LUCHANDO CONTRA EL FASCISMO DESDE TODAS LAS TRINCHERAS

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Canciones de Combate

lunes, 1 de abril de 2013

Por dónde empieza el poder de la clase obrera


En la esfera económica, lo principal en el período de transición es la socialización de los medios de producción, el rápido desarrollo del sector socialista y la organización, sobre esta base, de relaciones de producción nuevas, socialistas. El primer acto de las transformaciones en el plano económico es la nacionalización de la gran producción capitalista. Nacionalización de la gran industria, transportes y bancos.
En el Manifiesto del Partido Comunista se dice: "El proletariado utiliza su dominación política para arrancar a la burguesía, paso a paso, todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y aumentar, lo más rápidamente posible, el conjunto de las fuerzas productivas." La gran burguesía, se comprende, presenta la nacionalización socialista como un acto ilegal y como un "robo". La realidad es que se trata de una medida absolutamente justa, que, con toda la razón, calificó Marx como "expropiación de los expropiadores". La gran propiedad capitalista es fruto de la expoliación más implacable de millones de seres, de la apropiación de las tierras de los campesinos, de la ruina de los artesanos, del bandolerismo en las colonias y del saqueo de las cajas del Tesoro. La riqueza de los capitalistas aumenta siempre a expensas del trabajo de la clase obrera y de la ruina de los pequeños productores. Por eso, la revolución socialista no hace sino restablecer la justicia cuando convierte en patrimonio del pueblo lo que fue creado por el trabajo del pueblo y por derecho pertenece a los trabajadores.

El fin que la nacionalización socialista persigue al quebrantar la potencia económica de la burguesía y poner en manos del Estado proletario los puestos de mando dentro de la economía nacional es crear un nuevo modo de producción. La historia ha confirmado ya que las formas y métodos de la nacionalización pueden ofrecer diferencias sensibles en cada país. La nacionalización socialista de los principales medios de producción fue llevada a cabo por primera vez por la clase obrera de Rusia. Antes de iniciar la nacionalización, el Poder Soviético implantó el control obrero. La industria, el comercio y las finanzas fueron colocados bajo el control de los obreros y empleados de cada empresa. La respuesta de la burguesía a esta medida y a otras semejantes, encaminadas a regular la economía, fue el sabotaje y la resistencia más desesperada. Esto obligó al Gobierno soviético a llevar adelante la nacionalización con gran premura. En diciembre de 1917 eran nacionalizados los bancos, y seguidamente los ferrocarriles, las comunicaciones y los barcos de mar y de río, así como algunas empresas industriales. En junio de 1918 se anunciaba la nacionalización de las empresas grandes en todos los sectores de la industria y de los ferrocarriles privados. Estas medidas se llevaron a cabo mediante confiscación, sin indemnización alguna. En las democracias populares europeas, este mismo proceso de formación del sistema socialista en la economía transcurrió de manera muy distinta. Los gobiernos democrático-populares sólo nacionalizaron en un principio las empresas pertenecientes a los criminales de guerra, a los traidores a la patria que habían colaborado con el fascismo alemán, y también las empresas de los monopolios capitalistas. La nacionalización de las otras empresas vino más tarde, como respuesta a los manejos antisocialistas de la burguesía. Características muy acusadas presenta la nacionalización en la República Popular China. El Gobierno popular se limitó al comienzo a nacionalizar las empresas de la industria pesada pertenecientes a las altas capas de la burguesía comercial intermediaria y burocrática, tomó en sus manos los bancos más importantes y los ferrocarriles y estableció el control sobre el comercio exterior y las operaciones con moneda extranjera. La nacionalización no afectó, sin embargo, a capas importantes de la burguesía nacional china, que habían colaborado con la clase obrera durante la guerra de liberación y la revolución popular.
En el período subsiguiente de transformación de la propiedad capitalista, se recurrió en gran escala a formas diversas de capitalismo de Estado, desde la simple regulación y el control hasta la creación de empresas mixtas estatales-privadas. Los capitalistas que toman parte en tales empresas perciben, en calidad de indemnización, un interés del cinco por ciento del dinero invertido (estos pagos habrán de cesar en 1962). Cualquiera que sea el modo como se realice la nacionalización socialista, en todo caso sólo afecta a los intereses de una minoría muy reducida de la sociedad, a la vez que favorece a su inmensa mayoría. El desarrollo del capitalismo, al concentrar la propiedad de los medios de producción en manos de un reducido grupo de gentes, prepara por sí mismo las condiciones para que esos grandes medios de producción sean transferidos sin conmoción alguna a su legítimo dueño, que es el pueblo.
La nacionalización socialista no toca en modo alguno la propiedad de los pequeños industriales, comerciantes y artesanos. Todo lo contrario, en los primeros tiempos el Estado de la clase obrera victoriosa les presta ayuda en forma de materias primas, créditos y pedidos, y en la marcha de las transformaciones posteriores se preocupa de que puedan ocupar una posición digna en la sociedad nueva. En una carta a los comunistas georgianos escrita en marzo de 1921, inmediatamente después de haberse establecido el Poder Soviético en Georgia, Lenin escribía acerca de los pequeños comerciantes: "Hay que comprender que no trae cuenta alguna nacionalizar y que incluso hay que hacer ciertos sacrificios para mejorar su situación y darles la posibilidad de que sigan su pequeño comercio." En los países de capitalismo desarrollado, al procederse a la nacionalización de las grandes empresas capitalistas, se tendrán presentes, sin duda, los intereses de los pequeños accionistas. Esto se refiere a los propietarios de una pequeña renta, de pólizas de seguros, etc. Por lo tanto, la nacionalización socialista es una de las tareas generales y obligatoriamente necesarias de la revolución, cualquiera que sea el país donde la clase obrera haya llegado al poder. La gran producción capitalista únicamente puede ser convertida en socialista mediante su nacionalización por el Estado de los trabajadores. Así se crean los cimientos del sector socialista de la economía, del nuevo modo de producción. Apoyándose en ese sector, la clase obrera puede iniciar la transformación de toda la vida económica de la sociedad. Confiscación de la gran propiedad agraria. La clase obrera, que toma el poder en alianza con otros trabajadores, no puede limitarse a suprimir las relaciones capitalistas; en muchos países tropieza también con supervivencias del feudalismo.
Esto se refiere, ante todo, a los países subdesarrollados, y muy especialmente a las colonias y países dependientes, donde la tierra que los campesinos cultivan pertenece en buena parte a los grandes propietarios. Mas las supervivencias del feudalismo se conservan, en una forma u otra, en muchos países de capitalismo desarrollado. La propia burguesía adquiere tierra en ellos y no se atreve a apartar del camino una barrera tan formidable para el progreso social como es el monopolio de la gran propiedad agraria. De ahí que en todos los países donde esa gran propiedad exista -lo mismo si es feudal que capitalista- la confiscación de la misma sea una tarea primordial de la clase obrera. En Rusia, donde los terratenientes fueron hasta 1917 una de las clases dominantes, la tarea no podía ser más perentoria. Por eso, uno de los primeros actos del poder proletario fue la confiscación sin indemnización de sus tierras. El Decreto de la Tierra, aprobado por el II Congreso de los Soviets de toda Rusia el 26 de octubre (8 de noviembre) de 1917, convertía todo el suelo en patrimonio del pueblo. Esto, además de poner fin a la clase de los terratenientes, significaba un rudo golpe para el poderío económico de la burguesía. Al propio tiempo se robustecía la alianza de la clase obrera con los campesinos, y las grandes masas de trabajadores de la aldea ligaban estrechamente su suerte a la del Poder Soviético. En Rusia quedó abolida la propiedad privada sobre toda la tierra, circunstancia ésta que venía dictada por las condiciones históricas concretas. Las tradiciones de la propiedad privada de la tierra eran en Rusia más débiles que en el resto de Europa. Durante largo tiempo en la aldea rusa había imperado la propiedad comunal, con repartos periódicos de los lotes campesinos. En la conciencia de los campesinos estaba arraigada la idea de que "la tierra no es de nadie, es de Dios", y de que sus frutos habían de pertenecer a quien la trabajaba. Por eso la mayoría de los campesinos apoyó la reivindicación de suprimir la propiedad privada sobre la tierra. La situación era distinta en las democracias populares europeas. La propiedad privada de la tierra tenía allí unas tradiciones muy arraigadas y los campesinos miraban con recelo la consigna de la nacionalización. Esta medida no habría hecho más que dificultar las relaciones entre la clase obrera y los campesinos. Por eso el Estado popular se limitó a nacionalizar únicamente las grandes propiedades.
La mayor parte de la tierra confiscada se entregó a los braceros, a los campesinos pobres, y, en ocasiones, a los campesinos medios, a precios muy asequibles que habían de satisfacer a plazos, en el transcurso de diez a veinte años, aunque fue mucha la que se cedió a título gratuito. La tierra pasaba a ser propiedad personal, mas con ciertas limitaciones: prohibíase la venta de la misma, salvo casos excepcionales, la entrega en arriendo, el reparto y la donación, es decir, todo cuanto puede servir para convertir la tierra en medio de explotación y de lucro especulativo. Los lotes se calculaban de tal forma que pudiesen ser cultivados directamente por el dueño y su familia. De ordinario se trataba de campos que no sobrepasaban de cinco Ha, y sólo en algunos casos llegaban a 10 y 15 Ha. La confiscación de la propiedad de los grandes terratenientes, tanto en Rusia como en las democracias populares, tuvo importancia inmensa en cuanto a la consolidación política del nuevo poder. La historia nos dice que la gran propiedad agraria ha sido siempre un apoyo de la reacción y que los terratenientes son el espinazo de las contrarrevoluciones. La confiscación de la gran propiedad agraria no es de por sí una medida socialista, por cuanto no afecta a las bases de las relaciones capitalistas. En bastantes países esta confiscación se llevó ya a cabo en el curso de las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX, y la única consecuencia fue la de propiciar un desarrollo más rápido del capitalismo en la agricultura. Pero cuando en el poder se encuentran los trabajadores, la confiscación de la gran propiedad del suelo se convierte en una importante premisa de las posteriores transformaciones socialistas.

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