LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

martes, 12 de febrero de 2013

La clase obrera, guardián de la independencia de los pueblos.


El movimiento obrero defendió siempre el derecho de las naciones a la existencia independiente y luchó contra toda forma de opresión nacional.
El marxismo-leninismo se atiene al principio de que el respeto a las demás naciones es la premisa para la existencia de relaciones normales entre los pueblos. F. Engels escribía en 1888: "Para asegurar la paz internacional, lo primero que se necesita es eliminar, en la medida de lo posible, las fricciones nacionales; cada pueblo ha de ser independiente y dueño de su propio país."
En el prefacio a la segunda edición polaca del Manifiesto del Partido Comunista, escrito en 1892, subraya de nuevo Engels que "la sincera colaboración internacional de los pueblos europeos es sólo posible a condición de que cada uno de estos pueblos sea dueño absoluto en su propia casa".
V. I. Lenin defendió también siempre, con energía y consecuencia, el principio de la independencia e igualdad de derechos de las naciones. La expresión más completa de dicho principio, tal como lo ve la ciencia marxista-leninista, es el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Según escribía Lenin, "el socialismo triunfante ha de aplicar necesariamente una democracia completa, y, por consiguiente, no sólo dar vida a la completa igualdad de derechos de las naciones, sino también aplicar el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas, es decir, el derecho a la libre separación política".
La defensa de la libertad de las naciones que el proletariado lleva a cabo, de su independencia y de sus caracteres específicos, es manifestación del patriotismo de la clase obrera, que representa el polo opuesto lo mismo del chovinismo que del cosmopolitismo burgués. El patriotismo de la clase obrera se desprende, ante todo, del sentimiento de orgullo por la aportación que su pueblo o nación hicieron a la lucha de las masas explotadas y oprimidas para liberarse de la explotación y de la opresión. De ahí que el patriotismo de la clase obrera sea profundamente progresista y revolucionario. A los obreros no les es indiferente el destino de la patria. Los propagandistas de la burguesía reaccionaria se esfuerzan por presentar a los capitalistas como exclusivos portadores de los sentimientos patrióticos. Tratan de ocultar el hecho de que el patriotismo de la burguesía se ha visto siempre supeditado a sus estrechos y egoístas intereses de clase, y se empeñan en desacreditar el patriotismo de la clase obrera y de los comunistas. Los propagandistas burgueses se remiten a veces al lugar del Manifiesto del Partido Comunista en que se dice que "los obreros no tienen patria". Es, sin embargo, de una evidencia absoluta que esto no significa la negación de la patria; lo único que afirma es que, en la sociedad gobernada por los capitalistas, la patria ha sido usurpada de hecho por los explotadores y que para la clase obrera no es una buena madre, sino una mala madrastra. Cuando la clase obrera pone fin a la dominación de los explotadores, crea las condiciones mejores para la manifestación más completa de su patriotismo, del que es genuino portador en la época contemporánea. Sabemos también que Marx y Engels apoyaron siempre la lucha de los obreros en defensa de la independencia de su país frente a la amenaza de esclavización extranjera. Y jamás afirmaron que, dentro del régimen capitalista, a la clase obrera le es indiferente la suerte que pueda correr su patria.
Ampliando el punto de vista del marxismo sobre la patria, Lenin escribía en 1908: "La patria, es decir, el medio político, cultural y social dado, es el factor más poderoso en la lucha de clase del proletariado... El proletariado no puede mirar con indiferencia las condiciones políticas, sociales y culturales de su lucha; por consiguiente, tampoco puede mostrar indiferencia ante la suerte de su país."
En relación precisamente con la actitud de la clase obrera hacia la patria escribió Lenin su conocida observación contra una visión dogmática del marxismo: "Todo el espíritu del marxismo -decía-, todo su sistema exige que cada proposición sea examinada a) sólo históricamente; b) sólo en relación con otras proposiciones; c) sólo en relación con la experiencia concreta de la historia."
Aplicado al patriotismo, esto significa que el proletariado no estima suficiente el planteamiento abstracto del problema relativo a la defensa de la patria. Lo que en primer término le interesa es qué situación histórica, qué clase y con qué objeto proclama la necesidad de defender la patria. Una cosa es la situación producida por la guerra imperialista, cuando esta consigna es manejada por la burguesía dominante para engañar a las masas y encubrir las verdaderas razones que mueven a los magnates imperialistas. Otra cosa es la situación a que se llega cuando se ven amenazadas la independencia nacional y la libertad del país, cuando crece el movimiento de liberación nacional. En este último caso, la clase obrera es la primera en levantarse para defender la libertad de su país, su soberanía y su independencia. En estas condiciones, la defensa de la patria no es para ella una frase vacía, sino una tarea de vital importancia, al cumplimiento de la cual le llaman sus intereses de clase, tanto los inmediatos como los más profundos. Hoy día, en la nueva situación en que nos encontramos, el patriotismo de la clase obrera -inseparable como es del internacionalismo proletario- se ha convertido en una fuerza particularmente activa y poderosa. En los años de ocupación hitleriana y de amenaza mortal para la civilización a que el mundo fue llevado por los bárbaros fascistas, fueron precisamente los obreros quienes, en los países ocupados por los alemanes, demostraron con hechos su devoción a la patria y la fe en su futuro. Mientras que los "patriotas" patentados de la burguesía reaccionaria colaboraban con los invasores fascistas, los comunistas luchaban en las primeras filas de la Resistencia, de la que eran el núcleo más combativo y abnegado. Sabemos, por ejemplo, que el Partido Comunista Francés perdió 75.000 miembros en las batallas por la libertad de la patria. Un heroísmo jamás visto en el trabajo y en la defensa de su patria revelaron los pueblos de la Unión Soviética, China, Corea, Vietnam, Cuba; los de todos los países socialistas. La propia vida se ha encargado de demostrar que el Estado socialista es una escuela de patriotismo como jamás fue ni pudo ser ninguno de los Estados burgueses. Los ideólogos de la burguesía afirman que cuando los marxistas combaten el cosmopolitismo, reniegan del carácter internacionalista de su doctrina y se convierten en nacionalistas. Pero los autores de tales amaños mienten por partida doble: primero, equiparan el cosmopolitismo de la burguesía y el internacionalismo de la clase obrera; segundo, atribuyen a los marxistas las ideas nacionalistas que son precisamente propias de los teóricos burgueses. El internacionalismo de la clase obrera, como ya se ha dicho, es expresión de la unidad de intereses de los obreros de todos los países en su lucha contra el enemigo común, que es el capitalismo; es expresión de la unidad de fines, porque todos tienden a suprimir la explotación del hombre por el hombre, y de la unidad de ideología, puesto que todos defienden la amistad y la fraternidad de los pueblos.

En este sentido, todos los obreros pertenecen a una misma "nación", al ejército mundial de los hombres del trabajo, a los que en todos los países burgueses oprime y explota una misma fuerza: el capital. Ello no significa en modo alguno, sin embargo, que por pertenecer al ejército internacional del trabajo, el obrero deje de ser francés, inglés, italiano, etc. ¡Todo lo contrario! Del internacionalismo proletario se deduce como algo natural y lógico un patriotismo auténtico, y no falso. En efecto, ¿acaso la fidelidad a los ideales últimos de la clase obrera no origina el ardiente deseo de ver al pueblo propio libre y floreciente, prosperando en el campo del progreso social? La clase obrera, que aspira a suprimir todas las formas de explotación y opresión, no desea esto sólo para ella misma, sino para todos los trabajadores y toda la nación. Justamente la realización de los objetivos finales de la clase obrera -derrocamiento del poder de los explotadores, que se oponen al progreso de la nación, y construcción del socialismo- es lo único capaz de proporcionar a cada pueblo una libertad, una independencia y una grandeza nacional verdaderamente auténticas. Resulta que la clase más internacionalista, la clase obrera, es a la vez la más patriótica.  

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