El movimiento obrero
defendió siempre el derecho de las naciones a la existencia
independiente y luchó contra toda forma de opresión nacional.
El marxismo-leninismo se
atiene al principio de que el respeto a las demás naciones es la
premisa para la existencia de relaciones normales entre los pueblos.
F. Engels escribía en 1888: "Para asegurar la paz
internacional, lo primero que se necesita es eliminar, en la medida
de lo posible, las fricciones nacionales; cada pueblo ha de ser
independiente y dueño de su propio país."
En el prefacio a la
segunda edición polaca del Manifiesto del Partido Comunista, escrito
en 1892, subraya de nuevo Engels que "la sincera colaboración
internacional de los pueblos europeos es sólo posible a condición
de que cada uno de estos pueblos sea dueño absoluto en su propia
casa".
V. I. Lenin defendió
también siempre, con energía y consecuencia, el principio de la
independencia e igualdad de derechos de las naciones. La expresión
más completa de dicho principio, tal como lo ve la ciencia
marxista-leninista, es el derecho de los pueblos a la
autodeterminación. Según escribía Lenin, "el socialismo
triunfante ha de aplicar necesariamente una democracia completa, y,
por consiguiente, no sólo dar vida a la completa igualdad de
derechos de las naciones, sino también aplicar el derecho a la
autodeterminación de las naciones oprimidas, es decir, el derecho a
la libre separación política".
La defensa de la libertad
de las naciones que el proletariado lleva a cabo, de su independencia
y de sus caracteres específicos, es manifestación del patriotismo
de la clase obrera, que representa el polo opuesto lo mismo del
chovinismo que del cosmopolitismo burgués. El patriotismo de la
clase obrera se desprende, ante todo, del sentimiento de orgullo por
la aportación que su pueblo o nación hicieron a la lucha de las
masas explotadas y oprimidas para liberarse de la explotación y de
la opresión. De ahí que el patriotismo de la clase obrera sea
profundamente progresista y revolucionario. A los obreros no les es
indiferente el destino de la patria. Los propagandistas de la
burguesía reaccionaria se esfuerzan por presentar a los capitalistas
como exclusivos portadores de los sentimientos patrióticos. Tratan
de ocultar el hecho de que el patriotismo de la burguesía se ha
visto siempre supeditado a sus estrechos y egoístas intereses de
clase, y se empeñan en desacreditar el patriotismo de la clase
obrera y de los comunistas. Los propagandistas burgueses se remiten a
veces al lugar del Manifiesto del Partido Comunista en que se dice
que "los obreros no tienen patria". Es, sin embargo, de una
evidencia absoluta que esto no significa la negación de la patria;
lo único que afirma es que, en la sociedad gobernada por los
capitalistas, la patria ha sido usurpada de hecho por los
explotadores y que para la clase obrera no es una buena madre, sino
una mala madrastra. Cuando la clase obrera pone fin a la dominación
de los explotadores, crea las condiciones mejores para la
manifestación más completa de su patriotismo, del que es genuino
portador en la época contemporánea. Sabemos también que Marx y
Engels apoyaron siempre la lucha de los obreros en defensa de la
independencia de su país frente a la amenaza de esclavización
extranjera. Y jamás afirmaron que, dentro del régimen capitalista,
a la clase obrera le es indiferente la suerte que pueda correr su
patria.
Ampliando el punto de
vista del marxismo sobre la patria, Lenin escribía en 1908: "La
patria, es decir, el medio político, cultural y social dado, es el
factor más poderoso en la lucha de clase del proletariado... El
proletariado no puede mirar con indiferencia las condiciones
políticas, sociales y culturales de su lucha; por consiguiente,
tampoco puede mostrar indiferencia ante la suerte de su país."
En relación precisamente
con la actitud de la clase obrera hacia la patria escribió Lenin su
conocida observación contra una visión dogmática del marxismo:
"Todo el espíritu del marxismo -decía-, todo su sistema exige
que cada proposición sea examinada a) sólo históricamente; b) sólo
en relación con otras proposiciones; c) sólo en relación con la
experiencia concreta de la historia."
Aplicado al patriotismo,
esto significa que el proletariado no estima suficiente el
planteamiento abstracto del problema relativo a la defensa de la
patria. Lo que en primer término le interesa es qué situación histórica,
qué clase y con qué objeto proclama la necesidad de defender la
patria. Una cosa es la situación producida por la guerra
imperialista, cuando esta consigna es manejada por la burguesía
dominante para engañar a las masas y encubrir las verdaderas razones
que mueven a los magnates imperialistas. Otra cosa es la situación a
que se llega cuando se ven amenazadas la independencia nacional y la
libertad del país, cuando crece el movimiento de liberación
nacional. En este último caso, la clase obrera es la primera en
levantarse para defender la libertad de su país, su soberanía y su
independencia. En estas condiciones, la defensa de la patria no es
para ella una frase vacía, sino una tarea de vital importancia, al
cumplimiento de la cual le llaman sus intereses de clase, tanto los
inmediatos como los más profundos. Hoy día, en la nueva situación
en que nos encontramos, el patriotismo de la clase obrera
-inseparable como es del internacionalismo proletario- se ha
convertido en una fuerza particularmente activa y poderosa. En los
años de ocupación hitleriana y de amenaza mortal para la
civilización a que el mundo fue llevado por los bárbaros fascistas,
fueron precisamente los obreros quienes, en los países ocupados por
los alemanes, demostraron con hechos su devoción a la patria y la fe
en su futuro. Mientras que los "patriotas" patentados de la
burguesía reaccionaria colaboraban con los invasores fascistas, los
comunistas luchaban en las primeras filas de la Resistencia, de la
que eran el núcleo más combativo y abnegado. Sabemos, por ejemplo,
que el Partido Comunista Francés perdió 75.000 miembros en las
batallas por la libertad de la patria. Un heroísmo jamás visto en
el trabajo y en la defensa de su patria revelaron los pueblos de la
Unión Soviética, China, Corea, Vietnam, Cuba; los de todos los
países socialistas. La propia vida se ha encargado de demostrar que
el Estado socialista es una escuela de patriotismo como jamás fue ni
pudo ser ninguno de los Estados burgueses. Los ideólogos de la
burguesía afirman que cuando los marxistas combaten el
cosmopolitismo, reniegan del carácter internacionalista de su
doctrina y se convierten en nacionalistas. Pero los autores de tales
amaños mienten por partida doble: primero, equiparan el
cosmopolitismo de la burguesía y el internacionalismo de la clase
obrera; segundo, atribuyen a los marxistas las ideas nacionalistas
que son precisamente propias de los teóricos burgueses. El
internacionalismo de la clase obrera, como ya se ha dicho, es
expresión de la unidad de intereses de los obreros de todos los
países en su lucha contra el enemigo común, que es el capitalismo;
es expresión de la unidad de fines, porque todos tienden a suprimir
la explotación del hombre por el hombre, y de la unidad de
ideología, puesto que todos defienden la amistad y la fraternidad de
los pueblos.
En este sentido, todos
los obreros pertenecen a una misma "nación", al ejército
mundial de los hombres del trabajo, a los que en todos los países
burgueses oprime y explota una misma fuerza: el capital. Ello no
significa en modo alguno, sin embargo, que por pertenecer al ejército
internacional del trabajo, el obrero deje de ser francés, inglés,
italiano, etc. ¡Todo lo contrario! Del internacionalismo proletario
se deduce como algo natural y lógico un patriotismo auténtico, y no
falso. En efecto, ¿acaso la fidelidad a los ideales últimos de la
clase obrera no origina el ardiente deseo de ver al pueblo propio
libre y floreciente, prosperando en el campo del progreso social? La
clase obrera, que aspira a suprimir todas las formas de explotación
y opresión, no desea esto sólo para ella misma, sino para todos los
trabajadores y toda la nación. Justamente la realización de los
objetivos finales de la clase obrera -derrocamiento del poder de los
explotadores, que se oponen al progreso de la nación, y construcción
del socialismo- es lo único capaz de proporcionar a cada pueblo una
libertad, una independencia y una grandeza nacional verdaderamente
auténticas. Resulta que la clase más internacionalista, la clase
obrera, es a la vez la más patriótica.
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