LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

lunes, 25 de febrero de 2013

Fin fundamental de la producción Socialista


El fin fundamental de la producción capitalista es la ganancia. La producción de por sí, cualquiera que ésta sea, interesa poco al capitalista. Todavía le interesa menos si en la sociedad se ven o no satisfechas las necesidades de todos sus miembros. Lo que en realidad le preocupa es cómo convertir la producción de cualquier mercancía en fuente de ganancias.
Cuando los medios de producción pasan a ser propiedad social, las razones y fines de la producción cambian por completo. Dentro del Socialismo los medios de producción pertenecen a los trabajadores, a la sociedad, y está claro que los trabajadores no pueden someterse a sí mismos a explotación. No hay, pues, tampoco lo que es consecuencia de la explotación, la plusvalía. Ahora, según indicaba Lenin, "el producto complementario no va a parar a la clase de los propietarios, sino a todos los trabajadores y sólo a ellos". Todo el producto social que anualmente se produce en la sociedad socialista pertenece a quien es dueño de los medios de producción, a la sociedad, es decir, a los trabajadores tomados como un cuerpo único de productores. Más adelante se demostrará que este producto anual no puede tener otro empleo que el de satisfacer -directa o indirectamente-, las necesidades de los propios trabajadores. Los trabajadores que tomaron el poder y que han organizado la producción social no pueden marcarse otro objetivo que el de satisfacer sus necesidades sociales y personales. Ahora no hay ya nadie entre el productor y el resultado de su trabajo: ni el capitalista, ni el terrateniente, ni el comerciante, ni el usurero. Todo cuanto sale de las empresas sociales pertenece a los propios productores: tal es la esencia del nuevo modo de producción y distribución. Se comprende, pues, que los trabajadores traten de aumentar sin cesar la producción de bienes materiales, puesto que son ellos mismos los que se benefician de los frutos de su trabajo.
Así, pues, el fin de la producción socialista se desprende de su misma esencia. Lenin lo definía como "organización planificada del proceso de producción social para asegurar el bienestar y el desarrollo completo de todos los miembros de la sociedad..." Hemos de tener presente que las necesidades humanas no permanecen estancadas siempre a un mismo nivel. No pueden por menos de cambiar, puesto que al incrementarse la riqueza social y la cultura crecen las demandas materiales y espirituales de los hombres y aparecen nuevas necesidades. La tarea de la sociedad bajo el socialismo consiste precisamente en asegurar una satisfacción cada vez más completa a las necesidades materiales y culturales, en constante aumento, de todos sus miembros. La satisfacción cada vez más completa de las necesidades como fin de la producción socialista tiene un carácter necesario, o sea, es una ley. Con otras palabras, las leyes de la misma producción basada en la propiedad social dictan objetivamente ese fin a la sociedad socialista. La producción perdería su principal estímulo de desarrollo si no se hallase subordinada a la satisfacción de las crecientes necesidades materiales y culturales de los trabajadores. Por eso, la ampliación de la producción tiene, para el Estado socialista, como fin fundamental, la elevación constante del bienestar del pueblo. Este fin no es otra cosa sino la expresión consciente de una ley económica objetiva propia de la producción socialista. En las obras soviéticas de economía se le da el nombre de ley económica fundamental del socialismo y se formula así: constante ampliación y perfeccionamiento de la producción, sobre la base de una técnica avanzada, con objeto de satisfacer de la manera más completa las necesidades, siempre en aumento, de todos los miembros de la sociedad. La acción de esta ley encuentra expresión fehaciente en el continuo auge del bienestar de los trabajadores de los países socialistas. En la Unión Soviética, los ingresos reales de los obreros y empleados se habían duplicado casi en 1958 respecto de 1940, mientras que los ingresos reales de los campesinos, por individuo activo, eran más del doble. La historia ha hecho que los primeros países socialistas en entrar en emulación con el capitalismo no figurasen, en la mayoría de los casos, entre los más avanzados económicamente. Para vencer en esta emulación se requiere de ellos un elevado ritmo de incremento de la producción; han de poner gran tensión en el trabajo y superar numerosas dificultades relacionadas con su anterior atraso. Un elevado ritmo es imposible de conseguir si no se equipa a todos los sectores de la producción de elementos técnicos perfeccionados, y esto, a su vez, requiere un elevado ritmo de acumulación, es decir, destinar una gran parte de la renta nacional a la ampliación de la producción.
El volumen del fondo de consumo se ve hasta ahora limitado también por la circunstancia de que los países socialistas se ven obligados a invertir recursos considerables en su defensa. Si no fuese por todo esto, el fondo de consumo podría crecer ya ahora extraordinariamente. Sin embargo, la potencia económica y defensiva del campo socialista ha alcanzado actualmente tal nivel, que los países que lo integran están en condiciones de destinar recursos cada vez mayores al fondo de consumo y mejorar así la vida de las masas populares. El alto ritmo de desarrollo de la industria pesada y los gastos de defensa son ahora perfectamente compatibles con el rápido incremento de la industria ligera y con un ascenso vertical de la agricultura. Esto ha permitido a las democracias populares plantearse, con la seguridad de que será cumplida, la tarea de alcanzar en un brevísimo plazo histórico un nivel tal de consumo popular que por todos sus índices supere a cuanto existe en los países capitalistas más desarrollados.

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