ESCRITO POR DEISY FRANCIS MEXIDOR
Centenares de presos en cárceles de California continúan una huelga de hambre en protesta por el aislamiento y los castigos, mas la noticia apenas rebota hoy en un diario local, medios alternativos o páginas personales (blog) en Internet.
Un colega español, Pascual Serrano, es del criterio de que la trascendencia mediática de un determinado hecho, según suceda en un lugar o en otro, es una de las más elocuentes formas de mostrar el doble rasero y la manipulación de algunos medios de comunicación. No le falta razón.
El 1 de julio, 43 presos encerrados en el llamado SHU (Security Housing Unit) comenzaron una huelga de hambre en Pelican Bay, penitenciaría estatal de máxima seguridad cercana a la frontera con Oregón, y de inmediato la acción se multiplicó en 12 prisiones hasta sumar, para el 4 de julio, a más de seis mil 600 internos.
Una realidad que al principio el Departamento de Correccionales y Rehabilitación de California (CDCR) intentó minimizar. La huelga solo es de un par de decenas de presos, dijo entonces, pero poco después tuvo que admitir por sus propias estadísticas la magnitud del suceso.
El viernes 15 de julio, Isaac Ontiveros, vocero de la Coalición en Solidaridad con la Huelga de Hambre de Pelican Bay, anunció que por fin el CDCR accedió a negociar con los líderes del ayuno; sin embargo, hasta este instante las autoridades nada concreto han ofrecido.
Ni antes ni ahora hubo grandes titulares, o, al menos, la condena generalizada de los medios de prensa de un país que precia proclamarse como paladín de los derechos humanos y en función de ello se toma la facultad de levantar su dedo acusador contra otros.
El periódico californiano La Opinión, el diario alternativo Rebelión, el sitio digital La Haine, Thecrimereport, The Huffington Post o el blog My FDL son algunos de los canales sistemáticos por donde ha corrido lo que ha sucedido durante las semanas anteriores en 13 de las 33 prisiones del Estado Dorado.
Causan estupor los motivos por los cuales más de 800 presos se mantienen hoy dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias. Un grito de dolor se lee en uno de los mensajes enviados: “queremos que nos traten como seres humanos, no somos animales”.
Por eso piden que se eliminen los castigos colectivos, la interrogación obligatoria sobre afiliaciones pandilleras (el debriefing, en inglés), el confinamiento en solitario prolongado o el traslado a la población carcelaria general para presos mantenidos en aislamiento por periodos indefinidos de 10 a 40 años o más.
Pero claman también por el acceso a la luz del sol y a servicios de salud.
Molly Porzig, una vocera del grupo Solidaridad con la Huelga de Hambre de los Presos, citada por Thecrimereport, confirmó que los enclaustrados protestan por el ambiente torturador e inhumano que los rodea.
Un informe divulgado por expertos legales en 2006 advirtió que un encierro en solitario por largo tiempo, como los que se practican en las cárceles norteamericanas, puede inducir al “deterioro mental”.
Y el SHU conduce a ello. También llamado “hueco”, está considerado una prisión dentro de la prisión. Allí el espacio de la celda es mínimo, no existen ventanas, la luz está encendida permanentemente y se pierde la noción del tiempo.
Si a lo anterior se le añaden elementos de tormento como frío, calor, desnudez, ausencia de agua para el aseo o el ruido, se comprendería mejor en qué situación sobreviven los cautivos en esas unidades de seguridad.
Hasta 1968 en las cárceles estadounidenses era común el “strap”, o el azote con correa, pero en la actualidad lo más utilizado es el SHU, cuya construcción se expandió en la década de los noventa.
Sobre el tema asegura Kevin Goszola en el blog My FDL que en “Estados Unidos, en un día cualquiera, hay no menos de 75 mil y probablemente más de 100 mil presos en celdas de aislamiento”.
Aunque se anunció una eventual negociación, todavía el ayuno no se ha derogado. Incluso, Carol Strickman, de Servicios Legales para Presos con Hijos, denunció que el CDCR está violando una orden federal al suspender algunos o todos los medicamentos para los huelguistas.
Hay quienes ya sufren graves problemas cardíacos, respiratorios y de deshidratación en temperaturas que suelen llegar a los 43 grados centígrados en ocasiones.
En tanto, numerosos familiares de los reos se han aglomerado a lo largo de estos días afuera de las prisiones Pelican Bay y otras como una muestra de apoyo a lo que ocurre en las prisiones.
Similares acciones se han producido en ciudades estadounidenses como San Francisco, Oakland, Seattle, Los Ángeles, Harlem, Cleveland, Nueva York, o en las canadienses de Toronto, Ontario y Montreal.
El sentimiento común es que no importa lo que hayan hecho. Ningún ser humano merece un trato cruel y degradante, lo sustenta la Declaración de Derechos Humanos en su artículo 5.
Mientras, Hugo Pinell escribió desde el SHU a la periodista Kiilu Nyasha que “en este momento un traslado a la población general sería maravilloso, dado que mis celadores están resueltos a mantenerme aquí hasta la muerte”.
Pinell cayó en prisión en 1964, tenía 19 años. Desde 1986 está en el SHU, en la cárcel de Pelican Bay, y añora algo tan elemental como “volver a tener visitas de contacto”, porque “hace demasiado tiempo que no toco a mi mamá o a ninguno de mis seres queridos”.
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