Si bien la teoría marxista afirma que la historia de la sociedad es un movimiento en línea ascendente, no olvida ni por un momento la complejidad y el carácter contradictorio de este proceso. No es posible imaginarse la historia como un avance armónico, contínuo y sin obstáculos. El carácter progresivo del desarrollo social es cosa demostrada por la ciencia. Pero también es indiscutible que tal avance no pasa de ser una tendencia general que se abre paso en enconada lucha y que en ocasiones puede sufrir desviaciones y retrocesos. La ciencia ha reunido ya abundantes informes acreditativos de que en la historia de los distintos países ha habido muchos períodos de estancamiento y marcha atrás, en los que desaparecieron civilizaciones enteras. Y estos rasgos del desarrollo social son los que los ideólogos reaccionarios manejan cuando tratan de refutar la propia idea del progreso.
Realmente, lo que estos informes indican es que dentro de un régimen de explotación el progreso social es contradictorio e irregular. "Como la base de la civilización es la explotación de una clase por otra -escribe Engels refiriéndose a las sociedades de clases antagónicas-, todo su desarrollo tiene lugar en una constante contradicción." Una de las manifestaciones de esta contradicción la tenemos en el hecho de que, bajo la dominación de los explotadores, los países que se adelantaban, frenaban y yugulaban el avance de los otros, a menudo los hacían retroceder aún más y erigían su prosperidad sobre las ruinas de las civilizaciones que ellos sacrificaron. El avance de la sociedad se redujo, pues, durante largo tiempo, a un frente muy reducido, sin que abarcase a todo el conjunto de países y pueblos. El progreso, como un pequeño arroyuelo, se fue abriendo camino por entre obstáculos sin cuento, aumentando poco a poco su vigor y su marcha, hasta convertirse en un impetuoso torrente que arrastra consigo a la humanidad entera. Pero no se trata únicamente de esto. Dentro de una misma sociedad lo que para unos era progreso para otros era regresión, la emancipación de una clase significaba una nueva opresión para otra. También era en extremo irregular el desarrollo de las distintas esferas de la vida social. La sustitución de la sociedad esclavista por la feudal en Europa, por ejemplo, abrió horizontes al desarrollo de las fuerzas productivas y reemplazó la esclavitud por la servidumbre de la gleba. Pero, al subordinar la cultura espiritual a la asfixiante influencia de la Iglesia Católica, empujó a la sociedad a un nivel cultural inferior del que se había alcanzado en Grecia y Roma. Hubo de pasar varios siglos para que se pudiese recuperar y luego ampliar las conquistas del mundo antiguo en la ciencia, el arte y la filosofía. Y los ejemplos podrían multiplicarse. No podía ocurrir de otro modo bajo el imperio de fuerzas económico-sociales ciegas, que los hombres no conocían y sobre las cuales no podían ejercer influencia alguna. Un ejemplo clásico de progreso desigual y contradictorio dentro del régimen de explotación es el que nos brinda la sociedad capitalista. Contradicciones del progreso bajo el capitalismo. El capitalismo significó un gran paso adelante en la vía del progreso. Bastará recordar el rápido desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado bajo este régimen, la creación de una poderosa industria, el vertiginoso avance de la ciencia y la técnica y, por último, el nivel alcanzado por la lucha de clase de los trabajadores, que deja atrás cuanto se había conocido en formaciones anteriores. Pero estos éxitos históricos que el capitalismo trajo a la humanidad fueron conseguidos a un precio verdaderamente desmesurado.
El nacimiento mismo de esta nueva sociedad se produjo ya en medio de calamidades sin cuento para las masas populares. El sistema capitalista no podía aparecer si no se disponía de un ejército de obreros desprovistos de medios de producción. De ahí que el prólogo del capitalismo fuera la expropiación de las masas populares, empresa que se llevó a cabo con una crueldad sin límites. Las páginas correspondientes a esta época, según palabras de Marx, están escritas en los anales de la humanidad con el lenguaje flameante del hierro y el fuego.
Después del triunfo de las relaciones capitalistas, cada nuevo paso por la ruta del progreso continuó significando el bien para unos y el mal para otros, el ascenso de una esfera de la vida y la decadencia de otra. "En nuestro tiempo -dice Marx- todo parece llevar en sí su contradicción. Vemos que las máquinas, que poseen la virtud maravillosa de reducir y hacer más fecundo el trabajo humano, traen a los hombres el hambre y la extenuación. Nuevas fuentes de riqueza hasta ahora desconocidas, gracias a un sortilegio peregrino e incomprensible, se convierten en fuentes de miseria. Las victorias de la técnica parecen ser compradas al precio de la degradación moral. Es como si a medida que la humanidad somete a la naturaleza, el hombre se convirtiera en esclavo de otros hombres o de su propia bajeza. Hasta la luz pura de la ciencia parece que puede brillar sólo sobre el tenebroso fondo de la ignorancia. Todos nuestros descubrimientos y todo nuestro progreso es como si dieran vida intelectual a las fuerzas materiales, mientras que la vida humana, desprovista de su lado intelectual, descendiera al nivel de una simple fuerza material." Una característica del capitalismo es que el desarrollo de unos países se produce a expensas de los sufrimientos y calamidades de otros pueblos. El vertiginoso avance económico y cultural de lo que se llama "mundo civilizado" -un puñado de potencias capitalistas de Europa y América del Norte- ha sido pagado a un precio terrible por la mayoría de la población de la tierra, por los pueblos que habitan Asia, África, Iberoamérica y Australia. La colonización de esos continentes hizo posible el rápido progreso del capitalismo en Occidente. Más para los pueblos sojuzgados, ésto significaba la ruina, la miseria y un monstruoso yugo político. En el curso de la colonización, la Europa "culta" destruyó muchas civilizaciones de otros continentes (por ejemplo, las civilizaciones de los incas, los mayas y los aztecas en América, amén de otras en África y los países asiáticos). Y lo que es más, aniquiló a pueblos enteros. La colonización de Tasmania, por ejemplo, significó la desaparición completa de cuantos hasta entonces la habitaban. Los australianos se vieron reducidos de 300.000 a 47.000. La "asimilación" de América costó la vida a unos 30 millones de indios. Y la misma operación, en África, significó la muerte o la esclavitud en tierras americanas de unos 100 millones de negros.
En cuanto a Europa, el rápido incremento de unos países (occidentales) se vio acompañado de la subordinación económica de otros (orientales), con el consiguiente retraso en su desarrollo. La extrema contradicción del progreso dentro del capitalismo se observa también entre las distintas zonas de un mismo país. El avance relativamente rápido de las ciudades y centros industriales suele ir acompañado del estancamiento y la decadencia de las comarcas agrícolas (por ejemplo, los estados meridionales de Estados Unidos y el sur de Italia). A principios de siglo, cuando el capitalismo entraba en su última fase -la imperialista-, sus relaciones de producción se convierten en una traba para el avance de la sociedad. En las relaciones sociales, así como en la política, en la moral, en la cultura y en el arte; la dominación de los monopolios ha empujado al mundo hacia atrás. Así lo vemos en los Estados fascistas y en las tendencias reaccionarias y fascistas de la vida político-social en los más importantes países capitalistas de nuestros tiempos. Cierto es que en la época del imperialismo no cesa el rápido progreso de la ciencia y la técnica. Pero lo que el régimen capitalista consigue en este orden va en beneficio de los estrechos intereses de la oligarquía financiera y significa nuevas calamidades para los trabajadores. Aún más catastróficas son las consecuencias de las crisis económicas. El perfeccionamiento de la técnica, cuando el ritmo general de desarrollo de la producción desciende y los mercados se reducen, condena a las masas trabajadoras al paro perpetuo. Cada vez son más terribles las guerras en las que los más grandes avances científicos y técnicos de la civilización contemporánea, son aprovechados para aniquilar a millones de seres y para destruir bienes de incalculable valor.
El progreso bajo el socialismo.
Las contradicciones antagónicas del progreso no son factores necesarios y eternos en el avance de la sociedad. Son gestadas por las condiciones específicas de la sociedad de explotación y desaparecen con ella. Esto significa que la eliminación de tales contradicciones no hay que buscarla en el retorno a las fases ya recorridas del desarrollo, sino en la lucha por la aceleración del progreso, por el socialismo. Sólo con el triunfo del socialismo, dice Marx, "la humanidad dejará de asemejarse al repulsivo ídolo pagano que había de beber forzosamente el néctar en los cráneos de los muertos".
¿Qué características presenta el progreso social bajo el socialismo?
Primeramente, quienes salen ganando son todos los trabajadores y no un puñado de elegidos. La aparición de todas las formaciones anteriores se vio siempre acompañada de la esclavización, de calamidades y privaciones de las que eran víctimas nuevas capas de la población, clases enteras que constituían la mayoría de la sociedad. El régimen esclavista únicamente pudo surgir después de que la parte fundamental de los trabajadores quedara convertida en esclava; el régimen feudal, después de la conversión de los campesinos en siervos; el régimen capitalista, después de la ruina de las masas de pequeños propietarios. Y el socialismo, por el contrario, emancipa a los oprimidos y explotados. En él no existen clases privilegiadas. Todos los frutos del progreso son para los trabajadores. El incremento incesante del bienestar material y de la cultura de las masas populares y el florecimiento de la democracia para los trabajadores, es ley del desarrollo socialista. Esto no significa, ciertamente, que la construcción socialista se desenvuelva sin dificultades. El socialismo hay que construirlo en medio de la encarnizada resistencia del campo imperialista, que pone todos sus empeños en estrangular a los países socialistas. Además, las circunstancias históricas hicieron que los primeros en entrar en la vía del socialismo fueran países de economía y cultura relativamente atrasadas. Los pueblos de estos países se vieron obligados, en el curso de la construcción socialista, a terminar el trabajo que no había sido hecho por el capitalismo: crear una industria moderna y superar las supervivencias de las formaciones precapitalistas en la economía, la cultura y la conciencia de los hombres. Todo esto exigía de los trabajadores nuevos esfuerzos y sacrificios, de lo que se verán libres los pueblos de economía más desarrollada cuando les llegue la hora de iniciar la edificación del socialismo. Además, y así lo demuestra la historia, las dificultades que para el triunfo del socialismo experimentaron los primeros pueblos emancipados del capitalismo, no admiten siquiera parangón con las calamidades y privaciones a que se habrían visto condenados con el mantenimiento de la esclavitud capitalista. Otra característica del progreso bajo el socialismo es que el avance no se limita a uno u otro aspecto de la vida de la sociedad, sino que abarca por igual a todas sus esferas. Así, el constante desarrollo de la producción y de la técnica se ve acompañado en los países socialistas por el rápido progreso de la cultura, de la democracia, etc. Dentro del socialismo, a diferencia del capitalismo, el avance no se efectúa a expensas de otros países, comarcas y naciones, sino que se produce en todo el frente de los países y naciones socialistas, así como de cuantas partes los componen y de toda la población de cada uno de los países. Esto conduce a la nivelación del desarrollo entre los países y las regiones que los integran. Los más avanzados ayudan a los atrasados, suprimiendo así la desigualdad en el desarrollo económico, político y cultural que los pueblos habían recibido en herencia del capitalismo.
Dentro del socialismo, el progreso social, cada vez en mayor grado, es fruto de la labor consciente y planificada de los hombres. La planificación de la economía acelera intensamente el ritmo de incremento de las fuerzas productivas y ahorra a la sociedad grandes pérdidas. Produce también un efecto excelente la planificación de las investigaciones científicas, de la labor cultural y de la capacitación de personal. Una característica muy importante y poderoso factor de progreso en el socialismo es la participación directa, activa y consciente de las grandes masas del pueblo en la construcción de la nueva sociedad. Esto sólo es posible en una sociedad cuyo avance se encuentra subordinado por completo a los intereses de los trabajadores.
Las grandes ventajas del progreso bajo el socialismo, aseguran un ritmo de avance de la sociedad como jamás se conoció en la historia. Durante los años del poder soviético, en la Rusia antes atrasada se ha conseguido crear una potente economía, suprimir el analfabetismo y levantar hasta un alto nivel la cultura, la ciencia y el arte. Las inusitadas posibilidades del progreso social constituyen una de las principales ventajas del régimen socialista. "Sólo con el socialismo -escribe V. I. Lenin- comienza el avance rápido, auténtico, verdaderamente de masas en todas las esferas de la vida social y personal, avance al que se incorpora la mayoría de la población y luego la población entera." Este movimiento será aún más acelerado después del triunfo del comunismo, pues éste no significa el fin del desarrollo histórico, sino el comienzo de un progreso extraordinariamente rápido y prácticamente infinito para la dominación de las fuerzas de la naturaleza, para el desarrollo de las energías y capacidades del individuo y la satisfacción completa de las demandas materiales y espirituales, siempre mayores, de todos los miembros de la sociedad.
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