LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

jueves, 2 de mayo de 2013

Materialismo e idealismo


La filosofía considera los problemas más generales de la concepción del mundo. La filosofía materialista parte de la afirmación de que la naturaleza existe: existen las estrellas, el Sol, la Tierra, con sus montañas y llanuras, con sus mares y bosques, con los animales, con el hombre dotado de conciencia, de la capacidad de pensar. No hay ni puede haber fenómenos o fuerzas sobrenaturales. Dentro de la gran variedad que la naturaleza brinda, el hombre no es sino una partícula, y la conciencia es una propiedad o capacidad del hombre. La naturaleza existe objetivamente, esto es, fuera de la conciencia del hombre y con independencia de ella. Hay, sin embargo, filósofos que niegan la existencia de la naturaleza como algo independiente de la conciencia. Según ellos afirman, lo primero que existe es la conciencia, el pensar, el espíritu o idea, y todo el mundo físico es derivado y depende del principio espiritual. El problema de la relación entre la conciencia humana y el ser material es el punto básico de toda filosofía, sin excluir la de nuestros tiempos. ¿Qué es lo primero, la naturaleza o el pensar? Los filósofos se dividen en dos grandes campos, según sea la respuesta que den.
Quienes consideran que lo primero es el principio material, la naturaleza, y que el pensar, el espíritu, es una propiedad de la materia, se sitúan en el campo del materialismo. Quienes afirman que el pensar, el espíritu o la idea existieron antes que la naturaleza, que ésta, de una manera o de otra, es creada por el principio espiritual, militan en el campo del idealismo. Esto y nada más es lo que en filosofía quieren decir "idealismo" y "materialismo". Desde tiempos antiguos no cesa la reñida pugna entre los adeptos del materialismo y del idealismo. Toda la historia de la filosofía es una constante lucha entre dos campos, entre dos partidos: el materialismo y el idealismo. El materialismo elemental. Los hombres, en su actividad práctica, no ponen en duda que los objetos que les rodean y los fenómenos de la naturaleza existen con independencia de ellos y de su conciencia. Eso significa que, de un modo elemental, se mantienen en las posiciones del materialismo.
El materialismo elemental "de todo hombre sano que no está en un manicomio o que en la ciencia no comulga con los filósofos idealistas -escribe Lenin- consiste en que las cosas, el medio, el mundo existen independientemente de nuestra sensación, de nuestra conciencia, de nuestro yo y del hombre en general". Es imposible vivir de ideas, de conceptos, y alimentarse de las sensaciones propias, de los productos de la propia imaginación. En la práctica esto lo saben perfectamente todos, y también los filósofos dedicados a componer doctrinas idealistas que deducen la existencia de las cosas materiales de las sensaciones, conceptos e ideas. En repetidas ocasiones han debido manifestar que viven a pesar de su filosofía y que si, en efecto, en el mundo no existiesen cosas materiales, la gente se moriría de hambre. El materialismo elemental, no consciente, es profesado por la inmensa mayoría de los naturalistas. Estos no penetran de ordinario en los problemas filosóficos, sino que se dejan llevar por la lógica del material científico que ellos manejan. A cada paso, la naturaleza les muestra el carácter material de los fenómenos que investigan. Da lo mismo que su estudio se refiera a los cuerpos celestes que a las moléculas y átomos, a los fenómenos de la electricidad y el magnetismo que al mundo de las plantas y los animales: siempre tienen ante sí procesos objetivos, cuerpos materiales y sus propiedades, leyes de la naturaleza que son independientes de la conciencia del hombre. Dentro de la sociedad burguesa, con todas las condiciones que en ella imperan, sólo los científicos más intrépidos y consecuentes se declaran partidarios del materialismo filosófico. La mayoría de ellos se encuentran bajo una presión tan intensa de la ideología oficial, de la doctrina de la Iglesia y de la filosofía idealista, de todo el ambiente de la sociedad burguesa, que no se deciden a manifestar su materialismo, vacilan y a menudo se dicen idealistas, aunque, por el carácter mismo de sus investigaciones, profesan en el fondo ideas materialistas.
Así, por ejemplo, Thomas Huxley, naturalista inglés del siglo XIX, no admitía el materialismo. Mas en sus investigaciones sobre zoología, anatomía comparada, antropología y teoría de la evolución defendía concepciones materialistas, y afirmaba que el idealismo filosófico no trae consigo nada más que confusión y oscuridad. Engels calificaba a tales investigadores como "materialistas vergonzantes"; según Lenin, los alegatos antimaterialistas de Huxley no eran sino la hoja de parra que encubría su materialismo científico elemental. Los investigadores contemporáneos llegan a menudo a conclusiones idealistas cuando tratan de concebir el sentido filosófico de sus descubrimientos. Pero mientras permanecen en un terreno estrictamente científico, mientras no se salen de sus laboratorios, de las fábricas, de los campos experimentales, mientras no se entregan a reflexiones filosóficas y se circunscriben al estudio de la naturaleza, obran, aun sin tener conciencia de ello, como verdaderos materialistas. Alberto Einstein, uno de los físicos más grandes de nuestra época, se hallaba bajo la influencia de la filosofía idealista cuando exponía en alguno de sus trabajos consideraciones de tipo general, sin que ello fuese obstáculo para que la teoría de la relatividad, por él enunciada, sea de un carácter materialista. Max Planck, otro físico famoso, autor de la teoría de los cuantos, tampoco confesaba su materialismo. No obstante, en sus trabajos sobre física y en sus escritos sobre cuestiones filosóficas defendía la idea de una "visión sana del mundo", que admitiese la existencia de la naturaleza como algo independiente de la conciencia del hombre. Max Planck combatió el idealismo filosófico y de hecho era materialista. Ahora bien, la influencia del idealismo repercute a veces negativamente en la interpretación que los investigadores dan al propio material científico. Esto nos dice que el materialismo elemental no es una protección eficaz contra la penetración del idealismo. Sólo la filosofía del materialismo dialéctico, conscientemente adoptada, previene a los hombres de ciencia contra los errores idealistas. El materialismo como filosofía avanzada. El materialismo filosófico se diferencia del materialismo elemental o espontáneo en que se atiene a un criterio científico en la argumentación y exposición de las proposiciones materialistas, que aplica consecuentemente utilizando los datos de la ciencia avanzada y de la práctica social. La filosofía materialista es un arma segura, que defiende al hombre de la funesta influencia de la reacción espiritual. Le sirve de guía en la vida y le muestra el camino acertado para aclarar cuantos problemas le inquieten acerca de la visión del mundo.
Durante milenios enteros la Iglesia ha imbuido al hombre el desprecio hacia la vida terrena y el temor a Dios. Ha enseñado, principalmente a las masas oprimidas de la humanidad, que su destino es trabajar y orar, que la felicidad no se puede conseguir en este "valle de lágrimas" y únicamente la alcanzarán en la "otra vida" si en ésta son mansos. La Iglesia amenaza con el castigo de Dios y con los tormentos del infierno a quien se atreva a levantarse contra la dominación de los explotadores, supuestamente establecida por la voluntad divina. La filosofía materialista tiene el gran mérito histórico de haber ayudado al hombre a emanciparse de las supersticiones. En tiempos antiguos combatió ya el miedo a la muerte y el temor a los dioses y a otras fuerzas sobrenaturales. No hay que poner las esperanzas en la vida de ultratumba; lo que hace falta es estimar en lo que vale la vida terrena y tratar de mejorarla: eso es lo que enseña la filosofía materialista. El materialismo fue el primero en exaltar la dignidad y la razón humanas, en proclamar que el hombre no es un gusano que se arrastra por el polvo, sino el ser supremo de la naturaleza, capaz de dominar y gobernar sus fuerzas. El materialismo tiene una fe absoluta en el poderío del saber, en la razón del hombre, en su capacidad para descubrir los secretos del mundo que nos rodea y crear un régimen social sensato y justo. Los voceros del idealismo difaman a menudo al materialismo, al que presentan como "una concepción sombría, plomiza, parecida a una pesadilla" (W. James). En realidad, es precisamente la filosofía idealista, sobre todo la contemporánea, la que ofrece unos tonos sombríos. No es el materialismo, sino el idealismo el que niega la capacidad cognoscitiva de la razón y predica la desconfianza hacia la ciencia; no es el materialismo, sino el idealismo el que ensalza el culto a la muerte; no es el materialismo, sino el idealismo el que fue y es un terreno abonado para los más repugnantes brotes del antihumanismo: la teoría racista y el oscurantismo fascista. El idealismo filosófico se niega a aceptar la realidad del mundo material que nos rodea, huye de él, lo califica de impuro y, en su lugar, dibuja un mundo inmaterial imaginario. El materialismo, por el contrario, ofrece un cuadro real y verdadero del mundo, sin el menor aditamento de espíritus, de un Dios creador, etc. Los materialistas no esperan ayuda alguna de las fuerzas sobrenaturales, creen en el hombre y en su capacidad para transformar el mundo con su propia mano y de hacerlo digno de él.
El materialismo, en su última esencia, es una concepción optimista y clara, que afirma la vida y niega el pesimismo y el "dolor universal". De ahí que, ordinariamente, sea la concepción de los grupos y clases sociales avanzados. Quienes lo profesan son hombres que miran adelante sin miedo, que no se debaten en dudas acerca de la razón que les asiste. Los voceros del idealismo calumniaron siempre al materialismo, al que acusaban y acusan de desconocer los valores morales y los ideales elevados; estas virtudes, según ellos, son propias y exclusivas de los partidarios del idealismo filosófico. La realidad es muy otra: el materialismo dialéctico e histórico de Marx y Engels no niega, sino todo lo contrario, afirma y exalta las ideas avanzadas, los principios morales y los ideales más sublimes. La lucha por el progreso, por un régimen social avanzado, nos dice, jamás tendrá éxito si no se inspira en grandes ideas que alienten a los hombres en su labor de creación y les empujen a las empresas más atrevidas. La lucha de la clase obrera, la lucha de los comunistas refuta de plano la estúpida invención idealista de que los materialistas son gente indiferente hacia toda clase de ideales. Esa lucha se ve inspirada por el ideal más noble y sublime que jamás conocieron los hombres, que es el comunismo, y por eso se forjan en ella innumerables e intrépidos campeones fieles hasta el fin a su elevado ideal. El materialismo dialéctico e histórico como fase superior en el desarrollo del pensamiento filosófico. El materialismo de nuestros días es el materialismo dialéctico e histórico que crearon Marx y Engels. El terreno en que surgió hallábase ya abonado. La filosofía de Marx y Engels es producto de una larga evolución del pensamiento humano. El materialismo apareció hace unos dos mil quinientos años en China, la India y Grecia. La filosofía materialista guardaba en estos países estrecha relación con la experiencia diaria de los hombres y con los gérmenes de un conocimiento de la naturaleza. Mas en aquel tiempo la ciencia acababa de nacer, por lo que las nociones de los antiguos filósofos materialistas sobre el mundo, aunque encerraban geniales atisbos, carecían de base científica y eran aún muy primitivas. Mucho más maduro es el materialismo de los siglos XVII y XVIII. Los éxitos de la ciencia y de la técnica hacían avanzar a la filosofía. Al mismo tiempo, la filosofía materialista ayudaba al estudio de la naturaleza. Así, por ejemplo, la doctrina del materialista inglés F. Bacon (siglo XVII), que ponía en la experiencia el origen del conocimiento, y su idea de que el conocimiento es una fuerza, significaron un poderoso estímulo para el desarrollo de las ciencias de la naturaleza.
En los siglos XVII y XVIII los mayores avances correspondieron a las matemáticas y a la mecánica de los cuerpos terrestres y celestes. Esta circunstancia impone su sello a las concepciones filosóficas de los materialistas de aquel entonces y a su comprensión de la materia y el movimiento. Un papel formidable en el desarrollo de la nueva forma del materialismo correspondió a la física del filósofo francés R. Descartes, que era materialista en la doctrina de la naturaleza; a la teoría mecanicista del materialista inglés T. Hobbes (siglo XVII) y, de un modo especial, a la mecánica del sabio inglés Newton. Los filósofos materialistas examinaban todos los fenómenos de la naturaleza y de la vida social desde el punto de vista de la mecánica y trataban de explicarlos con arreglo a las leyes de la mecánica. Por eso su materialismo recibió el nombre de mecanicista. En el siglo XVIII, entre sus representantes tenemos a J. Toland y J. Priestley (Inglaterra) y a P. Holbach, C. Helvecio y D. Diderot (Francia). Los estrechos vínculos del materialismo de los siglos XVII y XVIII con las ciencias de la naturaleza eran su lado fuerte. Adolecía, sin embargo, de algunos defectos, entre los cuales Engels destaca tres. El primero era su mecanicismo. La mecánica, que en aquel tiempo era para los filósofos materialistas el paradigma de las ciencias, limitaba sus horizontes, llevándoles a reducir todos los procesos y clases de movimiento al movimiento mecánico. Estos filósofos no comprendían las características de la naturaleza orgánica ni los rasgos y leyes peculiares de la vida social. La segunda limitación de estos materialistas era su incapacidad para comprender y explicar el desarrollo de la naturaleza, incluso cuando advertían hechos que así lo acreditaban. Los materialistas de los siglos XVII y XVIII estimaban la naturaleza en su conjunto como algo inmutable, eternamente sometido a un mismo fenómeno de rotación. Tal criterio de la naturaleza se denomina metafísico. Quiere decirse que el materialismo mecanicista era también metafísico. Finalmente, los materialistas de ese período, como todos los materialistas anteriores a Marx, no sabían aplicar su doctrina a la comprensión de la vida social. No advertían la base material de la vida social y enseñaban que la transición a formas sociales más perfectas era originada por el progreso de la ciencia, al cambiar las concepciones e ideas imperantes en la sociedad. Pero tal explicación es idealista. Fuera de ello, los materialistas anteriores a Marx no comprendían el valor de la actuación práctica de crítica y revolucionaria de las clases y las masas en cuanto al cambio de la realidad, al cambio de la vida social. Mantenían la necesidad de sustituir el régimen feudal por el burgués, pero, a la vez, rechazaban y temían la lucha de las masas en pro del sistema por ellos mismos defendido. Esto era una muestra de su limitación burguesa de clase.
Un paso adelante en la evolución de la filosofía materialista, en la primera mitad del siglo XIX, significa la obra del filósofo alemán Ludwig Feuerbach, y singularmente las aportaciones de los demócratas revolucionarios rusos: A. Herzen, V. Belinski, N. Chernishevski y N. Dobroliúbov. Feuerbach superó en cierto grado la limitación mecanicista de los materialistas del siglo XVIII, pero no ocurrió lo mismo en cuanto a los otros defectos señalados. Además, su filosofía se hallaba divorciada de la práctica político-social. Un gran avance de los materialistas rusos fue que trataron de combinar la comprensión materialista de la naturaleza con la dialéctica. Por otra parte, siendo estos últimos como eran ideólogos de los campesinos revolucionarios rusos, consideraban la filosofía no sólo como la doctrina de lo que existe, sino también de cómo lo existente puede ser transformado en bien del pueblo. Una fase nueva y superior en el desarrollo de las concepciones materialistas es el materialismo dialéctico e histórico creado por Marx y Engels, los grandes maestros y jefes de la clase más avanzada y revolucionaria de la sociedad moderna, que es el proletariado. Su obra significa una verdadera revolución en el campo de la filosofía. Desde las cumbres del pensamiento social y científico de su época, Marx y Engels toman con espíritu crítico y creador cuanto de valioso había producido la filosofía hasta ellos y construyen un materialismo nuevo, libre ya de los defectos de que adolecía la anterior filosofía materialista: el materialismo dialéctico e histórico. En la filosofía marxista, el materialismo aparece orgánicamente unido a la dialéctica. Apóyase en un nivel de la ciencia más elevado, en los nuevos descubrimientos de las ciencias de la naturaleza, entre los cuales tenían singular importancia la ley de la conservación y transformación de la energía, la teoría celular y la teoría darvinista del origen de las especies. Los éxitos de las ciencias naturales proporcionaron una base estrictamente científica a las ideas del desarrollo y de la unidad y concatenación universal de los fenómenos de la naturaleza. En vez de la unilateral concepción mecanicista de la naturaleza y del hombre, Marx y Engels enuncian la doctrina del desarrollo, que abarca a todas las esferas de la realidad y que, al mismo tiempo, toma en consideración la peculiaridad de cada una de esas esferas: la naturaleza inorgánica, el mundo orgánico, la vida social y la conciencia de los hombres. Marx y Engels son los primeros en aplicar el materialismo a la comprensión de la vida social; a ellos se debe el descubrimiento de las fuerzas motrices materiales y de las leyes del desarrollo social, con lo que la historia de la sociedad adquiere la categoría de ciencia. Los fundadores del marxismo, en fin, convirtieron la doctrina filosófica materialista -antes una teoría abstracta- en medio eficaz para la transformación de la sociedad, en arma ideológica de la clase obrera en su lucha por el socialismo y el comunismo. La doctrina filosófica de Marx y Engels ha prendido entre las más grandes masas de los trabajadores de todos los países. Es una genuina filosofía de masas.

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