Por: V. I. Lenin
Existe alguna relación
entre el imperialismo y la monstruosa y repugnante victoria que el
oportunismo (en forma de socialchovinismo) ha obtenido sobre el
movimiento obrero en Europa?
Este es el problema
fundamental del socialismo contemporáneo. Después de haber dejado
plenamente sentado en nuestra literatura de partido, en primer lugar,
el carácter imperialista de nuestra época y de la guerra actual, y,
en segundo lugar, el nexo histórico indisoluble que existe entre el
socialchovinismo y el oportunismo, así como su igualdad de contenido
ideológico y político, podemos y debemos pasar a examinar este
problema fundamental.
Hay que empezar por
definir, del modo más exacto completo y posible, qué es el
imperialismo. El imperialismo es una fase histórica especial del
capitalismo. Su carácter específico tiene tres peculiaridades: el
imperialismo es 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo
parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante. La
sustitución de la libre competencia por el monopolio es el rasgo
económico fundamental, la esencia del imperialismo. El monopolismo
se manifiesta en cinco formas principales: 1) cártels, sindicatos y
trusts; la concentración de la producción ha alcanzado el grado que
da origen a estas asociaciones monopolistas de los capitalistas; 2)
situación monopolista de los grandes Bancos: de tres a cinco Bancos
gigantescos manejan toda la vida económica de los EE.UU., de Francia
y de Alemania; 3) apropiación de las fuentes de materias primas por
los trusts y la oligarquía financiera (el capital financiero es el
capital industrial monopolista fundido con el capital bancario); 4)
se ha iniciado el reparto (económico) del mundo entre los cártels
internacionales. ¡Son ya más de cien los cártels internacionales
que dominan todo el mercado mundial y se lo reparten "ami
gablemente", hasta que la guerra lo redistribuya! La exportación
del capital, como fenómeno particularmente característico a
diferencia de la exportación de mercancías bajo el capitalismo no
monopolista, guarda estrecha relación con el reparto económico y
político-territorial del mundo. 5) Ha terminado el reparto
territorial del mundo (de las colonias).
El imperialismo, como
fase superior del capitalismo en Norteamérica y en Europa, y después
en Asia, se formó plenamente en el período 1898-1914. Las guerras
hispano-norteamericana (1898), anglo-bóer (1899-1902) y
ruso-japonesa (1904-1905), y la crisis económica de Europa en 1900,
son los principales jalones históricos de esta nueva época de la
historia mundial.
Que el imperialismo es el
capitalismo parasitario o en descomposición se manifiesta, ante
todo, en la tendencia a la descomposición que distingue a todo
monopolio en el régimen de la propiedad privada sobre los medios de
producción. La diferencia entre la burguesía imperialista
democrático-republicana y la monárquico-reaccionaria se borra,
precisamente, porque una y otra se pudren vivas (lo que no elimina,
en modo alguno, el desarrollo asombrosamente rápido del capitalismo
en ciertas ramas industriales, en ciertos países, en ciertos
períodos). En segundo lugar, la descomposición del capitalismo se
manifiesta en la formación de un enorme sector de rentistas, de
capitalistas que viven de "cortar cu pones". En los cuatro
países imperialistas avanzados -- Inglaterra, América del Norte,
Francia y Alemania --, el capital en valores asciende, en cada país,
de cien a ciento cincuenta mil millones de francos, lo cual
significa, por lo menos, una renta anual de cinco mil a ocho mil
millones de francos. En tercer lugar, la exportación de capital es
el parasitismo elevado al cuadrado. En cuarto lugar, "el capital
financiero tiende a la dominación, y no a la libertad". La
reacción política en toda la línea es rasgo característico del
imperialismo. Venalidad, soborno en proporciones gigantescas, un
verdadero Panamá[1]. En quinto lugar, la explotación de las
naciones oprimidas, ligada indisolublemente a las anexiones, y, sobre
todo, la explotación de las colonias por un puñado de "grandes"
potencias, convierte cada vez más el mundo "civilizado" en
un parásito que vive sobre el cuerpo de centenares de millones de
hombres de los pueblos no civilizados. El proletario romano vivía a
expensas de la sociedad. La sociedad actual vive a expensas del
proletario moderno. Marx subrayaba especialmente esta profunda
observación de Sismondi[2]. El imperialismo modifica algo la
situación. Una capa privilegiada del proletariado de las potencias
imperialistas vive, en parte, a expensas de los centenares de
millones de hombres de los pueblos no civilizados.
Queda claro por qué el
imperialismo es un capitalismo agonizante, en transición hacia el
socialismo: el monopolio, que nace del capitalismo, es ya capitalismo
agonizante, el comien~o de su tránsito al socialismo. La misma
significación tiene la gigantesca socialización del trabajo
realizada por el imperialismo (lo que sus apologistas, los
economistas burgueses, llaman "entrelazamiento").
Al definir de este modo
el imperialismo, nos colocamos en plena contradicción con C.
Kautsky, que se resiste a considerar el imperialismo como una "fase
del capitalismo" y lo define como política "preferida"
del capital financiero, como tendencia de los países "industriales"
a anexionarse los países "agrarios"[*]. Desde el punto de
vista teórico, esta definición de Kautsky es completamente falsa.
La peculiaridad del imperialismo no es precisamente el dominio del
capital industrial, sino el del capital financiero, precisamente la
tendencia a anexionarse no sólo países agrarios, sino toda clase de
países. Kautsky separa la política del imperialismo de su economía,
separa el monopolismo en política del monopolismo en economía, para
desbrozar el camino a su vulgar reformismo burgués tal como el
"desarme", el "ultraimperialismo" y demás
necedades por el estilo. El propósito y el objeto de esta falsedad
teórica se reducen exclusivamente a disimular las contradicciones
más profundas del imperialismo y a justificar de este modo la teoría
de la "unidad" con sus apologistas: con los oportunistas y
socialchovinistas descarados.
Ya hemos hablado bastante
de esta ruptura de Kautsky con el marxismo, tanto en el
Sotsial-Demokrat como en el Kommunist [3]. Nuestros kautskianos
rusos, los del CO con Axelrod y Spectator[4] al frente, sin excluir a
Mártov y, en grado considerable, a Trotski, han preferido silenciar
el kautskismo como tendencia. No se han atrevido a defender lo que
Kautsky ha escrito durante la guerra limitándose simplemente a
elogiar a Kautsky (Axelrod en su folleto alemán que el Comité de
Organización[5] ha prometido publicar en ruso) o aludir a cartas
particulares de Kautsky (Spectator) en las que afirma que pertenece a
la oposición y trata de anular jesuíticamente sus declaraciones
chovinistas.
Observamos que, en su
"interpretación" del imperialismo -- que equivale a
embellecerlo -- , Kautsky retrocede no sólo en relación a El
capital financiero de Hilferding (¡por muy empeñadamente que el
mismo Hilferding defienda ahora a Kautsky y la "unidad" con
los socialchovinistas!), sino también en relación al social-liberal
J. A. Hobson. Este economista inglés, que ni por asomo pretende
merecer el título de marxista, define de un modo mucho más profundo
el imperialismo y pone de manifiesto sus contradicciones en su obra
de 1902**. Veamos lo que dice este escritor (en cuyas obras podemos
encontrar casi todas las vulgaridades pacifistas y "conciliadoras"
de Kautsky) sobre la cuestión, que tiene singular importancia, del
carácter parasitario del imperialismo:
Dos clases de
circunstancias han debilitado, a juicio de Hobson, la potencia de los
viejos imperios: 1) el "parasitismo económico" y 2) la
formación de ejércitos con hombres de los pueblos dependientes. "La
primera es la costumbre del parasitismo económico, en virtud de la
cual el Estado dominante utiliza sus provincias, sus colonias y los
países dependientes, con objeto de enriquecer a su clase dirigente y
de sobornar a sus clases inferiores para que se estén quietas".
Refiriéndose a la segunda circunstancia Hobson escribe:
"Uno de los síntomas
más extraños de la ceguera del imperialismo" (en boca del
social-liberal Hobson esta cantinela sobre la "ceguera" de
los imperialistas es más apropiada que en el "marxista"
Kautsky) "es la despreocupación con que la Gran Bretaña,
Francia y otras naciones imperialistas emprenden este camino. La Gran
Bretaña ha ido más lejos que ningún otro país. La mayor parte de
las batallas por medio de las cuales conquistamos nuestro imperio de
la India, fueron sostenidas por nuestras tropas indígenas. En la
India, y últimamente en Egipto, grandes ejércitos permanentes están
mandados por ingleses; casi todas las guerras de conquista en Africa,
a excepcion de la del Sur, han sido llevadas a cabo, para nosotros,
por los indígenas".
La perspectiva del
reparto de China dio lugar a la siguiente apreciación económica de
Hobson: "La mayor parte de la Europa Occidental podría adquirir
entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertos
lugares de estos países: el sur de Inglaterra, la Riviera, los
sitios de Italia y de Suiza más frecuentados por los turistas y
poblados por los ricachos, es decir, pequeños grupos de aristócratas
acaudalados, que reciben dividendos y pensiones del Lejano Oriente,
con un grupo algo más numeroso de empleados y comerciantes y un
número más considerable de criados y obreros del ramo del
transporte y de la industria dedicada al ultimo retoque de los
artículos manufacturados. En cambio, las ramas principales de la
industria desaparecerían y los productos alimenticios de gran
consumo, los artículos semimanufacturados de uso corriente
afluirían, como un tributo, de Asia y de Africa". "He aquí
qué posibilidades abre ante nosotros una alianza más vasta de los
Estados occidentales una federación europea de las grandes
potencias; dicha federación no sólo no haría avanzar la
civilización mundial, sino que podría implicar un peligro
gigantesco de parasitismo occidental: formar un grupo de las naciones
industriales avanzadas, cuyas clases superiores percibirían inmensos
tributos de Asia y de Africa, por medio de los cuales mantendrían a
grandes masas domesticadas de empleados y servidores, ocupados no ya
en la producción agrícola e industrial de gran consumo, sino en
prestar servicios personales o realizar un trabajo industrial
secundario, bajo el control de una nueva aristocracia financiera. Que
los que estén dispuestos a rechazar esta teoría" (debería
decirse: perspectiva), "como poco digna de atención,
reflexionen sobre las condiciones económicas y sociales de las
regiones del sur de Inglaterra que se hallan ya en esta situación.
Que piensen en las enormes proporciones que podría adquirir dicho
sistema si China se viera sometida al control económico de tales
grupos financieros, de "inversionistas de capital"
(rentistas), de sus funcionarios políticos y empleados comerciales e
industriales que extraerían beneficios del más grande depósito
potencial que jamás ha conocido el mundo, con objeto de consumir
dichos beneficios en Europa. Naturalmente, la situación es
excesivamente compleja, el juego de las fuerzas mundiales es
demasiado difícil de calcular para que resulte muy verosimil esa u
otra interpretación unilateral del futuro. Pero las influencias que
rigen el imperialismo de la Europa Occidental en el presente se
orientan hacia esa dirección, y, si no encuentran resistencia, si no
son desviadas hacia otra dirección, orientarán en ese sentido la
consumación del proceso".
El social-liberal Hobson
no ve que esta "resistencia" sólo puede oponerla el
proletariado revolucionario, y sólo en forma de revolución social.
¡Por algo es social-liberal! Pero ya en 1902 abordaba admirablemente
tanto el problema de la significación de los "Estados Unidos de
Europa" (¡sépalo el kautskiano Trotski!) como todo lo que
tratan de disimular los kautskianos hipócritas de diversos países,
a saber: que los oportunistas (socialchovinistas) colaboran con la
burguesía imperialista precisamente para formar una Europa
imperialista sobre los hombros de Asia y de Africa; que los
oportunistas son, objetivamente, una parte de la pequeña burguesía
y de algunas capas de la clase obrera, parte sobornada con las
superganancias imperialistas, convertida en perros guardianes del
capitalismo, en elemento corruptor del movimiento obrero.
Más de una vez, y no
sólo en artículos, sino en resoluciones de nuestro Partido, hemos
señalado esta relación económica, la más honda, precisamente
entre la burguesía imperialista y el oportunismo, que ahora (¿será
por mucho tiempo?) ha vencido al movimiento obrero. De ello
deducíamos, entre otras cosas, que es inevitable la escisión con el
socialchovinismo. ¡Nuestros kautskianos han preferido eludir este
problema! Mártov, por ejemplo, ya en sus conferencias, recurría al
sofisma que se ha expresado del modo siguiente en el Boletín del
Secretariado en el Extranjero del Comité de Organización[6] (núm.
4, del 10 de abril de 1916):
-- ". . . Muy mala,
incluso desesperada, sería la situación de la socialdemocracia
revolucionaria si los grupos de obreros, que por su desarrollo
espiritual están más cerca de los "intelectuales", y los
más calificados, la abandonaran fatalmente para pasar al oportunismo
. . ."
¡Empleando la tonta
palabreja "fatalmente" y con un poco de "trampa",
se elude el hecho de que ciertas capas obreras se han pasado al
oportunismo y a la burguesía imperialista! ¡Y este es el hecho que
querían eludir los sofistas del Comité de Organizaciónl Salen del
paso con el "optimismo oficial" de que ahora hacen gala
tanto el kautskiano Hilferding como muchos otros, ¡diciendo que las
condiciones objetivas garantizan la unidad del proletariado y la
victoria de la tendencia revolucionaria!, ¡diciendo que nosotros
somos "optimistas" en lo que respecta al proletariado!
Y, en realidad, todos
estos kautskianos, Hilferding, los partidarios del CO, Mártov y Cía.
son optimistas . . . en lo que respecta al oportunismo. ¡Este es el
quid de la cuestión!
El proletariado es fruto
del capitalismo, pero del capitalismo mundial, y no sólo del
europeo, no sólo del imperialista. En escala mundial, cincuenta años
antes o cincuenta años después -- en tal escala esto es un problema
secundario --, el "proletariado", naturalmente, "llegará"
a la unidad y en él triunfará "ineludiblemente" la
socialdemocracia revolucionaria. No se trata de esto, señores
kautskianos, sino de que ustedes, ahora, en los países imperialistas
de Europa, se prosternan como lacayos ante los oportunistas, que son
extraños al proletariado como clase, que son servidores, agentes y
portadores de la influencia de la burguesía y, si no se desembaraza
de ellos, el movimiento obrero seguirá siendo un movimiento obrero
burgués. Vuestra prédica de la "unidad" con los
oportunistas, con los Legien y los David, los Plejánov y los
Chjenkeli, los Potrésov, etc., es, objetivamente, la defensa de la
esclavización de los obreros por la burguesía imperialista a través
de sus mejores agentes en el movimiento obrero. La victoria de la
socialdemocracia revolucionaria en escala mundial es absolutamente
ineludible, pero marcha y marchará, avanza y avanzará sólo contra
ustedes, será una victoria sobre ustedes.
Las dos tendencias,
incluso los dos partidos del movimiento obrero contemporáneo, que
tan claramente se han escindido en todo el mundo en 1914-1916, fueron
observadas por Engels y Marx en Inglaterra durante varios decenios,
aproximadamente entre 1858 y 1892.
Ni Marx ni Engels
vivieron para ver la época imperialista del capitalismo mundial, que
sólo se inicia entre 1898 y 1900. Pero ya a mediados del siglo XIX,
era característica de Inglaterra la presencia, por lo menos, de dos
principales rasgos distintivos del imperialismo: 1) inmensas colonias
y 2) ganancias monopolistas (a consecuencia de su situación
monopolista en el mercado mundial). En ambos sentidos, Inglaterra
representaba entonces una excepción entre los países capitalistas,
y Engels y Marx, analizando esta excepción, indicaban en forma
completamente clara y definida que estaba en relación con la
victoria (temporal) del oportunismo en el movimiento obrero inglés.
En una carta a Marx, del
7 de octubre de 1858, escribía Engels: "El proletariado inglés
se está aburguesando, de hecho, cada día más; así que esta
nación, la más burguesa de todas, aspira aparentemente a llegar a
tener al lado de la burguesía, una aristocracia burguesa y un
proletariado burgués Naturalmente, por parte de una nación que
explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico".
En una carta a Sorge, fechada el 2I de septiembre de 1872, Engels
comunica que Hales promovió en el Consejo Federal de la
Internacional un gran escándalo, logrando un voto de censura contra
Marx por sus palabras de que "los líderes obreros ingleses se
habían vendido". Marx escribe a Sorge el 4 de agosto de 1874:
"En lo que respecta a los obreros urbanos de aquí (en
Inglaterra), es de lamentar que toda la banda de líderes no haya ido
al Parlamento. Sería el camino más seguro para librarse de esa
canalla". En una carta a Marx, del 11 de agosto de 1881, Engels
habla de "las peores tradeuniones inglesas, que permiten que las
dirija gente vendida a la burguesía, o, cuando menos, pagada por
ella". En una carta a Kautsky, del 12 de septiembre de 1882,
escribía Engels: "Me pregunta usted ¿qué piensan los obreros
ingleses acerca de la política colonial? Lo mismo que piensan de la
política en general. Aquí no hay un partido obrero, sólo hay
conservadores y radicales liberales, y los obreros se aprovechan con
ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de
Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial".
El 7 de diciembre de
1889, escribía Engels a Sorge: ". . . Lo más repugnante aquí
(en Inglaterra) es la respectability (respetabilidad) burguesa que se
ha hecho carne y sangre de los obreros. . .; hasta el propio Tom
Mann, a quien considero el mejor de todos ellos, le gusta mencionar
que habrá de comer con el lord mayor. Basta compararlos con los
franceses para convencerse de hasta qué punto en este aspecto
influye saludablemente la revolución". En otra carta, del 19 de
abril de 1890: "El movimiento (de la clase obrera en Inglaterra)
avanza bajo la superficie, abarca sectores cada vez más amplios que,
en la mayoría de los casos, pertenecen a la masa más inferior
(subrayado por Engels), inerte hasta ahora; y no está ya lejano el
día en que esta masa se encuentre a sí misma, en que vea claro que
es ella misma, precisamente, la colosal masa en movimiento"[7].
El 4 de marzo de 189I: "el revés del fracasado sindicato de los
obreros del puerto, las 'viejas' tradeuniones conservadoras, ricas y
por ello mismo cobardes, quedan solas en el campo de batalla". .
. El 14 de septiembre de 1891: en el Congreso de las tradeuniones,
celebrado en Newcastle, son derrotados los viejos tradeunionistas,
enemigos de la jornada de 8 horas, "y los periódicos burgueses
reconocen la derrota del partido obrero burgués " (subrayado en
todas partes por Engels)[8]. . .
Que estas ideas,
repetidas por Engels durante décadas enteras, también fueron
expresadas por él públicamente, en la prensa, lo prueba su prólogo
a la segunda edición de La situación de la clase obrera en
Inglaterra (1892)[9]. Habla aquí de una "aristocracia en el
seno de la clase obrera", de la "minoría privilegiada de
obreros" frente a "la gran masa obrera". "Una
pequeña minoría, privilegiada y protegida", de la clase obrera
es la única que obtuvo "prolongadas ventajas" de la
situación privilegiada de Inglaterra en 1848-1868, mientras que, "la
gran masa, en el mejor de los casos, sólo gozaba de breves mejoras".
. . "Cuando quiebre el monopolio industrial de Inglaterra, la
clase obrera inglesa perderá su situación privilegiada". . .
Los miembros de las "nuevas" tradeuniones, los sindicatos
de obreros no calificados, "tienen una enorme ventaja: su
mentalidad es todavía un terreno virgen, absolutamente exento de los
'respetables' prejuicios burgueses heredados, que trastornan las
cabezas de los 'viejos tradeunionistas' mejor situados. . ." En
Inglaterra se habla de "los llamados representantes obreros"
refiriéndose a gentes a las que "se perdona su pertenencia a la
clase obrera porque ellos mismos están dispuestos a ahogar esta
cualidad suya en el océano de su liberalismo. . ."
Hemos citado
deliberadamente las declaraciones directas de Marx y Engels en forma
bastante extensa, para que los lectores puedan estudiarlas en
conjunto. Es imprescindible estudiarlas y merece la pena de que se
reflexione atentamente sobre ellas. Porque son la clave de la táctica
del movimiento obrero que prescriben las condiciones objetivas de la
época imperialista. También aquí Kautsky ha intentado ya
"enturbiar el agua" y sustituir el marxismo por una
conciliación dulzona con los oportunistas. Polemizando con los
socialimperialistas francos y cándidos (como Lensch), que justifican
la guerra por parte de Alemania, como destrucción del monopolio de
Inglaterra, Kautsky "corrige " esta evidente falsedad con
otra falsedad igualmente palmaria. ¡En lugar de una falsedad cínica
coloca una falsedad dulzona! El monopolio industrial de Inglaterra,
dice, está hace tiempo roto, destruido: ni se puede ni hay por qué
destruirlo.
¿Por qué es falso este
argumento?
En primer lugar, porque
pasa por alto el monopolio colonial de Inglaterra. ¡Y Engels, como
hemos visto, ya en 1882, hace 34 años, lo indicaba con toda
claridad! Si está deshecho el monopolio industrial de Inglaterra, su
colonial no sólo se mantiene, sino que se ha recrudecido
extraordinariamente, porque ¡todo el mundo está ya repartido! Con
sus mentiras dulzonas, Kautsky hace pasar de contrabando la idea,
pacifista-burguesa y oportunista-pequeñoburguesa de que "no hay
por qué hacer la guerra". Por el contrario, los capitalistas no
sólo tienen ahora por qué hacer la guerra, sino que no pueden dejar
de hacerla, si, quieren conservar el capitalismo, porque sin un nuevo
reparto de las colonias por la fuerza, los nuevos países
imperialistas no podrán obtener los privilegios de que disfrutan las
potencias imperialistas más viejas (y menos fuertes ).
En segundo lugar, ¿por
qué explica el monopolio de Inglaterra la victoria (temporal) del
oportunismo en este país? Porque el monopolio da superganancias, es
decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias normales,
ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden
gastar una parte de estas superganancias (¡e incluso una parte no
pequeña!) para sobornar a sus obreros, creando algo así como una
alianza (recuérdense las famosas "alianzas" de las
tradeuniones inglesas con sus amos descritas por los Webb), alianza
de los obreros de un pais dado, con sus capitalistas contra los demás
países. A fines del siglo XIX, el monopolio industrial de Inglaterra
estaba ya deshecho. Eso es indiscutible. Pero ¿cómo se produjo esa
destrucción? ¿De modo que hiciera desaparecer todo monopolio?
Si así fuera, la
"teoría" de Kautsky de la conciliación (con el
oportunismo) estaría hasta cierto punto justificada. Pero
precisamente se trata de que no es así. El imperialismo es el
capitalismo monopolista. Cada cártel, cada trust, cada sindicato,
cada Banco gigantesco es un monopolio. Las superganancias no han
desaparecido, sino que prosiguen. La explotación por un país
privilegiado, financieramente rico, de todos los demás, sigue y es
aún más intensa. Un puñado de países ricos -- son en total
cuatro, si se tiene en cuenta una riqueza independiente y
verdaderamente gigantesca, una riqueza "contemporánea:
Inglaterra, Francia, los Estados Unidos y Alemania -- ha extendido
los monopolios en proporciones inabarcables, obtiene centenares, si
no miles de millones de superganancias, "vive sobre las
espaldas" de centenares y centenares de millones de hombres de
otros países, entre luchas intestinas por el reparto de un botín de
lo más suntuoso, de lo más pingue, de lo más fácil.
En esto consiste
precisamente la esencia económica y política del imperialismo,
cuyas profundísimas contradicciones Kautsky oculta en vez de
ponerlas al descubierto.
La burguesía de una
"gran" potencia imperialista puede económicamente sobornar
a las capas superiores de "sus" obreros, dedicando a ello
alguno que otro centenar de millo nes de francos al año, ya que sus
superganancias se elevan probablemente a cerca de mil millones. Y la
cuestión de cómo se reparte esa pequeña migaja entre los ministros
obreros, los "diputados obreros" (recordad el espléndido
análisis que de este concepto hace Engels), los obreros que forman
parte de los comités de la industria armamentista[10], los
funcionarios obreros, los obreros organizados en sindicatos de
carácter estrechamente gremial, los empleados, etc., etc., es ya una
cuestión secundaria.
Desde 1848 a 1868, y en
parte después, Inglaterra era el único país monopolista; por esto
pudo vencer allí, para decenios, el oportunismo; no había más
países ni con riquísimas colonias ni con monopolio industrial.
El último tercio del
siglo XIX es un periodo de transición a una nueva época, a la época
imperialista. Disfruta del monopolio no el capital financiero de una
sola gran potencia, sino el de unas cuantas, muy pocas. (En el Japón
y en Rusia, el monopolio de la fuerza militar, de un territorio
inmenso o de facilidades especiales para despojar a los pueblos
alógenos, a China, etc., completa y en parte sustituye el monopolio
del capital financiero más moderno.) De esta diferencia se deduce
que el monopolio de Inglaterra pudo ser indiscutido durante decenios.
En cambio, el monopolio del capital financiero actual se discute
furiosamente; ha comenzado la época de las guerras imperialistas.
Entonces se podía sobornar, corromper durante decenios a la clase
obrera de un país. Ahora esto es inverosimil, y quizá hasta
imposible. Pero, en cambio, cada "gran" potencia
imperialista puede sobornar y soborna a capas más reducidas (que en
Inglaterra entre 1848 y 1868) de la "aristocracia obrera".
Entonces, como dice con admirable profundidad Engels, sólo en un
país podia constituirse un "partido obrero burgués ",
porque sólo un país disponía del monopolio, pero, en cambio, por
largo tiempo. Ahora, el "partido obrero burgués" es
inevitable y tipico en todos los países imperialistas, pero,
teniendo en cuenta la desesperada lucha de éstos por el reparto del
botín, no es probable que semejante partido triunfe por largo tiempo
en una serie de países. Ya que los trusts, la oligarquía
financiera, la carestía, etc., permiten sobornar a un puñado de las
capas superiores y de esta manera oprimen, subyugan, arruinan y
atormentan con creciente intensidad a la masa de proletarios y
semiproletarios.
Por una parte, está la
tendencia de la burguesía y de los oportunistas a convertir el
puñado de naciones mas ricas, privilegiadas, en "eternos"
parásitos sobre el cuerpo del resto de la humanidad, a "dormir
sobre los laureles" de la explotación de negros, hindúes,
etc., teniéndolos sujetos por medio del militarismo moderno,
provisto de una magnífica técnica de exterminio. Por otra parte,
está la tendencia de las masas, que son más oprimidas que antes,
que soportan todas las calamidades de las guerras imperialistas,
tendencia a sacudirse cse yugo, a derribar a la burguesía. La
historia del movimiento obrero se desarrollará ahora,
inevitablemente, en la lucha entre estas dos tendencias, pues la
primera tendencia no es casual, sino que tiene un "fundamento"
económico. La burguesía ha dado ya a luz, ha criado y se ha
asegurado "partidos obreros burgueses" de socialchovinistas
en todos los países. Carecen de importancia las diferencias entre un
partido oficialmente formado, como el de Bissolati en Italia, por
ejemplo, partido totalmente socialimperialista, y, supongamos, el
quasipartido, a medio formar, de los Potrésov, Gvózdiev, Bulkin,
Chjeídze, Skóbeliev y Cía. Lo importante es que, desde el punto de
vista económico, ha madurado y se ha consumado el paso de una capa
de aristocracia obrera a la burguesía, pues este hecho económico,
este desplazamiento en las relaciones entre las clases, encontrará
sin gran "dificultad" una u otra forma política.
Sobre la indicada base
económica, las instituciones políticas del capitalismo moderno --
prensa, parlamento, sindicatos, congresos, etc. -- han creado
privilegios y dádivas políticos, correspondientes a los económicos,
para los empleados y obreros respetuosos, mansos, reformistas y
patrioteros. La burguesía imperialista atrae y premia a los
representantes y partidarios de los "partidos obreros burgueses"
con lucrativos y tranquilos cargos en el gobierno o en el comité de
industrias de guerra, en el parlamento y en diversas comisiones, en
las redacciones de periódicos legales "serios" o en la
dirección de sindicatos obreros no menos serios y "obedientes a
la burguesía".
En este mismo sentido
actúa el mecanismo de la democracia política. En nuestros días no
se puede pasar sin elecciones; ni nada se puede hacer sin las masas,
pero en la época de la imprenta y del parlamentarismo no es posible
llevar tras de sí a las masas sin un sistema ampliamente ramificado,
metódicamente aplicado, sólidamente organizado de adulación, de
mentiras, de fraudes, de prestidigitación con palabrejas populares y
de moda, de promesas a diestro y siniestro de toda clase de reformas
y beneficios para los obreros, con tal de que renuncien a la lucha
revolucionaria por derribar a la burguesía. Yo llamaría a este
sistema lloydgeorgismo, por el nombre de uno de sus representantes
más eminentes y hábiles de este sistema en el país clásico del
"partido obrero burgués", el ministro inglés Lloyd
George. Negociante burgués de primera clase y político astuto,
orador popular, capaz de pronunciar toda clase de discursos, incluso
r-r-revolucionarios, ante un auditorio obrero; capaz de conseguir,
para los obreros dóciles, dádivas apreciables como son las reformas
sociales (seguros, etc.), Lloyd George sirve admirablemente a la
burguesía[***] y la sirve precisamente entre los obreros,
extendiendo su influencia precisamente en el proletariado, donde le
es más necesario y más difícil someter moralmente a las masas.
¿Pero es tanta la
diferencia entre Lloyd George y los Scheidemann, los Legien, los
Henderson, los Hyndman, los Plejánov, los Renaudel y Cía.? Se nos
objetará que, de estos últimos, algunos volverán al socialismo
revolucionario de Marx. Es posible, pero ésta es una diferencia
insignificante en proporción, si se considera el problema en escala
política, es decir, en su aspecto de masas. Algunos de los actuales
líderes socialchovinistas pueden volver al proletariado. Pero la
corriente socialchovinista o (lo que es lo mismo) oportunista no
puede desaparecer ni "volver" al proletariado
revolucionario. Donde el marxismo es popular entre los obreros, esta
corriente política, este "partido obrero burgués",
invocará a Marx y jurará en su nombre. No se le puede prohibir,
como no se le puede prohibir a una empresa comercial que emplee
cualquier etiqueta, cualquier rótulo, cualquier anuncio. En la
historia ha sucedido siempre que, después de muertos los jefes
revolucionarios cuyos nombres son populares en las clases oprimidas,
sus enemigos han intentado apropiárselos para engañar a estas
clases.
El hecho de que en todos
los países capitalistas avanzados se han constituido ya "partidos
obreros burgueses", como fenómeno político, y que sin una
lucha enérgica y despiadada, en toda la línea, contra esos partidos
-- o, grupos, corrientes, etc., todo es lo mismo -- no puede ni
hablarse de lucha contra el imperialismo, ni de marxismo, ni de
movimiento obrero socialista. La fracción de Chjeídze[11], Nashe
Dielo [12] y Golos Trudá [13] en Rusia, y los partidarios del CO en
el extranjero, no son sino una variante de uno de estos partidos. No
tenemos ni asomo de fundamento para pensar que estos partidos pueden
desaparecer antes de la revolución social. Por el contrario, cuanto
más cerca esté esa revolución, cuanto más poderosamente se
encienda, cuanto más bruscos y fuertes sean las transiciones y los
saltos en el proceso de su desarrollo, tanto mayor será el papel que
desempeñe en el movimiento obrero la lucha de la corriente
revolucionaria, de masas, contra la corriente oportunista,
pequeñoburguesa. El kautskismo no es ninguna tendencia
independiente, pues no tiene raíces ni en las masas ni en la capa
privilegiada que se ha pasado a la burguesía. Pero el peligro que
entraña el kautskismo consiste en que, utilizando la ideología del
pasado, se esfuerza por conciliar al proletariado con el "partido
obrero burgués", por mantener su unidad con este último y
levantar de tal modo el prestigio de dicho partido. Las masas no
siguen ya a los socialchovinistas descarados: Lloyd George ha sido
silbado en Inglaterra en asambleas obreras, Hyndman ha abandonado el
partido; a los Renaudel y los Scheidemann, a los Potrésov y los
Gvózdiev les protege la policía. Lo más peligroso es la defensa
encubierta que los kautskianos hacen de los socialchovinistas.
Uno de los sofismas más
difundidos de los kautskistas es el remitirse a las "masas".
¡No queremos, dicen, separarnos de ellas ni de sus organizaciones!
Pero obsérvese cómo plantea Engels esta cuestión. Las
"organizaciones de masas" de las tradeuniones inglesas
estuvieron en el siglo XIX al lado del partido obrero burgués. Y no
por eso se conformaron Marx y Engels con este partido, sino que lo
desenmascararon. No olvidaban, en primer lugar, que las
organizaciones de las tradeuniones abarcan, en forma inmediata, una
minoría del proletariado. Tanto entonces en Inglaterra como ahora en
Alemania está organizada no más de una quinta parte del
proletariado. Bajo el capitalismo no puede pensarse seriamente en la
posibilidad de organizar a la mayoría de los proletarios. En segundo
lugar -- y esto es lo principal --, no se trata tanto del número de
miembros de una organización, como del sentido real, objetivo, de su
política: de si esa política representa a las masas, sirve a las
masas, es decir, sirve para liberarlas del capitalismo, o representa
los intereses de una minoría, su conciliación con el capitalismo.
Precisamente esto último, que era justo en relación con Inglaterra
en el siglo XIX, es justo hoy día en relación con Alemania, etc.
Del "partido obrero
burgués" de las viejas tradeuniones, de la minoría
privilegiada, distingue Engels la "masa inferior ", la
verdadera mayoría' y apela a ella, que no está contaminada de
"respetabilidad burguesa". ¡Ese es el quid de la táctica
marxista!
Ni nosotros ni nadie
puede calcular exactamente qué parte del proletariado es la que
sigue y seguirá a los socialchovinistas y oportunistas. Sólo la
lucha lo pondrá de manifiesto, sólo la revolución socialista lo
decidirá definitivamente. Pero lo que sí sabemos con certeza es que
los "defensores de ila patria" en la guerra imperialista
sólo representan una minoría. Y por esto, si queremos seguir siendo
socialistas, nuestro deber es ir más abajo y más a lo hondo, a las
verdaderas masas: en ello está el sentido de la lucha contra el
oportunismo y todo el contenido de esta lucha. Poniendo al
descubierto que los oportunistas y los socialchovinistas traicionan y
venden de hecho los intereses de las masas, que defienden privilegios
pasajeros de una minoría obrera, que extienden ideas e influencias
burguesas, que, en realidad, son aliados y agentes de la burguesía,
de este modo enseñamos a las masas a comprender cuáles son sus
verdaderos intereses políticos, a luchar por el socialismo y por la
revolución, a través de todas las largas y penosas peripecias de
las guerras imperialistas y de los armisticios imperialistas.
La única línea marxista
en el movimiento obrero mundial consiste en explicar a las masas que
la escisión con el oportunismo es inevitable e imprescindible, en
educarlas para la revolución en una lucha despiadada contra él, en
aprovechar la experiencia de la guerra para desenmascarar todas las
infamias de la política obrera liberal-nacionalista, y no para
encubrirlas
NOTAS
* "EI imperialismo es un producto del
capitalismo industrial altamente desarrollado. Consiste en la
tendencia de toda nación capitalista industrial a someter y
anexionarse cada vez más regiones agrarias cualesquiera sean los
pueblos que las habitan" (véase Kautsky, Die Neue Zeit, II. IX.
1914).
** J. A. Hobson: Imperialismo, Londres, 1902.
*** Hace poco he leído en una revista inglesa
un artículo de un tory, adversario político de Lloyd George: Lloyd
George desde el punto de vista de un tory. ¡La guerra ha abierto los
ojos a este adversario, haciéndole ver qué magnífico servidor de
la burguesía es Lloyd George! ¡Y los tories se han reconciliado con
él!
[1] Panamá (francesa): gran fraude en una empresa
capitalista surgido en 1892-1893 en Francia, ligado a abusos y al
soborno de activistas esta tales, funcionarios y periódicos. Esta
palabra adquirió tal significación por ser una compañía francesa
la que inició las obras de apertura del canal de Panamá y de los
enormes abusos por ella cometidos.
[2] Véase C. Marx, El Dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte.
[3] Kommunist: revista organizada por Lenin, que en
1915 editó en Ginebra la Redacción de Sotsial-Demokrat. Apareció
un número (doble) en el que se insertaban tres artículos de Lenin;
"La bancarrota de la II Internacional", "La voz
honrada de un socialista francés" e "Imperialismo y
socialismo en Italia". En el seno de la redacción de la
revista, Lenin combatió contra el grupo de Bujarin-Piatakov, hostil
al Partido, denunciando sus concepciones antibolcheviques y sus
intentos de utilizar la revista con móviles fraccionalistas.
Considerando la posición de este grupo, contraria al Partido, Lenin
propuso a la Redacción de Sotsial-Demokrat romper con él y cesar la
publicación conjunta de la revista. En octubre de 1916, la Redacción
del periódico empezó a editar su Sbórnik Sotsial-Demokrata.
[4] Spektator: economista ruso M. I. Nagimson.
[5] Comité de Organización (CO), (OK en ruso, sus
miembros se denominaban okistas): centro dirigente de los
mencheviques; se formó en en la Conferencia de agosto de los
mencheviques liquidacionistas y de todos los grupos y tendencias
contrarias al Partido; cesó sus actividades después de la elección
del CC del Partido menchevique en agosto de 1917. Durante la Primera
Guerra Mundial, el CO tomó una posición socialchovinista.
[6] Boletín del Secretariado en el Extranjero del
Comité de Organización ("Izvestia Zagraníchnogo Sekretariata
O.K."): periódico meochevique publicado de febrero de 1915 a
marzo de 1917 en Suiza; 10 números en total.
[7] Véase la carta de F. Engels a F. Sorge del 19
de abril de 1890.
[8] Ibid., del 4 de marzo y del 14 de septiembre de
1891.
[9] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t.
XXII.
[10] Los comités de la industria armamentista
fueron creados en 1915 en Rusia por la gran burguesía imperialista
para ayudar al zarismo en la guerra. Tratando de someter a los
obreros a su influencia y de inculcarler ideas nacional-defensistas,
la burguesía ideó la organización de "grupos obreros"
anejos a esos comités. A la burguesía le convenía que en esos
grupos hubiese representantes de los obreros, encargados de hacer
propaganda entre las masas obreras en favor de una mayor
productividad del trabajo en las fábricas de materiales militares.
Los mencheviques participaron activamente en esta empresa
seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques declararon el
boicot a los comités de la industria armamentista y lo aplicaron
eficazmente con el apoyo de la mayoría de los obreros.
[11] Fracción de Chjeídze: fracción menchevique
en la IV Duma de Estado, dirigida por N. Chjeídze, en la cual
ocuparon siete asientos delegados-liquidacionistas de los
socialdemócratas.
[12] Nashe Dielo ("Nuestra Causa"):
Revista menchevique del liquidacionismo, órgano principal de los
socialchovinistas en Rusia; apareció en 1915 en Petersburgo en lugar
de la revista Nasba Zariá, clausurada en octubre de 1914.
[13] Golos Truda ("La Voz del Trabajo"):
períodico menchevique legal editado en 1916 en Samara después de la
clausura del períodico Nash Golos ("Nuestra Voz").
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