LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

martes, 14 de agosto de 2012

El marxismo-leninismo y los ideales de progreso social


Una parte importante de las concepciones de la clase obrera la forman los ideales de progreso social, sus nociones acerca de los fines de la lucha del proletariado y de la sociedad que habrá de ser construida como consecuencia de esta lucha.
Los servidores de la burguesía en el campo de las ideas, siempre movidos por su deseo de debilitar la fuerza de atracción del marxismo, se han esforzado por deformar y falsificar la visión que los marxistas tienen del progreso social. De hacerles caso, habremos de pensar que la concepción del proletariado no tiene nada que ver con el humanismo, la civilización, la libertad individual y la felicidad de los hombres. Estos sublimes ideales, dicen y repiten los críticos del marxismo, son orgánicamente ajenos al materialismo, el cual no advierte nada que no sean las "bajas" necesidades materiales.
Tales afirmaciones son una malintencionada caricatura del marxismo, una especulación desvergonzada con las nociones filisteas acerca del materialismo. Burlándose de tales ideas, escribía Engels que el filisteo comprende como materialismo "la gula, la embriaguez, la vanidad y los placeres de la carne; la codicia, la avaricia, la avidez, la ganancia, las trapacerías de la Bolsa; en resumen, todos los sucios vicios a que él mismo se entrega en secreto". El materialismo marxista no tiene nada de común con semejantes caricaturas. La mejor prueba de que esto es así es que los materialistas más consecuentes, los comunistas, han demostrado ser luchadores abnegados por los altos ideales sociales, por la libertad, la independencia y la felicidad del pueblo, como jamás conoció ninguno otro de los movimientos de que la historia tiene noticia. Ciertamente, a diferencia de los ideólogos de las clases acomodadas, que nunca conocieron la necesidad y las privaciones, los marxistas estiman que es imposible hablar de la felicidad humana mientras las masas vivan en la miseria y experimenten hambre y privaciones. Esto no significa en modo alguno, sin embargo, que para ellos el fin único y exclusivo del progreso social esté en vestir y alimentar a todos los miembros de la sociedad, en ponerlos a salvo de las necesidades. Los ideales marxistas del progreso social son incomparablemente más amplios y valiosos. Abarcan todas las esferas de la vida social, y no sólo la economía, la política, la cultura y la moral, y su encarnación es la sociedad comunista. La construcción del comunismo -sociedad en la que se acabará de una vez para siempre con la propiedad privada, con la explotación y con la existencia misma de las clases y del Estado- podía proponérsela únicamente la clase obrera. Esto no significa que sean ideales privativos de la clase obrera rasgos de la sociedad socialista y comunista como el bienestar general, la igualdad de derechos de las naciones, la paz entre los pueblos, la libertad política y la democracia, la prosperidad de la cultura, las relaciones de colaboración fraternal entre los hombres y los pueblos, el desarrollo de la persona en todos los órdenes, etc. Tales ideas las comparten todos los trabajadores, todos los hombres progresistas, la inmensa mayoría de la humanidad.
Esto no puede asombrarnos. Los ideales sociales -las nociones que los hombres tienen acerca de los fines supremos de su actividad y de un porvenir de felicidad- tienen sus raíces, como todas las ideas, en las condiciones sociales de la vida. Y dentro de la sociedad de explotación, estas condiciones condenan a calamidades de todo género no sólo a los obreros, sino a la totalidad de los trabajadores. Y de ahí que, inevitablemente, los obreros y trabajadores en general se sientan unidos por un gran número de deseos y aspiraciones. La propia vida, la experiencia cotidiana, les muestra qué vicios han de ser suprimidos en la sociedad para que los hombres conozcan una existencia libre y dichosa. Las semejanzas en cuanto a las condiciones de vida nos explican y definen la continuidad que se observa entre los ideales de la moderna clase obrera y los que alimentaron las masas trabajadoras en otros tiempos. En uno y otro caso, sus ideales se fraguaron en la lucha de clase con los explotadores, en la defensa de los intereses del trabajador. El marxismo, señalaba Lenin, no es la doctrina de una secta aparecida al margen del camino que la civilización mundial sigue en su desarrollo. Esto no se refiere sólo a la filosofía y la economía política marxista, en las que se resume y plasma todo el desarrollo mundial de la ciencia, sino también a los ideales marxistas de progreso social. En ellos toma cuerpo todo lo mejor y progresivo que había en los ideales de las masas trabajadoras y clases avanzadas del pasado. El socialismo y el comunismo son la realización de los más nobles ideales a que la humanidad aspiró en su difícil camino. Esto, se comprende, no significa que los ideales marxistas sean el compendio de todos los ideales de las clases trabajadoras del pasado y del presente. En las nociones de las clases trabajadoras no proletarias sobre la sociedad perfecta había y hay bastantes elementos falsos y utópicos, que la clase obrera no puede aceptar y que el marxismo-leninismo hubo de rechazar o, en todo caso, revisar con un espíritu crítico. La característica principal del ideal marxista del progreso social es que no descansa en buenos deseos, sino en la previsión científica de las fases consecutivas de desarrollo de la sociedad. La teoría marxista, basada en la comprensión profunda de las leyes que rigen el desenvolvimiento de la sociedad, convierte el secular anhelo de un futuro mejor, de una vida justa, en el conocimiento firme de la fase de desarrollo de la sociedad a que indefectiblemente conducen las leyes de la historia, el proceso objetivo de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, y el proceso de desarrollo de la lucha de clases en la sociedad contemporánea.
Cabría preguntar por qué las leyes de la historia, que hasta ahora habían conducido simplemente a la sustitución de unas formas de explotación y opresión por otras, han abierto ahora repentinamente horizontes que permiten ver cumplidos los mejores anhelos y esperanzas de los hombres. ¿A qué se debe esto? ¿A una feliz coincidencia? ¿A una casualidad? No, no se trata de ninguna casualidad. Como ya decíamos anteriormente, los sueños de los trabajadores, que aspiraban a un porvenir de felicidad, tenían una base material, eran producto de las condiciones de su vida en una sociedad de explotación. Los ideales sociales de las clases trabajadoras siempre se refirieron, de una manera o de otra, al deseo de ver liberados a los hombres del fardo y de las calamidades que el régimen de explotación les imponía. Por eso, en el momento en que las leyes del desarrollo social colocan en el orden del día la supresión de este régimen, la realización de los ideales de la clase obrera y de los trabajadores en general se convierte en posible y necesaria; lo que antes era una aspiración utópica se trueca en previsión científicamente argumentada. "Dondequiera que miremos -escribe Lenin-, a cada paso nos encontramos con tareas que la humanidad está perfectamente en condiciones de cumplir inmediatamente. Lo impide el capitalismo, que ha acumulado montañas de riquezas y ha convertido a los hombres en esclavos de estas riquezas. Ha resuelto los más complicados problemas de la técnica y frena la aplicación de los adelantos técnicos a causa de la miseria e ignorancia de millones de seres, por la obtusa avaricia de un puñado de millonarios. "La civilización, la libertad y la riqueza hacen pensar bajo el capitalismo en el rico que se atraca, que se pudre en vivo y que no permite vivir a lo que es joven.
"Pero lo joven crece y vencerá a pesar de todo." Estas palabras de Lenin han sido confirmadas por la historia. Podemos ver cómo en la sociedad socialista se materializó ya mucho de lo que hace largo tiempo constituía la aspiración de los trabajadores. El triunfo del socialismo ha puesto fin para siempre a la explotación del hombre por el hombre, a la opresión nacional y a la miseria de las masas, brinda posibilidades como jamás se conocieron para la expansión del individuo, para la ampliación de la democracia, etc. Otros ideales sociales del marxismo, que recogen los seculares anhelos del pueblo y de sus más eximios pensadores, se verán realizados con el comunismo, cuando los hombres alcancen un dominio incomparablemente mayor sobre las fuerzas de la naturaleza y del desarrollo social. La experiencia histórica ha demostrado ya que la supresión del régimen de explotación da cuerpo y realidad a esos ideales.
De ahí, entre otras cosas, la enorme atracción que los ideales socialistas y comunistas de la clase obrera ejercen sobre las más grandes masas del pueblo y sobre todos los hombres progresistas, cualquiera que sea la posición social que ocupen. Crece sin cesar el número de quienes aceptan esos ideales, de quienes llegan a la convicción de que en ellos se traza la única vía que realmente puede conducir al logro de los anhelos y esperanzas de todos los trabajadores. Incluso muchos dirigentes de la burguesía reaccionaria, por duros de cabeza que sean, empiezan a comprender que esto, y no las "conspiraciones" que en todo momento se atribuyen a los comunistas, es la causa de los gigantescos éxitos que acompañan a las fuerzas del progreso y del socialismo; que, por tanto, al comunismo únicamente se le puede combatir con "ideas constructivas" y con "elevados ideales". Pero la burguesía reaccionaria no tiene ni puede tener ideales capaces de ganarse a las grandes masas del pueblo. De ahí que recurra al fraude directo y trate de poner en circulación los ideales democrático- burgueses de su juventud revolucionaria -que le son ajenos y que ella misma ha traicionado- o ideales robados a la lucha que los trabajadores sostienen por su emancipación. Democracia, humanismo, libertad, civilización y paz son palabras que en nuestros días no dejan de manejar los propagandistas burgueses, aunque la historia ha demostrado que el imperialismo es el peor enemigo de la paz y de los derechos de los pueblos, de la libertad y la democracia, del humanismo y de la civilización. Los partidos comunistas y obreros combatieron siempre tales propósitos de engañar al pueblo y de presentar como "perfectos" los inhumanos métodos del régimen de explotación. Esta lucha de los comunistas se ha tratado de presentar por los adversarios del marxismo como una acción contraria a los ideales que profesa la mayoría de la humanidad. Pero sus afirmaciones no pasan de ser una mentira y una calumnia evidentes. Cuando los comunistas denuncian la falsedad de la democracia burguesa no dejan de ser defensores convencidos de los ideales democráticos. Si se muestran contra la democracia burguesa es porque aspiran a una democracia auténtica, a la democracia para el pueblo, que sólo puede ser conquistada suprimiendo el régimen de explotación. Cuando denuncian la falsedad del humanismo burgués, no combaten el humanismo en general, sino que propugnan un humanismo auténtico, que es el que encarna el comunismo. De la misma manera, cuando critican el individualismo burgués y se muestran partidarios del colectivismo, los comunistas no rebajan el valor, la dignidad y la libertad del individuo; lo único que hacen es rechazar la oposición de la persona a la colectividad, a las masas populares; rechazan el derecho de la "personalidad" burguesa a desarrollarse a costa de cientos y de miles de otros seres.
La crítica que los partidos comunistas y obreros hacen de la propaganda reaccionaria, cuando ésta trata de hacer atrayentes las cadenas de la opresión y la explotación capitalistas, significa una valiosa
aportación a la lucha en pro de los ideales del progreso social. "La crítica -escribía Marx- no ha quitado de las cadenas las falsas flores que las adornaban para que la humanidad siga llevando esas cadenas en una forma desprovista de todo placer y alegría, sino para que se las sacuda y tienda la mano hacia la flor."
En nuestra época se abre ante el mundo el camino real hacia la consecución de los mejores ideales de luz con que soñaron los más ilustres pensadores de la humanidad. Este camino es el de la transformación de la sociedad según los principios del socialismo y, luego, del comunismo.

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