Los ideólogos de las
clases explotadoras deforman con singular celo cuanto se refiere al
papel del Pueblo y del individuo en la historia. En su afán por
justificar el "derecho" de una minoría insignificante a
oprimir a la mayoría, siempre trataron de rebajar el papel de las
masas del pueblo en la vida y en el progreso de la sociedad. El
pueblo, la gente, las masas trabajadoras son, según ellos, una turba
obtusa que por su naturaleza misma está destinada a someterse por
entero a la voluntad ajena y a soportar mansamente su vida de
humillaciones y necesidades. Para quienes así piensan, las masas
populares no son más que el objeto pasivo del proceso histórico, y,
en el mejor de los casos, ejecutores ignorantes de la voluntad de los
"grandes hombres": de los reyes, generales, legisladores,
etc. Tales teorías subjetivistas no se limitan a justificar los
regímenes en que un puñado de explotadores oprime a la mayoría de
la población, sino que también argumentan en pro de una política
interior dirigida a la supresión de la democracia y al
establecimiento de sistemas fascistas. Estos sistemas precisamente,
afirman los ideólogos reaccionarios, son los que pueden asegurar a
los grandes hombres el campo libre para "hacer" historia e
imponer su voluntad sin temor a la intervención de las masas
ignorantes del pueblo. Así justificaban los hitlerianos y otros
fascistas la falta de derechos a que tenían sometido al pueblo y la
omnipotencia del "führer". Además de la concepción
subjetivista del papel del individuo en la historia, entre los
ideólogos burgueses goza también de privanza la visión fatalista,
según la cual los hombres no pueden ejercer influencia alguna sobre
la marcha de los acontecimientos. Tal punto de vista es impuesto con
particular insistencia por las gentes de la Iglesia, para quienes la
vida y el desarrollo de la sociedad han sido determinados por la
providencia, por el sino, por la suerte ciega. "El hombre
propone y Dios dispone": a esto se reducen todos sus
razonamientos.
La teoría fatalista
rebaja tanto como la subjetivista el papel de las masas populares en
el progreso de la sociedad. Lo mismo la una que la otra parten del
falso supuesto de que el desarrollo social se produce al margen de la
actividad y la lucha de los millones de trabajadores; cada una, a su
manera, sirve a los fines ideológicos de las clases explotadoras,
interesadas en que se mire con desprecio al hombre del trabajo. La
teoría marxista ha puesto de manifiesto la falsedad de ambas
concepciones, lo mismo de la subjetivista que de la fatalista. El
marxismo-leninismo, que ha descubierto las leyes del proceso
histórico, ve en las masas populares el portavoz de la necesidad
histórica, la fuerza a la cual corresponde el papel determinante en
el desarrollo social.
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