La tesis marxista de que
el pueblo es el creador de la historia es valedera para todos los
tiempo Y épocas. Pero la
actividad de las masas populares hay que considerarla en su
desarrollo. De una formación a otra cambian las condiciones sociales
en que transcurren el trabajo y la lucha de las masas del pueblo, con
lo que se hace distinto su papel en la vida y el desarrollo de la
sociedad. Desde los tiempos en que la sociedad se dividió en clases,
la tendencia general de estos cambios es la de un incremento de la
influencia de las masas trabajadoras sobre la marcha de los distintos
aspectos de la vida social, y muy singularmente sobre la política.
Creciente papel de las masas populares en política. Bajo un régimen
de explotación, las funciones de gobierno de la sociedad, la
decisión de sus asuntos interiores y exteriores, es monopolio de las
clases explotadoras dominantes. La resistencia a los explotadores, la
lucha de clases, es el único recurso de que las masas populares
disponen para influir en la política. Así las cosas, el papel de
las masas populares en la vida política viene determinado
enteramente por el nivel de la lucha de clase de los trabajadores
contra quienes les oprimen. Este nivel crece constantemente con el
paso de una formación social a otra. La historia de la sociedad
esclavista abunda en ejemplos de abnegada lucha de los oprimidos.
Pero los esclavos, entre los que tantas diferencias había de lengua
y de raza, eran una masa que difícilmente podía agruparse para
formar una fuerza social importante y poseían una conciencia de
clase muy escasa. De ordinario, los esclavos que se sublevaban no
pensaban siquiera en la lucha contra el régimen esclavista; su único
anhelo era volver a su patria para sentirse de nuevo hombres libres.
El paso al feudalismo brinda a los trabajadores posibilidades más
amplias de lucha contra la opresión. Los siervos vivían y
trabajaban en su misma patria, hablaban en una misma lengua y
comprendían más que los esclavos su solidaridad en la lucha contra
los señores. Poco a poco aprendieron a establecer relaciones con las
capas pobres de la ciudad, con las cuales buscaban la alianza. No
obstante, también los movimientos campesinos presentaban defectos
orgánicos que se derivaban del propio carácter de los siervos como
clase: limitación de los levantamientos a comarcas reducidas,
debilidad en cuanto a la organización, etc.
La clase obrera elevó la
lucha contra los explotadores a su más alto nivel. No en vano es la
más organizada de todas las clases oprimidas que la historia conoce.
Es la única que se presenta armada de una concepción científica
del mundo. Es una fuerza no sólo nacional, sino internacional, al
hallarse unida por los fuertes lazos de la solidaridad proletaria.
Todo esto infunde singular potencia a la lucha de clases y la
convierte en un factor primordial de la vida política hasta en los
períodos "pacíficos" y no revolucionarios. La lucha de
clase de los trabajadores alcanza su punto culminante en el período
de la revolución socialista. Fruto de la misma es el nacimiento de
una sociedad nueva, en la cual la política, que antes era un
instrumento de coerción y represión de las masas populares, se
convierte en arma para la defensa de sus conquistas e intereses. Se
trata de un viraje de capital importancia en la historia de la
humanidad. En adelante, las masas populares, dirigidas por la clase
obrera y su partido, comienzan a determinar y orientar por sí mismas
la política. De objeto que eran de la política oficial, se
convierten en sujeto. Esto se desprende de la naturaleza de la
sociedad socialista y se encuentra garantizado por todo el sistema de
vida de la misma. Las masas populares como fuerza política decisiva
de nuestro tiempo.
El incremento del papel
de las masas populares en la vida político-social es, pues, una ley
del desarrollo histórico. Cuanto más difíciles son las tareas que
se alzan frente a la sociedad y más profundos y consecuentes son los
cambios que esas tareas exigen, más grandes son las masas que se
incorporan como factor consciente de la historia y de los cambios
sociales que en ésta se producen. Esto, subrayaba Lenin, es una de
las tesis más importantes y profundas de la teoría marxista. Nos
explica, por ejemplo, por qué en nuestra época -la época del
hundimiento definitivo del reino de la explotación y de la
construcción del comunismo- crece con tan vertiginosa rapidez el
papel de las masas populares en la vida social. "La historia
-escribe Lenin- la hacen ahora por su cuenta millones y decenas de
millones de seres." ¿Qué manifestación concreta adquiere todo
esto? Primeramente, en los países habitados por un tercio de la
humanidad las masas populares han llevado a cabo un profundo viraje
histórico, rompiendo para siempre con cuanto las condenaba al
atraso, a la opresión y a la humillación. Los trabajadores de los
países socialistas son dueños de su propia vida y la única fuerza
que determina los destinos de la sociedad. De esta manera han
reducido a polvo las fábulas inventadas por los explotadores, en el
sentido de que una sociedad sin opresión ha de entrar forzosamente
en colapso y desaparecer, arrastrando consigo a su economía, su
civilización y su cultura. La gran hazaña de los trabajadores de
los países socialistas es un ejemplo y un estímulo para las masas
populares del mundo entero.
Se han despertado y
puesto en movimiento masas enormes de gentes del trabajo en las
colonias y países dependientes. Pasó para siempre la época en que
los gobiernos imperialistas prescindían de ellos en sus cálculos y
los trataban como a bestias. Los trabajadores de estos países han
proclamado ante el mundo entero y han hecho saber que son hombres
como todos los demás y que exigen unas condiciones humanas de
existencia. Esto ha producido en el transcurso de los diez años
últimos cambios sustanciales en el mundo, ha puesto fin a la
división de la población de nuestro planeta en un puñado de
naciones superiores, que resolvían los destinos del globo, y los
pueblos de color -más de mil millones de seres oprimidos y
explotados-, a los que durante largo tiempo manejaron impunemente a
su antojo los imperialistas. Se han producido también cambios
profundos en la situación de los trabajadores dentro de los países
capitalistas. Cierto que no se han emancipado aún de su yugo. Pero
¿acaso se puede comparar su papel en la vida política no ya con
épocas históricas pasadas, sino con la situación que había hace
unas cuantas decenas de años? Hoy, incluso en los países en que aún
gobiernan los explotadores, los trabajadores son una fuerza que los
capitostes imperialistas no pueden por menos de tener presente. Los
trabajadores tienen sus partidos políticos, a menudo cuentan con
nutridas representaciones parlamentarias, poseen prensa propia y las
organizaciones más diversas. Ha crecido enormemente el interés
hacia los problemas político-sociales, incluso hacia aquellos que
antes no importaban a nadie más que a los políticos profesionales.
La parte avanzada de los trabajadores tiene conciencia clara de sus
intereses y cada vez maneja mejor las más importantes formas de
lucha en defensa de los mismos. El incremento de la influencia de las
masas populares sobre la política de los países burgueses abre ante
ellas vastas perspectivas en cuanto al éxito de la lucha por sus
intereses económicos y políticos inmediatos. Una circunstancia de
valor trascendental es que la existencia del poderoso sistema
socialista y de una amplia zona de paz, que crece más y más, ofrece
a las masas trabajadoras, por primera vez en la historia, la
posibilidad de impedir una guerra que, dada la potencia destructiva
de las armas actuales, amenazaría la existencia de cientos de
millones de seres humanos. El incremento de la actividad política de
los trabajadores les brinda también posibilidades nuevas en cuanto a
la lucha por sus reivindicaciones últimas y aproxima el
alumbramiento de la sociedad socialista, un alumbramiento sin dolor y
fácil, y en condiciones favorables hace posible la transición al
socialismo por vía pacífica. La incorporación a la labor histórica
de millones de trabajadores tiene, por tanto, un significado enorme
para toda la vida de la sociedad contemporánea. Es lógico que no
piensen lo mismo acerca de esto la burguesía y la clase obrera. Para
la burguesía reaccionaria, el incremento de la influencia de las
masas populares en la vida social amenaza la existencia del sistema
capitalista y es un obstáculo con el que siempre tropieza cuando
quiere aplicar una política interior y exterior de su agrado y
conveniencia. De ahí que la incorporación de millones de
trabajadores a una labor histórica consciente siembre entre sus
políticos e ideólogos profunda inquietud y confusión. Dominados
por el pánico, afirman el advenimiento de la era de la "sociedad
de las masas", del "dominio de las turbas", en lo que
ven un trastorno completo de la marcha normal de la historia que
amenaza a la sociedad con toda clase de males. Pero la burguesía no
se limita a difamar a las masas. Al propio tiempo, hace cuanto está
a su alcance para reducir al mínimo el papel de los trabajadores en
la política y quitarles sus posibilidades de influir sobre la vida y
el desarrollo de la sociedad. Así nos lo prueba la cruzada de la
burguesía imperialista contra la democracia y los repetidos intentos
de implantar sistemas fascistas, que tienen el fin exclusivo de
acabar con la influencia que sobre la vida social ejercen las masas.
Paralelamente, la burguesía reaccionaria recurre a las mentiras más
refinadas y la demagogia para ganarse a las masas. Es la última
carta que juegan las fuerzas antipopulares. No hay que desdeñar el
peligro de tales manejos. Porque los imperialistas no disponen sólo
de recursos ingentes y de un poderoso aparato de propaganda; también
poseen una gran experiencia -acumulada durante los siglos de
dominación del capital- en cuanto a la esclavización espiritual de
los trabajadores. Valiéndose del atraso de parte de las masas
populares, en especial de los elementos pequeñoburgueses, la
burguesía reaccionaria ha logrado en algunas ocasiones atraerse y
convertir en instrumento de su política a capas considerables de la
población. Así ocurrió en la Alemania nazi y en la Italia
fascista. Bajo la influencia de la burguesía se encuentra
actualmente una parte no despreciable de los trabajadores en los
países capitalistas. Incluso en los países en que la clase obrera
ocupa el poder, la burguesía mundial no desaprovecha la menor
coyuntura para sembrar la escisión entre los trabajadores, se vale
de cualquier fisura y de cualquier error para extender su influencia
entre las masas. Prueba elocuente de ello son los acontecimientos de
otoño de 1956 en Hungría.
Mas por mucho que la
burguesía se esfuerce, por muchas que sean las maniobras a que
recurra, su camino no es el de las masas populares. Puede durante
cierto tiempo engañar a cierta parte de los trabajadores, pero como
no deja de ser una clase explotadora y opresora, jamás podrá
establecer con ellos una alianza sólida. De ahí que el creciente
papel de las masas populares en la vida político-social
debilite a la burguesía
reaccionaria y sea un síntoma de que se aproxima el fin de su
dominación. Otra cosa es la clase obrera. Ella misma es una parte
importante, a veces la mayoría, de la población trabajadora, de las
masas populares. Más aún, la clase obrera se halla unida a todos
los trabajadores por la profunda comunidad de sus intereses vitales,
lo mismo en el período de la lucha contra la burguesía que cuando
se trata de edificar la nueva sociedad socialista. De ahí que el
incremento del papel de las masas populares en la vida de la sociedad
sea fuente de energía para la clase obrera y robustezca las
posiciones del socialismo, que es su gran conquista histórica. Esto,
sin embargo, no significa que la parte más consciente de la clase
obrera, su vanguardia marxista-leninista, pueda despreocuparse del
reforzamiento de sus vínculos con las masas. Tales vínculos, en
unas condiciones de encarnizada lucha de clase con la burguesía, no
se establecen automáticamente. Exigen esfuerzos constantes y
atención de cada comunista y de cada trabajador consciente. La lucha
por la influencia entre las masas sigue siendo la base de la política
de los partidos marxistas-leninistas. La incorporación de nuevos
millones de seres a la vida político-social plantea más
imperiosamente aún la tarea de su agrupación, organización y
educación. Del éxito que en este terreno se consiga depende en
buena parte que se puedan poner en juego las inusitadas posibilidades
del movimiento de emancipación de los trabajadores que se ponen de
manifiesto en nuestra época. El incremento del papel de las masas
populares en la vida político-social trae consigo una gigantesca
aceleración del desarrollo histórico, del progreso social. El
avance en nuestra época es tan rápido, que cada década, por su
contenido y por el valor del camino cubierto por la humanidad, puede
ser equiparada a siglos enteros de períodos anteriores de la
historia. La aceleración del desarrollo en nuestra época equivale a
la aceleración del movimiento que nos lleva al socialismo y al
comunismo.
Lenin escribía: "La
victoria será de los explotados, pues con ellos está la vida, está
la fuerza del número, la fuerza de la masa, la fuerza de los
inagotables manantiales de todo lo abnegado, rico en ideas y honesto,
que empuja hacia adelante y despierta para la construcción de lo
nuevo, de todas las gigantescas reservas de energía y talento de lo
que llaman el «vulgo», de los obreros y los campesinos. La victoria
será suya."'
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