Por: V.I.LENIN
1.
El desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado en todos
los países ha hecho que la burguesía y sus agentes en las
organizaciones obreras forcejeen convulsivamente con el fin de hallar
argumentoss ideológico-políticos para defender la dominación de
los explotadores. Entre esos argumentos se esgrime particularmente la
condenación de la dictadura y la defensa de la democracia. La
falsedad y la hipocresía de este argumento, repetido en mil
variantes por la prensa capitalista y en la Conferencia de la
Internacional amarilla de Berna[ 1], celebrada en febrero de 1919,
son evidentes para todos los que no quieren hacer traición a los
principios elemnetales del socialismo.
2.
Ante todo, ese argumento se basa en los conceptos "democraccia
en general" y "dictadura en general", sin plantear la
cuestión de qué clase se tiene presente. Ese plateamiento de la
cuestión al margen de las clases o por encima de ellas, ese
planteamiento de la cuestión desde el punto de vista -como dicen
falsamente- de todo el pueblo, es una descarada mofa de la teoría
principal del socialismo, a saber, de la teoría de la lucha de
clases, que los socialistas que se han pasado al lado de la burguesía
reconocen de palabra y olvidan en la práctica. Porque en ningún
país capitalista civilizado existe la "democracia en general",
pues lo que existe en ellos es únicamente la democracia burguesa, y
de lo que se trata no es de la "democracia en general",
sino de la dictadura de la clase es decir, del proletariado, sobre
los opresores y los explotadores, es decir, sobre la burguesía, con
el fin de vencer la resistencia que los explotadores oponen en la
lucha por su dominación.
3.
La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado ni podría
llegar a dominar sin un período de dictadura, es decir, sin
conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia
más desesperada, más rabiosa, esa resistencia que no se detiene
ante ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores. La
burguesía, cuya dominación defienden hoy los socialistas, que
hablan contra la "dictadura en general" y se desgañitan
defendiendo la "democracia en general", conquistó el poder
en los paises adelantados mediante una serie de insurrecciones y
guerras civiles, aplastando por la violencia a los reyes, a los
señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de
restauración. En sus libros y folletos, en las resoluciones de sus
congresos y en sus discursos de agitación, los socialistas de todos
los países han explicado miles y millones de veces al pueblo el
carácter de clase de esas revoluciones burguesas, de esa dictadura
burguesa. Por eso, la defensa que hoy hacen de la democracia
burguesa, encubriéndose con sus discursos sobre la "democracia
en general", y los alaridos y voces que hoy lanzan contra la
dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la
"dictadura en general", son una traición descarada al
socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación
del derecho del proletariado a su revolución, a la revolución
proletaria, la defensa del reformismo burgués en un período
histórico en el que dicho reformismo ha fracasado en todo el mundo y
en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.
4.
Todos los socialistas, al explicar el carácter de clase de la
civilización burguesa, de la democracia burguesa, del
parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la
máxima precisión científica formularon Marx y Engels al decir que
la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una
máquina para la opresion de la clase obrera por la burguesía, de la
masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas. No hay ni un
solo revolucionario, ni un solo marxista de los que hoy vociferan
contra la dictadura y en favor de la democracia que no haya jurado
ante los obreros por todo lo humano y lo divino que reconoce ese
axioma fundamental del socialismo; pero ahora, cuando el proletariado
revolucionario empieza a agitarse y a ponerse en movimiento para
destruir esa máquina de opresión y para conquistar la dictadura
proletaria esos traidores al socialismo presentan las cosas como si
la burguesía hubiera hecho a los trabajadores el don de la
"democracia pura", como si la burguesía hubiera renunciado
a la resistencia y estuviese dispuesta a someterse a la mayoría de
los trabajadores, como si en la república democrática no hubiera
habido y no hubiese máquina estatal alguna para la opresión del
trabajo por el capital.
5.
La Comuna de París, a la que de palabra honran tods los que desean
hacerse pasar por socialistas, porque saben que las masas obreras
simpatizan con ella ardiente y sinceramente, mostró con particular
evidencia el carácter históricaménte condicionado y el limitado
valor del parlamentarismo burgués y la democracia burguesa,
instituciones progresivas en alto grado en comparaclon co el medievo,
pero que exigen inevitablemente un cambio radical en la época de la
revolución proletaria. Precisamente Marx que aquilató mejor que
nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al analizarla,
el caracter explotador de la democracia burguesa y del
parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen
el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué
miembros de las clases poseedoras han de "representar y
aplastar" (ver- und zertreten al pueblo en el Parlamento.
Precisamente ahora, cuando el movimiento soviético, úxtendiéndose
a todo el mundo, continúa a la vista de todos la causa de la Comuna,
los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las
enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja
cantinela burguesa de la "democracia en general". La Comuna
no fue una institución parlamentaria.
6.
La importancia de la Comuna consiste, además, en que hizo un intento
de aniquilar, destruir hasta los cimientos el aparato del Estado
burgués, burocrático, judicial, militar y policíaco,
sustituyéndolo con una organizacón autónoma de las masas obreras
que no conocía la división entre el poder legislativo y el
ejecutivo. Todas las repúblicas democráticas burguesas
contemporaneas, comprendida la alemana, a la que los traidores al
socialismo, mofándose de la verdad, llaman república proletaria,
conservan ese aparato estatal. Por tanto, se confirma una y otra vez
con toda evidencia que los gritos en defensa de la "democracia
en general" son de hecho defensa de la burguesía y de sus
privilegios de explotación.
7.
La "libertad de reunion puede ser tomada como modelo de las
reivindicaciones de la "democracia pura." Cada obrero
consciente que no haya roto con su clase comprenderá en seguida que
sería una estupidez prometer la libertad de reunion a los
explotadores en un período y en una situación en que los
explotadores se resisten a su derrocamiento y defienden sus
privilegios. La burguesía, cuando era revolucionaria, ni en la
Inglaterra de 1649 ni en la Francia de 1793 dió "libertad de
reunión" a los monárquicos y los nobles, que llamaban en su
ayuda a tropas extranjeras y "se reunían" para organizar
intentonas de restauración. Si la burguesía actual, que hace ya
mucho que es reaccionaria, exige del proletariado que éste le
garantice de antemano la "libertad de reunion paralos
explotádores, sea cual fuere la resistencia que presten los
capitalistas a su expropiación, los obreros no podrán sino reírse
del fariseísmo de la burguesía.
Por
otra parte, los obreros saben perfectamente que la "libertad de
reunión" es, incluso en la república burguesa más
democrática, una frase vacía, ya que los ricos poseen todos los
mejores locales sociales y privados, así como bastante tiempo libre
para sus reuniones, que son protegidas por el aparato burgués de
poder. Los proletarios de la ciudad y el campo, así como los
pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca de la
población, no cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así,
la "igualdad", es decir, la "democracia pura",
seria un engaño. Para conquistar la verdadera igualdad, para dar
vida a la democracia para los trabajadores, hay que quitar primero a
los explotadores todos los locales sociales y sus lujosas casas
privadas, hay que dar primero tiempo libre a los trabajadores, es
necesario que la libertad de sus reuniones la defiendan los obreros
armados, y no señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de
capitalistas mandando a soldados que son instrumentos ciegos.
Sólo
después de tal cambio se podrá hablar de libertad de reunión e
igualdad sin mofarse de los obreros, de los trabajadores, de los
pobres. Pero ese cambio sólo puede realizarlo la vanguardia de los
trabajadores, el proletariado, que derroca a los explotadores, a la
burguesía.
8.
La "libertad de imprenta" es asimismo una de las
principales consignas de la "democracia pura". Los obreros
saben también, y los socialistas de todos los paises lo han
reconocido millones de veces, que esa libertad será un engaño
mientras las mejores imprentas y grandísimas reservas de papel se
hallen en manos de los capitalistas y mientras exista el poder del
capital sobre la prensa, poder que se manifiesta en todo el mundo con
tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se
hallan la democracia y el régimen republicano, como ocurre, por
ejemplo, en Norteamérica. A fin de conquistar la igualdad efectiva y
la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los
campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de
contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la
prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital,
derrcar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los
capitalistas siempre han llamado "libertad" a la libertad
de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los
obreros. Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad
de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la
riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública. Los
defensores de la "democracia pura" también se manifiestan
de hecho en este caso como defensores del más inmundo y venal
sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de
las masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con
frases bonitas, bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea
histórica concreta de liberar a la prensa de su sojuzgamiento por el
capital. Libertad e igualdad verdaderas será el orden de cosas que
están instaurando los comunistas, y en él será imposible
enriquecerse a costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de
someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no
habrá obstáculo para que cada trabajador (o grupo de trabajadores,
sea cual fuere su número) posea y ejerza el derecho igual de
utilizar las imprentas y el papel que pertenecerán a la sociedad.
9.
La historia de los siglos XIX y XX nos ha mostrado ya antes de la
guerra qué es de hecho la cacareada "democracia pura" bajo
el capitalismo. Los marxistas siempre han dicho que cuanto más
desarrollada y más "pura" es la democracia, tanto más
franca, aguda e implacable se hace la lucha de clases, tanto más
"puras" se manifiestan la opresión por el capital y la
dictadura de la burguesía. E1 asunto Dreyfus en la Francia
republicana, las sangrientas represalias de los destacamentos
mercenarios, armados por los capitalistas, contra los huelguistas en
la libre y democrática República de Norteamérica, estos hechos y
miles de otros análogos demuestran la verdad que la burguesía trata
en vano de ocultar, o sea, que en las repúblicas más democráticas
imperan de hecho el terror y la dictadura de la burguesía, ue se
manifiestan abiertamente n cuanto a los explotadores les parece que
el poder del capital se tambalea.
10.
La guerra imperialista de 1914-1918 ha revelado definitivamente hasta
a los obreros atrasados el verdadero carácter de la democracia
burguesa, que es, incluso en las repúblicas más libres, una
dictadura de la burguesía. En aras del enriquecimiento del gr'upo
alemán o inglés de millonarios y multimillonarios perecieron
decenas de millones de hombres, y en las repúblicas más libres se
instauró la dictadura militar de la burguesía. Esta dictadura
militar sigue en pie en los países de la Entente incluso después de
la derrota de Alemania. Precisamente la guerra es lo que más ha
abierto los ojos a los trabajadores; ha arrancado sus falsas flores a
la democracia burguesa y ha mostrado al pueblo cuán monstruosos han
sido la especulación y el lucro durante la guerra y con motivo de la
guerra. En nombre de "la libertad y la igualdad" llevó esa
guerra la burguesía, en nombre de "la libertad y la igualdad"
se han enriquecido inauditamente los mercaderes de la guerra. Ningún
esfuerzo de la Internacional amarilla de Berna podrá ocultar a las
masas el carácter explotador, hoy definitivamente desenmascarado, de
la libertad burguesa, de la igualdad burguesa, de la democracia
burguesa.
11. En
el país capitalista más desarrollado del continente europeo, en
Alemania, los primeros meses de plena libertad republicana, traída
por la derrota de la Alemania imperialista, han mostrado a los
obreros alemanes y a todo el mundo cuál es la verdadera esencia de
clase de la república democrática burguesa. El asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo no sólo es un acontecimiento de
importancia histórica mundial porque hayan perecido trágicamente
los jefes y bríllantísimas personalidades de la Internacional
Comunista, Internacional verdaderamente proletaria, sino también
porque se ha puesto de manifiesto con toda plenitud la esencia de
clase de un Estado adelantado de Europa, de un Estado --puede
afirmarse sin incurrir en exageración-- adelantado entre todos los
Estados del mundo. El hecho de que los detenidos, es decir, gente que
el poder del Estado ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser
asesinados impunemente por oficiales y capitalistas, gobernando el
país los socialpatriotas, evidencia que la república democrática
en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la burguesía. La
gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de
manifiesto o bien tis pocas luces o bien su hipocresía. La libertad
en una de las repúblicas mas libres y adelantadas del mundo en la
república alemana, es la libertad de asesinar impunemente a los
jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de otro modo
mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la
democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en
virtud de todos los resultados e influjos de la guerra y de sus
consecuencias ha alcanzado el punto de ebullición.
En
todo el mundo civilizado se deporta hoy a los bolcheviques, se les
persigue, se les encarcela, como ha ocurrido en Suiza, una de las
repúblicas burguesas más libres; en Norteamérica se organizan
contra ellos pogromos, etc. Desde el punto de vista de la "democracia
en general" o de la "democracia pura" es
verdaderamente ridículo que países adelantados, civilizados,
democráticos, armados hasta los dientes, teman la presencia en ellos
de un puñado de personas de la atrasada, hambrienta y arruinada
Rusia, a la que en decenas de millones de ejemplares los periódicos
burgueses tildan de salvaje, criminal, etc. Está claro que la
situación social que ha podido engendrar tan flagrante contradicción
es, de hecho, la dictadura de la burguesía.
12. Con
tal estado de cosas, la dictadura del proletariado no sólo es por
completo legítima, como medio para derrocar a los explotadores y
aplastar su resistencia, sino también absolutamente necesaria para
toda la masa trabajadora como única defensa contra la dictadura de
la burguesía, que ha llevado a la guerra y está gestando nuevas
matanzas.
Lo
principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su
miopía teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses
y su traición política al proletariado-- es que en la sociedad
capitalista, cuando la lucha de clases inherente a ella experimenta
una agudización más o menos seria, no puede haber nada intermedio,
nada que no sea la dictadura de la burguesía o la dictadura del
proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un reaccionario
gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia
de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del
movimiento obrero en todos los países adelantados como,
particularmente, la experiencia del último lustro. Así lo dice
también toda ciencia de la economía política, todo el contenido
del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la
dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía
que nadie puede sustituir de no ser la clase que está siendo
desarrollada, multiplicada, unida y fortalecida por el propio
desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de los proletarios.
13. Otro
error teórico y político de los socialistas consiste en que no
comprenden que las formas de la democracia han ido cambiando
inevitablemente en el transcurso de los milenios, empezando por sus
embriones en la antigüedad, a medida que una clase dominante iba
siendo sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en
las ciudades del medievo, en los países capitalistas adelantados, la
democracia tiene distintas formas y se aplica en grado distinto.
Sería una solemne necedad creer que la revolución más profunda en
la historia de la humanidad, el paso del poder de manos de la minoría
explotadora a manos de la mayoría explotada --paso que se observa
por primera vez en el mundo-- puede producirse en el viejo marco de
la vieja democracia burguesa, parlamentaria, sin los cambios más
radicales, sin crear nuevas formas de democracia, núevas
instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación,
etc.
14. Lo
que tiene de común la dictadura del proletariado con la dictadura de
las otras clases es que está motivada, como toda otra dictadura, por
la necesidad de aplastar por la fuerza la resistencia de la clase que
pierde la dominac]ón política. La diferencia radical entre la
dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases --la
dictadura de los terratenientes en la Edad Medía, la dictadura de la
burguesía en todos los países capitalistas civilizados-- consiste
en que la dictadura de los terratenientes y la burguesía ha sido el
aplastamiento por la violencia de la resistencia ofrecida por la
inmensa mayoría de la población, concretamente por los
trabajadores. La dictadura del proletariado, por el contrario, es el
aplastamiento por la violencia de la resistencia que ofrecen los
explotadores, es decir, la minoría ínfima de la población, los
terratenientes y los capitalistas.
De
aquí dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo
debía traer consigo inevitablemente el cambio de las formas y las
instituciones de la democracia, hablando en general, sino
precisamente un cambio que diese una extensión sin precedente en el
mundo al goce efectivo de la democracia por los hombres que el
capitalismo oprimiera, por las clases trabajadoras.
En
efecto, esa forma de la dictadura del proletariado que ha sido ya
forjada de hecho --el Poder soviético en Rusia, el Räte~System en
Alemania, los Shop Stewards Committees y otras instituciones
soviéticas análogas en otros países-- todas ellas significan y son
precisamente para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa
mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar
de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca
ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas
burguesas mejores y más democráticas.
La
esencia del Poder soviético consiste en que la base permanente y
única de todo el poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la
organización de masas precisamente de las clases que eran oprimidas
por el capitalismo, es decir, de los obreros y los semiproletarios
(los campesinos que no explotan trabajo ajeno y que recurren
constantemente a la venta, aunque sólo sea en parte, de su fuerza de
trabajo). Precisamente las masas que hasta en las repúblicas
burguesas más democráticas, aunque con arreglo a la ley sean
iguales en derechos, de hecho, por medio de procedimientos y
artimañas, se han visto apartadas de la participación en la vida
política y del goce de los derechos y libertades democráticos,
tienen hoy necesariamente una participación constante y, además,
decisiva en la dirección democrática del Estado.
15.
La igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo,
religión, raza y nacionalidad, que la democracia burguesa ha
prometido siempre y en todas partes, pero que no ha dado en ningún
sitio ni ha podido dar debido a la dominación del capitalismo, la
realiza inmediatamente y con toda plenitud el Poder soviético, o
sea, la dictadura del proletariado, pues eso únicamente puede
hacerlo el poder de los obreros, que no están interesados en la
propiedad privada sobre los medios de producción ni en la lucha por
repartirlos una y otra vez.
16. La
vieja democracia, es decir, la democracia burguesa y el
parlamentarismo fueron organizados de tal modo, que precisamente las
masas trabajadoras se vieran más apartadas que nadie del aparato de
gobernación. El Poder soviético, es decir la dictadura del
proletariado está organizado por el contrario de modo que acerca a
las niasas trabajadoras al aparato de gobernación. El mismo fin
persigue la unión del poder legislativo y el poder ejecutivo en la
organización soviética del Estado y la sustitución de las
circunscripciones electorales territoriales por entidades de
producción, como son las fábricas.
17. El
ejército ha sido un aparato de opresión no sólo en las monarquías.
Sigue siéndolo también en todas las repúblicas burguesas, incluso
en las más democráticas. Sólo el Poder soviético, organización
estatal permanente precisamente de las clases oprimidas antes por el
capitalismo, está en condiciones de acabar con la subordinación del
ejército al mando burgués y de fundir efectivamente al proletariado
con el ejército, de llevar efectivamente a cabo el armamento del
proletariado y el desarme de la burguesía, sin lo que es imposible
la victoria del socialismo.
18. La
organización soviética del Estado está adaptada al papel dirigente
del proletariado, la clase más concentrada e ilustrada por el
capitalismo. La experiencia de todas las revoluciones y de todos los
movimientos de las clases oprimidas y la experiencia del movimiento
socialista mundial nos enseñan que sólo el proletariado es capaz de
reunir y llevar tras de sí a las capas dispersas y atrasadas de la
población trabajadora y explotada.
19. Sólo
la organización soviética del Estado puede en realidad demoler de
golpe y destruir definitivamente el viejo aparato> es decir, el
aparato burocrático y judicial burgués, que se ha mantenido y debía
inevitablemente mantenerse bajo el capitalismo, incluso en las
repúblicas más democráticas, siendo, de hecho, la mayor traba para
la realización de la democracia para los obreros y los trabajadores.
La Comuna de Paris dio el primer paso de importancia histórica
mundial por ese camino, y el Poder soviético, el segundo.
20. La
destrucción del poder del Estado es un fin que se han planteado
todos los socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos, Marx. La
verdadera democracia, es decir, la igualdad y la libertad, es
irrealizable si no se alcanza ese fin. Pero a él sólo lleva
prácticamente la democracia oviética, o proletaria, pues, al
incorporar las organizaciones de masas de los trabajadores a la
gobernación permanente e ineludible del Estado, empieza a preparar
inmediatamente la extinción completa de todo Estado.
21. La
bancarrota absoluta de los socialistas que se han reunido en Berna,
su absoluta incomprensión de la nueva democracia, es decir, de la
democracia proletaria, se ve particularmente en lo que sigue. El 10
de febrero de 1919, Branting cerró en Berna la Conferencia de la
Internacional amarilla. El 11 de febrero del mismo año, Die
Freiheit, periódico que editan en Berlín los adeptos de dicha
Internacional, publicó un llamamiento del partido de los
"independientes al proletariado. En este llamamiento se reconoce
el carácter burgués del Gobierno Scheidemann, se reprocha a éste
el deseo de abolir los Soviets, a los que se llama Täger und
Schützer der Revolution --portadores y defensores de la revolución--
y se propone legalizar los Soviets, concederles derechos estatales,
concederles el derecho de suspender las decisiones de la Asamblea
Nacional, sometiéndolas a votación de todo el pueblo.
Esa
propuesta es la plena bancarrota ideológica de los teóricos que
defendían la democracia y no comprendían su carácter burgués. La
ridícula tentativa de unir el sistema de los Soviets, es decir, la
dictadura del proletariado, con la Asamblea Nacional, es decir, la
dictadura de la burguesía, desenmascara por completo la indigencia
mental de los socialistas y socialdemócratas amarillos, su carácter
político reaccionario, propio de pequeños burgueses, y sus cobardes
concesiones a la fuerza, en crecimiento incontenible, de la nueva
democracia, de la democracia proletaria.
22.
Al condenar el bolchevismo, la mayoría de la Internacional amarilla
de Berna, que no se ha atrevido a votar formalmente la
correspondiente resolución por miedo a las masas obreras, ha
procedido acertadamente desde el punto de vista de clase.
Precisamente esta mayoría se solidariza por entero con los
mencheviques y los socialistas~revolucionarios rusos y con los
Scheidemann en Alemania. Los mencheviques y los socialrevolucionarios
rusos, al quejarse de que los bolcheviques los persiguen, intentan
ocultar que eso ocurre porque participan en la guerra civil al lado
de la burguesía, contra el proletariado. De la misma manera, los
Scheidemann y su partido han demostrado ya en Alemania que participan
de la misma manera en la guerra civil al lado de la burguesía,
contra los obreros.
Es
completamente natural, por ello, que la mayoría de los hombres de la
Internacional amarilla de Berna se haya pronunciado por la
condenación de los bolcheviques. Eso no ha sido la defensa de la
"democracia pura", sino la autodefensa de gentes que saben
y perciben que en la guerra civil se encuentran al lado de la
burguesía, contra el proletariado.
Por
eso, desde el punto de vista de clase, no puede por menos de
reconocerse acertada la decisión de la mayoría de la Internacional
amarilla. El proletariado debe afrontar sin temor a la verdad y sacar
de ello todas las conclusiones políticas pertinentes.
Camaradas:
Yo quisiera añadir alguna cosa más a los dos últimos puntos. Creo
que los camaradas que deben informarnos de la Conferencia de Berna
nos hablarán de ello con mayor detalle.
En
toda la Conferencia de Berna no se ha dicho ni una sola palabra sobre
la importancia del Poder soviético. En Rusia llevamos ya dos años
discutiendo esta cuestión. En abril de 1917, en la Conferencia del
partido, planteamos ya teórica y políticamente la cuestión "¿Qué
es el Poder soviético, cuál es su contenido, en qué consiste su
importancia histórica?" Llevamos casi dos años discutiendo
esta cuestión, y en el Congreso de nuestro partido hemos adoptado
una resolución al respecto[2].
El
Freiheit, de Berlín, publicó el 11 de febrero un llamamiento al
proletariado alemán, firmado no sólo por los líderes de los
socialdemócratas idependientes de Alemania, sino también por todos
los miembros de su minoría parlamentaria. En agosto de 1918, el
mayor teórico de los independientes, Kautsky, declaró en su folleto
La dictadura del proletariado que era partidario de la democracia y
de los organismos soviéticos, pero que los Soviets debían tener
únicamente un carácter de gestión económica y no debían
reconocerse, de ningún modo, como organizaciones estatales. Kautsky
repite lo mismo en los números de Freiheit del 11 de noviembre y del
12 de enero. El 9 de febrero apareció un artículo de Rudolf
Hilferding, también considerado como una gran autoridad teórica de
la II Internacional. Hilferding propone unir el sistema de los
Soviets con la Asamblea Nacional por vía jurídica, a través de la
1egislación del Estado. Eso ocurrió el 9 de febrero. El 11 del
mismo mes, dicha propuesta fue aceptada por todo el partido de los
independientes y publicada en forma de llamamiento.
A
pesar que la Asamblea Nacional ya existe, incluso después de que la
"democracia pura" ya es un hecho y que los mayores teóricos
de los socialdemócratas independientes han declarado que las
organizaciones soviéticas no deben ser organizaciones estatales, ¡a
pesar de todo eso, vuelven a vacilar! Ello demuestra que, en
realidad, esos señores no han comprendido nada del nuevo movimiento
ni de las condiciones de su lucha. Pero, además, Demuestra otra
cosa: que debe haber condiciones, causas que motiven esa vacilación.
Después de todos estos acontecimientos, después de casi dos años
de revolución triunfante en Rusia, cuando se nos ofrecen
resoluciones como Las adoptadas en la Conferencia de Berna, en las
que no de dice nada de los Soviets ni de su importancia; cuando vemos
que en esa Conferencia ningún delegado ha dicho siquiera una palabra
sobre el particular en sus discursos, podemos afirmar con todo
derecho que como socialistas y como teóricos, todos esos senores han
muerto para nosotros.
Pero
practicamente desde el punto de vista de la política, eso es
camaradas una demostracion de que entre las masas se está
produciendo un gran viraje, pues, de otro modo, esos independientes
que estaban en teoría y por Principio contra estas organizaciones
estatales, no hubieran propuesto de buenas a primeras una necedad
como es unir "pacíficamente" la Asamblea Nacional con el
sistema de los Soviets, es decir, unir la dictadura de la burguesía
con la dictadura del proletariado. Somos testigos de que todos ellos
están en bancarrota como socialistas y como teóricos y del enorme
cambio que se está produciendo en las masas. ¡Las masas atrasadas
del proletariado alemán se acercan a nosotros, se han unido a
nosotros! Por tanto, la importancia del Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania, lo mejor de la Conferencia de Berna, es,
desde el punto de vista de la teoría y del socialismo, igual a cero;
sin embargo, continúa teniendo cierta importancia, y consiste ésta
en que esos elementos vacilantes nos sirven de indicador del estado
de ánimo de los sectores atrasados del proletariado. En eso, a mi
entender, reside la grandísima importancia histórica de esa
Conferencia. Nosotros hemos vivido algo parecido en nuestra
revolución. Nuestros mencheviques recorrieron casi exactamente el
mismo camino de desarrollo que los teóricos de los independientes en
Alemania. Al principio, cuando tenían la mayoría en los Soviets, se
pronunciaban por éstos. Entonces no se oía más que gritar: "¡Vivan
los Soviets!" "¡Por los Soviets!" "¡Los Soviets
son la democracia revolucionaria!" Cuando los bolcheviques
conquistamos la mayoría en los Soviets, entonaron otra canción,
diciendo que los Soviets no debían existir paralelamene a la
Asamblea Constituyente; y distintos teóricos mencheviques hacían
propuestas casi idénticas, como la de unir el sistema de los Soviets
con la Asamblea Constituyente e incluirlos en la organización
estatal. Esto revela, una vez más, que el curso general de la
revolución proletaria es igual en todo el mundo. Primero la
formación espontánea de los Soviets, luego su extensión y
desarrollo, más tarde se plantea prácticamente la cuestión:
Soviets o Asamblea Nacional, o Asamblea Constituyente, o
parlamentarismo burgués; completo desconcierto entre los líderes y,
por último, la revolución proletaria. Pero yo creo que después de
casi dos años de revolución no debemos plantear la cuestión así,
sino que debemos tomar acuerdos concretos, ya que la extensión del
sistema de los Soviets es para nosotros, y particularmente para la
mayoría de los países de Europa Occidental, la más importante de
las tareas.
Quisiera
citar aquí una resolución, una sola resolución de los
mencheviques. Pedí al camarada Obolenski que la tradujera al alemán.
Me prometi6 que lo haría, pero, desgraciadamente, no está aquí.
Trataré de reproduciría de memoria, pues no tengo a mano el texto
íntegro.
A
un extranjero que no haya oído nada del bolchevismo le será muy
difícil hacerse una idea de nuestras cuestiones litigiosas. Todo lo
que afirman los bolcheviques lo discuten los mencheviques, y
viceversa. Naturalmente, en tiempos de lucha no puede ser de otro
modo, por ello tiene gran importancia que la última Conferencia del
partido de los mencheviques, celebrada en diciembre de 1918, aprobara
una extensa y detallada resolución, que fue publicada íntegra en la
Gazeta Pechátnikov, periódico menchevique. En esa resolución, los
propios mencheviques exponen cocisamente la historia de la lucha de
clases y de la guerra civil. La resolución dice que ellos condenan a
los grupos de su partido que están aliados a las clases poseedoras
en los Urales, en el Sur, en Crimea y en Georgia, y se enumeran estas
zonas. La resolución condena a los grupos del partido menchevique
que, aliados a las clases poseedoras han luchado contra el Poder
soviético; el último punto condena también a los que se han pasado
a los comunistas. De aquí se desprende que los mencheviques se ven
obligados a confesar que en su partido no hay unidad y que están
unos al lado de la burguesía y otros al lado del proletariado. La
mayor parte de los mencheviques se pasó al lado de la burguesia y
durante la guerra civil combatió contra nosotros. Naturalmente
nosotros perseguimos a los mencheviques e incluso los fusilamos,
cuando participan en la guerra que se nos hace, combaten contra
nuestro Ejército Rojo y fusilan a nuestros jefes militares rojos. A
la guerra de la burguesia respondimos con la guerra del proletariado:
no puede haber otra salida. Así, pues, desde el punto de vista
politico todo eso no es mas que hipocresía menchevique.
Históricamente no se comprende como en la Confererencia de Berna,
hombres que no han sido declararados dementes oficialmente, pudieron,
por encargo de los mencheviques y los socíairevolucionarios, hablar
de la lucha de los bolcheviques contra ellos, pero silenciar que
ellos, unidos a la burguesía, luchan contra el proletariado.
Todos
ellos nos atacan encarnizadamente pues nosotros los perseguimos. Eso
es cierto. ¡Pero no dicen ni una sola palabra sobre su participacion
en la guerra civil! Creo que debo facilitar para el acta el texto
integro de la resolución, y ruego a los camaradas extranjeros que le
presten atención, pues es un documento historico que plantea
acertadamente el problema y ofrece los mejores elementos de juicio
para apreciar el litigio entre las tendencias "socialistas"
en Rusia. Entre el proletariado y la burguesía existe gente que ora
se clina a un lado, ora al otro; así ha sido siempre en todas las
revoluciones y es absolutamente imposible que en la sociedad
capitalista donde el proletariado y la burguesía forman dos campos
hostiles, no existan entre ellos capas intermedias. La existencia de
esos elementos vacilantes es históricamente inevitable, y,
desgraciadamente, esos elementos, que no saben ellos mismos al lado
de quién van a luchar mañana, seguirán existiendo mucho tiempo
todavía.
Quiero
hacer una propuesta práctica, que consiste en que aprobemos una
resolución en la que deben destacarse especialmente tres puntos.
Primero: Una
de las tareas más importantes para los camaradas de los países de
Europa Occidental consiste en aclarar a las masas la significación,
la importancia y la necesidad del sistema de los Soviets. Se observa
que no existe la suficiente comprensión de este problema. Si bien es
verdad que Kautsky e Hilferding 1han fracasado como teóricos, los
últimos artículos publicados en Freiheit demuestran, sin embargo,
que reflejan fielmente el estado de ánimo de las capas atrasadas del
proletariado alemán. En Rusia pasó lo mismo: en los primeros ocho
meses de la revolución rusa, el problema de la organización
soviética se discuti6 muchísimo, y para los obreros no estaba claro
en qué consistía el nuevo sistema ni si se podría formar el
aparato del Estado a base de los Soviets. En nuestra revolución,
nosotros no avanzamos por el camino de la teoría, sino por el camino
de la práctica. Por ejemplo, la cuestión de la Asamblea
Constituyente no la planteábamos antes teóricamente y no decíamos
que no reconocíamos la Asamblea Constituyente. Sólo más tarde,
cuando las organizaciones soviéticas se extendieron por todo el país
y conquistaron el poder político, fue cuando nos resolvimos a
disolver la Asamblea Constituyente. Ahora vemos que en Hungría y
Suiza, la cuestión se plantea de modo mucho más agudo. De una
parte, eso está muy bien, pues nos da la firme seguridad de que la
revolución avanza más rápidamente en los países de Europa
Occidental y nos traerá grandes victorias. De otra parte, ello
encierra cierto peligro: concretamente el de que la lucha sea tan
vertiginosa, que la conciencia de las masas obreras quede a la zaga
del desarrollo. Incluso ahora, la importancia del sistema de los
Soviets no está todavía clara para grandes masas de obreros
alemanes instruidos políticamente, pues han sido educados en el
espíritu del parlamentarismo y en los preluicios burgueses.
Segundo: Sobre
la extensión del sistema de los Soviets. Las noticias de la rapidez
con que se propaga la idea de los Soviets en Alemania e incluso en
Inglaterra son para nosotros una importantísima demostración de que
la revolución proletaria ha de vencer. Unicamente por breve tiempo
puede detenerse su marcha. Otra cosa es cuando los camaradas [M.]
Albert y [Federico] Platten nos declaran que entre los aboreros
agrícolas y los pequeños campesinos de sus aldeas apenas si hay
Soviets. He leído en Rote Fahne un artículo contras los Soviets
campesinos, pero, muy acertadamente, en favor de los Soviets de
jornaleros y campesinos pobres.[3] La burgesía y sus lacayos, como
Scheidemann y Cía., ya han lanzado la consigna de Soviets
campesinos. Pero lo que necesitamos nosotros son Soviets de
jornaleros y campesinos pobres. Sin embargo por los informes de los
camaradas Albert, Platten y otros colegimos que, excepto en Hungría,
se hace muy poco desgraciadamente para la propagación del sistema
sovietico en el campo. En ello reside, quizá, el peligro, aun real y
bastante considerable, de que el proletariado alemán no pueda
conquistar la vicctoria segura. La victoria podrá considerarse
garantizada únicamente cuando no solo estén organizados los obreros
de la ciudad, sino tambien los proletarios del campo, y, además, no
organizados como antes, en sindicatos y cooperativas, sino en
Soviets. A nosotros nos fue más fácil conseguir la victoria porque
en octubre de 1917 marchábamos con el campesinado, con todo el
campesinado. En este sentido, nuestra revolución era entonces
burguesa. El primer paso de nuestro Gobierno proletario fue reconocer
en la ley, promulgada por él al día siguiente de la revolución, el
26 de octubre de 1917 (segun el viejo calendario), las viejas
reivindicaciones de todo el campesinado, expresadas ya bajo Kerenski
por los Soviets campesinos y las asambleas rurales. En eso consistía
nuestra fuerza, por eso nos fue tan facil conquistar una mayoría
aplastante. Para el campo, nuestra revolución continuaba siendo una
revolución burguesa. Y solo mas tarde, al cabo de seis meses, nos
vimos obligados en el marco de la organización del Estado, a
comenzar en las aldeas la lucha de clases, a instituir en cada aldea
comites de campesinos pobres, de semiproletarios, y a luchar
sistematicamente contra la burguesía rural. En Rusia eso fue
inevitable, dado su atraso. En Europa Occidental las cosas se
producirán de modo diferente y por eso debemos subrayar que es
absolutamente necesaria la propagación del sistema de los Soviets,
en formas pertinentes, quizás nuevas, también entre la población
rural.
Tercero: Debemos
decir que la conquista de una mayoría comunista en los Soviets
constituye la tarea fundamental en todos los países en los que el
Poder soviético aún no ha vencido. Nuestra comisión redactora de
las resoluciones discutió ayer este problema. Quizás otros
camaradas hablen todavía de ello, pero yo quisiera proponer que
estos tres puntos se adopten como resolución especial. Naturalmente,
no estamos en condiciones de prescribir el camino que ha de seguir el
desarrollo. Es muy probable que la revolución llegue muy pronto en
muchos países de Europa Occidental, pero nosotros, como parte
organizada de la clase obrera, como partido, tendemos y debemos
tender a lograr la mayoría en los Soviets. Entonces estará
garantizada nuestra victoria, y no habrá fuerza capaz de emprender
nada contra la revolución comunista. De otro modo, la victoria no se
conseguirá tan fácilmente ni será duradera. Así, pues, yo
quisiera proponer que se aprueben estos tres puntos como resolución
especial.
NOTAS
1.
Del 3 al 10 de febrero de 1919, en Berna - Suiza, se celebró la
primera conferencia de partidos chovinistas y centristas con la
intención de reconstituir la II Internacional luego de su bancarrota
durante la I Guerra Mundial. El problema principal que se discutión
en la conferencia fue el de la democracia y la dictadura. En la
resolución aprobada por los delegados, se aplaude la revolución en
Rusia, Alemania y Hungria, a la vez que se condena la dictadura del
proletariado y se elogia la democracia burguesa.]
2.
Lenin hace referencia al acuerdo del VII Congreso Extraordinario del
Partido Comunista (bolcheviques) de Rusia, realizado del 6 al 8 de
marzo de 1918, sobre el cambio de nombre del partido y su programa.
Ver:
"Informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre
del partido. 8 de marzo." en V. I. Lenin, Discursos pronunciados
en los congresos del Partido (1918 - 1922)(Moscú: Editorial
Progreso, 1976), págs. 38-51. Correspondiente a las págs. 102-114
del T. 27 de las Obras Completas.
3.
Lenin alude al artículo de Rosa Luxemburgo, "Der Anfang"
("El comienzo"), en el núm. 3, 18 de noviembre de 1918, de
Die Rote Fahne ("La Bandera Roja"), periódico central de
los espartaquista y, más tarde, órgano central del Partido
Comunista de Alemania.