Por: Iósif Stalin
Asistimos a la demolición
del antiguo régimen, el campo está en efervescencia.
Los campesinos, ayer aun
sumidos en la ignorancia y humillados, se ponen hoy en pie, enderezan
las espaldas. El movimiento campesino, ayer aun sin fuerza, hoy,
como impetuoso torrente, se precipita contra el viejo régimen:
¡fuera del camino; si no, os barreremos! «Los campesinos quieren la
tierra de los terratenientes», «los campesinos quieren acabar con
los restos del régimen de servidumbre»: tales son los clamores que
resuenan hoy en las aldeas y en los pueblos insurreccionados.
Se equivocan los que
piensan hacer callar a balazos a los campesinos; la realidad nos ha
enseñado que así se aviva y agudiza más aún el movimiento
revolucionario de los campesinos.
Se equivocan, asimismo,
quienes intentan apaciguar a los campesinos con promesas vacías y
«Bancos campesinos»: los campesinos quieren la tierra, la ven hasta en sueños y,
naturalmente, no se tranquilizarán mientras no se apoderen de las
tierras de los terratenientes.
¿Qué pueden darles las promesas vacías y unos «Bancos campesinos»?
Los campesinos quieren
apoderarse de las tierras de los terratenientes. Siguiendo ese camino quieren acabar
con los restos del régimen de servidumbre, y quien no traicione a los
campesinos debe tratar de resolver precisamente sobre esta base
la cuestión agraria.
Mas, ¿cómo pueden
obtener los campesinos las tierras de los terratenientes?
Se dice que la única
salida está en un «rescate ventajoso» de las tierras. El gobierno y los
terratenientes tienen muchas tierras libres, nos dicen estos señores,
y si los campesinos las
rescatan, todo se arreglará y, de este modo, los lobos quedarán
ahítos y las ovejas incólumes.
Pero, al hablar así, no se les ocurre preguntar cómo van a rescatar los campesinos
dichas tierras, cuando se les ha arrancado ya no sólo el dinero, sino hasta su propia
piel. ¡Y no piensan que con el rescate se meterán a los campesinos únicamente las tierras
malas, y las buenas tierras se las quedarán, como lo supieron hacer cuando la
«liberación de los siervos»! Y además, ¿por qué los campesinos
deben rescatar las tierras que
les pertenecen desde tiempos inmemoriales? ¿Acaso no están regadas con el sudor de
los campesinos tanto las tierras del Estado como las de los terratenientes, acaso no
pertenecían a los campesinos estas tierras, acaso no se les arrebató a los
campesinos este patrimonio de sus padres y de sus abuelos? ¿Dónde
está, pues, la justicia, cuando
se exige a los campesinos el rescate por unas tierras que se les ha arrebatado a ellos
mismos? ¿Y acaso la cuestión del movimiento campesino es una cuestión de compraventa?
¿Acaso el movimiento campesino no se propone la liberación e los campesinos? ¿Pero
quién liberará del yugo de la servidumbre a los campesinos si no los campesinos mismos?
Y estos señores nos aseguran que a los campesinos los liberarán los
terratenientes, a condición de recibir un podo de dinero al contado.
¿Y qué os figuráis? ¡Resulta
que esta «liberación» debe ser realizada bajo la dirección de la
burocracia zarista, de esa misma burocracia que más de una vez ha
recibido a los campesinos hambrientos
con el fuego de cañones y ametralladoras!...
¡No! A los campesinos no
les salvará el rescate de las tierras. Quienes les aconsejan un «rescate
ventajoso», son unos traidores, puesto que tratan de hacer caer a los campesinos en las
redes tendidas por traficantes intermediarios y no quieren que la liberación de los
campesinos sea obra de los campesinos mismos.
Si los campesinos quieren
apoderarse de las tierras de los terratenientes, si por este medio deben acabar
con los vestigios del régimen de servidumbre, si un «rescate ventajoso» no les
salvará, si la liberación de los campesinos debe ser obra de los campesinos mismos, está
fuera de toda duda que la única vía es la incautación de las tierras de los
terratenientes, es decir, su confiscación.
Esta es la salida.
Se pregunta: ¿hasta
dónde debe llegar la confiscación, tiene ésta límites, deben incautarse los campesinos
sólo de una parte de las tierras o de todas ellas?
Algunos dicen que
incautarse de todas las tierras es demasiado, que basta con incautarse sólo de una
parte para satisfacer a los campesinos. Admitámoslo, pero ¿qué debemos hacer si los
campesinos exigen más? No vamos a ponernos en medio del camino, diciéndoles:
¡deteneos, no vayáis más allá! ¡Esto sería reaccionario! ¿Y
acaso los acontecimientos en
Rusia no han demostrado que los campesinos exigen, efectivamente, la
confiscación de todas las tierras de los terratenientes? Además,
¿qué significa «incautarse de
una parte», qué parte debe ser incautada a los terratenientes: la mitad o un tercio? ¿Quién
debe resolver esta cuestión: los terratenientes solos o los terratenientes y los
campesinos juntos? Como veis, aquí queda todavía mucho margen para los intermediarios,
aquí son todavía posibles los regateos entre los terratenientes y los campesinos, y esto
se halla por completo en pugna con la liberación de los campesinos. Los
campesinos deben asimilar de una vez para siempre la idea de que con los terratenientes no se
regatea, sino se lucha. No hay que recomponer el yugo de la servidumbre, sino
destrozarlo a fin de aniquilar para siempre los restos del régimen
de servidumbre. «Incautarse
sólo de una parte» significa dedicarse a la compostura de los restos del régimen de
servidumbre, lo cual es incompatible con la liberación de los campesinos.
Está claro que el
único camino es incautarse de todas las tierras de los terratenientes. Sólo
esto puede llevar hasta el fin el movimiento campesino, sólo esto puede fortalecer la
energía del pueblo, sólo esto puede aventar los restos caducos del régimen de servidumbre.
Así, pues: el
movimiento de nuestros días en el campo es un movimiento democrático de los
campesinos. El objetivo de este movimiento es acabar con los restos del régimen de
servidumbre. Y para acabar con ellos es necesaria la confiscación de todas las tierras de los
terratenientes y del Estado.