LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

viernes, 6 de julio de 2012

El aparato del Estado y la lucha contra el burocratismo.



Por: J.V. Stalin
Del burocratismo se habla tanto, que huelga extenderse al respecto. Es indudable que en el aparato del Estado, en el de las cooperativas y en el del Partido existen elementos de burocratismo. También es un hecho que la lucha contra los elementos de burocratismo es necesaria y que esta tarea la tendremos planteada siempre, mientras exista en el país el Poder público, mientras exista el Estado.
Pero, con todo, hay que tener sentido de la medida. Llevar la lucha contra el burocratismo en el aparato del Estado hasta la destrucción de este aparato, hasta desacreditarlo, hasta las tentativas de destruirlo, es ir contra el leninismo, es olvidar que nuestro aparato es un aparato soviético, un aparato de Estado superior, por su tipo, a todos los demás aparatos de Estado existentes en el mundo.
¿En qué consiste la fuerza del aparato de nuestro Estado?
En que, a través de los Soviets, vincula el Poder a las masas de millones de obreros y campesinos. En que los Soviets son una escuela de gobernación para decenas y cientos de miles de obreros y campesinos. En que el aparato del Estado no se aísla de las masas, de los millones de hombres del pueblo, sino que se funde con ellos a través de innumerables organizaciones de masas, de todo género de comisiones, secciones, conferencias, reuniones de delegadas, etc., que rodean a los Soviets y que apoyan así a los órganos de Poder.
¿En qué consiste la debilidad del aparato de nuestro Estado? En la existencia de elementos burocráticos en el mismo, que estropean y deforman su trabajo. Para extirpar de él el burocratismo –y eso no se puede hacer en un año o en dos-, hay que mejorar sistemáticamente el aparato del Estado, acercarlo a las masas, renovarlo con hombres nuevos, fieles a la causa de la clase obrera, hay que transformarlo en el espíritu del comunismo, y no destruirlo, no desacreditarlo. Lenin tenía mil veces razón cuando afirmaba: «Sin «aparato», nos hubiéramos hundido hace tiempo. Sin una lucha sistemática y tenaz por mejorar el aparato, nos hundiremos antes de haber logrado construir la base del socialismo».
No vaya detenerme en los defectos del aparato de nuestro Estado, que saltan por sí solos a la vista. Me refiero, ante todo, al «papeleo». Tengo a mano un montón de documentos que evidencian el papeleo y denuncian la negligencia criminal de varias organizaciones judiciales, administrativas, de seguros, cooperativas, etc.
Aquí se habla de un campesino que ha hecho veintiún viajes para acudir a una oficina de seguros, a fin de que le hiciesen justicia, y sin resultado.
Otro campesino, un viejo de 66 años, ha recorrido a pie 600 verstas para poner en claro un asunto en la oficina de previsión social del distrito, y no ha podido conseguir nada.
Una vieja aldeana de 56 años ha recorrido a pie 500 verstas y en carro más de 600, citada por el tribunal popular, y, con todo, no ha podido conseguir que se le hiciese justicia.
Podría citar un sinfín de casos análogos. No vale la pena enumerarlos. ¡Pero esto es una vergüenza para nosotros, camaradas! ¿Cómo se puede tolerar semejante escándalo?
Finalmente, los hechos relativos a los «relegados». Resulta que; además de la gente promovida entre los obreros, existe la gente «relegada», retirada a un segundo plano por sus propios camaradas, y no por incapacidad o porque no sepan trabajar sino a causa de su conciencia y honradez en el trabajo.
Aquí tenéis el caso de un obrero, mecánico herramentista, promovido para cierto puesto en la fábrica como hombre capaz e insobornable. Trabajó un año, otro trabajó honradamente, imponiendo el orden, luchando contra la mala administración y el despilfarro. Sin embargo, su labor afectó los intereses de un grupillo de compadres «comunistas», alteró la tranquilidad de éstos. ¿Y qué diréis que ha ocurrido? Pues que ese grupito de compadres «comunistas» empieza a ponerle la zancadilla y le obliga, así, a «relegarse». «¿Has querido ser más listo que nosotros? ¿No nos dejas vivir y lucrarnos tranquilamente? Retírate, amiguito».
Ved el caso de otro obrero, también mecánico, ajustador de tornos de roscar, promovido a cierto cargo en la fábrica. Trabaja con celo y honestidad. Pero con su labor perturba la tranquilidad de ciertos individuos. ¿Y qué diréis que ha pasado? Se ha encontrado un pretexto para deshacerse de ese «inquieto» camarada. ¿Qué pensaba al abandonar su puesto ese camarada dirigente salido de entre los obreros?, ¿qué sentía? Pensaba y sentía así: «En todos los puestos, para los que se me nombró, hice lo posible por justificar la confianza depositada en mí. Pero jamás olvidaré la mala pasada que me han jugado con esta promoción. Me han cubierto de lodo. Mi deseo de poner todas las cosas en claro no se ha visto cumplido. Ni el comité sindical de la fábrica, ni la dirección, ni la célula del Partido han querido siquiera escucharme. Para la promoción yo he muerto: aunque me cubran de oro, no iré a ningún sitio» («Trud»257, núm. 128, del 9 de junio de 1927).
¡Pero esto es una vergüenza para nosotros, camaradas! ¿Cómo se puede tolerar semejantes escándalos? Es tarea del Partido cauterizar, en la lucha contra el burocratismo y por mejorar el aparato del Estado, abusos como los que acabo de citar, en nuestro trabajo diario.
La consigna leninista respecto a la revolución cultural. La mejor arma para combatir el burocratismo es la elevación del nivel cultural de los obreros y de los campesinos. Se puede censurar y criticar el burocratismo del aparato del Estado, se puede vituperar y poner en la picota el burocratismo en nuestro trabajo diario, pero si no existe cierto nivel cultural entre las amplias masas obreras, un nivel cultural que cree la posibilidad, el deseo y los conocimientos necesarios para controlar el aparato del Estado desde abajo, por las propias masas obreras, el burocratismo subsistirá, pase lo que pase. Por eso, el desarrollo cultural de la clase obrera y de las masas trabajadoras del campesinado -no sólo en el sentido de fomentar la instrucción, aunque la instrucción constituye la base de toda cultura, sino ante todo, en el sentido de adquirir hábitos y capacidad para incorporarse a la gobernación del país- es la palanca principal para mejorar el aparato del Estado y cualquier otro aparato. En eso reside el sentido y la importancia de la consigna leninista acerca de la revolución cultural.
He aquí lo que dijo al respecto Lenin en marzo de 1922, antes de la apertura del XI Congreso de nuestro Partido, en la carta que, para el Comité Central, envió al camarada Mólotov:
«Nada necesitamos tanto como cultura, saber gobernar... Económica y políticamente, la NEP nos asegura por completo la posibilidad de sentar los fundamentos de la economía socialista… Lo «único» que hace falta es que el proletariado y su vanguardia cuenten con hombres cultos».
No se debe olvidar estas palabras de Lenin, camaradas.
De aquí la tarea del Partido: reforzar la lucha por la elevación cultural de la clase obrera y de las capas trabajadoras del campesinado.

Publicado el 6 y el 9 de diciembre de 1927 en los núms. 279 y 282 de «Pravda».

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