, que es la única que puede dar satisfacción al interés fundamental de la clase obrera: emanciparse de la explotación. Los obreros ajustan su lucha política a las circunstancias de cada caso y recurren a los procedimientos más diversos, desde las manifestaciones, huelgas políticas (en defensa de determinadas reivindicaciones políticas) e intervención en las elecciones y parlamentos, hasta la insurrección armada. Los fines y métodos de la lucha política exigen formas más elevadas de organización de la clase obrera, y ante todo la creación del partido político del proletariado. Según demuestra la experiencia, la aparición de tal partido es un fenómeno regular en la historia del movimiento obrero. La lucha política exige también la agrupación internacional -y no sólo nacional- de la clase obrera y de todos los trabajadores con el fin de aunar sus esfuerzos. La revolución proletaria. El escalón superior de la lucha de clase del proletariado es la revolución.
Los enemigos del comunismo presentan la revolución proletaria como obra de un reducido grupo de "conjurados". Esto es un embuste como un templo. El marxismo-leninismo no admite la táctica de las "revoluciones de palacio", de los golpes, de la toma del poder por una minoría armada. Así se desprende lógicamente de la interpretación marxista de los procesos sociales. Porque las causas de la revolución residen en última instancia en las condiciones de vida material de la sociedad, en el conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Este conflicto toma cuerpo en el choque de grandes masas humanas, de clases, que se levantan a la lucha empujadas por causas objetivas que no dependen de la voluntad de determinados individuos o grupos y ni siquiera de partidos. El Partido Comunista organiza las acciones de las masas, las dirige, pero sin tratar de hacer la revolución "por ellas" y sólo con sus propias fuerzas. La revolución socialista de la clase obrera se diferencia de todas las revoluciones sociales anteriores y presenta una serie de características que le son propias. La principal es que las revoluciones anteriores se limitaban a sustituir una forma de explotación por otra, mientras que la revolución socialista acaba con toda explotación y, en última instancia, conduce a la desaparición de las clases. Es la más profunda de cuantas transformaciones conoce la historia, significa la reorganización completa, de arriba abajo, de las relaciones sociales. La revolución socialista pone fin a la milenaria existencia de la sociedad de explotación y a la opresión, cualquiera que sea la forma que ésta adopte; es el comienzo de una época de verdadera fraternidad e igualdad entre los hombres, del establecimiento de la paz perpetua en la tierra y del completo saneamiento social del género humano. Ahí reside el formidable valor humano de la revolución proletaria, que marca un importantísimo jalón en la historia. El carácter de la revolución socialista determina el nuevo papel del pueblo en la conmoción revolucionaria. Las masas trabajadoras participaron también activamente en las revoluciones de antaño, cuando se trataba de derribar a los esclavistas y a los señores feudales. Pero entonces eran simplemente la fuerza de choque que allanaba el camino del poder a una nueva clase explotadora. Porque todo se reducía a sustituir una forma de explotación por otra. Otra cosa muy distinta es la revolución de la clase obrera. Los obreros, que constituyen una parte importante de las masas trabajadoras (en muchos países la más cuantiosa), no cumplen sólo el papel de fuerza de choque; ejercen también la hegemonía, son quienes inspiran y dirigen la revolución. Y el triunfo de la clase obrera significa la supresión completa de la explotación del hombre por el hombre y la emancipación de los trabajadores de la opresión que gravitaba sobre ellos en todos los órdenes de la vida.
Quiere decirse que la revolución proletaria es la revolución que las propias masas trabajadoras hacen en beneficio propio. No puede, pues, extrañarnos que los trabajadores, en el curso de la revolución socialista, revelen un inagotable manantial de iniciativa, promuevan de su seno a excelentes jefes y revolucionarios y encuentren nuevas formas de poder, distintas a cuanto hasta entonces conocía la historia. Prueba de ello son las revoluciones socialistas de Rusia, China y todas las democracias populares. La revolución socialista comprende en cualquier país capitalista un período bastante largo de transición del capitalismo al socialismo. Su comienzo es la revolución política, es decir, la conquista del poder por la clase obrera, y sólo entonces es cuando se puede producir el paso del capitalismo al socialismo. Históricamente, la revolución socialista significa la supresión de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción y de las relaciones capitalistas de producción entre los hombres, que son sustituidas por la propiedad social, socialista, sobre los medios de producción y por las relaciones de producción socialistas. Esto es imposible conseguirlo mientras en el poder se encuentre la burguesía. El Estado burgués es el principal obstáculo que se levanta para la transformación del sistema capitalista. Sirve fielmente a los explotadores y guarda su propiedad. Para desposeer a las clases dirigentes y entregar sus propiedades a la sociedad entera hay que desplazar del poder a los capitalistas y colocar en él al pueblo trabajador. El Estado de la burguesía ha de ser sustituido por el Estado de los trabajadores. Tal Estado es también necesario porque sólo teniendo en sus manos el poder se encuentra la clase obrera en condiciones de hacer frente a las enormes tareas de construcción de la nueva sociedad que la revolución socialista le plantea. Las revoluciones anteriores tenían principalmente la misión de destruir. Así nos lo dicen claramente el ejemplo de las revoluciones burguesas. Lo que sobre todo habían de hacer era barrer las relaciones feudales, romper las trabas con que la vieja sociedad se oponía al avance de la producción y limpiar el camino para el ulterior incremento del capitalismo. A esto se reducían, en lo fundamental, las tareas de la revolución burguesa. Las relaciones económicas capitalistas habían aparecido mucho antes y durante largo tiempo se habían desarrollado en el seno del régimen feudal. Esto era posible porque la propiedad burguesa y la feudal son dos formas de propiedad privada. Existían contradicciones entre ellas, pero durante cierto tiempo pudieron vivir una junto a la otra. La revolución socialista cumple también la función de destruir las relaciones caducas, principalmente capitalistas, y en ocasiones también feudales, que se mantenían en forma de supervivencias más o menos vigorosas. Pero a las tareas de destrucción se suman las de creación en el campo social y económico, muy complejas y de extraordinario volumen, que son lo que principalmente dan contenido a esta revolución.
Las relaciones socialistas no pueden nacer en el seno del capitalismo. Aparecen después de que los obreros han tomado el poder, cuando el Estado de los trabajadores nacionaliza las fábricas, las minas, los transportes, los bancos, etc., es decir, la propiedad de los capitalistas sobre los medios de producción, y los convierte en propiedad social, socialista. Es evidente que nada de esto podría hacerse antes de que el poder pase a las manos de la clase obrera. Pero la nacionalización de la propiedad capitalista no es sino el comienzo de las transformaciones revolucionarias que la clase obrera lleva a efecto. Para pasar al socialismo hay que extender las relaciones socialistas a toda la economía, organizar sobre una base nueva la vida económica del pueblo, crear una eficaz economía planificada, reestructurar según los principios socialistas las relaciones sociales y políticas y resolver complejos problemas en la esfera de la cultura y la educación. Todo esto es un enorme trabajo y en su realización corresponde un papel de excepcional importancia al Estado socialista, que es el instrumento mejor de que los trabajadores disponen para construir el socialismo, y más tarde el comunismo. Por ello, cuando se afirma, como hacen los oportunistas, que el socialismo se puede construir dejando el poder político en manos de la burguesía, se incurre en un error manifiesto; esto no significa más que engañar a la gente y sembrar en el pueblo dañosas ilusiones. La revolución política de la clase obrera puede adoptar formas diversas. Puede ser llevada a cabo por la insurrección armada, como ocurrió en Rusia en octubre de 1917. En condiciones excepcionalmente favorables, el paso del poder al pueblo puede realizarse pacíficamente, sin insurrección armada ni guerra civil. Pero cualquiera que sea la forma en que transcurra la revolución política del proletariado, siempre es la culminación de la lucha de clases. Como consecuencia de la revolución se implanta la dictadura del proletariado, es decir, el poder de los trabajadores, dirigida por la clase obrera. Una vez ha conquistado el poder, la clase obrera se encuentra con el problema de la maquinaria del viejo Estado, de la policía, los tribunales, la Administración, etc. ¿Qué hacer con ello? En las revoluciones anteriores, cuando la clase nueva llegaba al poder acomodaba a sus necesidades el viejo aparato estatal y gobernaba con su ayuda. Esto era posible porque las revoluciones se limitaban a sustituir la dominación de una clase explotadora por la dominación de otra clase también explotadora.
La clase obrera no puede proceder así. La policía, la gendarmería, los tribunales y demás organismos que durante siglos enteros estuvieron al servicio de las clases explotadoras no pueden pasar simplemente a depender de aquellos a quienes hasta entonces oprimían. El aparato estatal no es una máquina como otra cualquiera, que obedece por igual a quien la maneja: podremos cambiar de maquinista, pero la locomotora seguirá arrastrando el tren. Pero la máquina del Estado burgués es de tal carácter que no puede servir a la clase obrera. Por los elementos que la integran y por su misma estructura está adaptada de manera que cumpla la función esencial de ese Estado: mantener a los obreros sujetos, bajo la dependencia de la burguesía. De ahí la afirmación de Marx de que todas las revoluciones anteriores se limitaron a perfeccionar la vieja maquinaria estatal, mientras que la revolución obrera ha de destruirla y sustituirla por un Estado propio, proletario. Otro factor importante en cuanto a la creación del nuevo aparato estatal es que ayuda a incorporar las grandes masas del pueblo a la causa de la clase obrera. La gente tiene constantemente que relacionarse con los órganos de poder. Y cuando los trabajadores ven que las instituciones de gobierno están regidas por hombres salidos del pueblo, cuando ven que los organismos estatales tratan de dar satisfacción a las necesidades diarias de los que trabajan y no de los ricos, esto, mejor que cualquier propaganda, explica a las masas que el nuevo poder es el poder del propio pueblo. El modo como la vieja maquinaria estatal será destruida depende de muchas circunstancias, entre las que se cuenta, por ejemplo, si la revolución se llevó a cabo por vía violenta o pacífica. No obstante, cualesquiera que sean las condiciones, la destrucción del viejo aparato de poder y la creación de otro nuevo siempre será una tarea primordial de la revolución proletaria. La fuerza principal y decisiva de la revolución socialista puede ser sólo la clase obrera, sin que esto quiera decir que sea ella la que la realiza exclusivamente. Los intereses de la clase obrera coinciden con los intereses de todos los trabajadores, o sea de la inmensa mayoría de la población. En virtud de ello es posible la alianza de la clase obrera -que mantiene la hegemonía- con las más grandes masas de trabajadores. Las masas aliadas de la clase obrera no acuden de ordinario inmediatamente, sino que lo hacen poco a poco, en apoyo de la consigna de la revolución socialista y del establecimiento de la dictadura del proletariado. La experiencia histórica demuestra que la revolución proletaria puede producirse como prolongación de la revolución democrático-burguesa, del movimiento de liberación nacional de los pueblos oprimidos y de la lucha de liberación contra el fascismo o contra el imperialismo. La revolución proletaria exige mucho de los partidos de la clase obrera. Una de las condiciones principales para el triunfo es la dirección enérgica y acertada de la lucha de las masas por parte de los partidos marxistas.
La época de las revoluciones socialistas significa toda una etapa en el desarrollo de la humanidad. Tarde o temprano, las revoluciones socialistas abarcarán a todos los pueblos y países. Según sea el lugar en que se produzcan, adoptan formas peculiares, en dependencia de las condiciones históricas concretas y de las características y tradiciones nacionales. Pero las revoluciones proletarias se subordinan, en todos los países, a unas leyes comunes que fueron descubiertas por la teoría marxista-leninista.

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