FUENTE: LA ALDEA,MILENIO.COM
Nora Kurtz es una hermosa palestina sexagenaria que vive en Jerusalén. Tiene dulzura en el rostro y cuando habla lo hace suave, bajito y con mucha alegría. Es palestina y es cristiana. Y cada vez que alguien visita al obispo ortodoxo de Jerusalén —Atalla Hana—, ella se da gusto mostrándoles a los visitantes la hermosa casa-museo que con tanto esmero ha construido durante años, y en donde alberga la asociación civil para la defensa de palestinos Existencia.
Todo en la casa de Nora es viejo, pero muy bien cuidado: roperos, molinos, cazos, vestidos, sedas, espejos, marcos o retratos. Y paso a paso, Nora Kurtz lo va guiando a uno por tiempos lejanos.
“Esta vajilla es la que se utilizaba aquí en Palestina hace 100 años… este vestido es de las mujeres árabes de hace dos siglos… este molino es de piedra caliza con el que se molía el trigo desde hace 500 años…”
—¿Y esa llave? —se le pregunta a Nora Kurtz cuando en el fondo del primer piso aparece una gran llave, opaca por los años, pero sin un solo polvo de óxido, colgando frente a un gran espejo, de marco barroco.
El silencio de Nora y su sonrisa se funden por un momento. El tiempo que tardan en juntarse sus recuerdos, la llave y sus manos.
“¿Esta llave…? Mira, hace unos años asistí a una conferencia sobre economía con dos ponentes judíos y dos palestinos aquí en Jerusalén. Y cuando terminó la conferencia pedí la palabra. Creyeron que era para hacer alguna pregunta. Pero no. Subí al estrado y les dije a los presentes:
“Y sí, la lleve a pesar que tenía meses de no levantarse de la cama. Estaba ya muy enferma y yo temía que una emoción como esa terminara con su vida, pero la llevé al ver en su rostro una ilusión que durante años no le había conocido. Mejor no lo hubiera hecho. Al llegar y tocar el gran portón de la casa, lo único que me dijeron fue que la dueña se había ido a los Estados Unidos apenas unos días antes.
“—¿Y el piano…? —pregunté con desesperación, al ver que mi madre lloraba.
—¿El piano? ¡Ah!, se lo ha llevado la señora con ella. Dijo que si lo dejaba aquí, algún palestino se lo podía robar.
Regresé a casa con mi madre. Ninguna dijo una sola palabra en el camino. Pero a los pocos días ella falleció. Y ya no pudo nunca volver a tocar su piano.
—¿Y la llave?
—¡Ah..!, bueno, esta llave es con la que se abre el gran portón de la que fue mi casa, la que los judíos le arrebataron a mis padres. Y la guardo porque estoy segura que algún día, cuando los judíos nos devuelvan a los palestinos todo lo que nos han robado, yo podré volver allá y abrir, con esta llave, el gran portón de mi hermosa casa. * * *
El caso de Nora Kurtz no es aislado. La política de ocupación judía en Palestina ha propiciado que Israel se apodere por la vía de la fuerza de miles de casas, tierras y lo más preciado para un país semidesértico: el agua de Palestina.
Y lo mismo ocurre en Jerusalén —como es el caso de Nora Kurtz—, que en ciudades del norte de Palestina como Nablus o Qualquiria; o bien hacia el sur como en Belén o la mítica Hebrón, cuna de las religiones judía, musulmana y cristiana.
Una ocupación que tiene cifras: en Palestina hay actualmente 470 colonias israelitas con 520 mil colonos judíos “activos, fanatizados y recalcitrantes”, tal y como los describiera el escritor peruano y premio Nobel, Mario Vargas Llosa. Cada colonia está liderada por algún rabino y protegida por bases militares con las que Israel protege a los colonos invasores. Cálculos de la Autoridad Nacional Palestina señalan que por cada colono judío hay “por lo menos” un soldado israelita para su protección.
Hay casos extremos, como la ciudad de Hebrón, en donde para una sola colonia de 400 judíos hay 5,000 soldados encargados de dar seguridad a los invasores israelitas.
“Estoy convencido que detrás del trazo de las colonias y del muro que Israel levanta en Palestina, el gobierno israelí lo que busca es dividir a Cisjordania —como se le conoce también a Palestina— en cinco reservaciones, incomunicadas una de otra de manera directa”, dice el concejal de Jerusalén, Mier Margalit, un judío argentino que encabeza una permanente lucha contra la ocupación de Israel en Palestina.
“Hoy los judíos les hacemos a los palestinos lo mismo que los cristianos hacían a los judíos en la Europa Oriental en los años treintas. En nombre de una mentalidad militarista, Israel está haciendo barbaridades en Palestina. Y la única solución para que esto termine es que alguien decida darle a Israel una patada en el culo para que se salga de Palestina”, sentencia Margalit.
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