Carácter internacionalista del movimiento obrero. En el pasado no podían ser internacionalistas ni las clases opresoras ni las oprimidas. Oponíanse a ello las condiciones históricas y también el lugar de estas clases en la producción social y su modo de vida.
La primera clase consecuentemente internacionalista son los obreros, los proletarios. Apareció en la palestra histórica en una época en que empezaba a formarse la economía mundial, cuando los vínculos económicos adquirían un carácter verdaderamente mundial y, a continuación de los lazos económicos, crecían en proporciones inusitadas los nexos culturales y de otra índole entre los países y los pueblos. Tal es la situación histórica general que permitió la aparición del internacionalismo de los obreros. Pero si los obreros son genuinamente internacionalistas, no se debe sólo a las condiciones externas; también contribuyen a ello sus vitales intereses de clase. Los obreros carecen de propiedad privada, que divide a los hombres, y les son asimismo ajenos los intereses que engendran la hostilidad hacia los trabajadores de otros países y nacionalidades. Al contrario, los obreros de todos los países tienen un interés primordial único: el derrocamiento del yugo del capital. Este interés los agrupa contra la fuerza internacional de los capitalistas, haciendo que el internacionalismo se convierta para los obreros no en algo posible, sino necesario, condición obligatoria para el éxito de la lucha por el socialismo y el comunismo. El carácter internacionalista del movimiento obrero no tardó en revelarse. Los obreros de cada país mantenían en un principio la lucha contra "su" burguesía, mas pronto empezaron a ponerse de acuerdo para su acción común, a apoyarse mutuamente y prestarse ayuda, así como para crear sus propias organizaciones internacionales. Desde el punto y hora en que apareció y se extendió por todo el mundo la doctrina marxista y se formaron los partidos políticos del proletariado, el movimiento obrero es profundamente internacionalista. Marx y Engels expresaron el principio del internacionalismo en la fórmula precisa de su inmortal consigna: "¡Proletarios de todos los países: uníos!" Todo el que haya asimilado la doctrina marxista y comprendido la misión histórica del proletariado por ella descubierta no puede por menos de ser internacionalista, de buscar conscientemente la unidad y colaboración de los trabajadores de todos los países. Por eso, a medida que el marxismo-leninismo vence en el movimiento obrero de cualquier país, se amplían los vínculos internacionalistas de este movimiento con los trabajadores de otros países. Para los partidos marxistas-leninistas, el internacionalismo es parte integrante importantísima de su ideología y su política. Sin el internacionalismo, sin la unión de esfuerzos de los trabajadores de todos los países, es imposible vencer a la burguesía mundial y construir una sociedad nueva.
El internacionalismo proletario es, ante todo, la ideología científica de la comunidad de intereses de la clase obrera de todos los países y naciones. En segundo lugar, es el sentimiento de solidaridad de los trabajadores de todos los países, de fraternidad de los hombres del trabajo. En tercero, es un determinado tipo de relaciones entre los destacamentos nacionales de la clase obrera. Dichas relaciones se basan en la unidad y armonía de acción, en la ayuda y el apoyo recíprocos. Se basan en el principio de libre aceptación, en la conciencia de que tales relaciones responden a los intereses vitales de los obreros de todos los países. El internacionalismo proletario no niega en absoluto la independencia de los destacamentos nacionales de la clase obrera, su derecho a resolver por sí mismos sus propios asuntos. Pero esto no debilita en modo alguno la unidad de la clase obrera en el plano internacional. Todo lo contrario, precisamente porque en el movimiento obrero internacional políticamente consciente reina el espíritu de una verdadera igualdad de derechos y de respeto a los intereses de los obreros de las distintas naciones, entre los trabajadores de todos los países es cada vez más profunda la confianza mutua y la tendencia a la colaboración. Los ideólogos burgueses tratan de demostrar que el internacionalismo de la clase obrera significa la desestimación de los intereses nacionales de su propio pueblo. Esto es deformar la esencia del internacionalismo proletario. Es precisamente la lucha de liberación de la clase obrera lo que asegura a cualquier nación el mantenimiento de su libertad e independencia, la igualdad de derechos con las demás naciones, el ascenso del bienestar de todas las capas de la población y el florecimiento de la cultura nacional. Solidaridad internacional de los trabajadores. La solidaridad y unión del proletariado se han robustecido extraordinariamente a lo largo de los últimos cien años. Ello encuentra expresión concreta, principalmente, en la organización del movimiento obrero. Los sindicatos de diversos países se agrupan ahora en poderosas federaciones internacionales. También mantienen estrechos vínculos los partidos políticos de la clase obrera, y en primer lugar los partidos marxistas-leninistas. Diversas formas de colaboración internacional se observan en otras organizaciones de trabajadores (de jóvenes, de mujeres, cooperativas), y también en los movimientos democráticos progresistas en los que la clase obrera ocupa un primer puesto (movimiento de los pueblos en defensa de la paz y otros). Pero los avances del internacionalismo proletario no se circunscriben a las formas orgánicas. Se han producido grandes cambios en la conciencia de los obreros y, bajo la influencia de éstos, en la conciencia de todos los trabajadores. Los hombres del trabajo comprenden cada vez más la comunidad de sus intereses con los de sus hermanos de otros países y naciones, así como el valor que representa su cohesión, la unidad de acción y la solidaridad de clase.
Tales cambios en la conciencia de los obreros tienen raíces profundas en la realidad histórica. La transformación del capital monopolista en una fuerza reaccionaria internacional, con la consiguiente formación del campo imperialista -dispuesto a cualquier crimen, a cualquier infamia para esquilmar y oprimir a todos los pueblos del mundo-, contribuye objetivamente a que los trabajadores de los distintos países comprendan la comunidad de sus intereses vitales. La propia vida hace ver a los obreros que no pueden permanecer indiferentes ante la suerte de otros países y pueblos. Las severas lecciones de la historia les convencen, por ejemplo, de que las guerras coloniales, aun las mantenidas por los imperialistas en los rincones más alejados de la tierra, significan inevitablemente para los trabajadores un incremento de las cargas económicas y de la reacción política que pesan sobre ellos, y, lo que es más importante, acentúan la amenaza de una nueva guerra mundial. De la misma manera, las derrotas infligidas por la burguesía imperialista de cualquier país a su clase obrera -como lo demuestran las enseñanzas del fascismo en Alemania- pueden empeorar las condiciones del movimiento obrero en otros países capitalistas y dejar a los imperialistas las manos libres para desencadenar una guerra mundial. El internacionalismo de la clase obrera ha demostrado en la práctica su eficacia. En 1918-1920, cuando sobre la joven República Soviética se lanzó la burguesía reaccionaria de muchos países, el movimiento obrero internacional se puso frente a la intervención imperialista. La solidaridad internacional de los trabajadores fue un arma excelente en la lucha contra el fascismo. Miles de obreros de distintos países combatieron contra los fascistas en los campos de España, y luego se incorporaron a la Resistencia en Francia, Bélgica, Grecia, Noruega, Italia y otros países ocupados por los hitlerianos. Los obreros de todos los países apoyaron la heroica guerra de liberación del pueblo soviético contra los invasores fascistas. Después de la segunda guerra mundial, la solidaridad internacional de la clase obrera ha encontrado brillante expresión en la lucha contra las nuevas maniobras de los agresores imperialistas, en apoyo de las acciones de la Unión Soviética y de todo el campo socialista contra la agresión del imperialismo. Ello contribuyó grandemente a limitar y poner fin a las guerras desencadenadas por los imperialistas contra los pueblos de Indonesia, Indochina, Corea, Egipto y otros países.
La unidad de acción internacional de los trabajadores, su cohesión y solidaridad es en nuestros días una fuerza formidable en la lucha que se mantiene contra los intentos del campo imperialista por poner fin a la independencia, la libertad y la felicidad de los pueblos. Esta es la razón de que los Comunistas no cesan de plantear la tarea de fortalecer la solidaridad internacional de los trabajadores en la lucha por la paz, la democracia y el Socialismo.
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