Los choques y
contradicciones que se producen entre los hombres de diversa
condición social condujeron a los pensadores avanzados, antes de que
Marx saliera a la palestra, a la idea de que existen distintas clases
sociales enfrentadas unas a otras. Su noción de las clases era, sin
embargo, muy difusa e indefinida. De entre los muchos caracteres que
diferencian a los hombres pertenecientes a clases distintas, esos
pensadores no pudieron destacar lo que es principal y decisivo. De
ahí que los principios de división de las clases que esos
pensadores proponían no abarcasen la esencia del problema y a menudo
fuesen accidentales y arbitrarios. Esto último es aplicable, en
grado todavía mayor, a la sociología burguesa de nuestros tiempos.
Los sociólogos burgueses admiten que la sociedad no es homogénea y
se compone de numerosos estratos y grupos. Ahora bien, ¿qué hay en
el fondo de esta estratificación? Las respuestas varían. Unos
colocan en primer plano el factor espiritual, la comunidad
psicológica, de ideas religiosas, etc. Pero nosotros hemos visto ya
que la conciencia social depende del ser social. Otros ven el
principio de la división de clases en el bienestar material: volumen
de los ingresos, condiciones de vivienda, etc. Pero ese volumen de
los ingresos depende del lugar que la clase ocupa en la producción
social, de si posee los medios de producción o de si es una clase
oprimida y explotada. De esto depende también su papel en la vida
política, su nivel de cultura y su modo de vida. El factor principal
y decisivo de la vida social es la producción material; quiere
decirse que la base de la división de la sociedad en clases ha de
buscarse en el lugar que unos u otros grupos ocupan en el sistema de
la producción social, en la relación en que se encuentran respecto
de los medios de producción.
La definición más
completa de las clases la encontramos en Una gran iniciativa, de V.
I. Lenin: "Llamamos clases a los grandes grupos de personas que
se diferencian por el lugar que ocupan en un sistema de producción
social históricamente determinado, por su relación (en la mayoría
de los casos legalmente refrendada) respecto de los medios de
producción, por su papel en la organización social del trabajo y,
por consiguiente, por el modo de obtención y el volumen de la parte
de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos de hombres
de los que uno puede apropiarse el trabajo de otro gracias a los
diferentes lugares que ocupan en un determinado sistema de economía
social." La existencia de las clases es justamente la base de la
injusticia social que caracteriza a la sociedad en que existe la
explotación. No es la "voluntad del jefe" ni son las
cualidades individuales de los hombres -como siempre trataron de
demostrar los ideólogos de las clases explotadoras-, sino el hecho
de que pertenezcan a una u otra clase, lo que explica la situación
preponderante y privilegiada de unos y la opresión, miseria y
carencia de derechos de los otros. Esto no significa, ciertamente,
que todas las demás diferencias y relaciones de la sociedad,
exceptuadas las de clase, carezcan de valor. En el curso de la
evolución histórica de la humanidad se han estructurado bastantes
formas estables de comunidad social que no coinciden con la división
en clases. Así es, por ejemplo, la comunidad nacional, la nación.
Clase y nación. Los vínculos nacionales son muy estables. Esto
induce a menudo a los sociólogos burgueses a presentarlos como
relaciones "naturales" de valor más sustancial que las
relaciones de clase. Tal criterio, sin embargo, es profundamente
equivocado.
Ante todo, las relaciones
nacionales, como las de clase, no existieron siempre. Son producto de
un largo desarrollo histórico. Las formas de comunidad de los
hombres guardan estrechos vínculos con el carácter del régimen
social y cambian al mismo tiempo que éste. En el régimen de la
comunidad primitiva, la forma fundamental de convivencia humana eran
la gens y la tribu. El rasgo principal que distinguía a los
componentes de una gens y los separaba del resto era el origen común,
el parentesco de consanguinidad. Al desintegrarse la comunidad
primitiva, la estabilidad de la gens y la tribu se viene abajo y se
debilita el significado de los vínculos de sangre. La unión de
varias federaciones de tribus da lugar a la nacionalidad, Los hombres
pertenecientes a ella no están ya relacionados por lazos de
parentesco. Los rasgos que les son afines (comunidad de lengua, de
territorio, de cultura) tienen ya un origen social, histórico. Pero
la unidad de la nacionalidad es aún muy precaria. Ni dentro del
régimen esclavista ni del feudal podía existir la unidad de vida
económica que es la condición necesaria para una unidad territorial
duradera y para una comunidad estable de cultura. Sólo en la época
en que se estructura el capitalismo, cuando éste pone fin a la
dispersión feudal y da origen a la formación de un mercado nacional
único, aparecen las premisas necesarias para que surja la nación.
La comunidad nacional no se puede tampoco identificar con la raza,
como hacen muchos sociólogos burgueses. La división en razas se
guía por las diferencias de caracteres morfológicos hereditarios,
como son el color de la piel, la forma del cráneo, el pelo, etc. De
ahí las tres grandes razas que la ciencia distingue: indoeuropea (o
blanca), negroide (o negra) y mongoloide (o amarilla). Los caracteres
raciales, a diferencia de la comunidad nacional, son de índole
biológica y aparecieron como resultado de una larga adaptación del
organismo humano a determinadas condiciones naturales. A una misma
raza pertenecen diversas naciones. Por otra parte, dentro de una
misma nación hay a veces hombres con distintos caracteres raciales
(por ejemplo, los negros, blancos e indios de algunos países
iberoamericanos). No existe tampoco un vínculo interno entre raza y
lengua. Así, el inglés es en los Estados Unidos la lengua de
blancos y negros. De ahí que nociones como "raza alemana"
o "raza anglosajona" sean simplemente un absurdo. La
afirmación de los racistas de que unas razas o naciones son
superiores a otras y de que los pueblos de color son menos capaces
que la raza blanca, quedan refutadas por la ciencia y por cuanto la
historia universal nos dice. Todos los pueblos de la tierra son
capaces de crear valores culturales y el volumen de su aportación a
la cultura mundial no viene determinado por el color de la piel o la
forma del cráneo, sino por las peculiaridades de su desarrollo
histórico.
El marxismo-leninismo
entiende por nación la comunidad de hombres, estable e
históricamente formada, surgida sobre la base de la comunidad de
lengua, de territorio, de vida económica y de mentalidad, que se
manifiesta en la comunidad de cultura (J. V. Stalin) La comunidad
nacional no puede suprimir las diferencias de clase en el seno de la
nación. Antes al contrario, tales diferencias penetran en toda su
vida y la escinden en partes hostiles. La comunidad nacional, por
tanto, no excluye el antagonismo de clase. Más aún, si no tomamos
en cuenta este último, nos será imposible comprender acertadamente
el mismo movimiento nacional.
Por otra parte, la
solidaridad de clase rebasa el marco de la nación. Los capitalistas
americanos, alemanes y franceses hablan lenguas distintas. Pero les
aproxima su filiación a una misma clase, y esto
les lleva a unirse contra
el socialismo, el movimiento obrero y la lucha de liberación
nacional de las colonias. De la misma manera, los obreros pertenecen
a nacionalidades y razas distintas, pero son ante todo proletarios, y
esto determina la comunidad de sus intereses internacionales, de sus
fines y su ideología, haciendo que las diferencias entre ellos
retrocedan a un segundo plano. Los obreros conscientes comprenden que
las discordias nacionales y el aislamiento lesionan los intereses
internacionales de la clase obrera y luchan contra cualquier forma de
discriminación nacional o racial. La escisión de la sociedad en
clases es un fenómeno históricamente transitorio. Cuando los
ideólogos de las clases pudientes tratan de justificar la
desigualdad social, siempre la presentan como un fenómeno eterno e
inherente a cualquier sociedad humana. Eso no es cierto. El régimen
de la comunidad primitiva no conocía la división de la sociedad en
explotadores y explotados, y el fenómeno se borra definitivamente
dentro del socialismo. La aparición de las clases va directamente
unida a la propiedad privada sobre los medios de producción, que
hace posible la explotación del hombre por el hombre y la
apropiación por unos del trabajo de otros.
En determinada etapa del
desarrollo, la escisión de la sociedad en clases era inevitable e
históricamente necesaria. Mientras el trabajo humano era tan poco
productivo que proporcionaba sólo un excedente reducidísimo sobre
los recursos necesarios para la existencia, señala Engels, el
incremento de las fuerzas productivas, la ampliación de las
relaciones, el progreso del Estado y del derecho y la creación de
las ciencias y las artes eran sólo posibles mediante la intensa
división del trabajo, que tenía por base la gran división de éste
entre la masa, dedicada a simples ocupaciones manuales, y unos pocos
privilegiados que dirigían los trabajos, y se dedicaban al comercio
y a la administración de los asuntos públicos y que, más tarde,
cultivaron también la ciencia y el arte. La clase que se encontraba
a la cabeza de la sociedad, se comprende, no perdía la ocasión de
cargar sobre las masas un trabajo cada vez mayor, movida por el deseo
de aumentar sus beneficios. Ahora bien, una vez que el desarrollo de
las fuerzas productivas coloca en el orden del día la sustitución
de la propiedad privada por la propiedad social y la abolición de
las relaciones basadas en la explotación, la existencia de las
clases pierde todo su terreno. El mantenimiento de las clases, además
de ser superfluo, se convierte en un obstáculo que entorpece los
avances ulteriores de la sociedad.
En la sociedad socialista
no hay ya clases
explotadoras, las
relaciones entre obreros y campesinos adquieren un carácter
sustancialmente nuevo, que excluye la explotación y el predominio de
una clase sobre otra. Iniciase la época de la desaparición de las
diferencias que aún subsisten entre las clases. Finalmente, al pasar
al comunismo, las clases dejan de existir. Por lo tanto, la división
de la sociedad en clases y la hostilidad entre ellas son sólo un
rasgo inseparable de la época en que impera la propiedad privada.
Estructura de clase de la sociedad.
Por la posición que
ocupan dentro de la sociedad, las clases se dividen en fundamentales
y no fundamentales. Se denominan clases fundamentales aquellas sin
las que resulta imposible el modo de producción preponderante y que
deben su origen a este modo de producción. En la sociedad de la
esclavitud eran los esclavistas y los esclavos; en la feudal, los
señores y los siervos; en la burguesa, los capitalistas y los
obreros. Se trata, pues, de clases de las que una posee los medios
principales de producción y se encuentra en el poder, mientras que
la otra agrupa a la gran masa de los explotados. Las relaciones entre
esas clases son siempre antagónicas, se basan en la oposición de
intereses. El capitalista, por ejemplo, ve su interés en obligar a
trabajar al obrero cuanto más mejor y en pagarle lo menos que puede.
El interés del obrero, se entiende, es diametralmente opuesto. La
incompatibilidad de intereses de las clases antagónicas da origen a
una lucha irreductible entre ellos. "Libres y esclavos,
patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en
una palabra, opresores y oprimidos se encontraban en perpetuo
antagonismo, mantenían una lucha constante, ya latente, ya abierta,
que terminaba siempre con la transformación revolucionaria de todo
el edificio social o con la desaparición conjunta de las clases en
pugna." Además de estas clases, en la sociedad de explotación
hay otras que no son fundamentales. Por ejemplo, en la sociedad
esclavista existían los campesinos artesanos libres; en la
capitalista, descontando a la burguesía y a los obreros, tenemos a
los campesinos y, en muchos países, a los terratenientes, etc. La
existencia de estas clases no fundamentales con sus peculiares
intereses, junto a toda una serie de capas sociales (por ejemplo, los
intelectuales), convierte en un fenómeno muy complejo las relaciones
entre las clases. Las clases de la sociedad burguesa. Las clases
fundamentales de la sociedad burguesa están integradas por los
capitalistas (burguesía) y los obreros asalariados (proletariado).
La burguesía es la clase
de quienes poseen los medios fundamentales de producción y vive a
expensas del trabajo asalariado de los obreros, a los cuales explota.
Es la clase dominante de la sociedad capitalista. Hubo tiempos en que
la burguesía cumplió un papel progresivo en el desarrollo de la
sociedad, a la cabeza de la lucha contra las caducas relaciones
feudales. En busca del beneficio y espoleada por la competencia,
infundió un poderoso impulso a las fuerzas productivas. Mas a medida
que las contradicciones del capitalismo se ahondaban, la burguesía
deja de ser una clase progresiva y se convierte en reaccionaria, a la
vez que su dominación significa el principal estorbo que se levanta
en el avance de la sociedad. El creador de las formidables riquezas
que la burguesía se atribuye es la clase obrera, principal fuerza
productiva de la sociedad capitalista. Al propio tiempo, es una clase
desprovista de medios de producción y que se ve obligada a vender al
capitalista su fuerza de trabajo.
A medida que el
capitalismo avanza, aumenta la riqueza de los grandes capitalistas, a
la vez que crece la opresión y la protesta de la clase obrera, "que
es instruida, unida y organizada por el mecanismo del propio proceso
de la producción capitalista" (Marx).80 El desarrollo del
capitalismo trae consigo, pues, el robustecimiento de su sepulturero,
de la clase obrera, que es portadora de un modo más elevado de
producción, como es el socialista. Mas en ningún país del capital
se circunscribe la sociedad a estas dos clases. En ningún sitio ha
existido ni existe el capitalismo "puro". El capital
penetra en todas las ramas de la economía nacional y las transforma,
pero sin destruir por completo las viejas formaciones económicas.
Por eso, en muchos países burgueses se conserva la gran propiedad
agraria de los terratenientes. Estos organizan la explotación de sus
fincas al modo capitalista, si se presenta la ocasión adquieren
empresas industriales, compran acciones de sociedades anónimas y se
convierten en capitalistas. De la clase de los terratenientes se
nutren en buena parte la Administración pública y la oficialidad
del Ejército y de la Marina. Por sus intereses, ideas y aspiraciones
políticas, los grandes terratenientes suelen pertenecer a la parte
más reaccionaria de la burguesía y son uno de los baluartes del
fascismo (recordemos el ejemplo de los junkers prusianos en
Alemania).
Los campesinos integran
una clase que procede de la sociedad feudal y que pasa a la
capitalista. A excepción de su capa más acomodada (burguesía
rural), son una clase sometida a explotación, la cual adopta entre
ellos formas diversas: arrendamiento que satisfacen al propietario de
la tierra, préstamos y empréstitos que reciben en condiciones
onerosas delos capitalistas, explotación directa de los campesinos
pobres, obligados a ganarse un jornal en los campos de los
terratenientes y campesinos ricos, etc. El conjunto de los campesinos
ha de satisfacer también un tributo a los grandes capitalistas en
forma de altos precios de los artículos industriales que adquieren.
Los campesinos que trabajan tierra propia, los artesanos y los
pequeños comerciantes forman la capa, bastante numerosa, de la
pequeña burguesía. A ella pertenecen quienes son propietarios de
los reducidos medios de producción que emplean, pero que, a
diferencia de la burguesía, no viven de la explotación del trabajo
ajeno. Los pequeños burgueses ocupan en la sociedad capitalista una
situación intermedia. Como propietarios privados guardan afinidad
con la burguesía, pero como hombres que viven de su trabajo se
acercan a los obreros. Esta situación intermedia de la pequeña
burguesía es origen de su posición inestable y vacilante en la
lucha de clases. A medida que avanzan la industria, la técnica y la
cultura, en la sociedad capitalista aparece la amplia capa de los
intelectuales, es decir, de los hombres del trabajo intelectual
(ingenieros y técnicos, maestros, médicos, funcionarios,
científicos, escritores, etc.). Los intelectuales no forman una
clase independiente; son una capa social específica que vive de la
venta de su trabajo intelectual. Proceden de diversas capas de la
población, principalmente de las clases acomodadas, y sólo en parte
de los trabajadores. Por su posición económica y modo de vida
ofrecen también diferencias. Sus estratos superiores -altos
funcionarios, abogados con buena clientela y otros- se aproximan a
los capitalistas, mientras que los bajos se acercan a los
trabajadores. A medida que la lucha de clases se ensancha en los
países capitalistas, su parte avanzada se incorpora a las posiciones
del marxismo-leninismo y participa en la lucha revolucionaria de la
clase obrera.
En la sociedad burguesa
existe aún otra capa, la de los elementos desclasados o
lumpemproletariado, que forman los "bajos fondos" del
capitalismo: bandidos, ladrones, mendigos, prostitutas, etc. Esta
capa se nutre constantemente de elementos salidos de diversas clases
a los que las condiciones de la sociedad capitalista arroja al
"fondo". Los anarquistas afirman que el lumpemproletariado
es el elemento más revolucionario de la sociedad capitalista. La
historia de los últimos cien años ha dado íntegramente la razón a
Marx y Engels cuando éstos definían al "proletariado
andrajoso" como una fuerza que por su situación en la vida se
muestra inclinada a venderse para toda clase de manejos
reaccionarios. En la Alemania hitleriana, los delincuentes ingresaron
en masa en las organizaciones fascistas, en los destacamentos de
asalto y de S.S. En los Estados Unidos, las bandas de gangsters son
un instrumento de violencia que se emplea en gran escala contra los
obreros, los negros y los líderes progresistas. Al hablar de las
clases y capas de la sociedad capitalista hemos de tener presente
también las diferencias en el seno de las mismas. Dichas diferencias
son particularmente sensibles entre la burguesía monopolista y no
monopolista (y en las colonias, entre la burguesía nacional y las
capas de la misma aliadas a los colonizadores). Al profundizarse,
como ocurre en nuestros días, desempeñan, y así lo veremos más
adelante, un gran papel en la vida política de la sociedad burguesa
contemporánea. Así, pues, la sociedad burguesa ofrece un cuadro
extraordinariamente complejo de diferencias y relaciones de clase.
Una clara visión de las mismas es condición imprescindible para que
la clase obrera y sus partidos se tracen una política y una táctica
acertadas. Pero tan importante como esto es ver, tras toda esa
diversidad, la principal contradicción de clase de la sociedad
burguesa: el antagonismo entre la clase obrera y la burguesía. Esta
contradicción es la que ha de presidir nuestro análisis de todos
los fenómenos sociales. Por muchas que sean las modificaciones que
el capitalismo sufra, por mucho que se compliquen su estructura de
clase y las relaciones entre las clases, siempre será una sociedad
basada en la explotación. Y en una sociedad así, lo principal en
las relaciones entre las clases será la lucha irreconciliable entre
los explotados y los explotadores.
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