Durante los cien años
largos que nos separan de la primera acción revolucionaria
independiente de los obreros (1848 en Francia), el proletariado ha
reñido miles y miles de batallas de clase, grandes y pequeñas,
saliendo vencedor en unas y vencido en otras. En esas batallas los
obreros han hecho gala de un heroísmo como jamás demostró ninguna
otra clase en la historia.
Las grandes virtudes
combativas de la clase obrera se pusieron particularmente de relieve
en la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, en las acciones
revolucionarias de los obreros de varios países de Europa después
de la primera guerra mundial y en las revoluciones
democrático-populares de China y de otros países. En un territorio
habitado por más de un tercio de la humanidad, la clase obrera ha
conseguido un triunfo completo en su lucha de liberación, derrotando
al sistema de la esclavitud capitalista y tomando el poder en sus
manos. Esta lucha del proletariado lo ha convertido en una importante
fuerza político-social también en los países donde el capital
mantiene su dominio, y así se refleja profundamente en todos los
acontecimientos de nuestra época. La lucha de la clase obrera por
sus intereses económicos inmediatos. Una de las direcciones
principales de la lucha de los obreros en los países capitalistas es
la defensa de sus intereses económicos inmediatos, de las
reivindicaciones que tienden a mejorar las condiciones de vida y de
trabajo del proletariado. La clase obrera mantiene esta lucha en todo
el frente y, a pesar de la desesperada resistencia de la burguesía,
ha logrado éxitos importantes. En muchos países capitalistas
desarrollados ha conseguido arrancar concesiones que ponen límites a
la arbitrariedad de los capitalistas y defienden a los obreros de las
formas más duras de explotación. La jornada de trabajo, por
ejemplo, que en tiempos pasados era de 12 a 16 horas, ha sido
reducida a ocho, y a menos para algunos oficios en ciertos países.
En bastantes sitios, los obreros han obligado a la burguesía a
adoptar medidas relacionadas con el seguro social (pensiones,
subsidio de paro, vacaciones pagadas, etc.), que en cierta medida
alivian su situación. Se ha logrado también en algún país limitar
un tanto las funestas consecuencias de la intensificación del
trabajo, mejorar el sistema de protección del trabajo y algunas
ventajas en cuanto a asistencia médica. Los obreros han sabido
también obligar a la burguesía de bastantes países a hacer
concesiones en lo que a los salarios se refiere, debilitando así un
tanto las consecuencias de la incesante desvalorización del dinero,
que es un verdadero azote para los trabajadores de todos los países
capitalistas. Se amplía sin cesar, en la actual etapa del desarrollo
histórico, el marco de la lucha de la clase obrera por sus intereses
económicos inmediatos. La mayor organización y conciencia del
proletariado le llevan a plantear en su lucha de clase
reivindicaciones más generales, como es la de limitación del
poderío económico de los monopolios, la reforma del sistema fiscal
en favor de los trabajadores, la implantación del seguro contra el
paro, etc.
Las conquistas económicas
de la clase obrera significan un importante valladar a la tendencia
al empeoramiento en la situación de los trabajadores, tendencia que
se manifiesta con singular vigor dentro del capitalismo moderno. La
repercusión de estas conquistas no se ha circunscrito a la clase
obrera, sino que ha afectado también a otros muchos sectores de
trabajadores. Además, estos últimos, contagiados por los éxitos
del movimiento obrero, han iniciado la lucha en defensa de sus
intereses inmediatos específicos, copiando en ocasiones las formas
de resistencia a los explotadores que primero empleó la clase
obrera: sindicatos, huelgas, etc. En nuestro tiempo, estas formas de
lucha no son exclusivas de los obreros, sino que también las manejan
los empleados (incluso los funcionarios públicos) y diversos grupos
de intelectuales (personal médico, maestros y otros). Los líderes
del movimiento reformista de bastantes países capitalistas se
apresuraron a atribuirse el mérito de estas conquistas de la clase
obrera y afirman que ésta no tiene por qué dedicarse a la lucha
política, y tanto menos combatir para el derrocamiento del régimen
burgués. Tales afirmaciones son pura demagogia. El proletariado de
los países capitalistas no debe sus éxitos a los conciliadores y
reformistas, sino a la lucha de los obreros más activos y
conscientes. En la mayoría de los casos, los capitalistas han de
transigir bajo la presión del ala izquierda del movimiento obrero y
ante el temor de que todos los obreros se radicalicen. Hay que tener
en cuenta también que muchos éxitos de los obreros en la lucha por
sus intereses inmediatos han sido posibles porque el triunfo de la
clase obrera de la U.R.S.S. y las democracias populares obligó a la
burguesía mundial a hacer concesiones que en tiempos anteriores no
hubiera aceptado jamás. Hay que recordar también que buena parte de
los éxitos conseguidos por el proletariado en la defensa de sus
intereses inmediatos se deben a la lucha política, y no a la
económica. A la clase obrera le resulta mucho más fácil hablar con
la burguesía de salarios, pensiones, reducciones de jornada, etc.,
cuando a sus espaldas tiene partidos políticos fuertes y combativos,
y ejerce una presión política constante sobre las clases que
detentan el poder.
Los líderes del
reformismo quieren deformar la esencia de los desacuerdos entre los
oportunistas y los marxistas-leninistas. Según ellos, los comunistas
son contrarios a la lucha de los obreros por sus intereses
inmediatos, pues así vivirán peor y se mostrarán más activos
frente al capital. Nada más lejos de la verdad que semejante
calumnia. Los comunistas son defensores consecuentes de todos los
intereses de la clase obrera, tanto si se trata de reivindicaciones
inmediatas como de los objetivos finales. Apoyan todas las medidas
que tiendan a mejorar la vida de los obreros. Ahora bien, a
diferencia de los oportunistas, los comunistas tienen clara noción
de que la lucha económica puede dar sólo resultados limitados, pues
no afecta para nada al sistema capitalista de la esclavitud
asalariada. Y el interés de los obreros, en su sentido amplio, no se
reduce a mejorar las condiciones de esa esclavitud asalariada, sino
que está en conseguir la emancipación completa de ella. Para esto,
la clase obrera ha de mantener la lucha política, sin limitarse a
las reivindicaciones económicas. Son dos formas de lucha que no se
excluyen, sino que se complementan y contribuyen por igual al éxito
en la defensa de los intereses inmediatos y finales de los obreros.
"Cuando la clase
obrera trata de mejorar sus condiciones de vida -escribía V. I.
Lenin-, se eleva a la vez en el sentido moral, intelectual y
político, se hace más capaz de conseguir los grandes fines de su
liberación."
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