Escrito por Egmidio Cañizales Guedez
JUEGO ENTRE HERMANAS
América del Norte,
soy tu hermana.
La del Sur.
Latina
por la cruz
y por el habla.
Te propongo jugar
unos juegos, hermana,
de tu agrado.
Al “Buen Vecino”
A la “Alianza”
A la Organización
de los Estados.
Estados,
por supuesto,
Americanos.
Juguemos al almuerzo
a la comida
Y, por qué no?
A la Semana Santa.
Juguemos a la guerra
y al Mercardo
Al Mercado Común
Latinoamericano.
Tú pones la balanza
Yo la carne.
Pon tú el banquete
que yo pongo el hambre.
Tú pones los soldados
Yo los muertos
Pon tú la lanza
y el ladrón.
Que yo pongo la herida
del costado.
DIGO A LOS CAPITANES DE LA AMERICA AJENA
Por qué tenía que ser un capitán?
Y por qué seguís siendo, capitanes de América
lazo tendido
entre la gorila imperialista
y el soldado?
Puentes de gritos
entre el odio de arriba
y la enlodada bayoneta de abajo?
Allí quedó su imagen y su herencia.
La silueta del cobre machacada.
La canción errabunda
que venía disparada
desde el dolor del combo y la barreta.
Nuevo Cristo de América
con el yelmo calado hasta los ojos.
Con los ojos mirando hacia la historia
y el corazón mirando hacia la muerte.
Por qué tenía que ser un capitán?
Y por qué seguís siendo, capitanes de América,
conjunción ilativa
entre el laboratorio del comando
y el asesino soplo
de la bala?
No lo quiso el soldado,
a quien algunas veces
agarrota los dedos
la luz de una mirada.
No fue capaz de hacerlo
con su propia pezuña
la bestia mercenaria
de soles y entorchados.
Por qué tenía que ser un capitán?
Y por qué seguís siendo, capitanes de América,
noche de la conciencia
tendida entre la sombra
del cálculo y la infamia
y la ciega cadencia
maquinal de las armas?
Algún día, capitanes,
sereis el pueblo mismo.
Y la sangre de Allende
lavará vuestras manos.
Caracas, septiembre de 1973
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