Por: Gabriela Santos
En medio de nuestro complejo panorama político actual, en el que proliferan diferentes expresiones de oposición y resistencia frente al régimen hegemónico de explotación y opresión capitalista, se han ido expandiendo poco a poco las proclamas de las diferentes organizaciones políticas y sociales que día a día, y a lo largo de la historia, se entregan a la lucha por generar los cambios que nuestra injusta realidad económica, política y socio-cultural nos impulsa a desarrollar si queremos y creemos en un futuro con verdadera democracia y justicia social, en una nueva Colombia.
Hoy ante la necesidad de la unidad en la lucha por la transformación de nuestro contexto nacional se hace necesario reconocer las consignas de los diferentes grupos sociales (El campesinado, los grupos étnicos, los obreros, las juventudes, los artistas, los grupos ecologistas, las colectividades de diversidad sexual, las mujeres, entre otros.) Con el propósito de identificar todas las formas de violencia, explotación, opresión y discriminación que ejerce el modelo político imperante hacia el pueblo en general. Se trata de elevar nuestro nivel de conciencia revolucionaria para dinamizar con más fuerza nuestros procesos de resistencia, se trata de reconocer todo el conglomerado ideológico que el sistema capitalista ha instaurado en nuestras mentalidades bajo paradigmas socio-culturales y políticos hegemónicos, como sostén fundamental de la estructura socioeconómica.
Entre las tantas y diversas expresiones de resistencia ideológica, política y económica se encuentran las Mujeres que luchan y sueñan por la Nueva Colombia. Las Mujeres, aquella mitad de la humanidad que ha sido objeto de milenarias formas de opresión y explotación, considerada históricamente como una propiedad privada masculina cuyo único destino posible es la maternidad impuesta y el trabajo doméstico no remunerado, consideradas no aptas para la política e inoportunas en el momento de definir los destinos de las naciones. Las mujeres, aquellas que se han negado a reconocerse como víctimas pasivas del sistema patriarcal y que históricamente han ejercido diferentes procesos de resistencia, basta con recordar las enérgicas heroínas de la independencia como Policarpa Salavarrieta, Manuela Sáenz, Manuela Beltrán, las fervientes luchadoras del siglo XX como María Cano y todas las que dedicaron su vida a la lucha por el derecho al voto femenino, por el reconocimiento de la mujer como agente político y a todas aquellas del presente que día a día alimentan los procesos de cambio revolucionario. De esta manera las mujeres son una fuerza heredera de la lucha por la democracia, la equidad y la libertad, herederas de las valientes mujeres cubanas, soviéticas, vietnamitas, palestinas, asiáticas, de las africanas que lucharon contra el colonialismo, de las nicaragüenses, venezolanas, ecuatorianas, las que en situaciones difíciles levantaron nuestros derechos; por la justicia salarial y mejores condiciones de trabajo, por la igualdad jurídica de la mujer: obreras, campesinas, indígenas, intelectuales, profesionales, que siempre han estado junto al pueblo. Este es el legado que la lucha de las mujeres en todos los ámbitos de la historia, debe llenar de orgullo y dignidad a las mujeres y hombres revolucionarios.
Acerca de la lucha política e ideológica de las Mujeres.
Las mujeres se han enfrentado a diferentes obstáculos para la plena participación política a lo largo de la historia, no sólo frente a los que impone la clase dominante como la exclusión jurídica, la feminización de la pobreza, la doble jornadas de trabajo, el analfabetismo, la no educación, la mercantilización del cuerpo de la mujer, la cosificación mediática, etc. Sino también a los obstáculos que la ideología patriarcal instauró en nuestra cultura machista, con el sostenimiento de los estereotipos de los hombres como los únicos aptos para el ejercicio de la política y las mujeres solo aptas para las labores reproductivas. De esta manera las mujeres también han sido discriminadas y marginadas dentro de los partidos políticos y movimientos sociales con reivindicaciones de clase, dentro de los cuales se tejieron diferentes creencias que negaron la validez de las reivindicaciones de las mujeres y pretendieron homogenizar las realidades políticas de los diferentes grupos sociales, estigmatizando y tergiversando el contenido político de sus proclamas.
Sin embargo la lucha que han ejercido las mujeres nunca ha parado y como fruto de rigurosas jornadas de análisis y reflexión política, surgió desde la disciplina de las ciencias sociales la perspectiva de género, la cual se constituye hoy en un instrumento fundamental para la comprensión del modo en que el capitalismo se reproduce en el plano ideológico y para el reconocimiento de la pertinencia que tienen las reivindicaciones de las mujeres para la efectividad de los procesos revolucionarios. Así el Género se evidenció como una categoría social que ha otorgado unos roles (conjunto de comportamientos, normas y funciones sociales) determinados y desiguales a hombres y mujeres bajo los argumentos de la diferencia biológica basada en el sexo, es decir, las diferencias sociales y las relaciones desiguales entre hombres y mujeres responden a la estructura política, social y cultural dominante y no a determinismos biológicos; de esta manera el Género nos permite reconocer que las relaciones de poder que se dan entre los géneros masculino y femenino han sido construidas social e históricamente según los intereses del sistema socioeconómico dominante y que además dichas relaciones atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales , como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión.
El Género afecta a hombres y mujeres en tanto que la superestructura del sistema les ha asignado valores identitarios que sostienen el modelo machista y patriarcal de dominación, legitimando a su vez las relaciones de dominación que se ejerce como clase.
Conocer y reconocer la perspectiva de género es una necesidad para la comprensión de la diversidad de las realidades y necesidades políticas, sociales y culturales de hombres y mujeres, para hacer frente a las diferentes formas de violencia política, económica, simbólica, física, verbal y sexual que se ejerce hacia el pueblo en general y hacia las mujeres, las minorías étnicas y la infancia en particular, es necesario para construir claridades frente a lo que queremos transformar en la política, la sociedad y la familia. No se puede luchar con una visión totalizante que encubra las diferentes formas de dominación y opresión que se reproducen en el día a día y que degradan cada vez más los valores éticos y políticos de la sociedad.
Por lo tanto, la lucha de clases debe contener la perspectiva de género, ya que al interior de la clase obrera se desarrollan diferentes relaciones de dominación e injusticias de orden social y cultural que afectan lesivamente las relaciones entre hombres y mujeres, pero sobretodo sostienen a perpetuidad la ideología impuesta por el capitalismo patriarcal. No podemos desestimar la lucha por las reivindicaciones que hacemos las mujeres ni mucho menos las reivindicaciones que como clase hacemos, el reconocimiento de la dimensión política de las reivindicaciones de género debe ser un primer ejercicio sin perder de vista que no solo con eso basta, es necesario que esos cambios en las representaciones sociales de hombres y mujeres, ese cambio de mentalidades, debe luchar contra la estructura de dominación que la promueve y perpetúa: el sistema capitalista.
Unidas y unidos en la Lucha por la Nueva Colombia.
Los intereses políticos de hombres y mujeres de la clase subalterna son el elemento que nutre nuestra unidad en la lucha, las agendas reivindicativas de las mujeres no se aparta de los intereses de los demás grupos sociales y políticos revolucionarios, esto es; la lucha para transformar el mundo y alcanzar el bienestar sostenido y sustentable, con justicia económica, social, política y de género, incluida la indispensable lucha por los derechos de la mujer trabajadora; la convicción de que se puede cambiar el injusto orden económico, social, político y patriarcal, impuesto por la globalización neoliberal. Nuestra agenda común debe contemplar un mundo donde cada ciudadana y ciudadano sienta respetados sus derechos y por ello exigir la eliminación de todas las formas de discriminación y violencia contra la mujer; desplazamiento, tráfico de mujeres y niños, explotación sexual, prostitución, asesinato, así como la eliminación de los obstáculos al acceso de los recursos y empleo en igualdad de condiciones que propicien la autonomía económica.
No se trata de conformarse con unas cuotas de poder, votar y ser elegidas. Es apropiarse de la conducción de los proyectos de vida, es participar en forma activa en el diseño de las estrategias de desarrollo nacionales, es tener presencia activa en los sectores económicos, sociales y políticos que deciden, es hacer valer el derecho a ejercer nuestros derechos. Se trata de construir poder popular que tenga en cuenta a todos y todas, poder que hará invencibles a nuestros pueblos frente al imperialismo. Es construir un poder diferente, que no explote, que no oprima, que no sojuzgue, capaz de destruir definitivamente el patriarcado y al imperialismo.
Luchar unidas y unidos por la paz es reconocer que esta se construye con pan, trabajo, vivienda, salud, educación y seguridad social pública y universal gratuita, con respeto por lo diferente, con soberanía nacional, con independencia económica y política, con la integración de nuestros pueblos ya que mientras existan explotadas y explotados, hambrientas y hambrientos, excluidas y excluidos, no habrá paz. Por eso es necesario cambiar el sistema capitalista. Así mismo es necesario cambiar el orden patriarcal para eliminar las relaciones de poder y dominación entre hombres y mujeres.
Nuestras luchas son conjuntas en tanto luchemos por un mundo con igualdad entre hombres y mujeres, donde la equidad sea real y efectiva. En tanto condenemos la guerra silenciosa que el gran capital transnacional ha impuesto con sus políticas neoliberales, generando hambre, desnutrición, miseria, analfabetismo, desigualdades en el mundo, males que nos afectan fundamentalmente y con particular fuerza a las mujeres.
Por último y en aras de hacer efectiva la unidad de hombres y mujeres en la lucha por la nueva Colombia, debemos empezar por la sencilla tarea de desestigmatizar las reivindicaciones de las mujeres y romper con los siguientes mitos ó prejuicios:
Que la lucha de las mujeres, dispersa las masas y ataca la unidad de clase.
Que las mujeres con el derecho al voto ya obtuvieron sus derechos y lograron su emancipación.
Que las mujeres solamente luchan por los derechos de las mujeres.
Que la lucha de clases no tiene que ver con la lucha por la equidad de género, y viceversa.
Que el tema de la lucha de las mujeres es secundario, que hay luchas mucho más importantes y prioritarias. (Tengamos en cuenta que estamos hablando de la mitad de la humanidad y que no se trata de priorizar, porque son luchas que deben ir de la mano).
Que el lugar de la mujer en los procesos revolucionarios es pasivo, que sus propuestas van en un segundo lugar y que además deben ser las encargadas de las tareas de menor impacto político y público.
Que la perspectiva de género es un simple cuento que podemos aprovechar como un “instrumento” para engrosar el número de integrantes en las organizaciones sociales.
Por una Colombia soberana, libre, democrática, justa y equitativa.
Todas y Todos Unidos por la construcción de la Nueva Colombia!
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