1era parte
La consecuencia más
monstruosa del imperialismo son las guerras mundiales. Desde que el
capitalismo entró en su última fase, la humanidad ha sido
arrastrada ya a dos catástrofes de este género que se prolongaron
en total durante diez años. Si a este tiempo unimos las guerras
locales desencadenadas por los imperialistas en la primera mitad de
siglo, resulta que en más de la mitad de todo este período no
cesaron las matanzas. La segunda guerra mundial dejó muy atrás a la
primera por sus proporciones y por el encarnizamiento con que se
llevó a cabo. En la primera tomaron parte 36 países, con un total
de 1.050 millones de habitantes (el 62 por ciento de la población
mundial); la segunda atrajo a su órbita a 61 países con una
población de 1.700 millones de habitantes (el 80 por ciento de la
población del globo). En la primera, las operaciones militares se
desarrollaron en un territorio de cuatro millones de kilómetros
cuadrados, y en la segunda, de 22 millones. En la primera guerra
mundial fueron llamados bajo las armas 70 millones de hombres, y en
la segunda 110 millones. Lo mismo puede decirse en cuanto a las
víctimas. En la primera guerra mundial hubo 10 millones de muertos y
20 millones de heridos. La segunda se llevó 32 millones de vidas
humanas y dejó 35 millones de inválidos.
En cuanto a las pérdidas
materiales, podemos hacernos una idea por las cifras siguientes: en
Europa, durante la segunda guerra mundial quedaron destruidos 23,6
millones de viviendas, 14,5 millones de edificios públicos y
empresas industriales y más de 200.000 kilómetros de vías férreas.
Sólo en la Unión Soviética, los invasores fascistas alemanes
incendiaron y destruyeron 1.710 ciudades y más de 70.000 aldeas, con
lo que perdieron su hogar 25 millones de personas. A pesar de las
terribles armas aparecidas en el siglo XX, que llevaban a los
militaristas a enunciar las aventureras teorías de la "guerra
relámpago", la duración de las guerras no disminuye, sino que
va en aumento. La primera guerra mundial duró 51.5 meses, y la
segunda 72. Vivo testimonio del creciente espíritu reaccionario y
agresivo del imperialismo en nuestros días es la constante amenaza
de una nueva guerra mundial, que por su fuerza destructiva dejaría
muy atrás a todo cuanto la humanidad ha conocido hasta ahora. En
efecto, durante las guerras de 1914-1918 y de 1939-1945 hubo extensas
zonas y continentes enteros (por ejemplo, toda América y gran parte
de África) a los que no llegó el fragor de la contienda.
Actualmente, el cambio, los puntos más alejados de la tierra se
encuentran al alcance de la aviación moderna y de los proyectiles
dirigidos. No sólo los ejércitos en el frente, sino también la
población civil de la retaguardia más profunda conocerían sus
efectos. Estrategas y teóricos del imperialismo preparan ya
abiertamente a esta idea a la opinión pública. Lyddel Hart,
escritor militar inglés, afirma sin rodeos que "la guerra ha
dejado de ser una lucha entre dos ejércitos. La guerra se ha
convertido en un simple proceso de destrucción". Las
calamidades de una tercera conflagración mundial se incrementarían
muy especialmente por las circunstancias de que los imperialistas la
proyectan y preparan como una guerra nuclear. Y el radio de acción
del arma atómica y de hidrógeno es tan extenso, el peligro de
contaminación radiactiva de la atmósfera es tan grande, que la
explosión de una o dos bombas de hidrógeno podría ser catastrófica
para cualquier país europeo de extensión media. Y no hablemos ya de
los Estados pequeños. No olvidemos tampoco que las pruebas de armas
atómicas, a la prohibición de las cuales tanto se resisten los
imperialistas, someten a la humanidad a un grave peligro. La
continuación de estas pruebas, incluso al nivel actual, puede tener
consecuencias irreparables para la salud de las futuras generaciones.
Así, pues, la carrera de armamentos, desencadenada por las potencias
imperialistas, nos ha llevado a una situación de extraordinario
peligro. La historia del capitalismo abunda en páginas negras que
rezuman sangre. Pero los preparativos que los imperialistas hacen
para una tercera guerra mundial empujan a la humanidad a un crimen
que sobrepasa y eclipsa todo cuanto hasta ahora se conoce.
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