En Colombia, el problema de las desigualdades regionales siempre ha sido una constante histórica. La causa principal reside en la concentración de la producción, la tecnología y los ingresos en manos de unos pocos y en pocas áreas, lo que ha traído como consecuencia que el desarrollo de nuestro país también haya sido desigual, esto es, que no haya sido el mismo en las diferentes regiones en que se encuentra dividido. Y esta situación nos ha acompañado durante toda la vida republicana.
El esquema de “desarrollo” adoptado por la oligarquía colombiana después de la crisis económica de los años 30’, estuvo y está signado a los intereses mezquinos de las clases dominantes del país y a las necesidades económicas de la burguesía internacional. Por ejemplo, el surgimiento de la economía minero-extractiva y el fortalecimiento de las grandes plantaciones agro-exportadoras son manifestaciones ostensibles de este proceso. En este contexto, “los planes de desarrollo” desde su nacimiento, nunca han propendido por la eliminación de las desigualdades socioeconómicas regionales y menos aún por proyectar al país hacia el progreso; antes por el contrario, han incrementado las diferencias entre las distintas regiones que conforman nuestra patria. El Plan Nacional de Desarrollo “Prosperidad Para Todos 2010-2014” propuesto demagógicamente por el presidente Juan Manuel Santos, se enmarca en el propósito de profundizar el modelo minero-agro-exportador, que fue impulsado por el gobierno anterior de Álvaro Uribe. “La Visión 2010-2014” del PND actual, es la continuación del proyecto: Visión Colombia 2019, en la cual el gobierno de Uribe plasmó los rasgos generales de lo que sería una economía completamente entregada a las multinacionales y al gran capital financiero nacional e internacional. El nuevo gobierno de Santos, comprometido enteramente con las trasnacionales y con las “recomendaciones” del FMI, es decir, con el neoliberalismo, plantea dividir al país en seis zonas para, con base en un diagnóstico de sus “potencialidades de desarrollo endógeno” implementar estrategias para reducir las diferencias en cuanto a productividad, infraestructura y tecnología. En la zona Caribe, por ejemplo, hace énfasis en la creación de zonas turísticas y en el desarrollo de la industria minera-energética. Este último sector se concibe como el “eje transversal para lograr la convergencia regional”, no obstante, el conjunto del modelo de desarrollo plasmado en el mencionado plan, deja serias dudas sobre las posibilidades de alcanzar niveles de convergencia entre las regiones ya que no existe coherencia entre el propósito de mitigar las desigualdades regionales y promover el crecimiento económico nacional. Pues el “vagón” de la economía minera-extractiva tiene como misión la financiación de los otros “vagones” de la “locomotora” con la que Santos quiere sacar al país de la pobreza y porque además los recursos adquiridos vendría en calidad de regalías que además de ser miserables no se corresponden con el carácter de propietarios que somos de nuestros recursos naturales. Ahora bien, cuando se analiza el comportamiento en los últimos años de estos sectores, las conclusiones no parecen indicar que el desarrollo regional se logre por esta vía. Por ejemplo, el periodo 2002-2008, es decir, en el período de Uribe, muestra que aquellas regiones donde hacen presencia sectores como el petrolero, la minería o las grandes plantaciones agro-exportadoras como en la costa atlántica, los índices de necesidades básicas insatisfechas NBI, se incrementaron. En el Cesar, por citar un ejemplo, más de la mitad de la población empeoró sus condiciones de vida, ésta se ubicó en 2005 en 58,2%, es decir, que cerca de 525 mil personas en el Departamento viven por debajo de la línea de pobreza, cuando a nivel nacional la cifra registrada en ese mismo año fue de 53,8%. El 44.5% de la población registró alguna Necesidad Básica Insatisfecha (Censo DANE, 2005), mientras que en Colombia es del 27.3% que, entre otras cosas, es uno de los más altos del mundo. Frente a esta cruda realidad, consideramos un monumental absurdo las declaraciones de la senadora Piedad Zucardy, del partido de la “U”, quien considera que a la costa “le irá bien” porque para ella, el gobierno se tomó la molestia de “ser receptivo frente a los indicadores de la pobreza” y porque aceptó que “las necesidades básicas insatisfechas NBI, son un indicador importantísimo para acabar las diferencias regionales e interdepartamentales” como si un diagnostico fuera suficiente para eliminar las diferencias que nos tienen abrumados desde hace más de 200 años! Y mucho más incongruentes, independientemente de su evidente falta de conocimientos sobre la región Caribe, si provienen de personajes siniestros comprometidos con la parca y la guadaña que desangra a nuestro país desde la muerte del Libertador Simón Bolívar. Personajes como estos, que hipócritamente se preocupan porque la costa tenga “capital humano formado” pero que a la vez ruegan porque se siga manteniendo la miserable política de “familias en acción” del gobierno anterior para poder ejercer influencia en las campañas electorales y para continuar la desvergonzada “red de informantes” no merecen sino el repudio de toda la población en general. Pues con políticas como estas no hacen si no alargar en el tiempo y en el espacio la posibilidad que nuestra costa Caribe tenga posibilidades de educar a sus ciudadanos para competir –si de eso se trata- con las otras regiones del país.
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