En
la fase del imperialismo, el capitalismo entra inevitablemente en la
época de su crisis general. ¿Qué entendemos por "crisis
general del capitalismo"?
La
crisis general se diferencia de estas otras en que se trata de un
fenómeno que abarca a todos los aspectos del capitalismo como
sistema social. Es un estado
permanente
que se caracteriza por la desintegración progresiva del capitalismo,
por la debilitación de todas sus fuerzas internas: económicas,
políticas e ideológicas. La crisis general no es un fenómeno
ocasional, no es un zigzag de la historia, no es fruto de
determinados errores de los líderes burgueses, sino un estado
inevitable y regular del capitalismo en la época de su decadencia y
descomposición. Al ser afectado por la crisis general, este sistema
no puede seguir manteniendo bajo su dominación a los pueblos, que
uno tras otro se emancipan del yugo del capital y pasan a la vía del
socialismo. Por
eso, la época de la crisis general significa el hundimiento del
capitalismo y el paso a la contruccion conciente del socialismo como
una necesidad historica; es
la época de las revoluciones socialistas y de los movimientos de
liberación nacional contra el imperialismo. Los ideólogos del
imperialismo piensan que si se consiguiera impedir el triunfo de las
revoluciones socialistas y aplastar el movimiento comunista, el
capitalismo se mantendría estable e inconmovible, como único
sistema social que ellos pueden concebir. Incluso aquellos que
admiten el hecho de la crisis general de este sistema, la atribuyen a
la presencia del sistema socialista y a los manejos de los
comunistas, que tratan de derribar el capitalismo. El movimiento
comunista, que es producto regular y lógico del desarrollo de la
lucha de clases, lo ven como algo inspirado desde fuera y organizado
por lo que llaman "agentes extranjeros". Mas
la crisis general del capitalismo se debe a la agudización de las
contradicciones internas
del
propio imperialismo.
Dicha crisis se ahonda y cobra virulencia, sobre todo, bajo la acción
de los antagonismos que corroen a la sociedad capitalista. Las
condiciones exteriores -existencia y robustecimiento del sistema
socialista- contribuyen a que estos antagonismos aceleren su proceso
de maduración, pero no son las causas esenciales.
La
crisis general del capitalismo era ya imposible evitarla después de
que los países imperialistas desencadenaron una guerra mundial, con
su secuela de conmociones catastróficas de las que el capitalismo ya
no se podía reponer. La primera guerra mundial dio un poderoso
impulso a todos los procesos internos que arrastraban a la crisis
general al capitalismo. Esta guerra aceleró el proceso de conversión
del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado y de
maduración de la revolución socialista. Al triunfar la primera de
estas revoluciones -la Gran Revolución Socialista de Octubre en
Rusia- la crisis avanzó ya inconteniblemente.
El
capitalismo dejó de ser el único sistema económico-social que
existe en el mundo. En una sexta parte del globo se inició la
transición al socialismo. La lucha del capitalismo y el socialismo
se convirtió en el factor más importante de la historia mundial.
Las condiciones de existencia del imperialismo sufrieron cambios
trascendentales. Primeramente, se tropezó con nuevas y graves
dificultades económicas. El desprendimiento del sistema capitalista
de un país tan enorme como Rusia, la lucha de liberación nacional
en una serie de colonias, el incremento de la opresión de los
monopolios y el empeoramiento de la situación material de los
trabajadores,hicieron
más agudo aún el problema de los mercados. La relativa estrechez
del mercado, si lo comparamos con el incremento de las instalaciones
fabriles, hizo que entre las dos guerras mundiales adquirieran
caracteres crónicos la explotación de las empresas por debajo de su
potencia y la desocupación en masa. Sufrió un brusco descenso el
ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas. La putrefacción y el
parasitismo del capitalismo adquirieron singular relieve en los
terrenos más diversos. El comienzo de la crisis general puso ya de
manifiesto la considerable debilitación política del imperialismo,
lo cual se advertía particularmente en el vertiginoso auge que en
los países capitalistas adquirió la lucha revolucionaria de la
clase obrera. La Revolución de Octubre en Rusia fue seguida por una
ola de levantamientos revolucionarios de los trabajadores en muchos
países de Europa (Alemania, Austria, Hungría, Finlandia, Bulgaria).
Si bien la burguesía consiguió aplastarlos ferozmente, elevaron el
movimiento obrero a un nuevo nivel. Las huelgas alcanzaron
proporciones verdaderamente enormes. La debilitación política del
capitalismo ha agudizado todavía más intensamente el carácter
reaccionario de la burguesía imperialista. El imperialismo, llegado
a la época de su crisis general, recurre más, y en escala cada vez
mayor, a los métodos más extremos en la represión terrorista de
que hace objeto a los trabajadores. En algunos países esto halló
expresión en la implantación del régimen fascista, que por su
crueldad y ferocidad ha superado todo cuanto se conocía hasta la
fecha.
El
comienzo de la crisis general se significó por un aumento de la
agresividad del imperialismo y una mayor
agudización de las contradicciones entre las potencias
imperialistas,
así como entre el puñado de magnates de los monopolios y el resto
del mundo. Apenas había salido de la guerra que lo puso ante su
crisis general, el imperialismo se lanzó atropelladamente a nuevas
aventuras: a la intervención contra la Rusia soviética, a las
sangrientas campañas contra los pueblos de los países coloniales y
a guerras civiles contra sus propios pueblos. El desigual desarrollo
de los países imperialistas, todavía más acusado, daba mayor
virulencia a la lucha por las fuentes de materias primas y por los
mercados de venta. Al incremento del militarismo contribuían las
dificultades económicas de la burguesía imperialista, que en países
como Alemania y Japón trataba de encontrar salida a la crisis
mediante la militarización de la economía. La preparación de
nuevas guerras se convirtió en la tarea principal de los magnates de
los monopolios y de sus fieles políticos burgueses. Los cambios
económicos y políticos impuestos por el comienzo de la crisis
general del capitalismo redujeron aún más el prestigio de este
sistema social ante los ojos de las grandes masas. El
único resultado de todo esto fue la debilitación
ideológica del capitalismo,
a
lo cual contribuyeron también los cambios sufridos por las propias
concepciones de la burguesía. Como un reflejo de la situación de
esta clase que agoniza en la palestra histórica, se generalizan en
su seno las ideas decadentistas y el pesimismo. En la ideología del
imperialismo
se dibuja netamente el viraje hacia la reacción extrema, hacia las
concepciones antihumanas, y a la vuelta al oscurantismo del medievo;
todo esto toma cuerpo especialmente en el arsenal "ideológico"
del fascismo. Y ello, a su vez, debilita aún más el poder de
atracción de las ideas burguesas entre las masas. La
crisis estructural del capitalismo avanza, pues, en todas las
direcciones. Y
los grupos más agresivos de la burguesía monopolista tratan de
superar la crisis con el empleo de la fuerza bruta, con lo que se
aboca a una nueva guerra mundial.
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