LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

viernes, 27 de julio de 2012

La historia como desarrollo y cambio de formaciones económico-sociales




El materialismo histórico no impone a la historia esquemas preconcebidos, no trata de ajustar a sus conclusiones los acontecimientos del pasado y del presente. Todo lo contrario, él mismo es una generalización científica de la historia. La conclusión de que la historia de la humanidad es una sucesión consecutiva de formaciones económico-sociales descansa en los conocimientos fidedignos que poseemos del pasado. La humanidad en su conjunto ha conocido cuatro formaciones: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo y capitalismo, y actualmente vive en una época de transición a la formación siguiente, el comunismo, la primera fase del cual es lo que se conoce como socialismo. ¿Cuáles son las características principales de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción de estas formaciones? ¿En qué dirección se desarrolló la superestructura política e ideológica que se levantaba sobre la base, sobre las relaciones de producción de cada una de ellas? A continuación trataremos de dar respuesta a estas preguntas, refiriéndonos sólo, se comprende, a los rasgos más generales de las formaciones económico-sociales y prescindiendo de los detalles y rasgos específicos secundarios que tan abundantes son en la historia de cada país y de cada época.

Régimen de la comunidad primitiva.
El régimen de la comunidad primitiva es, históricamente, la primera forma que la sociedad adopta después de que el hombre se separa del mundo animal, cuando, en un largo proceso de trabajo, adquirió las cualidades que le diferencian del resto de los seres vivos. Los instrumentos de trabajo de que la humanidad disponía en las fases iníciales del régimen de la comunidad primitiva no podían ser más rudimentarios: la porra, el hacha de piedra, el cuchillo y la punta de lanza del mismo material; más tarde son inventados el arco y la flecha. La única fuerza motora que entonces se conocía era el músculo del hombre. El nivel de las fuerzas productivas hallábase en concordancia con las relaciones de producción que existían entre los hombres. Con aquellos instrumentos de trabajo y armas el individuo aislado era incapaz de hacer frente a las fuerzas de la naturaleza y de proporcionarse sustento. Únicamente el trabajo en común (la caza, la pesca, etc.) de todos los miembros de la comunidad primitiva, su solidaridad y recíproca ayuda podían asegurarles la obtención de los recursos necesarios para su vida. El trabajo en común traía consigo la propiedad en común de los medios de producción que era la base de las relaciones de producción en aquella época. Todos cuantos integraban la comunidad hallábanse en relaciones iguales respecto de los medios de producción; nadie podía despojar de ellos al resto y atribuírselos en propiedad privada. Al no existir propiedad privada no podía haber explotación del hombre por el hombre. Los rudimentarios instrumentos de trabajo, aun utilizándose en común, daban un rendimiento tan mísero que apenas si cada individuo podía obtener lo necesario para su sustento. No había excedente alguno de que se pudiera desposeer al productor en beneficio de otros miembros de la sociedad. Y como no existía la explotación del trabajo ajeno, no se sentía la necesidad de un aparato especial de coerción. Las sencillas funciones del gobierno de la comunidad eran ejercidas colectivamente o encomendadas a los hombres más respetados y expertos.
Las características de la comunidad primitiva como formación económico-social venían determinadas, pues, por el bajo nivel de desarrollo de la producción, por la impotencia en que el hombre se veía ante una naturaleza hostil. En la conciencia de los hombres de aquella época imperan concepciones religiosas de una ingenuidad infantil; en todo se someten ciegamente al poder de la tradición y de la costumbre. El mundo se encontraba para ellos reducido al marco de la tribu; todo lo demás se hallaba fuera de la ley y las tribus mantenían entre sí cruentas guerras. El régimen de la comunidad primitiva, aunque sin las deformaciones ni los repelentes rasgos que la explotación impone a la sociedad y a los hombres, estuvo muy lejos de ser la "Edad de Oro" del género humano. Con el tiempo, el régimen de la comunidad primitiva entra en una fase de desintegración. Las causas de su decadencia y desaparición residían en el desarrollo de las fuerzas productivas. Los hombres llegan poco o poco a aprender el arte de fundir el metal. Las armas e instrumentos de piedra van siendo desplazados. Se propaga el empleo del arado con reja metálica, las hachas de metal, las puntas de flecha y lanza de bronce y de hierro, etc. El progreso de las fuerzas productivas -de los instrumentos de trabajo y de los hábitos y costumbres de los trabajadores- da lugar a importantes cambios en la estructura social. Prodúcese la división social del trabajo: la agricultura y el pastoreo, y luego las industrias artesanas, se segregan como ocupaciones especiales. Comienza a ampliarse el intercambio de productos del trabajo, primero entre las tribus y después en el seno de la propia comunidad. Gradualmente se hace innecesario el trabajo en común de la comunidad entera. La tribu y la gens se descomponen en familias, cada una de las cuales se convierte en una unidad económica autónoma. El trabajo se concentra en dichas unidades, aparece la propiedad privada y se hace posible la explotación: la producción había progresado tanto que la fuerza de trabajo humana rendía ya más de lo necesario para el simple sustento del propio trabajador. El perfeccionamiento de los instrumentos y hábitos de trabajo fue impuesto por la necesidad, por el deseo de los hombres de aliviar su trabajo y de disponer de reservas para hacer frente a las calamidades naturales. Mas con ese perfeccionamiento, los hombres -al margen de su voluntad, inconscientemente, sin adivinar siquiera las consecuencias sociales a que esto conduciría- preparaban una transformación completa de la sociedad: el paso de la formación de la comunidad primitiva a la del esclavismo. Las fuerzas productivas de la sociedad, al acrecerse, exigían nuevas relaciones de producción entre los hombres.

El régimen de la esclavitud.
La base de las relaciones de producción de este régimen es la propiedad privada del esclavista no sólo sobre los medios de producción, sino también sobre los propios trabajadores, sobre los esclavos. Esta propiedad del señor sobre los esclavos y todo cuanto éstos producen viene impuesta por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la época, suficientemente alto como para que fuese posible la explotación de los trabajadores. Al mismo tiempo, sin embargo, era aún tan bajo, que la explotación de los trabajadores, apropiándose parte del producto por ellos producido, era sólo posible reduciendo su consumo al mínimo, dejándoles lo estrictamente necesario para que no se muriesen de hambre. Esto podía hacerse únicamente privando a los explotados de toda clase de derechos, reduciéndolos a la situación de "instrumentos que hablan" y empleando con ellos las medidas de coerción más feroces. El cambio de las relaciones de producción revolucionó las esferas restantes de la vida social. Las relaciones de colaboración y solidaridad, propias de la comunidad primitiva, dejaron paso a relaciones de dominación de una parte de la sociedad sobre la otra, a relaciones de explotación, de opresión y de hostilidad irreductible. La sociedad se escindió en clases antagónicas: la de los esclavistas y la de los esclavos.
La época de la esclavitud aportó a los trabajadores terribles calamidades y sufrimientos. "Los intereses más bajos -la avidez vulgar, la grosera pasión por los placeres, la sórdida codicia, la expoliación egoísta del patrimonio común- sacan de pila a la sociedad nueva, civilizada, de clase; los medios más odiosos, el robo, la violencia, la perfidia y la traición, minan el viejo régimen gentilicio sin clases y conducen a su caída."67 Así describe Engels la época de transición del régimen de la comunidad primitiva al esclavismo. La feroz explotación de que eran objeto los esclavos provoca en ellos una desesperada resistencia. Para aplastarla no servían los viejos órganos de gobierno de la gens y la tribu; requeríase un aparato especial de violencia, y éste fue el Estado. La nueva institución había de proteger la propiedad de los esclavistas y asegurar la afluencia constante de esclavos; a esta situación eran reducidos los prisioneros de guerra y los deudores insolventes. A la vez que el Estado nació el derecho, o sistema de normas y prescripciones jurídicas en las que se recogía la voluntad de la clase dominante y cuya observancia obligatoria era impuesta por el propio Estado. Aparecieron nuevas costumbres y una ideología específica de la sociedad esclavista. Entre los opresores se va extendiendo el desprecio hacia el trabajo físico, en el que empieza a verse una ocupación indigna del hombre libre; se arraiga la idea de la desigualdad de los hombres.
Y a pesar de todo esto, el régimen esclavista significaba un gran paso adelante en la evolución de la humanidad. Prosigue la división social del trabajo, con la diferenciación entre la agricultura y las industrias urbanas y en el seno de estas últimas. La división del trabajo significaba, a su vez, la especialización de los instrumentos y un nuevo caudal de experiencia. En la agricultura, junto al cultivo de cereales aparecen ramas nuevas (horticultura, fruticultura, etc.). Se inventan aperos como el arado de ruedas, el rastrillo y la guadaña. La fuerza muscular del hombre se ve completada en gran escala por la de los animales. El trabajo de verdaderas masas de esclavos permite la construcción de presas y sistemas de riego, de caminos y de barcos, de conducciones de agua y de grandes edificios urbanos. Y cuando parte de los miembros de la sociedad quedan libres de la participación directa en la producción -gracias a la explotación de los esclavos-, crean las condiciones para el progreso de la ciencia y de las artes. Llega, sin embargo, un tiempo en que se agotan las posibilidades de progreso que el modo esclavista de producción implicaba; sus relaciones de producción se convierten en una traba que dificulta el desarrollo de las fuerzas productivas. Los señores, disponiendo como disponían de los esclavos, que exigían muy pocos dispendios, no mostraban interés por el perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo. A mayor abundamiento, no se podía confiar al esclavo instrumentos complicados y costosos, puesto que no tenía el menor interés en el resultado de su trabajo. Las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas imponían cada vez más imperiosamente la supresión de las viejas relaciones de producción. Esto únicamente podía hacerlo una revolución social, cuya fuerza motriz eran las clases y capas que más sufrían del régimen esclavista y que, por tanto, se hallaban más interesadas en su supresión. Eran los esclavos y la parte más pobre de la población libre. A medida que las contradicciones se ahondan en el viejo modo de producción, la lucha de clases adquiere mayor virulencia. Sus formas son muy variadas, desde la premeditada inutilización de los instrumentos de trabajo hasta los levantamientos en los que participan decenas de miles de hombres. En última instancia, el régimen esclavista cae bajo los golpes conjuntos de las insurrecciones de las clases trabajadoras y de las incursiones de las tribus bárbaras vecinas, a las que era ya incapaz de hacer frente aquel Estado debilitado por las contradicciones internas y las guerras. Lo sustituye una nueva formación: el feudalismo.
El régimen feudal.
La base de las relaciones de producción de este régimen es la propiedad de los señores sobre los medios de producción, y en primer lugar de la tierra (el término de "feudalismo" procede de la palabra latina "feudo"; así se llamaban las tierras que el rey distribuía entre sus allegados, a cambio de lo cual éstos habían de prestarle servicio militar). Los campesinos dependían de los señores, pero no en propiedad plena.El señor tenía derecho al trabajo del campesino, que se hallaba adscrito a la tierra y estaba obligado a cumplir en beneficio de aquél En algunos países como, por ejemplo, Rusia, la servidumbre adoptó formas particularmente brutales, que la aproximaban a la esclavitud: el señor podía vender y comprar a los campesinos sin la tierra, etc determinadas cargas. En la sociedad feudal se conocía también la propiedad personal de los campesinos y artesanos. El siervo recibía un lote de tierra, tenía su economía individual cuyos productos, una vez satisfechas las cargas debidas a su señor, quedaban a disposición del propio campesino. Esta característica de las relaciones de producción abría nuevas posibilidades para el incremento de las fuerzas productivas. El productor directo tenía ya cierto interés material en el resultado de su trabajo. Por eso no rompe ni estropea los aperos e instrumentos, sino que, al contrario, los cuida celosamente y los perfecciona. La agricultura conoce nuevos progresos: aparece la rotación de cultivos de tres hojas y se generaliza el uso de abonos. Aún son más importantes los éxitos de las industrias artesanas, que proporcionaban aperos para el campo, objetos para el uso de los señores feudales y comerciantes, utensilios, armas y pertrechos militares. El progreso de las industrias artesanas y del comercio favoreció el crecimiento de las ciudades, que con el tiempo se convierten en grandes centros económicos, políticos y culturales, en la cuna del modo capitalista de producción. La época del feudalismo conoce descubrimientos que habían de dejar honda huella en la historia: los hombres aprenden a convertir el hierro colado en dulce, a construir barcos de vela apropiados para largos viajes, a preparar sencillos instrumentos ópticos (gafas, anteojos de larga vista), inventan la brújula, la pólvora, el papel, la imprenta y el reloj de cuerda. A la energía muscular del hombre y de los animales se incorpora cada vez más la energía del viento (molino de viento, barco de vela) y del agua al caer (molino de agua, rueda hidráulica, que se empleó extraordinariamente en la Edad Media). El cambio de las relaciones de producción propias del esclavismo por las feudales trajo consigo grandes modificaciones en toda la vida de la sociedad.
Modificóse, lo primero de todo, la estructura de clase. La clase dominante pasó a ser la de los señores feudales, que eran los propietarios de la tierra. La otra clase fundamental eran los campesinos siervos. Las relaciones entre unos y otros eran de carácter antagónico, se basaban en la contradicción irreductible de sus intereses de clase. Las formas de la explotación, aunque un tanto suavizadas en comparación con la esclavitud, eran extraordinariamente duras. Como antes, la explotación de los siervos basábase en la coerción extraeconómica. Movido por estímulos puramente económicos, por su interés material, el siervo trabajaba únicamente en su lote de tierra. La mayor parte del tiempo había de hacerlo para el señor, sin que por ello percibiese remuneración alguna. Lo que principalmente le hacía trabajar en este caso era el temor al castigo, la pena que ello llevaba acarreada, y la amenaza de perder todos sus bienes personales, de que el señor podía desposeerle. La lucha de clases se eleva en la sociedad feudal a un nivel más alto de lo que se había conocido bajo el esclavismo. Los levantamientos campesinos se extienden a veces a grandes territorios. Del volumen de su resistencia a los señores son prueba las guerras campesinas, que sacudieron sucesivamente un país tras otro: la insurrección de Wat Tyler en Inglaterra (siglo XIV) y la de la Jacquerie en Francia (siglos XIV y XV), la guerra campesina de Alemania (siglo XVI), el levantamiento de los taipines en China (siglo XIX) y de los sikhos en la India (siglos XVII y XVIII), los movimientos de Bolótnikoz, Razin (siglo XVII) y Pugachev (siglo XVIII) en Rusia, etc. La superestructura política e ideológica de la sociedad feudal es un reflejo de las características que adoptan la explotación y la lucha de clases. Para explotar y mantener sujetos a los campesinos, el Estado feudal había de recurrir a la fuerza armada de que disponía no sólo el poder central, sino también cada señor. Este, dentro de sus feudos, era el dueño absoluto, señor de horca y cuchillo. El derecho reafirma la desigualdad social y económica del feudalismo; las clases y capas sociales adoptan la forma de estamentos: nobleza, clero, campesinos, comerciantes, etc. Las relaciones entre los estamentos y dentro de cada uno de ellos eran de estricta subordinación y dependencia personal. Los compartimientos estancos en que la sociedad estaba dividida eran un obstáculo para el paso de un peldaño a otro en la jerarquía feudal. En la vida espiritual, el primer puesto lo ocupaba la Iglesia.
Conforme las fuerzas productivas se desarrollan, se llega al choque entre las relaciones de producción imperantes en el feudalismo y la superestructura política e ideológica que tales relaciones predeterminaban. Junto a los pequeños talleres artesanos aparecen grandes manufacturas basadas en la técnica artesanal, pero en las cuales las distintas operaciones estaban especializadas y se empleaba a operarios no sometidos a servidumbre. Cuando la joven burguesía de Europa creaba sus manufacturas no tenía la menor noción, se comprende, de las consecuencias que esto iba a acarrear; los único que perseguía era su beneficio directo. Según indica acertadamente J. V. Stalin, la burguesía, entonces en sus comienzos, "no advertía ni comprendía que esta «pequeña» innovación había de conducir a una reagrupación de las fuerzas sociales que terminaría con la revolución contra el poder real, cuyas mercedes tanto estimaba, y contra los nobles, en el seno de los cuales soñaban a menudo con entrar sus mejores representantes..."
Tampoco pensaban en las consecuencias sociales de sus actos los emprendedores mercaderes cuando ampliaban su comercio y, con ayuda de las tropas del rey, se apoderaban de nuevos mercados más allá de los mares. El incremento del intercambio condujo, a su vez, a un rápido progreso de la producción. A esto contribuyeron también los descubrimientos científicos y técnicos realizados en los siglos XVI y XVII. Poco a poco, en el seno del régimen feudal se va estructurando el modo capitalista de producción. Para desenvolverse libremente hace falta que se ponga fin al sistema hasta entonces imperante. La burguesía -clase portadora del nuevo modo de producción- necesita un mercado de trabajo "libre", es decir, pide hombres emancipados de la servidumbre y sin propiedad personal alguna, a los cuales el hambre empuje a las fábricas. Necesita un mercado nacional, con supresión de las barreras aduaneras y de todo orden que los señores feudales habían levantado. Quiere la supresión de los impuestos destinados al sostenimiento de la Corte, con los numerosos nobles que vivían a su arrimo, y la anulación de los privilegios estamentales. A lo que aspira es a imponer libremente su voluntad en todos los órdenes de la vida social. Alrededor de la burguesía se agrupan todas las clases y capas sociales descontentas con el feudalismo: desde los siervos de la gleba y la gente baja de las ciudades, víctimas de la miseria, la humillación y toda clase de desafueros, hasta los hombres de ciencia y escritores avanzados a quienes, cualquiera que fuese su origen, asfixiaba el yugo espiritual del feudalismo y de la Iglesia. Comienza la época de las revoluciones burguesas.
El régimen capitalista.
La base de las relaciones de producción del capitalismo es la propiedad privada de la clase dominante sobre los medios de producción. Los capitalistas explotan a la clase de los obreros asalariados, emancipados de la dependencia personal, pero obligados a vender su fuerza de trabajo, puesto que carecen de medios de producción. Las relaciones de producción del capitalismo brindaban amplias posibilidades de desarrollo a las fuerzas productivas. Aparece y progresa rápidamente la gran producción maquinizada, basada en el aprovechamiento de fuerzas naturales tan poderosas como el vapor y, más tarde, la electricidad, y en la amplia aplicación de la ciencia. El capitalismo lleva a cabo la división del trabajo no sólo dentro de cada país, sino también entre los distintos países, creando así el mercado mundial y, luego, el sistema mundial de economía. Y una vez más, el cambio del modo de producción trae consigo modificaciones en toda la vida social.
Las clases fundamentales de la sociedad son ahora los capitalistas y los obreros. Las relaciones entre ellos siguen siendo antagónicas, por cuanto descansan en la explotación y opresión de los que nada tienen por los poderosos. Son las relaciones de una irreductible lucha de clases. Pero los métodos de explotación y opresión cambian sustancialmente: la forma dominante de coerción es la económica. El capitalista no suele necesitar de la fuerza para obligar que trabajen en su beneficio. El obrero, carente de medios de producción, se ve reducido a hacerlo "voluntariamente" bajo la amenaza de la muerte por hambre. Las relaciones de explotación se hallan ahora encubiertas por la "libre" contratación de los obreros por los patronos, por la "libre" compraventa de la fuerza de trabajo. Cambian los métodos de explotación y cambian también los métodos de la dominación política. Se hace posible el paso del despotismo descarado, propio de las formas anteriores, a un despotismo más refinado, revestido con el ropaje de la democracia burguesa. El poder ilimitado del monarca hereditario desaparece, siendo sustituido por la república parlamentaria; implántase el derecho electoral y se proclaman la libertad política de los ciudadanos y la igualdad de todos ante la ley. Esto es lo que mejor correspondía a los principios de la libre competencia, del libre juego de las fuerzas económicas que durante largo tiempo sirvió de base al capitalismo. Al establecimiento del régimen democrático-burgués contribuyó en gran medida la lucha de los trabajadores, y sobre todo de la clase obrera, la constante presión de las masas populares que exigían la implantación de nuevas formas democráticas y la ampliación de las ya vigentes. Ahora bien, con todas las diferencias que podemos observar entre las superestructuras políticas e ideológicas de la sociedad burguesa y la feudal, lo principal seguía en pie: una y otra correspondían a las relaciones propias de la propiedad privada y de la explotación. La parte preponderante de la nueva superestructura correspondía a las instituciones e ideas de la clase opresora, de la burguesía, y estaban destinadas a defender su dominación de clase y a mantener a las masas explotadas en la obediencia.
La formación capitalista, y así nos lo dice ahora no ya la teoría, sino también la práctica social, es temporal y perecedera. En su seno maduran y se ahondan los antagonismos irreductibles, y en primer término la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada de la apropiación. La única salida de estas contradicciones es el paso a la propiedad social sobre los medios de producción, es decir, al socialismo.
Pero, lo mismo que ocurrió en otros tiempos, el paso al nuevo modo de producción es posible únicamente mediante la revolución social. La fuerza llamada a realizar esta revolución es la clase obrera, Al análisis de los modos capitalista y socialista de producción están dedicadas dos secciones de nuestra obra: la tercera y la quinta, respectivamente.
que es engendrada por el propio capitalismo. Agrupa en torno suyo a todos los trabajadores, derroca la dominación del capital y crea el régimen nuevo, socialista, que no conoce la explotación del hombre por el hombre.
El régimen socialista.
La base del modo socialista de producción es la propiedad social de los medios de producción. De ahí que las relaciones de producción de la sociedad socialista sean de colaboración y recíproca ayuda de los trabajadores no sometidos a explotación alguna. Dichas relaciones corresponden al carácter de las fuerzas productivas: el carácter social de la producción se ve sostenido por la propiedad social sobre los medios de producción. A diferencia del régimen de la comunidad primitiva, la socialización de los medios de producción se apoya en este caso en unas fuerzas productivas, una cultura y un poder del hombre sobre la naturaleza infinitamente superiores. El nuevo régimen brinda a la humanidad posibilidades ilimitadas de progreso en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas y en todos los órdenes de la vida de la sociedad. * Tales son, en sus líneas más generales, las principales etapas que la humanidad ha recorrido. Todo cuanto conocemos del pasado es una confirmación patente y viva de la veracidad científica de la interpretación materialista de la historia, la esencia de la cual formuló Marx como sigue en su prefacio a Aportación a la crítica de la economía política: "En la producción social de su vida, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias y que no dependen de su voluntad: las relaciones de producción, que corresponden a determinado grado de desarrollo de sus fuerzas materiales de producción. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona en general los procesos social, político y espiritual de la vida. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, al contrario, su ser social determina su conciencia. Llegadas a cierto grado de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o -lo que es sólo expresión jurídica de esto- con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se desarrollaron hasta entonces. De formas que eran de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en una traba. Entonces adviene la época de la revolución social. Con el cambio de la base económica, más o menos rápidamente, se produce la transformación de toda la enorme superestructura.




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