por: J.V. Stalin
En el mundo todo está
en movimiento... Cambia la vida, crecen las fuerzas productivas, se
desmoronan las viejas relaciones sociales... (C. Marx)
El marxismo no es sólo
la teoría del socialismo. Es una concepción integral
del mundo, un sistema filosófico del cual se desprende
lógicamente el socialismo proletario de Marx. Este sistema
filosófico se llama materialismo dialéctico.
Por eso, exponer el
marxismo significa exponer a la vez el materialismo dialéctico.
¿Por qué se
llama este sistema materialismo dialéctico?
Porque su método
es dialéctico, y su teoría, materialista.
¿Qué es el
método dialéctico?
Se dice que la vida
social se encuentra en estado de incesante movimiento y desarrollo. Y
esto es cierto: la vida no puede ser considerada como algo estático
e inmutable; la vida nunca se detiene a un mismo nivel, se halla en
eterno movimiento, en eterno proceso de destrucción y de
creación. Por eso, en la vida siempre existe lo nuevo y lo
viejo, lo que crece y lo que muere, lo revolucionario y lo
contrarrevolucionario.
El método
dialéctico dice que hay que considerar la vida precisamente
tal y como es en realidad. Hemos visto que la vida se encuentra en
incesante movimiento; por tanto, debemos examinar la vida en su
movimiento y preguntar: ¿hacia dónde marcha la vida?
Hemos visto que la vida ofrece un cuadro de constante destrucción
y creación; por tanto es deber nuestro examinar la vida en su
destrucción y creación y preguntar: ¿qué
es lo que se destruye y qué es lo que se crea en la vida? Lo
que en la vida nace y de día en día crece, es
invencible; detener su movimiento hacia delante es imposible. Es
decir, si, por ejemplo, en la vida nace el proletariado como clase y
crece de día en día, por débil y poco numeroso
que sea hoy, al fin y al cabo ha de vencer. ¿Por qué?
Porque crece, cobra vigor y marcha adelante. Por el contrario, lo que
en la vida envejece y camina hacia la tumba, ha de ser
inevitablemente derrotado, aunque hoy represente una fuerza poderosa.
Es decir, si, por ejemplo, la burguesía pisa un terreno cada
vez menos firme y retrocede de día en día, por fuerte y
numerosa que sea hoy, ha de ser, al fin y al cabo, derrotada. ¿Por
qué? Porque como clase se descompone, se debilita, envejece y
se convierte en una carga superflua en la vida.
De aquí surgió
el conocido planteamiento dialéctico de que todo lo que
realmente existe, es decir, todo lo que crece de día en día
es racional, y todo lo que de día en día se descompone
es irracional y, por lo tanto, no ha de evitar la derrota.
Ejemplo. Por los años
80 del siglo pasado, entre los intelectuales revolucionarios rusos se
suscitó una gran polémica. Los populistas sostenían
que la fuerza principal capaz de encargarse de la «emancipación
de Rusia» era la pequeña burguesía del campo y de
la ciudad. ¿Por qué?, les preguntaban los marxistas.
Porque, decían los populistas, la pequeña burguesía
del campo y de la ciudad constituye ahora la mayoría, y,
además, es pobre y vive en la miseria.
Los marxistas replicaban:
es cierto que la pequeña burguesía del campo y de la
ciudad constituye ahora la mayoría y realmente es pobre, pero
¿se trata acaso de esto? Hace ya mucho tiempo que la pequeña
burguesía constituye la mayoría, pero hasta ahora no ha
manifestado, sin la ayuda del proletariado, ninguna iniciativa en la
lucha por la «libertad». ¿Por qué? Porque
la pequeña burguesía, como clase, no crece; al
contrario, se descompone de día en día y se divide en
burgueses y proletarios. Por otra parte, tampoco la pobreza tiene
aquí, naturalmente, una importancia decisiva: los «vagabundos»
son más pobres que la pequeña burguesía, pero
nadie afirmará que pueden encargarse de la «emancipación
de Rusia».
Como veis, la cuestión
no estriba en saber qué clase constituye hoy la mayoría
o qué clase es más pobre, sino en saber cuál es
la clase que cobra vigor y cuál la que se descompone.
Y puesto que el
proletariado es la única clase que crece y cobra vigor sin
cesar, la única que impulsa adelante la vida social y agrupa
en torno suyo a todos los elementos revolucionarios, nuestro deber
es, por lo tanto, reconocerlo como la fuerza principal en el
movimiento contemporáneo, formar en sus filas y hacer nuestras
sus aspiraciones avanzadas.
Así respondían
los marxistas.
Evidentemente, los
marxistas consideraban la vida de un modo dialéctico, mientras
que los populistas razonaban de un modo metafísico, ya que se
imaginaban la vida social inmóvil en un punto.
Así considera el
método dialéctico el desarrollo de la vida.
Sin embargo, hay
movimiento y movimiento. Hubo movimiento de la vida social durante
las «jornadas de diciembre», cuando el proletariado,
enderezando sus espaldas, asaltó los depósitos de armas
y se lanzó al ataque contra la reacción. Pero asimismo
hay que calificar de movimiento social el movimiento de los años
precedentes, cuando el proletariado, en las condiciones del
desarrollo «pacífico», se limitaba a declarar
huelgas parciales y a fundar pequeños sindicatos.
Es evidente que el
movimiento reviste distintas formas. Pues bien, el método
dialéctico afirma que el movimiento tiene doble forma:
evolutiva y revolucionaria.
El movimiento es
evolutivo cuando los elementos progresivos continúan
espontáneamente su labor cotidiana e introducen en el viejo
régimen pequeños cambios, modificaciones cuantitativas.
El movimiento es
revolucionario cuando esos mismos elementos se unen, se penetran de
una misma idea y se precipitan contra el campo enemigo, para destruir
de raíz el viejo régimen e introducir en la vida
cambios cualitativos, instaurando un nuevo régimen.
La evolución
prepara la revolución y crea el terreno para ella, y la
revolución corona la evolución y contribuye a su obra
ulterior.
Procesos semejantes se
dan también en la vida de la naturaleza. La historia de la
ciencia demuestra que el método dialéctico es un método
auténticamente científico: comenzando por la astronomía
y concluyendo por la sociología, en todas partes halla
confirmación la idea de que en el mundo no hay nada eterno, de
que todo cambia, de que todo se desarrolla. Por consiguiente, todo en
la naturaleza debe ser examinado desde el punto de vista del
movimiento, del desarrollo. Esto significa que el espíritu de
la dialéctica penetra toda la ciencia contemporánea.
Y por lo que se refiere a
las formas del movimiento, por lo que se refiere a que, de acuerdo
con la dialéctica, los pequeños cambios, las
modificaciones cuantitativas, conducen, al fin y al cabo, a grandes
cambios, a modificaciones cualitativas, esta ley rige asimismo, en
igual medida, en la historia de la naturaleza. El «sistema
periódico de los elementos» de Mendeléiev muestra
claramente la gran importancia que en la historia de la naturaleza
tiene la aparición de los cambios cuantitativos. De esto mismo
es testimonio, en biología, la teoría del
neolamarquismo, a la cual el neodarvinismo cede el puesto.
Nada decimos de otros
muchos hechos, suficientemente esclarecidos por F.
Engels en su
«Anti-Dühring».
Tal es el contenido del
método dialéctico.
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