LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

martes, 5 de octubre de 2010

Contra la La industria mediática, Organización, concienciación y lucha política:


Por: Dax Toscano Segovia.

La deformación espiritual del pueblo, a decir de Vicente Romano, por medio de mecanismos de alienación y manipulación es el objetivo del imperialismo y la oligarquía latinoamericana a través de sus industrias mediáticas de embrutecimiento.
El comunicólogo español dice:
(…) la función primordial de la industria de la comunicación, la conciencia, el entretenimiento o como quiera que se la denomine, en la sociedad capitalista estriba en desorganizar y desmoralizar a los sometidos. Neutraliza a los dominados, por un lado, y consolida, por otro, la solidaridad con la clase dominante y sus intereses. Al fin y al cabo, ―los ricos también lloran, tienen problemas con sus hijos, etc. Los modelos de conducta que presentan se basan en el éxito personal, el individualismo, el aislamiento y la fragmentación social. Lo colectivo no conduce a ninguna parte.
En las sociedades capitalistas queda demostrado objetivamente que los colectivos sociales, los pueblos, la clase trabajadora y sus organizaciones carecen de los recursos económicos y la tecnología necesaria para poder constituir sus propios medios de comunicación. De igual manera, no existe un marco legal adecuado que garantice, en forma efectiva, a esos colectivos, el tan mentado derecho a expresarse con libertad. La persecución a las personas que han manifestado ideas contrarias a las de los detentadores del poder, ha sido constante en América Latina, ya sea por las dictaduras militares o por las ―democracias de baja intensidad.
Frente a los cambios revolucionarios que se están dando en Latinoamérica que, en cierta forma, están posibilitando una transformación de estas circunstancias, el imperialismo y las oligarquías criollas manifiestan un furibundo rechazo. Para ello acuden, como en la época del nazifascismo, del macartismo o de las dictaduras militares en el cono sur, a la utilización del miedo, del terror, del racismo para paralizar o amedrentar a la población. Eso forma parte de la ―guerra psicológica que llevan adelante contra los pueblos.
Los detentadores del poder en la sociedad capitalista ya no sólo ven en peligro la credibilidad que forjaron a fuerza del engaño a través de la industria mediática, sino que ven, más que todo, en serio peligro la existencia del sistema y de su propia clase. No les queda, como es obvio, más que incrementar sus ataques contra quienes ponen en peligro su supervivencia. Esa es la razón de las rabiosas arremetidas en contra del presidente Hugo Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia o de Rafael Correa en Ecuador, así como las agresiones permanentes que, desde el triunfo de la revolución en 1959, sufre el régimen cubano.
De igual manera, estos ataques, que forman parte de una bien estructurada campaña propagandística, están dirigidos contra las organizaciones revolucionarias en armas o no en América Latina, a las que califican de terroristas como a las FARC-EP en Colombia, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, los cocaleros en Bolivia, los piqueteros en Argentina, la resistencia contra los golpistas en Honduras y, en general, contra la clase trabajadora organizada en todo el continente, que ha empezado a construir su destino con sus propias manos.
La estrategia de los medios no sólo consiste en atacar mediante descalificaciones y falsificaciones a las fuerzas revolucionarias. Ensalzar las acciones de las fuerzas sustentadores del sistema capitalista es otro de sus mecanismos.
En Bolivia, por ejemplo, los medios pusieron énfasis en las acciones de la oposición separatista, con el propósito de presentar al gobierno de Evo Morales como débil y carente de respaldo popular. En ningún momento analizaron las características del movimiento opositor, el mismo que en forma abierta ha expresado odio racial y llevado a cabo acciones de carácter fascistoide contra los indígenas bolivianos que constituyen la mayoría de la población de ese país, tal como se evidenció en la masacre de Pando, perpetrada en septiembre de 2008 por las fuerzas de la derecha, así como por las acciones llevadas a cabo por el Comité Cívico de Santa Cruz y la Unión Juvenil Cruceñista contra la población indígena, partidaria del presidente Evo Morales. ―Haz patria, mata un macaco o mata un colla son las consignas de estos admiradores del nazifascismo. Falsimedia no hace énfasis en informar sobre esa realidad, a la vez que oculta las raíces del conflicto, las contradicciones sociales, la lucha de clases, mientras en forma hipócrita, sustentados en su doble moral, hacen llamados a la paz, al diálogo, al consenso. La industria mediática incluso se ha puesto de lado de connotados criminales, haciéndolos pasar como perseguidos políticos del régimen del presidente Evo Morales. El 13 de enero de 2010 El Nuevo Herald publicó algunas declaraciones del prófugo de la justicia boliviana, Manfred Reyes, en las cuales se presenta como una víctima y un perseguido: ―Lamentablemente tuve que dejar a Bolivia porque más que tener pendiente un caso judicial tenía pendiente una persecución política contra mi persona, señaló Reyes al Herald.
La cloaca de Miami constituye el sitio predilecto de refugio para criminales, delincuentes y narcotraficantes aliados de EE.UU. Branko Marinkovic, quien está imputado por sus conexiones con una célula terrorista que intentó asesinar al presidente Evo Morales, se encuentra libre y campante en el país que dice que lucha contra el terrorismo.
Los elementos señalados son necesarios para el estudio del papel que la industria mediática cumple en los procesos de fabricación del consenso en las sociedades capitalistas.
Desde una perspectiva marxista es importante establecer la relación dialéctica que existe entre la base económica y la superestructura ideológica. No se puede hacer un estudio sobre las industrias mediáticas, sin analizar las condiciones materiales que existen en una sociedad determinada.
Marx y Engels expusieron, con precisión, que son las condiciones materiales de existencia las que condicionan en última instancia a la superestructura ideológica. Los seres humanos hacen su propia historia, pero no a su libre arbitrio, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado, explicó el autor de ―El Capital.
Son precisamente esas circunstancias las que hacen que en un contexto específico se expresen con más o menos fuerza tales o cuales ideas a través de diversas instituciones como la familia, la escuela, la iglesia y, por supuesto, los medios.
¿Por qué es importante este señalamiento?
Generalmente se piensa, incluso desde una perspectiva revolucionaria, que para cambiar la situación descrita a lo largo de este trabajo es necesario solamente construir y desarrollar nuevos medios de comunicación, con contenidos diferentes, dejando de lado que lo más importante es la lucha contra el capitalismo, entendido como una totalidad, lo cual implica, por ende, acabar con las condiciones materiales que posibilitan el sostenimiento de este sistema explotador.
Del mismo modo, es un error considerar que con el sólo hecho de modificar una ley o de elaborar una normativa para regular el funcionamiento de los medios o posibilitar ciertos derechos a los colectivos sociales en este campo e imponer obligaciones a las industrias mediáticas, la realidad expuesta va a transformarse radicalmente.
Tampoco significa esto que dentro de los márgenes del sistema capitalista y de los espacios que su legalidad burguesa concede a los colectivos sociales y sus organizaciones, estos y estas no luchen por alcanzar conquistas que les sean favorables.
Sin embargo, sigue siendo una ilusión pensar que se puede lograr una democratización efectiva de la comunicación mientras no se acabe con un sistema que, por esencia, es antidemocrático. Eso sólo se logrará cuando los colectivos sociales, mediante la lucha revolucionaria, vayan construyendo espacios efectivos de contrapoder, con miras a la construcción de un nuevo poder, ―pasando por situaciones de doble poder y poder popular.
Iñaki Gil de San Vicente señala que el contrapoder debe entenderse como:
(…) el simple hecho de creación de una fuerza colectiva, de una solidaridad comunitaria capaz de enfrentar un programa alternativo al poder opresor existente. Sea a un nivel colectivo muy reducido, e incluso a escala personal e individual, el contrapoder surge cuando la organización básica es capaz de obligar al poder opresor al que se enfrenta a tener en cuenta esa nueva realidad resistente y contraria.
El marxista vasco explica que el tránsito de contrapoder a doble poder se realiza en la misma dinámica, cuando el ascenso de la capacidad de movilización es tal que obliga al poder existente a tener en cuenta siempre a los grupos y colectivos autoorganizados, conectados entre sí y dotados de un proyecto estratégico.
Esto significa, por tanto, que no se puede esperar a que un proceso revolucionario culmine exitosamente para ahí empezar a cambiar la superestructura ideológica hegemónica, alienante, impuesta bajo el capitalismo.
No hay que olvidar que la revolución es un proceso que implica que se lleven adelante todas las acciones necesarias para minar, en las entrañas del monstruo, las bases que sostienen al propio sistema; pero, además, es necesario comprender que la revolución no finaliza con el derrocamiento de la clase explotadora, sino que continua en forma permanente con el propósito de construir el nuevo poder, no sólo en el plano económico, sino también en el plano de las ideas, sin restringirse a los márgenes de un país o nación determinada, sino con un carácter internacional.
En este sentido, es vital, como señala Iñaki Gil de San Vicente, la autoorganización y la concienciación política de los colectivos sociales para luchar contra sus enemigos y lograr la derrota del imperialismo y la burguesía a nivel mundial.
El llamado del presidente Chávez a crear una ―V Internacional Socialista para hacerle frente a la internacional de la explotación, del saqueo, del crimen y la guerra, es muy importante para detener la voracidad del imperialismo y sus lacayos. En este sentido es necesario también trabajar para la concreción y fortalecimiento de iniciativas y proyectos cuyo objetivo sea lograr la unidad de todas las fuerzas de la izquierda revolucionaria, en armas o no, para hacerle frente a la nueva embestida del imperialismo yanqui y europeo, así como de la burguesía y la oligarquía a nivel mundial. El Movimiento Continental Bolivariano, constituido en Caracas el pasado 7 de diciembre de 2009, es un paso fundamental para fortalecer la unidad y las acciones contra esas fuerzas terroristas y reaccionarias.
Como parte de esta lucha es necesario el desarrollo del pensamiento crítico mediante la confrontación de ideas y el debate en los colectivos sociales, no sólo con el propósito de comprender la realidad, sino de transformarla, como lo señaló Marx.
La mentalidad acrítica acepta como válido el orden establecido y se sujeta pasivamente a la autoridad, a la que ve como necesaria para el desenvolvimiento de la persona en un colectivo determinado. Por el contrario, el pensamiento crítico, como arma teórica necesaria para llevar adelante la revolución, permite a los colectivos sociales superar el mundo alienante que las instituciones burguesas y sus aparatos ideológicos pretenden imponerles. Esto, dice Iñaki Gil de San Vicente, necesariamente deberá estar unido a la práctica de la solidaridad militante entre los colectivos sociales.
Y esa práctica debe tener como objetivo la destrucción del sistema capitalista y de la burguesía como clase. No puede limitarse, por tanto, la tarea revolucionaria a ejercer la crítica solamente a las ideas de la clase dominante.
Marx en la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel dice: El arma de la crítica no puede sustituir la crítica por las armas; la violencia material no puede ser derrocada sino por violencia material. Pero también la teoría se convierte en violencia material, una vez que prende en las masas. La teoría es capaz de prender en las masas en cuanto demuestra ad hominem; y demuestra ad hominem, en cuanto se radicaliza. Ser radical es tomar las cosas de raíz. Y para el hombre la raíz es el mismo hombre.
En este proceso de lucha y transformación social es necesario minar las bases que sostienen a este oprobioso y anacrónico régimen, creando, entre otras cosas, espacios en los que el pueblo y sus organizaciones, mediante la apropiación revolucionaria de la técnica y la tecnología, puedan desarrollar medios a través de los cuales, con calidad y belleza, se expresen mensajes y contenidos diferentes a los que hoy propone la industria mediática.
Es necesario quitarle la dinámica de la información a quienes detentan el poder en la sociedad capitalista y devolverle el habla al pueblo. Pero esto sólo se logrará si el propio pueblo, a través de sus organizaciones, mediante su praxis revolucionaria, se convierte en el protagonista fundamental de los procesos de transformación social.
No se trata solamente de pensar en una forma distinta de hacer comunicación. De lo que se trata es, ante todo, de concienciar a los colectivos sociales.
Iñaki Gil de San Vicente dice:
La diferencia entre concienciación y comunicación radica en que la primera busca llegar a lo profundo de la estructura psicopolítico alienada para ayudarle en su autoliberación mediante la práctica colectiva, mientras que la segunda, la simple acción de comunicar cosas, ideas, programas, etc. aunque sean progresistas y hasta revolucionarias, generalmente se limita al nivel consciente de la estructura psíquica de masas y siempre desde unos medios que no se diferencian apenas en nada, en cuanto a su forma, del resto de la prensa establecida: periódicos, revistas, algunos programas de radio cuando es posible, apenas o nada de televisión, etc. Pero la diferencia básica radica en que la concienciación insiste en el aprendizaje mediante la práctica y la comunicación se basa en la recepción pasiva de un mensaje crítico.
La teoría debe conjugarse dialécticamente con la práctica militante. Las consignas huecas, la repetición mecánica de frases, la utilización de ciertas ideas como dogmas fijos e inamovibles, deben ser desterradas del seno de las organizaciones revolucionarias mediante el desarrollo de la capacidad crítica y autocrítica.
Los colectivos sociales deben autoorganizarse y no depender, en ningún sentido, de fuerzas ajenas al movimiento social. La participación activa de todas y todos los miembros del colectivo en cada una de las tareas es fundamental para evitar el direccionismo vertical y burocrático. La independencia de criterio y acción es fundamental. Solamente liberándose de ese tipo de ataduras se podrá luchar contra la alienación, la manipulación, el servilismo y los mensajes embrutecedores producidos por la industria mediática capitalista, a la vez que se asestará un golpe certero a la burocracia inmovilista y conservadora que tiende a surgir en el seno de los movimientos o partidos de izquierda.
Cada organización debe constituir y desarrollar en forma efectiva los medios de comunicación necesarios para llevar adelante la tarea política de concienciación. La propaganda es necesaria; pero más importante es que los colectivos se conciencien de la necesidad de luchar no sólo para alcanzar conquistas parciales, sino para poner fin al sistema capitalista explotador y alienante.
En cada espacio, en cada lugar se debe, a través de la praxis, luchar contra los mecanismos de dominación política, ideológica y económica del imperialismo y la burguesía. Eso implica que, bajo ningún concepto, los parámetros establecidos por los ideólogos de esos grupos de poder deban ser asumidos por los colectivos sociales como propios.
Palabras, nociones, conceptos, categorías utilizadas por el discurso imperialista-burgués para mantener su dominio, deben ser permanentemente puestos en tela de juicio y ser sometidos a una crítica radical. Así, conceptos, categorías como los de paz, patria, nación, democracia, derechos humanos, utilizados permanentemente por las y los periodistas al servicio de las industrias mediáticas capitalistas para presentarse ante el público como defensores de la libertad y las causas justas, no pueden ser vistos en abstracto, sino desde un punto de vista clasista.
De igual manera, las prácticas cotidianas fomentadas por este sistema, que tienen que ver con el desarrollo de conductas individualistas, egoístas, consumistas, machistas, racistas deben ser combatidas con firmeza. En este sentido es importante que los colectivos sociales vayan desarrollando una concepción diferente sobre el ocio, el tiempo libre y todo lo que está relacionado con la cultura. Esta no puede ser entendida como la creación de un sinnúmero de producciones o un conjunto de actividades desarrolladas por una élite intelectual, académica en el plano artístico, literario, musical, si no como todas y cada una de las acciones que los colectivos sociales llevan adelante en su praxis para identificarse como tales y mantener su presencia histórica como pueblos.
Del mismo modo es importante enfrentar, desenmascarar y contrarrestar por todos los medios la influencia de la denominada ―cultura de masas, para que las personas no se obnubilen ante tanto cretino que la industria mediática presenta como personajes importantes, dignos de reconocimiento, cuando, como dice Vicente Romano, lo que se debería hacer es ―escupirles en la cara.
El uso de los medios por parte de los colectivos sociales es de suma importancia. Debe existir una preparación adecuada no sólo en el campo de la elaboración de los diversos productos comunicacionales, sino en el dominio de la técnica y de las tecnologías que posibilitan la difusión de esas creaciones.
No debe, sin embargo, esperarse a disponer de las tecnologías que poseen los grupos de poder en la sociedad capitalista para llevar adelante la tarea de concienciación política a través de la comunicación social. En este sentido se debe potenciar, como señala María Victoria Reyzábal, todas aquellas destrezas comunicativas orales y escritas basadas en el intercambio humano directo, es decir conversatorios, debates, foros, tertulias, etc.
La discusión sobre temas de actualidad, basados en las lecturas de artículos de diversos autores revolucionarios, progresistas e incluso de los mismos trabajos periodísticos contenidos en los medios burgueses, así como de sus intelectuales orgánicos es fundamental para que los colectivos sociales expongan sus ideas, sus criterios sobre la realidad social en la cual están inmersos. El estudio de la historia de las luchas de los pueblos, de la clase trabajadora, de sus organizaciones es fundamental para no perder la memoria y evitar así que se imponga la visión de los detentadores del poder sobre los diversos hechos sociales.
Hay que hacerle frente al atontamiento provocado por la historia oficial, la cual oculta las contradicciones sociales, la lucha de clases, además de ser machista, racista y entusiasta defensora de lo extranjero.
La exposición de películas (incluidas las producidas por la industria hollywoodense) y su posterior análisis, reflexión e interrelación con los problemas sociales, es otro elemento importante para el desarrollo del pensamiento crítico.
Los medios que los colectivos sociales puedan llegar a constituir deben ser ajenos a las prácticas alienantes burguesas. Esto no significa, de ninguna manera, que los contenidos, por ser serios, educativos, deban ser monótonos, tediosos, pesados. La belleza, acompañada de buen humor y de fina ironía, cuando así lo amerite, deben ser elementos importantes en el desarrollo de las producciones culturales y periodísticas que lleven adelante los colectivos sociales. Los análisis fríos, propios de burócratas y tecnócratas, no permiten comprender en forma efectiva la realidad social que viven los pueblos.
De igual manera, un medio que deje de lado la crítica y la autocrítica, que sólo se dedique a lanzar alabanzas a una organización o a un líder, no podrá ver más allá de la superficie de las cosas. Los medios de los colectivos sociales, de sus organizaciones revolucionarias deben propiciar el debate, el cuestionamiento permanente de lo que se ha hecho y se está haciendo.
Todo esto sólo podrá materializarse a través de la praxis social que los colectivos lleven adelante para transformar la realidad social.
Los trabajadores intelectuales al servicio de la causa de la revolución socialista, deben tener presente siempre las palabras del revolucionario y periodista argentino, Rodolfo Walsh:
El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra.
Los serviles y rastreros periodistas de las industrias mediáticas no forman parte de la historia viva de los pueblos. Las y los periodistas implicados en la lucha por la construcción de un mundo mejor, del socialismo, por el contrario constituyen un elemento vital que ayuda a nutrir la conciencia de los colectivos, nutriéndose a la vez de la sabiduría que la lucha de los pueblos proporciona a quien forma parte de esa historia viva.

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