LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

martes, 24 de diciembre de 2013

El joven Stalin.



PCE Edición: Vanguardia Obrera, Madrid 1979.
Capítulo I. 

En unos apuntes de viaje, escritos a finales de siglo pasado, Máximo Gorki describe así la pequeña ciudad de Gori:

"no se trata de un gran centro, parece uno de los muchos pueblos rusos; en el medio de la villa surge una alta colina encima de la cual se encuentra una fortaleza. En las laderas de la colina y a sus pies se
encuentran diseminadas unas pequeñas chabolas y algunas casitas casi todas de piedra. Todo el pueblo tiene un color gris que da un tono de aislamiento y de reclusión. Sobre la ciudad un cielo de fuego, las aguas oscuras e impetuosas del Kura cerca de las casas, los montes no lejanos, en los cuales se abren con regularidad algunas cuevas -una ciudad de cavernas-; y aun más allá, en el horizonte -blancas nubes eternamente inmóviles- se encuentran los montes de la cadena principal, cubiertos de eternas nieves de plata".

Aquellas cuevas y aquellos "montes de plata" que rodeaban la pequeña villa campesina que surgía en la confluencia de dos ríos en un clima apacible y entre cultivos mediterráneos, habían constituido el último reducto de la fiera resistencia de los montañeses del Cáucaso, ante la conquista de sus tierras por el imperio zarista. Una resistencia casi individual, desorganizada y no política, cuyos líderes, medio caudillos del pueblo y medio bandoleros, habían sido exterminados por una feroz represión. Sus hazañas, agigantadas por la fantasía popular, constituían a comienzos del siglo, la materia favorita de los relatos y cuentos de los escritores georgianos que a través de la literatura patriótica se esforzaban por dar contenido y continuidad al espíritu nacional.

Georgia había perdido su independencia a finales del siglo XVIII. Los monarcas georgianos y la aristocracia terrateniente del país no habían opuesto ninguna resistencia ante el imperio zarista. Presionados por sus poderosos vecinos, turcos, persas y rusos, habían decidido vender su propia independencia a quien les garantizara la permanencia de sus propios privilegios, la feroz explotación de sus siervos y el mantenimiento de su religión oscurantista. Por ello la resistencia de estas clases había sida nula o, cuanto menos, muy débil. El movimiento antirruso de la nobleza "no dejó ningún rastro notable en la vida de los georgianos y no pudo enorgullecerse por ningún hecho, si se excluyen algunas conjuras de nobles georgianos en contra de los gobernadores rusos del Cáucaso". Por ello el movimiento nacional georgiano adquirió más tarde un tinte claramente burgués, cuando la joven burguesía de la región vio en las mercancías y en los capitales "extranjeros" una traba para su desarrollo.

Pero también el movimiento nacionalista-burgués de Georgia resultó ser extremadamente débil y sus frutos se manifestaron más en el terreno cultural y literario que en el plano político y de la lucha. Como el mismo Stalin observará más tarde, el hecho de que la anexión de Georgia a Rusia no hubiera traído ningún cambio notable en la condición de los campesinos y hubiera dejado en el poder a los viejos amos, hizo que el movimiento campesino no adquiriera un matiz nacionalista y mantuviera sus viejas formas. Además la misma burguesía georgiana, cuyo desarrollo incipiente se había producido al amparo de las inversiones "extranjeras" del capital que pretendía combatir, veía apagados sus ardores nacionalistas por unos lazos económicos que, aun impidiéndole un pleno desarrollo e independencia, le garantizaban un mínimo de negocios y de actividad económica.

Es preciso considerar además que las inversiones de capital en la región -imponentes en algunos casos habían determinado un desarrollo del proletariado industrial que rebasaba en mucho los angostos límites de la burguesía local. Los intentos de la burguesía georgiana por situar al movimiento obrero en la órbita nacionalista fracasaron muy pronto, al aparecer, en el proletariado industrial de la región, los primeros brotes socialistas e internacionalistas.

La Georgia de finales del siglo, que muchos biógrafos de Stalin, ansiosos de proyectar una luz gris sobre la figura del gran revolucionario, nos pintan como un rincón perdido y casi provinciano del gran imperio de los zares, era en realidad un país en plena transformación y desarrollo, aún dentro de su atraso.

Tiflis, la capital, era una ciudad de 200.000 habitantes con numerosas fábricas, que empleaban cerca de 25.000 trabajadores. Se trataba, por lo general, de empresas medianas y pequeñas. En 1900 las empresas comerciales, industriales y de crédito en Tiflis eran aproximadamente 5.000 con un capital de cerca de 60 millones de rublos.

El pulmón de este importante desarrollo económico se encontraba, sin embargo, en Bakú. En Bakú los capitalistas rusos y extranjeros habían  realizado importantes inversiones en la industria del petróleo. Los campos petrolíferos de Bakú eran los más importantes del mundo y 1a poderosa familia de los Rothschild se había apoderado de esta inmensa riqueza. En Bakú, además de los pozos se  encontraban numerosas grandes fábricas y un proletariado industrial moderno y concentrado. Estos modernos complejos industriales se encontraban en el centro de una importantísima red de comunicaciones. Había numerosos obreros del ferrocarril (los primeros pasos de Stalin como dirigente revolucionario fueron en este sector) y un oleoducto que conectaba Bakú con el puerto de Batum a través del cual se establecían las comunicaciones con los más importantes puertos extranjeros. Existían además unes importantes minas de manganeso en Cjatury (5.000 obreros en 1900) y de carbón en Tkribuli.

Si la conquista de Georgia por parte del imperio ruso había dejado prácticamente sin modificar las condiciones de vida de las grandes masas campesinas, grandes cambios se produjeron al aparecer los primeros síntomas de desarrollo industrial producidos por las inversiones de capital extranjero. La liberación de los siervos, que se produjo en Georgia con algunos años de retraso con respecto al resto de Rusia, tuvo el objeto de liberar grandes cantidades de mano de obra barata para la industria de la capital. Este proceso fue advertido profundamente en el mundo campesino del cual procedía la familia de Stalin. El padre, Vissarion Dzugasvili, un ex-siervo liberado, procedente de un pueblo cercano a Gori, tuvo que trasladarse a Tiflis a una fábrica de pieles. En la capital conoció Ekaterina Geladze, la madre de Stalin, de la cual tuvo varios hijos, de los cuales Stalin fue el único que llegó a la edad adulta. También Ekaterina había sido sierva de la gleba y había tenido que emigrar a la ciudad. Después de una temporada como obrero en la ciudad, Vissarion, con unos pocos ahorros, volvió a Gori en donde abrió una zapatería en su propia casa.  
Aquí el 21 de diciembre de 1879 nació Stalin. En 1885 tras fracasar en su intento de mantener una actividad independiente, el padre de Stalin tuvo que volver a Tiflis como obrero, dejando a su mujer y a su hijo en el pueblo. Ekaterina contribuía al mantenimiento de la familia lavando ropa.

Estas vicisitudes, abandono de la tierra, miseria, búsqueda de un salario en la fábrica, pérdida del trabajo y paro, separaciones de la familia, muerte de los hijos, representan situaciones típicas de laprimera fase industrial, en la cual imponentes masas de hombres se encontraban separados de sus ocupaciones tradicionales, sumidos en la inseguridad, entre la fábrica y la tierra, viviendo pobremente y con un futuro inseguro. Podemos decir que Stalin en su propia familia y durante toda su infancia, vivió la experiencia dramática del proletariado en formación de su patria.


Entre los padres de Stalin, surgieron contradicciones de cara a la educación del niño. Vissarion, teniendo en cuenta la situación extremadamente difícil de la familia, quería que éste trabajase. Pero Ekaterina se hacía muchas ilusiones acerca de las posibilidades de que su hijo pudiera tener un destino menos duro que el de sus padres.

Todos los contemporáneos nos pintan al pequeño Stalin como a un niño muy inteligente y vivo. El cura del pueblo se había fijado en él y había convencido a Ekaterina de que con algunos sacrificios y alguna ayuda habría podido estudiar para cura. La madre, una mujer enérgica y sensible, supo imponerse al padre y peleó duramente para la realización de su objetivo. Así en 1888 logró que José ingresara en la escuela parroquial de Gori. El niño consciente de los sacrificios que ello suponía para sus padres, se dedicó apasionadamente al estudio y obtuvo un subsidio del ayuntamiento para su familia. Así, en 1894, a los catorce años, obtuvo un premio y, cosa absolutamente excepcional para un hijo de campesino, superó los exámenes para ingresar en el seminario teológico de Tiflis.

En la escuela, Stalin tuvo un primer contacto con la opresión de su pueblo, que ya, en su familia, había vivido en su dimensión cotidiana, en sus aspectos más profundos, de tipo político. Cuando ingresó en la escuela la enseñanza era en lengua georgiana. El georgiano era la única lengua que él hablaba, y la única que jamás llegarán a hablar sus padres. Pero al segundo año llegaron funcionarios rusos y la lengua georgiana fue prohibida. Por el simple hecho de hablar en su lengua los niños sufrían duros castigos. Los funcionarios rusos actuaban con despotismo y manifestaban el más absoluto desprecio para Georgia y para su pueblo. Entre los jóvenes se difundió rápidamente el espíritu de rebelión y tuvo gran auge la literatura patriótica en lengua georgiana.

Una de las primeras lecturas de Stalin fue la novela "El parricidio" del escritor Aleksander Kazbegi, en la cual se relataba la resistencia de los montañeses de Georgia contra los rusos. El protagonista de la novela se llamaba Koba. Esta lectura tuvo que impresionar fuertemente su fantasía de niño. Más tarde "Koba" sería su primer nombre de guerra.

En el mes de febrero de 1892 los funcionarios rusos de la escuela condujeron a los niños a asistir en la plaza de Gori a la ejecución de tres campesinos.

Máximo Gorki, que por casualidad se encontró asistiendo a aquella misma ejecución, nos ha dejado una descripción del fiero comportamiento de los campesinos y del "rostro inexpresivo, como si fueran de madera" de los soldados que los ejecutaban. Un ex-alumno de la escuela, P. Kapanadze, recuerda como los niños estallaron a llorar ante el bárbaro espectáculo, y como aquel episodio fue motivo de grandes discusiones entre ellos en los años siguientes.

Todos ellos contrariamente a lo deseado por sus "educadores" se identificaron con aquellos "bandidos" y no con sus asesinos.

El seminario teológico de Tiflis era por aquel entonces la única institución de enseñanza superior de Georgia. El zarismo, consciente del hecho de que el foco del movimiento nacionalista se encontraba en los ambientes intelectuales y literarios, siempre se había opuesto a que en Georgia surgieran instituciones universitarias, aunque fuera de lengua rusa. Por ello, al seminario de Tiflis no acudían solamente los futuros curas ortodoxos sino toda la juventud georgiana, esencialmente de la mediana y pequeña burguesía, que quería alcanzar un nivel de instrucción superior y que no tenía medios para acudir a las universidades de San Petersburgo, Moscú, etc. El mismo Stalin, como observara más tarde, en el momento de ingresar en el seminario, ya no tenía ninguna ilusión de tipo religioso.

El carácter particularmente oscurantista y reaccionario de la enseñanza propia de un seminario, no podía dejar de suscitar la resistencia de unos jóvenes que en su mayor parte acudían allí movidos por intereses no religiosos. Esto explica que la lista de ex-alumnos del seminario teológico de Tiflis comprende a la inmensa mayoría de las figuras destacadas del movimiento revolucionario y político georgiano de la época. En primer lugar a Noah Zordana, futuro líder del menchevismo de la región y dirigente del POSDR en oposición a Lenin, que había estudiado en el seminario unos diez años antes que Stalin. En 1892 Zordana había fundado el Messame Dasi ("El Tercer Grupo", llamado así para distinguirle de los anteriores movimientos de corte liberal y populista), de tendencia socialista, del cual Stalin formaría parte. Exiliado Zordana había colaborado en el extranjero con Kautsky y Plejanov, lo cual a su vuelta le acarrearía un gran prestigio en los círculos de jóvenes. Otra figura destacada que estudio en el seminario sería Cheidze, futuro presidente de las Soviets entre febrero y octubre de 1917 en la etapa en que los Soviets estaban aún dominados por los mencheviques. En el seminario estudiaron la mayoría de los líderes de la izquierda socialdemócrata georgiana (que formaría más tarde el núcleo del bolchevismo en la región): en primer lugar Stalin, pero también los hermanos Lado y Vano Ketschoveli, Macharadze, Micha Tshakaja y otros jóvenes.

De estos últimos la figura más destacada es sin duda aparte de Stalin, la de Lado Ketschoveli. Este, un poco mayor que Stalin, había encabezado en 1893 une revuelta en el seminario, pidiendo la expulsión de algunos enseñantes y la creación de una cátedra en lengua georgiana Lado fue expulsado junto con otros 86 estudiantes. Este episodio reunía muchos antecedentes en el seminario de Tiflis. Ya, hacia 1870, había habido revueltas, expulsiones, círculos clandestinos populistas. En 1885 el estudiante Sylvester Dzjbladze (otro futuro dirigente del Messame Dasi) abofeteó al rector, un ruso que había definido el georgiano como una "lengua para perros".

En 1886 otro estudiante mataría a éste mismo rector. Como vemos, el clima que Stalin encontró en el seminario no era un clima apacible, sino más bien un clima de lucha, de revuelta. Como observa su excompañero de escuela parroquial y futuro compañero de lucha V. Ketschoveli "cada uno de nosotros, al dejar la escuela, se sentía animado por el más vivo deseo de servir a la patria. Pero nadie tenía una idea muy clara de la manera en que sería posible servirla".

Estos sentimientos, surgidos de la experiencia de la represión en la escuela y de los primeros contactos con la literatura nacional, en el seminario fueron precisándose en el contexto políticamente más desarrollado y en una edad más adulta.

A los quince años Stalin entró en contacto con los grupos de exiliados socialdemócratas que se encontraban en el Cáucaso. Es a partir de estos primeros contactos cuando Stalin comenzó a acercarse al marxismo según él mismo declarara años más tarde en el curso de una entrevista al escritor Emil Ludwig. En el Cáucaso, como en Siberia, el zarismo solía deportar a numerosos opositores políticos. En 1825 un regimiento entero de "decebristas" había sido deportado a la región. Más tarde la misma suerte había tocado a numerosos populistas. Estos exiliados habían contribuido muchísimo al desarrollo de las tendencias antizaristas en Georgia. Hacia finales del siglo comenzaron a aparecer en la zona algunos deportados socialdemócratas.

No sabemos con quiénes concretamente Stalin estableció contactos en esta época. Sin duda se encontraban entonces deportados en la región Michail Kalinin y el obrero petesburgués Sergej Alliluiev que más tarde sería su suegro.

Las nuevas perspectivas abiertas por estas relaciones le hicieron aun más insoportable la atmósfera del seminario. La enseñanza tenía un signo absolutamente oscurantista. Las materias de estudio se centraban esencialmente en la teología y en las asignaturas religiosas. Stalin comenzó a abandonar el estudio de todo aquello que no le atraía y a centrarse en sus nuevas inquietudes. Pero ello no era fácil.

La represión de los curas abarcaba todos los aspectos de la vida de los seminaristas. Stalin definiría más tarde el clima en que se vivía como humillante. G. Glurgidze, compañero suyo, recuerda: "Algunas veces leíamos incluso en la capilla, durante la misa, escondiendo los libros debajo de los bancos. Naturalmente debíamos de tener muchos cuidados para que los maestros no nos sorprendieran. Los libros eran los amigos inseparables de José, no los abandonaba ni siquiera durante las comidas".

Los libros de anotaciones del seminario están  llenos de referencias a las lecturas clandestinas de José y a los castigos que sufría por ello. "Dugasvili tiene un carnet de la librería económica en la cual se abastece de libros prestados. Le he secuestrado hoy Los trabajadores del mar de Hugo en el cual he encontrado el carnet en cuestión". En otra anotación: "A las once de la noche he secuestrado a Josif Dugasvili La evolución literaria de las naciones de Letourneau... Dugasvili ha sido sorprendido leyéndolo en 1os escalones de la capilla. Es la treceava vez que éste estudiante ha sido sorprendido leyendo libros de la biblioteca económica". El castigo siempre es el mismo: "Encerrarle en celdas de castigo para un largo período".

Stalin tomaba prestados los libros en la biblioteca pública de la calle Kirocnaia. De las anotaciones del seminario podemos hacernos una idea de sus lecturas en esta época. En el seminario circulaba una edición manuscrita del I tomo del Capital, "El manifestó Comunista" de Marx y Engels, "La situación de la clase obrera" de Engels, la "Contribución a la cuestión del desarrollo de la concepción monista de la historia", de Plejanov. Una gran impresión y numerosas discusiones había suscitado la obra de Lenin en contra del populismo "Quiénes son los amigos del pueblo..." Stalin había leído también a Darwin, a los economistas clásicos (Smith, Ricardo, etc.) a todos los novelistas clásicos rusos y georgianos y a muchos de los extranjeros.

Sus primeros pasos como escritor fueron en el terreno literario más que en el político. En 1895 aparecen en la revista "Iberia", una publicación prestigiosa dirigida por el escritor Ilia Ciavciavadze, algunos poemas suyos: 
"Y sepas: quien cayó como polvo sobre la tierra, 
quien fue oprimido algún día, se levantará más arriba
de las grandes montañas sobre las alas de una luminosa 
esperanza".

Se trata de los versos de un joven (16 años) poeta revolucionario. Versos que no debieron parecer de mala calidad a los críticos georgianos de la época, pues en 1901 y en 1907 los encontramos comprendidos en dos antologías de poetas georgianos contemporáneos del crítico M. Kelengesidze.

Sin embargo muy pronto sus inquietudes serán eminentemente políticas. En ésta época se ha convertido en el principal dirigente de la lucha en el seminario. Pero tanto la actividad literaria como la política estudiantil le parecen límites demasiado angostos en las nuevas perspectivas que el marxismo le ha abierto. Por otra parte tiene conciencia de que muy difícilmente logrará terminar sus estudios.

Estando en el seminario ya se había adherido al Messame Dasi, y por cuenta de este círculo socialdemócrata actuaba entre los estudiantes. En aquella época el Messame Dasi estaba dominado por la personalidad de Zordana, un típico "marxista legal" que había organizado su círculo según los cánones típicos de la época. Se trataba de un círculo amplio, sin una disciplina interna definida, que se movía alrededor de la figura de su jefe y de un periódico legal (en este caso el "Kvali").

Los pertenecientes a la organización eran por lo general intelectuales y obreros que se dedicaban principalmente al estudio del marxismo y a una actividad política sin un signo claramente definido, es decir sin una táctica y una estrategia claramente establecidas. Estos círculos solían tener escasas relaciones entre sí al nivel del conjunto de Rusia, y escasos eran también los lazos con el movimiento obrero, que se limitaban a la captación de algunos elementos más avanzados de cara a los cuales se realizaba una labor de adoctrinamiento. Tampoco existía, por lo tanto, una clara política de cara al conjunto de la masa obrera.

Aun dentro de este primitivismo, los círculos habían sido la forma específica a través de la cual el marxismo ha dado sus primeros pasos en las fábricas y en las provincias del imperio. El Messame Dasi era "el circulo" de Georgia y uno de los más conocidos de toda Rusia.

Como hemos visto, Stalin, aún antes de ser expulsado del seminario, había madurado la idea de dedicarse a una actividad política en el exterior y en particular entre la clase obrera. Por ello pidió un encuentro con Zordana y le manifestó su intención de abandonar el seminario. Zordana le examino rápidamente y sentenció que le encontraba aun poco preparado por lo cual le aconsejo seguir en el seminario para continuar "estudiando" y "preparándose" para ser revolucionario. Tres meses después un colaborador de Zordana comunicaba a éste que Stalin ya trabajaba entre los obreros del ferrocarril y que hacía propaganda no solamente en contra del zarismo sino también "en contra de nosotros".

En 1899, tal y como había previsto, Stalin sería expulsado del seminario, tras encabezar una enésima protesta. Se gana la vida dando clases y más tarde como empleado en el observatorio de Tiflis. Un año antes había comenzado a actuar entre los ferroviarios.

En un principio su actividad parece no apartarse en mucho de los esquemas tradicionales de los círculos. A los obreros del ferrocarril daba pequeñas clases sobre distintos temas. Un compañero suyo de entonces recuerda: "el camarada Soso conocía perfectamente la historia del movimiento obrero en occidente, la doctrina de la socialdemocracia y sus conversaciones interesaban profundamente a los obreros. Mientras hablaba consultaba un cuaderno de apuntes o simplemente algunas hojas cubiertas por una letra diminuta. Las reuniones se realizaban al atardecer y el domingo íbamos andando por la ciudad en pequeños grupos de cinco o diez y así estudiábamos". Pero muy pronto Stalin comenzó a esforzarse por sacar la actividad del círculo de este marco estrecho. Como ya hemos visto a Zordana habían llegado voces de que Stalin estaba haciendo propaganda en contra de él. En realidad en el Messame Dasi existía un grupo de izquierdas del cual Stalin formaba parte. Integraban este grupo algunos jóvenes entre los cuales los más destacados, además de Stalin, eran los hermanos Ketschoveli, de los cuales ya hemos hablado. Michail Tshakaja y Aleksandr Tsulukidze Tshakaja, uno de los estudiantes expulsados del seminario en 1866, hijo de un cura, más tarde sería amigo de Lenin, miembro del Comité Central bolchevique y presidente de la Georgia soviética. Tsulukidze era el ultimo descendiente de une familia de príncipes georgianos.

Había ingresado en el movimiento revolucionario en 1895 y era el único del grupo que había estudiado en la universidad de Moscú. Era uno de los poquísimos georgianos que había leído todo el Capital de Marx y sería más tarde el autor de importantes obras teóricas. De salud muy precaria, moriría joven durante la revolución de 1905 siendo un destacado dirigente bolchevique.


¿Cuáles eran los planteamientos de este pequeño grupo de izquierda dentro del Messame Dasi? Los jóvenes criticaban a Zordana sosteniendo la necesidad de crear un periódico clandestino para los obreros que planteara abiertamente las principales cuestiones políticas. Ellos pensaban que el periódico legal del Messame Dasi, el "Kvali", debido a la censura zarista no podía plantear las cuestiones políticas más esenciales. Además opinaban que limitar la actividad al estudio no bastaba y que en las condiciones de desarrollo que iba adquiriendo el movimiento reivindicativo de la clase obrera, era necesario encabezar ese movimiento y tomar iniciativas políticas más audaces en la lucha en contra del zarismo, como la organización de manifestaciones de masas. Zordana se opuso a estos proyectos.

Stalin y Ketschoveli se esforzaron por convencerle sobre la cuestión del periódico ilegal, pero sin éxito. Trataron entonces de actuar por su cuenta, y de crear un periódico de la izquierda, pero sus repetidos intentos entre 1898 y 1900 fracasaron. La izquierda, sin embargo, obtuvo algunos éxitos. Se difundieron muchas octavillas en las fabricas, de carácter abiertamente político, cosa que no tenía precedentes en la actividad anterior del Messame Dasi y sobre todo el Primero de Mayo de 1900 el grupo de la izquierda logró organizar una primera manifestación de masas: unos quinientos obreros se reunieron en la periferia de Tiflis con banderas rojas y algunos retratos de Marx y de Engels. Stalin  pronunció allí su primer discurso en público.

De estas primeras polémicas con la derecha socialdemócrata georgiana, quedan algunos rastros en los primeros escritos de Stalin que aparecen en sus obras completas. En su editorial de presentación del periódico "Brdzola" se lee: "sería un grave error a nuestro juicio que los obreros pensaran que un periódico legal de cualquier tendencia y en cualquier condición que se publicara, pueda expresar sus intereses de obreros... Todo un enjambre de funcionarios, llamados censores, se ocupa de esta prensa y la sigue con atención recurriendo a la tinta roja y a las tijeras todas las veces que a través de un hueco se abre camino un pequeño rayo de verdad".

En otro artículo escrito en el número siguiente del mismo periódico, se encuentra una apasionada defensa del papel político de las manifestaciones de masas. En el mes de agosto de 1900, llega a Tiflis Viktor Kurnatovikij, amigo personal y enviado de Lenin.

Lenin había hablado con él en diferentes ocasiones durante su exilio en Siberia. Sabemos por las memorias de N. Krupskaya que Lenin se desplazó expresamente a Tess, en donde Kurnatovskij trabajaba en una fábrica de azúcar, para verle, y sabemos también que en Tess es donde tuvo lugar la famosa reunión de los exiliados partidarios de Lenin en el curso de la cual se aprobó el documento en contra del "Credo" economicista, En Siberia, Lenin, que en la época anterior al exilio había adquirido una importantísima experiencia como dirigente de la "Unión de lucha" de San Petersburgo, había perfilado las líneas generales de un plan de acción para llegar a la creación de un auténtico partido obrero revolucionario. En 1898 cuando Lenin ya se encontraba en el exilio, había tenido lugar en Minsk el primer Congreso del POSDR. Pero todos los asistentes fueron detenidos inmediatamente después del Congreso. La creación del Partido había resultado ser puramente formal, no se había creado un núcleo dirigente estable y reconocido, no se habían fundido todos los círculos, que habían mantenido más o menos su estructura anterior, ni siquiera se había establecido una tendencia uniforme política e ideológica dentro del Partido.

En este último aspecto había una cuestión que preocupaba profundamente a Lenin: la cuestión del economicismo. Esta tendencia había aparecido en la misma San Petersburgo, después de la marcha de Lenin, en la "Unión de lucha". Sus seguidores, partidarios del socialdemócrata alemán Berstein, negaban todo valor a la lucha política y afirmaban que los socialdemócratas debían de preocuparse sobre todo de impulsar la lucha económica de los trabajadores.
En las condiciones de Rusia ello significaba abstenerse de toda propaganda entre los obreros en contra de la autocracia zarista. La lucha democrática venía a ser así, según los economicistas, el monopolio de la burguesía liberal cuyo programa democrático debía ser aceptado integralmente por la socialdemocracia.

Lenin estaba totalmente en contra de estas posturas. Opinaba que el Partido socialdemócrata debía constituirse sobre la base de una clara plataforma ideológica contraria al economicismo. Por ello en Siberia había llegado a la conclusión de que la convocatoria inmediata de un nuevo congreso del Partido era prematura y que era necesario realizar previamente en toda Rusia una campaña en contra del economicismo. El instrumento de esta campaña debía de ser un periódico ilegal redactado en el extranjero y distribuido en toda Rusia. La red clandestina de imprenta, difusión, distribución y colaboradores para el periódico, se convertiría en un poderoso instrumento de unificación de todos los círculos socialdemócratas del país y en el embrión organizativo del nuevo Partido. Para ello, Lenin contaba con la colaboración de Plejanov, el más eminente de los teóricos marxistas rusos que vivía por aquel entonces en Ginebra. Lenin estimaba tan esencial su proyecto, que renunció a evadirse de Siberia, pensando que necesitaría algunos meses de actividad legal en Rusia para establecer contactos con los distintos círculos antes de marcharse para el extranjero. Viktor Kurnatovkij fue uno de los revolucionarios desterrados que se ofrecieron para ayudarle en esta tarea. Así fue como en agosto de 1901 al mismo tiempo que Lenin salía para Suiza, V. Kurnatovkij se dirigía a Tiflis para encontrar en Georgia apoyo para la iniciativa de Lenin.

En Tiflis, Kurnatovkij, supo que un grupo de jóvenes revolucionarios llevaba ya dos años esforzándose por crear un periódico obrero clandestino, y tomó contactos con ellos. La presencia del enviado de Lenin abrió nuevas perspectivas a los jóvenes del Messame Dasi. Sus contradicciones con Zordana se situaron de inmediato en el marco de los problemas más amplios del movimiento socialdemócrata de toda Rusia. No se trataba de que Zordana tuviera, él personalmente, una visión estrecha de las cuestiones de propaganda y de los métodos de lucha, ni de un problema puramente georgiano. Se trataba de superar viejos esquemas ligados a la época de los círculos y acabar con el método de los círculos en si para llegar a la formación de un Partido para toda Rusia. Se trataba también de derrotar las concepciones, de las cuales Zordana era un exponente, que ponían trabas a esta tarea. Kurnatovkij apoyó la tendencia, que ya se había manifestado entre los jóvenes, a actuar por su propia cuenta, haciendo caso omiso de los dirigentes del Messame Dasi. También les dio importantes indicaciones de cara a la creación de la imprenta clandestina que necesitaban para el periódico.

El error había sido el tratar de crearla en Tiflis, centro eminentemente burocrático y comercial. La imprenta debía de crearse en Bakú, donde se encontraban las grandes fábricas y en donde más fácilmente se encontrarían los elementos dispuestos a hacerse cargo de su funcionamiento. Se decidió que Lado Ketschoveli se marchara a Bakú para solucionar este problema. Stalin permaneció en Tiflis para resolver la cuestión financiera. Kurnatovkij apoyo también la línea de ir realizando manifestaciones de masas en contra del zarismo. Esta línea iba claramente en contra del economicismo, sacaba a los obreros de las fábricas y del marco estrecho de sus problemas cotidianos, dándoles perspectivas políticas y haciéndoles participar plenamente en la lucha por la democracia. Kurnatovkij les alentó a tener aún más audacia en este terreno. No ya manifestaciones en la periferia de la ciudad, como la del 1 de Mayo anterior a su llegada, sino manifestaciones en el centro mismo, sin temor de la represión policíaca y de las iras de Zordana y de sus seguidores. La octavilla redactada de cara al Primero de Mayo de 1901 expresa ya este estilo más audaz, más combativo "Los trabajadores han decidido celebrar el Primero de Mayo abiertamente, en las calles de Tiflis. Y manifiestan decididamente a las autoridades que el látigo y los sables de los cosacos, la tortura de la policía y de los gendarmes ya no son suficientes para llenarles de terror".
Podemos decir que la llegada del Viktor Kurnatovkij trajo a los jóvenes del Messame Dasi la perspectiva leninista. Ellos ya habían planteado los problemas que por aquellos años Lenin iba resolviendo a escala de toda Rusia, en una perspectiva más estrecha, local. Esto explica el entusiasmo que despertó en ellos este primer contacto, indirecto, con Lenin. Lenin, un dirigente revolucionario ya de gran prestigio hablaba, con mayor claridad y rigor, su mismo lenguaje, les abría nuevos horizontes.

A mediados de 1901 Ketschoveli logró implantar la imprenta de Bakú. Se hizo él sólo una falsa autorización y con unos cuantos obreros de la ciudad la puso en marcha. El mes de marzo, en Tiflis, había sido detenido Viktor Kurnatovkij junto con otros camaradas. Stalin se libró de milagro: su habitación en el observatorio fue registrada pero él se encontraba ausente. A partir de ese momento y hasta la revolución de febrero de 1917 permanecerá casi interrumpidamente en la clandestinidad.

Seguir sus movimientos, a partir de ahora, resulta a veces difícil. La primera preocupación de Stalin, después de la caída de marzo, fue la de sacar adelante la manifestación del Primero de Mayo. Se realizó una inmensa propaganda en todas las fábricas de la capital. En la fecha fijada, cerca de dos mil trabajadores se reunieron en el Soldatskij Bazaar en el centro de Tiflis. Hubo violentos choques entre los cosacos y los manifestantes. Catorce de ellos fueron heridos y quince detenidos. La "Iskra" de Lenin escribía poco después: "Lo que ha sucedido en Tiflis... representa un hecho de importancia histórica para todo el Cáucaso: este día ha marcado el comienzo de un abierto movimiento revolucionario en el Cáucaso".

La imprenta de Bakú funcionaba estupendamente. En ella se editaba la Iskra de Lenin. También en ella se editaban manifiestos, obras de Marx, Engels y Lenin, folletos y otros materiales revolucionarios. El tiraje de algunas octavillas alcanzó los cien mil ejemplares. La imprenta, que era una de las mejor organizadas de toda Rusia, surtía de materiales clandestinos a otras regiones del país. Era conocida con el nombre clandestino de "Nina" y L.

Ketschoveli como el "padre de Nina". Lenin, que estaba muy interesado en la marcha de la imprenta,
incluso de los aspectos técnicos de la misma que presentaban particulares dificultades por lo insuficiente del equipo y la complejidad del transporte de los materiales fuera del país, comunicaba con Ketschoveli a través de una correspondencia clandestina que se había establecido con el comité de Bakú y a través de las mismas columnas de "Iskra" en las cuales se podían leer "anuncios" como el siguiente: "Padre de Nina. Acuso recibo de su carta. Enviad una dirección para las cartas, la vieja ya no sirve", etc.

En la imprenta de Bakú se editaba también el "Brdzola" un periódico en lengua georgiana cuya publicación se había decidido ya en la fase de planificación de la imprenta. La "Iskra" era insuficiente, debido al desconocimiento de la lengua rusa por parte de muchos georgianos. Este enfoque resulta claramente de la lectura del editorial de presentación del periódico en el cual se explica que el "Brdzola" no debía de entenderse como un órgano puramente local, sino como un periódico que, en lengua georgiana, abordara las cuestiones generales del movimiento ruso. Este editorial, ya citado, fue redactado por Stalin.

Sobre Stalin recaía de una manera particular la responsabilidad de esta publicación de la cual salieron solamente cuatro números (los últimos dos mientras Stalin y Ketschoveli se encontraban en la cárcel), entre septiembre de 1901 y diciembre de 1902. A pesar de esta aparición irregular el "Brdzola" desempeño un papel importantísimo, pues contribuyó a la difusión en lengua georgiana, es decir, entre sectores de masas muy amplios, de los planteamientos leninistas sobre el Partido, de la polémica en contra del economicismo, y defendiendo la necesidad de la alianza obrero-campesina, que los "teóricos" del Messame Dasi negaban.

La imprenta de Bakú siguió funcionando mucho tiempo después que sus fundadores hubieran sido muertos o encarcelados. La policía zarista, que detectó muy pronto la presencia de la imprenta, orientó sus investigaciones hacia S. Petersburgo, pues no podía imaginarse que una instalación de tales dimensiones pudiera haberse establecido en Georgia y que desde allí se sacaran materiales al resto de Rusia. Se suponía que sucediese más bien lo contrario, es decir, que desde algún lugar de Rusia se enviaran materiales a Georgia. Pero el 31 de diciembre de 1901 la aduana de Bakú descubrió en el doble fondo de una caja procedente de un buque francés que había descargado en Batum, 19 clichés de la "lskra". Algún tiempo después fue capturado Ketschoveli. La policía le torturó durante meses, para que confesara el lugar en el cual se encontraba la imprenta. Pero Ketschoveli mantuvo el secreto hasta que el 30 de agosto de 1903 fue asesinado de un tiro en la cabeza. La "Nina" siguió funcionando durante años.

Todo el año de 1901 fue de intensas luchas obreras en Georgia. Las nuevas directrices y los nuevos métodos, dentro de una situación de crisis económica que afectaba a todo el país iban dando sus frutos. En este contexto el 11 de noviembre de 1901 tuvo lugar una conferencia de la organización socialdemócrata de Tiflis. Stalin entro a formar parte del Comité socialdemócrata de la ciudad. Pero
Zordana estimó oportuno desembarazarse de él e hizo que a finales del mes se le enviara a Batum. En esa localidad, opinaba, Stalin encontraría dificultades.

La organización de Batum estaba dominada por Cheidze que "gobernaba" con métodos típicamente caciquiles. El resultado era que apenas se podía hablar de una verdadera organización. La ciudad (35.000 habitantes), aun siendo pequeña, constituía un importante centro industrial (numerosas refinerías, una planta de embotellamiento y dos manufacturas de tabaco) Cheidze actuaba en base a su criterio según el cual en un centro pequeño como Batum no era posible ninguna actividad clandestina y mucho menos la convocatoria de manifestaciones públicas.

Stalin sostenía que la ciudad era un importante centro obrero y que, dentro de las dificultades existentes, había que basarse en este hecho. Pronto chocó con Cheidze y los suyos y se vio obligado a actuar por su cuenta. Tomó contacto personalmente con los líderes obreros de las principales fábricas y en poco tiempo la organización de Batum comenzó a tomar forma.

En una relación de la policía de aquella época se lee: "En otoño de 1901 el comité socialdemócrata de Tiflis ha enviado a Batum a uno de sus miembros, Josif Vissaronovic Dugasvili, ex alumno del sexto curso del seminario de Tiflis, con el encargo de realizar propaganda entre los obreros de las fábricas. Como resultado de la actuación de Dugasvili... han despuntado organizaciones socialdemócratas en todos los establecimientos de Batum".

Cheidze y su seguidor Ramisvili trataron de boicotear la labor de Stalin escribiendo cartas en contra de él al Comité de Tiflis. Pero no lograron detener su extraordinaria labor. En pocos meses Stalin creó varios círculos clandestinos, redactó octavillas, creó una pequeña imprenta clandestina, dirigió numerosas huelgas en las fábricas, creó una  organización en el campo.

Sus compañeros nos lo describen moviéndose continuamente de un lugar para otro, buscando siempre un nuevo alojamiento en aquel pequeño centro, a menudo refugiándose en el campo, siempre llevándose detrás su pequeña imprenta (se vio obligado a imprimir octavillas hasta en un cementerio).
En marzo de 1902 logró organizar una huelga muy importante. La agitación comenzó por el despido de 389 obreros de la fábrica Rotschild. Los trabajadores declararon una huelga de solidaridad y 32 fueron detenidos. El 8 de marzo 600 trabajadores marchaban hacia la sede de la policía para pedir la liberación de sus compañeros. Todos fueron detenidos y encarcelados.

Los obreros de la ciudad organizaron una gran manifestación en las calles de Batum. Stalin marcha a la cabeza de los manifestantes. Las consignas de huelga se funden con los gritos en contra del zarismo. Inesperadamente la policía comenzó a disparar. Catorce obreros cayeron muertos, varias decenas fueron heridos.


A la manifestación de Batum, una de las más importantes de la historia del movimiento obrero georgiano, siguió una oleada de detenciones. El 5 de abril Stalin fue detenido en los alrededores de Batum



Continuara....................

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Stalin, un mundo nuevo visto a través de un hombre

por Henri Barbusse 


Volvamos aún a la figura de este hombre que se halla siempre entre lo que  está hecho y lo que está por hacer (hasta el punto de que su expresión más  habitual cuando se le habla sobre el trabajo es la siguiente: «Lo que es no es nada al lado de lo que debe ser»). 

Nuestros enemigos le toman como blanco y tienen razón, dice Knorin. Él es el nombre de nuestro Partido, dice Bubnov. Es el mejor de la vieja  cohorte de hierro, dice Manuilski. A los viejos bolcheviques se los respeta - dice Mikoyan-, no porque sean viejos, sino porque no envejecen. 

Su historia es una serie de victorias sobre una serie de dificultades  gigantescas. No hay un solo año de su carrera desde 1917 que no hubiera  bastado para hacer ilustre a cualquier otro con lo que él ha hecho. Es un  hombre de hierro. Su nombre lo retrata: Stalin (acero). Es inflexible y  flexible como el acero. Su poder estriba en su formidable buen sentido, en la extensión de sus conocimientos, en  su asombrosa catalogación interior, en su pasión por la claridad, en su inexorable espíritu de secuencia, en la  rapidez, seguridad e intensidad de su decisión, en su perpetua obsesión por elegir a los hombres necesarios. 

Los muertos sólo sobreviven en la Tierra, Lenin se encuentra dondequiera haya revolucionarios. Pero puede  decirse que el pensamiento y la palabra de Lenin se encuentran en Stalin más que en ningún otro sitio. Stalin es  el Lenin de hoy. 

Tiene, como hemos visto, muchos puntos de semejanza con el extraordinario Vladimiro Ilitch: el mismo  conocimiento de la teoría, idéntico sentido de la práctica, análoga firmeza. ¿En qué se diferencian? He aquí la  opinión de dos obreros soviéticos: «Lenin, el Director; Stalin, el maestro». Y «Lenin es más gran hombre;  Stalin, más fuerte...» No prosigamos demasiado, sin embargo, este paralelismo, que a través de sus vagas  indicaciones podría conducirnos a lo ficticio respecto a estas personalidades de dimensiones excepcionales, una  de las cuales ha formado a la otra. 

Digamos si se quiere que, a causa sobre todo de las circunstancias, Lenin fue más agitador. En el vasto sistema director, más adelantado, más desarrollado, Stalin debe obrar en mayor medida por conducto del Partido, por conducto de la organización, cabría decir. Stalin no es hoy día el hombre de los grandes mítines tempestuosos.  Por otra parte, nunca ha empleado esta fuerza tumultosa de la elocuencía que constituye todo el mérito de los déspotas advenedizos y el único también muy a menudo de los apóstoles con éxito. Y éste es un dato que debe ser tenido en cuenta por los historiadores que hayan de estudiarle. Son otros los caminos que ha seguido para ponerse en contacto con el pueblo obrero, campesino e intelectual de la U.R.S.S. y con los revolucionarios del mundo entero que llevan a su patria dentro del corazón, o sea mucho más de doscientos millones de seres. 

Ya hemos entrevisto algunos de los secretos de su grandeza. Entre los recursos de su genio, ¿cuál es el principal? Bela Kun dice, en una bella fórmula: «Sabe no ir demasiado de prisa. Sabe pesar el momento». Y Bela Kun cree que ésta es la cualidad específica de Stalin, la que le pertenece en propiedad además de las otras: esperar, dar tiempo al tiempo, resistir a las tentaciones vertiginosas, tener una paciencia terrible. ¿No es esta facultad la que hace que sea Stalin entre todos los revolucionarios de la historia el que ha enriquecido la Revolución de manera más práctica, el que ha cometido menos errores? 

Stalin titubea y reflexiona mucho antes de proponer ciertas medidas (mucho no quiere decir largo tiempo). Es en extremo circunspecto y no otorga fácilmente su confianza. A uno de sus más íntimos colaboradores, que desconfiaba de un tercero, decíale: «La desconfianza sana es una buena base de trabajo colectivo». Es prudente como un león. 

Este hombre claro y luminoso, es, como hemos visto, un hombre sencillo. No es difícil abordarle sino porque siempre está trabajando. Cuando se va a verle a una de las salas del Kremlín no se tropieza uno con más de tres o cuatro personas al pie de una escalera y en los vestíbulos. Esta sencillez orgánica no tiene nada de común con la sencillez aparatosa de algún monarca escandinavo que se digna salir a pie por las calles, o de un Hitler que hace pregonar a sus propagandistas que no fuma ni bebe vino. Stalin se acuesta por lo regular a las cuatro de la mañana. No tiene treinta y dos secretarios, como Lloyd George: sólo tiene uno, el camarada Proskrobitchev. No firma lo que escriben otros. Se le facilita el material y él lo hace todo. Todo pasa por sus manos. Y esto no impide que conteste o haga contestar todas las cartas que recibe. Cuando se le encuentra se muestra cordial, familiar. Su «franca cordialidad», dice Serafima Gopner; «su bondad», «su delicadeza», dice Bárbara Djaparidzé, que ha luchado a su lado en Georgia; «su jovialidad», dice Orajelachvilí. Se ríe como un niño. 

En la ceremonia con que terminó el jubileo de Gorki, en la Gran Ópera de Moscú, algunos de los personajes se reunieron en los entreactos en los salones situados detrás de un palco perteneciente antaño al emperador o algún gran duque. Y allí armaban un alboroto infernal. Todos se reían a mandíbula batiente. Estaban allí Stalin, Ordyonikidzé, Rykov, Bubnov, Molotov, Vorochilov, Kaganovitch y Piatniski. Referían anécdotas de la guerra civil, evocaban sucedidos pintorescos: «¿Te acuerdas de cuando te caíste del caballo?...» «¡Ya lo creo! ¡No sé lo que le pasaría a aquel maldito animal!...» Y brotaba una carcajada homérica, una jovialidad enérgica, un trueno juvenil que hacía vibrar los artesonados zaristas de los saloncillos, breve y fresco desahogo de los grandes haladores de la reconstrucción. 

También Lenin se reía con todas sus fuerzas. 
«No he conocido a un hombre -dice Gorki- cuya risa fuera tan contagiosa como la de Vladimiro Ilitch. Hasta resultaba extraño que un realista tan austero, un hombre que con tal claridad veía y tan profundamente sentía la inminencia de las grandes tragedias socíales, un hombre inquebrantable en su odio por el mundo capitalista, pudiera reir así, hasta verter lágrimas, hasta perder la respiración». Y Gorki concluye: «Hace falta una enorme, una sólida salud moral, para poder reir de este modo». 
El que ríe como un niño ama a los niños. Stalin tiene tres: el mayor, Jascheka, y dos más pequeños, Vassili, de catorce años, y Svietlana, de ocho. Su mujer, Nadejda Aldiluieva, ha muerto el año pasado: su forma terrestre ya no es más que una bella efigie noblemente plebeya y un hermoso brazo de mármol blanco destacándose de una gran estela en el cementerio de Novo Devitchi. Stalin ha adoptado casi a Artiom Serguiev, cuyo padre pereció en un accidente en 1921. Ha mostrado una solicitud paternal por las dos hijas de Dyaparidzé, fusilado por los ingleses en Bakú. ¡Y por cuántos otros! Aún creo presenciar la satisfacción de Arnold Kaplan y de Boris Goldstein, dos pequeños prodigios del piano y del violín, cuando me contaban cómo les había recibido Stalin después de su triunfo en el Conservatorio, e incluso les había dado tres mil rublos a cada uno, diciéndoles: «Ahora que sois capitalistas, ¿me saludaréis en la calle?» 

En torno a la risa de Lenin y Stalin, y por así decir en la misma categoría de fenómenos, hay que situar su ironía. De ella hacen un abundante uso a la menor ocasión. Stalin da con gusto a la expresión de su pensamiento una forma divertida o satírica. 

Damian Biedny nos cuenta una preciosa historia: «En vísperas de las jornadas de julio de 1917 nos encontrábamos los dos, Stalin y yo, en la redacción de la Pravda. Teléfono. Los marinos de Cronstadt le preguntan a Stalin: ‘¿Hay que ir a la manifestación con fusil o sin él?’ ¿Qué les contestará por teléfono?, me dije yo muy atento. ‘Eso de los fusiles es cosa vuestra, camaradas. Nosotros, los escritores, llevamos siempre el lápiz encima’. Naturalmente -concluye Biedny- todos los marinos acudieron a la manifestación con sus ‘lápices’». 

Por lo demás, también sabe ser discreto. Cuando Emil Ludwig exclama, a propósito de una respuesta suya: «¡No se imagina usted cuánta razón tiene!», responde gentilmente: «¡Quién sabe! ¡Puede que me lo imagine un poco!» En cambio, cuando el mismo escritor le pregunta: «¿Cree usted que puede comparársele con Pedro el Grande?», contesta sin ironía: «Las comparaciones históricas son siempre arriesgadas. Esta es absurda». No aprovecha todas las ocasiones que se le ofrecen de soltar la carcajada. 

Lo que resalta siempre en él es este propósito: no intentar brillar, no hacerse valer. 

Stalin ha escrito libros importantes y en gran número. Algunos de ellos tienen un valor clásico en la literatura marxista. Pero si se le pregunta lo que es, responde: «Yo no soy más que un discípulo de Lenin, y toda mi ambición es ser un discípulo fiel». Resulta curioso observar cómo al exponer el trabajo realizado bajo su dirección, Stalin atribuye sistemáticamente a Lenin el mérito de todos los progresos conseguidos, siendo así que él mismo tiene en ellos una gran participación y que por lo demás no se puede realizar el leninismo sin ser uno mismo un creador. En este caso la palabra «discípulo» enaltece, pero estos hombres no la emplean sino para reducir su papel individual y fundirse en el conjunto. Esto no supone sujeción, sino fraternidad. Se piensa en la hermosa y lapidaria frase de Séneca el Filósofo: Deo non pareo sed assentior («No obedezco a Dios, pienso igual que él»). 

Si se tarda en comprender a estas gentes no será por lo que tengan de complejas, sino más bien por su misma sencillez. Se ve muy claramente que no es la vanidad personal ni el contenido que pueda darse a su nombre lo que impulsa a ese hombre hacia adelante y le sostiene de pie en la brecha. Es la fe. En este gran país en el que los sabios se dedican a resucitar de verdad a los muertos y salvan a los vivos con la sangre de los cadáveres, en el que se cura a los criminales, en el que las religiones brumosas y tópicas son disipadas en el espacio por la brisa saludable, la fe brota de la misma tierra como los bosques y las cosechas. Es la fe en la justicia inmanente de la lógica. Es la fe en el saber, expresada tan profundamente por Lenin al contestar a quien le hablaba del cobarde atentado de que acababa de ser víctima y que abrevió sus días: «¿Qué quiere usted? ¡Cada cual se conduce como sabe!» Es la fe en el orden socialista y en la muchedumbre que le encarna, en el trabajo, en lo que Stetski llama el crecimiento tempestuoso de las fuerzas productoras: «El trabajo -dice Stalin- es una cuestión de dignidad, de heroísmo y de gloria». Es la fe en el Código del trabajo, en la ley comunista y en su paroxismo de honradez. «Nosotros creemos en nuestro Partido -decía Lenin-. Vemos en él el espíritu, el honor y la confianza de nuestra época». «No pertenece a este Partido el que quiere -dice Stalin-. No todos pueden afrontar sus esfuerzos y sus penalidades». 

Si Stalin tiene fe en las masas, lo mismo puede afirmarse en sentido inverso. La Rusia Nueva siente un verdadero culto por Stalin; pero un culto hecho de confianza y nacido por entero desde abajo. El hombre cuya silueta se destaca en los carteles rojos entre las de Lenin y Carlos Marx es el que se interesa por todo y por todos, el que ha hecho lo que es y hará lo que será. Ha salvado. Y salvará. 

No ignoramos que, según ha dicho el propio Stalin, «han pasado los tiempos en que los grandes hombres eran los principales creadores de la historia»; pero si bien hay que negar el papel exclusivo ejercido sobre los acontecimientos por el «héroe», tal como lo presenta Carlyle, no se puede discutir su papel relativo. También en este caso cabe pensar que lo que es idéntico se obedece. El gran hombre es aquel que, previendo el curso de las cosas, se le adelanta en vez de seguirlo y actúa preventivamente contra algo o en favor de algo. El héroe no inventa la tierra desconocida, pero la descubre. Sabe suscitar los vastos movimientos de masas -que son, sin embargo, espontáneos-: hasta tal punto conoce sus causas. La dialéctica, bien aplicada, extrae del hombre lo que contiene e igualmente de un acontecimiento. En todas las grandes circunstancias hace falta un gran hombre que sirva de máquina centralizadora. Lenin y Stalin no han creado la historia, pero la han racionalizado. Han acercado el porvenir. 

Estamos hechos para hacer producir en la tierra al espíritu humano el mayor progreso posible, porque en definitiva de eso somos depositarios por encima de todo, del espíritu. La lealtad de nuestro paso por la Tierra consiste en evitar la tentativa imposible, pero llegar tan lejos como alcancen las fuerzas en la realización práctica. No hay que hacer creer a los hombres que se va a impedir la muerte. Hay que querer que vivan plena y dignamente. No hay que lanzarse en cuerpo y alma sobre los males incurables, inherentes a la naturaleza humana, sino sobre los males curables, que son de orden social. No es posible elevarse por encima de la Tierra sino sirviéndose de medios terrestres. 

Cuando se pasa de noche por la plaza Roja, entre esta vasta decoración que parece desdoblarse -lo que es de ahora, es decir, de la nación de numerosas criaturas del Globo, y lo que es de antes de 1917 (lo que es antediluviano)- parece que el que yace en la tumba central de la plaza nocturna y desierta es el único que no duerme en el mundo y que vela por lo que irradia todo en torno suyo, ciudades y campos. Él es el verdadero guía, el que hacía reír a los obreros al demostrarles hasta qué punto era a la vez maestro y camarada. Es el hermano paternal que ha cuidado realmente de todos. Aunque no le hayáis conocido él os conocía de antemano y se ocupaba de vosotros. Quienquiera que seáis, tenéis necesidad de este bienhechor. 

Quienquiera que seáis, sabed que la mejor parte de vuestro destino está en manos de este otro hombre que vela también por todos y que trabaja; del hombre de cabeza de sabio, rostro de obrero y traje de soldado.

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Puede haber igualdad entre el explotado y el explotador?



V. I. Lenin

Kautsky argumenta así: "Los explotadores han constituido siempre una pequeña minoría de la población" Esto es una verdad indiscutible. ¿Cómo deberemos razonar partiendo de ella? Podemos razonar como marxistas, como socialistas; entonces habremos de basarnos en la relación entre explotados y explotadores. Podemos razonar como liberales, como demócratas burgueses; entonces habremos de basarnos en la relación entre mayoría y minoría.
Si razonamos como marxistas, tendremos que decir: los explotadores transforman inevitablemente el Estado (porque se trata de la democracia, es decir, de una de las formas del Estado) en instrumento de dominio de su clase, de la clase de los explotadores, sobre los explotados. Por eso, aun el Estado democrático, mientras haya explotadores que dominen sobre una mayoría de explotados, será inevitablemente una democracia para los explotadores. El Estado de los explotados debe distinguirse por completo de él, debe ser la democracia para los explotados y el sometimiento de los explotadores; y el sometimiento de una clase significa la desigualdad en detrimento suyo, su exclusión de la "democracia".
Si argumentamos como liberales, tendremos que decir: la mayoría decide y la minoría se somete. Los desobedientes son castigados. Y nada más. No hay por qué hablar del carácter de clase del Estado en general ni de la "democracia pura" en particular; no tiene nada que ver con la cuestión, porque la mayoría es la mayoría y la minoría es la minoría. Una libra de carne es una libra de carne, y nada más.
Kautsky razona exactamente así: "¿Qué motivos hay para que la dominación del proletariado tomase o haya de tomar una forma que sea incompatible con la democracia?"
Después, explica, con frase larga y redundante, hasta con una cita de Marx y con estadísticas electorales de la Comuna de París, que el proletariado posee la mayoría. Conclusión: "Un régimen con tan hondas raíces en las masas no tiene motivo alguno para tentar contra la democracia. No siempre podrá abtenerse de la violencia cuando se haga uso de ella ontra la democracia. Sólo con la violencia puede contestarse a la violencia. Pero un régimen que sabe que cuenta con las masas usará de ella únicamente para defender la democracia, y no para suprimirla.
Cometería un verdadero suicidio si quisiera suprimir su base más segura, el sufragio universal, profunda fuente de poderosa autoridad moral"
Como se ve, la relación entre explotados y explotadores ha desaparecido de la argumentación de Kautsky. No queda más que la mayoría en general, la minoría en general, la democracia en general, la "democracia pura" que ya conocemos. ¡Obsérvese que esto se dice a propósito de la Comuna de París! Para mayor evidencia, veamos lo que decían Marx y Engels de la dictadura a propósito de la Comuna: Marx: "...Si los obreros sustituyen la dictadura de la clase burguesa con su dictadura revolucionaria...
para vencer la resistencia de la burguesía..., dan al Estado una forma revolucionaria y transitoria...".
Engels: "...El partido victorioso" (en la revolución) "si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿Habría durado, acaso, un solo día la Comuna de París, de no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de Lenin cita el artículo de C. Marx Indiferentismo político.
Engels: "Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución para someter por la violencia a los adversarios, es un puro absurdo hablar de un Estado popular libre: mientras el proletariado necesite del Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado, como tal, dejará de existir...
Entre Kautsky, por un lado, y Marx y Engels, por otro, existe el mismo abismo que entre el cielo y la tierra, que entre un liberal y un revolucionario proletario. La democracia pura y sencillamente la "democracia" de que habla Kautsky, no es más que una paráfrasis de ese mismo "Estado popular libre",
es decir, un puro absurdo. Con la erudición de un doctísimo imbécil de gabinete, o con él candor de una niña de diez años, pregunta Kautsky: ¿Para qué ejercer la dictadura teniendo la mayoría? Marx y Engels lo explican:
- Para aplastar la resistencia de la burguesía,
- para inspirar temor a los reaccionarios,
- para mantener la autoridad del pueblo armado contra la burguesía,
- para que el proletariado pueda someter por la violencia a sus adversarios.
Kautsky no comprende estas explicaciones.
Enamorado de la "pureza" de la democracia, no viendo su carácter burgués, sostiene "consecuentemente" que la mayoría, puesto que lo es, no tiene necesidad de "aplastar la resistencia" de la minoría, de "aplastarla por la fuerza"; sostiene que es suficiente reprimir los casos de violación de la democracia. ¡Enamorado de la "pureza" de la democracia, Kautsky incurre por descuido en ese pequeño error en que siempre incurren todos los demócratas burgueses: toma por igualdad real la igualdad formal (que no es más que mentira e hipocresía en el régimen capitalista)! ¡Nada menos!
El explotador no puede ser igual al explotado.
Esta verdad, por desagradable que le resulte a Kautsky, es lo más esencial del socialismo.
Otra verdad: No puede haber igualdad real, efectiva, mientras no se haya hecho totalmente imposible la explotación de una clase por otra.
Se puede derrotar de golpe a los explotadores con una insurrección victoriosa en la capital o una rebelión de las tropas. Pero, descontando casos muy raros y excepcionales, no se puede hacer desaparecer de golpe a los explotadores. No se puede expropiar de golpe a todos los terratenientes y capitalistas de un país de cierta extensión. Además, la expropiación por sí sola, como acto jurídico o político, no resuelve, ni mucho menos, el problema, porque es necesario desalojar de hecho a los terratenientes y capitalistas, reemplazarlos de hecho en fábricas y fincas por la nueva administración obrera. No puede haber igualdad entre los explotadores, a los que durante largas generaciones han distinguido la instrucción, la riqueza y los hábitos adquiridos, y los explotados, que, incluso en las repúblicas burguesas más avanzadas y democráticas, constituyen, en su mayoría, una masa embrutecida, inculta, ignorante, atemorizada y falta de cohesión. Durante mucho tiempo después de la revolución, los explotadores siguen conservando de hecho, inevitablemente, tremendas ventajas: conservan el dinero (no es posible suprimir el dinero de golpe), algunos que otros bienes muebles, con frecuencia valiosos; conservan las relaciones, los hábitos de organización y administración, el conocimiento de todos los "secretos" (costumbres, procedimientos, medios, posibilidades) de la administración; conservan una instrucción más elevada, sus estrechos lazos con el alto personal técnico (que vive a lo burgués y piensa en burgués); conservan (y esto es muy importante) una experiencia infinitamente superior en lo que respecta al arte militar, etc., etc.
Si los explotadores son derrotados solamente en un país -y éste es, naturalmente, el caso típico, pues la revolución simultánea en varios países constituye una rara excepción-, seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados porque sus relaciones internacionales son poderosas. Además, una parte de los explotados, pertenecientes a las masas más atrasadas de campesinos medios, artesanos, etc., sigue y puede seguir a los explotadores, como lo han probado hasta ahora todas las revoluciones, incluso la Comuna (porque entre las tropas de Versalles había también proletarios, cosa que "ha olvidado" el doctísimo Kautsky).
Por tanto, suponer que en una revolución más o menos seria y profunda la solución del problema depende sencillamente de la actitud de la mayoría ante la minoría, es una estupidez inmensa, el más necio prejuicio de un liberal adocenado, es engañar a las masas, ocultarles a sabiendas la verdad histórica.
Esta verdad histórica es la siguiente: en toda revolución profunda, la regla es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada. Nunca -a no ser en la fantasía dulzona del melifluo tontaina de Kautsky- se someten los explotadores a la voluntad de la mayoría de los explotados antes de haber puesto a prueba su superioridad en una desesperada batalla final, en una serie de batallas.
El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración.
Después de la primera derrota seria, los explotadores derrocados, que no esperaban su derrocamiento ni creían en él, que no aceptaban ni siquiera la idea de que pudiera producirse, se lanzan con energía decuplicada, con pasión furiosa y odio centuplicado a la lucha por la restitución del "paraíso" que les ha sido arrebatado, en defensa de sus familias, que antes disfrutaban de una vida tan dulce y a quienes la "chusma del populacho vil" condena a la ruina y a la miseria (o al trabajo "simple"...). Y detrás de los capitalistas explotadores viene arrastrándose una gran masa de pequeña burguesía, de la que decenios de experiencia histórica en todos los países nos dicen que titubea y vacila, que hoy sigue al proletariado y mañana se asusta de las dificultades de la revolución,se deja llevar del pánico ante la primera derrota o semiderrota de los obreros, se pone nerviosa, se agita, lloriquea, se pasa de un campo a otro... lo mismo que nuestros mencheviques y eseristas.
¡¡Y en estas condiciones, en una época de lucha desesperada, aguda, cuando la historia pone al orden del día problemas relacionados con la existencia misma de privilegios seculares y milenarios, se habla de mayoría y minoría, de democracia pura, de que no hace falta la dictadura, de igualdad entre explotadores y explotados!! ¡Qué abismo de estupidez y filisteísmo se necesita para ello! Pero decenios de un capitalismo relativamente "pacífico", de 1871 a 1914, han convertido los partidos socialistas que se adaptan al oportunismo en establos de Augias de filisteísmo, de estrechez mental y de apostasía...

El lector habrá advertido probablemente que Kautsky, en el pasaje de su libro más arriba citado, habla de atentado contra el sufragio universal (al que califica, dicho sea entre paréntesis, de profunda fuente de poderosa autoridad moral, mientras que Engels, a propósito de la misma Comuna de París y del mismo problema de la dictadura, habla de la autoridad del pueblo armado contra la burguesía; resulta característico comparar las ideas que sobre la "autoridad" tienen un filisteo y un revolucionario...).
Es de advertir que el privar a los explotadores del derecho de voto es un problema puramente ruso, y no un problema de la dictadura del proletariado en general. Si Kautsky, sin hipocresía, hubiera titulado su folleto Contra los bolcheviques, el título correspondería al contenido, y Kautsky tendría entonces derecho a hablar directamente del derecho de sufragio. Pero Kautsky ha querido ser, ante todo, un "teórico". Ha titulado su folleto "La dictadura del proletariado" en general. De los Soviets y de Rusia habla especialmente sólo en la segunda parte del opúsculo, a partir del sexto parágrafo. En cambio, en la primera parte (que es de donde yo he tomado la cita), trata de la democracia y de la dictadura en general. Puesto a hablar del derecho electoral, kautsky se ha desenmascarado como polemista contra los bolcheviques sin un ápice de respeto por la teoría. Porque la teoría, es decir, el estudio de los fundamentos generales de clase (y no de un carácter específico nacional) de la democracia y de la dictadura, no debe tratar de un punto concreto, como es el derecho electoral, sino del problema general:
¿Puede mantenerse la democracia también para los ricos, para los explotadores, en un período histórico en que se derriba a los explotadores y su Estado es sustituido por el Estado de los explotados?
Así y sólo así es como puede plantear el problema un teórico.
Conocemos el ejemplo de la Comuna, conocemos todos los razonamientos de los fundadores del marxismo sobre ella y a propósito de ella.
Apoyándome en estos materiales he analizado, por ejemplo: el problema de la democracia y de la dictadura en el folleto El Estado y la Revolución, escrito antes de la Revolución de Octubre. Acerca de la restricción del derecho al sufragio no he dicho ni una palabra. Y ahora hay que afirmar que este problema es un asunto específico nacional, y no un problema general de la dictadura. Es un problema que hay que enfocar con un estudio de las condiciones peculiares de la revolución rusa, con un estudio de su camino especial de desarrollo. Esto es lo que me propongo hacer en las páginas que siguen.
Pero sería un error asegurar por anticipado que las futuras revoluciones proletarias de Europa, todas o la mayor parte de ellas, originarán necesariamente una restricción del derecho de voto para la burguesía.
Puede suceder así. Después de la guerra y de la experiencia de la revolución rusa, es probable que así suceda, pero no es indispensable para el ejercicio de la dictadura, no constituye un rasgo imprescindible del concepto lógico de dictadura, no es condición indispensable del concepto de dictadura en el terreno histórico y de clase.
Lo que es rasgo indispensable, condición imprescindible de la dictadura, es el requisito de reprimir por la fuerza a los explotadores como clase, y, por consiguiente, la violación de la "democracia pura", es decir, de la igualdad y de la libertad por lo que se refiere a esa clase.
Así y sólo así es como puede plantearse el problema en el terreno teórico. Y Kautsky, al no hacerlo así, demuestra que no procede contra los bolcheviques como teórico, sino como un sicofante al servicio de los oportunistas y de la burguesía.
Determinar en qué países, en qué condiciones específicas nacionales de un capitalismo u otro se va a aplicar (de un modo exclusivo o preponderante) una restricción determinada, una violación de la democracia para los explotadores, es algo que depende de las particularidades nacionales de cada capitalismo, de cada revolución. Teóricamente, el problema es distinto, y se formula así: ¿Es posible la dictadura del proletariado sin violación de la democracia respecto a la clase de los explotadores?
Kautsky ha eludido esta cuestión, la única teóricamente esencial e importante. Cita toda clase de pasajes de Marx y de Engels salvo los que se refieren al problema que nos ocupa, que yo he citado más arriba.
Habla de todo lo que les conviene a los liberales y demócratas burgueses, de todo lo que admiten, de lo que no rebasa el círculo de sus ideas, pero no habla de lo principal: de que el proletariado no puede triunfar sin vencer la resistencia de la burguesía, sin reprimir por la violencia a sus adversarios; y donde hay "represión violenta", donde no hay "libertad", desde luego no hay democracia.

Esto no lo ha comprendido Kautsky.