LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

martes, 29 de marzo de 2011

Entreguismo panista e intervencionismo yanqui


Escrito por : Gerardo Peláez Ramos- ABP
La falta de oficio político, la carencia de estadistas, la ignorancia de la historia de las relaciones México-Estados Unidos, la amalgama del gran capital mexicano y las trasnacionales norteamericanas, la errónea lectura del presente latinoamericano, la ausencia de conciencia nacional, el proyanquismo oligárquico y la admiración irracional de una potencia imperialista descompuesta y decadente, han hecho y hacen que los “gobiernos” del Partido Acción Nacional hundan a México en una crisis no vista desde la terminación de la Revolución mexicana.

La situación es tan grave que no hay día en que no aparezcan nuevas noticias acerca de la entrega de la soberanía nacional a los vecinos del norte; el intervencionismo norteamericano en áreas de la defensa y la seguridad nacionales; los regaños públicos a Felipe Calderón y los secretarios de su gabinete por parte de Janet Napolitano, Hillary Clinton, Barack H. Obama y otros altos funcionarios del Departamento de Estado, la FBI y otras dependencias de la administración demócrata gabacha; la operación criminal Rápido y furioso; el espionaje estadunidense por medio de drones que vuelan sobre el territorio mexicano, a solicitud del gobierno espurio del PAN; la intromisión grosera y ofensiva de la embajada usamericana en asuntos internos mexicanos; el entrenamiento de militares mexicanos en Fort Bragg, Carolina del Norte, EU, en algunos de cuyos cursos se forjaron altos jefes de Los Zetas; la participación de nacionales yanquis entre los capos de cárteles mexicanos, y la residencia en El Paso, Texas, de Los Aztecas.

En semejantes condiciones, la gente se pregunta: ¿Y todas las violaciones a la Constitución General de la República y sus leyes reglamentarias, para qué? La respuesta salta a la vista: para regular y controlar el mercado mundial de estupefacientes. Los datos proporcionados por la Organización de las Naciones Unidas no dejan lugar a dudas: los ingresos anuales del narcotráfico en el planeta son de 320 mil millones de dólares y los consumidores de drogas son 250 millones de hombres y mujeres viciosos y enfermos. La situación es, realmente, preocupante, pues a partir de la invasión de Afganistán por Estados Unidos, Gran Bretaña y los gobiernos cipayos de la OTAN, la producción de heroína y opiáceos se ha incrementado y se sigue incrementando.

Otro tanto ocurre con la cocaína: su elaboración, contrabando y colocación en manos de los drogadictos gabachos se mantienen estables. En los lugares de residencia, de trabajo y de esparcimiento de los consumidores de esta droga se distribuyen puntualmente las dosis demandadas, con conocimiento pleno de las autoridades washingtonianas, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año. En esto no hay secreto posible. Las estadísticas, para evidenciarlo, hablan por sí solas.

Y tampoco varía gran cosa la situación de los morfinómanos, marihuanos, opiómanos, similares y conexos, incluidos los adictos al peyote y los hongos alucinógenos. Para todas las drogas consumidas masivamente las fronteras norteamericanas están abiertas, con el objeto de introducir cientos de toneladas de ellas. ¿O, acaso, alguien cree en el cuento de la guerra contra el narcotráfico? Es posible que crean eso los contlapaches actuales de Eliot Ness y J. Edgar Hoover, el primero dipsómano empedernido, al grado de matarse por conducir en estado de ebriedad, y el segundo provocador profesional del imperialismo.

¿Y el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida? Bien, gracias, pues siguen produciendo miles de muertos, heridos y desplazados mexicanos y colombianos, a la vez que continúan descomponiéndose las sociedades que “gobiernan” Felipe Calderón y Juan Manuel Santos, desmantelándose los Estados nacionales y fortaleciéndose la intervención de los peores enemigos de la independencia y el progreso de América Latina y el Caribe: los monopolios y gobiernos de la Unión Americana.

Por si hubiera dudas en torno a la realidad que se vive en México, cabe resaltar que quienes dijeron que los cárteles mexicanos están más fuertes que antes de la guerra de los gringos, llamada por algunos de Calderón, no fueron solamente periodistas de Proceso, La Jornada y otras publicaciones críticas. No, de ninguna manera. Lo dijeron ni más ni menos que la FBI y el Premio Nobel de la Paz, Barack H. Obama, conocido asesino de afganos, iraquíes y libios, comandante en jefe y representante número 1 del mayor Estado genocida, criminal y belicista del mundo: Estados Unidos.

Para qué engañarse. No hay avances en la guerra gringa contra el narcotráfico y el crimen organizado. Al contrario, hay un desarrollo de los cárteles de la droga, pérdida de posiciones del Estado mexicano y mayor intervencionismo de la potencia al sur de Canadá. En consecuencia, lo que procede es cambiar de estrategia, y, sobre todo, recuperar la soberanía nacional.

Dado que el gobierno de facto de Felipe Calderón es proclive a comprar broncas ajenas y a adquirir compromisos inadmisibles con los mayores especialistas en despojar territorios mexicanos, los más grandes intervencionistas en México y los máximos asesinos de nuestros connacionales, es indispensable precisar: los responsables de la seguridad de Estados Unidos son los usamericanos, y no sobra aclarar que los mexicanos no tenemos vela en el entierro. Si las agresiones, intervenciones y guerras de EU contra los pueblos árabes y musulmanes concitan un justificado odio y un claro deseo de no quedarse cruzados de brazos, son problemas de los gringos y no de nosotros.

Es una mayúscula insensatez andar suscribiendo acuerdos con EU que son lesivos para la soberanía y la seguridad nacionales de México. Sólo derechistas aventureros como los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón pudieron firmar, respectivamente, la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte y la Iniciativa Mérida, vulgar copia, en lo fundamental, del nefasto Plan Colombia. Para el bien del país, ambos acuerdos deben ser denunciados de inmediato, ya que sirven nada más a los intereses del imperialismo norteamericano y, como contraparte, ponen en riesgo la seguridad de nuestra patria. No tiene ningún caso hacer nuestros enemigos a los enemigos de Estados Unidos.

Es menester decir con toda claridad lo siguiente: en toda su historia, México jamás ha tenido problemas con los pueblos y Estados árabes y musulmanes, no los tiene ahora y cabe esperar que no los tendrá en el futuro. Únicamente irresponsables políticos pueden firmar acuerdos de seguridad con el principal enemigo, hoy como ayer, de nuestra integridad territorial, independencia y seguridad nacionales: Estados Unidos.
No está de más recalcar que el imperio del septentrión americano:
Es el país que cuenta con el mayor número de drogadictos en el globo terrestre. Los consumidores de cocaína, marihuana, morfina, opio y otros sicotrópicos en EU son decenas de millones de individuos, incluidos adolescentes y niños. En razón de esta cualidad, constituye, en forma estable, el mercado más importante de estupefacientes. Es obvio que al Estado usamericano le tiene sin cuidado la salud mental de sus habitantes.

Es el principal centro de lavado de dinero proveniente del narcotráfico y el crimen organizado. Los bancos, casas de bolsa y otras empresas de EU lavan decenas de miles de millones de dólares al año de delincuentes yanquis, latinoamericanos, asiáticos y europeos, sin que sean tocados en lo más mínimo.
Es uno de los países que dieron origen al crimen organizado, cuando menos desde la década de los años 20 del siglo pasado. La Unión Americana es la patria de una nueva industria (¿o servicio?) de la etapa imperialista del capitalismo: la delincuencia organizada como consorcios, trusts, holdings o monopolios. Al Capone y los mafiosos de su estirpe crearon y dejaron toda una escuela de las artes criminales, una amplia estructura delicuencial --que abarca jueces, alcaldes, alguaciles, policías, socios capitalistas, políticos y militares--, grandes recursos y capos poderosos sin parangón en México, Colombia y otros países. Los jefes de jefes y capos gringos, de hecho, no son molestados por la justicia usamericana, y disfrutan sus riquezas y poder como grandes lumpen-burgueses.

Es el principal mercado de armamento del narcotráfico y el crimen organizado de América Latina y el Extremo Oriente. Las tiendas de armas, surtidas ampliamente y puestas al día, están esparcidas en buena parte del suelo yanqui y abastecen de implementos bélicos a narcos y delincuentes de todo tipo, con el visto bueno de los gobernantes estadunidenses, supuestamente amparados en la segunda enmienda constitucional de EU. Esto no es lo más grave. Los politiqueros gabachos se dieron a la tarea de infiltrar y golpear a los cárteles mexicanos mediante la operación Rápido y furioso, ahora muy publicitada tras ser balconeada por uno de sus agentes, consistente en la venta de armas cortas y largas para, según la lógica estadunidense, seguirles la pista y detener a los capos de los narcos de aquende el Bravo. El resultado neto: negocio redondo para los comerciantes de la Unión Americana y fortalecimiento de los mafiosos nacionales.

Es el más destacado centro de “educación” y adiestramiento de cuadros de los ejércitos y policías de América Latina y el Caribe, así como de jefes y líderes de “gusanos”, contras, paramilitares y guardias blancas al servicio de la derecha y ultraderecha de la Patria Grande. De estos criminales y asesinos se reclutan, en una alta proporción, los sicarios del narcotráfico y el crimen organizado. Ejemplo ilustrativo de ello es el caso de Los Zetas.
Para poder abordar en forma seria el problema del narcotráfico, que incluye la siembra y cosecha de la coca, la amapola y otras bases de las drogas duras, así como de las blandas; la utilización de las partes de esas plantas para convertirlas en cocaína, opiáceos y otras sustancias derivadas; el trasiego de estupefacientes, incluida la marihuana, y su colocación en los mercados de Estados Unidos y Europa se requiere de un enfoque no propagandístico. La clave del asunto está en el enorme mercado de Estados Unidos y otros países desarrollados. Si entran a esos mercados cientos de toneladas de narcóticos, la producción de coca y amapola automáticamente se verá estimulada. La elaboración, trasiego y venta de drogas estarán asegurados.

Ahora bien, no es serio suponer que Estados Unidos adquiera, sin que se enteren los gobiernos de los tres niveles, cientos de toneladas de drogas; que esas enormes cantidades se distribuyan desde California hasta Maine, desde Florida hasta Washington, desde Virginia hasta Oregón, desde Arizona hasta Montana, desde Luisiana hasta Minnesota y desde Alabama hasta Michigan; que esos estupefacientes lleguen, en pequeñas cantidades, a los consumidores de todas partes. Es evidente que el manejo de estas cantidades requiere de cárteles, transportes, almacenes y personal ocupado en todas estas actividades. Es, fuera de toda duda, una rama importante de la economía de Estados Unidos.
Lo anterior, traducido al español, significa que la cuestión de las drogas, Estados Unidos la utiliza para imponer una política intervencionista en México, Colombia, Centroamérica y otros países hermanos, y que en la ciudadela del imperialismo la industria de los estupefacientes brilla en todo su esplendor. Los gringos, pues, echan a otros la culpa de sus problemas. Aceptar la visión estadunidense del problema es aceptar el intervencionismo de Estados Unidos. Y, eso, en ningún modo es aceptable para los pueblos de América Latina y el Caribe, aunque sí para los gobiernos entreguistas de México, Colombia, Costa Rica y Perú.
No han sido ni son fáciles las relaciones México-Estados Unidos. El Estado mexicano aprendió desde el siglo XIX que tratar con los gobiernos usamericanos era tratar con expansionistas, intervencionistas y saqueadores, adoctrinados en las ideas del monroísmo y el Destino Manifiesto. Desde el primer contacto con los representantes “diplomáticos” del Estado yanqui hubo que negociar con ministros plenipotenciarios y embajadores que más bien parecían delegados de las grandes empresas y monopolios, como lo dejaron en claro Joel Roberts Poinsett, James Gadsden, Henry Lane Wilson, James R. Sheffield, John Gavin (John A. Golenor), John Dimitri Negroponte y Carlos Pascual. Verdaderos promotores de la diplomacia del dólar y las cañoneras. Esta lección parece ser que la olvidaron Vicente Fox, Felipe Calderón y demás expositores de la ultraderecha en el poder.

No existe otro Estado en la historia universal, después de la II Guerra Mundial, que haya tenido y tenga tantas guerras declaradas y no declaradas; bombardeos criminales de Libia, Somalia, Pakistán y otras naciones; asesinatos de líderes revolucionarios; acciones terroristas contra Cuba, Nicaragua y la antigua Unión Soviética y el bloque oriental; promoción y apoyo de golpes de Estado en Brasil, Chile, Argentina, Perú, Guatemala, Vietnam, Camboya y decenas de países más; bloqueos económicos de elementos que dicen defender el libre mercado, y otras acciones que ubican a Estados Unidos como un Estado fuera de la ley internacional. En cuanto a la destrucción de bienes materiales y culturales en Corea, Vietnam, Afganistán, Irak y otros Estados agredidos por los estadunidenses, simplemente no hay nadie que se les compare. Así de sencillito.

Pero existen politiqueros que ignoran olímpicamente la política tradicional de los imperialistas norteamericanos: son los gobernantes antinacionales procedentes del PAN. Éstos piensan, suponen o “infieren” que al negociar con los gobernantes y funcionarios de EU tratan con políticos amigos, socios y aliados, sin prestar atención a la legislación antimexicana y antilatinoamericana en Arizona y otros estados de la Unión Americana, el racismo anti“hispano”, los muros de la frontera, la ejecución de decenas de mexicanos por la justicia yanqui, la violación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las intromisiones crecientes en la política interna y la intención de separar a México de sus hermanos latinoamericanos y caribeños. Si ésos son los socios, amigos y aliados, ¿quiénes son los adversarios?
No contentos con poner a disposición de los monopolios y gobiernos de EU el petróleo y otras materias estratégicas, de privatizar los energéticos, de golpear a los sindicatos de electricistas y de minero-metalúrgicos para beneficiar a la gran burguesía mexicana y las multinacionales yanquis y españolas, de conceder privilegios indebidos a la alta jerarquía católica y de autorizar la participación de la Marina mexicana en maniobras conjuntas con su similar gabacha, los gobernante antinacionales del PAN han pasado a dejar en manos usamericanas la conducción de la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, facilitar el asentamiento en nuestras ciudades de las agencias de información, espionaje, contraespionaje y provocación estadunidenses, asentir en la presencia de agentes armados gringos en tierra mexicana, solicitar el espionaje de drones sobre el territorio patrio, renunciar a la soberanía nacional en funciones básicas del Estado mexicano y llamar a los imperialistas yanquis a intervenir contra Venezuela e Irán. Dicho en otras palabras Calderón coloca al país de espaldas a la historia nacional, avala el intervencionismo norteamericano, convierte a México en un protectorado yanqui y se renuncia respetar los principios establecidos en la Constitución General de la República en materia de política exterior y soberanía nacional. Esto tiene un nombre: traición a la patria.

De cara a la situación descrita, políticos e intelectuales como Manuel Bartlett Díaz, Porfirio Muñoz Ledo y Luis Javier Garrido, han enarbolado la idea de someter a juicio por traición a la patria a Felipe Calderón Hinojosa. Es una propuesta que deben discutir inmediatamente los senadores, diputados, gobernadores, alcaldes y líderes partidistas, sindicales, agrarios, populares y de opinión. No es posible permanecer pasivos ante el entreguismo panista y el intervencionismo norteamericano. Es urgente ponerle un alto y enrumbar al país por las sendas de la independencia, la soberanía nacional, la democracia y la solidaridad latinoamericana y caribeña.

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