LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

domingo, 3 de octubre de 2010

La industria mediática: El derecho a “pensar” diferente, equivale a “pensar” como ell@s:


Por Dax Toscano
Uno de los mitos en los que sustenta su discurso la industria mediática es el de la libertad de expresión. Lo que ocultan es que en la realidad la libertad de expresión, tan pregonada por los detentadores del poder, existe únicamente para quienes tienen el acceso directo a los medios de comunicación y para quienes reproducen las ideas afines a sus intereses; mientras que a los colectivos se les ha pretendido convertir en receptores pasivos de lo que se decide en los consejos editoriales o en las oficinas de producción que forman parte de la estructura burocrática-administrativa de esa industria mediática.
A través de esa construcción fantástica procuran presentar como parte de un mismo equipo, con iguales intereses, a quienes son dueños de los medios de ―comunicación y al público en general. ―¡Somos una familia! es el slogan que utilizan para hacer sentir a las personas su pertenencia a cualquier medio.
En la práctica, el ―derecho a pensar diferente esgrimido por las y los periodistas serviles, equivale a que la gente ―piense, o con mayor precisión, crea en lo que ellas y ellos creen. Porque lo que menos interesa a las y los propietarios de los medios, sus administradores y esclavos felices que ejercen un periodismo rastrero, es que la gente piense y reflexione sobre la realidad. Credo quia absurdum (Creo porque es absurdo), decía Tertuliano. Eso es lo que la industria mediática quiere que las personas hagan, porque no les importa, en absoluto, que se conozcan las causas reales de los problemas sociales, de la injusticia, de la pobreza, de las guerras, etc.
Por ello, cualquier intento de afectar los intereses de quienes tienen el control de esas industrias mediáticas genera una reacción bestial de sus serviles empleados que, en cumplimiento fiel de las órdenes de sus amos, ponen en práctica un sinnúmero de recursos y técnicas propagandísticas con el objetivo de ganarse el consenso de la gente, a la que intentan convencer diciéndoles que se les está quitando la posibilidad de gozar de un medio, de un espacio donde las y los miembros de la sociedad puedan expresar su voz, cuando en la realidad lo que sucede es que son quienes poseen los recursos económicos, la tecnología y la posibilidad legal de tener un medio de comunicación, los beneficiarios de la libertad de expresar lo que les conviene.
Las y los periodistas indignos, al servicio de los grupos de poder político y económico, que se autoproclaman como voceros del pueblo, son quienes van a defender a sus amos para no perder sus privilegios y los espacios mediáticos donde aparecen como ―figuras emblemáticas de un país.
Serviles como son, levantarán su voz de protesta contra todas y todos quienes osen atentar contra el sagrado derecho de la libertad de empresa, es decir, contra la propiedad privada.
Los dueños de los medios, por su parte, hacen lo suyo a través de entidades creadas para atacar a todo proceso que pretenda poner en manos de los colectivos los medios de comunicación o que trate de establecer un sinnúmero de parámetros para que se elaboren productos comunicacionales, periodísticos adecuados para la niñez y la juventud, primordialmente.
El imperialismo y la burguesía mundial se lanzan a imponer la visión estrecha que tienen sobre la libertad de expresión como criterio de validez absoluta, que no puede ser cuestionado o criticado. Esto forma parte de la estrategia de los ideólogos y propagandistas imperialistas-burgueses para imponer los ejes temáticos sobre las cuales se debe discutir en la sociedad, logrando muchas veces que los colectivos caigan en este juego al dejar de lado el estudio de otros hechos, permitiendo de ésta manera también que sean los grupos de poder los que controlen la dinámica de la información y de la comunicación.
Para justificar sus propósitos se valen de organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y Reporteros Sin Fronteras, las cuales están subordinadas y financiadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Es común leer o escuchar a las y los periodistas serviles repetir el discurso de la SIP sobre su ―preocupación por los ataques contra la libertad de expresión por parte de los gobiernos progresistas o revolucionarios, como si sus afirmaciones constituyeran palabra sagrada, digna de tomarse en cuenta para poder establecer si en un país se viola o no dicha libertad.
Los adalides de la libertad de expresión reunidos en Buenos Aires, Argentina, con motivo de la 65 Asamblea General de la SIP, acusaron, advirtieron, condenaron y repudiaron la situación que el periodismo (sus empresas y sus lacayos) viven en países con regímenes tan crueles como los de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. La SIP expresó su malestar además por el asesinato de ocho comunicadores en México, tres en Honduras, dos en Guatemala, dos en Colombia y uno en El Salvador, países que, extrañamente, no son los que más preocupan a esta agencia de la CIA en cuanto al panorama del periodismo en la región. Obviamente, no pueden dejar de señalar la existencia de estos asesinatos; pero para la SIP más vale la empresa que el ser humano. Sin ningún pudor, las empresas mediáticas que forman parte de este engendro dieron a conocer los informes y resoluciones tomadas en el cónclave realizado con el exclusivo propósito de atacar a los regímenes que no son afines a sus concepciones político-ideológicas y a sus intereses económicos, presentando lo dicho por la SIP como verdad absoluta.
La victimización de sus empresas forma parte de su campaña propagandista para generar en la opinión pública adhesiones a su causa, que ellos la presentan como la de toda la gente, puesto que lo que estaría en juego, según su discurso manipulador, es que las personas puedan decir lo que quieran.
Con cinismo, Robert Rivard, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP declaró que en los países que son objeto de ataque por parte de ésta organización, ―hay historias desgarradoras de periodistas que se autocensuran como protección para su supervivencia, dando a entender que son los gobiernos de turno los que propician esa situación, mientras los inocentes propietarios de los medios permiten que sus empleados digan, expresen y publiquen lo que quieran.
Cabe preguntar ¿qué sucedería si un periodista en un periódico como el Hoy de Ecuador, publicara una noticia positiva sobre el régimen de Raúl Castro en Cuba o si en el Tiempo de Colombia, algún comunicador dijera algo favorable sobre la insurgencia?
No está demás recordar que la SIP está integrada por los propietarios de los medios y que sus políticas están elaboradas en virtud de lo que a ellos les conviene desde el punto de vista político, ideológico y económico. Todo lo que vaya en contra de sus intereses de clase, debe ser expuesto entonces como una violación a la libertad de expresión.
El periódico ecuatoriano Hoy publicó el 19 de septiembre de 2009 una información con el titular: ―Chávez irradia actitud de intolerancia, en la cual, entre otras cosas, hace referencia a las declaraciones de la SIP, la misma que señala que el presidente venezolano abandera un proceso ―aterrador en América Latina para controlar a la prensa. Ni una palabra del papel de los medios privados venezolanos en el proceso de desestabilización del régimen bolivariano, así como de la destrucción psicológica de la mente de las personas a través de una bien planificada campaña que debe ser calificada como de terrorismo mediático.
El terrorismo mediático tiene como propósito manipular y alienar a la población, generando en ella angustias, ansiedades y miedos, a través de un sinnúmero de mecanismos propagandísticos difundidos por la radio, la televisión, el cine y la Internet, para de esa manera, a su vez, hacer que las personas se mantengan paralizadas o que se exacerben de tal forma que les conduzca a reaccionar con violencia.
Mientras la SIP y RSF manifiestan su constante preocupación por lo que sucede en Venezuela o en Cuba, han sido muy parcos al momento de referirse a la persecución de los medios opuestos al golpismo en Honduras, los cuales han sido constantemente atacados por la dictadura de Micheletti. ¿Será porque, como señala el periodista Jean-Guy Allard, los dueños de los medios privados hondureños, que forman parte de la SIP, estuvieron directamente implicados en el golpe de Estado? Para disimular su apoyo a los golpistas la SIP ha hecho declaraciones tibias sobre lo que sucede con los medios contrarios al régimen de facto, insólitamente a través de uno de los implicados en el golpe el empresario Jorge Canahuati, propietario de El Heraldo y La Prensa. Canahuati Larach, no perdió la oportunidad para defender la libertad de expresión en su país, amenazada por los bandos en disputa, pero sobre todo, por los seguidores de Manuel Zelaya. Es parte de la estrategia propagandista: Sí, es verdad, todos somos malos, pero nuestros enemigos son peores.
De igual manera, organizaciones que se autodefinen como no gubernamentales como la USAID o la NED, pero que en la práctica están financiadas por el gobierno de EE.UU. y sus aparatos de inteligencia, llevan adelante un sinnúmero de acciones propagandísticas para atacar a los gobiernos, organizaciones, movimientos y personalidades que se oponen al papel que desempeña la industria mediática en defensa de los intereses del imperialismo y de la burguesía mundial.
Expertos en la mentira, estas y estos discípulos de Goebbels esconden estos hechos fundamentales con el propósito de que el colectivo piense que los medios le pertenecen y no que son propiedad de un puñado de ricos explotadores. Esa es la matriz discursiva utilizada por falsimedia en Venezuela, Bolivia y Ecuador, principalmente, lo cual forma parte de la estrategia diseñada por el imperialismo norteamericano, aplicada fielmente por cada una de las oligarquías criollas en América Latina como parte de la guerra de cuarta generación que llevan adelante.
Para lograr la fabricación del consenso y la aceptación de lo que ellos proponen, utilizan un sinnúmero de mecanismos para exaltar las emociones, los deseos y las pasiones de las personas con el objetivo de hacerlas presas fáciles del engaño mediático. El Nuevo Herald, libelo experto en mentiras, constantemente publica informaciones sobre la lamentable situación de los disidentes en Cuba, sobre el maltrato, las torturas de que son objeto. Jamás una sola prueba verídica, digna de validez ha sido presentada. Sólo bastan, para que sean válidas sus afirmaciones, los testimonios de los mercenarios publicitados por la propaganda imperialista y contrarrevolucionaria.
La manipulación, dice Vicente Romano, debe entenderse como comunicación de los pocos orientada al dominio de los muchos.Romano señala que:
La manipulación espiritual, como comunicación orientada al dominio ideológico, busca adaptar todo lo posible al sistema social vigente la conciencia y las actividades, incluidas las de su tiempo libre, de la mayoría de la población, en contra de sus intereses objetivos y, por consiguiente, subordinarlas a los intereses minoritarios. Los más deben someter su imagen del mundo, su comprensión de las cosas, sus hábitos de pensamiento, sus sentimientos, sus gustos, en suma, su forma de vida, a los intereses de los menos. La manipulación significa la deformación espiritual del pueblo, privarlo de sus facultades y actividades creadoras.8
Goebbels decía que una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad. La industria mediática pone a su servicio a psicólogos, educadores, cientistas sociales, publicistas, relacionadores públicos, politólogos, matemáticos, curas, astrólogos, modelos de belleza para posibilitar el objetivo trazado: que las personas asuman como suyo el discurso de los poderosos.
Lo peligroso no radica solamente en los contenidos de los productos que elabora la industria mediática, sino en que las personas asuman como creíbles lo que se les presenta.

El papel del pensamiento posmoderno ha sido importante en el reforzamiento del discurso emitido por los poderosos a través de sus medios. Encubierto como un conjunto de ideas progresistas, lo que ha hecho es negar la posibilidad de conocer la realidad histórico-social, considerándola únicamente como un conjunto de relatos, a la vez que niega la lucha de clases y el papel fundamental de la clase trabajadora en los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad capitalista. De igual manera, con un supuesto criterio pluralista, se opone a la unidad de acción revolucionaria al plantear luchas locales, a favor exclusivamente de intereses corporativistas. Para el pensamiento posmoderno ―todo vale, provocando con esto que en el plano cultural se difundan un sinnúmero de producciones sin ningún valor artístico, literario, estético. Lo que predomina es lo banal, lo light.
François Houtart dice:
La crítica principal que se puede hacer a esta corriente es que se trata del mejor conjunto ideológico para el triunfo del capitalismo neoliberal. Es precisamente cuando éste se globaliza como sistema-mundo, que se desarrolla una teoría de la negación de todo sistema, el relativismo cultural de abandono de la coherencia. Nada puede ser mejor para legitimar la realidad política de un mundo dominado por un sistema económico preciso.9
Otro de los mecanismos utilizados por los sectores que detentan el poder dentro de ésta estrategia para ―fabricar el consenso es la puesta en práctica de lo que se denomina como ―guerra psicológica de baja intensidad, en la cual se utilizan todo tipo de recursos políticos, militares, económicos, ideológicos, culturales, informativos y propagandísticos para imponerse sobre las fuerzas revolucionarias.
Pedro Luis Sotolongo señala que:
La funcionalidad estratégica de semejante ―guerra cultural de baja intensidad es la de contrarrestar la resistencia contra aquélla explotación por parte de los más rebeldes con la apatía de ―los más conformes y la de neutralizar la exclusión de las mayorías ―invisivilizándola tras la apariencia de incluirlas culturalmente y tras la inclusión real de las minorías-élites en cada lugar; minorías que pasan a pensar, sentir y vivir como primer-mundistas, impasibles ante el mar de miseria y exclusión de sus coterráneos (de quiénes ya no se sienten tales, pues ellos ―están incluidos) que les rodea.
La funcionalidad sistémica de esa ―guerra cultural de baja intensidad es la necesidad de reciclar culturalmente a aquéllos (que van siendo poblaciones cada vez más vastas) que, por la creciente concentración y centralización de los capitales (tanto nacional como internacionalmente) y el dominio del capital financiero especulador e improductivo, no les son necesarios ya y que por lo tanto, al no necesitar ni siquiera reciclarlos económicamente extrayéndoles plusvalía, simplemente los excluye, pero sigue necesitando su consenso.
Descontextualizar, engañar, falsificar, mentir sobre lo que realmente acontece en la realidad social objetiva, son algunos de los recursos puestos en acción por los propagandistas del imperialismo y las oligarquías para lograr sus fines. Para ellos no interesa que los fines y los medios para alcanzarlos, sean éticamente inaceptables. Lo importante es defender el status quo. Eso es lo que la industria mediática llama libertad de expresión, arrogándose el derecho de mentir con el noble propósito, como lo señaló Platón en su época, de lograr el bienestar público
El manejo mediático-propagandístico que se ha hecho por parte de la administración estadounidense y el régimen colombiano sobre la presencia de siete bases militares gringas en Colombia, evidencia el cinismo con que los gobernantes de esos países actúan al pretender engañar al mundo que en territorio del hermano país no se asentarán dichas bases, sino que solamente se dará asesoría técnica por parte de EE.UU. para continuar la lucha contra la insurgencia y las mafias del narcotráfico. Fidel en su reflexión titulada ―Es la hora del recuento y de la marcha unidad desenmascara las pretensiones del imperialismo y la subordinación de Uribe a las mismas: El único propósito de Estados Unidos con esas bases, es poner América Latina al alcance de sus tropas en cuestión de horas. La alta jerarquía militar de Brasil recibió con verdadero desagrado la noticia sorpresiva del acuerdo sobre la instalación de bases militares de Estados Unidos en Colombia. La base de Palanquero está muy cerca de la frontera con Brasil. Con esas bases, unidas a las de las Islas Malvinas, Paraguay, Perú, Honduras, Aruba, Curazao y otras, no quedaría un solo punto del territorio de Brasil y del resto de América del Sur fuera del alcance del Comando Sur, donde en cuestión de horas, mediante el empleo de sus más modernos aviones de transporte, puede hacer llegar tropas y otros medios sofisticados de combate. Los mejores especialistas en la materia han suministrado los datos necesarios, para demostrar el alcance militar del acuerdo yanqui-colombiano. Tal programa, que incluyó el restablecimiento de la IV Flota, fue diseñado por Bush y heredado por el actual gobierno de Estados Unidos, a quien algunos líderes suramericanos demandan el debido esclarecimiento de su política militar en América Latina. Los portaaviones nucleares no se necesitan para combatir las drogas.
El objetivo más inmediato de ese plan es liquidar el proceso revolucionario bolivariano y asegurar el control del petróleo y otros recursos naturales de Venezuela. El imperio, por otro lado, no acepta la competencia de las nuevas economías emergentes en su patio trasero, ni países verdaderamente independientes en América Latina. Cuenta con la oligarquía reaccionaria, la derecha fascista y el control de los principales medios de difusión masiva internos y externos. Nada que parezca a verdadera equidad y justicia social tendrá su apoyo.
Anne Morelli y Michael Collon han hecho estudios en relación a la propaganda de guerra y sus principios elementales que son los siguientes: a) esconder las causas reales de los conflictos; b) responsabilizar de la guerra al adversario; c) demonizar al enemigo; d) justificar las acciones propias; y, e) monopolizar la información.
Dice el refrán popular que el pez muere por su propia boca. Otro refrán señala que más temprano cae el mentiroso que el ladrón. Mientras los gobiernos de EE.UU. y Colombia niegan que se estén instalando bases militares norteamericanas en este último país, además de señalar que la presencia gringa sólo servirá para el combate a la guerrilla y el narcotráfico, un documento de la propia Fuerza Aérea de EE.UU. los desmiente.
La investigadora Eva Golinger revela los verdaderos objetivos del imperio:
Un documento oficial del Departamento de la Fuerza Aérea del Departamento de Defensa de Estados Unidos revela que la base militar de Palanquero, Colombia garantiza la oportunidad para conducir operaciones de espectro completo por toda América del Sur. Esta afirmación contradice las explicaciones dadas por el presidente Álvaro Uribe y el Departamento de Estado de EE.UU. sobre el acuerdo militar firmado el pasado 30 de octubre entre Washington y Colombia. Los gobiernos de Colombia y EE.UU. han mantenido públicamente que el acuerdo militar se trata solamente de operaciones y actividades dentro del territorio colombiano para combatir el narcotráfico y el terrorismo interno. El presidente Uribe ha reiterado múltiples veces —incluso en la reunión de la UNASUR en Bariloche, Argentina que su acuerdo militar con Washington no afectará a sus vecinos. No obstante, el documento de la Fuerza Aérea de EE.UU. confirma lo contrario, e indica que las verdaderas intenciones y objetivos detrás del acuerdo son para poder realizar operaciones militares a nivel de región para combatir la amenaza constante... de los gobiernos anti-estadounidenses
El acuerdo militar entre Washington y Colombia autoriza el acceso y uso de siete instalaciones militares en Palanquero, Malambo, Tolemaida, Larandia, Apíay, Cartagena y Málaga. Adicionalmente, el acuerdo permite el acceso y uso de las demás instalaciones y ubicaciones por todo el territorio colombiano, sin restricciones. Junto con la inmunidad plena que este acuerdo otorga a los militares, civiles y contratistas estadounidenses que entrarán a territorio colombiano en el marco del convenio, la autorización para que EE.UU. utilice cualquier instalación en el país, incluyendo a los aeropuertos comerciales, significa una entrega total de la soberanía colombiana.
¿Por qué falsimedia no propicia una reflexión profunda sobre esto? ¿Por qué sólo hace señalamientos muy superficiales sobre las verdaderas implicaciones de este acuerdo entre los gobiernos de EE.UU. y Colombia?
Iñaki Gil de San Vicente cita a María Victoria Reyzábal, quien hace una exposición de los recursos que utiliza la propaganda política al servicio de los grupos de poder para lograr la manipulación efectiva de las masas. Estos son: a) reducir la información al mínimo y sustituirla por eslóganes; b) exagerar los contenidos favorables a quienes tienen el control de la información; c) la repetición constante de ideas centrales que convengan a los intereses de los grupos que tienen el poder económico y político; d) el recurrir a las ideas comunes, aceptadas aparentemente por todas y todos los miembros de un colectivo. Para lograr ello se recurrirá al uso de estereotipos, de eufemismos, de elementos emocionales y, más que todo, de la mentira.
En la década de 1980 el gobierno norteamericano, el Pentágono y la CIA diseñaron la segunda versión del proyecto Santa Fe, en el cual se trazó como uno de sus objetivos ganar la guerra a sus enemigos en el plano cultural. Sus adversarios, obviamente, eran y son las fuerzas progresistas, de izquierda, fundamentalmente socialistas y comunistas, en armas o no.
Los neocons estadounidenses están conscientes de la necesidad de extender el conflicto al plano cultural. Eliades Acosta Matos cita a Irving Kristol, uno de los fundadores del neoconservadurismo, quien señala que es en el terreno de la cultura y las ideas donde se decide el futuro del sistema. Para él es de vital importancia el desarrollo de la denominada ―cultura de masas o cultura popular‖, la cual debe ser estimulada por todos los medios posibles y la manera más eficiente de lograrlo, dice, es fomentando el individualismo egoísta.14
Debe comprenderse aquí que la ―cultura de masas no es otra cosa que la exposición de productos banales, superficiales, con una nula calidad estética, cuyo objetivo es embrutecer al pueblo. La industria mediática quiere presentar a esos productos como parte de lo más elevado de la cultura humana o, en su defecto, como entretenimiento sano para el público. Cuauhtémoc Sánchez, Paulo Coelho, Og Mandino están a la misma altura que Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano o Howard Zinn. La actividad de los colectivos, de los pueblos que no responden a sus parámetros civilizatorios, es despreciada.

En conversación con Ignacio Ramonet, Fidel lo explica claramente:
No enseñan a leer y a escribir a las masas, gastan un millón de millones en publicidad cada año para tomarle el pelo a la inmensa mayoría de la humanidad, convirtiendo a los seres humanos en personas que, al parecer, no tuvieran siquiera capacidad de pensar, porque las hacen consumir productos, que son el mismo con diez marcas diferentes, y tienen que engañarlas, porque ese millón de millones no lo pagan las empresas, lo pagan aquellos que adquieren los productos en virtud del impacto enajenante de la publicidad. Aquél compró Palmolive, el otro Colgate, el otro jabón Candado, sencillamente porque se lo dijeron cien veces, se lo asociaron a una imagen bonita y le fueron sembrando, tallando el cerebro. Ellos, que tanto hablan de ―lavado de cerebro, lo tallan, y lo lavan de una forma tal que privan al ser humano de su mayor tesoro: la capacidad de pensar.
Los medios son los mejores exponentes del pensamiento dominante que se caracteriza por ser machista, patriarcal, mercantilista, individualista, intelectualista, chauvinista y racista. Las películas de Hollywood, las novelas mexicanas y venezolanas, los éxitos musicales expuestos en el mercado por las disqueras estadounidenses, las revistas de color rosa para muchachas jóvenes y para las señoras de la casa son ejemplo de la catástrofe de la denominada cultural light del sistema capitalista.
Marcelo Colussi dice: En este contexto cultura light vendría a significar: individualismo exacerbado, búsqueda inmediata de la satisfacción con la contraparte de despreocupación/desprecio por el otro, escasa profundidad en el abordamiento de cualquier tema, superficialidad, falta de compromiso social o incluso humano, banalidad, liviandad. Todo ello marcado por un culto a las apariencias. Se juzga al otro por cómo va vestido o por el tipo de comida que ingiere, por la marca de teléfono celular que usa o por el peinado que lleva; y eso decide todo. El continente subsumió al contenido. Sólo importan las formas, ser bello, estar bien presentado. Lo demás, no cuenta.
La industria mediática no hace sino reproducir los síntomas de una cultura que, a decir de Alan Woods, está en plena decadencia. El imperialismo, el sistema capitalista, la burguesía a nivel mundial no pueden ofrecer nada positivo a la humanidad y, en concreto, a la clase trabajadora. Eso se refleja en la generalidad de producciones de la industria mediática en las que priman el misticismo, la vulgaridad, la banalidad, la mediocridad y donde la forma pretende encubrir a los contenidos ramplones.
Es significativo además que programas muy bien elaborados como ―Los Simpson, más allá del reforzamiento ideológico que del sistema capitalista y del modo de vida conservador estadounidense hace con mensajes racistas, xenofóbicos y chauvinistas, programa que debería estar destinado para un público con capacidad para la reflexión, el análisis y la crítica, sea presentado como una inocente serie de comics para niñas y niños.
María Cristina Rosas dice que:
Lo admirable de este producto de la cultura de masas es la capacidad de su creador para caricaturizar los vicios y las virtudes de los seres humanos sin proponer un nuevo estado de cosas ni un orden alternativo. Los Simpson no van más allá de la parodia. No es su objetivo. La parodia vende. El cambio social y la revolución del proletariado no.
Ante las regulaciones impuestas para que sea transmitido en un horario para adultos en la República Bolivariana de Venezuela y en Ecuador, varios ―expertos analistas y comunicadores al servicio de la industria mediática, utilizando un sinnúmeros de ardides, pretendieron transformar a ―Los Simpson‖ en una inocente serie de dibujos animados, con carácter educativo.
Por otro lado, falsimedia ha aprovechado esta situación para continuar con sus ataques contra el gobierno del presidente Hugo Chávez. Sin hacer un estudio profundo de las causas efectivas para regular la transmisión del programa señalado, publicaron varios titulares con la intención manifiesta de hacer ver al régimen venezolano como autoritario e intolerante, que llega al punto de prohibir una ―serie infantil.
Fernando Buen Abad Domínguez hace una reflexión crítica sobre ―Los Simpson en la que explica el reforzamiento ideológico que ésta serie hace del capitalismo y sus valores, puesto que su objetivo no es, de ninguna manera, aunque se expresen ciertas ―sátiras sobre la sociedad norteamericana, el cambio del sistema.
Abad Domínguez dice:
No basta con mostrar la realidad de la decadencia capitalista (así tal muestra sea ―irónica y con dibujitos). Uno bien puede hacer ―visibles los motivos y los métodos para su crítica, el objetivo, sus alcances y, desde luego, las fuerzas y estrategias para combatir, colectivamente tales causas. ¿Es esta serie televisiva un espectáculo de las culpas? ¿Es una vergüenza de clase? ¿Es un llamado a la transformación del mundo que critica? ¿Basta sólo con ser irónico o esa ironía es una coartada de cierto cinismo divertido? Esto no es un problema de gustos personales. Cada quien decide, sólo que no puede decidir por los niños aunque sean sus hijos.
Y añade que:
Los Simpson son, además de sus virtudes mercantiles y su capacidad de seducción, apología de la resignación en casa. Marketing de la mansedumbre que, en lugar de transformar al mundo capitalista propone una auto-ridiculización tan estéril como peligrosa para permitir que un grupo empresarial de la farándula en plena guerra mediática gane mucho dinero. Parodia grotesca en tono triunfador para que la mediocridad se legitime como identidad de la clase explotada. Y los tenemos en casa. ¿Ya nos dimos cuenta?

2 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo, estamos en sintonía.

    Sólo me gustaría opinar en caso de Los Simpsons. Mucho analicé al respecto de cómo iba yo a manejarlo con mis hijos.

    Bien, a la conclusión que llegué fue, dado que no se tomaban cartas en el asunto por parte del Poder, en regular la programación de Cable y tomando en cuenta que mis hijos van a la escuela donde conviven con otros que sí los dejan ver programas violentos, sin supervisión de los padres (muchos de ellos incapacitados para orientar a sus hijos, porque tambien han sido alienados) concluí sacarle provecho a ese comics.

    Yo conozco muchos de los capítulos de Los Simpsons, sobre todos los clásicos, así pues escojo puntuales donde encierra una enseñanza y saco provecho de ellos, ejemplo:

    -Padre: (Homero): Bruto, alienado por la TV, egoísta, borracho, come comida chatarra, etc.

    -Lisa: Hija inteligente y analítica condenada a crecer en una familia mediocre, budista, vegetariana con gustos por el arte y la música.

    En base a estos dos personajes, procedo a explicarle a mi hija situaciones cotidianas de la vida.

    Me ha resultado más fácil enseñarle a mi hija las razones para no comer en McDonalds, no creer en San Nicolas o en la navidad, la importancia del conocimiento y desdeñar la mediocridad. No me ha ido mal, me agradece no ser como Homero y siente lástima por Bart. Admira a Lisa como a Heidi y Mafalda, que ya comenzó a leerla. =)


    PD: Nunca han visto la comiquita que ven Bart y Lisa porque cambio el canal. Jajaja. Estrictamente bajo supervisión.

    Salud.

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