LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

lunes, 13 de junio de 2011

ISRAEL Y EL PREDOMINIO DE LA TORTURA


Escrito por RALPH SCHOENMAN

El uso de la tortura en las cárceles israelíes ha sido objeto de extensas investigaciones. En 1977 el Sunday Times de Londres realizó una investigación de cinco meses. Las pruebas aducidas corroboraban. Las torturas documentadas se habían producido “a lo largo de los diez años de ocupación israelí” desde 1967. El estudio del Sunday Times presentaba los casos de cuarenta y cuatro palestinos que habían sido torturados.

Documentaba prácticas de tortura en siete centros: las prisiones de las cuatro ciudades principales, Nablús, Ramallah, Hebrón y Gaza; el centro de interrogatorios y detención de Jerusalén conocido como Complejo Ruso o Moscobiya; y centros militares especiales situados en Gaza y Sarafand.

La investigación llegaba a conclusiones concretas: los interrogadores israelíes maltrataban y torturaban sistemáticamente a los presos árabes. Ponían capuchas y vendaban los ojos a los presos y les colgaban de las muñecas durante largo tiempo. A la mayor parte les golpeaban en los genitales o les vejaban sexualmente en otras formas.

Violaban a muchos. A otros les aplicaban shocks eléctricos.

Metían a los presos en “armarios” construidos ex profeso de sesenta centímetros de lado y una altura de ciento cincuenta centímetros, con púas de hormigón en el fondo. Y los malos tratos, incluidas las “palizas prolongadas” son universales en las cárceles y centros de detención israelíes. www.marxismo.org

Tan extendida y sistemática es la tortura, concluye el Sunday Times, que no puede reducirse a la labor de “policías maleantes” que se pasen de las órdenes recibidas. Está sancionada como política deliberada y se hallan implicados todos los servicios de seguridad e inteligencia israelíes: -el Shin Bet, equivalente al FBI y al Servicio Secreto de los Estados Unidos, informa directamente al gabinete del Primer Ministro -la Inteligencia Militar da cuentas al Ministro de Defensa -la Policía de Fronteras vigila todos los puestos de control. Los hay en todos los territorios ocupados desde 1967, así como en las fronteras -Lastam forma parte del Departamento de Misiones Especiales -Hay una escuadra paramilitar asignada a las unidades de policía.


Modelos de tortura en los territorios ocupados desde 1967


Cada centro de detención tiene interrogadores con “preferencias evidentes”. Los interrogadores del Complejo Ruso (Moscobiya) de Jerusalén “son partidarios de las agresiones a los genitales y de pruebas de resistencia como aguantar una silla con los brazos extendidos y sosteniéndose en una sola pierna”.

La especialidad del centro militar de Sarafand es vendar los ojos a los presos durante largos periodos, asaltarles con perros y colgarles de las muñecas. La especialidad de Ramallah es el “ultraje anal”. La tortura con electrodos se utiliza casi universalmente.

Fazi Abdel-Wahed Nijim fue detenido en julio de 1970. En Sarafand le torturaron y azuzaron perros contra él. Detenido de nuevo en julio de 1973, le apalearon en la prisión de Gaza. Zudhir al-Dibi fue detenido en febrero de 1970 e interrogado en Nablús, donde le azotaron y le apalearon las plantas de los pies. Le estrujaron los testículos y le manguearon con agua helada.

Shehadeh Shalaldeh fue detenido en agosto de 1969 e interrogado en Moscobiya. Le metieron en el pene un recambio de bolígrafo. A Abed al-Shalloudi le tuvieron dieciséis meses sin juicio. Con los ojos vendados y esposado en Moscobiya, fue apaleado por Naim Shabo, un judío iraquí, Director del Departamento de Minorías.

Jamil Abu-Ghabiyr fue detenido en febrero de 1976 y retenido en Moscobiya. Fue apaleado en cabeza, cuerpo y genitales y obligado a tenderse en agua helada. Issam Atif al Hamoury fue detenido en octubre de 1976. En la prisión de Hebrón las autoridades organizaron su violación por un preso de confianza.

En febrero de 1969, Rasmiah Odeh fue detenida y llevada a Moscobiya. Su padre, Joseph, y dos hermanas, fueron detenidos para interrogarles. Tuvieron a Joseph Odeh en una habitación mientras apaleaban a Rismiah en otra cercana. Cuando le llevaron donde ella, ésta yacía en el suelo con la ropa ensangrentada. Tenía el rostro azul, los ojos blancos.

En presencia de él, la asieron en el suelo y le metieron un palo en la vagina. Uno de los interrogadores mandó a Joseph Odeh que “follase” a su hija. Al negarse, empezaron a pegarles a los dos. De nuevo abrieron las piernas de ella y le metieron el palo. Sangraba por la boca, el rostro y la vagina cuando Joseph Odeh cayó desmayado.

Los esquemas de tortura reseñados en Sunday Times son semejantes a los encontrados en cientos de testimonios publicados por los abogados israelíes Felicia Langer y Lea Tsemel, por los abogados palestinos Walid Fahoum y Raja Shehadeh, por Amnesty International y el Colegio Nacional de Abogados de los Estados Unidos y en la serie de narraciones que éste autor recogió de labios de antiguos presos.

Los datos empiezan en la Margen Occidental en fecha tan temprana como 1968, un año después de inicio de la ocupación. Aunque el Comité Internacional de la Cruz Roja tiene por norma no hacer declaraciones públicas, en 1968 preparó un memorandum sobre la tortura. Su “Informe sobre la Prisión de Nablús” concluía: «Cierto número de detenidos han sufrido torturas durante el interrogatorio por la policía militar. Según las pruebas disponibles la tortura tomó las formas siguientes: Izquierda Revolucionaria

«1. Suspensión del detenido por las manos mientras le estiran los demás miembros durante horas

cada vez hasta que pierde el conocimiento.

«2. Quemaduras con colillas de cigarrillo

«3. Golpes en los genitales con barras

«4. Atarles y vendarles los ojos durante días

«5. Mordeduras de perros

«6. Shocks eléctricos en las sienes, la boca, el pecho y los testículos.»


El caso de Ghassan Harb


Ghassan Harb, intelectual palestino de 37 años, periodista del importante diario árabe Al Fajr, fue detenido en 1973. Soldados israelíes y dos agentes de paisano se lo llevaron de su casa a la cárcel de Ramallah, donde le tuvieron cincuenta días. Durante este tipo no le interrogaron ni formularon acusación alguna contra él. Se le denegó cualquier contacto con la familia o con abogados.

Al cabo de cincuenta días le llevaron con la cabeza metida en un saco a un lugar desconocido. Allí le sometieron a prolongadas palizas: «Me abofeteaba quince minutos, veinte minutos».

Desnudado y con una bolsa en la cabeza, le metieron a la fuerza en un espacio angosto. Empezó a asfixiarse. Frotando la cabeza contra la “pared” consiguió quitarse la bolsa y se encontró metido en un compartimento como un armario de unos sesenta centímetros de lado y ciento cincuenta de altura.

No podía sentarse ni estar de pie. El suelo era de hormigón sembrado a intervalos regulares de púas de piedra. Eran “agudas y afiladas”, de centímetro y medio de alto.

Ghassan Harb no podía apoyarse en ellas sin sentir dolor. Tenía que apoyarse en una pierna y luego, al momento, cambiar a la otra. La primera sesión, le mantuvieron en el cajón cuatro horas.

Entonces le hicieron andar a gatas sobre piedras afiladas mientras cuatro soldados le aporreaban durante una hora. Tras ser interrogado, le devolvieron a la celda y se reanudó el tratamiento: le daban palizas, le desnudaban, le obligaban a meterse a gatas en una caseta de perro de sesenta centímetros de lado, y luego el “armario”. Mientras estaba metido en éste, por la noche, oía a presos que se quejaban: «¡Oh, mi estómago! Me estáis matando.»

El relato de horrores de Ghassan Harb ha sido corroborado por cuatro personas por separado. Mohammed Abu-Ghabiyr, zapatero de Jerusalén, describió el mismo patio de piedras afiladas y la perrera. Jamal Freitha, trabajador de Nablús, describió el “armario” como una “nevera” con las mismas dimensiones. Tenía “suelo de hormigón con montañitas... de aristas muy afiladas, como si fuesen clavos”.

Kaldoun Abdul Haq, propietario de una empresa de construcción de Nablús, también describió el patio y el “armario” con suelo “cubierto con piedras muy afiladas engastadas en el cemento”. A Haq le colgaron de los brazos de un gancho en el muro, sobre el patio.

A Husni Haddad, propietario de una fábrica de Belén, le hicieron arrastrarse a gatas por el patio, sobre la cortante grava, y mientras le daban patadas. También su cajón tenía 'un suelo con pinchos como pulgares afilados”.

A Ghassan Harb le soltaron al cabo de dos años y medio sin haberle acusado nunca de delito alguno ni haberle llevado a los tribunales. Su abogado, Felicia Langer, consiguió llevar el asunto de sus malos tratos al Tribunal Supremo Israelí. En la vista no se hicieron ni admitieron declaraciones completas, ni se llamó a testigo alguno. El tribunal rechazó sumariamente cualquier acusación de tortura.


El caso de Nader Afouri

Nader Afouri era un hombre fuerte, lleno de vitalidad, campeón de levantamiento de pesos de Jordania. Cuando le soltaron en 1980 tras su quinto encarcelamiento no podía ver, oír, hablar, andar ni controlar sus funciones orgánicas. Entre 1967 y 1980, Nader Afouri estuvo detenido administrativamente diez años y medio. A pesar del tratamiento brutal y la tortura que sufrió durante sus cinco encarcelamientos, las autoridades israelíes no pudieron arrancarle confesión alguna ni aducir prueba ninguna para juzgar a Nader Afouri.


El primer encarcelamiento - 1967-71:

«Me detuvieron la primera vez en 1967, el primer año de la ocupación. Me llevaron de mi casa de Nablús, me vendaron los ojos y me colgaron de un helicóptero. Esto lo vieron todos los vecinos de las aldeas de Beit Furik y Salm, llevaron a Sarafand, la prisión más dura, una cárcel militar. El primero de la Margen Occidental o de Gaza que llevaron allí fui yo. Cuando el helicóptero bajó, me empujaron y me ordenaron correr. Oí disparos y corrí mientras me daban gritos.

«Me llevaron a una habitación amplia con luces rojas, amarillas y verdes. Podía oír gritos y ruido de palizas. Oía a un viejo que gritaba: “Tendrás que confesar”. Luego, oía un hombre que confesaba.

Pronto descubrí que eso era una grabación con la que querían intimidarme.

«Entonces me llevaron a interrogarme. Me ataron con cadenas a unas puertas verdes. Cada puerta tenía una posea. Abrieron las puertas, estirándome brazos y piernas, y giraron las poleas hasta que caí

desvanecido.

«Me obligaron a levantarme y sentarme en una silla. Me ataron las manos a cadenas que pendían

de una ventana y lentamente quitaron la silla. Los músculos se me, desgarraban al descansar todo mi peso en las manos. Era un dolor terrible.

«Ellos eran cinco o seis. Todos me pegaban. Me daban golpes en la cabeza. Me encadenaron a una silla. Uno me pegaba y algún otro decía: “para”. Entonces cambiaban de papeles, y uno tras otro me iban pegando. Yo estaba todo-el tiempo encadenado a la silla sin poderme levantar.

«Siguieron torturándome. Un interrogador aspiraba un cigarrillo. Cuando estaba al rojo, me lo ponía en la cara, el pecho y los genitales, en, todas partes.


«Uno me metió un recambio de bolígrafo por el pene mientras los demás miraban. Mientras, me exigían que confesase. Empezó a sangrarme el pene y me llevaron al hospital de la prisión de Ramle, pero pronto me devolvieron a Sarafand para seguirme interrogando.

«Estuve allí doce meses y medio, con constantes interrogatorios. Nadie puede aguantar doce meses y medio. En cuatro ocasiones informaron oficialmente a mis amigos de otras prisiones de que yo había

muerto.

«El primer mes que estuve en Sarafand pasé todo el tiempo con los ojos vendados y con cadenas en manos y pies. Al cabo de un mes me quitaron las cadenas de las manos y la venda de los ojos. Pero llevé cadenas en las piernas durante doce meses y medio. Día y noche. Todavía tengo señales en los tobillos.

«El plan invariable era: paliza, interrogatorio, celda, un poco de descanso, y vuelta a empezar.

«La celda tenía metro por metro treinta por metro treinta de alto. Yo mido metro setenta. Dormía acurrucado, con las rodillas pegadas al estómago. No había ventanas ni acomodo alguno más que un orinal. Tenía dos mantas. Las piedras del suelo eran cortantes. Cuando andaba me pinchaban los pies.

«Empezaron a traer a otros presos. Nos dieron ropa militar con números en la espalda. Yo era el número uno. Sólo me llamaban por el número, nunca por el nombre. Siempre me insultaban, gritándome “Maniuk (marica), te voy a follar”. Cuando estábamos fuera encadenados traían perros salvajes, que se abalanzaban sobre nosotros, nos arrancaban jirones de ropa y nos mordían.

«Después de mi detuvieron a más de treinta y todos sufrieron la misma tortura. Pero todos quebraron bajo la tortura y escribieron confesiones y están encarcelados de por vida. Yo no confesé. La tortura me destrozaba el pene y sólo podía orinar gota a gota. Al acabar el interrogatorio estuve tres meses y medio sin poder andar. Pero no confesé. En los doce meses y medio no dije ni una palabra.»

Mandaron a Nader Afouri a la cárcel de Nablús, donde empezó una huelga de hambre exigiendo la libertad. Sólo bebía agua con un poco de sal. Al cabo de diez días le prometieron la libertad. Diez días más tarde, no habiendo sido liberado, reanudó la huelga de hambre otra semana. De nuevo el Vicepresidente Administrativo de la Prisión de Nablús prometió soltarle. A los veinticinco días, en vista de la falta de novedades, anunció otra huelga de hambre. www.marxismo.org

«A los veintidós días de esta huelga de hambre me mandaron a las celdas de la prisión de Ramle.

Vino el director, Dr. Silvan, con varios soldados. Me golpearon en la cabeza. Estaba entre la vida y la muerte. Me encadenaron las manos y me metieron por la fuerza un tubo en la nariz. Fue como un shock eléctrico. Empecé a retemblar. Me puse histérico cuando el alimento me llegó a la garganta y empecé a chillar sin parar. Me dieron una inyección en la cadera y me relajé.

«Cuando vieron que esta tortura no me hacía hablar me llevaron al hospital de la prisión de Ramle y luego de vuelta a la de Nablús.»


Cada vez que sacaban a otro preso una declaración contra él, llamaban a Nader Afouri para interrogarle. Pero seguía sin confesar y nunca pudieron juzgarle.

Nader Afouri era muy respetado en Nablús y se convirtió en líder de los presos.

Cuando Abu Ard, un confidente, le acusó de dirigir a los demás presos, Nader Afouri fue enviado a la prisión de Tulkarem.

Al llegar allí, el mayor Sofer le golpeó la cara y le metió en una celda con otros treinta y cinco presos. Ya estaba harto. La siguiente vez que el mayor Sofer se acercó para pegarle, Nader Afouri le dio un puñetazo a través de los barrotes de la celda. Cuando luego el Director de la cárcel le pegó, Nader Afouri cogió un cenicero y golpeó al Director en la cabeza. Llamaron al ejército. Nader Afouri describe las consecuencias: «Vinieron quince soldados y me golpearon en la cabeza con una silla. Caí sin sentido. Me pusieron la camisa en la boca y me pegaron más. La mordaza me ponía histérico. Me dieron una inyección y me desvanecí. Desperté solo en el pasillo. No podía ver.

«Toda la prisión de Tulkarem se puso en huelga y los presos se entrevistaron con el Director para interceder por mí. Él prometió que si abandonaban la huelga me soltaría al día siguiente. Al día siguiente vino el Director, me estrechó la mano y me dijo: “Juro por mi vida que Vd. es un hombre”. Me trajeron calcetines y una chaqueta y me prometieron una entrevista privada con mi familia.»

No liberaron a Nader Afouri, sino que le mandaron a la prisión de Bet Il, donde le dejarían en libertad más tarde, en 1971. Fueron cuatro años de encarcelamiento sin proceso ni juicio, denominados detención administrativa.

Pasaron pocos meses antes de que le detuviesen de nuevo. Su segundo encarcelamiento duró de 1971 a 1972 y un tercero del 72 al 73.

El cuarto encarcelamiento: noviembre del 73 - noviembre del 76

«Hebrón, Moscobiya, Ramallah y Nablús: estuve tres meses en una celda de cada una de esas cuatro cárceles y los interrogatorios y tortura continuaban.

«Durante los interrogatorios de Hebrón nevaba. Me desnudaron y me sacaron a la intemperie. Me encadenaron a un poste y me echaban agua helada encima. Me soltaron y me llevaron a calentar junto a un fuego para sacarme de nuevo afuera a recibir el tratamiento de agua helada.

«Me pusieron bolas de acero en el escroto y las apretaban contra los testículos. El dolor se apoderaba

de mí.

«Uno de los interrogadores, Abu Haroun, dijo que me dejaría la cara como la de un bulldog. Era científico. Me asestó puñetazos rápidos durante dos horas. Luego trajo un espejo y dijo: “Mírate la cara”.

Parecía realmente la de un bulldog.


«En Nablús me quemaron con cigarrillos y me comprimieron de nuevo los testículos con bolas metálicas, pellizcando el huevo con el acero. Me arrancaron cuatro dientes con alicates.

«Estuve tres años detenido administrativamente. Durante ese tiempo, además, dinamitaron mi casa como represalia.»

El quinto encarcelamiento: noviembre de 1978 - 1980

«Me detuvieron de nuevo en noviembre de 1980, mandándome directamente a Hebrón. Me recibieron con sorna: “Te haremos confesar por el culo”. Les dije que yo hablo con la boca, no con el culo.

«Al principio me hablaban suavemente porque sabían que la tortura no resultaba. Luego trajeron a los encargados de interrogarme. Uri, Abu Haroun, Joni, el psiquiatra, Abu Nimer, al que le falta un dedo, Abu Ali Mija y el Dr. Jims.

«Me encadenaron a un poste y concentraron los golpes en el pecho. Me tumbaron en el suelo y daban brincos sobre mi pecho. Uri lo hizo siete u ocho veces. Fue una tortura salvaje e interminable, que duró ocho días. Estrellaban los tacones de sus botas contra mis uñas, rompiéndome los dedos.

«Como nevaba, me echaron agua helada. Me entregaron un papel y me dieron dos horas de plazo para confesar. Les dije que no sabía nada. Me encadenaron a una silla. Empezaron a golpearme todos con manos y pies. Caí al suelo. Tenía la cabeza en el suelo. Vi que Uri saltaba por el aire y sentí su golpe de kárate en la cabeza. Es lo último que recuerdo en dos años.

«Me han contado que me arrastraron hasta la celda. Los demás presos tuvieron que alimentarme, limpiarme y darme la vuelta. Era incapaz de contener mis necesidades, me lo hacía todo encima. No podía mover las manos ni andar. No podía oír. No reconocía a nadie. Sólo era capaz de mover los labios para tragar lo que me pusiesen en la boca. Los demás tenían que moverme la cabeza. Y quitarme las piernas de debajo del cuerpo. Llegué a pesar sólo 47 kilos.

«A los dos años, me desperté en un hospital mental. Tenía cinco fracturas en las caderas y no podía andar.» Sus amigos consiguieron llamar la atención de la opinión pública en todo Israel y en los territorios ocupados. Funcionarios y periodistas israelíes escribieron que Nader Afouri estaba “fingiendo” y era un excelente “actor'. Pero chocaron con el testimonio de los presos que le habían cuidado, de los periodistas y simpatizantes que le visitaban cuando finalmente le trasladaron de la cárcel a un hospital, así como del personal del hospital que le trató. Nader Afouri llegó a ser una causa célebre para el pueblo palestino, un símbolo de su tormento y de la dimensión heroica de su resistencia.


El caso del Sr. Azmi Shuaiby

Azmi Shuaiby, dentista, era miembro activo del Consejo de la Ciudad de El Bireh, en la Margen Occidental, y representante electo con el Comité de Guía Nacional. Desde 1973, el Dr. Shuaiby ha sido detenido, brutalmente torturado y encarcelado siete veces. Entre 1980 y 1986 se le prohibió vivir en el término de El Bireh y estuvo confinado en su domicilio a partir de las 6 de la tarde. En 1986 fue encarcelado de nuevo y luego deportado de la Margen Occidental.

Nunca ha sido acusado de acciones armadas ni de promover la violencia. Pero rechaza las exigencias israelíes de que colabore. Ha escrito artículos contra la ocupación y los asentamientos y en pro de un estado palestino independiente.

En 1973, cuando le detuvieron por primera vez a la edad de veinte años, le dijeron: «Te hemos estado vigilando. En la universidad eras el primero de la clase. Podemos convertirte en un hombre muy rico y poderoso de la margen Occidental. Tienes que colaborar con nosotros e incorporarte a las Ligas del Pueblo.» Cuando se negó, empezó la serie de arrestos y torturas salvajes. El Dr. Shuaiby describió los métodos de tortura física y psicológica a que estuvo sometido. «Utilizaban grandes garrotes. Me pusieron las piernas entre las patas de una silla para que no me pudiese mover. Entonces me golpearon la planta de los pies. Tenía los pies hinchados. Era un dolor insoportable.

Al cabo de un minuto ya no sentía las piernas. No podía sostenerme.

«Ellos estaban detrás de mí. No podía saber quién estaba allí. De repente, el interrogador me daba una fuerte palmada en los oídos. Esto provocaba una repentina y terrible presión en mi nariz, boca y

oídos... un repiqueteo que duraba cinco minutos. Perdía el equilibrio y el oído.

«Utilizaban a un guardia gigante para que me golpease constantemente. Decía: “¿Tú eres dentista? Si te rompemos la mano ya no podrás ser dentista.” Entonces me golpeaba la mano hasta que la sentía romperse.

«Me ataron las manos detrás de la espalda y me colgaron de un gancho. Me separaron las piernas y me golpearon los testículos con palos. Entonces me pellizcaron los testículos. Sentías el dolor de los golpes en el estómago, en todos los nervios. Deseabas perder el conocimiento.

«Me sacaron a la intemperie en pleno invierno, desnudo y sin protección alguna, con las manos esposadas colgadas de ganchos. Estuve colgado de ese modo desde las 11 de la noche hasta el alba. Entonces me devolvieron a la celda, Habían puesto agua en el suelo de la celda para que no pudiese dormir.

«Me decían que tenía que colaborar con ellos que cuando lo hiciese no tenía que decir ni a la Cruz Roja ni a nadie que trabajaba para ellos. Les replicaba: “Muy bien, les diré que habéis dicho que no tengo que decir a nadie que queréis que trabaje para vosotros”. Me negué a colaborar. Me golpearon sin parar.» En 1980 los israelíes introdujeron nuevas técnicas. El Dr. Shuaiby llama a esos métodos “tortura psicológica”, y le resultó más difícil soportarla que las torturas físicas. «Te afecta al cerebro.»

El Dr. Azmi Shuaiby se vio sometido al siguiente tormento: Aislamiento: «No permitían que nadie me hablase, ni los soldados. La celda tenía 1,5 m. Por 1,8 por 3 m. En una esquina estaba el hoyo nauseabundo utilizado como letrina. Sólo había un ventanuco cerca del suelo. Nunca podía ver el cielo. La luz mortecina estaba encendida día y noche. No tenía nada que leer. No oía voces. Me dejaban la comida en la esquina entreabriendo la puerta. Tenía que estirarme para llegar a coger cada bocado.

«La cama consistía en una plancha de plástico de menos de 1 cm. de grosor. Siempre estaba húmeda. Una vez a la semana me permitían salir unos minutos para airear el camastro. Ningún soldado podía hablarme.

«Para mantener la salud mental coleccioné trocitos de mondaduras de naranja y hacía figuras con ellos. Me hacía preguntas a mí mismo y las contestaba. También sacaba hilos de la manta y los trenzaba.

El armario: «Estuve sepultado cuatro días y cuatro noches, encogido pero de pie en un armario de cincuenta cm. por cincuenta cm. Estaba muy oscuro. Me habían atado un saco sucio a la cabeza, Tenía las manos sujetas a la espalda con unas esposas especiales. Si las movía en cualquier dirección las esposas se apretaban automáticamente. No podía moverme en el armario. Tenía que dormir de pie. Dormía un minuto cada vez y me despertaba de repente, convencido de que me estaba ahogando.»

Los interrogadores: «El interrogatorio y la tortura corrían a cargo de un equipo. Todos eran oficiales y capitanes y se llamaban Gadi, Edi, Sami, Jacob y Dany. La sala de interrogatorios es su reino,nadie puede entrar.

«Durante la invasión israelí del Líbano de 1982, el equipo de interrogatorios fue enviado al Líbano y trajeron un equipo nuevo a las prisiones de la Margen Occidental. El “nuevo” equipo estaba formado por ex-torturadores. Uno de ellos había sido interrogador diez años antes; ahora era un hombre de negocios.

«El capitán Dany volvió del Líbano durante mi encarcelamiento. Es un hombre muy alto y bien hecho, de treinta y cinco años. Es muy rudo, grita constantemente: “¡Fóllate a tu hermana, fóllate a tu madre!” Me abría la boca a la fuerza y escupía dentro. En 1973 intentó meterme una botella por el ano.


Cuando me vio a la vuelta del Líbano, dijo: “¡Oh, si está aquí Azmi!!” y se puso a contarme la historia

de los niños de Ansar. “He interrogado a niños de 10, 11 y 12 años”, empezó, y me contaba las palizas que les había propinado.»

En 1982 el Dr. Azmi Shuaiby estuvo encarcelado tres veces. Del 7 de diciembre de 1981 al 16 de enero de 1982 le tuvieron aislado durante la huelga general de la Margen Occidental y el cierre de la Universidad de Bir Zeit. Del 1 de abril al 3 de mayo, cuando los israelíes disolvieron los consejos municipales de la Margen Occidental, colocaron a Azmi en el “armario” y le aislaron otra vez. Le mantuvieron aislado durante toda la invasión israelí del Líbano.

«Hace poco me dijeron: “Destruiremos tu clínica metiéndote en la cárcel un mes sí y otro no. La computadora nos dirá cuándo toca encarcelarte de nuevo”» En 1986, el Dr. Azmi Shuaiby fue deportado.


El caso de Mohammed Manasrah

Mohammed Manasrah fue un activista sindical secretario del Senado Estudiantil de la Universidad de Belén y actualmente es escritor y periodista.

Le encarcelaron tres veces, en total cuatro años y medio y luego le sometieron a libertad vigilada dos años más. Durante los interrogatorios sufrió torturas implacables que le produjeron disfunciones sexuales y pérdida del oído. También sufrió otra serie de breves detenciones, arrestos domiciliarios y confinamientos en una población.

El primer encarcelamiento:

«Tenía yo diecinueve años en 1969, cuando me arrestaron por primera vez. Me cogieron con un grupo de gente y nos metieron en el Moscobiya (el Complejo Ruso de Jerusalén) durante seis meses, interrogándome sobre manifestaciones, publicaciones y organizaciones.

«Moscobiya era bárbaro. Nos quitaban la ropa y nos tapaban los ojos. Nos esposaban y encadenaban a diez de nosotros en fila. Nos dejaban desnudos. Nos echaban agua. Nos golpeaban por turno, dándonos con palos en la cabeza y en los órganos sexuales. Les oíamos llenar los cubos y nos preparábamos, pero hiciésemos lo que hiciésemos no conseguíamos prepararnos para los golpes.

«Mi amigo Bashir al Jarya, abogado, lleva en la cárcel desde 1969. Le daban palos en la cabeza cada tres días. U cabeza se le puso verde de moho y la tuvo infectada por bacterias cinco años. Todavía le tienen en la cárcel de Tulkarem.»

El segundo encarcelamiento

«En 1971, las autoridades me acusaron de pertenecer a la vez al FPLP [Frente Popular de Liberación de Palestina] y al Fatah [el grupo de Yasir Arafat en la OLP] aunque era imposible ser miembro de ambas organizaciones.

«Los servicios de seguridad ni siquiera tenían una acusación contra mí. Me dejaban elegir el ser acusado de pertenencia a una organización ilegal y condenado a la cárcel o trasladarme voluntariamente a Amman [Jordania]. Les dije que prefería que me condenasen a cadena perpetua antes que el exilio.

Confesé ser miembro del Consejo Estudiantil Unido, el consejo de todas las organizaciones estudiantiles,

que había sido declarado ilegal. Entonces me encarcelaron durante un año en las prisiones de Ramallah y Nablús.

El tercer encarcelamiento

«En 1975 registraron mi casa del campamento de Dheisheh y me confiscaron todos los libros. Me llevaron a la Comisaría de Policía de Bassa, donde me dieron palizas durante dos días. No me preguntaron nada. Tenía un interrogador delante y otro detrás. De repente el de atrás me daba una fortísima palmada en ambos oídos. Me salía sangre de los oídos y de la boca. Me afectaba al cerebro. Un preso al que intentaban aterrorizar se desmayó cuando le llevaron a ver mi tortura.

«Me encarcelaron tres años. Estuve en Hebrón, Ramallah, de nuevo en Hebrón, en Farguna, en Beersheba, de nuevo en Hebrón y otra vez en Beersheba. Me trasladaban por “motivos de seguridad” como castigo tras las huelgas de hambre.»

La tortura en la cárcel de Hebrón:

Llevaron a Mohammed Manasrah a Hebrón y le torturaron de muy diversas maneras: «Me ataban cabeza abajo y me golpeaban los pies sin parar con un trozo de madera. No podéis imaginar cómo llegaron a pegarme. Los pies se me hincharon enormemente y se volvieron azules. Sangraba debajo de la piel.

«Me quitaron la ropa y me colgaron de cadenas con las manos encima de la cabeza y los pies tocando apenas el suelo. Me golpeaban constantemente en los pies, concentrándose siempre en los pies. A veces me dejaban caer y ponían los pies en un barreño de agua inmunda y helada. Tenía que dormir encadenado, con las manos encima de la cabeza. Esta duró catorce días.

«Maisara Abul Hamdia estaba conmigo. Por cada golpe que yo recibía, a él le daban dos. Maisara estaba colgado cuando yo entré en el cuarto de tortura. Luego, Maisara me encontraba colgado cuando le llevaban al cuarto de tortura. [A Maisara le deportaron luego a Jordania].

«Al cabo de catorce días, perdía el sentido constantemente. Me pusieron en la celda 5. Tenía 160 cm. por 60 por 168. Era alta como yo y tenía que poner los pies en la cabeza cuando estaba tumbado.

«El único sonido que oí ahí fue el de las llaves. Cada vez que lo oía me aterrorizaba. No sé exactamente cuánto tiempo estuve allí. Entre cinco días y una semana.

«Cuando me trasladaron de la celda 5 a la celda 4 estuvieron toda la noche golpeándome.

Utilizaban palos anchos y me daban en la cabeza y en los órganos sexuales. Me tiraban de los pelos y me estrellaban la cabeza contra la pared. Tengo un problema permanente en mis órganos sexuales y me han examinado muchas veces por rayos X la cabeza y los órganos sexuales.

«Me llevaron a la sala del consejo de guerra por la mañana y me hicieron aguardar todo el día. Pero no hubo sesión. En lugar de eso vino Abu Ghazal, el famoso interrogador. Me cogió por el pelo, me levantó y me hizo girar por la estancia, estrellándome contra la pared. Me arrancó el pelo. Me amenazó con mandarme a Sarafand o a “Akka” (la prisión secreta utilizada en 1974 y 1975) si en dos días no confesaba. Izquierda Revolucionaria

«Me pusieron en una celda y dormí todo el tiempo. No sabía si era de día o de noche, si habían pasado dos días o diez. Todavía siento escalofríos al recordar este periodo. Se me estremecen las piernas.

«Al cabo de dos días irrumpieron en la celda diez soldados y empezaron a pegarme. Me arrastraron por el suelo hasta la sala de torturas. Me dijeron que mis amigos y compañeros habían confesado. Les dije: “Enseñádmelos”. Sabía que eso eran mentiras. Me trajeron a dos tipos de gente para que confesase: gente amable y débil que no podía soportar ver cómo me estaban torturando y “asafir” (espías).

«Luego pusieron en práctica otros métodos, alternando las palizas y la persuasión con la esperanza de que quebrase y “confesase. Me acusaron de ser miembro del FPLP, del Fatah y del Partido Comunista.

Cambiaban las acusaciones, permaneciendo una constante: después de cada acusación me daban una solemne paliza.

«Trajeron a dos mayores que me sermonearon durante seis horas sobre los crímenes de la Unión Soviética contra los judíos y sobre la opresión de las minorías nacionales en China. Me acusaban de comunista porque habían encontrado libros sobre marxismo en mi casa. Les dije que aquí no puede haber paz sin autodeterminación para el pueblo palestino. Me pidieron que escribiese esto y lo firmase y lo hice.


«Al cabo de cuarenta y seis días de interrogatorio y detención me mandaron al tribunal militar de Ramallah. Me acusaron de haber realizado acciones contra las autoridades. Mi abogado, Ghozi Kfir, pidió que concretasen. El tribunal respondió. “Es un revolucionario y un falso”.

«Antes de la vista mi abogado y el fiscal habían hecho un trato. Me soltarían sin cargos si yo no decía nada ante el tribunal sobre cómo me habían torturado. Pero el juez ignoró el pacto y me condenó a cinco años. Cumplí tres y me tuvieron en libertad condicional otros dos.»

Arrestos domiciliarios y confinamiento en una población:

Después de salir de la cárcel, el Shin Bet hostigó a Mohamed Manasrah. Visitaban a todos los empresarios que le empleaban y les decían que le despidiesen. Mohammed Manasrah perdió cuatro puestos de trabajo antes de convertirse en permanente sindical.

El 7 de enero de 1982 ordenaron a Mohammed Manasrah que volviese de Belén a Wadi Fukin, la aldea donde naciera, situada dentro de la frontera de antes de 1967. Le sometieron a arresto domiciliario en Wadi Fukin durante seis meses. No tenía ingresos y dependía de la ayuda de sus vecinos.

Las autoridades y la Liga del Pueblo (colaboradores) amenazaron a Mohammed Manasrah, a su familia y a todos los que entraban en contacto con él. Registraron varias veces su casa; le quitaron libros y papeles. Prohibieron a su familia viajar a la Margen Occidental. Retiraron a su hermano el permiso de trabajo. La Liga del Pueblo atacó a su cuñada confundiéndola con la esposa de Mohammed.

El Gobernador Militar amenazó a todas las familias cuyos hijos le visitaban.

Investigaron a los jóvenes. Interrogaron a tres maestros de la escuela elemental tras tales visitas: «Me sometieron a un asedio: económico, social y psíquico.» Desafiando el confinamiento, Mohammed Manasrah volvió a Belén, donde al menos su mujer podía trabajar. «Detuvieron a mi hermano y a sus hijos para presionarme a fin de que volviese a Wadi Fukin, pero yo permanecí en Belén.»

Luego trasladaron el arresto domiciliario a Belén. «No podía estar mucho tiempo en casa.

Iba ahí y allá. Los soldados me cogieron y me metieron en la cárcel.» El 1 de diciembre de 1982, una

nueva orden militar le permitió moverse dentro de los límites municipales, pero no trabajar. Estaba obligado a presentarse en Gobierno Militar cada día y permanecer allí hasta mediodía.

Al cabo de un año, se acabaron las restricciones. No pasó ni un mes hasta que el Gobernador Militar decretó otro confinamiento municipal de seis meses.


Nuevo encarcelamiento:

Mohammed Manasrah entró en la Universidad de Belén en 1983 para estudiar sociología. Pronto fue elegido Secretario del Senado Estudiantil. En noviembre de 1983 él y otros miembros de la organización estudiantil fueron encarcelados tras patrocinar una exposición cultural palestina.

La tortura de los jóvenes palestinos

Los jóvenes palestinos son torturados sistemáticamente, sean ciudadanos israelíes o residentes en los territorios ocupados. Hussam Safieh y Ziad Sbeh Ziad, de Galilea, fueron detenidos acusados de izar la bandera palestina en el primer aniversario de la masacre de Sabra y Chatila. Seis meses más tarde les soltaron no habiendo podido reunir pruebas contra ellos ni arrancarles una confesión. Ante el tribunal, ambos jóvenes hablaron de las torturas a que habían sido sometidos durante su detención.

Les rociaron con agua fría y les dejaron desnudos en una habitación fría. Les golpearon todo el cuerpo, incluidos los genitales. Les aplicaron electrodos. A Ziad le ataron las manos a la espalda y se lo pelotearon de un interrogador a otro. Le golpearon la cara y el cuello. Se negó a firmar una confesión.

Mu'awyah Fah'd Qawasmi, hijo del asesinado alcalde de Hebrón Fah'd Qawasmi, y su primo Usameh Fayez Qawasmi se contaban entre los 4.000 jóvenes palestinos detenidos por los israelíes durante el reciente levantamiento de la Margen Occidental y Gaza.

Los interrogadores israelíes les echaron agua encima, les pusieron en los pies clips conectados con cables eléctricos y dieron la corriente. Mu’awyah perdió el conocimiento tres veces durante media hora de tortura mediante shock eléctrico.143 Los abogados que suelen defender a los acusados de crímenes “contra la seguridad” declaran unánimemente que los Tribunales Militares de Israel y de los territorios ocupados desde 1967 «están en colusión y ocultan a sabiendas el uso de la tortura por los servicios de información de Israel».

Si los defensores cuestionan la validez de una confesión o presentan pruebas de tortura, tiene lugar un “pequeño juicio” o “Zuta” (en hebreo). La acusación presenta al oficial del ejército o la policía que tomó la confesión. Pero, como observa el abogado israelí Lea Tsemel, «El oficial toma la declaración y con frecuencia incluso la redacta por el preso. Pero ese oficial no lleva el interrogatorio ni realiza la tortura. Por lo tanto puede atestiguar que la declaración se realizó libremente.»

Los interrogadores y guardianes rara vez pueden ser identificados y llevados ante los tribunales porque utilizan apodos árabes como Hacky, Dany, Edi, Orli, etc. Y aunque un preso consiga llevar ante el tribunal a su torturador, tampoco consigue nada. Lea Tsemel describe cómo tras enorme esfuerzo y superar incontables obstáculos pudo llevar ante un tribunal al interrogador que había torturado a su defendido. «Se limitó a mirar al acusado y decir que no le había visto en la vida. Y asunto concluido.»

Wasfi O. Masri consiguió que se declarasen inadmisibles cinco confesiones, lo que le ganó gran prestigio y admiración entre los abogados de Israel y de los territorios ocupados desde el 67. Pero esto no garantiza la absolución. Eran cinco de “un total de miles”.

Arrestos domiciliarios y confinamientos en un municipio

Según la Ordenanza 109 de las Ordenanzas de Emergencia de Defensa, un Gobernador Militar puede obligar a cualquier persona a vivir en el lugar que le designa.

Puede confinar a la gente en sus domicilios o municipios. Puede restringir los desplazamientos y la asociación. Esos castigos duran seis meses, pero pueden ser renovados una y otra vez. En algunos casos se han dado restricciones “hasta nuevo aviso”.

El arresto domiciliario o municipal y la restricción de desplazamientos no requieren proceso ni juicio. El Gobernador Militar que da la orden no tiene obligación de especificar la naturaleza del delito. Aunque la persona objeto de restricción tiene derecho a llevar su caso al Comité Militar de Apelaciones y al Tribunal Supremo israelí, es raro que éste cuestione ninguna decisión basada en motivos de “seguridad” y a las víctimas y sus abogados les resulta difícil preparar el procedimiento.

La Ordenanza 109 ha sido utilizada contra los palestinos en Israel y en los territorios ocupados desde 1967. Ha sido utilizada contra intelectuales, periodistas, maestros, artistas, abogados, sindicalistas, estudiantes y figuras políticas. Muchos de ellos, pero no todos, se habían destacado por sus críticas a la política israelí y su defensa de la autodeterminación del pueblo palestino. Entre enero de 1980 y mayo de 1982 Amnesty International registró 136 órdenes de restricción que afectaban a 77 personas;147 en septiembre de 1983 se decretaron 100 órdenes de restricción tras los acontecimientos de la conmemoración del primer aniversario de la masacre de Sabra y Chatila;y esa política ha continuado hasta hoy.


1 comentario:

  1. Por favor entre en mi blog es: tiemposperdiros.blogspot.com y agregue muchos comentarios.

    ResponderEliminar