El
materialismo histórico no impone a la historia esquemas
preconcebidos, no trata de ajustar a sus conclusiones los
acontecimientos del pasado y del presente. Todo lo contrario, él
mismo es una generalización científica de la historia.
La conclusión de que la historia de la humanidad es una
sucesión consecutiva de formaciones económico-sociales
descansa en los conocimientos fidedignos que poseemos del pasado. La
humanidad en su conjunto ha conocido cuatro formaciones: comunidad
primitiva, esclavismo, feudalismo y capitalismo, y actualmente vive
en una época de transición a la formación
siguiente, el comunismo, la primera fase del cual es lo que se conoce
como socialismo. ¿Cuáles son las características
principales de las fuerzas productivas y de las relaciones de
producción de estas formaciones? ¿En qué
dirección se desarrolló la superestructura política
e ideológica que se levantaba sobre la base, sobre las
relaciones de producción de cada una de ellas? A continuación
trataremos de dar respuesta a estas preguntas, refiriéndonos
sólo, se comprende, a los rasgos más generales de las
formaciones económico-sociales y prescindiendo de los detalles
y rasgos específicos secundarios que tan abundantes son en la
historia de cada país y de cada época.
Régimen
de la comunidad primitiva.
El
régimen de la comunidad primitiva es, históricamente,
la primera forma que la sociedad adopta después de que el
hombre se separa del mundo animal, cuando, en un largo proceso de
trabajo, adquirió las cualidades que le diferencian del resto
de los seres vivos. Los instrumentos de trabajo de que la humanidad
disponía en las fases iníciales del régimen de
la comunidad primitiva no podían ser más rudimentarios:
la porra, el hacha de piedra, el cuchillo y la punta de lanza del
mismo material; más tarde son inventados el arco y la flecha.
La única fuerza motora que entonces se conocía era el
músculo del hombre. El nivel de las fuerzas productivas
hallábase en concordancia con las relaciones de producción
que existían entre los hombres. Con aquellos instrumentos de
trabajo y armas el individuo aislado era incapaz de hacer frente a
las fuerzas de la naturaleza y de proporcionarse sustento. Únicamente
el trabajo en común (la caza, la pesca, etc.) de todos los
miembros de la comunidad primitiva, su solidaridad y recíproca
ayuda podían asegurarles la obtención de los recursos
necesarios para su vida. El trabajo en común traía
consigo la propiedad en común de los medios de producción
que era la base de las relaciones de producción en aquella
época. Todos cuantos integraban la comunidad hallábanse
en relaciones iguales respecto de los medios de producción;
nadie podía despojar de ellos al resto y atribuírselos
en propiedad privada. Al no existir propiedad privada no podía
haber explotación del hombre por el hombre. Los rudimentarios
instrumentos de trabajo, aun utilizándose en común,
daban un rendimiento tan mísero que apenas si cada individuo
podía obtener lo necesario para su sustento. No había
excedente alguno de que se pudiera desposeer al productor en
beneficio de otros miembros de la sociedad. Y como no existía
la explotación del trabajo ajeno, no se sentía la
necesidad de un aparato especial de coerción. Las sencillas
funciones del gobierno de la comunidad eran ejercidas colectivamente
o encomendadas a los hombres más respetados y expertos.
Las
características de la comunidad primitiva como formación
económico-social venían determinadas, pues, por el bajo
nivel de desarrollo de la producción, por la impotencia en que
el hombre se veía ante una naturaleza hostil. En la conciencia
de los hombres de aquella época imperan concepciones
religiosas de una ingenuidad infantil; en todo se someten ciegamente
al poder de la tradición y de la costumbre. El mundo se
encontraba para ellos reducido al marco de la tribu; todo lo demás
se hallaba fuera de la ley y las tribus mantenían entre sí
cruentas guerras. El régimen de la comunidad primitiva, aunque
sin las deformaciones ni los repelentes rasgos que la explotación
impone a la sociedad y a los hombres, estuvo muy lejos de ser la
"Edad de Oro" del género humano. Con el tiempo, el
régimen de la comunidad primitiva entra en una fase de
desintegración. Las causas de su decadencia y desaparición
residían en el desarrollo de las fuerzas productivas. Los
hombres llegan poco o poco a aprender el arte de fundir el metal. Las
armas e instrumentos de piedra van siendo desplazados. Se propaga el
empleo del arado con reja metálica, las hachas de metal, las
puntas de flecha y lanza de bronce y de hierro, etc. El progreso de
las fuerzas productivas -de los instrumentos de trabajo y de los
hábitos y costumbres de los trabajadores- da lugar a
importantes cambios en la estructura social. Prodúcese la
división social del trabajo: la agricultura y el pastoreo, y
luego las industrias artesanas, se segregan como ocupaciones
especiales. Comienza a ampliarse el intercambio de productos del
trabajo, primero entre las tribus y después en el seno de la
propia comunidad. Gradualmente se hace innecesario el trabajo en
común de la comunidad entera. La tribu y la gens se
descomponen en familias, cada una de las cuales se convierte en una
unidad económica autónoma. El trabajo se concentra en
dichas unidades, aparece la propiedad privada y se hace posible la
explotación: la producción había progresado
tanto que la fuerza de trabajo humana rendía ya más de
lo necesario para el simple sustento del propio trabajador. El
perfeccionamiento de los instrumentos y hábitos de trabajo fue
impuesto por la necesidad, por el deseo de los hombres de aliviar su
trabajo y de disponer de reservas para hacer frente a las calamidades
naturales. Mas con ese perfeccionamiento, los hombres -al margen de
su voluntad, inconscientemente, sin adivinar siquiera las
consecuencias sociales a que esto conduciría- preparaban una
transformación completa de la sociedad: el paso de la
formación de la comunidad primitiva a la del esclavismo. Las
fuerzas productivas de la sociedad, al acrecerse, exigían
nuevas relaciones de producción entre los hombres.
El
régimen de la esclavitud.
La
base de las relaciones de producción de este régimen es
la propiedad privada del esclavista no sólo sobre los medios
de producción, sino también sobre los propios
trabajadores, sobre los esclavos. Esta propiedad del señor
sobre los esclavos y todo cuanto éstos producen viene impuesta
por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la época,
suficientemente alto como para que fuese posible la explotación
de los trabajadores. Al mismo tiempo, sin embargo, era aún tan
bajo, que la explotación de los trabajadores, apropiándose
parte del producto por ellos producido, era sólo posible
reduciendo su consumo al mínimo, dejándoles lo
estrictamente necesario para que no se muriesen de hambre. Esto podía
hacerse únicamente privando a los explotados de toda clase de
derechos, reduciéndolos a la situación de "instrumentos
que hablan" y empleando con ellos las medidas de coerción
más feroces. El cambio de las relaciones de producción
revolucionó las esferas restantes de la vida social. Las
relaciones de colaboración y solidaridad, propias de la
comunidad primitiva, dejaron paso a relaciones de dominación
de una parte de la sociedad sobre la otra, a relaciones de
explotación, de opresión y de hostilidad irreductible.
La sociedad se escindió en clases antagónicas: la de
los esclavistas y la de los esclavos.
La
época de la esclavitud aportó a los trabajadores
terribles calamidades y sufrimientos. "Los intereses más
bajos -la avidez vulgar, la grosera pasión por los placeres,
la sórdida codicia, la expoliación egoísta del
patrimonio común- sacan de pila a la sociedad nueva,
civilizada, de clase; los medios más odiosos, el robo, la
violencia, la perfidia y la traición, minan el viejo régimen
gentilicio sin clases y conducen a su caída."67 Así
describe Engels la época de transición del régimen
de la comunidad primitiva al esclavismo. La feroz explotación
de que eran objeto los esclavos provoca en ellos una desesperada
resistencia. Para aplastarla no servían los viejos órganos
de gobierno de la gens y la tribu; requeríase un aparato
especial de violencia, y éste fue el Estado. La nueva
institución había de proteger la propiedad de los
esclavistas y asegurar la afluencia constante de esclavos; a esta
situación eran reducidos los prisioneros de guerra y los
deudores insolventes. A la vez que el Estado nació el derecho,
o sistema de normas y prescripciones jurídicas en las que se
recogía la voluntad de la clase dominante y cuya observancia
obligatoria era impuesta por el propio Estado. Aparecieron nuevas
costumbres y una ideología específica de la sociedad
esclavista. Entre los opresores se va extendiendo el desprecio hacia
el trabajo físico, en el que empieza a verse una ocupación
indigna del hombre libre; se arraiga la idea de la desigualdad de los
hombres.
Y
a pesar de todo esto, el régimen esclavista significaba un
gran paso adelante en la evolución de la humanidad. Prosigue
la división social del trabajo, con la diferenciación
entre la agricultura y las industrias urbanas y en el seno de estas
últimas. La división del trabajo significaba, a su vez,
la especialización de los instrumentos y un nuevo caudal de
experiencia. En la agricultura, junto al cultivo de cereales aparecen
ramas nuevas (horticultura, fruticultura, etc.). Se inventan aperos
como el arado de ruedas, el rastrillo y la guadaña. La fuerza
muscular del hombre se ve completada en gran escala por la de los
animales. El trabajo de verdaderas masas de esclavos permite la
construcción de presas y sistemas de riego, de caminos y de
barcos, de conducciones de agua y de grandes edificios urbanos. Y
cuando parte de los miembros de la sociedad quedan libres de la
participación directa en la producción -gracias a la
explotación de los esclavos-, crean las condiciones para el
progreso de la ciencia y de las artes. Llega, sin embargo, un tiempo
en que se agotan las posibilidades de progreso que el modo esclavista
de producción implicaba; sus relaciones de producción
se convierten en una traba que dificulta el desarrollo de las fuerzas
productivas. Los señores, disponiendo como disponían de
los esclavos, que exigían muy pocos dispendios, no mostraban
interés por el perfeccionamiento de los instrumentos de
trabajo. A mayor abundamiento, no se podía confiar al esclavo
instrumentos complicados y costosos, puesto que no tenía el
menor interés en el resultado de su trabajo. Las necesidades
del desarrollo de las fuerzas productivas imponían cada vez
más imperiosamente la supresión de las viejas
relaciones de producción. Esto únicamente podía
hacerlo una revolución social, cuya fuerza motriz eran las
clases y capas que más sufrían del régimen
esclavista y que, por tanto, se hallaban más interesadas en su
supresión. Eran los esclavos y la parte más pobre de la
población libre. A medida que las contradicciones se ahondan
en el viejo modo de producción, la lucha de clases adquiere
mayor virulencia. Sus formas son muy variadas, desde la premeditada
inutilización de los instrumentos de trabajo hasta los
levantamientos en los que participan decenas de miles de hombres. En
última instancia, el régimen esclavista cae bajo los
golpes conjuntos de las insurrecciones de las clases trabajadoras y
de las incursiones de las tribus bárbaras vecinas, a las que
era ya incapaz de hacer frente aquel Estado debilitado por las
contradicciones internas y las guerras. Lo sustituye una nueva
formación: el feudalismo.
El
régimen feudal.
La
base de las relaciones de producción de este régimen es
la propiedad de los señores sobre los medios de producción,
y en primer lugar de la tierra (el término de "feudalismo"
procede de la palabra latina "feudo"; así se
llamaban las tierras que el rey distribuía entre sus
allegados, a cambio de lo cual éstos habían de
prestarle servicio militar). Los campesinos dependían de los
señores, pero no en propiedad plena.El señor tenía
derecho al trabajo del campesino, que se hallaba adscrito a la tierra
y estaba obligado a cumplir en beneficio de aquél En algunos
países como, por ejemplo, Rusia, la servidumbre adoptó
formas particularmente brutales, que la aproximaban a la esclavitud:
el señor podía vender y comprar a los campesinos sin la
tierra, etc determinadas cargas. En la sociedad feudal se conocía
también la propiedad personal de los campesinos y artesanos.
El siervo recibía un lote de tierra, tenía su economía
individual cuyos productos, una vez satisfechas las cargas debidas a
su señor, quedaban a disposición del propio campesino.
Esta característica de las relaciones de producción
abría nuevas posibilidades para el incremento de las fuerzas
productivas. El productor directo tenía ya cierto interés
material en el resultado de su trabajo. Por eso no rompe ni estropea
los aperos e instrumentos, sino que, al contrario, los cuida
celosamente y los perfecciona. La agricultura conoce nuevos
progresos: aparece la rotación de cultivos de tres hojas y se
generaliza el uso de abonos. Aún son más importantes
los éxitos de las industrias artesanas, que proporcionaban
aperos para el campo, objetos para el uso de los señores
feudales y comerciantes, utensilios, armas y pertrechos militares. El
progreso de las industrias artesanas y del comercio favoreció
el crecimiento de las ciudades, que con el tiempo se convierten en
grandes centros económicos, políticos y culturales, en
la cuna del modo capitalista de producción. La época
del feudalismo conoce descubrimientos que habían de dejar
honda huella en la historia: los hombres aprenden a convertir el
hierro colado en dulce, a construir barcos de vela apropiados para
largos viajes, a preparar sencillos instrumentos ópticos
(gafas, anteojos de larga vista), inventan la brújula, la
pólvora, el papel, la imprenta y el reloj de cuerda. A la
energía muscular del hombre y de los animales se incorpora
cada vez más la energía del viento (molino de viento,
barco de vela) y del agua al caer (molino de agua, rueda hidráulica,
que se empleó extraordinariamente en la Edad Media). El cambio
de las relaciones de producción propias del esclavismo por las
feudales trajo consigo grandes modificaciones en toda la vida de la
sociedad.
Modificóse,
lo primero de todo, la estructura de clase. La clase dominante pasó
a ser la de los señores feudales, que eran los propietarios de
la tierra. La otra clase fundamental eran los campesinos siervos. Las
relaciones entre unos y otros eran de carácter antagónico,
se basaban en la contradicción irreductible de sus intereses
de clase. Las formas de la explotación, aunque un tanto
suavizadas en comparación con la esclavitud, eran
extraordinariamente duras. Como antes, la explotación de los
siervos basábase en la coerción extraeconómica.
Movido por estímulos puramente económicos, por su
interés material, el siervo trabajaba únicamente en su
lote de tierra. La mayor parte del tiempo había de hacerlo
para el señor, sin que por ello percibiese remuneración
alguna. Lo que principalmente le hacía trabajar en este caso
era el temor al castigo, la pena que ello llevaba acarreada, y la
amenaza de perder todos sus bienes personales, de que el señor
podía desposeerle. La lucha de clases se eleva en la sociedad
feudal a un nivel más alto de lo que se había conocido
bajo el esclavismo. Los levantamientos campesinos se extienden a
veces a grandes territorios. Del volumen de su resistencia a los
señores son prueba las guerras campesinas, que sacudieron
sucesivamente un país tras otro: la insurrección de Wat
Tyler en Inglaterra (siglo XIV) y la de la Jacquerie en Francia
(siglos XIV y XV), la guerra campesina de Alemania (siglo XVI), el
levantamiento de los taipines en China (siglo XIX) y de los sikhos en
la India (siglos XVII y XVIII), los movimientos de Bolótnikoz,
Razin (siglo XVII) y Pugachev (siglo XVIII) en Rusia, etc. La
superestructura política e ideológica de la sociedad
feudal es un reflejo de las características que adoptan la
explotación y la lucha de clases. Para explotar y mantener
sujetos a los campesinos, el Estado feudal había de recurrir a
la fuerza armada de que disponía no sólo el poder
central, sino también cada señor. Este, dentro de sus
feudos, era el dueño absoluto, señor de horca y
cuchillo. El derecho reafirma la desigualdad social y económica
del feudalismo; las clases y capas sociales adoptan la forma de
estamentos: nobleza, clero, campesinos, comerciantes, etc. Las
relaciones entre los estamentos y dentro de cada uno de ellos eran de
estricta subordinación y dependencia personal. Los
compartimientos estancos en que la sociedad estaba dividida eran un
obstáculo para el paso de un peldaño a otro en la
jerarquía feudal. En la vida espiritual, el primer puesto lo
ocupaba la Iglesia.
Conforme
las fuerzas productivas se desarrollan, se llega al choque entre las
relaciones de producción imperantes en el feudalismo y la
superestructura política e ideológica que tales
relaciones predeterminaban. Junto a los pequeños talleres
artesanos aparecen grandes manufacturas basadas en la técnica
artesanal, pero en las cuales las distintas operaciones estaban
especializadas y se empleaba a operarios no sometidos a servidumbre.
Cuando la joven burguesía de Europa creaba sus manufacturas no
tenía la menor noción, se comprende, de las
consecuencias que esto iba a acarrear; los único que perseguía
era su beneficio directo. Según indica acertadamente J. V.
Stalin, la burguesía, entonces en sus comienzos, "no
advertía ni comprendía que esta «pequeña»
innovación había de conducir a una reagrupación
de las fuerzas sociales que terminaría con la revolución
contra el poder real, cuyas mercedes tanto estimaba, y contra los
nobles, en el seno de los cuales soñaban a menudo con entrar
sus mejores representantes..."
Tampoco
pensaban en las consecuencias sociales de sus actos los emprendedores
mercaderes cuando ampliaban su comercio y, con ayuda de las tropas
del rey, se apoderaban de nuevos mercados más allá de
los mares. El incremento del intercambio condujo, a su vez, a un
rápido progreso de la producción. A esto contribuyeron
también los descubrimientos científicos y técnicos
realizados en los siglos XVI y XVII. Poco a poco, en el seno del
régimen feudal se va estructurando el modo capitalista de
producción. Para desenvolverse libremente hace falta que se
ponga fin al sistema hasta entonces imperante. La burguesía
-clase portadora del nuevo modo de producción- necesita un
mercado de trabajo "libre", es decir, pide hombres
emancipados de la servidumbre y sin propiedad personal alguna, a los
cuales el hambre empuje a las fábricas. Necesita un mercado
nacional, con supresión de las barreras aduaneras y de todo
orden que los señores feudales habían levantado. Quiere
la supresión de los impuestos destinados al sostenimiento de
la Corte, con los numerosos nobles que vivían a su arrimo, y
la anulación de los privilegios estamentales. A lo que aspira
es a imponer libremente su voluntad en todos los órdenes de la
vida social. Alrededor de la burguesía se agrupan todas las
clases y capas sociales descontentas con el feudalismo: desde los
siervos de la gleba y la gente baja de las ciudades, víctimas
de la miseria, la humillación y toda clase de desafueros,
hasta los hombres de ciencia y escritores avanzados a quienes,
cualquiera que fuese su origen, asfixiaba el yugo espiritual del
feudalismo y de la Iglesia. Comienza la época de las
revoluciones burguesas.
El
régimen capitalista.
La
base de las relaciones de producción del capitalismo es la
propiedad privada de la clase dominante sobre los medios de
producción. Los capitalistas explotan a la clase de los
obreros asalariados, emancipados de la dependencia personal, pero
obligados a vender su fuerza de trabajo, puesto que carecen de medios
de producción. Las relaciones de producción del
capitalismo brindaban amplias posibilidades de desarrollo a las
fuerzas productivas. Aparece y progresa rápidamente la gran
producción maquinizada, basada en el aprovechamiento de
fuerzas naturales tan poderosas como el vapor y, más tarde, la
electricidad, y en la amplia aplicación de la ciencia. El
capitalismo lleva a cabo la división del trabajo no sólo
dentro de cada país, sino también entre los distintos
países, creando así el mercado mundial y, luego, el
sistema mundial de economía. Y una vez más, el cambio
del modo de producción trae consigo modificaciones en toda la
vida social.
Las
clases fundamentales de la sociedad son ahora los capitalistas y los
obreros. Las relaciones entre ellos siguen siendo antagónicas,
por cuanto descansan en la explotación y opresión de
los que nada tienen por los poderosos. Son las relaciones de una
irreductible lucha de clases. Pero los métodos de explotación
y opresión cambian sustancialmente: la forma dominante de
coerción es la económica. El capitalista no suele
necesitar de la fuerza para obligar que trabajen en su beneficio. El
obrero, carente de medios de producción, se ve reducido a
hacerlo "voluntariamente" bajo la amenaza de la muerte por
hambre. Las relaciones de explotación se hallan ahora
encubiertas por la "libre" contratación de los
obreros por los patronos, por la "libre" compraventa de la
fuerza de trabajo. Cambian los métodos de explotación y
cambian también los métodos de la dominación
política. Se hace posible el paso del despotismo descarado,
propio de las formas anteriores, a un despotismo más refinado,
revestido con el ropaje de la democracia burguesa. El poder ilimitado
del monarca hereditario desaparece, siendo sustituido por la
república parlamentaria; implántase el derecho
electoral y se proclaman la libertad política de los
ciudadanos y la igualdad de todos ante la ley. Esto es lo que mejor
correspondía a los principios de la libre competencia, del
libre juego de las fuerzas económicas que durante largo tiempo
sirvió de base al capitalismo. Al establecimiento del régimen
democrático-burgués contribuyó en gran medida la
lucha de los trabajadores, y sobre todo de la clase obrera, la
constante presión de las masas populares que exigían la
implantación de nuevas formas democráticas y la
ampliación de las ya vigentes. Ahora bien, con todas las
diferencias que podemos observar entre las superestructuras políticas
e ideológicas de la sociedad burguesa y la feudal, lo
principal seguía en pie: una y otra correspondían a las
relaciones propias de la propiedad privada y de la explotación.
La parte preponderante de la nueva superestructura correspondía
a las instituciones e ideas de la clase opresora, de la burguesía,
y estaban destinadas a defender su dominación de clase y a
mantener a las masas explotadas en la obediencia.
La
formación capitalista, y así nos lo dice ahora no ya la
teoría, sino también la práctica social, es
temporal y perecedera. En su seno maduran y se ahondan los
antagonismos irreductibles, y en primer término la
contradicción entre el carácter social de la producción
y la forma privada de la apropiación. La única salida
de estas contradicciones es el paso a la propiedad social sobre los
medios de producción, es decir, al socialismo.
Pero,
lo mismo que ocurrió en otros tiempos, el paso al nuevo modo
de producción es posible únicamente mediante la
revolución social. La fuerza llamada a realizar esta
revolución es la clase obrera, Al análisis de los modos
capitalista y socialista de producción están dedicadas
dos secciones de nuestra obra: la tercera y la quinta,
respectivamente.
que
es engendrada por el propio capitalismo. Agrupa en torno suyo a todos
los trabajadores, derroca la dominación del capital y crea el
régimen nuevo, socialista, que no conoce la explotación
del hombre por el hombre.
El
régimen socialista.
La
base del modo socialista de producción es la propiedad social
de los medios de producción. De ahí que las relaciones
de producción de la sociedad socialista sean de colaboración
y recíproca ayuda de los trabajadores no sometidos a
explotación alguna. Dichas relaciones corresponden al carácter
de las fuerzas productivas: el carácter social de la
producción se ve sostenido por la propiedad social sobre los
medios de producción. A diferencia del régimen de la
comunidad primitiva, la socialización de los medios de
producción se apoya en este caso en unas fuerzas productivas,
una cultura y un poder del hombre sobre la naturaleza infinitamente
superiores. El nuevo régimen brinda a la humanidad
posibilidades ilimitadas de progreso en cuanto al desarrollo de las
fuerzas productivas y en todos los órdenes de la vida de la
sociedad. * Tales son, en sus líneas más generales, las
principales etapas que la humanidad ha recorrido. Todo cuanto
conocemos del pasado es una confirmación patente y viva de la
veracidad científica de la interpretación materialista
de la historia, la esencia de la cual formuló Marx como sigue
en su prefacio a Aportación a la crítica de la economía
política: "En la producción social de su vida, los
hombres entran en relaciones determinadas, necesarias y que no
dependen de su voluntad: las relaciones de producción, que
corresponden a determinado grado de desarrollo de sus fuerzas
materiales de producción. El conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la
sociedad, la base real sobre la que se eleva la superestructura
jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción
de la vida material condiciona en general los procesos social,
político y espiritual de la vida. No es la conciencia de los
hombres lo que determina su ser, sino, al contrario, su ser social
determina su conciencia. Llegadas a cierto grado de desarrollo, las
fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes, o -lo que es sólo
expresión jurídica de esto- con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se desarrollaron hasta entonces. De
formas que eran de desarrollo de las fuerzas productivas, estas
relaciones se convierten en una traba. Entonces adviene la época
de la revolución social. Con el cambio de la base económica,
más o menos rápidamente, se produce la transformación
de toda la enorme superestructura.
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