"... En los llamados errores de Stalin está la diferencia entre una actitud revolucionaria y una actitud revisionista. Se debe ver a Stalin en el contexto histórico en el que se desarrolló, no debe vérselo como una especie de bruto, sino que se lo debe apreciar en ese contexto histórico particular... Yo he llegado al comunismo por papá Stalin y nadie puede decirme que no lea su obra. Lo he leído aun cuando era considerado muy malo leerlo, pero ese era otro tiempo. Y como no soy una persona no demasiado brillante y además testaruda continuare leyéndolo...."
Ernesto “Che” Guevara
por: Wilf Dixon
Conferencia
efectuada por el Partido Comunista Marxista-Leninista de Gran Bretaña CPGB
(M-L).
Jueves 8
de abril de 2010
Introducción
Durante la
Segunda Guerra Mundial, cuando la Unión Soviética luchaba por su existencia en
una lucha a muerte contra el fascismo
alemán, los trotskistas animaban a los trabajadores de Gran Bretaña a
declararse en huelga, minando así el esfuerzo de guerra en ese momento de la
historia en que el único beneficiario era el fascismo. Minando el esfuerzo de
guerra de Gran Bretaña después de que la Unión Soviética se hubiera enzarzado
en una lucha a vida o muerte contra el fascismo, estos trotskistas se
convirtieron en instrumentos del fascismo en la lucha contra la Unión
Soviética.
El papel
del pseudo-radicalismo trotskista durante la guerra arroja alguna luz sobre el
papel que había jugado antes de la guerra. Sólo cuando entendemos este hecho
podemos apreciar plenamente la contribución realizada por W. Dixon. Continuará
la controversia sobre si los representantes del trotskismo mantuvieron
transacciones directas con los servicios de inteligencia del Eje a espaldas de
sus miembros. Sin embargo, lo que no puede negarse es que el trotskismo, debido
a su radicalismo de extrema izquierda, se convirtió en un movimiento,
objetivamente hablando, al servicio de las clases reaccionarias y de sus
mercenarios fascistas en la lucha contra el socialismo.
La
contribución de Dixon es un oportuno recordatorio de los peligros del
radicalismo pseudo-izquierdista en el movimiento obrero actual.
LA VERDAD
SOBRE STALIN (Wilf Dixon)
Gracias
por darme la oportunidad de hacer justicia a la memoria histórica en varios
asuntos relacionados con Stalin. Mi conferencia lleva por titulo "La
verdad sobre Stalin". Ciertamente éste es un título imponente, pero no
obstante necesario frente a las mentiras predominantes que pasan por juicios
históricos objetivos, las mentiras que tienen sus fuentes en el grupo de
expertos anticomunistas de la Universidad de Harvard y en la propaganda nazi.
Las fuentes que actúan en base a la estrategia consistente en "arroja
bastante fango e invéntate genocidios, porque siempre quedará algo". Sin
embargo, una evaluación histórica de Stalin no puede hacerse aisladamente de la
revolución rusa y de las tareas del poder soviético en el establecimiento y
construcción del primer estado socialista. No voy a defender la contribución de
Stalin únicamente apelando a la imparcialidad de los que buscan la verdad de
los hechos, aunque los hechos de los que trataré son el testimonio de los
logros de Stalin, sino como un comunista que usa la perspectiva marxista-leninista
internacional para describir y explicar el papel del individuo en los grandes
movimientos y acontecimientos históricos.
El
marxismo nos enseña que desde la desaparición de las formas comunistas
primitivas de sociedad y la aparición de las clases —el dueño de esclavos y el
esclavo, el señor feudal y el siervo o campesino, el capitalista y el
trabajador—, la historia del esfuerzo y del progreso humano ha sido la historia
de la lucha de clases. Las condiciones sociales del ser humano determinan su
consciencia, y las ideas llevan la impronta de los intereses de una clase
particular. Las ideas de la clase dirigente son las ideas predominantes. La
clase dirigente de cualquier época busca dar molde al mundo en apoyo de sus
intereses y de su visión de la realidad. Vivimos en la época del imperialismo y
de la revolución social. Pero la revolución social aún no ha tenido éxito en el
foco de poder de la burguesía, que reside principalmente en Europa, América,
Japón, y que ahora ha sido restaurado en Rusia. Por tanto, no es sorprendente
que la postura predominante sobre Stalin y aun sobre Lenin, ahora que la Unión
Soviética se ha derrumbado, sea el odio más amargo de la burguesía imperialista
y de su ejército bien pagado y aleccionado de escritorzuelos.
Estos
comentarios introductorios son esenciales para hacer una evaluación
significativa de Stalin.
PRIMEROS
AÑOS.
Josif
Vissarionovich Dzhugashvili, conocido en la historia como Josif Stalin, nació
el 21 de diciembre de 1879 en la antigua ciudad georgiana de Gori. Su familia
era de origen campesino, aunque su padre era zapatero. Sus padres eran
incultos, y su madre Ekaterina, contra los deseos del padre, escatimó gastos y
ahorró dinero para que Josif estudiara en el seminario y se ganara la vida como
sacerdote. Pero esto no iba a ser posible. El fermento revolucionario de la
época influyó profundamente en Stalin. Tras una etapa como estudiante modelo,
fue expulsado del seminario por propagar el marxismo, el 27 de mayo de 1899.
Desde entonces se dedicó de lleno a sus actividades como revolucionario
profesional, dándose a sí mismo el nombre de Koba, que significa
"Implacable".
Se unió al
Partido Socialdemócrata Obrero Ruso y estableció por vez primera contacto con
Lenin mediante correspondencia en 1903, mientras aquél se hallaba en el exilio.
Reconoció en Lenin a un hombre de carácter insólito, y más adelante apoyó de
manera decidida a los bolcheviques frente a los mencheviques. Stalin, como más
tarde sería conocido, sufrió varios períodos de encarcelamiento y el exilio en
Siberia, donde llegó a ser conocido como alguien que no era muy sociable con
otros exiliados. Prefería ir a pescar y mezclarse con los aldeanos. Los
biógrafos tienden a especular que esto se debía a que la mayor parte de los
otros exiliados políticos eran intelectuales y evitaban a Stalin, o que él se
sentía incómodo o receloso en su compañía. Stalin era una persona muy
pragmática y con los pies en el suelo, e indudablemente prefería la compañía de
los trabajadores y campesinos a la de los intelectuales. En 1912 Stalin se unió
al Comité Central, pero después de una intensificación de la actividad policial
para dar con el paradero de los dirigentes bolcheviques fue detenido en febrero
de 1913, y tras pasar un período en la prisión de San Petersburgo fue exiliado
aMonastyrskoe en la Siberia profunda, dentro del Círculo Polar Ártico. La fuga
era imposible, lo que obligó a Stalin a centrarse en la lucha por la
supervivencia.
Después de
la Revolución de Febrero se declaró una amnistía para todos los presos políticos
y Stalin volvió a Petrogrado, donde inmediatamente se implicó de lleno en los
acontecimientos revolucionarios de la época. Aunque relativamente desconocido,
asumió una responsabilidad creciente en la labor de alcanzar y consolidar el
poder soviético, asumiendo el mando de las unidades del Ejército Rojo que se
formó en la guerra civil de 1918-20. Esta conferencia no versa en particular
sobre los hechos de la Revolución Bolchevique. Por hoy es suficiente recordar
que la Revolución de Octubre rusa es quizás el acontecimiento más significativo
del siglo XX hasta la fecha, el acontecimiento que dio lugar a una nueva época
de revolución y emancipación social.
La
Revolución de Octubre fue desde su inicio un faro de esperanza y liberación
para los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo. Por primera vez en la
historia escrita, las masas tomaron las riendas del poder estatal y a través
del poder de los Soviets se convirtieron en los amos de su propio destino.
Lenin fue el arquitecto del Partido, capaz de alcanzar el objetivo de conducir
a las masas a esta gran victoria, y fue también Lenin quien dirigió el Partido
y el Estado soviético en su nacimiento, cuando luchaba por su misma existencia.
Pero Lenin, que en 1918 quedó seriamente debilitado por un intento de
asesinato, sufrió una serie de graves derrames cerebrales que finalmente
acabaron con su vida en 1924. Fue entonces responsabilidad de Stalin dirigir el
Partido Comunista de la Unión Soviética durante los años sumamente difíciles de
construcción del socialismo, destruyendo el poder de la Alemania nazi y
transformando una sexta parte de la superficie del mundo en una superpotencia
mundial capaz de desafiar al imperialismo estadounidense.
Durante
aproximadamente 30 años, Stalin fue el líder reconocido de la Unión Soviética y
del Movimiento Comunista Internacional. A través de la Komintern, Stalin, al
igual que Lenin, ayudó a la formación y desarrollo de partidos comunistas en
todo el mundo. Recibía y daba asesoramiento a los líderes de los partidos comunistas,
mientras insistía en la responsabilidad que tenían los comunistas para usar sus
cerebros y solucionar los problemas relacionados con el liderazgo de la lucha
de los trabajadores, principalmente mediante sus propios esfuerzos. El
movimiento obrero en Europa y América se hizo enormemente más poderoso gracias
al prestigio creciente de la Unión Soviética y del Movimiento Comunista
Internacional. La formación de partidos comunistas en lasnaciones oprimidas del
Lejano y Medio Oriente, África y Sudamérica, hizo que la lucha por la
independencia nacional de las colonias se hiciera más poderosa y capaz de
lograr la victoria frente a la dominación imperialista. Las concesiones hechas
por la clase capitalista a la clase obrera (la asistencia médica gratuita, el
seguro social, la legislación laboral) desde luego fueron vendidas como
ventajas del capitalismo. Pero en realidad fueron el resultado de la poderosa
lucha internacional de los trabajadores y de la fuerza del campo socialista
tras la derrota de la Alemania nazi, la formación de las democracias populares
en Europa Oriental y la liberación de China en 1949. La contribución de Stalin
se halla indeleblemente escrita en este período de la historia de la lucha de
los pueblos oprimidos y de los trabajadores. Por eso Stalin se ha convertido en
el blanco de tanto veneno por parte de las clases reaccionarias.
La
comprensión de la historia de la Unión Soviética requiere el estudio y análisis
de una enorme cantidad de detalles. La conferencia de hoy, en la hora que tengo
disponible, sólo puede rozar la superficie. Pero hay una serie de etapas que la
mayoría de nosotros reconocerá como importantes, aunque sólo sea porque
provocan la mayor parte de la controversia. ¿Cuáles son?
1)
Colectivización —la eliminación de los kulaks como clase.
2) La
Oposición se convierte en un instrumento en manos de la reacción, el
imperialismo y el fascismo.
3) Stalin
y la guerra contra el cerco capitalista y la agresión fascista.
COLECTIVIZACIÓN
La
colectivización fue central para el primer plan quinquenal puesto en práctica
en 1929. Fue central para el programa de industrialización de la Unión
Soviética y sin ella no había solución posible al atraso de la economía. En
1928 el número de granjas colectivas se había elevado de 14.830 a 33.258, lo
que suponía un incremento de 194.200 a 416.700 propiedades campesinas
colectivizadas. Pero esta tasa de crecimiento era inaceptable. A medida que el
invierno de 1928-29 se acercaba, la amenaza del hambre se hizo seria.
La
resistencia de los Kulaks (terratenientes) constituyó una grave amenaza para el
plan quinquenal y para la propia construcción del socialismo. El 27 de
diciembre de 1929, Stalin proclamó: "hemos pasado de una política de
limitación de las tendencias de explotación de los Kulaks a una política de
liquidación de los kulaks como clase". Los Kulaks destruían el grano y el
ganado antes de permitir que fuera puesto bajo la autoridad de las granjas
colectivas. Se tomaron medidas indudablemente severas, que incluían la confiscación
de la propiedad y la deportación aSiberia y las regiones árticas. Éste fue un
período de intensa lucha de clases que, una vez en marcha, tuvo que ser
completado en el tiempo más corto posible para restaurar y ampliar la
producción en el campo. No había ninguna escapatoria para la resistencia de los
Kulaks, y la campaña para completar la colectivización de toda la producción
del grano alcanzó su punto culminante en el otoño de 1932. En octubre de 1929,
el 4.1 por ciento de las propiedades campesinas habían sido colectivizadas. En
marzo de 1930, el número era superior al 50 por ciento, y en julio de 1934
representaba el 71.4 por ciento de las tierras de labranza y de las propiedades
campesinas. Stalin hizo un alto en el proceso de colectivización en marzo de 1930,
cuando publicóen el Pravda su famoso artículo "El Vértigo del Éxito",
en el que criticaba el celo excesivo de los funcionarios del partido y
reclamaba un paréntesis en el fuerte proceso de agrupamiento de campesinos y de
ganadería en las granjas colectivas. Criticó las distorsiones en la línea del
partido y exigió el mayor cuidado en el trato a los campesinos, y declaró que
en particular debía cesar el tratamiento de miles de campesinos pobres y medios
como kulaks. Esto causó un retraso en el número de colectivizaciones pero la
campaña siguió adelante, de modo que, a mediados de 1931, el 52.7 por ciento de
las propiedades campesinas habían sido colectivizadas. Aproximadamente 4 años
más tarde el número se había elevado al 90.5 por ciento.
La
colectivización era la piedra angular del primer plan quinquenal y de la propia
construcción del socialismo. Pero la resistencia salvaje de los kulaks creó
problemas enormes. Sólo en los primeros meses de 1930, 14 millones de cabezas
de ganado fueron sacrificadas, y de los 34 millones de caballos existentes en
la Rusia soviética de 1929 se sacrificaron 18 millones. Este sabotaje hizo de
la industrialización de la agricultura una necesidad desesperada para prevenir
el hambre. Pero ésta no podía prevenirse totalmente, y en realidad surgió antes
de la campaña de colectivización. El invierno de 1932-33 fue un período de
hambre terrible, pero fue seguido por una cosecha récord en 1933, que siguió
mejorando en los años siguientes.
La
colectivización era esencial para la industrialización socialista de la Unión
Soviética. Pero era también esencial para liberar la mentalidad del campesinado
del atraso de la economía rural existente. La formación de las colectividades,
mientras todavía existía una relación mercantil con el estado, hizo que los
campesinos se asociasen y minó el aislamiento individual de los
campesinos,creando ocasiones para desarrollar la conciencia social. Éste es
precisamente el efecto que tuvo la colectivización, y una vez que se vio que
las colectividades mejoraban las condiciones de vida de los campesinos, éstos
las defendieron como suyas. La vida cultural en el campo se amplió con la
creación de cines y centros culturales para fomentar todo tipo de actividades
colectivas.
Fue Lenin
quien creó el lema de que el socialismo era la electrificación más el poder de
los Soviets.
La
electrificación, igual que la industria, generalmente se hallaba en un estado
sumamente atrasado en la Rusia Zarista. La industria a gran escala es
inconcebible sin la energía que la ponga en movimiento. Lo que se llamó el Plan
Goelro, consistente en la construcción de 30 nuevas centrales eléctricas con
una capacidad total de 1.5 millones de kilovatios, fue puesto en marcha por
Lenin
para ser
completado en diez años. En una serie de proyectos quinquenales iniciados por
Stalin, estas propuestas fueron ampliadas enormemente.
En 1937,
la URSS era ya el tercer productor de energía del mundo. La industria se
desarrolló a un ritmo impresionante. La utilización de tractores y maquinaria
agrícola estaba en el centro de la campaña de colectivización. Ya en 1927 los
niveles de producción habían alcanzado los niveles de antes de la guerra. A
finales del último año del primer plan quinquenal, la industria a gran escala
experimentó un notable aumento del 113 por ciento. Uno de los rasgos de este
desarrollo, que demostraría ser crucial en la guerra de resistencia contra la
Alemania nazi, fue el desarrollo de nuevas industrias para asegurar una más
adecuada distribución de la industria por todo el país. Se reconoció que la
concentración de la industria en la Rusia europea hacía vulnerable a la URSS en
caso de un ataque desde el oeste. Ian Grey, en su biografía Stalin: Man of
History [Stalin: Hombre de la Historia], escribió: "La redistribución de
la industria condujo al desarrollo de una segunda industria siderúrgica y del
carbón en la zona del Ural-Kuznetsk. Magnitogorsk, el centro de una nueva
región industrial de los Urales, comenzó en 1931 como una colección de
barracones que albergaban a los trabajadores encargados de construir los hornos
y los trenes de laminado; ocho años más tarde era una ciudad de 146.000
habitantes. Kuznetsk en Siberia, conocida en 1932 como Stalinsk, y Karagandá en
Karakhstan, se convirtieron en grandes ciudades industriales en el mismo breve
período" (Pagina 253).
La
colectivización, la electrificación y la industrialización se desarrollaron a
un ritmo acelerado. En 1937, la industria de construcción de maquinaria
soviética era la primera de Europa y la segunda en la producción mundial. En la
metalurgia, la URSS alcanzó el segundo puesto de Europa y el tercer lugar del
mundo. La industria química soviética ocupó el primer lugar de Europa y el
segundo del mundo.
Mucho se
habla hoy de que la Unión Soviética no tenía ningún respeto por el medio
ambiente. Esto no era así en tiempos de Stalin. El calor generado en la
producción de energía se empleaba para calentar las casas de los trabajadores
en las ciudades nuevas que aparecían junto a los nuevos complejos industriales.
Las energías alternativas —el agua y la energía eólica— también fueron
utilizadas.
Junto a
esta producción industrial intensiva, existía la necesidad de erradicar
totalmente el analfabetismo y de conseguir una clase obrera culta y
técnicamente competente. En 1929 había todavía aproximadamente un 51 % de
analfabetos entre los 5 y los 50 años. En 1939 se habían reducido al 18.8 por
ciento. En marzo de 1931, aproximadamente 5.000 especialistas extranjeros
fueron empleados en la industria soviética. Cientos de ingenieros y estudiantes
soviéticos recibieron instrucción en el extranjero, en particular en los
Estados Unidos (lo cual no resultó del todo satisfactorio). En 1933,
aproximadamente 200.000 estudiantes estaban matriculados en las escuelas
técnicas superiores y unos 900.000 estudiantes asistían a escuelas técnicas
secundarias. Las escuelas fabriles y los cursos de especialistas instruían a un
millón de trabajadores cada año.
La
urgencia y el ritmo de construcción indudablemente requirieron una cantidad
enorme de esfuerzos y sacrificios. Pero en 1933 Hitler se convirtió en
Canciller de Alemania, y el partido Nazi comenzó su campaña de guerra: no había
ninguna duda de la amenaza que el joven estado socialista soviético afrontaba
tras poco más de una década de construcción pacífica. Los enormes sacrificios
del primer plan quinquenal daban su fruto y las condiciones de vida mejoraban,
mientras la Depresión hacía presa de Occidente.
En este
tiempo crítico para la Unión Soviética, la Oposición, que había esperado que Stalin
y el Partido no lograsen colectivizar la agricultura, aumentó sus actividades
subversivas. En cada etapa se había demostrado su postura errónea y tenía muy
poco apoyo entre las masas. Para alcanzar sus objetivos recurrió ahora al
terrorismo.
EL ASESINATO
DE SERGEI KIROV
El 1 de
diciembre de 1934 Sergei Kirov, mientras trabajaba en el Instituto Smolny, fue
asesinado por Leonid Nikolaev, un miembro del Partido que había sido
funcionario del Comisariado de Inspección en Leningrado, pero que había sido degradado
desde la abolición del mismo. Sus protestas le valieron ser expulsado del
Partido. Era asimismo un incompetente y había estado implicado en diversas
actividades irregulares. Pero fue admitido de nuevo dos meses más tarde, tras
prometer que acataría la disciplina del Partido. Con toda claridad no se había
reconciliado con el Partido, y terminaría recurriendo al terrorismo para lograr
su venganza. Era un elemento descontento que fácilmente se prestó a trabajar
para la Oposición.
Kirov era
el jefe del Soviet de Leningrado. En la dirección del Partido se le consideraba
el sucesor más probable de Stalin. Su asesinato, por lo tanto, no podía ser
visto únicamente como un acto de venganza. Fue principalmente un acto de terror
político. El atentado contra la vida de Lenin en 1918 había sido realizado por
un Social-Revolucionario y no por un miembro del Partido. Kirov fue asesinado
por un miembro del Partido. Stalin se tomó este asunto muy en serio, y él mismo
se encargó de dirigir la investigación de las actividades de la Oposición.
Zinoviev fue acusado de estar directamente implicado en el complot contra
Kirov. Pero en este momento no podía demostrarse aún su culpabilidad. La
Oposición, mientras estaba ocupada en reclutar a saboteadores y planear
asesinatos, negaba enérgicamente su participación alegando que el terrorismo
individual es incompatible con el marxismo. Zinoviev, sin embargo, aceptó que
sus actividades habían contribuido a incitar actos de terrorismo. Fue condenado
a 10 años.
En este
punto, me gustaría señalar algunos aspectos de las lecciones históricas que los
marxistasleninistas extraen de la continuación de la lucha de clases en la
etapa del socialismo. El socialismo no es el objetivo final del
marxismo-leninismo. Marx, en El Manifiesto Comunista, señala que el socialismo
es el período de la dictadura revolucionaria del proletariado en el que la
clase obrera,como clase dirigente, busca amoldar el mundo a su propia
perspectiva proletaria. Para hacer esto, el proletariado necesita su propio estado
—un estado que en última instancia debe desaparecer, ya que
el
proletariado no tiene ninguna necesidad de mantener un poder opresivo sobre sí
mismo. Sin embargo, el estado soviético era muy poderoso, lo que no podía ser
de otro modo a consecuencia del cerco capitalista de la Unión Soviética. Pero
la continuación de la lucha de clases también tiene lugar dentro del estado
proletario y sobre todo dentro del Partido dirigente, que es la avanzadilla de
su clase —el proletariado. Siendo éste el caso, puesto que siempre habrá
necesidad de lucha y controversia dentro del partido de la clase obrera, debe
reconocerse que esta controversia también reflejará la lucha de clases en la
sociedad y que los desposeídos y los nuevos elementos burgueses procurarán
ganar poder para defender sus intereses dentro del Partido. Cuando los miembros
de la Oposición recurrieron al sabotaje y el terror, al no poder ganar apoyos
dentro del Partido, se convirtieron en instrumentos, quizás sin ser conscientes
algunos de ellos, en manos de los que intentaban derrocar al Poder soviético.
El
asesinato de Kirov marcó el principio de un cambio cualitativo en el método de
lucha de los opositores dentro del Partido. La oposición del bloque
Trotsky-Zinoviev, al no lograr el apoyo dentro del Partido, esperaba el fracaso
del primer plan quinquenal para derrocar a Stalin. Cuando esta esperanza se vio
decepcionada, no vieron otra opción que recurrir al terrorismo. Los Procesos
del grupo terrorista trotskista-zinovievista celebrados en Moscú del 19 al 24
de agosto de 1936 demostraron con claridad lo anterior. Los historiadores
burgueses pueden mofarse de estos juicios y calificarlos de farsas, pero los
periodistas y los comentaristas de la época quedaron impresionados por el hecho
de que las admisiones de los acusados eran genuinas. Reflejaban una realidad:
que en la sociedad socialista el Partido, para continuar al lado de las masas,
debe purgarse de elementos putrefactos, desmoralizados y burgueses. Tras el
asesinato de Kirov se llevaron a cabo tales purgas, y es también un reflejo de
la continua lucha de clases que algunos buenos comunistas fueran acusados
injustamente y expulsados del Partido. Pero es inevitable la necesidad de tales
purgas en la etapa del socialismo, para prevenir la restauración capitalista y
la degeneración de la dirección de la clase obrera.
Quizás el
individuo más siniestro de la Oposición, que ostentó el poderoso cargo de
Vicepresidente de la Policía de Seguridad —la OGPU—, era Henry G. Yagoda.
Sistemáticamente protegía de la investigación a los miembros de la oposición, y
era renombrado por su preferencia por el uso del envenenamiento y de los
"tratamientos" médicos para quitar de en medio a los miembros leales
y de confianza del Gobierno soviético. Fue responsable del asesinato del
presidente de la OGPU Vyacheslav R. Menzhinsky, utilizando su poder para
intimidar a un tal doctor Leo Levin de modo que consiguiera la adhesión de un
físico leal, el Dr. Kazakov, a la conspiración médica contra Menzhinsky.
Menzhinsky sufría de angina de pecho y asma, y debido a la administración de
tratamientos incorrectos, su corazón se debilitó y su muerte fue apresurada.
Murió en mayo de 1934, 6 meses antes del asesinato de Kirov y después de que
Yagoda hubiera asumido su cargo.
De hecho
el asesino de Kirov, Leonid Nikolayev, fue detenido por agentes de la OGPU sólo
unas semanas antes del asesinato de Kirov. Se le encontraron un arma y una
carta con la ruta que Kirov seguía a diario. Yagoda ordenó su liberación.
Yagoda fue
responsable del asesinato de Máximo Gorki y de su hijo. Máximo Gorki era leal a
Stalin y al Partido, y sus escritos eran muy respetados internacionalmente. Por
esta razón se convirtió en un objetivo para los miembros de la Oposición, que
temieron que Gorki les denunciara en sus escritos. Los motivos de la Oposición
eran venales y bajos. Estaban en alianza directa e indirecta con los enemigos
del poder de la clase obrera en la Unión Soviética y en el extranjero. Yagoda
declaró durante su juicio que sus acciones tenían como objetivo ayudar a que la
oposición alcanzara el poder, y no contribuir a su propio engrandecimiento
personal. Incluso confesó a su secretario y cómplice, Pavel Bulanov, que
consideraba al Mein Kampf "un libro que merece la pena" y que le
impresionaba el hecho de que Hitler hubiera llegado a la cima empezando como un
simple "sargento mayor". Yagoda había comenzado su carrera como
sargento mayor en el ejército ruso.
La purga
de estos elementos que se habían infiltrado en el Partido y en el estado era no
sólo una necesidad, sino asimismo una prioridad en el ambiente de tormenta que
se avecinaba con la amenaza internacional de la Alemania nazi y de las
potencias del Eje, una amenaza terrible que la Unión Soviética debía afrontar
ahora. Trotsky tenía una posición totalmente elaborada acerca de que el
terrorismo por sí solo no derribaría al Gobierno soviético. Los partidarios del
terrorismo, la actividad desviacionista y el sabotaje tuvieron que aliarse con
los que estaban dispuestos a ir a la guerra contra la Unión Soviética. Esto
significaba la alianza con las potencias militares del Eje —en particular
Alemania y Japón. Esta alianza se consideró como un asunto de necesidad
histórica para derribar a Stalin y colocar a la oposición en el poder. Incluso
tuvieron lugar conversaciones secretas entre miembros de la Oposición rusa y
representantes de Alemania y Japón.
Adolf
Hitler, arengando a miles de tropas en el Congreso del Partido Nazi de
Nuremberg el 12 de septiembre de 1936, proclamó públicamente su intención de
invadir la Unión Soviética. El 25 de noviembre de 1936, los Ministros de
Asuntos Exteriores de Alemania y Japón firmaron el Pacto Anti-Comintern. Pero
ya en la primavera y el verano de 1936, las autoridades soviéticas habían
sorprendido a espías nazis, saboteadores y terroristas en una serie de
incursiones por todo el país.
Paso a
paso, la quinta columna antisoviética de Trotsky fue destapada y destruida en
los meses siguientes. Trotsky había predicho una guerra contra la Rusia
soviética en 1937. Como la conspiración fue destapada ante el mundo entero en
los Procesos celebrados contra el grupo terrorista trotskista-zinovievista, así
como en los juicios subsiguientes, Trotsky únicamente pudo lanzar sus broncos
improperios contra Stalin y la Unión Soviética. Surgieron entonces comités para
defender a Trotsky, cuya plataforma de propaganda debía presentar a Trotsky
como un mártir injustamente acusado. Pero pronto se reveló que dichos comités
estaban compuestos por elementos antisoviéticos y fascistas que coordinaban la
propaganda con el fin de desviar la atención lejos de la amenaza de guerra
contra la Unión Soviética.
En 1941,
tras la invasión nazi de la URSS, Joseph E. Davies, ex-Embajador americano en
la Unión Soviética, escribió: "Todos estos juicios, purgas y liquidaciones,
que parecieron tan violentos en aquel tiempo y sobresaltaron al mundo, ahora se
revelan con bastante claridad como parte de un esfuerzo vigoroso y decidido del
gobierno de Stalin para protegerse... En 1941 no había ya ningún
quintacolumnista en Rusia" ( The Big Conspitacy [La Gran Conspiración],
pag. 326).
LA
OPOSICIÓN SE CONVIERTE EN UN INSTRUMENTO EN MANOS DE LA REACCIÓN, EL
IMPERIALISMO Y EL FASCISMO
Trotsky y
el odio virulento del trotskismo hacia Stalin nunca se basaron en un conjunto de
principios sólidos. Trotsky era arrogante y presuntuoso. Trotsky se consideraba
a sí mismo como el igual de Lenin, y posteriormente como su sucesor. Se unió a
los bolcheviques sólo después de que su propio grupo fracasara en el intento de
dirigir la revolución y desplazar a Lenin y los bolcheviques. No mostró más que
desprecio y prejuicio de clase hacia Stalin, a quien consideraba un georgiano
inculto. En cuanto a la pretensión de Trotsky de ser el sucesor de Lenin, no
fue aceptada en ningún momento por los compañeros de partido, bolcheviques, que
eran demasiado conscientes de las divergencias fundamentales entre Lenin y
Trotsky sobre cuestiones de principio.
Trotsky se
unió a los bolcheviques en agosto de 1917, sólo dos meses antes de la
Revolución Bolchevique de Octubre.
Tras 14
años de oposición a Lenin y a los bolcheviques, Trotsky todavía se consideraba
como el sucesor natural de Lenin. En Brest-Litovsk, Trotsky había sido enviado
por Lenin como Comisario de Asuntos Exteriores con instrucciones categóricas de
firmar la paz con Alemania. Pero Trotsky se negó a firmar la declaración: ni
paz ni guerra. Dijo a los alemanes que el ejército ruso no podía luchar más y
seguiría siendo desmovilizado, pero que no firmaría la paz. Después de la
Revolución Bolchevique los británicos enviaron a un agente para establecer
relaciones con funcionarios soviéticos, pero sin reconocimiento oficial. Este
agente especial del Gabinete Británico de Guerra era R. Bruce Lockhart, que
escribió en sus memorias —tituladas The British Agent [El Agente Británico]—
que el Ministerio de Asuntos Exteriores británico estaba muy interesado en las
"disensiones entre Lenin y Trotsky —disensiones en las cuales nuestro
Gobierno tenía puestas muchas esperanzas". Lockhart estableció contacto
personal con Trotsky en cuanto éste volvió de Brest-Litovsk. Trotsky le
concedió una entrevista de dos horas en su oficina privada de Smolny.
Según las
memorias de Lockhart, aquella misma noche registró en su diario sus impresiones
personales sobre Trotsky:
"Me
parece un hombre que de buen grado moriría luchando por Rusia, con la única
condición de que haya un público bastante amplio para contemplarlo"
(citado en The Big Conspiracy [La Gran Conspiración], p. 31).
Inmediatamente
después de la Revolución de Octubre, cuando la gente anhelaba la paz y cuando
la revolución necesitaba un plazo para organizar el Ejército Rojo, Trotsky jugó
irresponsablemente a aventurerismos izquierdistas con los imperialistas
alemanes, amenazándoles con la guerra y la revolución en vez de firmar una paz
con Alemania, que exigía una serie de demandas territoriales a Rusia. El
resultado fue que se firmó en Brest-Litovsk una paz todavía más áspera, que
implicaba aún mayores sacrificios territoriales en beneficio de Alemania. El
hecho era que la revolución en Alemania no había madurado, y los trotskistas,
al jugar con frases "izquierdistas" para asustar a los imperialistas
alemanes, que conocían muy bien el débil estado en que se encontraba el joven
poder soviético, por poco causaron el completo fracaso de la revolución rusa.
Tampoco el
odio de Trotsky hacia Stalin, como algunos afirman, estaba basado en su
supuesto talante democrático frente a los métodos de mando centralistas de
Stalin, supuestamente dictatoriales. Trotsky era un exponente fanático de la
política del comunismo de guerra. Ian Grey, en su libro Stalin: Man of
History[Stalin: Hombre de la Historia], escribe sobre Trotsky:
"Trotsky
insistía en que el trabajo estuviera sujeto a la misma disciplina estricta
impuesta en el Ejército Rojo. Totalmente autoritario en su perspectiva y sin el
menor entendimiento ni comprensión de las necesidades y emociones humanas,
empezó a imponer esta disciplina. El resultado inmediato fue una tormenta
airada de protestas y rebeliones...
”Trotsky
entró en conflicto frontal con los sindicatos... Había movilizado a los
ferroviarios usando la disciplina del ejército. Allí, de nuevo ante la
oposición del sindicato, estableció su propia autoridad, el Comité Central del
Transporte, conocido como Tsektran. Su tratamiento arbitrario de este sindicato
y sus amenazas de hacer lo mismo con los demás sindicatos —sometiéndolos a
todos a la disciplina militar— enfurecieron a los sindicalistas miembros del
Partido...
“Lenin,
apoyado por diez de los diecinueve miembros del Comité Central que incluían a
Stalin, Zinoviev y Kamenev, propuso establecer una moderación en el gobierno
del partido. La abolición inmediata del odiado Tsektran de Trotsky debía ser el
primer paso. Trotsky se opuso virulentamente a esa política
"liberal". Fue apoyado por Bujarin, Dzerzhinsky, y los tres miembros
entonces responsables de la Secretaría del Partido"(p. 144).
La imagen
que los historiadores burgueses oficiales suelen presentar de Trotsky como un
revolucionario íntegro, un hombre de principios expulsado y perseguido por
Stalin, pertenece al reino de los cuentos de hadas. Trotsky era despiadado. La
importancia que pudo haber tenido y la contribución que hizo en las semanas de
Octubre se vuelven insignificantes ante el hecho de que cada vez con más
intensidad entró en contradicción con el poder soviético y, desde luego, con el
liderazgo de Stalin. La ola revolucionaria había disminuido y el poder
soviético se enfrentaba con problemas inmensos para establecer los fundamentos
y construir el socialismo por vez primera en la historia, o de lo contrario
capitular ante el imperialismo y la reacción blanca rusa. Trotsky habíaperdido
fuerza dentro del Partido. Éste era para él toda su vida y desesperadamente
intentó recuperarlo. Se preparó para emplear medidas despiadadas y exigirlas de
otros, tal como había estado dispuesto a utilizar los mismos métodos de los
oficiales zaristas con el fin de mantener la disciplina en la Guerra Civil —si
era necesario ejecutando a uno de cada diez soldados para hacer cumplir la
disciplina.
Trotsky
siguió oponiéndose a Lenin y a los bolcheviques tras su ingreso en el Partido
en agosto.
Trajo
consigo a muchos elementos anticomunistas que entraron a formar parte de la
Oposición. Sin embargo, durante la Revolución de Octubre era importante la
unión de tantas personas como fuera posible, y Trotsky era visto como un
agitador habilidoso. Su entrada en el Partido tuvo lugar con una
espectacularidad tal que satisfizo su personalidad y sus ansias de grandeza.
Lenin observó sardónicamente que era como llegar a un acuerdo con una gran
potencia. Después de su fracaso en Brest-Litovsk, fue relevado del cargo de
Comisario de Asuntos Exteriores y se le concedió el de Comisario de Guerra.
Contaba con poderes de mando muy elevados sobre los comandantes bolcheviques,
quienes obligaron al Comité Central a intervenir para evitar que Trotsky
fusilara a todos los que consideraba que rompían la disciplina militar.
A menudo
el comisario de guerra Trotsky es elogiado por su capacidad de liderazgo
durante la Guerra Civil. Sin embargo, en el verano de 1919 Trotsky afirmó que
Kolchak ya no era una amenaza en el este, y propuso utilizar todas las fuerzas
del Ejército Rojo en la campaña contra Denikin en el sur. Stalin advirtió que
esto daría a Kolchak un gran respiro, así como la oportunidad de reorganizarse
y equiparse para una nueva ofensiva. El Comité Central rechazó el plan de
Trotsky y éste no tomó parte alguna en la campaña del este, que condujo a la
derrota de Kolchak. Lo mismo ocurrió con su plan de dirigir una campaña contra
Denikin a través de las estepas del Don, una región casi sin caminos e
infestada de bandas de cosacos contrarrevolucionarios. Stalin rechazó el plan
de Trotsky y propuso avanzar a través de la cuenca del Donetz, con su densa red
de ferrocarriles, buenas provisiones de carbón y una población de clase obrera
que simpatizaba con la causa bolchevique. El plan de Stalin fue aceptado por el
Comité Central. Trotsky fue retirado del Frente Sur y se le ordenó no
interferir con las operaciones que condujeron a la derrota de Denikin.
En 1921,
en el X Congreso, el Comité Central, encabezado por Lenin, proscribió todas las
facciones dentro del Partido por poner en peligro el liderazgo revolucionario.
Lenin esperaba que todos los miembros del Partido apoyaran las decisiones de la
mayoría sobre la pena de expulsión. Trotsky, cuyas actividades faccionalistas
suponían la oposición abierta a la mayoría de las decisiones, fue advertido
expresamente. El poder se le escapaba a Trotsky de las manos. La oposición
siempre había estado implicada en actividades abiertas y secretas contra el
Poder de los soviets. Pero en 1921-22, el General Hans von Seeckt mantuvo
contactos con un líder trotskista, Nicolai Krestinsky, a la sazón embajador
soviético en Alemania, a quien ofreció financiación para la camarilla de
Trotsky. Esta oferta le fue comunicada a Trotsky, que se mostró de acuerdo.
Krestinsky pidió 250.000 marcos de oro a Seeckt, que acordó concederlos a
cambio de importantes secretos militares y visados para los espías alemanes que
operaban dentro de la Unión Soviética. La coincidencia de intereses entre la
Oposición y el imperialismo alemán en su odio hacia el bolchevismo y el poder
soviético eran una realidad. Sin duda hay quienes intentarán justificar tal
colaboración, comparándola con la que permitió a Lenin obtener un coche sellado
para volver a la Rusia revolucionaria en 1917. Pero lo que hizo Lenin aseguró
la victoria de la revolución bolchevique. Lo que hizo Trotsky iba dirigido
contra ella. Cualquier sencillo trabajador o campesino soviético era capaz de
ver la diferencia. Tras la muerte de Lenin, Trotsky intentó tomar el poder en
el Congreso del Partido de 1924. Exigió que él y no Stalin fuese el sucesor de
Lenin, y obligó a que el asunto se decidiera por votación.
Stalin fue
votado unánimemente por 748 delegados bolcheviques para continuar siendo el
Secretario General. Incluso Bujarin, Zinoviev y Kamenev se sintieron obligados
a votar con la mayoría. La oposición se disolvió, pero volvió a reunirse como
Nueva Oposición unos meses más tarde y continuó movilizando a una mezcolanza de
oposicionistas, arribistas y guardias blancos en células secretas que
comenzaron a aprovisionarse de armas.
A pesar de
la prohibición de las facciones y del partidismo, la Oposición encontró muchas
oportunidades de continuar su campaña contra la dirección del Partido. En Mi
Vida, Trotsky escribe: "Durante el año 1926 la lucha del Partido se
desarrolló con intensidad creciente. En el otoño la Oposición salió abiertamente
a la palestra en las reuniones de los miembros del Partido".
Esto, sin
embargo, sólo despertó la hostilidad de los trabajadores, que acallaron a la
Oposición. En 1927, cuando la Rusia soviética afrontaba nuevas amenazas de
guerra en el oeste, Trotsky públicamente declaró en Moscú: "Debemos
recuperar la táctica de Clemenceau, quien, como es sabido, se sublevó contra el
Gobierno francés cuando los alemanes estaban sólo a 80 kilómetros de
París".
Stalin
denunció las declaraciones de Trotsky como traición y declaró que "se ha
formado algo así como un frente unido desde Chamberlain a Trotsky".
Un
referéndum de todos los miembros del Partido Bolchevique rechazó a la Oposición
por un resultado de 740.000 votos frente a 4.000. De hecho, en ningún momento
la Oposición recibió el menor apoyo por parte de la masa de militantes del
Partido ni de la clase obrera. Esto no era sorprendente, en realidad. La
Oposición estuvo siempre en contra de todos los intentos de construir el
socialismo, declarándolo imposible en la "atrasada Rusia". Exigieron
que la revolución rusa se convirtiese en un depósito de la revolución mundial
para promover revoluciones en otros países.
Despojada
de su retórica "izquierdista" la Oposición llevó a cabo una lucha
salvaje por el poder, en la línea de la dictadura militar que Trotsky había
tratado de imponer como comisario de guerra.
El 7 de
noviembre de 1927, en el décimo aniversario de la Revolución Bolchevique,
durante el desfile anual de masas en la Plaza Roja tuvo lugar una manifestación
política contra el Gobierno soviético organizada por la Oposición de Trotsky.
Debía señalar una amplia insurrección en toda la nación. Pero esta insurrección
popular sólo existía en la imaginación febril de Trotsky. Las autoridades
actuaron rápidamente y los trabajadores se volvieron contra los manifestantes,
mientras éstos declaraban la toma del poder por parte del nuevo mando
concentrado en la Plaza. Siguieron las redadas y detenciones. Uno de los
seguidores de Trotsky, el diplomático Joffe, que había sido embajador en Japón,
se suicidó. En algunos sitios los trotskistas fueron detenidos dentro de
células de antiguos oficiales blancos, terroristas social-revolucionarios y
agentes extranjeros. Trotsky fue expulsado del Partido Bolchevique y enviado al
exilio en Alma Ata, Siberia. Posteriormente fue deportado a Turquía, en 1929, y
terminó sus días en México, donde fue asesinado por uno de sus propios
partidarios, que llegó a odiar su extremo egoísmo y vanidad.
STALIN Y
LA GUERRA CONTRA EL CERCO CAPITALISTA Y LA AGRESIÓN FASCISTA
Antes del
triunfo de los bolcheviques, los marxistas creían que la revolución socialista
ocurriría primero en las naciones industrialmente desarrolladas de Europa y
América y que se extendería rápidamente, transformando el mundo y llevando el
progreso a las naciones atrasadas. Pero el estallido de la Primera Guerra
Mundial reveló que los partidos socialistas de Europa habían abandonado la
lucha para derrocar al capitalismo, así como la solidaridad de la clase obrera
internacional. La II Internacional Socialista se derrumbó cuando sus partidos
apoyaron la victoria de su "propia" clase dirigente en la guerra.
Sólo Lenin y los bolcheviques denunciaron la guerra como una guerra
imperialista y llamaron a los trabajadores a volver sus armas contra la
burguesía. El foco de la actividad revolucionaria se trasladó a Rusia. Los
bolcheviques fueron capaces de tomar el poder, y las potencias imperialistas
beligerantes que participaban en la guerra no pudieron hacer nada para
impedirlo. Después del armisticio, un ejército intervencionista de 14 potencias
se reunió para apoyar a los ejércitos blancos en una guerra civil que tenía por
fin derrocar a los bolcheviques.
Fracasaron
debido al apoyo del pueblo soviético a su nuevo gobierno, al apoyo y la
simpatía internacional hacia el Poder soviético, y a las contradicciones entre
los ejércitos imperialistas intervencionistas y los contrarrevolucionarios
blancos. La utilización de estas contradicciones para debilitar a los enemigos
de la Unión Soviética, por lo tanto, siempre figuraría entre las
consideraciones de la política exterior de la Unión Soviética. No podía haber
otro camino.
La
Oposición trotskista de la época se embarcó en una conspiración para asumir el
poder tras la agresión de las potencias del Eje. Trotsky predijo una guerra
contra la Unión Soviética en 1937.
Deseaba
una guerra temprana contra la Rusia soviética, porque creía que llevaría a
Stalin y a los bolcheviques a la derrota inevitable. Y podría haber acertado.
La condonación a Alemania de las restricciones del tratado de Versalles en
1935, que permitió a Hitler aumentar la máquina de guerra de Alemania, era una
señal clara para Stalin de que Gran Bretaña, Francia y América estaban animando
a los nazis a atacar a la Rusia soviética. La guerra entre la Unión Soviética y
la Alemania nazi podía ser inevitable, dada la gran cantidad de simpatías y
apoyos con que contaban los nazis en Occidente, pero no era inevitable una
guerra temprana. La política exterior de Stalin pretendía establecer tratados
de seguridad colectiva contra el expansionismo alemán y, si esto fallaba, como
de hecho ocurrió, explotar las contradicciones entre las potencias
imperialistas. No hay ninguna disputa sobre el grado de amenaza a que la Unión
Soviética se enfrentaba, y si Stalin hubiera afrontado la guerra en 1937,
probablemente con la quinta columna oposicionista todavía en acción, la Unión
Soviética habría sufrido pérdidas aún mayores y la guerra habría tomado un
curso completamente diferente. Esto podría haber satisfecho los proyectos de
Trotsky para la Rusia soviética. Pero Stalin, naturalmente, no hacía caso de
ningún consejo de Trotsky sobre lo que era mejor para la Unión Soviética.
Tampoco nosotros deberíamos aceptar ningún consejo de los seguidores modernos
de Trotsky que piensan que es suficiente vociferar contra el pacto
alemán-soviético, sin hacer la menor referencia a la situación que Stalin y la
Unión Soviética afrontaban.
Stalin
siempre previó que habría una alianza entre Alemania y el Occidente dirigida
contra la Unión Soviética. En los años 20 se establecieron buenas relaciones
con Alemania. La república de Weimar buscaba mantener buenas relaciones con el
Este y con Occidente. En 1932 Rusia adquirió el 30.5 % de las exportaciones de
maquinaria alemana. Cientos de técnicos e ingenieros alemanes trabajaban y
daban clases en Rusia, y oficiales alemanes entrenaban a las tropas rusas. En
1932, Alemania aportó el 46.5 % del total de las importaciones de Rusia. En
1935, la cifra cayó al 9%, mientras las exportaciones de Gran Bretaña a la
Unión Soviética aumentaban. América también incrementó su comercio con la Unión
Soviética, en particular después de que Roosevelt subiera al poder. La
depresión obligó al capitalismo occidental a aumentar su comercio con la Unión
Soviética. Incluso la Alemania nazi procuró maximizar el comercio con la Rusia
soviética y logró aumentar su cuota de mercado en un 22.8 % en 1936. Sin
embargo, este comercio pronto decayó con la formación de los pactos
anti-Comintern entre Alemania, Japón, Berlín y Roma, y la intervención de
Alemania al lado de Franco en la guerra civil española.
Los
choques con las tropas japonesas en la frontera con Manchuria obligaron a
Stalin a actuar con suma cautela para detener la agresión japonesa y evitar las
provocaciones en las fronteras orientales y occidentales.
En marzo
de 1938, Hitler invadió Austria y se produjo una crisis en los Sudetes alemanes
de Checoslovaquia. Stalin propuso entonces que Gran Bretaña, Francia y la Unión
Soviética formaran un frente unido para defender Checoslovaquia. Pero Gran
Bretaña y Francia seguían una política de apaciguamiento, animando a Alemania a
expandirse hacia el este, y esperaban poder cosechar las ventajas de que la
Unión Soviética y Alemania se destrozasen mutuamente en un enfrentamiento
armado. No compartían en absoluto el antifascismo de Stalin. Hicieron caso
omiso de la propuesta de Stalin y, en la importante conferencia de Múnich,
entregaron Checoslovaquia a Alemania.
Francia
incluso dejó de cumplir sus tratados con Checoslovaquia, lo cual horrorizó a
Stalin. Cuando Alemania invadió Checoslovaquia, el mundo entero se sintió
ultrajado. La tibia condena de Chamberlain produjo un alboroto en el
Parlamento. Visiblemente sobresaltado por la hostilidad, exigió que la Unión
Soviética y Gran Bretaña conjuntamente diesen garantías a Polonia y Rumania.
Estas
garantías no ofrecían ninguna seguridad a la Unión Soviética.
Las
ulteriores propuestas soviéticas de un pacto británico-francés-soviético de
ayuda mutua, que garantizara la independencia de todos los estados a lo largo
de la frontera soviética del Báltico al Mar Negro, fueron rechazadas por
Chamberlain alegando que esto molestaría a Polonia y Alemania.
La
cuestión estaba clara. Gran Bretaña y Francia deseaban un pronto ataque de la
Alemania nazi contra la Rusia soviética para derribar el socialismo soviético.
Litvinov fue destituido como Comisario de asuntos Exteriores y se nombró a
Molotov el 3 de mayo de 1939. En esta situación, Stalin se vio obligado a
considerar la firma de la paz con el diablo en 1939, antes que enfrentarse en
solitario a una guerra en dos frentes. Hitler estaba deseoso de invadir Polonia
y, con este objetivo en mente, Ribbentrop fue enviado a Moscú para negociar un
pacto de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética. El 23 de agosto de
1939, Stalin recibió a Ribbentrop y aceptó el texto del acuerdo en una fría y
nada amistosa reunión. Los Gobiernos británico y francés quedaron atónitos, y
la máquina de propaganda occidental alcanzó un frenesí histérico de calumnias e
insultos contra la Unión Soviética. El 1 de septiembre, Hitler invadió Polonia,
obligando a Chamberlain a declarar la guerra a Alemania para cumplir los
tratados con Polonia.
Seguramente
Stalin esperaba que la Unión Soviética pudiera evitar entrar en el conflicto y
que los países capitalistas quedaran exhaustos a causa de la guerra, lo que
daría lugar a levantamientos y revoluciones en todas partes de Europa. Pero
tras la facilidad con que los ejércitos alemanes conquistaron Europa, sobre
todo tras el total derrumbe de los ejércitos franceses y la evacuación de los
británicos en Dunquerque, Stalin no albergó ya ninguna duda de que la guerra
con Alemania era inevitable. Sin embargo, desesperadamente intentó evitar
cualquier provocación que precipitara un conflicto temprano, que Stalin
pretendía impedir al menos hasta la primavera de 1942. Por lo tanto, fue un
gran golpe para la preparación de la Unión Soviética la decisión de Hitler de
atacar la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. La ventaja suprema de los
agresores era el ataque sorpresa. Pero el tratado de no agresión había dado a
Stalin y a la Unión Soviética un tiempo valiosísimo para asegurar sus
fronteras. La guerra con Finlandia, cuando este estado pro-nazi se negó a permitir
el acceso soviético al Báltico a cambio de un área mayor del territorio
soviético, resultó ser una lucha mucho más difícil de lo previsto, que requirió
una gran cantidad de tropas soviéticas. Sin embargo, los ejércitos derrotados
aprenden mediante las experiencias amargas las razones de su fracaso, y esto no
fue menos cierto en el caso del Ejército Rojo. Stalin veía claramente que el
Ejército Rojo necesitaba oficiales que entendieran la guerra moderna, y llevó a
cabo medidas urgentes para que el Ejército Rojo se organizase y contase con
personal capaz de enfrentarse a la terrible amenaza que se cernía sobre la
Unión Soviética.
Poco antes
del ataque alemán, Molotov se entrevistó con Hitler en una gélida reunión.
Después de rechazar la propuesta de compartir el Imperio Británico tras la
derrota de Inglaterra, el Comisario soviético de Asuntos Exteriores hizo una
embarazosa pregunta sobre la hostilidad de Finlandia hacia la Unión Soviética.
Hitler se enfureció por la firme postura de Molotov. La cuenta atrás de la
invasión nazi había comenzado.
Tres
millones de efectivos alemanes, con miles de tanques apoyados por el más
moderno armamento, atacaron a lo largo de una frontera enorme, en lo que fue la
mayor batalla terrestre de la historia. En pocas semanas los alemanes habían
penetrado profundamente en territorio soviético y se dirigían hacia Moscú. El
Ejército Rojo luchó heroicamente, sufriendo pérdidas enormes. El 3 de julio, en
una alocución radiofónica al pueblo soviético, Stalin presentó un breve análisis
de las razones del éxito inicial de los nazis, pero despejó cualquier duda
respecto a la derrota de los alemanes por el Ejército Rojo, y dio instrucciones
específicas a la población sobre las medidas a tomar para crear una guerra
popular en todos los frentes contra los invasores: "Las granjas colectivas
deben evacuar todo el ganado, y devolver el grano al depósito de las
autoridades estatales para su transporte a la retaguardia. Todo lo que sea de
valor y no pueda ser retirado, incluyendo los metales no ferruginosos, el grano
y el combustible, debe destruirse sin falta.
“En las
áreas ocupadas por el enemigo, deben formarse unidades guerrilleras, montadas y
a pie, deben organizarse grupos de resistencia para combatir a las tropas
enemigas, instigar la guerra de guerrillas por todas partes, volar los puentes
y los caminos, dañar las líneas de teléfono y de telégrafo, incendiar los
bosques, tiendas, transportes. En las regiones ocupadas las condiciones deben
hacerse insoportables para el enemigo y todos sus cómplices. Deben ser
perseguidos y aniquilados a cada paso, y todas sus acciones frustradas.
“Esta
guerra con la Alemania fascista no puede considerarse una guerra ordinaria. No
sólo es una guerra entre dos ejércitos, es también una gran guerra de todo el
pueblo soviético contra las fuerzas fascistas alemanas.
“El
objetivo de esta guerra nacional en defensa de nuestro país contra los
opresores fascistas es no sólo la eliminación del peligro que se cierne sobre
nuestro país, sino también ayudar a todos los pueblos europeos que sufren bajo
el yugo del fascismo alemán".
Los alemanes llegaron a 15 kilómetros de Moscú
antes de que la marea retrocediera y los ejércitos nazis fueran barridos en
batallas tan trascendentales como Stalingrado y Kursk. En todas partes Stalin
tenía el pleno control, recabando informes regulares de los oficiales del
Ejército Rojo. Como todos los comandantes supremos que han tenido éxito,
escuchaba todos los informes y ponía su confianza extrema en la lealtad y
determinación de los oficiales para derrotar al enemigo. No se tomaba el
fracaso a la ligera, y retiraba o degradaba puntualmente a los oficiales que no
lograban asumir sus responsabilidades o no podían dar una explicación
satisfactoria de sus fracasos. El mando de Stalin fue la dinamo que aseguró que
el Ejército Rojo aprovechara cada oportunidad de retomar la ofensiva contra
Alemania, y que motivó al Ejército y al pueblo para soportar un sacrificio tan
grande con el fin de salvar a la Unión Soviética de la bota militar fascista.
Después de la muerte de Stalin, Jruschov, cuya contribución a la guerra
anti-fascista no fue excepcional, intentó negar el papel de Stalin como
comandante supremo. Sin embargo, Zhukov, que dirigió las batallas que
expulsaron a los nazis de Moscú y anteriormente lideró las fuerzas soviéticas
en la defensa de Leningrado, no tenía ninguna duda de que la férrea
determinación de Stalin fue la que condujo al ejército y al pueblo entero a la
victoria.
Stalin dio
la bienvenida sin reservas a cada paso emprendido por Gran Bretaña y América
para aumentar sus aportaciones a la guerra contra la Alemania de Hitler. En
contestación al corresponsal del Moscow Associated Press Henry C. Cassidy, el
13 de noviembre de 1942, Stalin dijo que la campaña aliada en Africa “...representa
un hecho excepcional de enorme importancia, que demuestra el creciente poder de
las fuerzas armadas de los aliados y la perspectiva de la desintegración de la
coalición ítalo-alemana en un futuro próximo". Stalin siguió diciendo que
era demasiado pronto para juzgar cuán eficaz sería esta campaña para aliviar la
presión sobre la Unión Soviética. Sin embargo, en respuesta a una pregunta
bastante peculiar dadas las circunstancias –"¿Qué posibilidad hay de que
la potencia ofensiva soviética en el este se una a la de los aliados en el
oeste para apresurar la victoria final?"— Stalin contestó de manera un
tanto seca, "no cabe la menor duda de que el Ejército Rojo realizará su
tarea con honor, como ha estado haciendo en todas partes durante la guerra".
Esto era en noviembre de 1942, cuando la Unión Soviética todavía estaba
profundamente inmersa en una lucha a vida o muerte para liberar su territorio
de los invasores nazis, tras un período en el que los corresponsales
occidentales predecían con seguridad la victoria alemana y el derrumbe del
Ejército Rojo.
La
población mundial celebraba como propia cada victoria soviética. Pero los
gobernantes de Gran Bretaña y América, obligados a aliarse con la Unión
Soviética, se alarmaron por el éxito militar de ésta. Stalin pedía
repetidamente la apertura del segundo frente en Europa. Pero el oeste demostró
no ser demasiado eficaz para obligar a las tropas alemanas a retirarse del
frente oriental. Los líderes occidentales, indudablemente, estaban ya
preocupados por el problema de tratar con una Unión Soviética cuyo prestigio
había aumentado enormemente en todo el mundo, y cuya capacidad militar
derrotaba a los nazis prácticamente sin ayuda de nadie. El Segundo Frente
comenzó realmente con los desembarcos del día "D". América, sin
embargo, prestaba una atención considerable a asegurar que su poder, y no el
poder soviético, obtuviese la supremacía después de la guerra. Temerosa de que
la Unión Soviética lograra ampliar su influencia en el lejano oriente así como
en Europa, América provocó la capitulación rápida del Japón dejando caer la
bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Stalin procuró mantener unas
relaciones amistosas con los aliados sobre la base del respeto mutuo, pero la
amenaza de la bomba atómica planeaba sobre la Unión Soviética era evidente para
Stalin y para la opinión progresista mundial.
La Unión
Soviética perdió a 25 millones de sus mejores luchadores en la guerra contra la
Alemania nazi. Como en todas las guerras esta cifra afectó principalmente a la
juventud soviética, el futuro de cualquier sociedad. Tal fue la contribución
del pueblo soviético a la detención de la más brutal y bárbara de las potencias
imperialistas. Tal fue la contribución del pueblo soviético a la extensión del
campo del socialismo y a la posibilidad de que los pueblos esclavizados por los
imperios coloniales de Gran Bretaña, Francia y América pudieran lograr su
independencia nacional. Y esto se alcanzó bajo el liderazgo incontestado por
parte de Stalin del movimiento comunista internacional. A pesar de la
devastación de la invasión nazi, la Unión Soviética pudo reconstruir su
economía y alcanzar a América en el desarrollo de la investigación espacial,
tecnológica y científica. Ninguna economía, y menos aún una economía
socialista, debería afrontar la amenaza que a continuación se abatió sobre
Stalin y el campo socialista: la amenaza de las armas nucleares cayendo sobre
las ciudades soviéticas construidas con el sudor de la clase obrera. El
monopolio nuclear de América tuvo que romperse, y fue roto de hecho por la
Unión Soviética de Stalin.
Las
potencias imperialistas temían a Stalin y a la Unión Soviética porque eran la
viva demostración de que el socialismo estaba en alza mientras el imperialismo
agonizaba. El período de la posguerra fue un tiempo de grandes esperanzas y
esfuerzos, que hasta los imperialistas hubieron de tener en cuenta haciendo
concesiones a la clase trabajadora. Pero la retórica anticomunista y la
propaganda occidental se hicieron cada vez más maliciosas y omnipresentes.
Mientras Stalin siguió vivo, sin embargo, la propaganda occidental no pudo
eliminar el enorme aprecio y simpatía que existía en todo el mundo hacia Stalin
y hacia la Unión Soviética. Cuando Stalin murió en 1953, las revistas y
periódicos comunistas, socialistas y progresistas sacaron ediciones completas
lamentando la muerte de Stalin y celebrando su vida. Por lo tanto, los
imperialistas saludaron con gran júbilo el discurso secreto de Jruschov que
atacaba a Stalin en el XX Congreso del PCUS en 1956. Jruschov, que era un
payaso en el escenario internacional y que condujo al descrédito al socialismo
y a la Unión Soviética, logró lo que los imperialistas nunca pudieron
conseguir. Atacando a Stalin, Jruschov no sólo estaba rechazando el supuesto
culto a la personalidad. Atacaba los fundamentos ideológicos de la Unión
Soviética: el marxismo-leninismo. Señaló al mundo el comienzo de la
restauración capitalista en la URSS. Jruschov cayó en 1963, pero el gobierno
revisionista que él representaba permaneció en el poder. El socialismo se
convirtió en un capitalismo estatal y los órganos del poder soviético se fueron
lentamente minando y corrompiendo. Es un testimonio del poder y la resistencia
del socialismo construido por Lenin y Stalin el que este proceso les costara
casi cuatro décadas tras la muerte de Stalin a los líderes revisionistas
Jruschov, Brezhnev y Gorbachov; un proceso que gradualmente desmanteló y
finalmente dio lugar al derrumbamiento del estado soviético y devolvió un poder
desenfrenado a la burguesía. Podemos ver que la burguesía gobierna de nuevo
sobre la miseria, la pobreza, el hambre, el gangsterismo y la dependencia.
Pero la
visión de la degeneración burguesa en lugar del socialismo, y del poder de la
clase obrera sobre su propio destino, no se han perdido entre los pueblos y
gentes del mundo. El nombre y el prestigio de Stalin están siendo restaurados a
su auténtico lugar en la historia de la lucha de los trabajadores y de los
pueblos oprimidos en pro de la consecución del socialismo y de la emancipación
humana.
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