El crimen de un menor de edad en el municipio de El Tarra justificado como guerrillero muerto en combate despertó la indignación de la población y el reclamo al ejército desbordó en un enfrentamiento violento que terminó en asonada popular.
Las erradicaciones de mata de coca provocan nuevamente enfrentamientos entre miles de campesinos y la fuerza pública. Armados con sus herramientas de labor luchan contra los batallones de erradicadores a pesar de los ametrallamientos de flotillas de helicópteros y de la violencia con que actúan los militares, mientras miles más se movilizan a denunciar los hechos.
No pocos esfuerzos y movilizaciones han realizado decenas de miles de familias campesinas de la región en busca de oportunidades de digna subsistencia y en defensa del territorio, recibiendo a cambio la motosierra para militar, el terror de las masacres, despojos, desapariciones, desplazamientos, ‘falsos positivos’ y toda serie de violación a los derechos humanos.
El campesinado está claro, los esfuerzos de los gobernantes están dirigidos a arrebatarles las tierras y servirlas en bandeja a las multinacionales, por eso se comunican, se organizan, se movilizan y pelean.
Han padecido tanto que desafían los peligros, les han matado tantas veces que un sacrificio más por la defensa del territorio lo asumen. Estas familias del Catatumbo son hechura de sus labranzas, del sol que les curte la piel y afina su temple y del metal que entrañan los cerros del Bobalí. Llevan en su alma las calorías del imponente manto de carbón que les quieren robar, la energía que brota de los pozos petroleros, la fuerza de las crecientes del río y la fertilidad de sus tierras. Su rebeldía se encuentra con la gesta heroica y bravía del indio motilón porque del territorio son sus legítimos dueños. Por eso es que ¡¡El Catatumbo no se rinde carajo!!
Los campesinos llevan el amor y la humildad en su sustancia, su intransigencia y malicia ante las instituciones porque no pocas veces les han disparado, han querido engañarles, porque toda su riqueza se la prometieron a las multinacionales y a ese compromiso de deben las instituciones.
Estas comunidades están aferradas a sus tierras porque es su derecho natural. De ahí penden sus vidas, ahí están sus esperanzas. Están dispuestos a seguir bebiendo de sus manantiales y andando sus caminos, ya saben lo que es andar las calles de la indiferencia abrumados de incertidumbres cuando han padecido el desplazamiento. Saben que sus aspiraciones están ligadas a la resistencia.
La filosofía del desarrollo de las comunidades es independiente y radicalmente opuesto a los intereses de las multinacionales, tienen conciencia del papel que desempeña el estado, claridad de las causas de la rebeldía insurgente y muchos combatientes venimos de sus entrañas. La FARC-EP, el partido clandestino y las milicias bolivarianas crecen como productos cosechados en la región y cada uno da ejemplo de lo que significa y promete. De los gobernantes y su tropa que vergüenza.
Pa’lante... ¡¡El Catatumbo no se rinde carajo!!
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