Por: V.I. LENIN
Tenía proyectado
escribir para el segundo aniversario del Poder soviético un pequeño
folleto sobre el tema indicado en el título. Pero con el ajetreo del
trabajo diario no he logrado hasta ahora ir más allá de la
preparación preliminar de algunas partes. Por eso, he resuelto
tratar de hacer una exposición breve y sumaria de las ideas más
esenciales, a mi modo de ver, en esta cuestión. Naturalmente, el
carácter resumido de la exposición encierra muchas dificultades e
inconvenientes. Pero quizás para un pequeño artículo periodístico
puede ser realizable este objetivo modesto: plantear la cuestión y
sus fundamentos para su discusión por los comunistas de los
diferentes países.
1
Teóricamente, no cabe
duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período
de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o
las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede
dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y
el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo
vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil
aún.
La necesidad de toda una
época histórica, que se distinga por estos rasgos del período de
transición, debe ser clara por sí misma, no sólo para un marxista,
sino para toda persona instruida que conozca de una u otra manera la
teoría del desarrollo. Y, sin embargo, todos los discursos que sobre
la transición al socialismo escuchamos de labios de los actuales
representantes de la democracia pequeñoburguesa (tales son, a pesar
de su pretendida etiqueta socialista, todos los representantes de la
II Internacional, incluyendo a gentes del corte de MacDonald y Jean
Longuet, de Kautsky y Friedrich Adler) se distinguen por el completo
olvido de esta verdad evidente. A los demócratas pequeñoburgueses
les son propios la aversión a la lucha de clases, los sueños sobre
la posibilidad de prescindir de ella, la aspiración a atenuar,
conciliar y limar sus agudas aristas. Por eso, los demócratas de
esta especie o se desentienden de cualquier reconocimiento de todo un
período histórico de transición del capitalismo al comunismo o
consideran que su tarea es inventar planes para conciliar ambas
fuerzas en pugna, en lugar de dirigir la lucha de una de estas
fuerzas.
2
En Rusia, la dictadura
del proletariado tiene que distinguirse inevitablemente por ciertas
particularidades en comparación con los países avanzados, como
consecuencia del inmenso atraso y del carácter pequeñoburgués de
nuestro país. Pero las fuerzas fundamentales -- y las formas
fundamentales de la economía social -- son, en Rusia, las mismas que
en cualquier país capitalista, por lo que estas particulariclades
pueden referirse tan sólo a lo que no es esencial.
Estas formas básicas de
la economía social son: el capitalismo, la pequeña producción
mercantil y el comunismo. Y las fuerzas básicas son: la burguesía,
la pequeña burguesía (particularmente los campesinos) y el
proletariado.
La economía de Rusia en
la época de la dictadura del proletariado representa la lucha que en
sus primeros pasos sostiene el trabajo mancomunado al modo comunista
-- en escala única de un enorme Estado -- contra la pequeña
producción mercantil, contra el capitalismo que sigue subsistiendo y
contra el que revive sobre la base de esta producción.
El trabajo está
mancomunado en Rusia a la manera comunista por cuanto, primero, está
abolida la propiedad privada sobre los medios de producción y,
segundo, porque el Poder proletario del Estado organiza en escala
nacional la gran producción en las tierras y empresas estatales,
distribuye la mano de obra entre las diferentes ramas de la economía
y entre las empresas, distribuye entre los trabajadores inmensas
cantidades de artículos de consumo pertenecientes al Estado.
Hablamos de los "primeros
pasos" del comunismo en Rusia (como lo dice también el programa
de nuestro Partido aprobado en marzo de 1919), ya que estas
condiciones las hemos realizado sólo en parte, o dicho con otras
palabras: la realización de estas condiciones se encuentra sólo en
su fase inicial. De una vez, con un solo golpe revolucionario, se ha
hecho todo cuanto puede, en general, hacerse de un golpe: por
ejemplo, ya el primer día de la dictadura del proletariado, el 26 de
octubre de 1917 (8 de noviembre de 1917), fue abolida la propiedad
privada de la tierra y fueron expropiados sin indemnización los
grandes propietarios de la tierra. En unos meses fueron expropiados,
también sin indemnización, casi todos los grandes capitalistas, los
dueños de fábricas, empresas de sociedades anónimas, bancos,
ferrocarriles, etc. La organización de la gran producción
industrial por el Estado, el tránsito del "control obrero"
a la "administración obrera" de las fábricas y
ferrocarriles, está ya realizado en sus rasgos más importantes y
fundamentales; pero con respecto a la agricultura esto no ha hecho
más que empezar (las "haciendas soviéticas", grandes
explotaciones organizadas por el Estado obrero sobre las tierras del
Estado). Igualmente apenas ha comenzado la organización de las
diferentes formas de cooperación de los pequeños labradores, como
tránsito de la pequeña producción agrícola mercantil a la
agricultura comunista*. Lo mismo cabe decir de la organización
estatal de la distribución de los productos en sustitución del
comercio privado, es decir, en lo que atañe al acopio y al envío de
cereales a las ciudades y de los artículos industriales al campo por
el Estado. Más abajo daremos los datos estadísticos que poseemos
sobre esta cuestión.
La economía campesina
continúa siendo una pequeña producción mercantil. Hay aquí para
el capitalismo una base extraordinariamente amplia y dotada de raíces
muy profundas y muy sólidas. Sobre esta base, el capitalismo se
mantiene y revive de nuevo, luchando de la manera más encarnizada
contra el comunismo. Las formas de esta lucha son: la venta
clandestina y la especulación contra los acopios estatales de cereal
(al igual que de otros productos) y en general contra la distribución
estatal de los productos.
3
Para ilustrar estas tesis
teóricas abstractas, citaremos datos concretos.
El acopio estatal de
cereales en Rusia, según datos del Comisariado del Pueblo de
Abastecimiento, ha dado, desde el 1.ƒ de agosto de 1917 al 1.ƒ de
agosto de 1918, cerca de 30 millones de puds. Al otro año, cerca de
110 millones de puds. En los primeros tres meses de la campaña
siguiente (1919-1920), los acopios alcanzarán, por lo visto, cerca
de 45 millones de puds, contra 37 millones en los mismos meses
(agosto-octubre) del año 1918.
Estas cifras revelan
claramente un lento pero constante mejoramiento en el sentido de la
victoria del comunismo sobre el capitalismo. Se obtiene este
mejoramiento a pesar de las inauditas dificultades motivadas por la
guerra civil, que los capitalistas rusos y extranjeros organizan
poniendo en tensión todas las fuerzas de las potencias más
poderosas del mundo.
Por eso, por más que
mientan y calumnien los burgueses de todos los países y sus
cómplices francos o encubiertos (los "socialistas" de la
II Internacional), es indudable que, desde el punto de vista del
problema económico fundamental de la dictadura del proletariado, en
nuestro país está asegurada la victoria del comunismo sobre el
capitalismo. Si la burguesía de todo el mundo está enrabiada y
enfurecida contra el bolchevismo, si organiza invasiones armadas,
complots, etc., contra los bolcheviques, es precisamente porque
comprende muy bien lo inevitable de nuestra victoria en la
reestructuración de la economía social, a menos que nos aplaste por
la fuerza militar. Pero no consigue aplastarnos por ese
procedimiento.
Así, pues,
aproximadamente la mitad de los cereales para las ciudades la da el
Comisariado de Abastecimiento; la otra mitad, los especuladores. La
investigación exacta de la alimentación de los obreros de las
ciudades en 1918 ha dado precisamente esta proporción. Advirtamos
que los obreros pagan por el cereal proporcionado por el Estado la
novena parte que por el de los especuladores. El precio de
especulación es equivalente al décuplo que el precio del Estado.
Así lo dice el estudio concienzudo del presupuesto de los obreros.
4
Los datos citados, si se
piensa bien en ellos, proporcionan un material exacto acerca de todos
los rasgos fundamentales de la economía actual en Rusia.
Los trabajadores han sido
liberados de sus opresores y explotadores seculares, los
terratenientes y capitalistas. Este paso de la verdadera libertad y
de la verdadera igualdad, paso que por su grandeza, magnitud y
rapidez no tiene precedente en el mundo, no ha sido tomado en
consideración por los partidarios de la burguesía (incluidos los
demócratas pequeñoburgueses), los cuales hablan de la libertad y de
la igualdad en el sentido de la democracia burguesa parlamentaria,
proclamándola falsamente "democracia" en general o
"democracia pura" (Kautsky).
Pero los trabajadores
toman en consideración precisamente la verdadera igualdad, la
verdadera libertad (la que implica verse libre de terratenientes y
capitalistas), por eso apoyan con tanta firmeza al Poder soviético.
En este país campesino,
han sido los campesinos en general los primeros en salir favorecidos,
los que más han ganado y los que de golpe han gozado los beneficios
de la dictadura del proletariado. Bajo el régimen de los
terratenientes y capitalistas, en Rusia los campesinos padecían
hambre. En el transcurso de largos siglos de nuestra historia, los
campesinos jamás tuvieron la posibilidad de trabajar para sí:
pasaban hambre, entregando cientos de millones de puds de trigo a los
capitalistas, a las ciudades y al extranjero. Bajo la dictadura del
proletariado, el campesino por primera vez trabaja para sí y se
alimenta mejor que el habitante de la ciudad. El campesino ha visto
por primera vez la libertad de hecho: la libertad de comer su propio
pan, la libertad de no pasar hambre. Se ha establecido, como es
sabido, la igualdad máxima en el reparto de las tierras: en la gran
mayoría de los casos, los campesinos reparten la tierra "por el
número de bocas".
Socialismo significa la
abolición de las clases.
Para abolir las clases,
es preciso, primero, derribar a los terratenientes y a los
capitalistas. Esta parte de la tarea la hemos cumplido, pero es sólo
una parte y, ademas, no es la más difícil. Para abolir las clases,
es preciso, en segundo lugar, suprimir la diferencia entre los
obreros y los campesinos, convertir a todos en trabajadores. Esto no
es posible hacerlo de golpe. Esta es una tarea incomparablemente más
difícil y, por la fuerza de la necesidad, de larga duración. No es
una tarea que pueda resolverse con el derrocamiento de una clase
cualquiera. Sólo puede resolverse mediante la reorganización de
toda la economía social, pasando de la pequeña producción
mercantil, individual y aislada, a la gran producción colectiva.
Este tránsito es, por necesidad, extraordinariamente largo, y las
medidas administrativas y legislativas precipitadas e imprudentes
sólo conducirían a hacerlo más lento y difícil. Solamente cabe
acelerarlo prestando a los campesinos una ayuda que les permita
mejorar en enorme medida toda la técnica agrícola, transformándola
de raíz.
Para resolver esta
segunda parte de la tarea, la más difícil, el proletariado, después
de haber vencido a la burguesía, debe aplicar inalterablemente la
siguiente línea fundamental en su política con respecto a los
campesinos: el proletariado debe distinguir, diferenciar a los
campesinos trabajadores de los campesinos propietarios, al campesino
trabajador del campesino mercader, al campesino laborioso del
campesino especulador.
En esta delimitación
reside toda la esencia del socialismo.
Y no es extraño que los
socialistas de palabra y demócratas pequeñoburgueses de hecho (los
Mártov y los Chernov, los Kautsky y Cía.) no comprendan esta
esencia del socialismo. La delimitación aquí indicada es muy
difícil, pues en la vida práctica todos los rasgos propios del
"campesino", por variados y contradictorios que sean,
forman un todo único. No obstante, la delimitación es posible, y no
sólo posible, sino que emana inevitablemente de las condiciones de
la hacienda y de la vida del campesino. El campesino trabajador ha
estado oprimido durante siglos por los terratenientes, los
capitalistas, los mercaderes, los especuladores y su Estado,
incluyendo a las repúblicas burguesas más democráticas. El
campesino trabajador ha ido formando durante siglos su odio y su
animosidad contra estos opresores y explotadores, y esta "formación",
producto de la vida misma, obliga a los campesinos a buscar la
alianza con los obreros contra el capitalista, contra el especulador,
contra el mercader. Pero, al mismo tiempo, las circunstancias
económicas, las circunstancias de la economía mercantil, convierten
de modo inevitable al campesino (no siempre, pero sí en una gran
mayoría de casos) en mercader y especulador.
Los datos estadísticos
arriba citados muestran con claridad la diferencia que existe entre
el campesino trabajador y el campesino especulador. Los campesinos
que en 1918-1919 dieron a los obreros hambrientos de las ciudades 40
millones de puds de cereal, a los precios de tasa fijados por el
Estado y a través de los organismos estatales, a pesar de todos los
defectos de estos organismos, defectos perfectamente conocidos por el
gobierno obrero, pero irremediables en el primer período de
transición al socialismo, estos campesinos son unos campesinos
trabajadores, unos camaradas de los obreros socialistas con todos los
derechos, sus aliados más seguros, sus hermanos carnales en la lucha
contra el yugo del capital. Pero esos otros campesinos que vendieron
a escondidas 40 millones de puds de cereal a un precio equivalente al
décuplo que el fijado por el Estado, aprovechándose de la penuria y
del hambre del obrero de la ciudad, defraudando al Estado, aumentando
y engendrando por todas partes el engaño, el pillaje y las maniobras
fraudulentas, esos campesinos son unos especuladores, unos aliados
del capitalista, unos enemigos de clase del obrero, unos
explotadores. Pues tener sobrantes de cereal recolectado en las
tierras que pertenecen al Estado, con la ayuda de aperos en cuya
creación fue invertido, de uno u otro modo, no sólo el esfuerzo del
campesino, sino también el del obrero, etc., tener sobrantes de
cereal y especular con ellos significa ser un explotador del obrero
hambriento.
Vosotros violáis la
libertad, la igualdad, la democracia, nos gritan desde todos lados,
señalando la desigualdad entre el obrero y el campesino en nuestra
Constitución, la disolución de la Asamblea Constituyente, las
requisas forzosas de los excedentes de cereal, etc. Nosotros
replicamos: no ha habido en el mundo Estado que haya hecho tanto para
eliminar la verdadera desigualdad y la verdadera falta de libertad
que ha padecido durante siglos el campesino laborioso. Pero jamás
reconoceremos la igualdad con el campesino especulador, como no
reconoceremos la "igualdad" del explotador con el
explotado, del harto con el hambriento, la "libertad" del
primero de robar al segundo. Y a aquellos hombres instruidos que no
quieran comprender estas diferencias, nosotros los trataremos como a
los guardias blancos, aunque se llamen demócratas, socialistas,
internacionalistas, los Kautsky, los Chernov, los Mártov.
5
El socialismo es la
supresión de las clases. La dictadura del proletariado ha hecho en
este sentido todo lo que estaba a su alcance. Pero no se puede
suprimir de golpe las clases.
Y las clases han quedado
y quedarán durante la época de la dictadura del proletariado. La
dictadura dejará de ser necesaria cuando desaparezcan las clases. Y
sin la dictadura del proletariado las clases no desaparecerán.
Las clases han quedado,
pero cada una de ellas se ha modificado en la época de la dictadura
del proletariado; han variado igualmente las relaciones entre ellas.
La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado,
lo único que hace es adoptar otras formas.
El proletariado, bajo el
capitalismo, era una clase oprimida, una clase que había sido
desprovista de toda propiedad sobre los medios de producción, la
única clase opuesta directa e íntegramente a la burguesía, y por
eso la única capaz de ser revolucionaria hasta el fin. El
proletariado, al derrocar a la burguesía y conquistar el Poder
político, se ha convertido en la clase dominante: tiene en sus manos
el Poder del Estado, dispone de los medios de producción ya
socializados, dirige a los elementos y las clases vacilantes,
intermedios, aplasta la resistencia de los explotadores, que se
manifiesta con energía creciente. Todas éstas son las tareas
especiales de la lucha de clases, tareas que antes el proletariado no
se las había planteado ni podía planteárselas.
La clase de los
explotadores, los terratenientes y capitalistas, no ha desaparecido
ni puede desaparecer de golpe bajo la dictadura del proletariado. Los
explotadores han sido derrotados, pero no aniquilados. Aún tienen
una base internacional, el capital internacional, del cual son una
sucursal. Aún tienen, en parte, algunos medios de producción, aún
tienen dinero, aún tienen amplios vínculos sociales. Precisamente a
causa de su derrota, se ha multiplicado en cien y en mil veces su
fuerza de resistencia. El "arte" de la administración
estatal, militar y económica les da una superioridad, una
superioridad muy grande, de modo que su importancia es
inconmensurablemente mayor que su proporción numérica en la
población. La lucha de clases que libran los explotadores derrocados
contra la victoriosa vanguardia de los explotados, es decir, contra
el proletariado, se ha vuelto incomparablemente más encarnizada. Y
no puede ser de otra manera, si se trata de una revolución, si no se
reemplaza este concepto (como lo hacen todos los héroes de la II
Internacional) por ilusiones reformistas.
Por último, el
campesinado, como toda la pequeña burguesía en general, ocupa bajo
la dictadura del proletariado una situación intermedia: por un lado,
representa una masa de trabajadores, bastante considerable (y en la
Rusia atrasada, una masa inmensa), unida por el interés, común a
los trabajadores, de emanciparse del terrateniente y del capitalista;
y por otro lado, son pequeños patronos, propietarios y comerciantes
aislados. Tal situación económica provoca inevitablemente su
oscilación entre el proletariado y la burguesía. Y en las
condiciones de la lucha agudizada entre estos últimos, de la ruptura
extraordinariamente brusca de todas las relaciones sociales, ante la
máxima costumbre de lo viejo, lo rutinario, lo invariable, tan
arraigada precisamente entre los campesinos y los pequeños burgueses
en general, es lógico que observemos inevitablemente entre ellos
evasiones de un campo a otro, vacilaciones, virajes, inseguridad,
etc.
En relación a esta clase
-- o a estos elementos sociales --, al proletariado le incumbe la
tarea de dirigir, de luchar por la influencia sobre ella. Conducir
tras sí a los vacilantes e inestables es lo que debe hacer el
proletariado.
Si confrontamos todas las
fuerzas o clases fundamentales y sus relaciones mutuas modificadas
por la dictadura del proletariado, veremos qué ilimitado absurdo
teórico, qué estupidez constituye la opinión pequeñoburguesa en
boga entre los representantes de la II Internacional de que se puede
pasar al socialismo "a través de la democracia" en
general. La base de este error reside en el prejuicio, heredado de la
burguesía, de que la "democracia" tiene un contenido
absoluto, independiente de las clases. Pero, de hecho, la democracia
pasa a una fase absolutamente nueva bajo la dictadura del
proletariado, y la lucha de clases se eleva a un grado superior,
sometiendo a su dominio todas y cada una de las formas políticas.
Las frases comunes sobre
la libertad, la igualdad y la democracia equivalen en el fondo a una
repetición ciega de conceptos plasmados por las relaciones de la
producción mercantil. Querer resolver por medio de estas frases
comunes las tareas concretas de la dictadura del proletariado,
significa pasarse en toda la línea a las posiciones teóricas y de
principio de la burguesía. Desde el punto de vista del proletariado,
la cuestión se plantea sólo así: ¿liberación de la opresión
ejercida por qué clase?, ¿igualdad entre qué clases?, ¿democracia
sobre la base de la propiedad privada o sobre la base de la lucha por
la supresión de la propiedad privada?, etc.
En su Anti-Dühring,
Engels aclaró hace tiempo que la noción de igualdad ha sido
moldeada por las relacioncs de la producción mercantil; la igualdad
se transforma en prejuicio si no se comprende como la abolición de
las clases [**]. Esta verdad elemental relativa a la diferencia de la
concepción democraticoburguesa y la socialista sobre la igualdad es
olvidada constantemente. Cuando no se la olvida resulta evidente que
el proletariado, al derrocar a la burguesía, da con ello el paso más
decisivo hacia la supresión de las clases, y que para coronar esto
el proletariado debe continuar su lucha de clase utilizando el
aparato del Poder del Estado y aplicando diferentes métodos de
lucha, de influencia, de acción con respecto a la burguesia
derrocada y a la pequeña burguesia vacilante.
(Continuará )[***]
30 de octubre de 1919.
NOTAS
* El número de
"haciendas soviéticas" y de "comunas agrícolas"
en la Rusia Soviética es de unas 3.536 y 1.961 respectivamente; el
número de arteles agrícolas es de 3.696. Nuestra Dirección Central
de Estadística efectua en la actualiclad un censo excacto de todas
las haciendas soviéticas y comunas. Los primeros resultados serán
conocidos en noviembre de 1919.
**Véase F. Engels,
Anti-Dühring, Parte primera, X.
*** El artículo quedó
sin terminar. (N. de la Ed.)
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