LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

Canciones de Combate

jueves, 17 de enero de 2013

La misión histórica de la clase obrera


Un profundo análisis de la economía del capitalismo llevó a Marx y Engels a la conclusión de que en el seno de este régimen social se encuentra el germen de su destrucción, de su sustitución por un sistema social nuevo, que es el socialismo. Pero los fundadores del marxismo no se limitaron a trazar la orientación general del ulterior desarrollo; en el proletariado, en la clase obrera, descubrieron la fuerza social encargada de llevar a cabo esta gran transformación de la sociedad: derrocar el capitalismo y construir el socialismo.
Este descubrimiento quedó expuesto y sólidamente argumentado en el Manifiesto del Partido Comunista, que vio la luz en 1848, en Alemania. "...La burguesía -se dice en él- no sólo ha forjado el arma que le trae la muerte; ha engendrado también a los hombres que dirigirán contra ella esa arma, a los modernos obreros, a los proletarios." "Con el desarrollo de la gran industria, de los pies de la burguesía se escapa la base misma sobre la cual produce y se apropia de los productos. Produce ante todo a sus propios sepultureros. Su desaparición y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables."
Incremento del peso y del papel político-social de la clase obrera
En el tiempo en que Marx y Engels descubrieron la misión histórica de la clase obrera, ésta constituía aún una capa bastante reducida de la población incluso en los países desarrollados. Y en la mayoría de los países restantes sus núcleos eran reducidísimos.
Era además una clase que apenas si empezaba a tener noción de sus intereses. Aún había de convertirse en una fuerza consciente y organizada. Las ideas del socialismo y el comunismo científico eran patrimonio de un reducido grupo de obreros conscientes e intelectuales avanzados, que se habían colocado junto a la clase obrera. El primer partido marxista -la Liga de los Comunistas, creada por Marx y Engels en 1847- no contaba más que con unos centenares de miembros repartidos en distintos países. Los sindicatos acababan de nacer. Sin embargo, antes de transcurrir un siglo, lo que entonces pudo percibir solamente la visión de dos pensadores geniales resultaba evidente para muchos millones de hombres. La clase obrera se ha convertido en la primera fuerza político-social de nuestros tiempos y, en bastantes países, ha demostrado prácticamente ser capaz de cumplir la misión que le asignaba la historia: suprimir el capitalismo y construir el socialismo. Sus fuerzas y su capacidad de lucha han crecido también formidablemente en los países en que los obreros siguen siendo una clase explotada.
La clase trabajadora más organizada y consciente.
Marx y Engels vieron en la clase obrera una capacidad de organización como ninguna otra poseía. El tiempo les ha dado por completo la razón. El camino de los obreros hasta la organización de clase ha sido complejo y difícil. ¡Qué barreras no les habrá puesto la burguesía dominante! Prohibiciones y represiones, persecución inhumana de los jefes del proletariado, creación de organizaciones seudoobreras, como los sindicatos amarillos, dóciles a la voluntad de los patronos y de la policía, estímulo de los conflictos nacionales y del odio de raza: todo se puso en marcha con el propósito de perpetuar la dispersión de los obreros. Pero las fuerzas que empujaban a los proletarios a la organización -necesidad de defender sus intereses bajo la amenaza del hambre y la miseria, solidaridad forjada en la lucha de clases- eran lo bastante vigorosas como para superar barreras y persecuciones de todo género. La clase obrera comenzó de ordinario a unirse en organizaciones de ayuda mutua, socorro de enfermedad, cooperativas, etc. En realidad se trataba de organizaciones de ayuda, y no de lucha. Paralelamente, sin embargo, en la primera mitad del siglo XIX aparecen ya los sindicatos, que permitían a los obreros luchar eficazmente por sus intereses económicos directos. Durante largo tiempo, en una misma empresa existían sindicatos de oficio, que se mantenían independientes entre sí. Luego, en la mayoría de los países aparecieron los sindicatos de industria, a la vez que se formaban federaciones nacionales e internacionales. Hoy día los sindicatos cuentan con más de 160 millones de afiliados en todo el mundo. Pero la organización sindical no bastaba para dirigir la lucha de la clase obrera. Las necesidades de la lucha por los intereses inmediatos, y sobre todo por la gran meta del movimiento obrero -el socialismo-, requerían imperiosamente una forma superior de organización: el partido político de la clase obrera. Esta forma atravesó también por grandes vicisitudes en su desarrollo, yendo desde pequeños círculos y grupos hasta los partidos de millones de miembros unidos entre sí por los lazos de la solidaridad internacional. Actualmente los partidos políticos de la clase obrera cuentan con más de 43 millones de afiliados, de los cuales 33 millones pertenecen a los partidos de nuevo tipo, basados en los principios del marxismo-leninismo, es decir, partidos que mantienen una lucha sin cuartel en defensa de intereses de los obreros y que son efectivamente capaces de protegerlos.
El obrero de nuestros días ha dejado muy atrás al proletario semianalfabeto que en la segunda mitad del siglo XIX era la figura típica dentro de la clase obrera de la mayoría de los países burgueses. Ha crecido incomparablemente no sólo la formación profesional, sino también el nivel cultural de los obreros. La clase obrera moderna es la legítima heredera de los valores culturales del pasado y la fuerza motriz en la creación de una cultura nueva, socialista, una cultura que ocupa posiciones dominantes en los países del socialismo y que se abre camino allí donde aún impera el capital. En los medios proletarios ha nacido y se desarrolla una moral nueva, colectiva, muchos de cuyos rasgos son un anuncio de lo que será la moral de la futura sociedad comunista. La ley del capitalismo, según la cual el hombre es un lobo para el hombre, es la base de la moral individualista y de la propiedad privada. La clase obrera rechaza ese principio antihumano. Desde los primeros pasos de su vida social y de trabajo, el proletario aprende por propia experiencia y hace suyo el viejo principio del movimiento obrero: "el obrero es hermano del obrero". El proletario consciente interpreta esto en un sentido más amplio: es hermano del obrero y de todos los oprimidos y explotados. Los hombres del trabajo, y en primer término los obreros, han sido el único medio social en que no pudieron echar raíces la amoralidad y la disolución que invaden capas cada vez más amplias de la sociedad burguesa. El humanismo, la honradez, la abnegación, la generosidad, son hoy día rasgos característicos, más que de ninguno otro, de las gentes sencillas, de los obreros, que tienen una elevada noción de lo que significa el verdadero amor a los hombres. Estos avances de la clase obrera en cuanto a su cultura y su moral han ido unidos al incremento de su conciencia política, aunque este proceso haya seguido una marcha desigual en los distintos países: en algunos de ellos, incluso en países con un nivel cultural bastante alto, la burguesía ha conseguido nublar la conciencia política de clase de una parte importante de los obreros y someterlos a su influencia ideológica. Los obreros han llegado a adquirir conciencia de clase, a comprender sus intereses y la vía que puede emanciparlos, no en escuelas ni universidades, sino en el fuego de la lucha diaria y de grandes combates de clase, de brillantes triunfos y de amargas derrotas. Tanto más sólida es la instrucción que han adquirido. Durante el último siglo la clase obrera ha reunido una experiencia formidable. Esta experiencia ha sido recogida por los geniales pensadores y luchadores Marx, Engels y Lenin. El proletariado dispone ahora del inapreciable tesoro de las ideas marxistas-leninistas, que significan la suprema conquista de la ciencia y la cultura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario