Los monopolios conducen
inevitablemente a la putrefacción del capitalismo. Todo monopolio,
enseñaba Lenin, con la propiedad privada sobre los medios de
producción, engendra la tendencia al estancamiento y a la
putrefacción o parasitismo.Tendencia a frenar el desarrollo de
las fuerzas productivas.
El monopolio es un freno
para el desarrollo de las fuerzas productivas y el progreso técnico.
"En cuanto se establecen, siquiera sea por algún tiempo,
precios monopolistas -escribe V. I. Lenin-, desaparecen hasta cierto
grado las causas que impulsaban el progreso técnico, y por
consiguiente, cualquier otro progreso o avance; aparece, pues,
además, la posibilidad económica de que el progreso técnico se vea
retenido artificialmente." Si los capitalistas implantan nuevos
medios técnicos es para obtener superbeneficios. Pero si estos
superbeneficios pueden ser obtenidos en virtud de la situación
monopolista en el mercado, se comprende que quedará debilitado el
estímulo que les movía a las renovaciones técnicas. Bajo el
capitalismo premonopolista, el capitalista trataba principalmente de
vencer al rival mejorando los métodos de producción, rebajando los
gastos de producción y los precios. Para conservar sus posiciones en
el mercado, se veía obligado a sustituir el equipo viejo por
maquinaria nueva, a perfeccionar la producción. La transformación
de la libre competencia en monopolio cambia la situación por
completo. Aparecen métodos nuevos, propios del imperialismo, que
permiten obtener grandes beneficios. De ordinario, el monopolio
conserva y fortalece sus posiciones sin recurrir a la rebaja de
precios. La lucha con los rivales se mantiene en el plano de la
presión directa y de maquinaciones financieras de todo género
(privación de créditos y de materias primas, boicot, etc.).
A menudo, los monopolios
limitan artificialmente la producción de determinadas mercancías
con objeto de mantener el alto nivel de precios y ganancias. Se
comprende que esto represente un obstáculo
importante para el
progreso técnico. Se opone también a ello el deseo de conservar el
equipo viejo, en el que se invirtieron sumas enormes. El progreso
técnico no encuentra trabas sólo en el caso de que las economías
que representa la introducción de elementos técnicos nuevos sean
capaces de cubrir la pérdida que significa la desvalorización de
las inversiones viejas, o cuando se trata de nuevas empresas y ramas
industriales, en las que las inversiones ya hechas anteriormente son
relativamente pequeñas.
Muchos economistas
burgueses, que advertían el estancamiento del progreso técnico por
la acción de los monopolios, han defendido la vuelta a la época de
la libre competencia. V. I. Lenin revela toda la inconsistencia de
las esperanzas en un retorno al pasado. "Si hasta los monopolios
han empezado ahora a frenar el desarrollo -escribe-, eso no es un
argumento en pro de la libre competencia, que es imposible después
de que dio a luz al monopolio." La tendencia del capitalismo
monopolista es, pues, a frenar el desarrollo de las fuerzas
productivas. Esta tendencia la vemos, ante todo, en la directa
oposición de los monopolios al progreso técnico. También se
manifiesta en el ahondamiento de la separación que existe entre las
posibilidades de la ciencia y la técnica y el grado en que estas
posibilidades son aprovechadas, o en el desigual avance de la técnica
según los distintos países y sectores de la economía. Esta
tendencia se manifiesta, en fin, en la circunstancia de que en la
época del imperialismo los hombres -la principal fuerza productiva-
se ven apartados cada vez más de un trabajo socialmente útil, de la
creación de bienes materiales. Crece la desocupación y las empresas
no trabajan a toda su potencia. Crece el número de obreros y
empleados que no crean bienes materiales, de quienes son ocupados en
la esfera de la circulación, en la administración pública, en el
ejército, como criados, etc. Eso no quiere decir que dentro del
imperialismo cese el desarrollo de las fuerzas productivas. El
monopolio no puede eliminar por completo y por un largo tiempo a la
competencia. El progreso técnico le permite alcanzar grandes
descensos en los gastos de producción. Mediante cierta rebaja del
precio de venta se consigue desplazar a los rivales. Impidiendo que
éstos puedan utilizar los avances técnicos, los nuevos métodos de
producción, el monopolio puede obtener elevados beneficios aun con
precios algo menores.
Los monopolios
capitalistas se hallan en condiciones infinitamente mejores para la
utilización de los adelantos técnicos y científicos que las
empresas de menor calibre, sin hablar ya de las pequeñas y medias.
Sabemos, por ejemplo, que los trabajos de investigación científica
en distintos sectores de la economía corren casi por completo a
cargo de las grandes compañías. Salvo raras excepciones, las
empresas pequeñas no disponen de recursos financieros como para
sostener organizaciones de investigación por su cuenta. Los inventos
y perfeccionamientos de la técnica se convierten así en propiedad
exclusiva de los monopolios. Por lo tanto, la tendencia a frenar el
progreso técnico no excluye en modo algunos períodos de rápido
perfeccionamiento de la técnica y de desarrollo de las fuerzas
productivas.
"Sería erróneo
pensar -escribe Lenin- que esta tendencia a la podredumbre excluye el
rápido incremento del capitalismo; no, determinadas ramas de la
industria, determinadas capas de la burguesía y determinados países
manifiestan en la época del imperialismo, con mayor o menor fuerza,
ya la una, ya la otra de estas tendencias." Crecimiento de la
capa de rentistas. El parasitismo de la época imperialista encuentra
una manifestación bien clara en el crecimiento de la capa de los
rentistas, personas que poseen títulos (acciones, obligaciones) y
que viven del "corte de cupones". El desarrollo de las
compañías anónimas aparta a la inmensa mayoría de los
capitalistas de las funciones directoras de la producción. La
oligarquía financiera, que mantiene en su poder las posiciones clave
de la economía en los países capitalistas, no suele dirigir
directamente los cientos y miles de compañías industriales, bancos,
ferrocarriles y demás empresas colocadas bajo su control. La
"actividad" de los grupos financieros se reduce cada vez
más a la ampliación de su campo de acción mediante la adquisición
de paquetes de control de nuevas y nuevas compañías, y a toda clase
de maquinaciones financieras. La dirección directa de las empresas
va pasando a manos de gerentes asalariados. También crece la capa de
personas dedicadas a satisfacer los caprichos parasitarios de los
explotadores. Se incrementan la administración pública, la policía
y el ejército, que se encuentran subordinados a los monopolios.
Los distintos países
imperialistas se van convirtiendo en Estados rentistas. Ello es
consecuencia del aumento de la exportación de capitales, que permite
a los países acreedores obtener enormes beneficios de los países
deudores. Los ingresos procedentes de los capitales invertidos en el
extranjero por Inglaterra en vísperas de la primera guerra mundial
eran cinco veces superiores a los que entonces procuraba el comercio
exterior al país más comercial del mundo. Actualmente el país de
mayor comercio del mundo capitalista es Norteamérica. Y sin embargo,
lo decisivo en la expansión económica de los Estados Unidos al
exterior no es la exportación de mercancías, sino la de capitales.
Los Estados Unidos de América son el más importante acreedor
mundial. La reacción política. El capitalismo venció al feudalismo
bajo las banderas de la libertad, la igualdad y la fraternidad. La
democracia burguesa satisfacía al capitalismo premonopolista como
forma de dominación política. La situación ha cambiado al advenir
el imperialismo. La formación de los monopolios significaba el paso
de la libre competencia a las relaciones de dominación y de
violencia que la propia dominación lleva consigo. Los monopolios se
hicieron los dueños de la vida económica. Pero una vez se sienten
los amos de la economía, aspiran a extender su imperio al campo de
la política, a poner a su servicio el aparato del Estado burgués. Y
cuando tienen el poder en sus manos, lo más frecuente es que
prescindan de los métodos de la democracia burguesa y que recurran a
la reacción política, en la que se manifiesta claramente la
putrefacción del capitalismo. Paralelamente, el viraje hacia la
reacción política es consecuencia de la podredumbre a que ha
llegado el capitalismo, de que el modo capitalista de producción ha
dejado de desarrollarse por línea ascendente y de que en la época
del imperialismo las relaciones capitalistas se han convertido en un
freno que impide el desarrollo de las fuerzas productivas. Un ejemplo
característico de la reacción política es el fascismo, que
significa la dictadura terrorista de la burguesía monopolista y de
los terratenientes. El fascismo equivale a la represión brutal del
movimiento obrero y campesino, a la persecución implacable de los
partidos proletarios, de otros partidos democráticos y de las
organizaciones sociales, a la militarización del país y al paso a
la política de aventuras bélicas. En vísperas de la segunda guerra
mundial habían entrado por la ruta del fascismo Alemania, Italia,
Japón, España, Portugal y otros países. Después de la contienda
se han puesto de relieve tendencias de este tipo en los Estados
Unidos de América, República Federal Alemana, Francia y algún otro
lugar. Signos del avance del imperialismo por la vía reaccionaria
son la militarización de la vida económica y política, el
incremento de la influencia de la Iglesia (particularmente de la
católica) y el racismo.
La reacción política es
consecuencia de la agudización de todas las contradicciones
capitalistas que se produce en la época del imperialismo. A su vez,
agrava aún más esas contradicciones. Los monopolios tratan de
despojar a los trabajadores de todas las conquistas democráticas.
Esto trae consigo la enérgica resistencia de las masas. De ahí que
la época del imperialismo se caracterice por el incremento dentro de
las masas de sus aspiraciones democráticas. En la arena política de
los países capitalistas los trabajadores actúan en defensa de la
democracia política y contra la reacción encarnada en el poder y en
la política de los monopolios. La "aristocracia obrera".
Una característica de la podredumbre del capitalismo es el
sistemático soborno por la burguesía monopolista de determinados
grupos de obreros. Los imperialistas tienen interés en mantener
entre los obreros una capa privilegiada y separarla de la gran masa
del proletariado. El fenómeno en sí no es nada nuevo. El soborno de
individuos y grupos del proletariado como método de lucha contra el
movimiento obrero se practica desde que el capitalismo existe. Ahora
bien, en determinadas condiciones aparece la base económica para
crear toda una capa privilegiada en la clase obrera, lo que se conoce
con el nombre de "aristocracia obrera". Apareció
primeramente en Inglaterra, en el período del capitalismo
premonopolista. Inglaterra, a diferencia de otros países, a mediados
del siglo XIX presentaba ya dos rasgos del imperialismo: el monopolio
colonial y la explotación de otras naciones en virtud de su
situación predominante en el mercado mundial. Esto proporcionaba a
la burguesía inglesa superbeneficios, parte de los cuales servía
para sobornar a la capa superior de la clase obrera. Es así como se
formó la "aristocracia obrera", que la burguesía trataba
de oponer a la gran masa de los proletarios, aprovechándola como un
apoyo político en el seno de los trabajadores. La dominación de los
monopolios, la exportación de capitales a los países atrasados y la
política colonial han conducido a la aparición de una "aristocracia
obrera" en todas las potencias imperialistas. Las formas de
soborno son muy variadas: aumento de salario a determinados grupos de
la clase obrera, concesión de ventajosos cargos públicos a líderes
venales del movimiento obrero, subsidios directos a las
organizaciones reformistas, etc. La "aristocracia obrera"
es la base social del oportunismo en el movimiento obrero. Este
significa la acomodación del movimiento obrero a los intereses de la
burguesía, la tendencia a la colaboración con la burguesía y a la
escisión del movimiento obrero. Los oportunistas tratan de apartar a
los obreros de la lucha de clases mediante sus prédicas en favor de
la unidad de los intereses de clase del proletariado y la burguesía,
y de la posibilidad de "mejorar" el capitalismo a través
de reformas. Los oportunistas son agentes de la burguesía en el
movimiento obrero.
Pero el oportunismo
dentro del movimiento obrero no puede detener indefinidamente el
incremento de la conciencia de clase del proletariado ni la lucha de
clase que éste mantiene, "pues los trusts, la oligarquía
financiera, la carestía de la vida y demás -escribe V. I. Lenin-,
que permiten sobornar a un puñado de dirigentes, aplastan, oprimen,
arruinan y torturan a la masa de los proletarios y semiproletarios".
gracias por su contribucion
ResponderEliminarAtt. Tomas Roca
estd. de economia