LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

martes, 27 de noviembre de 2012

El aumento de la ganancia como fin y límite de la producción capitalista


La ganancia es el resorte y el fin principal que mueve al capitalista. Para éste la producción no es más que un medio de obtener beneficios. En cuanto al consumo de las masas populares, la economía capitalista no lo toma en cuenta más que como condición indispensable para la obtención de ganancias; fuera de esto, el problema del consumo pierde para el capitalista todo sentido. El capital busca por todos los medios el incremento de la masa y de la cuota de ganancia. La cuota de ganancia expresa la relación entre la plusvalía y el conjunto del capital invertido en la empresa. Es el índice de la rentabilidad de la empresa capitalista.
En el proceso de producción de la plusvalía existen diferencias entre los distintos sectores de la industria. En unos, el patrono se ve obligado a invertir la mayor parte de su capital en medios de producción: locales, máquinas, etc., que no rinden de por sí ganancia, aunque son necesarios para obtenerla. En otros sectores, que necesitan menos recursos técnicos, la parte mayor del capital se destina a contratar mano de obra. La proporción entre el capital fijo y el variable determina la composición orgánica del capital, tanto en una empresa concreta como en un sector entero de la industria. Cuanto mayor es la parte del capital fijo, más elevada es, en todo el capital, la composición orgánica. Ganancia media. En los sectores con un capital de distinta composición orgánica, capitales iguales proporcionan una plusvalía diferente. En los sectores con un capital de baja composición orgánica, la plusvalía será mayor que en aquellos donde tal composición es alta. Sin embargo, los sectores de distinta composición orgánica de su capital no podrían coexistir si los capitalistas no obtuviesen una ganancia igual a capitales iguales. En efecto, ¿qué sentido tendría para ellos imponer su capital en un sector de baja cuota de ganancia? Los hechos demuestran que capitales iguales, colocados en sectores distintos de la industria, proporcionan una ganancia que más o menos es la misma, cualquiera que sea su composición orgánica. Esto es así porque, además de la competencia entre los capitalistas de un mismo sector por la venta de mercancías iguales, existe la competencia entre sectores por una inversión más ventajosa del capital. La afluencia de capitales de un sector a otro hace que en unos se eleven los precios, mientras que en otros bajan. El capital abandona los sectores en los que se advierte superproducción de mercancías, una brusca baja de los precios, donde las empresas quiebran, y se dirige a los sectores en que la escasez de mercancías ha hecho subir los precios. Por lo tanto, tiene lugar una equilibración espontánea de la cuota de ganancia de los sectores industriales con distinta composición orgánica de capital y se forma una cuota media (general) de ganancia. Todo el conjunto de la plusvalía producida por la clase obrera, gracias a tal afluencia y retirada de capitales, se distribuye entre los capitalistas en proporción aproximada a la cuantía de sus inversiones. Precio de producción.
Bajo el capitalismo, al equilibrarse la cuota de ganancia los precios de las mercancías vienen determinados por el precio de producción, que es igual a los gastos de producción más la ganancia media. Cada capitalista trata de obtener a cambio de su mercancía un precio que no sólo le reintegre los gastos de producción, sino que le proporcione siquiera sea la ganancia media, ordinaria y normal en un momento dado y en cada país. El precio de producción de un artículo concreto puede ser, pues, superior o inferior al valor, aunque el conjunto de precios de producción es igual al conjunto de valores de todas las mercancías. No es difícil convencernos de que esto es así, Bastará para ello el ejemplo siguiente:Supongamos que el valor de las mercancías en los sectores de una elevada composición orgánica asciende a 120 unidades monetarias (capital constante, 90; variable, 10; plusvalía, 20 unidades monetarias) y que en los sectores de baja composición orgánica es de 140 unidades (capital constante, 80; variable, 20; plusvalía, 40 unidades monetarias). En estas condiciones el precio de producción, igual al capital desembolsado y a la ganancia media, será:     
100+ 20+40 =130 unidades monetarias.
           2

Las mercancías de los sectores de elevada composición orgánica se venden a 10 unidades monetarias por encima de su valor, mientras que las mercancías de sectores con una baja composición orgánica del capital lo son a 10 unidades por debajo de su valor. Las desviaciones respecto del valor se compensan mutuamente y el conjunto de valores de todas las mercancías (120 + 140 = 260) coincide con el conjunto de los precios de producción    (130 + 130 = 260).
La teoría de la ganancia media y del precio de producción es muy importante para comprender las tareas fundamentales de la lucha de clase del proletariado. Nos hace ver que cada capitalista está interesado en elevar no sólo el grado de explotación de sus obreros, sino también de la clase obrera en su conjunto, pues, en última instancia, las ganancias del capitalista son la parte que le corresponde del total de la plusvalía producida por la clase obrera. Se comprende, escribía Marx, por qué "los capitalistas, que revelan tan escasos sentimientos fraternales cuando compiten unos con otros, forman una auténtica hermandad masónica cuando se trata de la lucha contra la clase obrera en su conjunto".
La teoría de la ganancia media revela, pues, la base material de la solidaridad de clase de los capitalistas. A esta solidaridad, que descansa en la aspiración egoísta a sacar del obrero todo cuanto se pueda, la clase obrera opone su solidaridad propia, que se asienta en el legítimo deseo de poner fin a la explotación capitalista. La lucha de la clase obrera contra el poder del capital no puede limitarse a la acción contra uno u otro patrono por mejorar las condiciones de trabajo en una empresa o en un sector de la producción. La meta final que la clase obrera persigue en su lucha es la destrucción del sistema de la explotación capitalista, la destrucción del régimen social de la burguesía. La teoría de la ganancia media muestra que la competencia de los capitalistas en los distintos sectores de la producción reduce las diferentes ganancias a una ganancia media, cualquiera que sea la composición orgánica del capital en uno u otro sector. La cuota de ganancia media varía con el tiempo, mas en cada período y en cada país es un valor bastante estable, que todos los hombres de negocios tienen en cuenta. Beneficio del patrono e interés. La ganancia capitalista se descompone en beneficio del empresario e interés. El patrono capitalista no se limita de ordinario a operar con sus propios recursos. También pone en juego sumas recibidas a crédito. La parte de la ganancia que el capitalista cede por el derecho a manejar el capital de otro capitalista o de un Banco se denomina interés. La ganancia menos el interés que el capitalista satisface por las sumas recibidas a crédito recibe el nombre de beneficio del patrono. Los Bancos capitalistas actúan de intermediarios en los pagos entre los capitalistas, reúnen (por imposición en sus cuentas corrientes y otras operaciones) efectivos y beneficios en metálico y los ponen a disposición de los capitalistas. A la vez que cooperan al desarrollo de la producción capitalista y a la centralización del capital, los Bancos incrementan la dominación de este último sobre el trabajo y crean las condiciones para que el gran capital disponga, además de sus propios medios, de una parte cada vez mayor de los recursos económicos e ingresos de las restantes capas de la población. La ganancia como límite de la producción capitalista. Los economistas burgueses presentan la ganancia capitalista como el mejor de los estímulos para el progreso técnico y el incremento ilimitado de la producción. Silencian el hecho de que la ganancia capitalista es el fruto de la explotación y del agotamiento de la mano de obra; no dicen que la subordinación de la producción al principio de la ganancia capitalista, lejos de constituir un estímulo, es el límite de la producción capitalista. Los capitalistas producen sólo y en la medida en que ello les resulta beneficioso. A menudo, y particularmente en nuestros tiempos, reducen la producción, frenan el progreso técnico y destruyen grandes cantidades de productos con el único fin de elevar la cuota de ganancia. Más aún, los monopolios capitalistas desencadenan guerras y causan a la humanidad daños sin cuento con el único fin de asegurar sus ganancias.

lunes, 19 de noviembre de 2012

El estado como instrumento de la dominación de clase


La teoría marxista-leninista de las clases y de la lucha de clases proporciona la clave para la comprensión del Estado, que es uno de los fenómenos más complejos en la vida de la sociedad humana, explica científicamente su esencia, origen y desarrollo, la sustitución de unos Estados por otros y su inevitable desaparición. Origen y esencia del Estado. La historia demuestra que la existencia del Estado se halla vinculada a las clases. En las fases primeras de desarrollo de la humanidad, bajo el régimen de la comunidad primitiva, no había clases y tampoco se conocía el Estado. La dirección de los asuntos públicos corría a cargo de la sociedad misma.
Luego aparece la propiedad privada y con ella la desigualdad económica; la sociedad se escinde en clases antagónicas y la dirección de los asuntos públicos experimenta un cambio radical. Era ya imposible decidir esos asuntos por el acuerdo unánime de toda la sociedad o de su mayoría. Las clases explotadoras se apoderan de los puestos de mando. Pero siendo como eran una reducida minoría, estas clases sólo podían mantener el sistema que les favorecía recurriendo a la coerción directa, a la fuerza, que venía en ayuda de su poderío económico. Para esto hacía falta un aparato especial: grupos armados (ejército, policía), tribunales, cárceles, etc. A la cabeza de este aparato de coerción se colocan gentes que interpretan los intereses de la minoría explotadora, y no de la sociedad en su conjunto. Así se forma el Estado, que es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otras. Poniendo en juego esa máquina, la clase económica dominante consolida el régimen social que le conviene y mantiene por la fuerza, dentro de un determinado modo de producción, a sus enemigos de clase. De ahí que en la sociedad basada en la explotación el Estado sea siempre en esencia la dictadura de la clase o clases de los explotadores. Con relación a toda la sociedad en su conjunto, el Estado es un instrumento de dirección y gobierno de la clase dominante; con relación a los enemigos de esta clase (en la sociedad de explotación se trata de la mayoría), es un instrumento de represión y de violencia.
El Estado es, pues, un producto de las irreductibles contradicciones de clase. "Aparece donde, cuando y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden ser, objetivamente, conciliadas." El poder político de la clase económicamente dominante: tal es la esencia del Estado, la naturaleza de sus relaciones con la sociedad, aunque también presenta otras características. Únicamente podemos hablar de Estado cuando el poder político de una u otra clase se extiende a un determinado territorio y afecta a la población que en él vive: ciudadanos o súbditos. La extensión del territorio y la cuantía y composición de la población pueden influir, ciertamente, en el poderío del Estado y, en algunos casos, en la forma que el mismo adopta. Pero no es esto lo que determina su esencia, sino su naturaleza de clase. Tipos y formas del Estado. Los Estados, lo mismo los que existieron en otros tiempos como los actuales, ofrecen por sus tipos y formas un cuadro que no puede ser más diverso: tenemos los imperios despóticos de Asiria, Babilonia y Egipto, las repúblicas griegas, el Imperio Romano, los principados de la Rus de Kiev, las monarquías del Medievo, las repúblicas parlamentarias de nuestros tiempos y, en fin, la república socialista.
El tipo de Estado viene definido por la clase a la cual sirve, es decir, en última instancia, por la base económica de la sociedad. De ahí que el tipo de Estado corresponda a una formación económico-social. La historia conoce tres grandes tipos de Estado basado en la explotación: esclavista, feudal y burgués. Todos ellos tienen de común y característico el dominio de los explotadores, es decir, de una pequeña parte de la sociedad, sobre los explotados, que son la inmensa mayoría. Un Estado nuevo y completamente distinto es el socialista, en el que el poder pertenece a la clase obrera y a todos los trabajadores, que integran la mayoría o la totalidad del cuerpo social. El tipo de Estado expresa, pues, su esencia de clase. La forma, en cambio, nos habla de la organización de los órganos de poder y gobierno, de su régimen político. Atendiendo a este criterio tenemos la monarquía, al frente de la cual se halla una persona que no es elegida por la población (rey, emperador), y la república, donde el poder es electivo. Hay también Estados en los que se combinan rasgos de ambas formas, por ejemplo, la monarquía constitucional, en la que el poder del rey o del emperador se ve restringido por la ley -Constitución- y las funciones de gobierno corren a cargo de órganos electivos. La forma del Estado es inseparable del régimen político establecido por la clase dominante. Este régimen puede ser distinto en Estados de un mismo tipo. Así, el Estado burgués no adopta sólo la forma de república democrática, sino también la del régimen terrorista del fascismo. La aparición de unas u otras formas de Estado, su desarrollo y prosperidad, lo mismo que su decadencia y su sustitución por otras formas distintas, no obedecen al azar. La variedad de formas en los Estados de un mismo tipo depende, ante todo, de las modificaciones experimentadas por el régimen económico y por la correlación de las fuerzas de clase y de los distintos grupos en el seno de las clases dominantes. Al período de la dispersión feudal, en el que cada hacienda representaba en realidad una economía independiente y los vínculos económicos entre ellas eran muy débiles, corresponde un Estado descentralizado, con un poder central débil y una gran independencia política de los señores. En el período de desintegración del feudalismo, cuando se incrementan las relaciones mercantiles monetarias, los vínculos económicos entre las distintas comarcas y entre los Estados, en que se robustece el papel económico de la burguesía, surge el Estado centralizado con la forma de la monarquía absoluta. Pero hay también otros factores que influyen sobre la forma del Estado: las tradiciones nacionales, la continuidad en la evolución de las instituciones políticas, la conciencia política del pueblo, las relaciones con otros países (por ejemplo, el peligro de una agresión), etc.
La ciencia marxista-leninista atribuye gran importancia a la forma del Estado. Así, bajo la dominación de la burguesía, una forma más democrática brinda condiciones más propicias para el progreso social, para los avances de la cultura y la ciencia y para la lucha de las masas trabajadoras contra el yugo y la explotación. Pero ninguna forma, ni la más democrática, está en condiciones de cambiar la esencia del Estado de explotación como instrumento de dominación de una clase sobre otras. El Estado esclavista tuvo en Egipto la forma oriental de monarquía despótica gobernada por los faraones; en Atenas, la forma de democracia; en Roma, la de república aristocrática y más tarde de imperio, etc. A pesar de tan gran variedad de formas, la esencia de todos estos Estados era la dominación de clase de los esclavistas sobre los esclavos. El Estado burgués. También el Estado burgués puede adquirir formas distintas: república democrática, monarquía constitucional, dictadura descarada de tipo fascista. Pero cualquiera que sea su forma, siempre es un instrumento de la burguesía, es decir, un arma que la burguesía emplea para mantener sometidas a las masas trabajadoras. El Estado democrático-burgués era un gran paso adelante en comparación con los tipos anteriores. La revolución burguesa puso fin al régimen de la monarquía absoluta, que se había hecho odiosa al pueblo. Estableció el sistema representativo, el tribunal de jurados y otras instituciones democráticas, y, bajo la presión de las masas revolucionarías, sus Constituciones proclamaron muchos principios de la democracia. Sin embargo, de la misma manera que el régimen económico del capitalismo no había suprimido la explotación de las masas trabajadoras, limitándose a cambiar su forma, la democracia burguesa no alteró la naturaleza antipopular del poder político de los explotadores. Las instituciones democráticas de la burguesía son democráticas en el papel, no aseguran a los trabajadores la posibilidad real de ejercer los derechos que se proclaman. Y no podía ser de otro modo, pues el régimen económico del capitalismo es incompatible con la igualdad real y la libertad de hecho. Incluso el Estado burgués más democrático tiene por misión la defensa y justificación del sistema capitalista y de la propiedad privada, con las consiguientes medidas represivas contra los trabajadores, que quieren poner fin a ese estado de cosas. Así podemos verlo muy especialmente en nuestra época, en que la burguesía imperialista renuncia a las instituciones y formas democráticas conquistadas por el pueblo y mantiene su ofensiva contra los derechos y libertades individuales. La mejor confirmación de que esto es así es el Estado fascista -la dictadura de la parte más reaccionaria y agresiva de la burguesía monopolista-, que existió en Italia (1922-1943) y en Alemania (1933-1945) y que todavía perdura en España. Esa tendencia de la burguesía a abandonar la democracia tropieza con la resistencia de las fuerzas democráticas y socialistas, cada vez más poderosa y organizada, al frente de las cuales se encuentra la clase obrera con sus partidos marxistas. Tales son algunas de las tesis fundamentales del materialismo histórico por lo que al Estado se refiere. La doctrina marxista-leninista sobre el Estado no se reduce, se comprende, a lo que acabamos de exponer. Son muchos los elementos nuevos y peculiares que a esta doctrina aporta la experiencia de la época moderna, sobre todo la experiencia de los trabajadores que crearon un Estado de nuevo tipo, como es el socialista.

martes, 13 de noviembre de 2012

El papel del Pueblo en la vida político-social de nuestra época


La tesis marxista de que el pueblo es el creador de la historia es valedera para todos los tiempo Y épocas. Pero la actividad de las masas populares hay que considerarla en su desarrollo. De una formación a otra cambian las condiciones sociales en que transcurren el trabajo y la lucha de las masas del pueblo, con lo que se hace distinto su papel en la vida y el desarrollo de la sociedad. Desde los tiempos en que la sociedad se dividió en clases, la tendencia general de estos cambios es la de un incremento de la influencia de las masas trabajadoras sobre la marcha de los distintos aspectos de la vida social, y muy singularmente sobre la política. Creciente papel de las masas populares en política. Bajo un régimen de explotación, las funciones de gobierno de la sociedad, la decisión de sus asuntos interiores y exteriores, es monopolio de las clases explotadoras dominantes. La resistencia a los explotadores, la lucha de clases, es el único recurso de que las masas populares disponen para influir en la política. Así las cosas, el papel de las masas populares en la vida política viene determinado enteramente por el nivel de la lucha de clase de los trabajadores contra quienes les oprimen. Este nivel crece constantemente con el paso de una formación social a otra. La historia de la sociedad esclavista abunda en ejemplos de abnegada lucha de los oprimidos. Pero los esclavos, entre los que tantas diferencias había de lengua y de raza, eran una masa que difícilmente podía agruparse para formar una fuerza social importante y poseían una conciencia de clase muy escasa. De ordinario, los esclavos que se sublevaban no pensaban siquiera en la lucha contra el régimen esclavista; su único anhelo era volver a su patria para sentirse de nuevo hombres libres. El paso al feudalismo brinda a los trabajadores posibilidades más amplias de lucha contra la opresión. Los siervos vivían y trabajaban en su misma patria, hablaban en una misma lengua y comprendían más que los esclavos su solidaridad en la lucha contra los señores. Poco a poco aprendieron a establecer relaciones con las capas pobres de la ciudad, con las cuales buscaban la alianza. No obstante, también los movimientos campesinos presentaban defectos orgánicos que se derivaban del propio carácter de los siervos como clase: limitación de los levantamientos a comarcas reducidas, debilidad en cuanto a la organización, etc.
La clase obrera elevó la lucha contra los explotadores a su más alto nivel. No en vano es la más organizada de todas las clases oprimidas que la historia conoce. Es la única que se presenta armada de una concepción científica del mundo. Es una fuerza no sólo nacional, sino internacional, al hallarse unida por los fuertes lazos de la solidaridad proletaria. Todo esto infunde singular potencia a la lucha de clases y la convierte en un factor primordial de la vida política hasta en los períodos "pacíficos" y no revolucionarios. La lucha de clase de los trabajadores alcanza su punto culminante en el período de la revolución socialista. Fruto de la misma es el nacimiento de una sociedad nueva, en la cual la política, que antes era un instrumento de coerción y represión de las masas populares, se convierte en arma para la defensa de sus conquistas e intereses. Se trata de un viraje de capital importancia en la historia de la humanidad. En adelante, las masas populares, dirigidas por la clase obrera y su partido, comienzan a determinar y orientar por sí mismas la política. De objeto que eran de la política oficial, se convierten en sujeto. Esto se desprende de la naturaleza de la sociedad socialista y se encuentra garantizado por todo el sistema de vida de la misma. Las masas populares como fuerza política decisiva de nuestro tiempo.
El incremento del papel de las masas populares en la vida político-social es, pues, una ley del desarrollo histórico. Cuanto más difíciles son las tareas que se alzan frente a la sociedad y más profundos y consecuentes son los cambios que esas tareas exigen, más grandes son las masas que se incorporan como factor consciente de la historia y de los cambios sociales que en ésta se producen. Esto, subrayaba Lenin, es una de las tesis más importantes y profundas de la teoría marxista. Nos explica, por ejemplo, por qué en nuestra época -la época del hundimiento definitivo del reino de la explotación y de la construcción del comunismo- crece con tan vertiginosa rapidez el papel de las masas populares en la vida social. "La historia -escribe Lenin- la hacen ahora por su cuenta millones y decenas de millones de seres." ¿Qué manifestación concreta adquiere todo esto? Primeramente, en los países habitados por un tercio de la humanidad las masas populares han llevado a cabo un profundo viraje histórico, rompiendo para siempre con cuanto las condenaba al atraso, a la opresión y a la humillación. Los trabajadores de los países socialistas son dueños de su propia vida y la única fuerza que determina los destinos de la sociedad. De esta manera han reducido a polvo las fábulas inventadas por los explotadores, en el sentido de que una sociedad sin opresión ha de entrar forzosamente en colapso y desaparecer, arrastrando consigo a su economía, su civilización y su cultura. La gran hazaña de los trabajadores de los países socialistas es un ejemplo y un estímulo para las masas populares del mundo entero.
Se han despertado y puesto en movimiento masas enormes de gentes del trabajo en las colonias y países dependientes. Pasó para siempre la época en que los gobiernos imperialistas prescindían de ellos en sus cálculos y los trataban como a bestias. Los trabajadores de estos países han proclamado ante el mundo entero y han hecho saber que son hombres como todos los demás y que exigen unas condiciones humanas de existencia. Esto ha producido en el transcurso de los diez años últimos cambios sustanciales en el mundo, ha puesto fin a la división de la población de nuestro planeta en un puñado de naciones superiores, que resolvían los destinos del globo, y los pueblos de color -más de mil millones de seres oprimidos y explotados-, a los que durante largo tiempo manejaron impunemente a su antojo los imperialistas. Se han producido también cambios profundos en la situación de los trabajadores dentro de los países capitalistas. Cierto que no se han emancipado aún de su yugo. Pero ¿acaso se puede comparar su papel en la vida política no ya con épocas históricas pasadas, sino con la situación que había hace unas cuantas decenas de años? Hoy, incluso en los países en que aún gobiernan los explotadores, los trabajadores son una fuerza que los capitostes imperialistas no pueden por menos de tener presente. Los trabajadores tienen sus partidos políticos, a menudo cuentan con nutridas representaciones parlamentarias, poseen prensa propia y las organizaciones más diversas. Ha crecido enormemente el interés hacia los problemas político-sociales, incluso hacia aquellos que antes no importaban a nadie más que a los políticos profesionales. La parte avanzada de los trabajadores tiene conciencia clara de sus intereses y cada vez maneja mejor las más importantes formas de lucha en defensa de los mismos. El incremento de la influencia de las masas populares sobre la política de los países burgueses abre ante ellas vastas perspectivas en cuanto al éxito de la lucha por sus intereses económicos y políticos inmediatos. Una circunstancia de valor trascendental es que la existencia del poderoso sistema socialista y de una amplia zona de paz, que crece más y más, ofrece a las masas trabajadoras, por primera vez en la historia, la posibilidad de impedir una guerra que, dada la potencia destructiva de las armas actuales, amenazaría la existencia de cientos de millones de seres humanos. El incremento de la actividad política de los trabajadores les brinda también posibilidades nuevas en cuanto a la lucha por sus reivindicaciones últimas y aproxima el alumbramiento de la sociedad socialista, un alumbramiento sin dolor y fácil, y en condiciones favorables hace posible la transición al socialismo por vía pacífica. La incorporación a la labor histórica de millones de trabajadores tiene, por tanto, un significado enorme para toda la vida de la sociedad contemporánea. Es lógico que no piensen lo mismo acerca de esto la burguesía y la clase obrera. Para la burguesía reaccionaria, el incremento de la influencia de las masas populares en la vida social amenaza la existencia del sistema capitalista y es un obstáculo con el que siempre tropieza cuando quiere aplicar una política interior y exterior de su agrado y conveniencia. De ahí que la incorporación de millones de trabajadores a una labor histórica consciente siembre entre sus políticos e ideólogos profunda inquietud y confusión. Dominados por el pánico, afirman el advenimiento de la era de la "sociedad de las masas", del "dominio de las turbas", en lo que ven un trastorno completo de la marcha normal de la historia que amenaza a la sociedad con toda clase de males. Pero la burguesía no se limita a difamar a las masas. Al propio tiempo, hace cuanto está a su alcance para reducir al mínimo el papel de los trabajadores en la política y quitarles sus posibilidades de influir sobre la vida y el desarrollo de la sociedad. Así nos lo prueba la cruzada de la burguesía imperialista contra la democracia y los repetidos intentos de implantar sistemas fascistas, que tienen el fin exclusivo de acabar con la influencia que sobre la vida social ejercen las masas. Paralelamente, la burguesía reaccionaria recurre a las mentiras más refinadas y la demagogia para ganarse a las masas. Es la última carta que juegan las fuerzas antipopulares. No hay que desdeñar el peligro de tales manejos. Porque los imperialistas no disponen sólo de recursos ingentes y de un poderoso aparato de propaganda; también poseen una gran experiencia -acumulada durante los siglos de dominación del capital- en cuanto a la esclavización espiritual de los trabajadores. Valiéndose del atraso de parte de las masas populares, en especial de los elementos pequeñoburgueses, la burguesía reaccionaria ha logrado en algunas ocasiones atraerse y convertir en instrumento de su política a capas considerables de la población. Así ocurrió en la Alemania nazi y en la Italia fascista. Bajo la influencia de la burguesía se encuentra actualmente una parte no despreciable de los trabajadores en los países capitalistas. Incluso en los países en que la clase obrera ocupa el poder, la burguesía mundial no desaprovecha la menor coyuntura para sembrar la escisión entre los trabajadores, se vale de cualquier fisura y de cualquier error para extender su influencia entre las masas. Prueba elocuente de ello son los acontecimientos de otoño de 1956 en Hungría.
Mas por mucho que la burguesía se esfuerce, por muchas que sean las maniobras a que recurra, su camino no es el de las masas populares. Puede durante cierto tiempo engañar a cierta parte de los trabajadores, pero como no deja de ser una clase explotadora y opresora, jamás podrá establecer con ellos una alianza sólida. De ahí que el creciente papel de las masas populares en la vida político-social
debilite a la burguesía reaccionaria y sea un síntoma de que se aproxima el fin de su dominación. Otra cosa es la clase obrera. Ella misma es una parte importante, a veces la mayoría, de la población trabajadora, de las masas populares. Más aún, la clase obrera se halla unida a todos los trabajadores por la profunda comunidad de sus intereses vitales, lo mismo en el período de la lucha contra la burguesía que cuando se trata de edificar la nueva sociedad socialista. De ahí que el incremento del papel de las masas populares en la vida de la sociedad sea fuente de energía para la clase obrera y robustezca las posiciones del socialismo, que es su gran conquista histórica. Esto, sin embargo, no significa que la parte más consciente de la clase obrera, su vanguardia marxista-leninista, pueda despreocuparse del reforzamiento de sus vínculos con las masas. Tales vínculos, en unas condiciones de encarnizada lucha de clase con la burguesía, no se establecen automáticamente. Exigen esfuerzos constantes y atención de cada comunista y de cada trabajador consciente. La lucha por la influencia entre las masas sigue siendo la base de la política de los partidos marxistas-leninistas. La incorporación de nuevos millones de seres a la vida político-social plantea más imperiosamente aún la tarea de su agrupación, organización y educación. Del éxito que en este terreno se consiga depende en buena parte que se puedan poner en juego las inusitadas posibilidades del movimiento de emancipación de los trabajadores que se ponen de manifiesto en nuestra época. El incremento del papel de las masas populares en la vida político-social trae consigo una gigantesca aceleración del desarrollo histórico, del progreso social. El avance en nuestra época es tan rápido, que cada década, por su contenido y por el valor del camino cubierto por la humanidad, puede ser equiparada a siglos enteros de períodos anteriores de la historia. La aceleración del desarrollo en nuestra época equivale a la aceleración del movimiento que nos lleva al socialismo y al comunismo.
Lenin escribía: "La victoria será de los explotados, pues con ellos está la vida, está la fuerza del número, la fuerza de la masa, la fuerza de los inagotables manantiales de todo lo abnegado, rico en ideas y honesto, que empuja hacia adelante y despierta para la construcción de lo nuevo, de todas las gigantescas reservas de energía y talento de lo que llaman el «vulgo», de los obreros y los campesinos. La victoria será suya."'

jueves, 8 de noviembre de 2012

Esencia de las diferencias de clase y de las relaciones entre las clases


Los choques y contradicciones que se producen entre los hombres de diversa condición social condujeron a los pensadores avanzados, antes de que Marx saliera a la palestra, a la idea de que existen distintas clases sociales enfrentadas unas a otras. Su noción de las clases era, sin embargo, muy difusa e indefinida. De entre los muchos caracteres que diferencian a los hombres pertenecientes a clases distintas, esos pensadores no pudieron destacar lo que es principal y decisivo. De ahí que los principios de división de las clases que esos pensadores proponían no abarcasen la esencia del problema y a menudo fuesen accidentales y arbitrarios. Esto último es aplicable, en grado todavía mayor, a la sociología burguesa de nuestros tiempos. Los sociólogos burgueses admiten que la sociedad no es homogénea y se compone de numerosos estratos y grupos. Ahora bien, ¿qué hay en el fondo de esta estratificación? Las respuestas varían. Unos colocan en primer plano el factor espiritual, la comunidad psicológica, de ideas religiosas, etc. Pero nosotros hemos visto ya que la conciencia social depende del ser social. Otros ven el principio de la división de clases en el bienestar material: volumen de los ingresos, condiciones de vivienda, etc. Pero ese volumen de los ingresos depende del lugar que la clase ocupa en la producción social, de si posee los medios de producción o de si es una clase oprimida y explotada. De esto depende también su papel en la vida política, su nivel de cultura y su modo de vida. El factor principal y decisivo de la vida social es la producción material; quiere decirse que la base de la división de la sociedad en clases ha de buscarse en el lugar que unos u otros grupos ocupan en el sistema de la producción social, en la relación en que se encuentran respecto de los medios de producción.
La definición más completa de las clases la encontramos en Una gran iniciativa, de V. I. Lenin: "Llamamos clases a los grandes grupos de personas que se diferencian por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por su relación (en la mayoría de los casos legalmente refrendada) respecto de los medios de producción, por su papel en la organización social del trabajo y, por consiguiente, por el modo de obtención y el volumen de la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos de hombres de los que uno puede apropiarse el trabajo de otro gracias a los diferentes lugares que ocupan en un determinado sistema de economía social." La existencia de las clases es justamente la base de la injusticia social que caracteriza a la sociedad en que existe la explotación. No es la "voluntad del jefe" ni son las cualidades individuales de los hombres -como siempre trataron de demostrar los ideólogos de las clases explotadoras-, sino el hecho de que pertenezcan a una u otra clase, lo que explica la situación preponderante y privilegiada de unos y la opresión, miseria y carencia de derechos de los otros. Esto no significa, ciertamente, que todas las demás diferencias y relaciones de la sociedad, exceptuadas las de clase, carezcan de valor. En el curso de la evolución histórica de la humanidad se han estructurado bastantes formas estables de comunidad social que no coinciden con la división en clases. Así es, por ejemplo, la comunidad nacional, la nación. Clase y nación. Los vínculos nacionales son muy estables. Esto induce a menudo a los sociólogos burgueses a presentarlos como relaciones "naturales" de valor más sustancial que las relaciones de clase. Tal criterio, sin embargo, es profundamente equivocado.
Ante todo, las relaciones nacionales, como las de clase, no existieron siempre. Son producto de un largo desarrollo histórico. Las formas de comunidad de los hombres guardan estrechos vínculos con el carácter del régimen social y cambian al mismo tiempo que éste. En el régimen de la comunidad primitiva, la forma fundamental de convivencia humana eran la gens y la tribu. El rasgo principal que distinguía a los componentes de una gens y los separaba del resto era el origen común, el parentesco de consanguinidad. Al desintegrarse la comunidad primitiva, la estabilidad de la gens y la tribu se viene abajo y se debilita el significado de los vínculos de sangre. La unión de varias federaciones de tribus da lugar a la nacionalidad, Los hombres pertenecientes a ella no están ya relacionados por lazos de parentesco. Los rasgos que les son afines (comunidad de lengua, de territorio, de cultura) tienen ya un origen social, histórico. Pero la unidad de la nacionalidad es aún muy precaria. Ni dentro del régimen esclavista ni del feudal podía existir la unidad de vida económica que es la condición necesaria para una unidad territorial duradera y para una comunidad estable de cultura. Sólo en la época en que se estructura el capitalismo, cuando éste pone fin a la dispersión feudal y da origen a la formación de un mercado nacional único, aparecen las premisas necesarias para que surja la nación. La comunidad nacional no se puede tampoco identificar con la raza, como hacen muchos sociólogos burgueses. La división en razas se guía por las diferencias de caracteres morfológicos hereditarios, como son el color de la piel, la forma del cráneo, el pelo, etc. De ahí las tres grandes razas que la ciencia distingue: indoeuropea (o blanca), negroide (o negra) y mongoloide (o amarilla). Los caracteres raciales, a diferencia de la comunidad nacional, son de índole biológica y aparecieron como resultado de una larga adaptación del organismo humano a determinadas condiciones naturales. A una misma raza pertenecen diversas naciones. Por otra parte, dentro de una misma nación hay a veces hombres con distintos caracteres raciales (por ejemplo, los negros, blancos e indios de algunos países iberoamericanos). No existe tampoco un vínculo interno entre raza y lengua. Así, el inglés es en los Estados Unidos la lengua de blancos y negros. De ahí que nociones como "raza alemana" o "raza anglosajona" sean simplemente un absurdo. La afirmación de los racistas de que unas razas o naciones son superiores a otras y de que los pueblos de color son menos capaces que la raza blanca, quedan refutadas por la ciencia y por cuanto la historia universal nos dice. Todos los pueblos de la tierra son capaces de crear valores culturales y el volumen de su aportación a la cultura mundial no viene determinado por el color de la piel o la forma del cráneo, sino por las peculiaridades de su desarrollo histórico.
El marxismo-leninismo entiende por nación la comunidad de hombres, estable e históricamente formada, surgida sobre la base de la comunidad de lengua, de territorio, de vida económica y de mentalidad, que se manifiesta en la comunidad de cultura (J. V. Stalin) La comunidad nacional no puede suprimir las diferencias de clase en el seno de la nación. Antes al contrario, tales diferencias penetran en toda su vida y la escinden en partes hostiles. La comunidad nacional, por tanto, no excluye el antagonismo de clase. Más aún, si no tomamos en cuenta este último, nos será imposible comprender acertadamente el mismo movimiento nacional.
Por otra parte, la solidaridad de clase rebasa el marco de la nación. Los capitalistas americanos, alemanes y franceses hablan lenguas distintas. Pero les aproxima su filiación a una misma clase, y esto
les lleva a unirse contra el socialismo, el movimiento obrero y la lucha de liberación nacional de las colonias. De la misma manera, los obreros pertenecen a nacionalidades y razas distintas, pero son ante todo proletarios, y esto determina la comunidad de sus intereses internacionales, de sus fines y su ideología, haciendo que las diferencias entre ellos retrocedan a un segundo plano. Los obreros conscientes comprenden que las discordias nacionales y el aislamiento lesionan los intereses internacionales de la clase obrera y luchan contra cualquier forma de discriminación nacional o racial. La escisión de la sociedad en clases es un fenómeno históricamente transitorio. Cuando los ideólogos de las clases pudientes tratan de justificar la desigualdad social, siempre la presentan como un fenómeno eterno e inherente a cualquier sociedad humana. Eso no es cierto. El régimen de la comunidad primitiva no conocía la división de la sociedad en explotadores y explotados, y el fenómeno se borra definitivamente dentro del socialismo. La aparición de las clases va directamente unida a la propiedad privada sobre los medios de producción, que hace posible la explotación del hombre por el hombre y la apropiación por unos del trabajo de otros.
En determinada etapa del desarrollo, la escisión de la sociedad en clases era inevitable e históricamente necesaria. Mientras el trabajo humano era tan poco productivo que proporcionaba sólo un excedente reducidísimo sobre los recursos necesarios para la existencia, señala Engels, el incremento de las fuerzas productivas, la ampliación de las relaciones, el progreso del Estado y del derecho y la creación de las ciencias y las artes eran sólo posibles mediante la intensa división del trabajo, que tenía por base la gran división de éste entre la masa, dedicada a simples ocupaciones manuales, y unos pocos privilegiados que dirigían los trabajos, y se dedicaban al comercio y a la administración de los asuntos públicos y que, más tarde, cultivaron también la ciencia y el arte. La clase que se encontraba a la cabeza de la sociedad, se comprende, no perdía la ocasión de cargar sobre las masas un trabajo cada vez mayor, movida por el deseo de aumentar sus beneficios. Ahora bien, una vez que el desarrollo de las fuerzas productivas coloca en el orden del día la sustitución de la propiedad privada por la propiedad social y la abolición de las relaciones basadas en la explotación, la existencia de las clases pierde todo su terreno. El mantenimiento de las clases, además de ser superfluo, se convierte en un obstáculo que entorpece los avances ulteriores de la sociedad.
En la sociedad socialista no hay ya clases

explotadoras, las relaciones entre obreros y campesinos adquieren un carácter sustancialmente nuevo, que excluye la explotación y el predominio de una clase sobre otra. Iniciase la época de la desaparición de las diferencias que aún subsisten entre las clases. Finalmente, al pasar al comunismo, las clases dejan de existir. Por lo tanto, la división de la sociedad en clases y la hostilidad entre ellas son sólo un rasgo inseparable de la época en que impera la propiedad privada. Estructura de clase de la sociedad.
Por la posición que ocupan dentro de la sociedad, las clases se dividen en fundamentales y no fundamentales. Se denominan clases fundamentales aquellas sin las que resulta imposible el modo de producción preponderante y que deben su origen a este modo de producción. En la sociedad de la esclavitud eran los esclavistas y los esclavos; en la feudal, los señores y los siervos; en la burguesa, los capitalistas y los obreros. Se trata, pues, de clases de las que una posee los medios principales de producción y se encuentra en el poder, mientras que la otra agrupa a la gran masa de los explotados. Las relaciones entre esas clases son siempre antagónicas, se basan en la oposición de intereses. El capitalista, por ejemplo, ve su interés en obligar a trabajar al obrero cuanto más mejor y en pagarle lo menos que puede. El interés del obrero, se entiende, es diametralmente opuesto. La incompatibilidad de intereses de las clases antagónicas da origen a una lucha irreductible entre ellos. "Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra, opresores y oprimidos se encontraban en perpetuo antagonismo, mantenían una lucha constante, ya latente, ya abierta, que terminaba siempre con la transformación revolucionaria de todo el edificio social o con la desaparición conjunta de las clases en pugna." Además de estas clases, en la sociedad de explotación hay otras que no son fundamentales. Por ejemplo, en la sociedad esclavista existían los campesinos artesanos libres; en la capitalista, descontando a la burguesía y a los obreros, tenemos a los campesinos y, en muchos países, a los terratenientes, etc. La existencia de estas clases no fundamentales con sus peculiares intereses, junto a toda una serie de capas sociales (por ejemplo, los intelectuales), convierte en un fenómeno muy complejo las relaciones entre las clases. Las clases de la sociedad burguesa. Las clases fundamentales de la sociedad burguesa están integradas por los capitalistas (burguesía) y los obreros asalariados (proletariado).
La burguesía es la clase de quienes poseen los medios fundamentales de producción y vive a expensas del trabajo asalariado de los obreros, a los cuales explota. Es la clase dominante de la sociedad capitalista. Hubo tiempos en que la burguesía cumplió un papel progresivo en el desarrollo de la sociedad, a la cabeza de la lucha contra las caducas relaciones feudales. En busca del beneficio y espoleada por la competencia, infundió un poderoso impulso a las fuerzas productivas. Mas a medida que las contradicciones del capitalismo se ahondaban, la burguesía deja de ser una clase progresiva y se convierte en reaccionaria, a la vez que su dominación significa el principal estorbo que se levanta en el avance de la sociedad. El creador de las formidables riquezas que la burguesía se atribuye es la clase obrera, principal fuerza productiva de la sociedad capitalista. Al propio tiempo, es una clase desprovista de medios de producción y que se ve obligada a vender al capitalista su fuerza de trabajo.
A medida que el capitalismo avanza, aumenta la riqueza de los grandes capitalistas, a la vez que crece la opresión y la protesta de la clase obrera, "que es instruida, unida y organizada por el mecanismo del propio proceso de la producción capitalista" (Marx).80 El desarrollo del capitalismo trae consigo, pues, el robustecimiento de su sepulturero, de la clase obrera, que es portadora de un modo más elevado de producción, como es el socialista. Mas en ningún país del capital se circunscribe la sociedad a estas dos clases. En ningún sitio ha existido ni existe el capitalismo "puro". El capital penetra en todas las ramas de la economía nacional y las transforma, pero sin destruir por completo las viejas formaciones económicas. Por eso, en muchos países burgueses se conserva la gran propiedad agraria de los terratenientes. Estos organizan la explotación de sus fincas al modo capitalista, si se presenta la ocasión adquieren empresas industriales, compran acciones de sociedades anónimas y se convierten en capitalistas. De la clase de los terratenientes se nutren en buena parte la Administración pública y la oficialidad del Ejército y de la Marina. Por sus intereses, ideas y aspiraciones políticas, los grandes terratenientes suelen pertenecer a la parte más reaccionaria de la burguesía y son uno de los baluartes del fascismo (recordemos el ejemplo de los junkers prusianos en Alemania).
Los campesinos integran una clase que procede de la sociedad feudal y que pasa a la capitalista. A excepción de su capa más acomodada (burguesía rural), son una clase sometida a explotación, la cual adopta entre ellos formas diversas: arrendamiento que satisfacen al propietario de la tierra, préstamos y empréstitos que reciben en condiciones onerosas delos capitalistas, explotación directa de los campesinos pobres, obligados a ganarse un jornal en los campos de los terratenientes y campesinos ricos, etc. El conjunto de los campesinos ha de satisfacer también un tributo a los grandes capitalistas en forma de altos precios de los artículos industriales que adquieren. Los campesinos que trabajan tierra propia, los artesanos y los pequeños comerciantes forman la capa, bastante numerosa, de la pequeña burguesía. A ella pertenecen quienes son propietarios de los reducidos medios de producción que emplean, pero que, a diferencia de la burguesía, no viven de la explotación del trabajo ajeno. Los pequeños burgueses ocupan en la sociedad capitalista una situación intermedia. Como propietarios privados guardan afinidad con la burguesía, pero como hombres que viven de su trabajo se acercan a los obreros. Esta situación intermedia de la pequeña burguesía es origen de su posición inestable y vacilante en la lucha de clases. A medida que avanzan la industria, la técnica y la cultura, en la sociedad capitalista aparece la amplia capa de los intelectuales, es decir, de los hombres del trabajo intelectual (ingenieros y técnicos, maestros, médicos, funcionarios, científicos, escritores, etc.). Los intelectuales no forman una clase independiente; son una capa social específica que vive de la venta de su trabajo intelectual. Proceden de diversas capas de la población, principalmente de las clases acomodadas, y sólo en parte de los trabajadores. Por su posición económica y modo de vida ofrecen también diferencias. Sus estratos superiores -altos funcionarios, abogados con buena clientela y otros- se aproximan a los capitalistas, mientras que los bajos se acercan a los trabajadores. A medida que la lucha de clases se ensancha en los países capitalistas, su parte avanzada se incorpora a las posiciones del marxismo-leninismo y participa en la lucha revolucionaria de la clase obrera.
En la sociedad burguesa existe aún otra capa, la de los elementos desclasados o lumpemproletariado, que forman los "bajos fondos" del capitalismo: bandidos, ladrones, mendigos, prostitutas, etc. Esta capa se nutre constantemente de elementos salidos de diversas clases a los que las condiciones de la sociedad capitalista arroja al "fondo". Los anarquistas afirman que el lumpemproletariado es el elemento más revolucionario de la sociedad capitalista. La historia de los últimos cien años ha dado íntegramente la razón a Marx y Engels cuando éstos definían al "proletariado andrajoso" como una fuerza que por su situación en la vida se muestra inclinada a venderse para toda clase de manejos reaccionarios. En la Alemania hitleriana, los delincuentes ingresaron en masa en las organizaciones fascistas, en los destacamentos de asalto y de S.S. En los Estados Unidos, las bandas de gangsters son un instrumento de violencia que se emplea en gran escala contra los obreros, los negros y los líderes progresistas. Al hablar de las clases y capas de la sociedad capitalista hemos de tener presente también las diferencias en el seno de las mismas. Dichas diferencias son particularmente sensibles entre la burguesía monopolista y no monopolista (y en las colonias, entre la burguesía nacional y las capas de la misma aliadas a los colonizadores). Al profundizarse, como ocurre en nuestros días, desempeñan, y así lo veremos más adelante, un gran papel en la vida política de la sociedad burguesa contemporánea. Así, pues, la sociedad burguesa ofrece un cuadro extraordinariamente complejo de diferencias y relaciones de clase. Una clara visión de las mismas es condición imprescindible para que la clase obrera y sus partidos se tracen una política y una táctica acertadas. Pero tan importante como esto es ver, tras toda esa diversidad, la principal contradicción de clase de la sociedad burguesa: el antagonismo entre la clase obrera y la burguesía. Esta contradicción es la que ha de presidir nuestro análisis de todos los fenómenos sociales. Por muchas que sean las modificaciones que el capitalismo sufra, por mucho que se compliquen su estructura de clase y las relaciones entre las clases, siempre será una sociedad basada en la explotación. Y en una sociedad así, lo principal en las relaciones entre las clases será la lucha irreconciliable entre los explotados y los explotadores.