LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

jueves, 27 de octubre de 2011

Los falsificadores de la historia Nota soviética (febrero de 1948)



Nada más acabar la terrorífica II Guerra Mundial, los imperialistas siguieron acosando a la URSS y para ello desplegaron toda una batería de calumnias y manipulaciones equiparándola al III Reich. A fin de desenmascarar las mentiras, la diplomacia soviética emitió en 1948 esta Nota que publicamos por primera vez traducida al castellano.

A finales de febrero de 1948, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en colaboración con los Ministerios de Asuntos Exteriores de Inglaterra y Francia, publicó una recopilación de informes y de diferentes extractos de las notas de los funcionarios hitlerianos y dio a esta recopilación el titulo de Relaciones soviético-nazis durante los años 1939-1941.

Tal y como se destaca en el Prefacio de esta recopilación, en el verano de 1946, los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia se pusieron de acuerdo para publicar los documentos de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania, correspondientes a los años comprendidos entre 1918 y 1945, incautados en Alemania por las autoridades americanas e inglesas. Debemos mencionar que en la recopilación publicada sólo se han incorporado los materiales de los años 1939 a 1941, mientras que el Departamento de Estado no ha incluido en dicha recopilación los materiales de los años precedentes y, en particular, los correspondientes al periodo de Munich, con lo que permanecen ocultos a la opinión pública mundial. Este hecho, sin duda alguna, no es casual, responde a objetivos que no tienen nada en común con una concepción objetiva y concienzuda de la verdad histórica.

Para justificar ante los ojos de la opinión pública la publicación unilateral de esta recopilación de notas de funcionarios hitlerianos no verificadas o falsificadas a placer, la prensa anglo-americana dio una explicación inventada totalmente; según ésta los rusos habrían rechazado la proposición de Occidente de publicar conjuntamente un informe completo sobre la diplomacia nazi. Esta declaración de círculos anglo-americanos NO SE CORRESPONDE CON LA REALIDAD.

El gesto unilateral de los anglosajones

De hecho, las cosas sucedieron de la siguiente manera: dadas las noticias aparecidas en la prensa extranjera en el verano de 1945 sobre la prelación en Inglaterra de la publicación de documentos incautados en Alemania, el Gobierno soviético se dirigió al gobierno de Gran Bretaña insistiendo para que los expertos soviéticos tomaran parte en el examen conjunto de los materiales alemanes incautados por las tropas anglo-americanas. El Gobierno soviético consideraba inadmisible que se publicaran tales documentos sin un acuerdo previo y, al mismo tiempo, no podía asumir la responsabilidad de la publicación de estos documentos sin una objetiva y minuciosa verificación ya que, sin esas elementales condiciones, la publicación de los materiales en cuestión sólo podía generar una agravación de las relaciones entre los Estados miembros de la coalición anti-hitleriana.

Ahora bien, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Inglaterra DECLINÓ LA PROPOSICIÓN SOVIÉTICA, alegando que era prematura la cuestión planteada por el Gobierno soviético en relación con un intercambio de las copias incautadas de documentos hitlerianos.

Se sabe también que, el 6 de septiembre de 1945, la delegación americana junto a la Dirección Política del Consejo de Control en Alemania presentó su proyecto de instrucciones sobre la forma de proceder con los archivos y documentos alemanes. Este proyecto preveía el establecimiento de un único procedimiento para toda Alemania para la conservación y colección de los archivos, así como para el derecho a acceder a ellas por parte de los representantes de los Estados miembros de la Organización de Naciones Unidas. Estaba igualmente prevista la posibilidad de hacer copias de los documentos y publicarlos. La Dirección Política examinó esta propuesta durante cuatro sesiones.

Pero, a petición de los ingleses y americanos, la decisión se aplazó con el pretexto de que no tenían instrucciones; después, tras la declaración del representante americano que decía que el Gobierno de los Estados Unidos preparaba una nueva propuesta y rogaba que se declarara nulo el proyecto presentado, esta cuestión se retiró del orden del día de la Dirección Política.

Así, la declaración según la cual el Gobierno soviético se habría negado a tomar parte en la preparación de la publicación de los materiales de los archivos alemanes es FALSA.

No exposición objetiva, sino sarta de calumnias

Simultáneamente a la publicación en los Estados Unidos y en los países que dependen de él, de la susodicha recopilación (citada más arriba), se levantó, como por arte de magia, una nueva oleada de ataques y calumnias desenfrenadas sobre el pacto de no-agresión concluido en 1939 entre la URSS y Alemania, y que estaría dirigido supuestamente contra las potencias occidentales.

Así, el verdadero objetivo de la publicación en los Estados Unidos de la recopilación sobre las relaciones entre la URSS y Alemania de 1939 a 1941 no plantea duda alguna. Su objetivo no es presentar una exposición objetiva de los acontecimientos históricos, sino desfigurar su marco real, mentir sobre la Unión Soviética, debilitar la influencia internacional de la Unión Soviética como adalid realmente democrático y firme frente a las fuerzas agresivas y antidemocráticas.

Esta pérfida posición se corresponde con la concepción de las relaciones inter-aliadas, típica de los círculos dirigentes de los países anglo-americanos que, en vez de mantener relaciones honestas y sinceras entre los Aliados, en vez del apoyo y la confianza mutuas, se basa en llevar a cabo una política que utiliza todas las posibilidades, incluida la calumnia, para debilitar a sus aliados, impulsar sus intereses egoístas y reforzar su posición a expensas de estos.

Asimismo, no podemos perder de vista el deseo de los círculos dirigentes de Estados Unidos de minar, con su campaña de calumnias contra la URSS, la influencia de los elementos progresistas de su país, que preconizan la mejora de las relaciones con la URSS. El golpe que se da a los elementos progresistas de Estados Unidos tiene como objetivo, sin lugar a dudas, debilitar su influencia cara a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, que tendrán lugar en el otoño de 1948.

La recopilación contiene un gran número de documentos fabricados por los funcionarios diplomáticos hitlerianos en el laberinto de las cancillerías diplomáticas alemanas. Este hecho por si sólo debería poner en guardia contra la utilización unilateral y contra la publicación de documentos que se caracterizan por su carácter unilateral y tendencioso, que expone los acontecimientos bajo un aspecto favorable para los nazis. Justamente por esta razón, en su día, el Gobierno soviético estuvo en contra de la publicación unilateral de documentos incautados al enemigo sin verificarlos antes conjuntamente y de forma minuciosa. Incluso la agencia gubernamental francesa France Presse se vio obligada a reconocer que el procedimiento seguido por los tres gobiernos en la publicación de los materiales, a espaldas de la Unión Soviética, no se ajusta exactamente al procedimiento diplomático normal. Sin embargo, el gobierno inglés no tenía esta opinión. Los gobiernos americano, inglés y francés, decidieron publicar unilateralmente documentos alemanes sin siquiera dar marcha atrás ante una falsificación de la historia y lanzando calumnias contra la Unión Soviética, que fue quien soportó el peso principal de la lucha contra la agresión hitleriana. Por lo mismo, estos gobiernos asumieron toda la responsabilidad de las consecuencias de este acto unilateral.

La URSS publica documentos acusadores

Teniendo en cuenta este hecho, el Gobierno soviético considera que también tiene derecho a publicar los documentos secretos relativos a las relaciones entre la Alemania hitleriana y los gobiernos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, documentos que cayeron en manos del Gobierno soviético y que esos gobiernos OCULTARON a la opinión pública. Ocultaron estos documentos y no quieren publicarlos. Pero nosotros consideramos que, después de todo lo que ha pasado, deben publicarse para poder restablecer la verdad histórica.

El Gobierno soviético dispone de una importante documentación incautada por las tropas soviéticas en el momento de la derrota hitleriana, y la publicación de esos documentos permitirá presentar, tal cual fue, el curso real de la preparación y desarrollo de la agresión hitleriana y de la II Guerra Mundial. Este es también el objetivo que persigue la nota histórica Falsificadores de la Historia, publicada actualmente por la oficina de Información Soviética aneja al Consejo de Ministros de la URRS. Los documentos secretos sobre este tema se publicarán próximamente.

I Cómo comenzó la preparación de la agresión alemana

Los falsificadores americanos y sus cómplices anglo-franceses intentan dar la impresión de que los preparativos de la agresión alemana, que desembocó en la II Guerra Mundial, comenzaron en otoño de 1939. Pero ¿quién puede creérselo hoy día excepto aquellas personas predispuestas a creerse toda noticia sensacionalista no fundada? ¿Quién ignora a estas alturas que Alemania comenzó la preparación de la guerra desde el mismo momento de la ascensión de Hitler al poder? E igualmente, ¿quién ignora ya que el régimen hitleriano fue creado por los medios monopolistas alemanes con la entera y plena aprobación de los dirigentes de Inglaterra, Francia y Estados Unidos?

La ayuda de los capitalistas anglosajones a Hitler

A fin de prepararse para la guerra y de asegurarse un armamento moderno, Alemania debía restablecer y desarrollar su industria pesada y, en primer lugar, y la metalurgia y la industria deguerra del Ruhr. Tras su derrota durante la I Guerra imperialista, Alemania, que se encontraba bajo el yugo del Tratado de Versalles, no podía hacerlo por sus propios medios, en un periodo de tiempo corto. El imperialismo alemán se benefició, en este punto, del potente apoyo de los Estados Unidos de América.

¿Quién ignora que los bancos y los trusts americanos, con el total apoyo de su Gobierno, invirtieron durante el período posterior a Versalles en la economía alemana y concedieron a Alemania créditos que se elevaron a miles de millones de dólares, y que se utilizaron para el restablecimiento y desarrollo del potencial de la industria de la guerra alemana?

Se sabe que el periodo posterior a Versalles estuvo marcado, en lo que respecta a Alemania, por todo un sistema de medidas cuyo objetivo era restablecer la industria pesada y, en particular, el potencial de la industria de guerra alemana. El plan de reparaciones para Alemania, llamado plan Dawes, jugó un gran papel en esta cuestión. Con la ayuda de este plan, Estados Unidos e Inglaterra contaban con poner la industria alemana bajo dependencia de los monopolios americanos y británicos. El plan Dawes ha abierto el camino a una intensa afluencia y a la penetración en la industria alemana de capitales extranjeros, sobre todo americanos. En consecuencia, desde 1925, comenzaba la recuperación de la economía alemana, debido a un intensivo proceso de reequipamiento del aparato de producción. Al mismo tiempo, la exportación alemana aumentaba bruscamente alcanzando en 1927 el nivel de 1913; los productos manufacturados incluso han sobrepasado el nivel del 12 por ciento con relación a los precios de 1913. En seis años, de 1924 a 1929, la afluencia de capitales extranjeros a Alemania fue 10-15 mil millones de marcos en inversión a largo plazo y de más de 6 mil millones a corto plazo. Según algunas fuentes, el volumen de inversiones de capitales fue aún más considerable. Eso reforzó enormemente el potencial económico y, en particular, el potencial de guerra alemán. En este aspecto, el papel preponderante corresponde a las inversiones americanas, que, como mínimo, representaban el 70 por ciento del total de los préstamos a largo plazo.


Colusión de los trusts de Alemania y del otro lado del Atlántico

Se sabe bien cuál fue el papel jugado por los monopolios americanos -con las familias Dupont, Morgan, Rockefeller, Lamont y otros magnates industriales de Estados Unidos a la cabeza- en la financiación de la industria pesada alemana, en el restablecimiento y desarrollo de los lazos más estrechos entre la industria americana y la industria alemana. Los más importantes monopolios americanos estaban estrechamente ligados a la industria pesada, a los consorcios de guerra y a los bancos de Alemania. El gran consorcio americano Dupont de Nemours y el trust químico británico Imperial Chemical Industries, que era uno de los mayores accionistas del trust del automóvil General Motors, mantenian estrechas relaciones industriales con el consorcio químico alemán I. G. Farbenindustrie, con la que habían concluido un acuerdo de cártel en 1926 sobre el reparto de los mercados mundiales para la venta de pólvora. El presidente del Consejo de Administración de la firma Rohm y Hass de Filadelfia (USA) era, antes de la guerra, socio del dueño de esta misma empresa en Darmstadt (Alemania). Señalemos a este respecto que el antiguo director de este consorcio, Rudolph Muller, desarrolla actualmente su actividad en la zona de ocupación conjunta y juega un importante papel en los círculos dirigentes de la Unión Cristiana Demócrata (UCD). Entre 1931 y 1939, el capitalista alemán Schmitz, presidente del consorcio I. G.Farberindustrie, y miembro del Consejo del Deutsche Bank, controlaba la sociedad americana General Dyestuff Corporación. Tras la conferencia de Munich (1938), el trust americano Standard Oil concluyó un acuerdo con la I. G. Farberindustrie, por el que esta última obtenía una parte de los beneficios sobre la gasolina de aviación producida en Estados Unidos renunciando en contrapartida, y sin poner pegas, a exportar de Alemania gasolina sintética de la que, por entonces, ésta acumulaba en stocks para sus fines bélicos.

Tales relaciones son características no sólo en el caso de los monopolios capitalistas americanos. La víspera misma de la guerra existían, por ejemplo, muy estrechas relaciones económicas, de importancia no sólo comercial sino también militar, entre la Federación de la Industria Británica y el grupo industrial del Reich. Los representantes de estos dos grupos monopolistas publicaron en Dusseldorf, en 1939, una declaración conjunta en la que se decía, entre otras cosas, que este acuerdo tiene como objetivo asegurar la colaboración más completa entre los sistemas industriales de sus países. ¡Esto pasaba en los días en que la Alemania hitleriana había engullido a Checoslovaquia! Nada sorprendente, pues, que la revista londinense Economist escribiera a este respecto: ¿No hay en la atmósfera de Dusserldorf algo que pueda hacer perder la razón a los hombres sensatos?. La Banca Schröder, bién conocida, en la que predominaba el trust alemán del acero Vereinigte tahlwerke, fundada por Stinnes Thyssen y otros magnates industriales del Ruhr, con sedes en Nueva York y Londres, es un ejemplo característico de la interpenetración del capital americano, alemán e inglés. Allan Dulles, director de las sedes de Londres, Colonia y Hamburgo en la I. G. Schröder Banking Corporation en Nueva York, jugó un gran papel de gran importancia aquí. La famosa empresa de contencioso Sullivan y Cromwell jugó un eminente papel en la sede de Nueva Cork de la banca Schröder. La empresa Sullivan y Cromwell la dirigía John Foster Dulles, que es actualmente el principal consejero de M. Marshall. Su empresa está estrechamente ligada con el trust mundial del petróleo, la Standard Oil de los Rockefeller, y también con la Chase National Bank, la banca más potente de los Estados Unidos, que ha invertido inmensos capitales en la industria alemana.

Prestamos extranjeros y rearme alemán

En 1947 aparecía en Nueva Cork un libro de R. Sasuly que señalaba que, después de Versalles, tan pronto como se controló la inflación en Alemania y se consolidó el marco, se la invadió literalmente con prestamos extranjeros. Así, entre 1924 y 1930, la deuda externa aumentó en 30 mil millones de marcos.

Con la ayuda del capital extranjero, sobre todo americano, se reconstruyó y modernizó ampliamente la industria alemana y, muy particularmente, los Verdreinigte Sthalwerke (firma alemana). Algunos préstamos se acordaron directamente con las firmas que jugaron el principal papel en el rearme. Uno de los mayores bancos neoyorkinos, la banca Dillon, Read and Company del que fue director unos cuantos años el actual Ministro de la Guerra (3), jugó un importante papel en esa época en la financiación del trust alemán del acero Vereinigle Stahlwerke, al igual que la banca anglo-germanaamericana Schröder.

Esta lluvia de oro, de dólares americanos, fue la que fecundó la industria pesada alemana de la Alemania hitleriana y, en particular, la industria de guerra. Fueron estos miles de millones de dólares americanos, invertidos en la industria de guerra de la Alemania hitleriana por los monopolios del otro lado del Atlántico, los que restablecieron el potencial de guerra alemán y los que pusieron entre las manos del régimen hitleriano el arma necesaria para la agresión.

En poco tiempo, aprovechándose del apoyo financiero, principalmente de los monopolios americanos, Alemania restableció una potente industria de guerra, capaz de producir armamento de primer orden en enormes cantidades, numerosos miles de carros de asalto, aviones, cañones, modernos navíos de guerra y otro tipo de armamento.

Es lo que quisieran olvidar los falsificadores de la historia, que se esfuerza por sustraerse a la responsabilidad que les incumbe a causa de su política, cuyo efecto fue armar la agresión hitleriana y desencadenar la II Guerra Mundial cuyo resultado fue una catástrofe sin precedentes en la historia y que costó millones de victimas a la humanidad.

Por ello, no se puede olvidar que la primera y más importante premisa de la agresión hitleriana fue restablecer y renovar la industria pesada y la industria de guerra alemanas, lo que sólo fue posible tras una ayuda financiera directa y amplia por parte de los círculos dirigentes de los Estados Unidos
de América. Pero esto no es todo.

La política de apaciguamiento: estímulo directo para la agresión

Otro factor decisivo que contribuyó al desencadenamiento de la agresión hitleriana fue la política de los círculos dirigentes de Inglaterra y Francia, política de apaciguamiento de la Alemania hitleriana, política que renunciaba a la seguridad colectiva, de no-resistencia a la agresión alemana y de estímulo a las pretensiones agresivas de la Alemania hitleriana, fue la que condujo a la II Guerra Mundial. Pasemos a los hechos:

Poco tiempo después de la subida de Hitler al poder, en 1933, se firmó en Roma, como consecuencia de los esfuerzos de los gobiernos inglés y francés, un Pacto de Entente y de cooperación de las cuatro potencias: Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia. Este pacto significaba una entente entre los gobiernos inglés y francés, por una parte, y el fascismo alemán e italiano que ya no disimulaba sus intenciones agresivas. Igualmente, ese pacto firmado con los estados fascistas significaba la renuncia a la política de reforzamiento del frente único de las potencias pacíficas contra los estados agresivos. Al tratar con Alemania e Italia y dar de lado a las demás potencias, miembros de la Conferencia de Desarme que se estaba reuniendo en ese momento y que examinaba la propuesta soviética de concluir un pacto de no-agresión y un pacto para determinar quién era el agresor, Gran Bretaña y Francia asestaron un golpe al trabajo emprendido para asegurar la paz y la seguridad de los pueblos.

Tras esto, en 1934, Inglaterra y Francia ayudaron a Hitler, a espaldas de la URSS, para que se beneficiara de la actitud hostil de la Polonia señorial, su aliado, cuyo resultado fue la conclusión del pacto germano-polaco de no-agresión, que fue una de las etapas importantes en los preparativos de la agresión alemana. Hitler necesitaba este pacto para desorganizar las filas de los partidarios de la seguridad colectiva y para demostrar, con este ejemplo, que Europa necesitaba no una seguridad colectiva, sino acuerdos bilaterales. Esto permitía a los agresores alemanes decidir cuándo y con quién debían concluirse acuerdos, y cuándo y quién debía ser atacado. No hay duda alguna que el pacto germano-polaco constituía la primera brecha importante en la estructura de la seguridad colectiva.

Hitler se envalentonó y puso en marcha numerosas medidas destinadas a reconstruir abiertamente las fuerzas armadas de Alemania, lo que no generó ningún tipo de resistencia entre los dirigentes ingleses y franceses. Al contrario, poco tiempo después, en 1935, se concluyó en Londres -a donde había llegado Ribbentrop para llevar a cabo este objetivo- un acuerdo naval anglo-alemán, según cuyos términos Gran Bretaña aceptaba el restablecimiento de las fuerzas navales alemanas, que llegaban a ser tan importantes como la flota de guerra francesa. Hitler, obtenía así el derecho a construir submarinos de un tonelaje global equivalente al 45 por ciento de la flota submarina británica. Fue igualmente en este periodo cuando se produjeron los actos unilaterales de la Alemania hitleriana, cuyo objetivo era suprimir todos las demás restricciones relativas al aumento de las fuerzas armadas de Alemania, restricciones establecidas por el Tratado de Versalles; estos actos tampoco provocaron ningún tipo de resistencia por parte de Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

Las ambiciones de los agresores fascistas aumentaban de día en día, mientras que Estados Unidos Gran Bretaña y Francia daban muestras de una evidente tolerancia. Verdaderamente, hay que decir que no fue casual que las intervenciones militares llevadas a cabo en esta época por Alemania e Italia en Etiopía y España no les plantearon problema alguno.


La Unión Soviética. Iniciadora y adalid de la seguridad colectiva

La Unión Soviética era la única que perseguía de manera firme y consecuente su política de paz, defendiendo los principios de igualdad en derechos y de independencia con relación a Etiopía, que era, por otra parte, uno de los miembros de la Sociedad de Naciones, así como el derecho del legítimo gobierno republicano de España a recibir apoyo de los países democráticos en su lucha contra la intervención germano-italiana.

La Unión Soviética -decía V. Molotov, al hablar de la agresión italiana a Etiopía- en la sesión de Comité Central Ejecutivo de la URSS- ha demostrado en la Sociedad de Naciones, basándose en el ejemplo de un pequeño país, Etiopía, que era fiel a este principio: el de la independencia de todos los Estados y el de su igualdad en tanto que Naciones.

La Unión Soviética también ha aprovechado su participación en la Sociedad de Naciones para poner en práctica su línea de conducta en relación con el agresor imperialista. V. Molotov dijo entonces: La guerra italo-etíope muestra que aumenta la amenaza de una guerra mundial y que se aproxima cada vez más a Europa.

¿Qué hacían durante este período los Gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia cuando, ante sus ojos y de una manera cada vez más desvergonzada, reprimían bestialmente a sus víctimas? No se movieron lo más mínimo para frenar a los agresores alemanes e italianos, para defender los derechos de los pueblos pisoteados, para mantener la paz y frenar la eminente amenaza de una II Guerra Mundial.

Sólo la Unión Soviética hizo todo lo posible para cortar el paso a los agresores fascistas. La Unión Soviética se convirtió en la iniciadora y adalid de la seguridad colectiva. Desde el 6 de febrero de 1933, M. Litvinov, representante de la Unión Soviética en la Comisión General de Desarme, había propuesto que se hiciera una declaración en la que se definieran los términos de agresión y agresor.

Al proponer que se definiera el término de agresor, la Unión Soviética partía de la necesidad de que se precisara, en lo que fuera posible, el término de AGRESIÓN, en interés de la seguridad general y con el objetivo de facilitar un acuerdo sobre una reducción máxima del armamento; y esto, a fin de descartar todo pretexto que pudiera tender a justificarla. Sin embargo, la Conferencia, bajo la dirección de Inglaterra y Francia, que favorecían la agresión alemana, no aceptó esta propuesta.

Todo el mundo conoce la persistente y prolongada lucha de la Unión Soviética y de su delegación, presidida por M. Litvinov, en la Sociedad de Naciones a favor del mantenimiento y reforzamiento de la seguridad colectiva, alzando su voz a favor de este principio en casi todas las sesiones y en casi todas las comisiones. Pero, como se sabe, la voz de la Unión Soviética era como una voz en el desierto. Todo el mundo conocía las propuestas de la delegación soviética sobre las medidas a tomar para reforzar la seguridad colectiva, propuestas dirigidas a M. Avenlo, Secretario General de la Sociedad de Naciones, siguiendo la órdenes del Gobierno soviético, con fecha del 30 de agosto de 1936; se pedía que la Sociedad de Naciones las examinara. Pero, como también se sabe, estas propuestas se enterraron en los archivos de la Sociedad de Naciones y no se les dio curso.




Capitulación anglo-francesa en la Sociedad de Naciones

Era evidente que Inglaterra y Francia, que en ese momento desempeñaban el papel más importante en la Sociedad de Naciones, renunciaban a resistir colectivamente a la agresión alemana. Renunciaban a la seguridad colectiva porque ésta les impedía proseguir su nueva política de apaciguamiento de la agresión alemana, en realidad, una política de concesiones a la agresión hitleriana. Ciertamente, una política así no podía sino reforzar la agresión alemana. Pero los círculos dirigentes anglo-franceses consideraban que esto no era peligroso, puesto que, al dar satisfacción a los agresores alemanes en el Oeste, se les podría dirigir más tarde hacia el Este y convertirlos en un arma contra la URSS.

En el Informe presentado al XVII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en marzo de 1939, al exponer las razones del reforzamiento de la agresión hitleriana, J. Stalin decía: La razón principal consiste en que la mayoría de los países no agresivos y, ante todo, Inglaterra y Francia, renuncian a la política de la seguridad colectiva, a la política de resistencia activa a los agresores, y en que adoptan una actitud de no intervención, una actitud de neutralidad.

Para desorientar al lector y, al tiempo, calumniar al Gobierno soviético, el corresponsal americano Nil Stanford afirma que el Gobierno soviético se oponía a la seguridad colectiva, que M. Litvinov fue apartado de su puesto de Comisario de Asuntos Exteriores y sustituido por V. Molotov porque mantenía una política cuyo objetivo era reforzar la seguridad colectiva. Es difícil imaginar algo más estúpido que esta fantástica afirmación. Es evidente que M. Litvinov no llevaba a cabo una política personal, sino la del Gobierno soviético. Por otra parte, en todo el mundo se conoce la lucha que este gobierno y todos sus representantes, M. Litvinov incluido, han mantenido a favor de la seguridad colectiva durante todo el período anterior a la guerra.

En cuanto a la designación de V. Molotov para el puesto de Comisario del pueblo de Asuntos Exteriores, es evidente que en una situación complicada, cuando los fascistas preparaban la II Guerra Mundial y cuando Gran Bretaña y Francia, tras ellas, los Estados Unidos, les dejaban hacer a sus anchas y les animaban en sus planes de guerra contra la URSS, era necesario poner en un puesto de tanta responsabilidad como el de Comisario de Asuntos Exteriores a un hombre de Estado más experimentado y que gozaba de una confianza mayor que M. Litvinov en el país.

Los verdaderos responsables de la agresión hitleriana

No es casual que las potencias occidentales hayan renunciado al pacto de la seguridad colectiva. Durante este período, se entabló una lucha entre las líneas de conducta en la política internacional. Una consistía en luchar por la paz, por la organización de la seguridad colectiva; su objetivo era resistir a la agresión con el esfuerzo conjunto de los pueblos pacíficos. Esta línea de conducta era la de la Unión Soviética, que defendía de una manera firme y consecuente los intereses de todos los pueblos pacíficos, grandes y pequeños. La otra línea de conducta era la de la renuncia a la organización de la seguridad colectiva y a la resistencia a la agresión, lo que, necesariamente, alentaba a los países fascistas a reforzar su acción agresiva; por ello, esta posición contribuía al desencadenamiento de una nueva guerra.

Todo esto demuestra que la única verdad histórica es que la agresión hitleriana fue posible, en primer lugar, porque los Estados Unidos ayudaron a los alemanes a crear en poco la base económica y militar de la agresión alemana y porque les suministraron las armas para esta agresión y, en segundo lugar, porque la renuncia a la seguridad colectiva de los círculos anglo-franceses desorganizó las filas de los países pacíficos, desunió el frente único de estos países frente a la agresión, abrió el camino a la agresión alemana y ayudo a Hitler a desencadenar la II Guerra Mundial.
¿Qué hubiera pasado si los Estados Unidos no hubiera financiado la industria pesada de la Alemania hitleriana y si Inglaterra y Francia no hubieran renunciado a la seguridad colectiva sino que, por el contrario, hubieran organizado con la Unión Soviética la respuesta colectiva a la agresión alemana? La agresión hitleriana se habría visto privada de bastante armamento. La política hitleriana de conquista se hubiera encontrado pillada entre las tenazas de régimen de la seguridad colectiva. Las oportunidades de los hitlerianos de poder desencadenar con éxito una II Guerra Mundial, habrían sido derrotadas durante el primer año de la guerra.
Desgraciadamente, no fue el caso, y ello a causa de la funesta política de los Estados Unidos,Inglaterra y Francia durante todo el período anterior a la guerra.
He aquí a los culpables de que los hitlerianos hayan podido, no sin éxito, desencadenar una II Guerra Mundial, que duro casi 6 años y que produjo millones de victimas.

II No lucha contra la agresión alemana, sino política de aislamiento de la URSS

El desarrollo posterior de los acontecimientos muestra aún más claramente que los círculos gobernantes de Inglaterra y Francia se dedicaban a alentar a Alemania y a empujarla hacia el camino de las conquistas al otorgar concesiones y favores a los estados fascistas que, en 1936, se habían agrupado en un bloque militar y político conocido con el nombre de eje Berlín-Roma.
Al rechazar la política de la seguridad colectiva, Inglaterra y Francia adoptaron la actitud de una pretendida no-intervención, con respecto a la que Stalin decía: ...la política de no-intervención se puede caracterizar como que cada país se defienda de los agresores como quiera y como pueda, esto no nos afecta, vamos a comerciar tanto con los agresores como con las víctimas. Pero, en realidad, la política de nointervención equivale a dejar hacer al agresor, a desencadenar la guerra y, por lo tanto, a transformarla en una guerra mundial (7).
El amplio y peligroso juego político iniciado por los defensores de la política de nointervención puede acabar en un gran fiasco (8).
Desde 1937, estaba perfectamente claro que se iba hacia una gran guerra maquinada por Hitler, quién se beneficiaba del hecho de que Gran Bretaña y Francia le dejaban hacer.

La verdadera naturaleza de la política exterior anglo-francesa
Los documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán incautadas por las tropas soviéticas desvelan la verdadera naturaleza de la política exterior de Gran Bretaña y Francia durante este periodo. Tal y como demuestran estos documentos, el fondo de la política anglo-francesa no consistía en agrupar a las fuerzas de los estados pacíficos para una lucha común contra la agresión, sino en aislar a la URSS y en dirigir la agresión hitleriana hacia el Este, contra la Unión Soviética, utilizando a Hitler como el instrumento de sus objetivos.

Al hacer esto, los gobiernos de Inglaterra y Francia conocían a la perfección la orientación fundamental de la política exterior hitleriana, y que el propio Hitler había definido de la siguiente forma: Nosotros, nacional-socialistas, ponemos punto final, a sabiendas de lo que hacemos, a la orientación de nuestra política exterior anterior a la guerra. Comenzamos en el mismo sitio en que nos paramos hace seis siglos. Abandonamos el perpetuo deseo de expansión hacia el Sur y el Oeste de Europa, y volvemos nuestra mirada hacia las tierras del Este.
Rompemos, en fin, con la política colonial y comercial de antes de la guerra y pasamos a la política territorial del futuro. Pero hoy, cuando hablamos en Europa de nuevas tierras, no podemos sino soñar en primer lugar en Rusia y en los estados limítrofes subordinados a ella. Parece como si el mismo destino nos mostrara el camino (9).
Hasta ahora, generalmente se había pensado que toda la responsabilidad de la política de traición de Munich incumbía a los círculos gobernantes de Inglaterra y Francia, a los gobiernos de Chamberlain y Dadalier. El hecho de que el gobierno norteamericano se haya encargado de publicar los documentos de los archivos alemanes, excluyendo de la recopilación los relativos al acuerdo de Munich, demuestra que este Gobierno está interesado en disculpar a los héroes de la traición de Munich y en intentar achacar la culpa a la URSS.

Impúdico tráfico de territorios ajenos

También antaño estaba suficientemente claro el fondo de la política muniquesa de Inglaterra y Francia. Sin embargo, los documentos de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán que están en poder del Gobierno Soviético, aportan numerosos datos complementarios que desvelan el verdadero sentido de la diplomacia de las potencias occidentales durante el periodo anterior a la guerra: muestran cómo se ha jugado con los destinos de los pueblos, con qué impudicia se traficaba con territorios ajenos, cómo se recortaba el mapa mundial en secreto, cómo se alentaba la agresión hitleriana y que esfuerzos hacian para orientar esta agresión hacia el Este, contra la Unión Soviética.
Esto está elocuentemente acreditado, por ejemplo, en el documento alemán que contiene el texto de una entrevista, celebrada el 19 de noviembre de 1937 en Oberssallzberg, entre Hitler y el ministro alemán de Asuntos Exteriores, von Neurath.
Halifax declaró que: Él [lord Halifax] y los demás miembros del gobierno inglés estaban convencidos de que Hitler había obtenido grandes resultados no sólo en Alemania, sino que, además, al destruir el comunismo en su país, le había cortado el camino hacia Europa Occidental y que, por esta razón, se podía considerar a Alemania, con toda razón, como el bastión de Occidente contra el bolchevismo (10).
Halifax declaraba, en nombre del primer ministro británico que, con tal de que Alemania e Inglaterra se entendieran también con Francia e Italia, había plenas posibilidades de resolver incluso los problemas más difíciles.

Extensión del eje Berlín-Roma a Londres y París

Halifax decía: No hay que tener la impresión de que el eje Berlín-Roma o las buenas relaciones entre Londres y Paris tuvieran que desembarcar en un acercamiento germano-británico. Una vez preparado el terreno, gracias al acercamiento germano-británico, las cuatro grandes potencias de Europa Occidental, (11) deberán preparar conjuntamente la base sobre la que se pueda establecer en Europa una paz duradera. En ningún caso, ninguna de las cuatro potencias deber quedar al margen de esta colaboración; sino, no se podrá poner fin a la inestabilidad actual (12).
Así, desde 1937, en nombre del Gobierno inglés, Halifax proponía a Hitler la adhesión de Inglaterra y, al mismo tiempo, de Francia, al eje Berlín-Roma.
Sin embargo, Hitler respondió a esta propuesta declarando que un acuerdo como éste, entre las cuatro potencias, le parecía muy fácil de realizar siempre y cuando se actuase de una buena voluntad y respeto mutuo, pero que las cosas se complicarían si no se consideraba a Alemania como un Estado que ya no llevaba el estigma moral o material del Tratado de Versalles.
El realismo de Halifax y Chamberlain
Según el texto de la entrevista, Halifax respondió: Los ingleses somos realistas y, quizás más que cualquier otro, estamos convencidos de que los errores de la imposición de Versalles se deben corregir. También en otro tiempo, Inglaterra ejerció siempre su influencia en este sentido realista. Halifax destacó el papel jugado por Inglaterra cuando la evacuación prematura de Renania, el arreglo de la cuestión de las reparaciones y la recuperación de Renania (13).
La continuación del texto de la entrevista de Hitler-Halifax demuestra que el Gobierno inglés había adoptado una actitud favorable a los planes hitlerianos de la adquisición de Dantzing, Austria y Checoslovaquia. Tras haber examinado con Hitler las cuestiones del desarme y la SDN [Sociedad de Naciones], y haber observado que estos problemas necesitaban discutirse aún, Halifax declaró: De todas las demás cuestiones, se puede decir que conciernen a cambios del orden europeo, los que se llevarán a cabo, con toda probabilidad, tarde o temprano. En relación con estas cuestiones figuran Dantzing, Austria y Checoslovaquia. Inglaterra sólo está interesada en una cosa: que estos cambios se lleven a cambio por medio de una evolución pacífica y que se puedan evitar los métodos susceptibles de ocasionar nuevos desórdenes que no desearían ni el Führer ni los otros países (14).
Se ve que esta entrevista no era un simple sondeo, una forma de tratar al interlocutor -lo que a veces es una necesidad política-, sino una conclusión, un acuerdo secreto entre el Gobierno inglés y Hitler, para satisfacer el apetito de conquista de éste a expensas de terceros países.
Conviene señalar a este respecto la declaración del ministro inglés Simon en el Parlamento, el 21 de febrero de 1938, donde dijo que Gran Bretaña jamás había dado garantía especial alguna sobre la independencia de Austria. Se trataba de una mentira manifiesta, puesto que dichas garantías estaban en los Tratados de Versalles y de Saint-Germain.
En la misma época, el primer ministro Chamberlain, declaró que Austria no podía contar con ningún tipo de defensa por parte de la Sociedad de Naciones.
No debemos intentar, dijo Chamberlain, caer nosotros mismos en el error y, menos aún, engañar a las naciones pequeñas y débiles, haciéndoles creer que la SDN va a defenderlas contra la agresión y que se podrá actuar en consecuencia, pues todos nosotros sabemos que nada de esto se puede llevar a cabo (15).
Así alentaban a Hitler los dirigentes de la política británica para que emprendiera las conquistas.
Henderson pone las bases de una verdadera y cordial amistad con Alemania Los archivos alemanes incautados por las tropas soviéticas en Berlín contienen también el texto de una entrevista entre Hitler y el embajador británico en Alemania, Henderson, que se celebró en presencia de Ribbentrop, el 3 de marzo de 1938 (16). Desde el principio de esta entrevista, Henderson subrayó su carácter confidencial, estipulando que ni siquiera comunicarían su celebración a los franceses, ni a los belgas, ni a los portugueses, ni a los italianos; simplemente se limitarían a decirles que esta entrevista era continuación de las conversaciones Halifax-Hitler y que se habían dedicado a tratar cuestiones relativas a Alemania e Inglaterra.
Durante esta entrevista, y hablando en nombre del Gobierno inglés, Henderson señaló que: No se trata de una transacción comercial, sino de un intento de establecer las bases de una verdadera y cordial amistad con Alemania, comenzando por mejorar la situación y acabando por crear un nuevo espíritu de comprensión amigable (17).
Al no poner objeciones a las exigencias de Hitler de agrupar a Europa sin Rusia, Henderson recordó que Halifax, que era ya en esa época ministro de Asuntos Exteriores, había aceptado ya los cambios territoriales que Alemania se disponía a hacer en Europa, y que: Dio pruebas de un gran coraje cuando, a pesar de todo, arrancó la máscara a frases internacionales como la seguridad colectiva, etc.
Por ello, añadía Henderson, Inglaterra se declaraba dispuesta a descartar todas las dificultades y pregunta a Alemania si, a su vez, está dispuesta a hacer otro tanto (18).
Cuando Ribbentrop intervino en la conversación para señalar a Henderson que el ministro de Inglaterra en Viena había efectuado a von Papen una declaración de tintes dramáticos sobre los acontecimientos de Austria, Henderson se apresuró a desolidarizarse de la declaración de su colega diciendo que él mismo, Neville Henderson, se había pronunciado con frecuencia sobre el Anschluss.
Tal era el lenguaje de la diplomacia inglesa en el período anterior a la guerra.

Crisis de alarma de la URSS tras el Anschluss
Tras esta entente, desde el 12 de marzo de 1938, Hitler se apoderó de Austria sin enfrentarse a ninguna resistencia por parte de Inglaterra y Francia. En ese momento, la Unión Soviética fue la única en lanzar un grito de alarma y un nuevo llamamiento a la organización de la defensa colectiva de la independencia de los países amenazados de agresión. Ya el 17 de marzo de 1938 el Gobierno soviético había dirigido una nota a las potencias imperialistas, en la que se declaraba dispuesta a emprender en la SDN junto a las demás potencias, o al margen de ella, el examen de medidas prácticas destinadas a frenar el desarrollo de la agresión y a suprimir el peligro más acuciante, el de una nueva carnicería mundial (19).
La respuesta del gobierno inglés a la nota soviética ponía al descubierto que dicho gobierno no
quería oponerse a estos planes de agresión hitleriana.

Allí se dijo que, en opinión del Gobierno de su Majestad, realizar una conferencia para adoptar acciones conjuntas contra la agresión no ejercería, necesariamente, una influencia favorable para las perspectivas de la paz europea (20).
La ocupación de Checoslovaquia por parte de Alemania fue el eslabón siguiente en la cadena de la
agresión alemana y de la preparación de la guerra en Europa. Y este importante paso hacia el desencadenamiento de la guerra en Europa, Hitler únicamente lo pudo hacer con el apoyo directo de Inglaterra y Francia.
El 10 de julio de 1938, el embajador de Alemania en Londres comunicaba a Berlín que el gobierno
inglés: Había considerado la búsqueda de un compromiso con Alemania uno de los puntos esenciales de su programa y que dicho gobierno manifiesta hacia Alemania la máxima comprensión, exactamente la misma que podía manifestar cualquiera de los posibles equipos de hombres políticos ingleses (21).
Dircksen escribía que el gobierno inglés: Se había aproximado bastante a la comprensión de los puntos más esenciales de las reivindicaciones fundamentales de Alemania: la eliminación de la
Unión Soviética del acuerdo sobre el destino de Europa y, en ese mismo espíritu, el aislamiento de la SDN y la oportunidad de negociaciones y tratados bilaterales.
Dircksen mandaba decir igualmente a Berlín que el gobierno inglés estaba dispuesto a hacer
grandes sacrificios para satisfacer las demás reivindicaciones, totalmente justas, de Alemania.
Por ello, realmente se había producido una entente entre el gobierno inglés y Hitler, que iba aún más lejos, y que atañía a los planes de política exterior, lo que Dircksen señalaba en su informe dirigido a Berlín con tanta fuerza de expresión.
Checoslovaquia traicionada en Munich por sus aliados anglo-franceses Apenas hay necesidad de recordar los incuestionables hechos que se refieren directamente a la traición de Munich. Sin embargo, no hay que olvidar que el 19 de septiembre de 1938, es decir, cuatro días después de la entrevista Hitler-Chamberlain (este último había ido en avión a la residencia hitleriana de Berchlesgaden), los representantes de los gobiernos británico y francés exigían al gobierno checoslovaco el traspaso a Alemania de las regiones de Checoslovaquia pobladas principalmente por alemanes de los Sudetes. Para justificar esta exigencia, declaraban que, sin eso, sería imposible mantener la paz y asegurar los intereses vitales de Checoslovaquia. Los protectores anglo-franceses de la agresión hitleriana intentaban cubrir su traición con la promesa de una garantía internacional de las nuevas fronteras del Estado checoslovaco como contribución a la obra del apaciguamiento de Europa (22).
El 20 de septiembre, el Gobierno checoslovaco respondía a las respuestas anglo-francesas.
Declaraba que la adopción de dichas propuestas equivaldría a una completa y voluntaria mutilación del Estado desde todos los puntos de vista.
El Gobierno checoslovaco llamaba la atención de los gobiernos inglés y francés sobre el hecho de que la parálisis de Checoslovaquia traería como consecuencia profundos cambios políticos en toda Europa Central y en el Sudeste.
El equilibrio de fuerzas en Europa Central, y en Europa en general -declaraba el Gobierno checoslovaco en su respuesta- se destruiría, lo que acarrearía graves consecuencias para todos los demás Estados, muy particularmente para Francia.
El gobierno checoslovaco hacia un último llamamiento a los Gobiernos de Inglaterra y Francia; les pedía que reconsideraran su punto de vista, señalando, además, que esto no sólo iba en interés de Checoslovaquia, sino también en el de sus amigos, en interés de la causa de la paz y de un normal desarrollo en Europa.
Los gobernantes anglo-franceses permanecieron impasibles. Al día siguiente, el Gobierno inglés enviaba su respuesta al Gobierno checoslovaco. En su nota, le proponía que retirara su respuesta a las propuestas iniciales anglo-francesas y que sopesara con urgencia y seriamente los pros y los contras antes de crear una situación cuya responsabilidad no podría asumir el gobierno inglés. En conclusión, el Gobierno inglés señalaba no creía que el proyecto de arbitraje checoslovaco fuera aceptable en ese preciso momento. La nota señalaba que el gobierno inglés no pensaba que el gobierno alemán considere la situación como susceptible de poderse resolver por la vía del arbitraje, tal y como propone el Gobierno checoslovaco.
En conclusión, la nota inglesa lanzaba una advertencia al Gobierno checoslovaco y declaraba en tono amenazante que, si el Gobierno checoslovaco rechazaba el consejo de Inglaterra, le sería lícito recurrir a todo tipo de acciones, que considerara adecuadas a la situación que pudiera presentarse más adelante.
La Conferencia de Munich, acto dirigido contra la URSS y la paz
La conferencia de Munich, celebrada los días 29 y 30 de septiembre de 1938 entre Hitler, Chamberlain, Mussolini y Dadalier, fue el colofón de la vergonzosa transacción, enteramente concertada de antemano entre los principales participantes del complot contra la paz. La suerte de Checoslovaquia se decidió sin que ella participara en lo más mínimo en las decisiones tomadas. Los representantes de Checoslovaquia únicamente fueron invitados a Munich para esperar sumisamente las decisiones de la entente entre los imperialistas.
La actitud de Inglaterra y Francia no dejaba duda alguna, por otra parte, sobre este punto: el acto inaudito de la traición de los gobiernos inglés y francés, a espaldas del pueblo checoslovaco y su República, no era en modo alguno un episodio fortuito en la política de estos Estados, sino un
importante elemento de la misma cuyo objetivo era orientar la agresión hitleriana contra la Unión Soviética.
En esta época, Stalin denunció el verdadero sentido de la Entente de Munich al decir que se les ha dado a Alemania regiones de Checoslovaquia en pago a su compromiso de desencadenar la guerra contra la Unión Soviética (23).
La esencia de la política de los círculos gobernantes anglo-franceses durante este periodo se puso de manifiesto en las siguientes palabras de Stalin pronunciadas en el XVIII Congreso del Partido
Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, celebrado en marzo de 1939: La política de no-intervención -decía Stalin- equivale a tolerar la agresión, a desencadenar la guerra y, en consecuencia, a transformarla en Guerra Mundial. En la política de no-intervención subyace la aspiración, el deseo de no impedir que los agresores lleven a cabo su tenebrosa obra; de no impedir, por ejemplo, que Japón se enmarañe en la guerra con China y, mejor aún, con la Unión Soviética; de no impedir, sobre todo, que Alemania se empantane en los asuntos europeos, se enzarce en la guerra contra la Unión Soviética; permitir a todas las partes beligerantes hundirse hasta el cuello en el fango de la guerra, alentarles a ello hipócritamente, dejarles que se debiliten y se agoten mutuamente y, luego, cuando ya este suficientemente debilitados, aparecer
en escena con fuerzas frescas e intervenir, naturalmente, ‘en interés de la paz’ e ‘imponer sus condiciones a los beligerantes debilitados’ (24).

El acuerdo de Munich fue acogido con indignación y con un contundente voto de censura en los círculos democráticos de diversos países, incluidos los Estados Unidos de América, Gran Bretaña y Francia. Se puede juzgar la actitud de estos círculos frente a la traición muniquesa de los gobernantes anglo-franceses tan sólo por comentarios como los que se encuentran, por ejemplo, en el libro publicado por M. Sayers y A. E. Kahn en Estados Unidos, bajo el titulo La guerra secreta contra la Unión Soviética. He aquí lo que escribían los autores de este libro sobre Munich: Los gobiernos de la Alemania nazi, de la Italia fascista, de la Gran Bretaña y de Francia firmaron el Pacto de Munich, la santa alianza antisoviética con la que soñaba la reacción
mundial desde 1918. El pacto privaba a la URSS de todo aliado. El pacto francosoviético, piedra angular de la seguridad colectiva europea, estaba muerto. El país de los Sudetes checo quedaba anexionado a la Alemania nazi. El camino del Este quedaba abierto para la Wehrmacht (25).
La Unión Soviética fiel a sus compromisos
De todas las grandes potencias, la Unión Soviética ha sido la única que ha tomado parte activa en todas las etapas de la tragedia checoslovaca, en la defensa de la independencia y de los derechos nacionales de Checoslovaquia. En sus intentos por justificarse ante los ojos de la opinión pública, los gobiernos de Inglaterra y Francia han pretendido hacernos creer, de manera hipócrita, que no sabían si la Unión Soviética cumpliría los compromisos con Checoslovaquia que se desprendían del tratado de asistencia mutua. Pero también afirmaban algo que sabían que era falso, pues el Gobierno Soviético había declarado públicamente que estaba dispuesto a intervenir al lado de Checoslovaquia contra Alemania, de acuerdo con las cláusulas de este Tratado que estipulaba la intervención simultánea de Francia en defensa de Checoslovaquia. Pero Francia se negó a cumplir con su deber.
No obstante, la víspera de la transacción de Munich, el Gobierno soviético declaró nuevamente que abogaba por la convocatoria de una Conferencia internacional para aportar una ayuda práctica a Checoslovaquia y tomar medidas prácticas para mantener la paz.
Cuando la ocupación de Checoslovaquia fue ya un hecho consumado, y los gobiernos de los países imperialistas declaraban uno tras otro que reconocían el hecho consumado, el Gobierno soviético, en su nota del 18 de marzo, condenó la ocupación de Checoslovaquia como un acto arbitrario de violencia y agresión. En esta misma nota, el Gobierno soviético señalaba que los actos de Alemania habían creado y reforzado la amenaza para la paz mundial, que había turbado la estabilidad política en Europa Central, multiplicando los elementos del estado de alarma existente ya en Europa y dado un nuevo golpe al sentimiento de seguridad de los pueblos (26).
Pero no se limitaron sólo a entregar Checoslovaquia a Hitler. Los gobiernos de Inglaterra y Francia se apresuraron, a cuál más, a firmar ampliar acuerdos políticos con la Alemania hitleriana. El 30 de septiembre de 1938, Chamberlain y Hitler firmaron una declaración anglo-alemana en la que se decía:
Hemos proseguido hoy nuestra entrevista y hemos llegado unánimemente a la convicción de que la cuestión de las relaciones germano-inglesas tiene una importancia de primer orden para ambos países y para Europa. Consideramos el acuerdo firmado ayer por la tarde, al igual que el acuerdo naval germano-inglés, como el símbolo del deseo de nuestros pueblos de no declararse nunca más la guerra. Igualmente, estamos firmemente resueltos a examinar las demás cuestiones importantes para nuestros dos países, vía consultas, y a esforzarnos por descartar cualquier diferencia en el futuro, a fin de contribuir también a asegurar la paz en Europa (27).
Se trataba, por parte de Inglaterra y Alemania, de una declaración de no-agresión entre estos dos países.
El acuerdo Bonnet-Ribbentrop
El 5 de diciembre de 1938 se firmó una declaración franco-alemana entre Bonnet y Ribbentrop, análoga a la declaración anglo-alemana.
En ella se decía que loa gobiernos alemán y francés habían llegado a la convicción de que las relaciones pacíficas y de buena vecindad entre Alemania y Francia constituían una de las premisas esenciales de la consolidación de las relaciones europeas y de la salvaguarda de la paz mundial, y que ambos gobiernos se esforzarían todo lo posible para asegurar el mantenimiento de relaciones de esta naturaleza entre sus países. La declaración constataba que entre Francia y Alemania ya no existía ninguna cuestión en litigio de orden territorial y que la frontera entre sus países era definitiva. En conclusión, la declaración decía que los dos gobiernos habían adoptado la firme resolución, sin perjuicio de sus relaciones particulares con terceras potencias, de mantener un contacto mutuo sobre todas aquellas cuestiones relativas a sus dos países y para consultarse mutuamente en los casos en que esas cuestiones pudieran conducir a complicaciones internacionales en su evolución posterior.
En el fondo, la conclusión de estos acuerdos significaba que Inglaterra y Francia habían firmado pactos de no-agresión con Hitler.
Podemos ver con toda claridad cómo se perfila en estos acuerdos con la Alemania hitleriana, el deseo de los gobiernos inglés y francés de descartar la amenaza de la agresión hitleriana contra
ellos, en la idea de que el acuerdo de Munich y otras conversaciones análogas ya habían abierto las puertas a la agresión hitleriana hacia el Este, hacia la zona de la Unión Soviética.
De esta forma se crearon las condiciones políticas necesarias para la Unión de Europa sin Rusia.
Se iba hacia el total aislamiento de la Unión Soviética.
III El aislamiento de la Unión Soviética, el Pacto germanosoviético de no-agresión Tras la ocupación de Checoslovaquia, la Alemania fascista comenzó a preparar la guerra abiertamente, bajo la mirada del mundo entero. Hitler, alentado por Inglaterra y Francia, ya ni disimuló y dejo de presentarse como un partidario de un arreglo pacífico de los problemas europeos.
Comenzaban los meses más dramáticos del período anterior a la guerra. Ya en ese momento era evidente que cada día que pasaba acercaba a la humanidad a una catástrofe militar sin precedentes.
¿Cuál era entonces la política de la Unión Soviética, por un lado, y de Gran Bretaña y Francia por otro?
El intento de eludir la respuesta a esta pregunta, intento llevado a cabo por los falsificadores de la
historia en Estados Unidos, sólo demuestra que no tienen la conciencia tranquila.

Doble juego de los gobiernos inglés y francés
La verdad es que Inglaterra y Francia, apoyados por los círculos dirigentes de Estados Unidos, continuaron manteniendo la antigua línea de su política, incluso en este fatal período de la
primavera y verano de 1939, cuando la guerra golpeaba a la puerta. Era una política de provocación que empujaba a la Alemania hitleriana contra la Unión Soviética. Para dar el pego, se velaba esta
política, no sólo con frases hipócritas en las que se declaraban estar dispuestos a cooperar con la URSS, sino también con ciertas maniobras diplomáticas bastante elementales cuyo objetivo era esconder a sus pueblos el verdadero carácter de la línea política seguida.
Estas maniobras consistieron, ante todo, en las conversaciones de 1939 que Inglaterra y Francia habían decidido emprender con la Unión Soviética. Para engañar a la opinión pública, los círculos dirigentes anglo-franceses intentaron presentas dichas conversaciones como un intento serio de impedir los progresos de la agresión hitleriana. Pero, visto el curso posterior de los acontecimientos, quedó claramente de manifiesto que, ya desde el principio, estas conversaciones no eran más que una nueva fase en el doble juego de los anglo-franceses.
Esto estaba igualmente claro para los dirigentes de la Alemania hitleriana para quienes no era ningún secreto, naturalmente, el sentido de las conversaciones iniciadas por los gobiernos de Inglaterra y Francia con la Unión Soviética. Veamos, por ejemplo, lo que escribía a este respecto Dircksen, embajador de Alemania en Londres, en su informe del 3 de agosto de 1939, dirigido al Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, según los documentos incautados por el Ejército Soviético durante la derrota de la Alemania hitleriana: Aquí predominaba la impresión de que los lazos establecidos en los últimos meses con los otros Estados sólo son medidas auxiliares de cara a una verdadera reconciliación con Alemania y que estos lazos desaparecerán tan pronto como se haya alcanzado el único objetivo importante y digno de esfuerzo: el acuerdo con Alemania.
Todos los diplomáticos alemanes que observaron la situación en Londres compartían enteramente esta opinión.
En otro informe enviado a Berlín, Dircksen escribía: Por su armamento y consiguiendo aliados, Inglaterra quiere aumentar su potencia y ponerse al nivel del Eje. Pero, al mismo tiempo, quiere conseguir un acuerdo de amistad con Alemania por la vía de la negociación (28).

Fuentes consultadas:
(1) Corvin Edwards: Los cártels internacionales en la economía y en la política, 1947
(2) Richard Sasuly: I.G. Farben. Bont y Eger, Nueva York, 1917, pág. 80
(3) Stock Exchange Year Book, Londres 1925. Who in America, Who's Who in America Finance
Moody's Manual of Corporation, Foor's Manual, 1924-1930.
(4) V. Molotov: Artículos y discursos, 1935-36, pág.176
(5) V. Molotov: Ibidem, pág. 177
(6) J. Stalin: Informe presentado al XVIII Congreso del Partido sobre la actividad del Comité
Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Cuestiones del leninismo, pág.570
(7) Informe estenografiado del XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS;
O. G. I.Z.
(8) Ibidem
(9) A. Hitler: Mein Kampf, Munich 1936, pág.742
(10) Texto de una entrevista entre el Führer, canciller de Reich y lord Halifax, en presencia de M.

von Neurath, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, en Obbersalzberg, 19-11-1937 (archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores alemán).
(11) Se trata de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia
(12) Ver: Texto de una entrevista entre el Führer, canciller del Reich y lord Halifax (ya citada en la
nota 10)
(13) Texto de una entrevista entre el Führer, canciller del Reich, y lord Halifax, en presencia de M.,
ministro de Asuntos Exteriores del Reich, en Obberssalzberg, 19-11-1937 (archivos del Ministerio
de Asuntos Exteriores alemán)
(14) Ibídem
(15) Times del 23 de febrero de 1938, pág. 8
(16) Texto de la entrevista entre el Fúhrer y el embajador real británico, que se celebró en presencia
de M. von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, el 3 de marzo de 1938 en Berlín
(archivos del ministerio de Asuntos Exteriores alemán)
(17) Texto de la entrevista entre el Führer (canciller del Reich) y el embajador real británico que se
celebró en presencia de M. von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores del Reich, el 3 de marzo
de 1938 en Berlín (archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán)
(18) Ibidem
(19) Izvestia del 16 de marzo de 1938
(20) Nota del Ministerio de Asuntos Exteriores británico del 21 de marzo de 1938
(21) Informe Político de 10 de julio de 1938, continuación del informe A número 2589 del 10 de
junio del año en año curso, sacado de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán
(22) Correspondance respectiva Czecheslovakia, septiembre, 1983, Londres 1938, cid5847, pág.89
(23) XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS. Informe estenografiado
O.G.I.Z. 1939, pág. 14
(24) XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS. Informe estenografiado
O.G.I.Z. 1939, pág.14
(25) Sayers y Kahn: The Great Conspiracy, Boston, 1946, pp.321-325
(26) Izvestia, 20 de marzo de 1939
(27) Archiv für Aussenpolitik und Landerkunde septiembre 1938, pág.483
(28) Informe de Dircksen Sobre el desarrollo de las relaciones políticas entre Alemania e
Inglaterra durante mi misión en Londres, redactado en septiembre de 1939.

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